La esmeralda de la bruja |Her...

By Honeybeeinpurple

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Hermione Granger falleció en la guerra. Lo último que sus ojos vieron fueron los brillantes ojos esmeralda d... More

Sinopsis
Advertencia
Exordio
Parte I
Capítulo 1: 1 de septiembre.
Capítulo 2: Hogwarts
Capitulo 3: Me quedaré donde Harry y Ron estén.
Capitulo 4: Sentimientos explosivos.
Capitulo 5: La carta y el Cuervo.
Capitulo 6: Advertencias y nuevas amistades.
Capitulo 7: Pesadillas.
Capitulo 9: Duelo a media noche.
Capitulo 10: La intervención de los gemelos.
Capitulo 11: Hallowen con el trol.
Capitulo 12: Russell Orión Shafiq.
Capitulo 13: Porque eres nuestra amiga.
Capitulo 14: Quiero un perro para navidad.
Capitulo 15: Tiempo mejores para el perro.
Capitulo 16: Repartiendo regalos.
Capitulo 17: Lo que tiene que pasar pasará.
Capitulo 18: Pequeños ajustes, pequeños (grandes) cambios.
Capitulo 19: Snuffles llega a Hogwarts.
Capitulo 20: El cuervo, el perro y el dragón
Capitulo 21: Lo que alentó los cambios.
Capitulo 22: Decisiones.
Capitulo 23: Bosque prohibido.
Capitulo 24: Una muerte rápida.
Capitulo 25: El inicio de las vacaciones.
Capitulo 26: Regalos para Harry.
Capitulo 27: Resilencia.
Capitulo 28: Lo que fue un secreto.
Capitulo 29: Días de vacaciones.
Capitulo 30: Los sentimientos de un cuervo.
Capitulo 31: Un solo momento.
Capitulo 32: Escuchando secretos y creando (teorías de) verdades.
Capitulo 33: Rabietas y un perro que es un humano.
Capitulo 34: Una niña y un hombre.
Capitulo 33: Uno de esos días cualquiera...
Capitulo 34: Eso que se llama amistad
Capitulo 35: El sauce boxeador y un nuevo trauma (¡yuupi!)
Capítulo 36: Ansiedad, Herbología y... (oh, no) Lockhart.
Capítulo 37: Los días extraños...
Capítulo 38: Amistades, prejuicios y la ira que lastima a los otros

Capitulo 8: Espejo de Oesed y clases de vuelo.

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By Honeybeeinpurple

«-Hermione, ¿cual es tu color favorito?»

Las palabras de Ronald la hicieron pensar. Sus ojos marrones, que habían estado fijos en su libro, pasaron a mirar con nostalgia la chimenea de la sala común.

El color favorito de Ron se debatia entre el rojo, el azul y el negro, el color de Ginny era el amarillo brillante, el color favorito de Draco era el verde (verde como las manzanas que solía comer cada mañana) y el color favorito de Harry era indiscutiblemente el púrpura... , pero ¿y el de ella?

Cuando se lo preguntaron, ella nunca pudo responder. Era una de las pocas preguntas a las que no tenía una respuesta, porque sinceramente, jamás supo cuál color era su favorito.

Habían colores que ella prefería por sobre otro, pero nunca llegaron a gustarle tanto como para ser su favorito.

Así que... ¿Cuál era su color?

No, ¿Por qué ella pensaba en eso en ese momento? Ya no era una niña como para pensar en tonterías. No lo era... Incluso si su cuerpo era el de una niña, ella no era una... ¿o si?

Eliminando los pensamientos que creía innecesarios de su mente, Hermione miró a su alrededor antes de sumergirse en medio de la oscuridad.

Snape le había dado una poción sin sueños para dormir esa noche, pero desde el principio Hermione no tenía planeado dormir.

Reggie revoloteo a su lado mientras corría en medio de la oscuridad. Recordando la primera vez que había visto el espejo de Oesed, la niña de once años se movió hasta llegar al lugar.

Ella se detuvo en seco, el gran espejo estaba allí. Hermione se paro frente a el, nerviosa.

La imagen en el espejo la hizo sonreír con los ojos acuosos.

-Harry... -susurró.

Un pelinegro de anteojos, con unos preciosos ojos verde esmeralda la miraba sonriendo.

-Ron... -Hermione lloró.

Él pelirrojo la miraba sonriendo con dulzura, sus ojos llenos de amor.

Poco a poco, sus amigos habían aparecido. Cada muerto estaba allí.

Todos felices, todos riendo y celebrando, como si nunca hubieran muerto. Como si jamás se hubieran ido.

Como si Voldemort no les hubiese ganado.

El profundo amor en su corazón se desbordo mientras se perdía en aquella fantasía dulce pero venenosa.

La niña no pudo evitarlo y se quedó allí, olvidando su propósito. Inmersa en la fantasía de un sueño idóneo, de un sueño que en su corazón deseaba que fuese real.

El cuervo a su lado miró a la niña silenciosamente, evitando el espejo a toda costa, como si supiese del mal en el.

«Hermione sonrió, corriendo a abrazar a sus mejores amigos. Fue como la primera vez, después de lo del troll y cuando acababan de hacerse amigos.

Fue como la primera vez, cuando ella corrió hacía ellos feliz por su primera amistad y ellos la esperaron ansiosos, a la espera de lo que ocurriría a futuro.

Los tres inmersos en su alegría infantil, en su inocencia dulce y con el corazón lleno.

Ahora, era lo mismo. Pero ellos estaban mayores, tenían diecisiete años.

Y... La Guerra no había pasado jamás. Todo había sido un vil y cruel pesadilla.

Ahora, en ese momento, Harry y Ron estaban allí, estaban vivos. Esperándola en la puerta del comedor de Hogwarts, bromeando entre ellos.

Estaban allí, con ella.

-¡Harry! ¡Ron! -ella gritó.

Los chicos la miraron, sonriendole.

Hermione corrió más rápido, saltando sobre ellos. Sus brazos enredándose en Harry, mientras hundía su rostro en el pecho cálido del chico.

-¿Hermione? -Harry preguntó, confundido. Sus brazos rodeándola dubitativamente y palmeando su espalda con torpeza.

Ella sollozó, apretándose más fuerte contra él.

-No llores, Mione. -Harry le susurró. -No hay razón para llorar, todo esta bien.

-Lo sé, solo... -ella murmuró, sorbiendo su nariz entre lágrimas.

-¿Qué te pasa ahora? -Ron le preguntó.

Hermione se alejó de Harry, después de haber besado su mejilla y se giró hacía Ron, abrazándolo fuertemente.

Ron se tensó, pero la abrazó torpemente de vuelta.

-Tuve una horrible pesadilla. -murmuró. -Ustedes morían, fue horroroso.

Ron río. -No tienes porque Estar triste por eso. -se burló. -Solo fue un sueño tonto.

-Un muy tonto sueño. -ella aseguró.

De alguna manera, Harry se unió al abrazó también.

-Estamos juntos, los tres. No tienes porque llorar. -susurró en su oído. -Los tres, -él chico continuó. -estamos juntos los tres. Como siempre fue, como siempre debió ser.

Hermione se sintió cálida, segura en los brazos de sus dos amigos.

Ron besó su coronilla, sonriendo mientras Harry pellizcaba sus costillas.

Hermione se río, lágrimas en sus ojos.

Estaba bien. Estaba feliz.

Ellos seguían vivos. Estaban con ella.

Como siempre fue, como siempre debió ser.»

El cuervo grazno, pellizcando a la niña con su pico. Tirando de su cabello, arañando su brazo con desesperación hasta que se cruzó en su mirar y araño su mejilla con sus garras, haciéndole una pequeña herida en la mejilla.

-¡Auch! -Hermione se quejó, su cara dibujando una mueca de dolor, mirando al cuervo frente a ella. -¿Por qué...?

Hermione entonces se dio cuenta, se había sumergido en la fantasía impuesta por el espejo.

Ella debió haberlo sabido, todo era demasiado hermoso para ser verdad.

-Gracias, Reggie. -murmuró mirando al piso. Las lágrimas cayendo de sus ojos mientras se levantaba.

El cuervo grazno, mirándola con preocupación.

Hermione le mostró una pequeña sonrisa mientras limpiaba sus lágrimas.

-Creo que no podré continuar hoy. -continuó. -Fue demasiado esta vez... Necesito, creo... tengo que descansar.

Y dicho eso, Hermione corrió alejándose lo más posible del lugar. El cuervo siguiéndola como su fiel guardián.

(La niña ignoraba que el deseo de su corazón, aquella fantasía que no quería volver a ver, sería lo que le daría más tarde la respuesta a lo que ella tanto buscaba.)






[...]













Harry nunca había creído que pudiera existir un chico al que detestara más que a Dudley, pero eso era antes de haber conocido a Draco Malfoy. Sin embargo, los de primer año de Gryffindor sólo compartían con los de Slytherin la clase de Pociones, así que no tenía que encontrarse mucho con él.

O, al menos, así era hasta que apareció una noticia en la sala común de Gryffindor, que los hizo protestar a todos. Las lecciones de vuelo comenzarían el jueves... y Gryffindor y Slytherin aprenderían juntos.

-Perfecto -dijo en tono sombrío Harry-. Justo lo que siempre he deseado. Hacer el ridículo sobre una escoba delante de Malfoy.

Harry deseaba aprender a volar más que ninguna otra cosa.

Hermione, sentada en el enorme sofá en medio de Fred y George-lo que no era un sorpresa cuando estaban en la sala común y los gemelos no estaban ocupados haciendo bromas-, siguió leyendo su nuevo libro sobre tradiciones mágicas que le había enviado él señor R. Que, a propósito, le enviaba un regalo cada semana y una carta cada dos días preguntando por ella, su salud y sus planes.

Por supuesto, las respuestas eran enviadas el mismo día y Hermione podía presumir de tener una noche sin pesadillas desde que comenzó a beber una pequeña dosis de poción sin sueños cada noche. La primera otorgada por Snape-lo que fue una pequeña dosis para dos noches-, y la segunda enviada por él señor R-que era una poción para un mes completo, pero que Hermione usaba cada dos o tres días.

-Honestamente, Harry, con tu suerte me preocuparía más por no romperme la nariz. -Hermione comentó, olvidando que ella y Harry todavía no eran amigos.

Él niño frunció el ceño, mirándola. -¿Mi suerte?

Hermione asintió todavía sin mirarlo, inmersa en la lectura.

-Tienes una suerte terrible, ¿todavía no te has dado cuenta? -dijo con extrañeza. Su ceño se frunció, ladeó la cabeza y luego se sumergió aún más en la lectura, concentrada.

Harry la miró sin saber que decirle. En cierta parte, Hermione Granger tenía razón, desde que era pequeño gozaba de una suerte terrible. Sin embargo, romperse la nariz... La clase no sería tan peligrosa, ¿o si?

-No le hagas caso a Granger, Harry. -Ron dijo, mirándola con molestia. -Solo esta metiéndose donde no la llaman, como toda una metiche.

Hermione alzo la nariz altivamente ignorándolo.

-Mejor preocupate por lo que te paso en la cara. -Ron declaró, mirando la pequeña bandita en la mejilla de la niña.

Ella se tensó, el cuervo sobre su cabeza grazno de forma amenazante a Ron, mirándolo como si se le fuera a lanzar encima en cualquier momento.

Hermione, en ese momento decidió ignorar a Ron por su bien mental y emocional. Los gemelos miraron la mejilla de la niña y al cuervo con el ceño fruncido.

-Tú amigo el cuervo, Hermione, -comentó Fred.

-es un poco peligroso, ¿No crees? -siguió George, tocando cuidadosamente la mejilla herida y vendada.

El cuervo pellizco la mano de George, graznando de una manera poco amistosa.

-¡Casi le saca un dedo a George! -Fred dramatizó.

-¡Casi me quedó sin dedo! -George exageró.

Hermione suspiró. -Ustedes dos son unos tontos dramáticos.

Dejó su libro de lado y tomó con sus manos al cuervo, quien grazno quejándose.

-Reggie, no les hagas caso. -pidió. Luego miró a los gemelos. -Y Reggie no es peligroso, él solo me protege.

-Tratando de matarte, vaya forma de protegerte. -murmuró Ron, que había estado escuchando.

Hermione le frunció el ceño. Ron hizo una mueca y se giró hacía Harry.

Los gemelos los miraron con curiosidad, primero a su hermano con ojos inteligentes y luego a Hermione con una mirada que parecía planear algo, para después compartir una mirada entre ellos y sonreír.

-Además, no sabes aún si vas a hacer un papelón. -dijo razonablemente Ron a Harry-. De todos modos, sé que Malfoy siempre habla de lo bueno que es en quidditch, pero seguro que es pura palabrería.

La verdad es que Malfoy hablaba mucho sobre volar. Se quejaba en voz alta porque los de primer año nunca estaban en los equipos de quidditch y contaba largas y jactanciosas historias, que siempre acababan con él escapando de helicópteros pilotados por muggles. Pero no era el único: por la forma de hablar de Seamus Finnigan, parecía que había pasado toda la infancia volando por el campo con su escoba.

Hasta Ron podía contar a quien quisiera oírlo que una vez casi había chocado contra un planeador con la vieja escoba de Charles.

Todos los que procedían de familias de magos hablaban constantemente de quidditch. Ron ya había tenido una
gran discusión con Dean Thomas, que compartía el dormitorio con ellos, sobre fútbol. Ron no podía ver qué tenía de excitante un juego con una sola pelota, donde nadie podía volar.

Harry había descubierto a Ron tratando de animar un cartel de Dean en que aparecía el equipo de fútbol de West Ham, para hacer que los jugadores se
movieran.

Neville no había tenido una escoba en toda su vida, porque su abuela no se lo
permitía. Harry pensó que ella había actuado correctamente, dado que Neville se las ingeniaba para tener un número extraordinario de accidentes, incluso con los dos pies en tierra.

Hermione Granger, por otra parte, estaba demasiado despreocupada por las clases de vuelo como lo estaría alguien experimentado. Lo que hacía a Harry pensar en dos cosas: O Hermione, a pesar hija de muggles, ya sabía volar una escoba. O a ella realmente no le importaba volar una.

Y por como había actuado la niña en clases desde que ingresaron a Hogwarts, parecía que era lo segundo. A ella no le importaba, aún así, ella misma había leído en el desayuno del jueves estúpidas notas sobre el vuelo que había encontrado en un libro de la biblioteca, llamado Quidditch a través de los tiempos.

Neville estaba pendiente de cada palabra, desesperado por encontrar algo que lo ayudara más tarde con su escoba, pero todos los demás se alegraron mucho cuando la lectura de Hermione fue interrumpida por la llegada del correo.

Harry no había recibido una sola carta desde la nota de Hagrid, algo que Malfoy ya había notado, por supuesto.

La lechuza de Malfoy siempre le llevaba de su casa paquetes con golosinas, que el muchacho abría con perversa satisfacción en la mesa de Slytherin.

Un lechuzón entregó a Neville un paquetito de parte de su abuela. Lo abrió excitado y les enseñó una bola de cristal, del tamaño de una gran canica, que parecía llena de humo blanco.

-¡Es una recordadora! -explicó-. La abuela sabe que olvido cosas y esto te dice si hay algo que te has olvidado de hacer. Mirad, uno la sujeta así, con fuerza, y si se vuelve roja... oh... -se puso pálido, porque la recordadora súbitamente se tiñó de un brillo escarlata-... es que has olvidado algo...

Neville estaba tratando de recordar qué era lo que había olvidado, cuando Draco Malfoy, que pasaba al lado de la mesa de Gryffindor, le quitó la recordadora de las manos.

Harry y Ron saltaron de sus asientos. Y Hermione había fruncido el ceño quitando la mirada de su libro.

En realidad, Harry deseaban tener un motivo para pelearse con Malfoy, pero la profesora McGonagall, que detectaba problemas más rápido que ningún otro profesor del colegio, ya estaba allí.

-¿Qué sucede?

-Malfoy me ha quitado mi recordadora, profesora.

Con aire ceñudo, Malfoy dejó rápidamente la recordadora sobre la mesa.

-Sólo la miraba -dijo, y se alejó, seguido por Crabbe y Goyle.

Pero para Harry no había pasado desapercibido que Malfoy había intercambiado una mirada con Hermione Granger y que ambos se habían sonreído.

(Aquello le hizo sentir una ligera molestia en el pecho, como si le hubieran traicionado, pero Harry no supo por qué.)

Aquella tarde, a las tres y media, Harry, Ron y los otros Gryffindors bajaron corriendo los escalones delanteros, hacia el parque, para asistir a su primera clase de vuelo.

Era un día claro y ventoso. La hierba se agitaba bajo sus pies mientras marchaban por el terreno inclinado en dirección a un prado que estaba al otro lado del bosque prohibido, cuyos árboles se agitaban tenebrosamente en la distancia.

Los Slytherins ya estaban allí, y también las veinte escobas, cuidadosamente alineadas en el suelo. Harry había oído a Fred y a George Weasley quejarse de las escobas del colegio, diciendo que algunas comenzaban a vibrar si uno volaba muy alto, o que siempre volaban ligeramente torcidas hacia la izquierda.

Entonces llegó la profesora, la señora Hooch. Era baja, de pelo canoso y ojos amarillos como los de un halcón.

-Bueno ¿qué estáis esperando? -bramó-. Cada uno al lado de una escoba. Vamos, rápido.

Harry miró su escoba. Era vieja y algunas de las ramitas de paja sobresalían formando ángulos extraños.

-Extended la mano derecha sobre la escoba -les indicó la señora Hooch- y decid «arriba».

-¡ARRIBA! -gritaron todos.

La escoba de Harry saltó de inmediato en sus manos, pero fue uno de los pocos que lo consiguió. La de Hermione Granger no hizo más que rodar por el suelo y la de Neville no se movió en absoluto. Pero a Hermione Granger claramente no le importaba que su escoba no le obedeciera, ante los ojos de Harry casi parecía que ella odiaba volar.

«A lo mejor las escobas saben, como los caballos, cuándo tienes miedo... O cuando no te importan.», pensó Harry, y había un temblor en la voz de Neville que indicaba, demasiado claramente, que deseaba mantener sus pies en la tierra.

Luego, la señora Hooch les enseñó cómo montarse en la escoba, sin deslizarse hasta la punta, y recorrió la fila, corrigiéndoles la forma de sujetarla. Harry y Ron se alegraron muchísimo cuando la profesora dijo a Malfoy que lo había estado haciendo mal durante todos esos años.

-Ahora, cuando haga sonar mi silbato, dais una fuerte patada -dijo la señora
Hooch-. Mantened las escobas firmes, elevaos un metro o dos y luego bajad
inclinándoos suavemente. Preparados... tres... dos...

Hermione rápidamente miró a Neville, recordando lo que había ocurrido esa clase.

-Neville, espera un poco... -ella dijo, alarmada, bajando de su escoba y acercándose a él.

Pero Neville, nervioso y temeroso de quedarse en tierra, dio la patada antes de que sonara el silbato.

-¡Vuelve, muchacho! -gritó la señora Hooch, pero Neville subía en línea recta, como el corcho de una botella... Cuatro metros... seis metros...

Harry le vio la cara pálida y asustada, mirando hacia el terreno que se alejaba, lo vio jadear, deslizarse hacia un lado de la escoba y... BUM... Un ruido horrible y Neville quedó tirado en la hierba. Su escoba seguía subiendo, cada vez más alto, hasta que comenzó a torcer hacia el bosque prohibido y
desapareció de la vista.

La señora Hooch se inclinó sobre Neville, con el rostro tan blanco como el del chico.- La muñeca fracturada -la oyeron murmurar -. Vamos, muchacho... Está bien... A levantarse.

Se volvió hacia el resto de la clase.

-No debéis moveros mientras llevo a este chico a la enfermería. Dejad las
escobas donde están o estaréis fuera de Hogwarts más rápido de lo que tardéis en decir quidditch. Vamos, hijo.

Neville, con la cara surcada de lágrimas y agarrándose la muñeca, cojeaba al lado de la señora Hooch, que lo sostenía.

Casi antes de que pudieran marcharse, Malfoy ya se estaba riendo a carcajadas.

-¿Habéis visto la cara de ese gran zoquete?

Los otros Slytherins le hicieron coro. Hermione apretó los labios, enfadada. ¿Cómo podía Draco reírse de algo como eso? ¡No estaba bien!

-¡Cierra la boca, Malfoy! -dijo Parvati Patil en tono cortante.

-¡Cállate, Malfoy! -Hermione exclamó casi al mismo tiempo.

Él niño de cabellos rubios frunció el ceño. -No entiendo porque te molesta, Granger. -declaró en voz baja, luciendo enfadado y casi herido.

Ambos niños se miraron con molestia, pareciendo querer decirse mucho con esas miradas.

(Sin que pudiese evitarlo, una pequeña sonrisa se dibujó en los labios de Harry Potter y sus ojos brillaron contentos.)

-Oh, ¿estás enamorada de Longbottom? -dijo Pansy Parkinson, una chica de Slytherin de rostro duro-. Nunca pensé que te podían gustar los gorditos llorones, Parvati. Aunque de Granger me lo esperaba, después de todo, siempre andan juntos.

Hermione pasó a mirarla.

-Cierra la boca si no quieres que te la cierre, Parkinson. -advirtió peligrosamente.

Pansy la miró desafiante. -Intentalo, Granger.

-¡Mirad! -dijo Malfoy de pronto, agachándose y recogiendo algo de la hierba-. Es esa cosa estúpida que le mandó la abuela a Longbottom.

La recordadora brillaba al sol cuando la cogió.

-Trae eso aquí, Malfoy -dijo Harry con calma. Todos dejaron de hablar para observarlos.

Malfoy sonrió con malicia.

-Creo que voy a dejarla en algún sitio para que Longbottom la busque... ¿Qué os parece... en la copa de un árbol?

-Draco, no. -Hermione advirtió. -Eso no esta bien. -él niño arrugó la nariz, ignorándola.

-¡Tráela aquí! -rugió Harry, pero Malfoy había subido a su escoba y se alejaba.

No había mentido, Draco sabía volar. Desde las ramas más altas de un roble lo llamó:

-¡Ven a buscarla, Potter!

Harry cogió su escoba.

«Maldita sea.», gruñó Hermione en su mente. Sabía que todo resultaba bien al final, pero cabía la posibilidad de que esta vez no fuese así.

Las ideas rápidamente rondaron su mente. Tenía opciones. La primera) mostrar que sabía mas hechizos de lo que debería y llamar la atención más de lo debido. La segunda) amenazarlos hasta que le tuviesen miedo y bajarlos. La tercera) Tomar una escoba y bajarlos ella misma.

La tercera opción quedaba descartada por obvias razones. La primera debía descartarla también, usar su conocimiento sería solo en situaciones de emergencia.

Por lo que le quedaba la segunda.

Bien, ella trataría de hacer lo posible.

-¡No! -les gritó Hermione. -¡Si no bajan ahora, juro que los hechizaré a tal punto que Snape sentirá pena por ustedes dos! -amenazó.

Los niños a su alrededor se alejaron un poco de ella.

-¡Y Madam Pomfrey deberá llevarlos a San Mungo para curarlos! ¡Sabrán lo que es vomitar babosas y tener granos donde no les llega el sol, se los juró! ¡Incluso convenceré a Fred y George Weasley de hacerles bromas durante todo un mes!

Pero ninguno le hizo caso. Incluso cuando ambos interiormente sintieron un ligero miedo hacía la pequeña bruja.

Gritos y gemidos de algunas chicas se oyeron, seguido de una exclamación llena de admiración de Ron.

Hermione sacó su varita, preparada para realizar un hechizo amortiguador en caso de que alguno de los niños se cayera.

Harry dirigió su escoba para enfrentarse a Malfoy en el aire. Éste lo miró asombrado.

-¡Déjala -gritó Harry- o te bajaré de esa escoba!

«A mi me gustaría bajarlos a los dos de esas escobas...», pensó Hermione mirándolos peligrosamente.

-Ah, ¿sí? -dijo Malfoy, tratando de burlarse, pero con tono preocupado.

Harry se inclinó hacia delante,
cogió la escoba con las dos manos y se lanzó sobre Malfoy como una jabalina.
Malfoy pudo apartarse justo a tiempo, Harry dio la vuelta y mantuvo firme la escoba. Abajo, algunos aplaudían.

-Aquí no están Crabbe y Goyle para salvarte, Malfoy -exclamó Harry. Parecía que Malfoy también lo había pensado.

-¡Atrápala si puedes, entonces! -gritó. Tiró la bola de cristal hacia arriba y bajó a tierra con su escoba.

Hermione le dio una mirada fulminante antes de fijarse en Harry nuevamente con la varita en su mano, atenta ante la más mínima señal de caída.

-¡HARRY POTTER!

Hermione dio un brinco asustada, guardando su varita rápidamente..

La profesora McGonagall corría hacia
ellos.

-Nunca... en todos mis años en Hogwarts...

La profesora McGonagall estaba casi muda de la impresión, y sus gafas
centelleaban de furia.

-¿Cómo te has atrevido...? Podrías haberte roto el cuello...

Hermione sabía lo que pasaría, pero en el fondo rogaba anhelantemente que regañaran o castigaran a Harry por su imprudencia. ¡Él pudo haberse lastimado!

-No fue culpa de él, profesora...

-Silencio, Parvati.

-Pero Malfoy...

-Ya es suficiente, Weasley. Harry Potter, ven conmigo.

Hermione pasó a mirar a Malfoy, quien sonreía triunfal junto a Crabbe y Goyle.

-Draco Malfoy... -ella susurró a su lado, en una voz baja y mortal parecida a la de Minerva cuando estaba enfadada.

Él niño se tensó, mirándola de reojo.

-Realmente espero que tengas excusas para tu imprudencia... O te golpearé.

Draco la miró rápidamente, luciendo asustado y pareciendo no importarle que los demás niños lo viesen hablar con una hija de muggles, o peor, una Gryffindor.

-No serías capaz... -dijo, mirándola con sus ojos grises preocupados. -¡No puedes golpear a un amigo!

Hermione colocó sus manos en su cintura, ignorando el hecho de que Malfoy se había proclamado amigo frente a todos, sobre todo cuando fue él quien quiso ocultar que eran amigos al principio.

(Pero ninguno de los dos niños fue consciente de los murmullos entre los niños a su alrededor, quienes lo habían mirado con curiosidad al ver tan rara interacción.)

-¡Pudiste haberte lastimado! -le reclamó Hermione.

-Pero no me lastime, ya ves. -Draco respondió. -Tengo demasiada experiencia en el vuelo como para lastimarme, ¿O no has oído mis historias de cuando he escapado de helicópteros muggles? -dijo pomposamente.

-Eso es una grande tontería. -Hermione gruñó, apuntándole con el dedo. -Pero, de todos modos, deberías dejar de buscar problemas. Eso no está bien, ¡Y no molestes a Neville! ¡Él nunca te ha hecho nada malo!

Draco frunció el ceño en desacuerdo. -Es un Gryffindor y amigo de Potter, eso es lo suficientemente malo.

Hermione negó, suspirando. -Yo también soy Gryffindor, y de todos modos, ¡Deja de molestar a los demás! ¡O sé lo diré al profesor Snape!

-Pero al profesor Snape no le agradas, Gran-ger. -Draco le recordó, sonriendo con burla.

La niña bufó. Probablemente era verdad, incluso si el la había consolado antes, de todos modos, seguramente Snape no era de esos profesores que ignorarían que uno de sus alumnos pudo haber muerto imprudentemente por querer hacerse el tonto y ser malo frente a los demás.

O al menos, eso esperaba.

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