La noche estrellada era perfecta. Mientras fregaba las mesas con ese trapo húmedo ansiaba salir a correr bajo el cielo nocturno. Era noche de luna llena, la mayoría de mi especie estaría con las manos ocupadas y los colmillos clavados en algún cuello. Incluso si no era temporada de celo, la energía lunar hacía que los y las Omega estuvieran especialmente apetitosos para cualquier Alfa. Pero como siempre, yo era distinto.
Dejé impecable la última mesa y di por terminada mi tarea. El intenso aroma a frambuesas y miel me recordó que mis dos meseras del turno tarde aún estaban en la cocina, pero su horario ya había terminado. Cuando me acerqué a buscarlas, el ambiente cargado de feromonas Omega me golpeó de pronto. Su energía estaba por las nubes y era prácticamente imposible que no me afectara aunque podía resistirlo, tenía autocontrol. Toqué el collar en mi pecho, tapé mi nariz con la manga de mi camisa y entré.
— Chicas... ¿Qué-? —. La imagen en la cocina era demasiado elocuente. Las dos Omega estaban pegadas contra la mesada acariciando sus cuerpos mientras la más bajita lamía los pechos de la otra. Me volteé de inmediato tapando el costado de mi rostro con mi mano ¿Desde cuándo esas dos...?
— Lo sentimos, señor Kim, no queríamos ser indecentes... Pero...
— Lo sé, lo sé. No se preocupen.
— Ya nos íbamos.
— ¿Solas? Una noche como esta no deberían andar solas —dije volviéndome hacia las chicas que ya habían acomodado sus prendas— Las llevo.
Intentando contener mis instintos al máximo, cerré el local y subí al coche acompañado de las dos jóvenes. Conducir era una buena distracción y el viento que entraba por la ventanilla abierta despejaba mi olfato del fuerte aroma de sus glándulas. Odiaba imaginarme a mí mismo dejándome llevar por mi lado animal. Aunque la luna me mirase desde el cielo invocando a mi lobo ansioso por salir, yo me negaba a convertirme en lo que veía cada día y odiaba con todas mi fuerzas.
La clientela de mi cafetería muchas veces se caracterizaba por disfrutar del menú durante situaciones de cortejo. A menudo, los Alfa llegaban con la intención de degustar postres con los sabores de las esencias que más les atraían y, poco a poco, se había convertido en una costumbre entre Alfas y Omegas para encontrar pareja o una simple noche de apareamiento. Si bien los billetes en mi registradora aumentaban rápido, cada vez me sentía más incómodo con el rumbo que había tomado mi negocio. Sobre todo cuando las actitudes de los de mi tipo hacia los Omega que los rechazaban me avergonzaban profundamente.
Dejé a las chicas en la casa de una de ellas y, antes de irme, me aseguré de que estuvieran realmente a salvo. Estaba conmovido con su actitud. Otros Omega se rendían ante sus instintos y pasaban las noches de luna llena entregados a las garras de cualquier Alfa que estuviera dispuesto a tomar cada gramo de energía lunar en su sistema, sin importar salir lastimados u obtener marcas de lazos no consentidos. Pasar su luna llena juntas posiblemente les permitiera compartir esa valiosa energía que podían absorber de su elemento esencial. Por mi parte, yo prefería pasar esas noches ejercitando, aprovechando que mis hormonas estuvieran en su máxima expresión para resistir cualquier tipo de exigencia y mejorar mi musculatura.
No era ninguna novedad. Desde mi adolescencia había sido blanco de burlas y hasta castigos de mis padres por no comportarme como los demás niños. Mi único deseo en la vida era utilizar mi sentido del olfato para aprender sobre la alquimia de la cocina. No me interesaban las noches de cacería o la búsqueda incansable por el "Omega destinado". De hecho, había pasado noches enteras llorando, deseando que, por algún milagro del destino, mis genes dijeran que yo era Omega, y no un Alfa puro, como todos los médicos me pronosticaban. Pero con madre y padre Alfa, mis opciones no eran muy variadas.
La relación de mis padres había terminado de forma violenta y muy dolorosa. Yo era un chico muy tímido y rara vez me acercaba a otros, por lo que tuve que pasar por la carga solo, sin nadie que me apoyara anímicamente. Cuando mi madre abandonó la casa alegando que había encontrado a su Omega destinado, mi padre entró en una depresión que rompió nuestro hogar por completo, más de lo que ya estaba. La vergüenza de ser abandonado y cambiado por un Omega no era algo que un Alfa pudiera soportar. Su lobo se descontroló y yo tuve que vérmelas solo para huir y buscar mi propio camino, no sin antes escuchar cada noche, de parte suya, que jamás lograría ser un Alfa decente si no empezaba a dejarme guiar por mis instintos.
¿Cuáles instintos?, pensaba yo, ¿los que te llevan a dejar a tu hijo abandonado con un loco?, ¿o los que te hacen perder todo rastro de humanidad por algo que ni siquiera era tu culpa? Yo no quería nada de eso; yo no quería una pareja destinada, ni cachorros, ni ser una bestia con garras y colmillos sin nada corriendo en sus venas.
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Respiraba profundo llenando mis pulmones del aire fresco del bosque, dejando que la luna llena golpeara mi rostro y me llenara de energía. Fortalecía mi cuerpo y me conectaba con mi mente sin dejar que ninguna de las dos partes de mí tomara el control total.
Corría por los largos caminos del bosque, buscando romper mi propio récord de kilómetros. A lo lejos escuchaba los aullidos y también las sirenas de policías que interferían en conflictos entre Alfas o salvaban Omegas de ser abusados por los más fuertes. Pero yo estaba en mi propio mundo. Mi bosque, mi luna, mi vista favorita desde lo alto del acantilado, mis músculos renovados de energía y la sangre ardiente corriendo con fuerza por mi cuerpo.
Me había detenido unos minutos, feliz por mi nueva marca de 32km, cuando un aroma delicioso a Jazmín en flor llegó a mi agudo olfato. No era común encontrar un arbusto como ese por ahí, pero me imaginaba llevando unas ramitas para mi casa. Su aroma era exquisito y sus flores buenas para infusiones y postres. Sin embargo, cuanto más avanzaba en dirección al tentador aroma, comenzaba a percibir más claramente que no se trataba de un arbusto, sino de un...
— ¿Omega? —pregunté dirigiendo mi mirada a lo alto de un árbol. En una rama algo elevada de eucalipto, se divisaba la figura delgada. No hubo respuesta, pero podía sentir sus latidos acelerados a través de mi sentido de oído. Estaba asustado. Podría haber sido atacado, pensé. Debía ayudarlo si era así. No respondía y eso probablemente fuera a causa del miedo. Sin pensarlo más, dejé mis garras emerger y trepé al árbol en un abrir y cerrar de ojos. El Omega retrocedió en la rama quedando demasiado al borde. Tuve que capturarlo en el aire mientras ambos caíamos, para que no recibiera un golpe demasiado fuerte.
Ya en el suelo, comprobé que se encontraba bien, además, su ropa no tenía rastros de rasguños y en general se lo veía intacto. Quedé confundido.
— ¿Qué hacías en ese árbol?
— ¡Esconderme! Pensé que el eucalipto taparía el olor de mi esencia. Ustedes pueden olfatear cualquier cosa —exclamó algo disgustado antes de cruzar sus brazos y esconder su mirada.
— Pensé que estabas huyendo de alguien, o que estabas herido...
— Estaba huyendo de usted, justamente. Corría sin parar, y pensé que estaba persiguiéndome.
— Dios mío, no me trates de usted, y yo... Solamente estaba entrenando.
— ¿Entrenando? Cada Alfa de la ciudad está buscando con quién revolcarse, ¿y querés que te crea eso?
— Es lo que hago las noches de luna llena. ¿Por qué te quedaste en el bosque una noche así?
— ¿Te importa? No podía estar en mi casa y punto.
— ¿Tenés otro lugar a donde ir?Puedo acompañarte...
— N-no hace falta —dijo primero, con la voz baja y temblorosa, pero luego siguió, con un tono muy distinto—. Podemos hacerlo acá mismo...
El Omega rodeó mi cuello y buscó mi boca con desesperación. Mi cuerpo tembló por completo, ¿por qué se entregaba de esa manera?
— ¿¡Qué hacés!? —, intenté resistirme alejando nuestras caras y el chico se mostró avergonzado al instante.
— P-perdón, tu aroma me está afectando. No quise hacer eso...
— Deberíamos alejarnos —admití cuando mi propio cuerpo comenzaba a subir de temperatura.
— Es que no me soltaste ni un segundo desde que nos caímos del árbol —se excusó.
Tenía razón, mi mano seguía en su cintura y mis garras se clavaban en su abrigo. No lo había notado, pero seguía aferrado al Omega y no podía enviar la señal a mis músculos para soltarlo. Era una situación tan incómoda y odiaba verme de esa manera.
— N-no me acuesto con Omegas. No soy así, creeme.
— Yo tampoco con Alfas... Normalmente escapo antes de que puedan tocarme.
Pero era tarde. Nuestras feromonas llenaban todo el espacio entre los dos y nuestras bocas volvieron a juntarse con un deseo voraz. La luz de la luna se reflejaba en el cabello largo y blanco del Omega y cada vez que nos separabamos para tomar aire, la belleza de sus ojos grises me nublaba la vista. Sentía mi consciencia perderse y mi lobo tomar el control. La zona baja de mi cuerpo había sido irrigada excesivamente por el entrenamiento, por lo que mi erección apareció con una rapidez descomunal. El chico se deslizó por mi cuerpo arrastrando sus labios por la remera sin mangas que traía puesta y terminó engullendo mi miembro por completo, después de bajar el elástico de mis jogging.
Todo estaba pasando a una velocidad furiosa. Mi garganta gruñía en un tono tan bajo que yo mismo desconocía, como un clamor desesperado por más y por la ansiada liberación. Mis manos aún como garras tomaron el cabello blanco haciendo un bollo para controlar el movimiento de su cabeza. La sensación era perfecta, su habilidad no tenía punto de discusión. Mi abdomen vibraba de placer con cada nuevo contacto con el calor y la humedad de su boca. Aunque no era algo del todo nuevo para mí, sus feromonas opuestas a las mías hacían que mi cuerpo se elevara a nuevos niveles de deseo y todo bajo la luz de la luna llena parecía salido de algún delirio febril.
Sin embargo, era muy real y mi lobo interior se deleitó en esa satisfactoria sensación hasta que la urgencia fue tanta que simplemente tiré de él para salir por completo de su boca y enfrentarlo al eucalipto. Quería tener su espalda delante de mi pecho ardiendo. Su cuerpo se desnudó delante de mi ojos. Los omóplatos pálidos y perfectamente lisos me llamaban. Mis colmillos sintieron pinchazos por la necesidad de morder, pero la imagen de su cintura, su cadera y sus glúteos me salvaron de cometer un desastre.
Mis manos se clavaron en las curvas iluminadas por la luna mientras él acomodaba su cabello a un solo lado y me miraba con los ojos brillando por encima de su hombro. Su interior era increíblemente húmedo. Yo nunca había estado con un Omega y sentir algo así no había pasado ni de cerca en mi imaginación. Mi pelvis se unía con su cuerpo a un compás delicioso, suficientemente lento para disfrutar el camino estrecho y caliente. Mi nariz era embriagada de su aroma a jazmín y la nota a vainilla en el final de cada inhalación se grababa en mis sentidos como nada antes.
Una de sus delgadas manos tomó mi muñeca en algún punto. Mi reacción fue algo tosca, mirando con impaciencia su rostro. El solo pensar que me detendría ahí, hacía que mi lobo gruñera arrugando la nariz. Pero el chico se deslizó fuera y giró su cuerpo sin dejar de mirarme a los ojos, como si tuviera la habilidad de hipnotizarme. Su mano sobre mi brazo me guió hasta el suelo, sobre la tela de su ropa deshechada y no tardó en subir a mis muslos. Entendiendo la dinámica, rodeé su cintura con mis antebrazos y me volví a perder en su interior, esta vez con mi nariz completamente hundida entre su cuello y su clavícula, tan cerca de su glándula que me costaba trabajo no abrir mi boca. La saliva en exceso que producía se filtraba aún entre mis labios cerrados.
Alcanzamos un ritmo frenético que me hacía llegar a los límites de mi resistencia. Su cuerpo estaba blando bajo mi agarre y podía sentir mi abdomen húmedo por su orgasmo. Los gemidos que profesaba sobre mi cabeza estaban desgastados y cansados. Era el momento. Sin contenerme más, con embestidas sin ritmo pero profundas, acabé en su interior. Mi boca abierta lamía su glándula y mis dientes se arrastraban sin ejercer fuerza. Era tentador, delicioso, pero prohibido.
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El amanecer fue extraño. Abrí mis ojos contra su pelo y aún rodeando su cintura con mis manos. El aroma de su esencia, mucho más tenue, me relajaba. Poco a poco me fui incorporando siendo consciente de mi propio cuerpo y del otro, que permanecía dormido entre mis brazos.
— Quier-
— No digas nada estúpido —balbuceó contra mi brazo.
— Iba a decir que me quiero matar.
— Ah. Sí... Mejor no hablemos de eso —pronunció sin ganas.
— Perfecto. Tengo que irme a trabajar.
— Yo... No sé cómo volver —admitió con notable nerviosismo.
— ¿Cómo llegaste?
— Huyendo de un Alfa con olor a cerezas y chocolate que no dejaba de correr detrás de mí.
Me terminé de sentar contra el tronco y acomodé mi ropa. El chico se veía distinto con la luz dorada del sol, más humano; no como esa criatura hipnotizante y brillante, parecida a una estrella caída del cielo. Aunque su belleza seguía siendo destacable.
— Sólo estaba entrenando —me defendí nuevamente—, no es mi culpa que los de mi tipo asusten tanto.
— Así que un Alfa que no sale de cacería y entrena sus piernas durante la luna llena... Debo estar en presencia del... Del segundo Alfa más raro que haya conocido —dijo con un tono misterioso y sobrador. "¿Segundo?", pensé, pero su boca volvió a abrirse antes de darme la posibilidad de preguntar— ¿Qué es esto? Me lo clavé en la espalda toda la noche.
Su mano se había metido dentro del pecho de mi remera y tironeó de la cadena en mi cuello liberando la pequeña piedra que llevaba en mi collar.
— Es una piedra lunar.
— Ya veo, es un amuleto un poco raro para un Alfa —cuestionó mientras se levantaba del suelo tapando su cuerpo con sus manos. Yo hice lo mismo inmediatamente y le alcancé su ropa que seguía en el suelo.
— Todos me lo dicen, pero me ayuda a controlar a mi lobo. Se carga con energía de luna y es como si tuviera cerca lo que tanto desea, sin necesidad de salir a buscarlo en un Omega.
— ¿Funciona? —preguntó de pronto con una curiosidad que se percibía sincera, no burlona como solía ocurrir cuando lo hablaba con otros Alfa, por más que no fuera un dato muy relevante para un Omega.
— Si... Bueno, en casi todas las ocasiones. No si me acerco tanto a un Omega bajo la luna llena...
— Te dije que no hablemos del tema —dijo volviendo a su tono malhumorado y comenzó a caminar en alguna dirección.
— Si querés volver, no es por ahí —le informé.
El chico se dió la vuelta y empezó a seguirme con mala cara. No podía culparlo, lo que había pasado era en gran parte responsabilidad mía, pero ninguno había buscado que eso pasara, entonces no había necesidad de ser hostiles. Nos quedaba una larga caminata por delante y yo tenía que estar a tiempo en la cafetería. Después de una luna llena seguro estaría repleto de nuevas y "flamantes" parejas exhibiendo sus marcas asquerosas.
— Cereza.
— ¿Hm? —, ¿me hablaba a mí?
— Como te llames, no sé tu nombre ni quiero saberlo, pero...
— GeonHak.
— Dije que no quería saberlo ¿Por qué un Alfa querría mantener quieto a su lobo?, ¿te da miedo ponerte violento o no saber controlarte?
— No creo ser así. No creo ser capaz de ser violento. Creo que los Alfa que lo son, sólo usan a su lobo de excusa para sacar su mierda afuera. Lo llevo porque siempre deseé ser Omega, y de chico pensaba que si atraía la energía de la luna mi cuerpo la absorbería... Ah, es estúpido.
— Definitivamente sos un Alfa raro. Uno que no está orgulloso de serlo y que no busca Omegas. ¿Qué hacés durante tu celo?
— Esa pregunta es muy intrusiva, "Lunita".
— Estoy intrigado.
— No querías saber mi nombre, pero sí mis prácticas durante el celo... Ok.
— No quiero involucrarme personalmente con vos, no me importa quién sos; lo que me intriga es tu rareza.
— Lo paso con otros Alfa o solo. Punto. No hay misterio.
— ¿"Otros" Alfa? No puedo imaginar a un Alfa macho dejándose dominar —, me miró con las cejas arqueadas y al parecer encontró la respuesta—... Oh... Ya veo.
— Burlate, dale. Estoy acostumbrado.
— No voy a burlarme... Es sólo que... No entiendo. Hay Alfas que buscan otros u otras Alfa porque tienen algún tipo de fetiche o porque desprecian a los Omega. Pero intentaste salvarme ayer, aunque no lo necesitaba. Así que no creo que sea tu caso. Entonces, ¿por qué te negarías a estar con un Omega?
— ¿Por qué vos te negarías a estar con un Alfa? —, si bien sus conclusiones eran acertadas, ¿por qué solo él podía preguntar? El mocoso también tenía sus misterios después de todo.
— Está bien, me toca responder. Los de tu tipo tienen la jodida tendencia a querer poseer todo lo que tocan. Está lleno de Omegas marcados para siempre por un Alfa que al otro día se va a marcar nuevos cuellos. Son estigmatizados por llevar una marca, consensuada o no, y lo que es peor, la fantasía del alma gemela que une un fuerte Alfa con su pequeño e indefenso Omega. No quiero eso. No quiero encontrar un "alma gemela", no puedo ser el "Omega" de nadie y por eso evito los riesgos.
Me detuve como un estúpido en medio del camino. Su forma de ver las cosas era música para mis oídos. Si yo no era el único que pensaba así, entonces todavía quedaba esperanza en el mundo. Estaba agotado de ver repeticiones molestas de almas gemelas, almas rotas y Alfas desalmados circulando por mi cafetería; por todas partes. El chico se volteó, me miró con indiferencia desde su lugar y esperó a que yo retomara el rumbo.
— Eso es lo que pienso. Lo dijiste todo.
— En serio te creíste tu fantasía de ser Omega, eh.
— Creo que sería mejor serlo.
— Si supieras...
Unos cuantos kilómetros más adelante llegamos a mi coche. Aunque ofrecí llevarlo a su casa, él prefirió quedarse en la plaza central de la ciudad. Su ropa estaba arrugada y manchada de polvo pero no hubo forma de que aceptara dinero para comprarse algo. Era el único Omega que había conocido que despreciaba atenciones. Quería al menos ofrecerle un desayuno en mi local, pero ni siquiera lo intenté, era obvio que se negaría.
Llegué con los minutos contados a la puerta de mi cafetería. Los tres empleados del turno mañana esperaban contra la persiana baja evidentemente extrañados por mi tardanza. Yo me preguntaba qué hacer, mi remera estaba manchada y seguramente la esencia de Omega se sintiera a la legua. Sin otra opción, me la quité y bajé del coche con el torso desnudo.
Podía ver los comentarios amontonarse en sus bocas, pero nadie dijo nada. Mi cara ardía de vergüenza mientras abría el candado. Dando una penosa imagen de mí mismo, abrí el local y dejé a mis empleados trabajando solos antes de retirarme a mi casa. Tenía que bañarme, cambiarme, descansar decentemente y quizás, si mi dignidad lo permitía, volver a la cafetería para trabajar el resto del día.
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🌕→🌖→🌗→🌘→🌑
La primera semana después de esa extraña luna llena fue igual de rara. En la cafetería los comentarios sobre mi llegada esa mañana no paraban. Podía escuchar a los empleados comentar "disimuladamente" al respecto pero yo me dediqué a ignorar. Si bien el recuerdo de ese encuentro casi sobrenatural no se iba de mi cabeza, no quería confesar nada de lo que había pasado... ni de lo que había sentido. No quería dejar que mi lobo deseara más, no era algo que pudiera darle.
Lo complicado era pasar todos los días en esa cocina, donde casi toda la oferta del menú incluía en su preparación algunas gotas de esencia de vainilla. El recuerdo de su aroma me hacía revivir el momento con una frecuencia que me sacaba de mis casillas, incluso la siguiente semana. Me aferraba a mi piedra lunar, pero mi malhumor era moneda corriente, cada vez más. No era fácil contener a mi lobo cuando había probado un poco de libertad y ahora pedía por más.
— Señor Kim... —una de las empleadas juntaba sus manos nerviosamente mientras balbuceaba sin animarse a hablar.
— ¿Si? —dije en mi tono más amable para aliviarle la tarea.
— U-un muchacho pidió que le agregara cerezas a su mousse de chocolate...
— ¿Es en serio?, ¿otra vez?
— Es la mesa 7 —añadió, ya acostumbrada a la secuencia.
Era normal que los clientes usaran los pedidos como parte del cortejo. Cuando alguien pedía un postre especial inspirado en la esencia de otro, era un mensaje. En ese caso, era mi aroma. No era la primera vez que alguien intentaba coquetearme en mi trabajo y eso normalmente me molestaba muchísimo. Ese juego de cortejos me disgustaba y solo lo soportaba cuando las dos personas involucradas estaban de acuerdo en jugarlo. Pero no, yo no estaba dispuesto a jugar.
— Lo siento pero no hay cerezas en la mousse de chocolate. Podemos ponerle avellanas, nueces, almendras... Si no le gusta, pida otra cosa —dije cuando estuve cerca de la mesa en cuestión. No sabía cuál de los dos era, pero aún así quedaría claro para todos.
El joven frente a mí me miró inexpresivo, probablemente analizando la situación, el otro, de quien solo podía ver la espalda y el oscuro cabello largo recogido sobre su cabeza se levantó del asiento muy lento y pausadamente. Parecía estar a punto de reaccionar y aunque tuve un poco de miedo por dentro, era mi negocio y podía hacer y decir lo que se me diera la gana.
Cuando se dió vuelta, mi mente tuvo una inexplicable falla. El tipo me miraba como si fuera un fantasma y yo no lograba entender a quién me recordaba. Si bien tenía una sola persona en mente, su aroma a manzanas y caramelo me dejaba desconcertado. Además no era Omega, mi cuerpo no reaccionaba ante él de la misma manera. No tenía sentido, no podía ser... Pero su rostro...
— D-disculpe, sólo pregunté si era posible.
Su reacción era nerviosa y tímida. No parecía estar mintiendo ni ocultando otras intenciones ¿Realmente sólo quería cerezas en su postre? ¿No era ningún tipo de mensaje?
— ¡D-dongJu!, ¿es él? ¡Huele justamente a cerezas y chocolate! —. El otro chico saltó de su asiento. Su cara había pasado de inexpresiva a emocionada en un segundo.
— N-no tenía idea —respondió a mi lado el de pelo largo evitando mi mirada, aún sin volver a su asiento.
Estaba desconcertado. Mi mente me decía que sí era, pero mis sentidos me hacían confundir. Yo sabía reconocer una esencia falsa o la presencia de químicos para ocultar las feromonas de Alfas u Omegas, pero podía jurar que no era el caso. ¿Cómo podía verse como él, pero oler como una persona totalmente distinta? Quizás los días pensando en él me habían vuelto loco, pero entonces, ¿por qué su amigo parecía reconocer mi esencia?
— ¿"Lunita"? —pregunté de una vez, no podía quedarme con la duda y cuanto antes aclarara el misterio, mejor sería para mi perturbada cabeza.
El chico me devolvió la mirada y se encogió de hombros—. Por eso dije que eras el segundo Alfa más raro que conocía, el primero soy yo.
Abrí la boca pero ninguna respuesta salió. Sus preguntas esa mañana parecían nada en comparación con la cantidad de dudas que se acumulaban en mi cabeza. Nada de lo que estaba pasando ahí tenía sentido. El chico de cabello blanco y ojos grises esa noche; ese Omega que parecía una estrella caída directamente del cielo... ¿Era en realidad un Alfa?
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Aquí Bett 🌜
Anunciando la esperada continuación del Omegaverse que inicié en el "Fictober".
Muchos ya leyeron este capítulo, aunque tiene algunas correcciones menores. Espero disfruten la continuación y le den el mismo apoyo que antes 🥰
Pensaba esperar a terminar alguno de los otros antes de lanzarlo, pero la vida es una, y si no lo publicaba quizás nunca llegara el momento... les pido paciencia con las actualizaciones, pero déjenme saber si les interesa que lo siga!.
Obvio, está totalmente dedicado a 2Mooniverse 💛 que me esperó por años, literalmente.
Nos leemos pronto ~ 🌙