𝗽𝗹𝗮𝘆: 𝗮𝗻𝗼𝘁𝗵𝗲𝗿 𝗼𝗻𝗲 𝗯𝗶𝘁𝗲𝘀 𝘁𝗵𝗲 𝗱𝘂𝘀𝘁 — 𝗾𝘂𝗲𝗲𝗻
—Miren esto. Zona de Guerra. —Habló Eddie mientras extendía el periódico en la mesa. —Fui una vez. Es enorme. Tienen todo lo necesario para matar cosas, básicamente.
—¿El falso Rambo tiene suficientes armas? ¿Es una granada? ¿Cómo es legal? —Preguntó Robin.
—Por suerte para nosotros, lo es. —Respondió mi novio. —Este lugar está en las afueras de Hawkins. Si no vamos por calles principales, podremos evitar a los policías y a los brutos enojados.
—Para evitar a brutos enojados, mejor sería no ir a una tienda llamada Zona de Guerra. —Habló Erica.
—Es cierto, pero necesitamos las armas. Vale la pena el riesgo. —Habló Nancy.
—¿Y el tiempo? Nos llevará todo el día ir en bici. —Habló Dustin.
—¿En bici? —Pregunté.
—¿Acaso tienes un auto? —Preguntó Steve. Sonreí y miré a Max.
—No, no, no y no. Estás demente. —Se negó mi hermana, me encogí de hombros.
—Es nuestra única opción. —Max bufó y Eddie sonrió.
—¿Estás pensando lo mismo que yo, cariño? —Preguntó mi novio. Asentí mientras tomaba su mano. Eddie sonrió y me besó. —Dios, te amo tanto. Oye Max, ¿tienes un pasamontañas, una bandana o algo así?
Max hizo una mueca y asintió.
Reí al ver a Eddie con la máscara de Michael Myers, miró hacia los lados y movió su mano para que lo siguiéramos.
Corrimos intentando no hacer ruido cuando pasamos frente a la pareja dueña de la casa rodante.
Eddie abrió una de las ventanas y trepó hasta lograr entrar, junté mis manos y Max las pisó para luego empujarse y entrar a la casa.
Steve se acercó a mí y me tomó de la cintura para elevarme hasta entrar por la minúscula ventana, Max me ayudó a recomponerme y luego se sentó en un sofá.
Me acerqué a Eddie y dejé un beso en su mejilla.
—¿Qué haces? —Susurré.
—Intento hacer que esto arranque. —Respondió. Asentí y me incliné a su lado viendo como cortaba los cables con una pinza.
Steve se acercó a nosotros y se puso junto a Eddie.
—¿Dónde aprendiste esto? —Preguntó Harrington.
—Cuando los otros padres les enseñaban a sus hijos a jugar deportes, mi papá me enseñaba a puentear autos. —Respondió Ed. —Me juré a mí mismo que no terminaría como él, pero ahora me buscan por asesinato, y pronto, por robos de vehículos. Le estoy haciendo honor al apellido Munson.
—Mierda, espero que mi pequeña Hannah no tenga hijos contigo. —Miré asombrada a Steve y Eddie rió.
—Nuestros hijos serán aún más geniales, ¿verdad, my lady? —Suspiré y asentí.
—Supongo. —Murmuré.
Robin se acercó a nosotros y apoyó una mano en mi hombro.
—Eddie, no me encanta la idea de que conduzcas tú. —Habló rápidamente Robin.
—Yo solo lo estoy arrancando. Harrington va a conducir. ¿No, grandote? —Reí al ver la sonrisita de Eddie.
Mi novio volvió a los cables y los rozó entre ellos, haciendo que la casa rodante finalmente arrancara.
Me levanté y corrí hacia el final de la casa mientras observaba por la ventana.
—¡Steve, debemos irnos! —Grité al ver a la pareja levantarse e intentar entrar.
Eddie se levantó y Steve lo reemplazó, comenzó a conducir dándonos la orden de que nos sujetemos de algo.
Cuando sentí al vehículo alejarse, abrí la ventana y saqué mi cabeza.
—¡Lo siento mucho! ¡Prometo que lo traeremos sano y salvo! —Grité a la pareja mientras los saludaba con mi mano. Cerré la ventana y me acosté en el sofá. —Debo admitir que esto es bastante cómodo.
Me di la vuelta dándoles la espalda y cerré mis ojos. Sentí un peso detrás mío y una mano rodear mi cintura. Me giré y pude ver la gran sonrisa de Eddie.
—Hola. —Susurró. Reí y besé sus labios.
—Hola. —Respondí.
—¿Te sientes bien? —Asentí. —Sabes, estaba pensando... No me agrada la idea de que vuelvas al Otro Lado. —Fruncí mi ceño.
—¿Por qué no? —Pregunté mientras quitaba los mechones traviesos que se posaban en su mejilla.
—Serás un blanco fácil para él, cariño. No puedo permitir que algo te pase. —Sonreí enternecida y me acerqué más a él.
—Te prometo que nada va a pasarme, Ed. Esto no es solo por mí, es por Max, por ti, por todo Hawkins. No puedo quedarme aquí viendo como ustedes lo arriesgan todo, iremos juntos. —Eddie bufó y asintió.
—En otro momento me hubiera excitado bastante que seas tan testaruda, pero este no es el caso. —Susurró.
Reí y junté nuestros labios. Sentí las caricias que dejaba en mi cintura y mis vellos se erizaron.
—Te amo, princesa. —Reí y rodé mis ojos.
—Qué cliché eres, Munson. —Eddie abrió su boca indignado y se lanzó sobre mí dejando besos en mi cuello y mejillas.
—Dan asco. —Oí el susurro de Max pero la ignoré.
Rodeé el cuello de Eddie con mis brazos y lo atraje hacia mí, escondió su rostro en mi cuello y comenzó a soplar haciendo que me dieran escalofríos.
—Yo también te amo, Ed. —Murmuré dejando un beso en su sien.
El vehículo frenó abruptamente haciendo que el cuerpo de Eddie cayera al suelo. Rápidamente me senté en el sofá y cubrí mi boca con mis manos intentando no reír.
Levanté mi vista y pude ver a Steve señalar a Eddie con su dedo índice.
—¡Manos afuera, Munson! —Eddie asintió mientras gemía del dolor. —Vamos, hemos llegado.
Con una sonrisa divertida en la cara, ayudé a Eddie a que se levantara y se sentara en el sofá.
—Quédate aquí, ya volvemos. Te amo. —Dejé un último beso en sus labios y corrí fuera del vehículo.
Entramos al lugar y rápidamente nos dividimos mientras cada uno buscaba las cosas necesarias.
—Ve a buscar las escopetas, iré por los revólveres. —Asentí ante la orden de Nancy.
Caminé hasta encontrar la sección de las escopetas, agradecía a Billy y al idiota de mi padre por haberme enseñado sobre armas cuando era más pequeña.
Mamá siempre odio la idea de que mi padre nos enseñara a cazar siendo dos niños, pero según él, "debíamos saber cómo sobrevivir sin ayuda de un adulto". Qué lindo.
Tomé una escopeta y comencé a inspeccionarla, la probé varias veces y luego miré al hombre frente a mí.
—¿Cuánto cuesta? —Pregunté.
—El precio es $120.99, pero te incluiré 20 cartuchos. —Sonreí y asentí. Nancy iba a amarla.
Seguí mirando el arma sin notar que alguien se había posado a mi lado.
—Hola. ¿Puedo ver este hermoso .357, por favor? —Mi mirada se elevó y mi pulso se aceleró.
Giré mi cabeza hacia mi derecha y pude ver a Jason esperando por su arma. Rápidamente bajé mi cabeza e intenté cubrir mi rostro con mi cabello.
—Hannah Hargrove. —Giré lentamente mi cabeza hasta que mi mirada chocó con la de Jason. —Qué raro encontrarte aquí.
Sonreí e intenté no sonar nerviosa al ver que me apuntaba "inconscientemente" con su arma.
—Sí, bueno, es un... momento aterrador. —Me encogí de hombros. —Lamento lo se Chrissy. Era una buena chica.
Mi respiración se atoró al ver que la mirada de Jason cambiaba a una aterradora, me miraba con odio.
—¿Quieres un consejo? —Elevé mis cejas. Comenzó a caminar hasta quedar frente a mí. —Las escopetas no sirven para mucho más que matar pájaros. Tienen potencia, claro, pero no mucho alcance. Eso te obligará a acercarte. Y pueden agarrar el cañón así. —Fruncí mi ceño al ver que sostuvo el cañón con fuerza. —Y redirigirlo. —Lo observé enojada y me alejé lentamente de él. —Pareces nerviosa.
—Como dije, es un momento aterrador. —Murmuré firme. Jason sonrió levemente.
—Oye, ¿y tu amigo... está contigo, por casualidad? —Entrecerré mis ojos y negué.
—¿Eddie? No. —Susurré.
—Solo pregunto porque él es el único sospechoso en el caso de Chrissy. —Habló acercándose aún más.
—No lo veo desde la noche del partido. —Respondí. Jason sostuvo con más fuerza la escopeta y se acercó a mí, al punto que pude sentir su respiración chocar contra mi rostro.
—No mientas, Hannah. Sabes que si Eddie cae, tú caes con él, ¿cierto? —Mis comisuras se elevaron levemente.
—Lo dice la persona que está comprando armas para intentar asesinar a niños. —Intenté alejarme pero Jason me sostuvo de la muñeca izquierda. —Suéltame.
—Dime dónde está. —Mis pestañas revolotearon de dolor al sentir la presión en mi muñeca.
—Suéltame, ya mismo. —Insistí.
Jason apretó más fuerte mi muñeca y luego sonrió.
—Te lo juro por Chrissy, si por una mínima casualidad me entero de que estás cubriendo al monstruo de tu amigo, Eddie y su culto satánico no serán los únicos que mataré. —Habló con su mandíbula apretada.
—Suéltame. —Jason me soltó y se alejó de mí.
Pagué la escopeta y me reuní con los demás en la salida. Corrimos hacia la casa rodante y entramos apresuradamente.
—Tenemos que irnos. —Habló Steve mientras me entregaba la bolsa con las compras y se sentaba en el asiento del conductor.
—Tus viejos amigos están aquí. —Habló Erica hacia Lucas.
—¡Siéntense! —Gritó Steve mientras comenzaba a manejar.
Me senté al lado de Max y me aferré de las paredes.
Gemí del dolor cuando sentí el roce de la pared en mi muñeca.
—Mierda. —Susurré mientras frotaba la zona afectada.
—¿Qué te pasó? —Preguntó Max mientras Eddie y Robin se acercaban a mí.
—Nada, me crucé a Jason y me amenazó. —Negué mientras observaba el hematoma que se comenzaba a formar en mi muñeca.
—¿Él te hizo eso? —Preguntó Eddie. Lo miré y asentí. —Voy a matarlo.
—¿Qué te dijo? —Preguntó Robin.
—Preguntó por Eddie, le dije que no sabía nada de él desde la noche del partido. —Respondí.
—¿Qué más? —Insistió. Bufé y tomé la mano de mi novio para que no se alterara.
—Dijo que si se llegaba a enterar de que yo estaba cubriendo a Eddie, no solo iba a matar a los niños, también a mí. —Murmuré. Eddie rápidamente frunció su ceño. —No hay nada de que preocuparse, Jason es un idiota, no nos hará nada.
Eddie me observó dudoso y yo asentí para tranquilizarlo.
Se sentó a mi lado y tomó mi muñeca, comenzó a dejar leves caricias y algunos besos.
Luego de unos largos minutos de viaje, llegamos a un campo totalmente aislado del pueblo. Bajamos y nos dividimos en grupos para comenzar a armar algunas armas caseras de defensa.
Me había tocado con Eddie y Dustin, los dos chicos se encontraban martillando algunos tornillos en las tapas de unos basureros, mientras que yo los afilaba aún más con una cuchilla.
Cuando se terminaron los tornillos, Eddie tomó la tapa y la elevó en el aire fingiendo defenderse.
—¿Cómo se siente? —Pregunté.
—Liviano pero duradero. Mortal... pero confiable. —Dustin rió ante las idioteces que hacía Eddie con el "escudo". El ruloso apoyó una de sus piernas en los cajones donde estábamos sentados, y comenzó a elevar su brazo disponible. —Escúchame ahora. —Habló con una voz extraña. —No habrá más retiradas de Eddie el Desterrado.
—Tú si estás preparado para lo que se avecina. —Habló Dustin mientras nos observaba sonriente. Soltó una risa extraña haciendo que Eddie y yo lo observáramos extrañados. —¿Lo entienden? "Ave-cina". Las aves.
Solté una carcajada al entender el chiste.
—Es terrible. —Hablé mientras intentaba limpiar las lágrimas que caían de mis ojos.
—Tú siempre caes tarde. —Habló enojado Dustin.
Grité cuando Eddie corrió hacia Dustin y lo empujó como si fuera un toro.
Comencé a correr al ver la mirada que me lanzaron.
—¡No! ¡Eddie, Dustin! ¡Suéltenme! —Grité entre risas mientras Eddie me sostenía y Dustin me hacía cosquillas.
Dustin alejó sus manos de mi estómago y bufó exhausto.
Eddie quedó arrodillado detrás mío, mientras yo quedé acostada en el pasto con mi espalda en sus rodillas. Dustin se sentó frente a mí y se abrazó a mis rodillas mientras apoyaba su mejilla en ellas.
—Nunca cambien. —Hablé con una sonrisa en el rostro. —¿Me lo prometen?
—No planeábamos dejar de ser dos raritos, Hannah. —Respondió Dustin sarcástico, como siempre.
Eddie acarició mi cabello y se inclinó dejando un beso en mi frente.
—Te amo. Los amo, a ambos. —Sonreí al oír a Eddie. Dustin fingió una arcada y negó con su cabeza.
—Yo solo quiero a Hannah, es mi segunda madre. —Reí y asentí.
—Steve y yo parecemos tus padres, en serio. —Hablé. Eddie frunció su ceño.
—¿Por qué Steve y no yo? —Dustin rodó sus ojos y se levantó yendo hacia donde estaban Lucas y Erica. —Siempre es el idiota de Steve, siempre él. En serio, Hannah. ¿De que te ríes? No te rías, niña.
Nos encontrábamos rumbo a la casa de Victor Creel. Max se encontraba a mi lado abrazada a mí, mientras que yo rodeaba sus hombros con mi brazo y mi barbilla se apoyaba en su cabeza.
El ambiente estaba tenso. Todos teníamos miedo. Miedo de que alguno de nosotros no volviera, o de que algo saliera mal.
Mi vista se cruzó con la de Eddie. Sabía que él era uno de los más asustados aquí. Nunca había vivido una batalla contra algo relacionado con el Otro Lado, por lo que no terminaba de entender muy bien lo que sucedía.
Me regaló una pequeña sonrisa la cual correspondí. Besé la cabeza de Max y la apreté más a mí.
Comencé a inspeccionar los rostros de todos, desde la pequeña Erica hasta el reflejo de Steve en el espejo retrovisor. Tenía un mal presentimiento. Sentía que esta sería la última vez que los vería, esperaba estar equivocada.
Steve estacionó la casa rodante en la gran mansión en donde vivía el pequeño Henry. Max suspiró y se alejó de mí.
Tomé sus mejillas y mis ojos se llenaron de lágrimas.
—Cuídate, ¿sí? No puedo perder a otro hermano. —Max asintió y me abrazó fuertemente.
Besé repetidamente su cabeza y con un nudo en mi garganta, la solté.
Lucas apretó mi hombro y Erica nos dió una tierna sonrisa, los tres niños bajaron del vehículo y entraron a la casa.
Las lágrimas por fin bajaron y un sollozo se escapó de mi boca.
—Lo siento. —Me disculpé rápidamente al notar que todos me miraban.
—Hey, linda, no. —Eddie corrió hacia mi lado y me abrazó. —Ella va a estar bien. Lucas daría su vida por ella, no va a dejar que nada le pase.
Asentí y me separé de él.
—Lo sé. Es solo que... ella es tan solo una niña. Todos ellos lo son. —Hablé mirando a Dustin.
—Somos los más inteligentes, ¿recuerdas? —Habló Dustin con una sonrisa asustadiza. Sonreí y asentí.
—Es cierto. Sí lo son. —Le di una última mirada a la gran mansión antes de que Steve comenzara a manejar hacia el tráiler de Eddie.
Cuando llegamos, ya había anochecido. Antes de bajar, volvimos a repasar el plan.
—Fase uno. —Habló Nancy.
—Erica, en los juegos. Dará la señal por Max y Lucas. —Respondí.
—Fase dos. —Habló nuevamente Nancy.
—Max atrae a Vecna. Irá tras ella y entrará en trance. —Respondió Steve.
—Fase tres.
—Distraemos a los murciélagos. —Respondió Dustin. Odiaba esta fase.
—Fase cuatro. Vamos a la guarida desprotegida de Vecna y flambeamos. —Finalizó Robin mientras agitaba la botella de gas.
—Nadie pasa a la siguiente fase hasta que todos copiemos. Nadie se desvía del plan, pase lo que pase. ¿Entendido? —Habló Nancy.
—Entendido. —Respondimos al unísono.
Solo quedaba pensar en positivo y rezar para que todo saliera bien.