La Dama de Forodwaith

By BrujiSAprim

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Mas allá de Erebor, están las tierras del norte. Forodwaith. El reino congelado. Las tierras de hielo. Pocos... More

Prologo
Viaje a Rivendel
El concilio Secreto
Cambio de Planes
La tormenta maldita de Caradhras
Las puertas al pie de la montaña
Las Minas de Moria
Gandalf contra Balrog
El bosque de Lorien
El rio Anduin
Separados
Leyenda de los Dwaith
Jinetes de Rohan
El bosque de Fangorn
El mago blanco
Una canción en la noche
El rey enfermo
La terquedad de un rey asustado
Rumbo a Cuernavilla
Guiso
Nos atacan
La ratonera
El montaraz regresa
Elfos de Lorien
Lluvia de agujas
La caída del muro
Amanecer del quinto día

Sin esperanza

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By BrujiSAprim

Una locura.

Años mas tarde, los relatos contaran esa noche como la mas oscura, las horas mas inciertas y con los guerreros mas desquiciados.

En los cuentos, una mujer extraña luchara contra los orcos desde el muro con una espada de hielo, cada movimiento congelara el suelo y convertirá a sus enemigos en estatuas de hielo, mientras su cabello tan oscuro como la misma noche poco a poco se volvía blanco como nieve. La dama de hielo, la llaman las abuelas que cuentan la historia a sus nietos.

Otro fue un elfo, que con su arco y flechas brinco sobre las cabezas mientras lanzaba sus certeras flechas a las cabezas de los orcos y estos caían como moscas. La danza del elfo, cantaron los bardos. Sin embargo las historias embellecieron la realidad. El elfo se movió por los muros, comandando las tropas élficas, desesperado por salvar a todos y al mismo tiempo llegar a ella, quien poco a poco se perdía en el frio de su magia.

Pero los mas locos fueron el enano y el montaraz, quienes saltaron del muro frente a las puertas cerradas enfrentando solos con una espada y un hacha un ejercito completo de hijos del mal.



Se oyó un grito. Un grito que salió de mi propia boca, desgarrando mi garganta y mi corazón. Mi sable cayo inerte al suelo, mis manos rodearon el cuerpo caliente de Habicht. Sus ojos están abiertos, pero no me miran. Su boca no sonríe. Su corazon...su corazón no late.

La sangre de mi hermano se derrama entre mis dedos alimentando la tierra, mezclándose con el agua y el barro. Tapo su herida, hago presión pero la sangre sigue brotando, no se detiene y su pecho ya no se mueve. No respira. 

Habicht esta muerto. Mi hermano esta muerto. Mi mejor amigo murió por mi. Es mi culpa. Es mi culpa. Si no me hubiera distraído. Sino hubiera dudado desde el principio.

No te contengas, dijo Gandalf. Y me contuve, por eso esta... muerto.

Un sollozo se escapa de mi sin poder evitarlo y lagrimas saldas ruedan por mis mejillas, convirtiéndose en hielo a medida que se deslizan por mi piel helada.

No te contengas, dijo Gandalf.

El barro se cubre de escarcha a mi alrededor. El hielo se extiende por la tierra y mas allá de mi. La magia tira de mi dolorosamente, cobrando su precio por exceder de ella. Toma de mi energía, de la vida en mi sangre, de los latidos de mi corazón. Duele mas y mas cuan mas fuerte el frio de la magia de hielo tira de mi. Pero no es nada, no es lo suficientemente doloroso. Me merezco mas...por cobarde.

Grito de dolor y furia.

No te contengas.

No te contengas.

NO TE CONTENGAS.

Ya no lo hago.

La magia estalla en un rayo blanco que ilumina la noche oscura y las nubes tormentosas sobre nuestras cabezas. El frio del invierno del norte se adueña del campo de batalla, congelado a orcos y provocando escalofríos a los elfos, cubriendo de nieve y escarcha a los muertos. 

Con lo ultimo de mi razón, extiendo mis manos obligando a la magia errática que libere de mi cuerpo a ir en una sola dirección. Apunto al agujero en el muro y el rayo blanco colisiona contra los escombros. Una pared de hielo se alza uniendo los dos pedazos del muro separados, enterrando dentro de ella a todos aquellos demasiado cerca, cortándole el paso al ejercito de orcos.

Y la magia siguió y siguió, tomando de mi y yo lo permití. Mas allá del muro el hielo se expandió sin detenerse, sumiendo el el frio eterno a todo el que se interpusiera en su camino. Y yo lo guie, persiguiendo a todos los orcos y huruk-hai, para congelar a las diez mil cabezas repugnantes a costa de mi vida.

Un brazo me rodeo y me sacudio, levantándome del suelo, alejándome de mi hermano, interrumpiendo la magia. Me negué, retorciéndome y gritando que me soltaran, intentando en vano regresar con Habicht cuando el dolor de mi cuerpo helado me derribo.

—¡Es suficiente Augen!—grito alguien. 

Mas brazos me rodearon hasta que mis pies ya no pisaron el suelo. Alguien me arrastro escaleras arriba hasta el otro lado de la fortaleza. 

No se cuanto tiempo pasa, pero a medida que el dolor disminuye y algo cálido me rodea, mi mente se vuelve clara y la agonía de la perdida casi me destruye de nuevo. Pero Aragorn no lo permitió. Apenas distingo su cara frente a mi, con el ceño fruncido y sangre cayendo de una herida de su frente. Hay una mirada de dolor, no el dolor físico, en sus ojos, una mirada que debe reflejar la mía.

—No es momento de llorar a los muertos—esta diciendo—Aun no. Debes levantarte Augen y luchar ¡ëa thalion! (se fuerte)

Asentí e intente levantarme, pero mis piernas fallaron. Caí, pero los brazos que me sostenían me ayudaron a permanecer de pie y no me soltaron hasta que estufe firme sobre el suelo. Aragorn se volteo cuando vio que me levantaba y guio a los sobrevivientes al puente donde los orcos se amontonaban intentando invadir y a punto de conseguirlo. 

Al volverme hacia atrás, descubrí que el dueño de los brazos que me arrastraron lejos y me sostuvieron. 

—Legolas—el nombre del elfo salió en apenas un susurro que dudo que halla logrado escuchar entre todo el ruido de la batalla.

—Indis—dijo mi nombre, alzo su mano y sus dedos apenas rosaron mi rostro. 

Me estremecí, sorprendida por la calidez del leve toque. Las lagrimas amenazaron con volver a derramase de mis ojos, pero apreté los dientes y me negué a llorar. Aun no, al menos.

Legolas me devolvió mi katana, la cual no sabia que habia soltado hasta que la tuve de nuevo en mis manos. La hoja helada desprendía vaho cuando mis manos la agarraron. La magia tiro de nuevo, pero una mano sobre las mías evito que me perdiera en el dolor y el poder.

—Nos necesitan—dijo Legolas, su mirada azul me recordó el cielo despejado de verano, las llanuras verdes de Rohan, los niños y mujeres que esperan regresar a sus hogares ahora escondidos en las cavernas debajo de nosotros. 

Si, nos necesitan. Y necesito estar cuerda o seré mas una molestia que una ayuda. Asi que rechace el llamado de la magia y me concentre en manejar la katana con la delicadeza y el control que mi padre me enseño.

El grito de ayuda nos alerto. Corrimos hacia el muro sobre la puerta, donde anclas con cuerdas de acero se aferraron a la piedra y utilizando poleas los orcos elevaron enormes escaleras atestadas de pequeños y escurridizas alimañas. Alce la katana y golpe la cuerda de acero una, dos, tres veces hasta que se corto y la escalera se desestabilizo y los orcos optaron por saltar sobre nosotros. Algunos cayeron y murieron empalados. Otros lograron llegar hasta nosotros.

Espalda con espalda, Legolas y yo defendimos el muro todo lo que pudimos. Legolas alzo el arco mientras yo atravesaba un orco que intento derribarlo, y con una puntería imposible corto una cuerda de acero y la escalera a media subida cayo hacia atrás. 

Entonces oí al rey gritar.

—¡Gimli!¡Aragorn!¡Salir de ahí!

Y cuando mire para saber que estaba pasando, encontre a mis dos amigos en el puente, del otro lado de la puerta, luchando solos contra los orcos que se abalanzaban sobre ellos como cuervos hambrientos.

¡Locos!¡Desquiciados! 

Las flechas élficas de Legolas volaron inmediatamente y derribaron a un orco que estrangulaba a Gimli. Sin perder el tiempo, agarre una cuerda perdida y la lance hacia ellos.

—¡Aragorn!—llamo Legolas.

—¡SUBIR!—Chille.

Los soldados a mis espaldas tomaron un tramo de la cuerda y empezaron a tirar cuando Aragorn logro sostenerse con una mano mientras con la otra atrapaba a Gimli, que aun blandía el hacha golpeando a los orcos.

Llegaron arriba a salvo. El miedo se me atasco en la garganta y no pude decir nada cuando los tuve frente a mi, así que solo los abrace por un corto segundo antes de recuperar la katana y seguir defendiendo.

Fuera lo que fuera que hicieron, no funciono. Los orcos atravesaron el portón, y con sus garrotes y arpones destrozaron el muro de hielo. Nos atacaron desde todas partes y solo quedo una opción. Retirarnos.

 Encerrarnos.









Y aquí un segundo capitulo para que me perdonen la tardanza de meses. Quizás allá un tercero mañana :D

Siento lo de Habicht, pero era necesario para el desarrollo de personaje de Augen y para que explotara su poder. 

Espero que les haya gustado el cap. Seguro hay muchisisisisisismos errores gramaticales y ortográficos, que los iré corrigiendo con el tiempo. Si hay alguna escena o frase o palabra que no cuadra por favor díganmelo en los comentarios así puedo corregirlo.

Gracias por leer y por toda su paciencia. XOXO :* :*

S.A.Z

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