Primer día de clases. Mochila lista. Desayuno listo. ¿Lucy lista? No, realmente no. Por la mañana se había levantado como cualquier otro día, todo era felicidad hasta que Richard y Lottie entraron sin avisar como de costumbre, haciendo faramallas y ayudándola a estar preparada para el primer día. Le costó trabajo quitárselos de encima, diciéndoles que tenía que darse una ducha fue como salieron de su alcoba en la casa de sus padres.
Su habitación le gustaba mucho, Richie y su abuelo la habían mandado a remodelar cuando supieron que iba a regresar, la decoraron con un papel tapiz lila hermoso, una lámpara muy elegante, su mesita de noche blanca, un escritorio con su ordenador, su armario con ropa nueva que había comprado con la tía Bella días antes. Se dio un ligero y refrescante baño, se enfundó en unos jeans azules y se puso una blusa blanca de manga corta, eso combinado con unos tenis azul cielo que Richie le había regalado, muy llamativos, al estilo de Richie.
Intentó peinarse otra forma que no fuera la misma coleta alta y estirada de siempre o Richie la mataría y la mandaría a la escuela con todo el largo cabello suelto. Al ver que no tenía otra opción se hizo una coleta de lado casi suelta con la línea del cabello hacia el lado contrario. Tomó su suéter azul y salió por la puerta con su mochila en mano. No tenía muchas ganas de desayunar, sentía que en cualquier momento en el trascurso de la mañana iba a sacarlo todo.
Richie la llevó hasta la preparatoria pues le quedaba de paso, iba dándole toda clase de consejos sobre cómo actuar el primer día, Lucy intento parecer interesada, sin embargo no podía parar de preocuparse que no le prestaba atención a su hermano en lo absoluto. Tardó unos momentos darse cuenta que por fin había llegado a su destino, le rogó a Richie que no la dejara ahí, intento aferrarse al cinturón de seguridad, hasta que su hermano la amenazó con sacarla por la fuerza como si se tratara de una niña que no quiere entrar al kindergarten.
Bajó del auto y en la entrada pudo ver que estaba repleta de chicos, se dijo tonta a sí misma porque era una preparatoria, cómo no iba a haber chicos. Caminó tranquilamente y cruzó mientras se decía mentalmente que todo iba a estar bien, de sólo preocuparse el cielo estaba comenzando a tornarse nublado, tenía que controlarse más. Se dirigió a la oficina de control escolar para pedir indicaciones, la trataron bien, aunque algunas secretarías la miraron como si se tratara de una alienígena, Lucy trató de ignorarlas y agradeció por el servicio.
Primera clase Literatura, aula 5. Por fin algo bueno le ocurría, sintió que respiró como si llevara horas aguantando sin hacerlo. Caminó entre ese río de muchachos yendo y viniendo, encontró su aula y comenzó a rezar porque todo saliera bien.
***
—Lottie, no debiste contarle nada a Lucy sobre ese pasado tuyo, debiste cuestionarla más sobre por qué tanto interés en saber sobre el amor—le regañaba Bella a su nana mientras tomaba un poco de té que le había comenzado a saber amargo desde que le había contado sobre la extraña conversación que había tenido con Lucy.
—Es normal que la niña tenga ciertas interrogantes, tiene 16 años, no es de piedra—se excusó la nana Lottie. —No creerás que ella está viéndose con un muchacho, acaba de llegar de una escuela de señoritas, por el amor de Dios, Bella.
Bella comenzó a negar con la cabeza, no podía creer que la bebé que había tenido en sus brazos ahora fuera una joven con ese tipo de dudas. Pero Charlotte tenía razón, a su edad ella había pensado lo mismo, se hacia esas mismas preguntas y quería experimentar ese tipo de cosas. Era por eso que intentaba proteger a Lucy, sus experiencias no habían sido nada buenas, no quería que nadie se atreviera a jugar con su sobrina, era una muchacha inocente y frágil en todos los sentidos, así como muy hermosa.
—Esperaremos, ya se le pasará pronto—le insistió Lottie.
—Eso no es todo, nani—replicó ella. —Él aun sigue aquí, no sé dónde pero está aquí y creo que sabe que Lucille ha vuelto.
Charlotte la miró horrorizada, eso era lo que Bella había estado ocultando desde que Lucy había llegado a la casa. Algo había visto Bella, algo malo que seguramente iba a pasar.
—No, él no puede—negó Lottie con fuerza. —No puede ser que después de tanto tiempo siga manteniendo sus juramentos de venganza contra ti y tu padre.
—Lottie, si él encuentra a Lucy no va a quedarse de brazos cruzados—explicó Bella. —Va a dar con su punto débil y se va a aprovechar de eso...
***
Habían pasado 15 minutos y la profesora no llegaba, esos minutos parecían siglos, se sentó en la segunda banca de la tercera fila, estaba dibujando algo en su libreta a lápiz. "No hay porque estar nerviosa" se decía a sí misma, aunque afuera se estaban formando pequeños remolinos de viento. Trato de respirar tranquilamente, era imposible, sus manos temblaban al igual que sus piernas y en cualquier momento sentía que iba vomitar. Desde el momento en que había entrado las demás chicas la veían como algún tipo de ser extraterrestre.
Lucy comenzó a dibujar líneas que se fueron convirtiendo en bocetos, y junto a él puso su firma y una frase que se le ocurrió mientras entraba a la escuela:
¿Cuándo vas a dejar de callar?
¿O es que estás destinado a ocultar
lo que a los demás puede dañar?
Y si así es ¿te vas a acostumbrar?
El sonido de la puerta advirtió a Lucy que la profesora estaba ahí, sin embargo no despegó el lápiz del papel. En la academia sus profesoras le habían dicho que ser puntal era señal de ser una persona responsable y que inspiraba respeto. Aunque a su parecer esa escuela estaba de cabeza, para empezar había más muchachos que chicas, estas a su vez llevaban las faldas más cortas que Lucy había visto jamás, por un momento quiso acercarse a una y decirle que le habían vendido un bañador, otras eran más maquillaje que persona, cruzaban la pierna en público sin importarles la vista que los demás llegaran a tener, iban con colores llamativos y estampados extravagantes, los cabellos sueltos y alborotados, algunas llevaban zapatos abiertos, tacones, tenis, ombligueras hechas con telas que no dejaban nada a la imaginación.
—Buenos días muchachos, deben disculparme por demorarme el primer día—dijo una voz que no se acercaba mucho a la de una mujer.
Lucy alzó la cabeza de su escritorio y se encontró con un hombre de menos de treinta años, un tanto alto con una chaqueta café y una playera gris, llevaba unos pantalones de mezclilla azul, su cabello castaño estaba peinado hacia un lado y se notaba un poco que había olvidado rasurarse. ¿Un maestro de literatura? Pensó Lucy, eso iba en contra de todo el reglamento que había tenido en el instituto, estaba estrictamente prohibido que entraran caballeros, Richie había sido el primero en mucho tiempo.
—Bien, creo que a ustedes tengo ya el placer de conocerlos desde el año pasado—dijo el joven profesor sentándose en el borde de su escritorio. Lucy gritó internamente, eso no era nada correcto, su profesora siempre decía que los escritorios estaban hechos para escribir y únicamente para eso. Comenzó a ponerse nerviosa de nuevo y el viento azotaba fuertemente afuera. —Bueno, creo que no hacen falta presentaciones así que...—se detuvo mientras clavaba su mirada color avellana en Lucy y le dedicaba una linda sonrisa que mostró unos dientes perfectos. —Hola—la saludó él, un saludo demasiado amistoso para dos personas que se acaban de conocer, lo regañó Lucy mentalmente.
— ¿Qué tal?—le devolvió el saludo ella sonriendo nerviosamente, ahora ella se regañaba porque sabía que no era correcto saludar tan inapropiadamente así a un mayor, en especial a un profesor.
— ¿Cuál es tu nombre?—le preguntó el amistoso pero confianzudo profesor.
Lucy titubeó.
— ¿Cuál es el suyo?—le respondió seriamente ella, aunque a kilómetros se le notaba que apenas y podía articular una palabra.
La clase comenzó a reírse y Lucy se sintió avergonzada, sus mejillas comenzaron a tornarse color carmín, agradeció que nadie la volteara a ver pues estaban demasiado ocupados riendo junto con el profesor. Afuera los remolinos se hacían más grandes y comenzaba a haber de la nada un bochorno insoportable.
—Soy tu profesor de literatura—le informó él justo cuando acababa de reír, sin embargo no sonaba como una risa cruel, sino una risa cálida. —Me llamo Ian Brooks, pero tú puedes tutearme y decirme Ian—le dijo risueño.
Lucy seguía ruborizada, ¿un profesor al que pudieras tutear? ¿A qué clase de escuela la había mandado Richie? Y lo más preocupante ¿la tía Bella lo había autorizado realmente?
—De acuerdo, jovencita misteriosa—dijo mientras se quitaba la chaqueta y colocaba detrás de una silla ocupándola como perchero, luego hizo su camino hacia Lucy. — ¿Ahora me dirás tu nombre?
—Lucille Knightley—dijo después de vacilar un poco.
—Muy bien—dijo triunfante el profesor Brooks mientras volvía a su escritorio y tomaba una tiza para escribir en el pizarrón. —Bien, Lucy, si me lo permites ¿Qué piensas acerca de Oscar Wilde?
—Wilde fue un británico excepcional, sus obras tuvieron y siguen teniendo un lugar importante en el mundo de la literatura—explicó Lucy. —Él llegó a ser muy famoso y muy rico, luego descendió, el padre de uno de sus amigos lo acusó de sodomita y él creyó que podía enfrentar solo su juicio pero no. Se autoexilió luego de que sus amigos y su familia no lo perdonaron y falleció siendo un vagabundo en Francia, murió solo.
El profesor Brooks había dejado de escribir y miró a Lucy extrañado, como si muchos de sus alumnos no le hubieran comentado esa parte de la historia del escritor cuando se los preguntaba.
— ¿Te llamó la atención eso de su vida?
Lucy lo pensó por un momento, ya no se sentía tan nerviosa sólo estaba tratando de meditar su respuesta.
—En parte sí, eso me pareció muy triste, porque él era ingenioso y carismático. Siempre defendió la importancia del arte, eso se notaba desde la forma en la que vestía hasta su única novela publicada que es el Retrato de Dorian Gray—le respondió ella. —Wilde dijo una vez que él escribía porque no conocía la vida, una vez que entendió su significado dijo que no tenía nada más que escribir, que la vida no se escribe, se vive.
—Eso suena bastante bien—comentó el profesor sonriéndole a Lucy y luego de un silencio finalizó: —Me alegra mucho tenerte en mi clase.
—Para mí también es un placer—contestó cortésmente ella.
Luego de esa conversación con el señor Brooks ella se sintió un poco más relajada, este ambiente no era del todo malo, sus profesoras de allá nunca le habrían perdonado hablar sobre esa parte de la vida de un escritor al que acusaron por sodomía. La clase siguió su curso, le parecieron muy interesantes los puntos de vista del profesor Brooks y de vez en cuando se lanzaban una mirada cómplice como si pensaran lo mismo.
Lucy no pudo evitar sentirse aliviada y un poco incomoda, el chico de la fila de al lado la miraba fijamente.