Corazón de niño

By aclumsykitty

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Un viaje al famoso parque de diversiones en California descubrirá un lindo secreto del Capitán América. More

Corazón de niño

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Tony arqueó una ceja mientras tomaba su café de la mañana, viendo a sus dos hijos mayores discutir una vez más el por qué la invasión de los vikingos a Normandía era positiva o no. Cuando Peter y Harley se hacían de un tema para pelear, podían durar semanas a menos que su padre lo evitara, lo que no iba a suceder porque Steve no se encontraba en casa, estaba en misión, una que terminaría en unas horas si Friday le había dicho bien. Negó apenas, queriendo aclararles algunos puntos históricos importantes, pero lo dejó para después, Sarah María apareció mostrándole su nuevo dibujo y eso requirió su atención.

—Vaya, ¿qué tenemos aquí? ¿Acaso estoy viendo la Noche Estrellada?

—Pero en Nueva York.

—Razón por la que no hay tantas estrellas —bromeó Tony, tomando el dibujo que pegó en el amplio refrigerador con otros más.

Sus ojos captaron algo que había olvidado de momento, sacando de entre notas de la escuela, dibujos, sus propios recados y boletas escolares un panfleto que miró sonriendo.

—Papi, ¿qué miras? —Morgan estiró un brazo desde su silla queriendo ver.

—¿Qué es? ¿Qué es? —Sarah María brincoteó al lado intentando lo mismo.

—Nada, el desayuno es primero. Peter, Harley, vengan acá.

—¡Pero es que Pedro...!

—¡Harley!

Hacer una familia siendo Vengadores no había sido fácil, entre misiones, villanos desquiciados y uno que otro ciudadano loco de Nueva York se las tuvieron que arreglar para casarse, tener una luna de miel más o menos tranquila y claro, los niños. A Tony le resultaba todo un milagro que ahora tuvieran cuatro hijos cuando en un momento dado creyó que ni siquiera podrían con uno. Pero ahí estaba su jauría devorando sus tazones de cereal, peleando por la fruta picada y embarrándose de mermelada las mejillas al comer aprisa porque el autobús pasaría por los mayores cuya edad traía ese orgullo propio de los adolescentes que necesitan demostrar que son independientes.

—¡Nos vemos! —corearon Peter y Harley.

—Sin pelear con los profesores.

Sarah María entraba más tarde, Tony solía llevarla personalmente con Morgan. Si Steve se encontraba, iban los dos juntos. También era una promesa que se habían hecho, el cuidar de sus niños como no sucedió con ellos, no repetir los errores de sus padres. El millonario decidió hacer una parada antes de volver a la torre, iban a necesitar ciertas cosas si su plan salía como estaba pensando.

—¿Papi?

—Dime, cariño.

—¿Para qué todo esto?

—Oh, es una sorpresa que le daremos a papá cuando llegue.

—¡Me gustan las sorpresas!

Steve apareció justo cuando estaban en la cena, de nuevo los chicos peleando por los nombres correctos de los vikingos que habían sido adulterados por los modismos anglosajones. Esas cuatro caritas se llenaron de alegría al ver a su padre, igual que Tony, quien lo recibió de brazos abiertos, un beso largo observando ese rostro perfecto, su reflejo en los brillantes ojos azules de su capitán quien tomó asiento a su lado, escuchando las noticias de la familia y poniendo orden a la mesa. Aunque Tony casi siempre era quien estaba coordinando a todos, le gustaba mucho cuando su esposo tomaba ese papel de padre de familia chapado a la antigua, sabía que era de las cosas que Steve necesitaba, algo para sentirse bien porque tenía esa naturaleza protectora además de retacada de patriotismo y esas cosas.

—Tengo una sorpresa —anunció cuando estaban en el postre.

—¿Otro hermano? —bromeó Peter, recibiendo un coscorrón de Tony.

—No, creo que es algo que todos nos merecemos.

—¿Una pensión vitalicia?

—Harley —Steve negó.

La sonrisa de Tony se amplió al mostrar el panfleto de la mañana. —Iremos a Disneylandia.

Ambos adultos casi se quedaron sordos de los gritos que se dejaron escuchar en el comedor por el júbilo en sus cuatro hijos, especialmente las niñas que casi lloraron de la alegría, brincando en sus sillas tomadas de la mano una a la otra. Una vez más, Steve tuvo que poner el orden antes de que se desatara el pandemónium.

—¿Cuándo iremos? —quiso saber Peter.

—Este fin de semana.

—¡¿Tan pronto?! —Harley abrió sus ojos y no fue el único con ese gesto— Pero, tengo un proyecto...

—Te ayudaré a terminarlo, lo prometo.

—Am, yo tenía una cita con Wade —murmuró apenado Peter.

—Puedes verlo otro día.

—¡IREMOS A DISNEYLANDIA! —canturreó Sarah María.

Tony notó que Steve lucía contrariado, como si algo sucediera con ello, señalando a Harley antes de hablar.

—Sus estudios son importantes, quizá en otra fecha.

—Oh, no, ya he comprado los boletos y no tendremos otra oportunidad, cariño. Tú sabes cómo es esto, en esta familia si no hacemos las cosas en el momento no las haremos nunca.

—Por eso somos tantos —rio Harley, recibiendo un coscorrón de Steve.

—Bueno, decidido está, iremos este fin de semana.

—¡Siiiiiiiii! —Morgan aplaudió.

—Recuerden tener limpias sus habitaciones y no dejar cosas por ahí, especialmente te hablo a ti, Peter —Steve miró a los mayores, levantando un dedo.

—Mis tarántulas no muerden. Son ecológicas.

—Se quedan en su terrario, no me repito.

Las niñas no cabían en su emoción, haciendo planes de qué princesa conocerían primero, sobre lo que tomarían fotos o de qué se vestirían. Peter y Harley fueron más de bromear sobre quien se perdía y quien terminaba siendo voceado por tonto. Steve calmó esos ímpetus para que la cena terminara en calma, siendo él quien lavara los trastes. Tony lo había estado observando, algo pasaba con su rubio siempre temblado y valiente, como si esa idea del viaje no le agradara. Lo conocía lo suficiente luego de años de matrimonio para darse cuenta de que algo pasaba por la cabeza del Capitán América.

—¿Steve?

—¿Qué sucede, cielo?

—¿Todo está bien?

—Oh, sí... bueno, es sobre el viaje. No quise decirlo frente a los niños, pero quizá no pueda ir porque...

—Hablé con Fury —cortó el millonario de brazos cruzados viendo como guardaba todo en esa compulsión del orden que tenía el rubio— Despejó tu agenda el fin de semana, estás completamente libre y sin compromisos.

—Tony...

—Es un viaje familiar, implica ambos padres ¿sabes?

Steve apretó sus labios, un breve titubeo con la toalla que acomodó sobre la barra antes de darse media vuelta y sonreírle. Algo había aprendido Tony desde que cayera perdidamente enamorado del impecable Capitán América, y era que no podía forzarlo a hablar, lo que estuviera pasando requería de su paciencia poco amaestrada para esperar el momento hasta que Steve se acercara a decirle algo. Fueron a la recámara luego de revisar que cuatro cabezas estuvieran profundamente dormidas ya. Luego de alistarse para dormir, Tony se quedó mirando el espejo, riendo de pronto.

—¿Por qué ríes? —Steve ya estaba en la cama, leyendo un libro.

—Recordaba... recordaba cuando te dije que me gustabas. Saliste corriendo peor que Tía Petunia luego del servicio dominical cuando su hija le dijo que estaba embarazada de un pandillero.

—Bueno, en mi defensa, tu confesión incluyó un manoseo.

—No podía quedarme con las ganas de tocar tu cuerpo perfecto —Tony se giró, saliendo del baño y apagando la luz, gateando en la cama— Si me rechazabas al menos tendría de consuelo el recuerdo de cómo se sentía tu trasero.

—Vaya romance.

—Oh, vamos —el millonario terminó sentado sobre las caderas del rubio— Fue un camino duro, para ambos. Te costó montones aceptar que un hombre te gustara.

—Y a ti creer que yo no estaba jugando.

—Touché —Tony rio bajito, sus manos toqueteando los brazos de Steve— Lo que trato de decir, es que no quiero que olvides eso, que siempre estaré para ti y no hay nada en tu persona que no ame. Juramos ante el tonto del juez que estaríamos juntos en las buenas, en las malas y en las raras.

—Yo dije eso —Steve suspiró, dejando el libro para sujetar por sus caderas al castaño— Tú solo dijiste "ibidem".

—Es lo mismo —con una sonrisa, Tony se inclinó para besarlo, sujetando su rostro.

—Tramposo.

—Nada nuevo bajo el sol, capitán.

Steve lo miró fijamente, esa breve pausa quiso ser algo más, solo aquellos ojos azules cambiaron de expresión, de una divertida y confidente a más depredadora. Tony apenas si se quejó al ser tumbado en la cama, cubierto por un cuerpo firme y una boca que calló sus palabras, solo dejando escapar los jadeos y gemidos que le siguieron a la par que las pijamas de ambos fueron lanzadas al suelo. Piernas entrelazadas igual que los brazos con besos cada vez más acalorados hicieron que Tony olvidara esa noche ese pequeño asunto con su esposo, más bien entregado a él, porque definitivamente esas semanas sin tenerlo lo habían dejado en una suerte de abstinencia sexual que no le gustaba para nada. De suerte que el capitán era bueno entendiendo sus necesidades, haciendo justicia a esa resistencia que dejó sin voz ni pensamientos al millonario.

Pero a la mañana siguiente esa inquietud comenzó a transformarse en preocupación para Tony. ¿Acaso Steve no quería ir al viaje familiar? Si algo tenía claro era que no importaba si tenía que ponerse un gorro de Mario Bros para una fiesta de cumpleaños, su esposo lo hacía por sus hijos. No había cosa que no hiciera por ellos, incluyendo estar pateando traseros de gente desquiciada varias veces por mes. Solo que también entendía que para el rubio había cosas irreconciliables, siendo de una época distinta con todo y su adaptación al mundo moderno, uno que otro tema eran fronteras prohibidas que Tony había aprendido a respetar. Se preguntó si esa visita a Disneylandia era una de ellas, probablemente por su carácter firme, de hombre duro y entrenamiento de soldado veía como una tontería pasearse entre gente vestida de personajes infantiles.

Eso no quitó que Steve le ayudara a preparar las maletas de los niños, porque no faltó Peter queriendo llevar un kit de laboratorio a escondidas o Harley creyendo que se podía llevar una iguana en la maleta. Sus hijos estaban más que emocionados, lo que contrastaba con la poca euforia que mostraba el rubio. Tony sintió cierto remordimiento de pensar que estaba obligando a su esposo a un viaje desagradable para él, estaba bien no gustar de esas cosas, no restaba nada en su cariño por él ni tampoco pensaría mal solo por no tener los mismos gustos. El millonario fue al estudio del capitán, encontrándolo muy absorto mirando sus pinceles sin usar, perdido en quien sabe qué cosas. Tocó la puerta, llamando su atención con una fugaz sonrisa metiendo sus manos en los bolsillos traseros de su pantalón.

—¿Podemos hablar?

—Claro, Tony, ¿qué tienes?

—Yo, ciertamente, nada —Tony se rascó su nuca— Escucha, si no quieres ir, entiendo. Le diré a Happy que nos acompañe.

—Tony...

—No, no, está bien. No tienes qué decirme, quedamos en algo ¿recuerdas? Lo que no puede ser, no lo vamos a forzar ni pedir tontas explicaciones. Somos adultos, tú más que yo.

—Cariño, eso... —Steve apretó sus labios— Dijiste que era un viaje familiar.

—Sí, bueno, quería que pasáramos un tiempo juntos, hace rato que no lo hacemos aunque la culpa en parte es de Wade porque...

—Tony.

—Quería una foto familiar —murmuró el millonario, su pie jugando con algo imaginario en el suelo— Ya sabes, para cuando sea viejo y ellos ya no estén con nosotros. Pero puede ser con otra cosa, tampoco haré un drama de esto.

El capitán dejó sus pinceles en su lugar para ir a abrazarlo con fuerza, besando su mejilla antes de verlo a los ojos.

—Iré porque quiero hacerlo. No estás obligándome a nada ¿de acuerdo?

—De acuerdo —Tony tiró de su camisa— ¿Estás seguro, seguro?

—Sí, mi amor.

Paciencia, se dijo el castaño mientras iban en la limosina con cuatro bolas de energía pura apenas conteniéndose de la emoción, solo porque la mano firme de Steve los mantenía sentados con los cinturones de seguridad puestos. Tony se preguntó qué podría estar inquietando al rubio del viaje, ¿lo consideraba un despilfarro de dinero? Bueno, ya se había acostumbrado con él a que eso no le importaba cuando se trataba de hacerlos felices. ¿Tendría alguna fobia a los disfraces? Toda una ironía considerando que convivían con un Hulk y un Asgardiano que entre ambos mantenían felices a las compañías de remodelación. Quiso preguntar, solo que las inquietudes de sus pequeñas lo distrajeron de la seriedad en el rostro de Steve, su mirada perdida en la ventanilla del jet cruzando el cielo rumbo a California.

Mientras dormían el día previo a la visita al parque, Tony se quedó observando el rostro relajado del capitán pensando en las posibilidades sobre su comportamiento. Era cierto que Steve era más abierto que él en cuestiones sentimentales, no que eso lo hiciera un océano de emociones libres que corrían por doquier. Steve era reservado como cualquier soldado, esa disciplina que no solo aplicaba en sus misiones o los entrenamientos sino también en su vida personal. Acarició la mejilla del rubio, esperando que el día siguiente fuese mejor y que no hubiera problemas, lo que menos quería era una anécdota de viaje pésima, no se lo merecía, ni Steve ni sus hijos. Con esa duda, se quedó dormido, ambos padres siendo despertados por sus pequeñas eran las más emocionadas por pisar ya Disneylandia.

—Sarah María, tranquila.

—¡Vamos! ¡Vamos, ya!

—Ni siquiera han abierto —comentó Harley, rodando sus ojos.

Tony se fijó en la expresión de su esposo, quien lucía tenso. Mientras sus cuatro hijos subían al auto, alcanzó la mano de Steve, deteniéndolo antes de que salieran del hotel.

—Si no quieres hacerlo, de verdad no hay problema.

—Estoy bien —sonrió Steve, besando sus labios— No hay que retrasarnos más o despellejarán los asientos.

El millonario solo oró porque todo saliera bien, olvidando por instantes su preocupación ante la alegría en esas cuatro caras, Peter y Harley otra vez discutiendo por los pormenores o anécdotas alrededor de la inauguración de aquel parte. Sarah María señalando todo igual que Morgan, ambas poniéndose de acuerdo en qué princesa conocerían primero. Al entrar, el júbilo de las niñas los hizo reír, ellas corriendo sin más a estamparse contra Mickey Mouse quien estaba recibiendo a las visitas temprano, junto con el Pato Donald y Pluto. Tony iba a pedirle a Steve que tomara fotos, pero se quedó con las palabras en la boca cuando se volvió y no encontró a su esposo a su lado.

—¿Qué...?

Peter y Harley señalaron boquiabiertos hacia la dirección en la que había corrido el rubio, este abrazaba con la misma emoción de las niñas a Pluto. El castaño parpadeó incrédulo porque nunca se imaginó que el bien portado, jamás descontrolado soldado de la Segunda Guerra Mundial fuese a comportarse así. Sarah María y Morgan solamente se emocionaron más, creyendo que su padre estaba siguiéndoles el juego. Tony junto con los dos chicos fueron los que se dieron cuenta del error, no era eso, en verdad Steve estaba tan feliz que todos alrededor rieron, algunos burlándose.

—¿Papá? —susurró bajito Harley, apenado.

Steve ya estaba abrazando a Mickey Mouse, casi con lágrimas en los ojos cuando Tony reaccionó, mirando a los sus hijos, a los demás visitantes y a sus hijas. Negó, tomando aire antes de llamar a los jóvenes.

—¿Qué? ¿Ya habían conocido a Mickey Mouse antes?

Con una mirada de advertencia que cualquier mala palabra al respecto de la actitud de su padre, Tony guió a su familia por el paseo, sonriendo de oreja a oreja al ver ese pequeño niño interior brotar con la fuerza de los cañones de Navarone en Steve. Ese día solamente conocerían el parque, pues la otra parte sería para el día siguiente. Tony comenzó a tomar fotos de todo, sus hijos haciendo caras a las esculturas, sus hijas saludando a cuanto personaje se cruzaban en el camino, a Steve emocionado apuntando con un dedo a todo. Al fin todo tuvo sentido, lo que el rubio se guardaba era esa felicidad que no pudo tener de niño, siendo de una familia inmigrante y pobre en la peor época económica de Estados Unidos, con un padre alcohólico que solo dejó deudas además de la salud tan frágil de su esposo en aquellos tiempos.

Igual que muchos niños, había soñado con conocer ese sitio mágico, los personajes que tanto viera en los cines o en las pantallas de televisión de los locales comerciales. Como nunca, Tony los consintió a todos, comprando cuanto capricho quisieran, solo por verlos gritar de alegría ante el nuevo entretenimiento. Esos tirones al caminar de tierra temática en tierra temática, esperando a que las pequeñas se probaran sus vestidos de princesas y las maquillaran o bien sus hijos compraran algo de Star Wars. Todos se pusieron sin excepción esas orejitas de Mickey o de Minnie, empezando a llenarse de cosas porque con la locura de las niñas y la de Steve estaban coleccionando ya muchos recuerdos.

—¡Hamburguesa! —pidió Morgan en un descanso.

Ya llevaban mediodía recorriendo, así que decidieron parar un poco para comer. De nuevo Tony se sorprendió porque su esposo también aceptó la comida chatarra de sus hijos, cuando generalmente lo que hacía siempre era resaltar las bondades de una nutrición balanceada y sana. Ahora lo tenía comiendo una hamburguesa de doble queso con papas y soda con los cuatro niños intercambiando ideas de qué más hacer por esas tierras temáticas. Les tomó fotos así, todos felices compartiéndose algo de helado o una papa extra.

—Papi, tu hamburguesa —señaló Sarah María a Tony.

—Oh, ya la como.

De tan feliz que estaba por verlos así que ni siquiera había reparado en eso. Siguieron con los saludos a más personajes, fotos aquí y allá, peluches, suvenires y bolsas llenaron las manos de todos para cuando terminaron de recorrer todo, el día igual estaba acabando, dejando la segunda parte del recorrido para el día siguiente. Ni siquiera tuvieron que pelear porque sus hijos fueran a la cama, todos cayeron muertos de cansancio apenas tocaron la cama. Tony miró a Steve, quien parecía otro, abrazándolo por la espalda con ambos mirándose en el espejo del baño.

—¿Feliz, capitán Rogers?

—Gracias, Tony. Yo, lo siento...

—No, no lo sientas. No pidas disculpas, sabes que eso no me gusta cuando se trata de algo que te haga feliz.

—¿He quedado en ridículo?

—Si te consuela, no fuiste el único. Harley se manchó de catsup y Peter se rasgó el pantalón.

—Vaya.

—Anda, yo también estoy cansado y creo que mañana nuestros despertadores vivientes nos levantarán antes de que despunte el sol.

Tony no dijo mentiras, como si el día anterior no hubieran estado caminando todo el día por un enorme parque, las niñas de nuevo tironearon de ellos brincando sobre la cama porque deseaban ya visitar la otra parte de Disneyland, donde estaban los juegos mecánicos. Tanto Peter como Harley decidieron que ellos se quedarían con sus hermanitas para llevarlas a sus juegos, dejando que sus padres anduvieran solos. Una táctica digna de los hijos de Steve Rogers. El millonario lo agradeció mucho, siendo arrastrado de inmediato a la montaña rusa, primero, luego a otro y otro más, a veces tomando fotos o pidiendo que les tomaran la foto.

—¿Te encanta? —preguntó Tony al rubio, besando sus labios.

—Esto es un sueño.

—Disfrútalo, Stevie, es todo tuyo.

—Supongo que tú ya lo conocías.

—Ajam —el castaño se encogió de hombros— No son memorias muy agradables, Jarvis me trajo. Ya sabes.

—¿Qué quieres hacer tú?

—Ah...

Fueron a los juegos preferidos de Tony, entre los dos comportándose como niños pequeños, de todas formas todos ahí no parecían fijarse en ese detalle estando en las mismas circunstancias. Con un respiro luego de haber bajado de una cosa que los sacudió como si fueran costales, riendo entre ellos por la falta de aire y las cosas moviéndose alrededor con un enorme esfuerzo por no sacar el desayuno, vino la pausa del día para comer con sus hijos a quienes ya encontraron en uno de los restaurantes del recorrido. Más hamburguesas, hot dogs y muchas papas entre bromas o las anécdotas de Morgan porque habían dado con un juego temático de los Vengadores. A Tony le fascinó el ver a Steve charlando tan relajado, sin las acostumbradas amonestaciones sobre la postura correcta para comer o la cantidad de alimento apropiado para llevar a la boca.

Terminaron el recorrido luego de permitirse que sus estómagos tuvieran la suficiente fuerza para hacerlo, para el millonario fue como dejar mejores memorias, como le había mencionado a Steve, sus visitas siempre fueron grises porque jamás fue con sus padres. Ahora con su familia, entendía a la perfección el sentir de su esposo, una nueva oportunidad para disfrutar con quienes deseaba hacerlo. De nuevo acabaron con las manos llenas de bolsas y peluches al momento de regresar al hotel, de suerte que tantas emociones y caminatas fueron el perfecto sedante para sus pequeñas y esos chicos, arropándolos cuando toda la algarabía se acabó.

—Creo que hemos comprado de cada tienda que existe en Disneylandia —observó Tony mirando la cantidad de cosas acumuladas en la salita.

—Ops.

—De todas formas, no es como que vayamos a cargar algo. Ya le pedí a Friday que pida el servicio para que lleven todo a la torre.

Steve tomó aire, sobándose su cuello al acercarse al castaño, buscando su mano que apretó.

—¿No estás molesto por no haberte dicho esto?

—¿Qué morías por visitar Disneylandia? Sí un poco, pero si me besas se me pasa.

Con una risita, el capitán le dio un beso. —Te amo, Tony.

—Y yo te amo, Steve.

—Este será uno de esos días que no olvidaré.

—Bueno —la mirada del millonario fue maliciosa— Más te vale que despejes otros días en tu agenda de Capitán América porque ahora que sé lo mucho que te gusta Disneylandia... iremos a los demás parques en el resto del mundo.

—¡Tony!

—Sshh, los niños duermen.

—Pero...

—¿Qué? ¿Pensabas que mi intención terminaba solo aquí en California? Me enojaré contigo, Steve Rogers, porque pareciera que no me conoces.

Este negó, besándolo de nuevo. —De verdad, espero no haberlos avergonzado.

—Ja, ni siquiera cuando tiraste el piso superior de nuestro pastel de bodas me sentí avergonzado.

—Me alegra, supongo.

—Estábamos en que era tu mejor fin de semana.

—Cierto, ¿cómo puedo pagarte?

—Tengo una idea, un masaje de pies.

Todavía hicieron unas cuantas paradas en las tiendas, por más compras para los Vengadores y amigos de sus hijos. Satisfechos, más que cansados y felices de un paseo tan especial, la familia por fin regresó a Nueva York. Tony sacó un par de fotos más, cuando alcanzaban la torre, riendo al ver a Peter y Harley seguir durmiendo cual perezosos, Steve abrazando en cada costado a Sarah María y Morgan. Envió las imágenes a Friday para que las resguardara en su biblioteca personal más que blindada donde estaban todas esas cosas importantes de su vida.

Por supuesto, los Vengadores tendrían que vivir las siguientes horas con toda la retahíla de las pequeñas que repartieron los recuerdos entre ellos, contándoles a lujo de detalle y varias veces por si no llegaban a recordar todo cómo les había ido en el paseo con algunas aclaraciones de los muchachos siempre encargados de exagerar ciertas cosas. Con la semana nueva comenzando, lentamente la tranquilidad fue llegando a la torre nuevamente. Steve le pidió unas fotografías del viaje, Tony pensó que lo quería para tenerlas en su propia tableta o álbum. Lo cierto es que no le preguntó mucho, dejándolo hacer mientras atendía deberes en Industrias Stark y llevaba a la escuela a las niñas.

Esas orejitas de ratón tuvieron un lugar privilegio en la repisa familiar, ahí entre los trofeos de Peter o los diplomas de Sarah María. También hubo que padecer las canciones favoritas de princesas que las pequeñas repitieron los siguientes días, todavía emocionadas por haber saludado a su chica favorita o haber bailado con ese príncipe azul para celos de sus padres. Eso, más un poco de euforia de Star Wars de parte de Peter y Harley mantuvo a todos recordando esos momentos, dejando que esa buena vibra traída del viaje hiciera alegres sus días.

Fue hasta semanas después que Tony vio lo que Steve había estado haciendo en su taller, cuando fue a dejarle una caja de pinceles pedida tiempo atrás como un regalo sorpresa para su esposo. Al entrar, notó la cantidad de lienzos en los que estaba trabajando el capitán al mismo tiempo. Curioso como siempre, el millonario fue descubriendo las pinturas para quedarse boquiabierto. Eran nada menos que sus retratos, tomando como referencia las fotografías, Steve había plasmado en sus lienzos la forma en cómo los veía y eso casi hizo llorar a Tony porque si le había parecido que al fin Disneylandia tenía magia para él, sin duda las pinturas del rubio eran un tesoro invaluable.

Ahí estaban Sarah María haciendo una reverencia al Príncipe de la Cenicienta, o Morgan alzando su espada de pirata sobre el hombro de Garfio. Peter de cabeza colgado de un tronco imitando cierta escena de Star Wars o Harley presumiendo su vestimenta de Stormtrooper, solo que a diferencia de las fotografías, Steve les había dado un fondo acorde, más mágico y surrealista. Tony jadeó con ojos húmedos al encontrar un retrato sobre él, estaba riendo a carcajadas sujetando globos de colores. El castaño respingó al sentir los brazos de Steve rodear su cintura, con un beso en su cuello.

—¿Te gustan?

—Son increíbles, Steve. Oh, perdona por mirar.

—Sabes que puedes hacerlo.

—Cuando termines, a los niños les encantará.

—Tengo otros.

Muy misterioso, Steve lo jaló a una esquina donde estaban cubiertos otros lienzos ya terminados que descubrió para Tony. Esta vez ya no pudo contenerse, limpiando unas lágrimas traicioneras al ver esos cuadros tan especiales. No eran sus hijos, eran ellos en esas versiones infantiles que no pudieron disfrutar antes de ese parque. Un feliz Tony Stark, un lleno de vida Steve Rogers. La mano del millonario apenas si rozó la pintura no queriendo estropearla, suspirando al ver esos retratos antes de volverse hacia su esposo para abrazarlo con fuerza, recostando su cabeza sobre su hombro.

—¿Cómo es que eres tan perfecto, capitán Rogers?

Steve sonrió, abrazándolo. —Porque estás a mi lado. ¿Te han gustado?

—Me han encantado, a veces quisiera que el mundo los viera, pero luego me entra lo egoísta y poco compartido que soy, diciéndome que jamás lo haré.

—No eres egoísta ni poco compartido.

—Hm. Son hermosos, Steve.

—Bueno, porque tú me has llenado de esos momentos tan especiales que puedo pintarlos. Si no hubiera tenido esa experiencia, nunca nos retrataría así.

—Soy un hombre afortunado, tengo un esposo que no solo es ardientemente sexy y perfecto, también tengo cuatro hermosos hijos. Una familia que no pensé tener. Y si no te hubiera conocido, nada de esto llenaría mi vida.

—Mira quien es el cursi ahora —bromeó el rubio, haciendo reír a Tony quien separó su cabeza para recibir un beso en los labios.

—Entonces ¿tu niño interior está listo para conocer los demás parques?

—Sabes que no necesariamente tiene que ser ya ni todos en este año ¿cierto? ¿Cierto, Tony?

Este solamente le ofreció una de esas sonrisas traviesas que prometían ir en contra de ese pensamiento. Steve no pudo contrariarlo porque si cuando había mencionado del viaje de fin de semana su corazón se había vuelto loco, ahora que estaba al tanto de los planes del millonario de llevarlos a los demás parques alrededor del mundo, era como multiplicar esa felicidad interna por mil. Definitivamente haría todo lo posible porque tuviera el tiempo para viajar con su familia y sin duda alguna, habría más de esas pinturas que serían las favoritas de Tony.


FIN

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