No me dejes caer. |Frerard|

By Nameles5

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Frank Iero es un empresario y escritor retirado que trás sufrir un accidente automovilístico, conoce a Gerard... More

Prólogo
Parte I
Capítulo 1: Mi trasero por el tuyo.
Capítulo 2: Sin razón aparente.
Capítulo 3: Indignación.
Capítulo 4: La ducha I
Capítulo 4.5: La ducha II
Capítulo 5: ¿Irse? No. QUEDARSE.
Capítulo 6: De alta.
Capítulo 7: Resistencia al cambio.
Capítulo 8: De vuelta a la rutina.
Capítulo 9: Celos frustrados.
Capítulo 10: No me dejes solo.
Capítulo 11: Lo siento.
Capítulo 12: Porque se trata de ti I
Capítulo 12.3: Porque se trata de ti II
Capítulo 12.6: Porque se trata de ti III
Capítulo 12.9: Deja-vú.
Capítulo 13: Sospechosista.
Capítulo 14: Malentendido.
Capítulo 15: Eres arte.
Capítulo 16: No me mires así I
Capítulo 16.5: No me mires así II
Capítulo 17: En busca de información.
Capítulo 18: El comienzo de todo.
PARTE II
Capítulo 19: Veni, veni, ¡Venias!.
Capítulo 20: Rompiendo el pacto.
NOTA
Capítulo 21: Nunca más.
Capítulo 22: Nueva vida sin tí.
Capítulo 23: Radical.
Capítulo 24: Colega.
Capítulo 24.3: Masoquista.
Capítulo 24.6: Empieza el juego.
24.9: Doblando la apuesta.
Capítulo 25: Nueva vida.
Capítulo 26: Pesadillas.
Capítulo 27: Coincidencia/Estrategia.
Capítulo 28: Libro Abierto.
Capítulo 29: Vacaciones.
Capítulo 30: Escape.
Nota.
Capítulo 31: ¿Asustado?
Capítulo 32: Revelación.
Capítulo 33: ¿Amor?
Capítulo 34: Aceptación.
Capítulo 35: Sinceridad.
Capítulo 36: Perdedor.
Capítulo 36.5: Maldito.
Parte III
Capítulo 38: Iracundo.
Capítulo 39: La última coartada.

Capitulo 37: Descenso y final.

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By Nameles5

No sabía dónde poner aquellos cuadros que había hurtado del antiguo departamento de Gerard, simplemente pasaba día tras día mirandolos, apreciando cada pincelada, cada fino trazo. Su favorito era aquel que tenía los dedos de Gerard plasmados en una mancha azul en una esquina del cuadro, a veces intentaba encajar sus dedos pequeños y robustos con los finos dedos azules de los que solo quedaba su recuerdo.

Se sentía cansado, agobiado, se suponía que tomaría unas vacaciones para recuperarse y renacer de las cenizas de sus propios errores cual ave fenix, pero apenas recordaba la hermosa sonrisa del pelinegro en ese parque junto a Adam y nuevamente sentía su alma desplomarse, tomaba con fuerza su camiseta y la apretaba entre sus dedos como si se tratase de su corazón, deseaba hacerlo polvo con sus propias manos.

Cada día era lo mismo, sin poder dormir, no sentía hambre, solo un vacío en el estómago acompañado de una constante sensación desagradable que lo hacía querer vomitar, el nudo en su garganta parecía nunca irse y la opresión en el pecho ya era normal en su cuerpo. Sentía las cienes presionadas y los ojos chiquitos e hinchados, malestares meramente fisicos, pero lo que realmente lo estaba destruyendo era la constante desesperación, esas ganas de gritar cada que recordaba lo que había hecho, eran esos impulsos repentinos que aparecían cuando derramaba un poco de agua de su café, o cuando accidentalmente se golpeaba el dedo pequeño del pie. Eran esos pequeños errores los que detonaban en su ser un cólera que a toda costa trataba de mantener a raya pero apenas era perturbado, por más mínimo que fuese, explotaba. Lanzaba la taza al suelo con gran fuerza, o arremetía contra la madera de la silla que había dañado su pequeño meñique, otra veces tironeaba de su cabello o jalaba las mangas de su jersey hasta cubrir sus manos y con ellas se cubría la boca para ahogar sus gritos. Eran esos errores fugaces e insignificantes los que revelaban su estado constante de alerta-defensiva, se había vuelto intolerante, malhumorado (más de lo habitual), simplemente no encontraba otra manera de saciar sus frustraciones que no fuera rompiendo cosas o haciéndose daño a sí mismo.

Y su empresa... su empresa podía irse al diablo.

Pero ese día era diferente, necesitaba hacer algo y lo sabía, ya no podía permanecer recostado en la alfombra esponjosa de su casa esperando un milagro o que la muerte finalmente lo alcanzara, después de todo, si Gerard había podido rehacer su vida después del horrible e injusto trato que le dió, seguramente él también podría.

Con mucho cuidado, hizo los cuadros a un lado, se levantó y con los pies descalzos camino rumbo al baño, para rebuscar entre sus cosas y cuando encontró lo que buscaba, mirándose fijamente en el espejo, tomó las tijeras y empezó a cortar su cabello tanto y tan mal como podía, cuando las tijeras ya no podían cortar más, corrió a sacar la rasuradora y la pasó por toda su cabeza y barbills, quedando como aquellos chicos que salían de grupos AA. Sus facciones se veían más afiladas pero también se veía muy delgado y demacrado, empezaba a arrepentirse, pero no había vuelta a atrás, al menos ya no podria tirarse del cabello cuando se enojaba. Al menos ante sus ojos ya no era el mismo monstruo que se sentía.

Rápidamente tomó un baño para enjuagarse los cabellos que espinaban sus clavículas y cuello, tenía días o tal vez semanas sin bañarse, el agua resbalando por su piel desnuda le daba cierta paz, cerraba los ojos dejando que el agua cayera de lleno sobre su cabeza sentiéndose como en el fondo de un pozo durante un día lluvioso, distante, oscuro.

Volvió a la realidad, estaba tomando una muy larga pero necesaria ducha, como esperando poder lavar un poco sus culpas. Pasó sus dedos sobre sus cicatrices, apenas y se veía aquella horrible rajadura en su vientre, mismo que ahora era más bien un socavón entre sus huesos, la crema que Gerard le había obligado a usar había funcionado, de su piel pálida solo sobresalía una línea un poco abultada que se perdía perfectamente entre el retoque de sus golondrinas. De alguna manera le daba pena que se haya borrado.

Trás salir de la ducha, se vistió y se sentó en el sofa y echó la cabeza hacia atrás, no sabía qué día era, no sabía qué hora era, no recordaba la última vez que comió algo decente o que durmió correctamente en su cama. Su espalda dolía y a ratos su respiración era forzada, como si le faltara el aire, dando grandes bocanadas que lejos de llenar sus pulmones solo impulsaban su taquicardia.

Se levantó rápidamente, no quería salir ni enfrentarse al mundo pero ya estaba harto de estar encerrado, de ver siempre el mismo televisor, de dormir en la misma mugre, de comer la misma basura que pedía a domicilio. Fue a buscar su celular para ponerlo a cargar y al encenderlo pudo ver la hora, el día y cientos de mensajes que ignoró completamente. Al principio no le dio importancia a esas cosas, apenas llegaba una notificación la desechaba sin siquiera leerla, pero al dar un segundo vistazo a la fecha y la hora se dio cuenta de algo. Ese día era el aniversario de la editorial. De SU editorial. El proyecto de su vida y él no estaba ahí. Trató de no pensar en ello.

Estaba decidido a salir finalmente de casa pero por algún motivo sentía miedo, o más bien, pánico, todo ese tiempo encerrado en su suite en lo más alto del edificio completamente aislado del mundo y de todo tipo de signo vital lo habían convertido en un extraño, una especie de extraterrestre en su propia ciudad. Apretaba el pomo de la puerta con la respiración agitada y la cabeza inclinada hacía abajo buscando fuerzas de algún lugar entre las agujetas de sus converse. Antes buscó cualquier pretexto pero retrasar su salida y pronto volvió para buscar su celular, con todo había perdido el hábito de llevarlo siempre consigo.

—¿HOLA?—Casi gritó, asustado al escuchar que habia tomado la llamada.

—¿Quién habla?—dijo con voz suave y confundida—¿A caso es...?¿Qué es lo que quiere? —De inmediato sustituyó su tono suave por uno de molestia.

—S-si, soy yo, hola, lamento molestarte—tartamudeaba y se atropellaba con sus propias palabras, apenas escuchó el tono molesto quiso colgar pero no pudo hacerlo, se sentía muy culpable y debía hacer algo, no podía seguir evadiendo ese problema—me preguntaba si estarías disponible hoy... estoy por salir y... —suspiró —necesito tu ayuda.

Estaba apunto de decirle de todo como él lo había hecho la última vez que lo vio y se juró nunca más volver, pero había algo diferente, en su tono de voz, en su forma de hablar, de pedir las cosas. Ese no era el Frank Iero que había conocido por tantos años, no podía ser el mismo sujeto prepotente y egocéntrico que se sentía dueño de todo y todos. Hubo un largo silencio en el que Frank permaneció apretando el celular con una mano y con la otra tallando su cuello y parte de su barbilla, ansioso.

—Claro. —respondió fríamente y en voz baja, casi como un robot-estaré allá en una hora. —Colgó.

Estuvo a punto de irse como siempre y esperar que al volver todo estuviera en orden, pero prefirió esperar, mientras tanto guardó en un rincón de su armario todos los cuadros que tenía esparcidos por doquier, observando por un momento su favorito y posando nuevamente sus dedos en él, finalmente se decidió por colgarlo en una pared, retiró una de sus caras pinturas de galería que dejó a un lado y ahí lo posó, era interesante el contraste que hacía en su habitación minimalista, pero verlo ahí le daba cierta fuerza.

Volvió a la sala y recogió un poco los envases de comida del suelo y de la alfombra para amontonarlos en el fregadero, no sabía dónde más ponerlos, eran demasiados y él nunca hacía limpieza en su departamento, hizo lo mismo con su ropa regada y la amontonó en una esquina de su habitación, el lugar seguía igual de asqueroso pero al menos el piso estaba despejado. Se quedó parado en medio de la sala mirando todo hasta que el campaneo electrónico que emitía la puerta de su departamento cuando alguien entraba lo sacó de sus pensamientos. Se dirigió rápidamente hasta el pasillo de la puerta encontrándose de frente con Mary quien venía cargando un montón de bolsas y botellas de detergente así como una cubeta con sus utensilios de limpieza
La mujer se asustó al verlo, mientras él se apresuró a ayudarla con sus cosas bajo la atenta mirada de ella quien parecía en shock observando su palida y delgada figura así como su nuevo look, pero lo que más le impactaba era su actitud amable y sumisa.

—Gracias. —musitó. —no pensé que estaría aquí, debi tocar la puerta... —decía por decir algo, intentando ocultar su sorpresa, lo miraba fijamente mientras él acomodaba todo junto a la barra.

—Oh no, no te preocupes por eso tienes llaves, me da gusto que las conservaras. —Nervioso se paró junto a ella con los brazos en la cintura, increiblemente se había cansado.

—En realidad las pedí en recepción, no pensé que volvería aquí así que las devolví pero como ya me conocen me las dieron fácilmente otra vez. —pronto se fijó en el descuido del lugar, entrando casi en shock y pronto ella y Frank miraban el lugar sin decir nada mientras el solo asentía entre jadeos. Hasta que ella volvió a posar su mirada en él con una ceja elevada—¿Se encuentra bien? —preguntó en un tono que dejaba entre ver su genuina preocupación, tanto por el estado de su departamento como por el de su salud y apariencia.

—Sí, sí, solo... han sido semanas complicadas... por eso te llamé. Sé que no actúe bien la última vez —tallaba la parte posterior de su cuello, continuando entre balbuceos —y-y me disculpo por ello, no merecías que te hablara así y... —no sabía qué más decir-lo siento mucho Mary. —Remató con sinceridad mirándola a los ojos. La mujer toció los labios y luego simplemente asintió.

—La verdad no es la primera vez que gente como usted me habla así y cuando eso pasa yo ya no vuelvo pero -—lo miró de arriba a abajo frunciendo el seño confundida —usted ya no es como esa gente... —Frank no entendió qué quiso decir pero parecía ser algo bueno, o eso creía, así que mostro una diminuta sonrisa apenada y desvió la mirada —En fin, si no le molesta voy a empezar, parece que hay mucho por hacer.

—S-si, lo siento, sobre eso, no tienes que terminar hoy, esto lo hice en semanas y no espero que arregles todo hoy, vete a la hora de siempre, no te quedes hasta tarde, te compensaré por la carga excesiva de trabajo. —le sonrió y ella asintió agradecida mientras sacaba sus detergentes de las bolsas.

Tomó su celular de la barra dispuesto a salir, nuevamente se quedó de pie en la puerta sintiendo pánico pero al escuchar el sonido de las bolsas desaparecer y sentir una mirada sobre sus hombros, tomó una gran bocanada de aire y finalmente salió antes de quedar como un raro ante la pobre mujer que no entendía lo que sucedía.

Apenas se fue, Mary se asomó por encima de la barra asegurandose de que se haya ido, dejó lo que estaba haciendo y empezó a analizar con curiosidad el departamento, detrás de ella en el fregadero estaban amontonados un montón de envases de comida rápida así como botellas de refresco, cerveza y licores, el bar de fino cedro estaba casi vacío y ya no había comida en las alacenas más que fideos y aceites, las galletas, cereales y pan ya no estaba pero pronto encontró las cajas vacías en la esquina de la cubierta, se preguntó cuánto tiempo había estado ahí encerrado comiendo lo que estaba a su alcance y chatarra de Mcdonald's y Carl's Juniors. Caminó hasta el baño y en la cesta vió su cabello recien cortado, las tijeras en un lado y la rasuradora sobre el lavamanos. Paso de largo la sala y en la habitación lo primero que vio fue la pila de ropa en un rincón, claramente había intentado acomodar un poco para cuando ella llegara pero el pobre nisiquiera podía hacer eso bien, pensó. Caminó hasta la cómoda donde había un monton de cigarrillos que estaban esparcidos, tambien por el buró y al abrir el ventanal vió un montón más esparcidos por la terraza y en un cenicero abandonado en el balcón. Dió la vuelta encontrándose de frente con el rostro de su jefe dónde solía estar una pintura que combinaba con la habitación y que ahora estaba en el suelo apoyada en la pared, en su lugar esos colores que destacaban en la habitación, la pintura de finos trazos plasmaba perfectamente a un Frank saludable y colorido. Snte sus ojos ignorantes de técnicas del arte, le pareció una pintura muy bonita y esmerada, pero sobre todo pudo notar la manera en que lo habían capturado tan angelical y brillante, como sólo podrían ver a un tirano como él unos ojos que lo miraran llenos de amor. En una esquina vió unos dedos azules que parecían querer acariar el rostro dibujado y en otra esquina una firma con letras pequeñitas y delgadas en el mismo tono de azul: G.Way.

La mujer sonrió de lado y parecía haber comprendido el por qué de ese desastre en el que se había convertido su jefe.

«El amor es así, Frank. Las mujeres somos complicadas y delicadas para animales como tú... la lección te llegó tarde, ¿verdad?»

Puso algo de música y felíz siguió con su labor bailando de vez en cuando por las habitaciones.

******

Jeje hola, volví... creo. Gracias por su paciencia y sus mensajes 🦋

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