SCARLET.
Esa noche era el día D, sería el momento en el que mi vida daría un giro y mi estancia en Beverly Hills cambiaría ciento ochenta grados. Hasta el momento sí que había sido alguien en esa pequeña burbuja de la alta sociedad del oeste de Estados Unidos, pero esa noche conocería a la mujer que para bien o para mal cambiaría mi vida tal y como la conocía. Tanto mi marido como yo llegamos a la fiesta vestidos de manera impecable, mimetizándonos con el sitio y ese mundo al que pertenecíamos, o creíamos pertenecer. La cena llena de famosos, empresarios y del mundo de la alta sociedad se mostraban impecables ante las cámaras. Un maravilloso fotocol nos recibía, unos reporteros hacían a la vez de anfitriones dándonos la bienvenida a lo que sería la cena.
―Scarlett, es tu primer acto. ¿Cómo esperas que transcurra la noche? ―Me preguntó uno de ellos.
―La verdad es que espero pasármelo en grande, a mi marido y a mí nos apasiona este chef por lo que espero disfrutar de la comida y después bailar ―respondí entre divertida y educada.
El chico me sonrió y me quedé hablando con un grupo que me sirvió de guía para verla a ella. Tendría unos cincuenta años, iba con quien sería su hija, una copia más joven que ella. Pelo negro, delgada, pero a diferencia de la que supuse su madre, tenía unos ojos azules casi cristalinos. Intenté llevar la conversación a donde me convenía para que me presentaran a la abeja reina de Beverly Hills, y llegué allí, entre indiferente y sorprendida.
―Sophie, te presento a Scarlett, ha llegado con su marido desde la costa este. ―Comenzó mi nueva amiga. Sophie contestó de una forma un tanto indiferente, como si yo fuera otra de las múltiples grupis que intentaban colarse en su remanso de lujo y sociedad.
―Encantada de conocerla ―dije presentándome, ya que ella de forma altiva intentó no presentarse.
―Un placer ―contestó intentando no darme la oportunidad de concederme mi minuto de gloria.
Fui ágil, debo de admitir, no quería que me dejara como una nueva rica que acababa de llegar a la alta sociedad y no sabía mi lugar. Sonreí con suficiencia y saludé a una de mis nuevas amigas que... si bien tampoco nos veíamos mucho, había mucha confianza y nos llevábamos estupendamente. Niki, como cariñosamente la llamaba, venía al igual que yo de Reino Unido, y aunque no nos conociésemos de toda la vida, el venir de un país extranjero nos unió bastante. Conocía mi historia con Liam, como lo que me había pasado con Leo, nunca nos habíamos pedido nada, aunque no hacía falta, en cierta forma, éramos incondicional la una a la otra.
―Niki. ―Llamé a mi amiga, dando de lado a la abeja reina y centrándome en ella.
―Scarlett, ¿Qué haces aquí? ―preguntó ella dándome un abrazo.
Supe que eso importunó a Sophie, había dejado de ser el centro de atención y le daba a Niki un estatus que aparentemente había ido perdiendo a lo largo de los años. Un estatus que aparentaba tener por los años que llevaba viviendo en Beverly Hills y que suponía, querría que su hija llevase. Ese abrazo había reforzado mi estatus en la ciudad y parecía que ya era alguien, aunque no supiese que Niki estaba allí.
―Pues estoy aquí con Pietro, nos han invitado a la cena. ¿Quieres saludarlo?
―Ay, pues sí ―respondió ella. De pronto reparó en Sophie y en su hija. ―Hola Sophie, ¿Qué tal todo? Hola Diana.
―Hola ―contestó de forma escueta Diana.
―¡Nicole! ―contestó a su vez Sophie. ―Pues bastante bien, esperando un nieto. Diana va a ser mamá.
―Me alegro mucho ―respondió Niki de forma sincera. ― ¿Estás casada? ¿Te vas a casar? ¿O madre soltera?
―No lo estoy. Tampoco lo espero ―contestó Diana pensativa. ―Salgo con alguien, es de mi pareja.
― ¿No está por aquí? ―preguntó Niki. ―Para felicitar al futuro papá.
No lo sabía todavía, pero había llegado el momento en el que todo estallaría por los aires. A modo de respuesta Diana saludó a alguien y nos giramos, estaba él allí. Leo, enfundado en un traje, sabía que le gustaban poco...pero iba con una sonrisa, hablaba con un par de hombres y relajado. Me quedé muda sin saber qué decir. Hasta donde yo sabía se iba a casar con Kasandra. ¿Qué hacía allí con ella? ¿Era el padre de su hijo? Pero... ¿Y Kasandra? ¿Estaba tan relajado como aparentaba?
―Si me disculpáis me voy, que me está esperando Prieto.
―Voy y lo saludo. Adiós chicas ―dijo Niki.
Nos fuimos las dos de allí. Yo alucinada, ella aparentemente sin saber a qué se debía mi huida.
― ¿Ese no era el Leo de tu amiga? ―preguntó. Tenía buen ojo.
―Sí ―respondí susurrando. ― Pero... ¿Qué hace con ella? Es decir... ¿Peleó por Kasandra, él le habrá puesto los cuernos? No me lo puedo creer.
―Intentaré averiguar qué pasó. Pero qué fuerte... Pero normal que te gustase, está como un tren.
Así era, aunque la fiebre por Leo había quedado atrás y mi matrimonio con Pietro había sido lo más estable y verdadero que había tenido. Pietro y Niki se saludaron, estuvimos hablando de anécdotas pasadas y nos pasaron a las mesas. Fue una cena relajada y con bastantes risas por parte de mis compañeros de mesa. Por último, salió el chef y lo felicitamos por lo buena que estaba la comida y la perfección de la organización de la cena. Tras ella, me di cuenta de que alguien había llamado la atención, Leo, con su belleza genuina había acaparado los focos sin esforzarse, además a Sophie le venía bien, parecía que volvía a emerger de sus cenizas como el ave fénix teniendo a su lado al dios del Olimpo junto a su hija.
Por mi parte yo seguí a lo mío, con Pietro y Niki, pronto la pista de baile comenzó a llenarse y terminamos bailando entre que las copas de más que empezaban a hacer efecto. Me dirigí a la barra a por bebidas cuando oí.
― ¡Qué sorpresa! No te hacía por aquí.
LEO.
No esperaba ver a Scarlett por aquí, supuestamente ella vivía en la costa Este. No creía que con lo estirada y fina que era y quería ser se uniera al mundo del famoseo, al que ella tendría con toda seguridad estigmatizado. Scarlett era la mujer que se quiso quedar con mi empresa cuando mi padre acababa de morir, era quien intentó separarnos a Kasandra y a mí. No le tenía ningún cariño, si no todo lo contrario, parecía que desde que ella apareció en mi casa todo se había venido abajo. Me sorprendió verla, como también cómo encajaba tan bien en un mundo en el que aparentemente yo encajaba. No me miró como lo hubiese hecho antes, de manera coqueta o con deseo, si no más bien todo lo contrario.
― ¿Y Kasandra? ―preguntó.
― ¿Ahora eso te importa? ―contesté. Ella me fulminó con la mirada.
―Teniendo en cuenta que después de años sin veros, porque cuando eramos unas adolescentes me acabó acompañando a un evento en el que estabas, os entendisteis y os gustaseis. Y a pesar de que no supieseis quienes erais os volvierais a gustar y estuvieseis juntos, como si fuese una broma del destino... Después os lo conté para que estuvieseis juntos... Pues un poco sí ―respondió rápida. Pareció hacerme un escáner. ―La dejaste tú, ¿no? Por ella. ―Prosiguió mirando a Diana.
―Eso no te importa ―mascullé.
―Dios, qué forma de cagarla... ―Comenzó a decir. Luego me miró de nuevo, como si intentase decir algo que yo no quería ver. ―Una vez que te segaron los focos ya no hubo marcha atrás, ¿no?
― ¿De qué estás hablando? ―pregunté.
―Te vi allí ―dijo y señaló con la cabeza a la mesa. ―Encantado con tu novia y tu suegra. Pensabas que eras diferente a mí, pero no, no lo eres.
― ¿Crees que quiero estar en este mundo? Porque... ―Comencé a decir.
―Leo, has dejado atrás a una mujer espléndida que te quería en menos de un año. Además, vas a tener un hijo con otra, con la que toda probabilidad le pusiste los cuernos a la primera.
Me quedé callado, ¿qué le respondía?
―Lo sé porque Kasandra estaba enamoradísima de ti, y probablemente le hayas jodido la existencia. ¿Sabe qué vas a ser padre? ―preguntó. Yo me quedé callado. ―Joder... que forma de hacer sufrir a las personas. Probablemente hayas ido según tú a hacerle un favor y ha sido todo lo contrario. ―Hubo un silencio algo incómodo entre los dos. ― Eres un ser repugnante.
Se fue a marchar de allí, pero la retuve, me iba a pagar lo que me había hecho desde que se cruzó por mi camino.
―Pues parecías muy interesada en mí no hace mucho ―dije. De pronto no me reconocía.
Esperaba una reacción por su parte, algo que me diera algo de donde tirar para sacarla de sus casillas. Me miró y sonrió con suficiencia dándome a entender que ya ni se acordaba.
―En pasado, ya no ―dijo y se fue a ir.
―Al igual que fuiste a por la empresa de mi padre, yo iré a por ti ―dije. Obviamente ella sabía a lo que me refería, pero volvió a decir de forma totalmente fría, sin emoción, sin nada.
―No fui yo quien hizo que perdieras la empresa, la chica y el perro. Fuiste tú Leo ―contestó.
Se marchó de allí y me dejó solo, sabía que tenía razón, pero también dudaba que si ella no hubiese aparecido en escena, todo hubiese sido de otra manera. Quizás estaría con Kasandra, pero eso no lo podía saber, porque estaba enamorado de Diana e iba a tener un hijo con ella.