Si te amo, ¿a ti qué te impor...

By ElizhesPromise

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Dos grupos, una cafetería y amor, odio, celos, admiración, envidia, anhelo, traición, seducción, decepción, l... More

(0) Info básica, perfiles de personajes
(1) Un príncipe
(2) Sin palabras
(3) Libro cerrado
(4) El café me sabe a ti
(5) La fruta de la tentación
(6) Nada
(7) El otro lado de la moneda
(8) Pesadilla
(9) Como visto a través de un espejo
(10) Preguntas y comparaciones
(11) Recuerdos para cambiar
(12) La tan esperada noche
(13) Al menos...
(14) Ardientemente
(15) Nada de personajes y libros, solo tú y yo
(16) Tristeza, vacío y añoranza
(17) Tiempo congelado
(18) Ayuda inesperada
(19) Pasado, presente...
(20) ... y futuro
(21) Nuevo capítulo
(22) Lo que tú mereces
(23) Pequeñas victorias
(24) Conversaciones necesarias
(25) Bajo la manta
(26) Sub rosa
(27) Ideas entrelazadas
(29) Un príncipe y su ángel
Agradecimientos

(28) Un poco de ti en mí

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By ElizhesPromise

Apretó el paso, se estaba haciendo tarde y aún le quedaba mucho por hacer y preparar. No podía creerse que sus hyungs le hubieran tenido que despistar y retrasar justo aquel día. Había bajado de casa con tiempo más que de sobra para llegar pronto. Pero no. Tenían que pedirle un favor justo en aquel momento. Le habían prácticamente forzado a que acudiera a la copistería en la que habían encargado los presupuestos para las impresiones del trabajo y las ediciones de la investigación. Jimin les había explicado la situación, intentando hacerles entender que podría ir cualquier otro día, que prometía encargarse al día siguiente o cuando hiciera falta; pero que, por favor, no le retrasaran en su horario aquel día. Sin embargo, Namjoon había insistido "Tienes que entenderlo, Jimin, me han dicho que los presupuestos deberían haberles llegado directamente de la imprenta hace días, pero no saben nada. No podemos permitirnos dar mala imagen ahora cuando tanto está en juego". Lo entendía, estaba de acuerdo. Si lo pensaba racionalmente sabía que si andaba rápido y el dependiente no le entretenía, tendría tiempo más que suficiente para hacer todo sin demorarse demasiado...

Viendo que no podría negarse, terminó accediendo y cambiando el rumbo de sus pasos. "Debería haberme dejado el teléfono en casa" pensó. "Así no habría tenido que coger estúpidas videollamadas de grupo". Siguió maldiciendo durante el resto del camino a sus amigos, y, por el resto del camino se refería al de ida hacia la copistería, hacia el resto de los recados y después de vuelta a casa. Porque, por supuesto, había llegado tarde a su cita y había recibido una reprimenda del recepcionista, había tenido que esperar porque otra persona había sido atendida en su lugar para ahorrar tiempo y ahora llevaba prácticamente una hora de retraso. Una hora.

Ya había anochecido hacía rato, claro, por supuesto. Las bolsas de plástico cargadas hasta los topes cortaban la circulación de sus dedos, su bufanda se había descolocado cayendo por detrás de su espalda de una forma bastante incómoda y tuvo que detenerse tres veces a recolocarse la boina para cubrirse correctamente la cabeza. Quería patalear de la frustración.

Cuando ya casi podía ver su edificio dibujarse en la distancia recordó que tenía que llamar a Jungkook para avisarle. Se colocó a un lado de la calle donde pudiera molestar la menor cantidad de viandantes posibles, apoyó las bolsas en el suelo y decidió enviarle un mensaje de audio para no entretenerse aún más. Se aclaró la garganta intentando que la frustración no se colase por ningún recoveco. Su ángel no tenía la culpa de su falta de previsión y organización, ni de que sus hyungs hubieran decidido ser así de oportunos.

El joven le respondió con presteza con un rápido "Ok! <3". Jimin enarcó una ceja... Algo le había parecido raro de aquella respuesta... Esperaba que su ángel no estuviera molesto porque le estuviera haciendo esperar; aunque le había avisado de que probablemente llegaría tarde... Quizá simplemente ya estuviera ocupado arreglándose o haciendo otra cosa y tampoco pudiera alargarse más... Intentó quitarse aquella idea de la cabeza y dejar de preocuparse. Aquello solo le retrasaría aún más.

El ascensor tardó en bajar a recogerle y Jimin maldijo su existencia en todas las lenguas que conocía. Realmente parecía que los astros se habían puesto de acuerdo para que aquel día todo estuviera en su contra y le hiciera llegar absurdamente tarde. Al salir de aquel estúpidamente lento cubículo del demonio, se detuvo un momento. ¿Qué había sido aquel ruido? Se paró unos segundos, pero no se volvió a oír nada. De todas formas, sería algún vecino. Era raro porque apenas se les escuchaba nunca, en ciertos momentos casi había estado seguro de que vivía solo en aquel edificio; pero probablemente solo fuera por la amplitud de las casas que el sonido se perdía dentro de ellas.

Dejó las bolsas en sus pies y marcó el código de la puerta. Entró y dejó todo lo que había traído desparramado por el suelo mientras se agachaba a descalzarse y entonces se quedó paralizado, agarró su botín dispuesto a lanzarlo hacia donde venía el ruido de pasos que se acercaba cada vez más hasta que allí estaba, con una sonrisa de oreja a oreja, dos adorables coletas y un paño en la mano:

—¡Ya estás en casa!

—¿Jungkook? ¿Qué...?

Sin embargo, no pudo terminar la pregunta porque el moreno se lanzó hacia él a abrazarlo. Jimin se quedó congelado un momento y después le devolvió el gesto aún sin entender nada. El más joven se puso de pie y le ayudó a levantarse de nuevo.

—¡Espera aquí dos minutos y cuando te diga "ya" entras! ¿Vale? —pidió mientras se alejaba caminando hacia atrás.

—¿Cómo has entrado? —preguntó, sin embargo, Jimin.

—Ahora no. Di, ¿vale o no?

—Sí, sí, está bien.

El mayor se quitó el abrigo con calma, intentando tranquilizar el ritmo frenético de su corazón y lo colgó en el perchero. ¿Jungkook se le había adelantado? Volvió a colocarse la boina que por un momento había temido que hubiera terminado en el suelo. ¿Por eso le había respondido de forma escueta? ¿Sabía que le había mentido?

Comprobó con desaliento como su atuendo no era, ni por asomo, adecuado para el momento. Solo había podido ver por encima la ropa de su ángel; pero podía decir que iba bastante arreglado. Llevaba un top ajustado de lo que parecía terciopelo de aquel rosa pastel que le sentaba tan bien, con una cinta negra de bies satinada en la parte superior y una gran cruz que caía en medio del pecho; debajo llevaba una camisa de encaje negro y, por lo que había podido ver, la parte de abajo eran unos pantalones de cintura alta que se acampanaban a partir de la rodilla. Se corrigió, no parecía ir bastante arreglado; estaba deslumbrante. Debía estar preparando algo especial y él iba simplemente en unos pantalones chinos negros y un jersey calentito de ochos. ¿Por qué había escogido algo tan burdo?

—¡Ya!

Con pasos temblorosos se encaminó hacia el salón y lo que allí encontró lo dejó sin aliento. Toda la sala estaba adornada con flores rosas y negras de tela, pétalos de estas marcaban el camino en el suelo hacia la mesa perfectamente armada. La luz estaba ajustada de forma que fuera sutil y las velas colocadas en el candelabro junto a los platos y las copas completaran la iluminación necesaria. A la belleza visual se le sumaba un pequeño hilo musical para dar ambiente y el delicioso olor de la comida que probablemente viniera de la cocina. Jungkook estaba al lado de una de las sillas, con las manos sobre esta, expectante. Jimin no se movió y comenzó a llorar en silencio.

—¿Hyung? —se acercó el más joven en un par de zancadas.

—Es perfecto. Todo es perfecto.

Le abrazó con fuerza, con tanta que ambos casi se quedaron sin respiración. Ni por lo más remoto se le hubiera ocurrido que le esperaba en casa algo así. Toda la frustración, la impotencia y el resto de malos sentimientos que se habían encadenado a sus tobillos que habían tratado de andar lo más rápido posible sin éxito, se habían esfumado en el aire. Solo sentía amor, un amor puro e inmenso como el cielo. Permanecieron así, con sus cuerpos constreñidos por las emociones y los brazos del otro durante largo rato, hasta que Jungkook besó su mejilla y deshizo el abrazo.

—Hyung, me encantaría pasar la noche así, pero... he preparado...

—Gracias —le interrumpió Jimin—. ¿Sería posible...? ¿Quizá me daría tiempo...?

Jungkook había organizado aquello poniendo el máximo esfuerzo y cuidando cada detalle. Ahora que se podía fijar incluso había traído un mantel que parecía mezclar sus dos personas, igual que lo había hecho con su vestimenta, parecía que había intentado poner en todo un poco de ambos, un poco de encaje, elegancia y sobriedad propias del mayor y un poco de rosa, delicadeza y suavidad propias del moreno; era una combinación perfecta. Jimin quería estar a la altura, también.

—¿A qué?

—A ponerme algo más adecuado.

—Ah, sí, ¡claro! Iré a por el vino, pero no tardes, por favor.

Jimin se dio la vuelta y casi corrió hacia su habitación mientras el más alto se quedaba atrás sonriéndole con la nariz arrugada. Movió con violencia las perchas de un lado a otro, intentando buscar una camisa adecuada. No iba a cambiarse entero; pero, al menos, quería una camisa bonita. Terminó decantándose por una que hacía tiempo que no llevaba. Era negra, por supuesto, de algodón con las mangas algo abullonadas que fluían hasta la parte final del antebrazo donde se cerraban con cuatro botones que las aseguraban y conseguían que se adaptaran a la forma de sus muñecas. La parte central tenía algo parecido a un brocado, que solo se apreciaba con cierta luz, probablemente no se apreciaría bien con lo tenue que era la iluminación de las velas; pero no le importaba mucho. Por delante se abotonaba con pequeñas perlitas plateadas acompañadas hasta arriba por pequeñas cadenetas y adornos. El cuello quedaba bastante erguido y pegado a la garganta; aunque las solapas de este bajaban hasta casi las clavículas, de debajo salía una tela más suave que asemejaba a un pañuelo y que no llegaban a ser chorreras.

Jimin, por su parte, a diferencia de Jungkook se había decantado por el contraste.

Se aseguró de que su sorpresa siguiera intacta y se dirigió de vuelta al salón, donde Jungkook lo esperaba detrás de de las sillas de nuevo, habiendo colocado una botella de vino en la mesa tras servirles dos copas. Esta vez, caminó con paso decidido. No era lo que había planteado, pero era el momento.

—Ángel, antes de que comiences con tu sorpresa, necesito decir algo. No quiero arruinarla y quedará constancia siempre de que te me adelantaste; pero quería decir que yo también estaba preparando algo para hoy. Como no deseo que parezca que he hecho esto en respuesta a algo, sino por un impulso de mi corazón... —Jimin no pudo continuar, preso de repente de un profundo nerviosismo y algo de inseguridad. Quería hacer aquello, estaba hecho, en realidad, pero...

—¿Qué es esto? ¿Qué has hecho? —preguntó el más joven muerto de los nervios, también.

—Quería demostrarte que te amo, te amo y te amo. Que estoy orgulloso de quién eres y de todo lo que me has hecho crecer, de la huella que has dejado en mí y, por eso, he hecho esto.

Jimin tomó aire profundamente, cerró los ojos y, por fin, se retiró su boina del cabello. Jungkook contuvo la respiración también, atónito ante lo que veían sus ojos.

—Hyung, tú...

Uno de los mechones que habían tomado ya la forma del gorro, cayó sobre su frente.

Jimin lo vio.

Jungkook lo vio.

Era rosa.

Tic. Tac. Solo el reloj de cuco del pasillo sonaba a lo lejos, la música se había parado en algún momento también, como si se hubiera unido a la escena y estuviera esperando con expectación. Ambos se quedaron paralizados, de nuevo. El mayor, absolutamente aterrorizado ante la falta de respuesta. El más alto, incapaz de conseguir que una sola palabra, un sonido, siquiera el aire saliera de su cuerpo. Sus ojos se volvieron acuosos y, una vez más, se lanzó a abrazar al mayor. No podía creerlo.

—No puedo creerlo.

—Yo tampoco —rio Jimin con nerviosismo—. Dime que te gusta, dime lo que piensas, por favor.

—Es que no... ¿No tengo palabras? Sé... cuánto odias el rosa y cuánto valoras tu imagen... Yo...

Jungkook lo apretó contra sí y besó su pelo muchas veces, tantas que ambos perdieron la cuenta. Todavía olía a tintes y a amoniaco, pero le daba igual. Aquella era solo otra prueba de que era real, del paso que Jimin había dado por él. Otro más.

—Todo eso da igual, quería que vieras que no era solo palabrería, que te amo de verdad.

—Te amo.

Se besaron de una forma que no se habían besado hasta entonces. Ni siquiera aquel día bajo la lluvia. Aquel beso fue diferente, ya no eran promesas de futuro que los oteaban asustadas desde el horizonte, desde la distancia; era, en cambio, un hecho real, una muestra de que ambos, cada uno a su forma, habían dejado entrar al otro en sus corazones, cambiándolo todo para siempre, entremezclándose de forma que ya solo eran uno.

—Te amo —repitió Jimin, paladeando cada letra.

—Te amo.

Era algo que no se habían dicho de nuevo y les sorprendía a ambos. Se habían repetido que estaban enamorados, cuánto se importaban, cuánto estaban dispuesto a hacer el uno por el otro; sin embargo, hasta aquel momento no habían vuelto a pronunciar en alto aquellas palabras mágicas, como si las estuvieran guardando para ese instante.

—Supongo que ya no tiene sentido esperar a después de cenar —suspiró Jungkook, separándolos de nuevo y tomando el rostro de Jimin entre sus manos—. Park Jimin, oficialmente te lo pido, ¿quieres ser mi novio?

—Por supuesto que quiero.

Esta vez, para sorpresa de ambos, no lloraron. Solo se sonrieron con los rostros muy cerca el uno del otro. Jimin levantó sus manos, imitando la pose del más alto. Se miraron a los ojos con una felicidad infinita que rebotaba en sus pupilas, ida y vuelta. Jungkook finalmente, besó la frente del mayor, y apoyó la suya propia en el mismo sitio que había besado.

—La cena —recordó Jimin.

—La cena, sí.

El moreno le tomó de la mano y le condujo hasta su asiento, se lo mostró con un movimiento fluido de su brazo, que aprovechó para agarrar la silla y echarla hacia atrás, el ahora pelirrosa agachó su cabeza ligeramente agradeciendo el gesto y se sentó, dejando que Jungkook le ayudara a acercar la silla.

—Espera aquí, ya sirvo todo.

Volvió en un suspiro, haciendo equilibrios con los platos que no solo olían a las mil maravillas, sino que, además, tenían una presentación preciosa. Mientras los colocaba en su lugar murmuró algo como "He estado viendo vídeos y practicando". Jimin sintió que su cuerpo se inundaba de ternura. Era algo que parecía tan propio de él. El mayor creía que se iba a sentar; sin embargo, volvió corriendo (o, más bien, dando pequeños saltitos) a la cocina, de donde retornó una vez más con cara de concentración. Entre sus platos descansaban ahora tres pequeñas bandejas con japchae, bulgogi de ternera y kimchi jjigae.

—¿Has hecho todo esto solo?

Jungkook se afanó en colocar la mesa de nuevo de forma estética. De forma que todo estuviera accesible, pero ordenado.

—Sí... ¿Es mucho? Sé que ya te preparé japchae en su momento; pero... quería demostrarte que he practicado y mejorado para hacértelo esta noche, ¿un poco como nosotros? Esta cena... todos los platos tienen un significado.

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Jungkook llegó cargado a la manzana donde se encontraba el edificio de Jimin. Supuestamente estaba en la universidad, pero aun así no quería arriesgarse a que le descubrieran. Escribió a Yoongi una vez más. En aquel punto estaba seguro de que iba a terminar bloqueándole por pesado; pero sorprendentemente le respondió con paciencia. Se alegró de haber preguntado, pues el mayor aún seguía en casa. Le resultó extraño, pero quizá se hubiera retrasado la reunión o algo así... Esperaba que no se le hiciera muy tarde. No obstante, Yoongi no tuvo más remedio que confirmarle que Jimin no estaba en la universidad, ni iba a estar en todo el día; aunque no podía decirle los motivos. Sin embargo, se veía en la obligación de avisarle para que supiera que probablemente no contara con tanto tiempo como había esperado en un principio. "Bueno, eso lo complica todo un poco; pero lo sacaré adelante".

Cuando Jimin se hubo alejado lo suficiente como para no poder distinguirlo si se daba la vuelta, Jungkook entró en su edificio intentando no llamar mucho la atención. Utilizó el ascensor y tuvo que pararse en la puerta de la casa a comprobar una vez más el código. Se lo había aprendido de memoria; pero, con los nervios, no confiaba en ella y no quería bloquear el aparato o que saltara la alarma. Una vez dentro de la casa, se sintió raro, como si fuera un intruso. En cierta forma lo era, estaba literalmente allanando la morada de Jimin; pero era por una buena causa.

Desplegó las verduras cortadas en pequeñas tarteras por las distintas encimeras, la carne, las frutas para el postre. Intentó buscar las sartenes y ollas que necesitaba; pero en una cocina tan sumamente grande era casi imposible. Si bien era cierto que la pequeña islita era muy cómoda para ir desahogando las encimeras que estaba usando al apartar elaboraciones ya terminadas o ingredientes a los que todavía les quedaba un rato para ser utilizados, tener tantas cosas y tanto hueco estaba haciendo que se le complicara todo. Llevaba más de diez minutos y apenas había puesto una sartén en el fuego.

Volvió a ponerse en contacto con Yoongi para explicarle la situación. Este le prometió que trataría de entretener a Jimin lo máximo posible, pero que no podía esperar que hiciera milagros. De todas formas, le confirmó que pediría al resto del grupo que colaboraran con "la misión". Jungkook se lo agradeció y, absolutamente abochornado antes de que el otro dejara de prestar atención al móvil durante las siguientes tres horas, le preguntó si podía orientarlo en aquella monstruosa cocina. El mayor no recordaba todos los detalles de la distribución; pero sí los suficientes como para darle unas cuantas indicaciones de dónde debería estar la vajilla bonita, la arrocera, la batidora y demás útiles que necesitaba.

Dejó los cuatro fuegos funcionando y la arrocera conectada en lo que se dirigió al salón para colocar todas las decoraciones y arreglar la mesa. Sacó el mantel que había conseguido para la ocasión. Bueno, que se había robado de casa de sus hyungs con la ayuda de Tae. Había comprado unas cuantas flores rosas bordadas que había sujetado con imperdibles de forma que no estropeara la tela, pero sirviera para el propósito que quería. Se había decantado por una temática clara. Quería conseguir que la cena los representara a ambos, pero no de forma contrapuesta, sino, por fin, entremezclados. Era algo difícil, pero esperaba poder hacerlo. El mantel negro y elegante, representaba bien a Jimin, pero tenía pequeñas florecitas como las que él solía usar en el pelo y sus accesorios.

Además, entre viajes a la cocina para añadir, mover, picar, mezclar, etcétera, había colocado flores de tela aquí y allá, en pequeños jarrones, sobre los libros, e incluso había hecho un camino por el suelo. Él no conocía tan bien su lenguaje y lo que representaba cada una como parecía hacerlo su hyung y no había tenido mucho tiempo como para estudiarlo; pero esperaba no haber fallado. Se había decantado rosas negras para Jimin y camelias rosas para él que según Google significaban "Me siento orgulloso de que me hayas elegido a mí. Te querré siempre". No sabía si era real, o si aquel blog se lo habría inventado; pero deseaba que fuera verdad porque, además de ser preciosas, representaban fielmente sus sentimientos.

Había tomado uno de sus candelabros, y había colocado velas rosas en ellos. Se quedó observándolo mientras esperaba que no fuera muy monotemático. Deseaba que no. Aunque ya poco podía hacer al respecto.

Repasó una última vez el camino del suelo que había hecho con las flores que le habían sobrado y se dirigió de nuevo a la cocina, para asegurarse de que todo estaba listo. Cuando llegó, vio que su teléfono se iluminaba con un mensaje de Jimin. Bien, entonces no contaría con más de diez minutos. Esperaba que fuera suficiente para terminar de cocinar. Probablemente tuviera que pedirle otros diez para emplatar todo adecuadamente (no era como si no se hubiera visto todos aquellos vídeos de cocina y de "Consejos para hacer emplatados propios de la alta cocina" para nada).

Miró su menú una última vez con orgullo. Había estado debatiéndolo con Taehyung y, aunque podría haber pedido algo, tenía más significado haberlo cocinado él mismo. Además, en parte eran platos que ya habían comido juntos, el japchae de la primera vez en su casa, el bulgogi que Jimin le había traído aquel día que estaba triste... Quería que, de alguna forma, aquello significara que esos momentos no serían borrados, ni quedarían atrás, que toda su historia les había conducido a donde estaban, a algo nuevo, por eso, había añadido un tercer plato, el kimchi jjigae y el postre que ahora estaba esperándolos en la nevera.

Cuando al fin lo escuchó llegar a casa, apagó los fuegos y olfateó su ropa, esperando oler a comida y no a sudor. No había contado con que, quizá tendría que haber traído otra ropa para organizar todo y luego cambiarse. Pero aquello habría consumido demasiado tiempo. Negó con la cabeza, todo estaba bien. Tomó un paño para secarse las manos y se acercó rápidamente hasta la entrada.

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—¿El plan era asegurarte mi amor una última vez a través de la comida antes de hacerme la pregunta? —Jimin abrió la boca como si fuera a añadir otro comentario, pero la cerró y tapó con su puño izquierdo, aunque a Jungkook le dio tiempo a comprobar que había escondido una pequeña risita.

—¿No tenía tu amor asegurado ya? Ya veo... —dijo mientras entrecerraba los ojos cuestionando la actitud y palabras del mayor—. Además, ¿por qué te ríes?

—Iba a hacer una referencia a un libro, pero recordé lo que me dijiste. Nada de referencias cuando estemos solos o, al menos, cuando sea un momento así.

Lo de conquistar por el estómago, le había recordado instantáneamente a Como agua para chocolate, aunque no fuera exactamente el mismo tipo de historia. En cualquier caso, su cerebro le había ordenado detenerse justo antes de decirlo. Cuando se confesaron, Jungkook le pidió ser el único para él, nada de libros y así sería.

El moreno le miró sonriendo, impresionado por que se hubiera acordado y se hubiera interrumpido a sí mismo por un comentario que había hecho hacía semanas y del que ni él mismo se acordaba hasta que lo había mencionado.

—Eso es.

El más joven hizo ademán de sentarse, pero se quedó parado después de mover su silla.

—Antes se paró la música. Creo que se acabó la playlist que había puesto. ¿Quieres que la vuelva a encender?

—Si has preparado esto con música, supongo que será por algo. Puedes ponerla si quieres; pero con el volumen bajo, si no te importa.

Mientras se dirigía hacia el equipo de música, Jimin lo siguió con la mirada llena de adoración. Había preparado y planeado cada detalle y se recordó a sí mismo que debía intentar prestar atención a las canciones que hubiera seleccionado; pues seguro que tenían algún sentido.

Además, verlo revolotear por su casa, yendo y viniendo con presteza y naturalidad, como una pequeña mariposa por el mismo jardín en el que había vivido siempre, le habría resultado algo impensable un tiempo atrás y, sin embargo, ahora contrario a todo lo que hubiera podido pensar antes, le hacía sentir seguro, porque había encontrado al fin a esa persona con la que abrirse y dejar atrás todo. Jungkook era su persona.

El mayor sintió un nudo en la garganta, pero no quería llorar otra vez. A pesar de que fueran lágrimas de felicidad, ya había llorado suficiente aquella noche. El moreno se sentó al fin y comenzó a servir, por lo que Jimin decidió que ese sería un tema seguro de conversación.

—Sí, estuve planeándolo todo con Tae —se sonrojó al admitirlo—. Quería que todo fuera perfecto, porque tú lo mereces.

—Háblame de cómo lo planeaste.

—Está bien, pero luego tendremos que hablar de las mentiras de alguien, también...

No sabía si hablar de ello le haría sentir algún tipo de incomodidad o vergüenza; pero estaba deseoso de saber cada detalle. Aprendió por el camino que el hecho de que le hubieran retrasado había sido, finalmente, un plan orquestado a propósito y que ahora Yoongi y Jungkook parecían llevarse bien. El último no estaba tan seguro de ello, pero le pidió que volviera a agradecerle al otro toda su ayuda. Esto consiguió, no solo que se disolvieran las últimas gotas de molestia que habían permanecido en su interior después de haber visto todo su horario echado a perder durante la tarde; sino llenarse de gratitud y esperanza. Realmente había un futuro para él en el que sus personas favoritas podrían interactuar. Quizá no quererse de la misma forma en la que él los quería a todos; pero convivir y tener una buena relación.

Sería como la música que estaba sonando. Había canciones familiares y otras que le resultaban totalmente extrañas; pero todas parecían terminar encajando y tener algo en común: Jungkook las había escogido para él. No obstante, a pesar de que era evidente que pensar que él sería lo común que haría entrelazarse todo lo familiar y lo nuevo era demasiado narcisista, no se le ocurría ninguna imagen mejor para explicarlo.

El mayor sentía que iba a reventar después de comer tanto, pero se vio incapaz de dejarse algo en el plato después del esfuerzo que había puesto el joven. Igualmente, no pudo dejar de agasajarlo con cumplidos a sus habilidades culinarias. Este no dejó de sonrojarse. Adorable.

Cuando terminaron el último bocado, el moreno se dio una palmada en la barriga y luego hizo movimientos circulares, Jimin estaba bastante seguro de que había hecho algún comentario sobre lo lleno que se sentía, también; pero su mente se perdió pensando en lo deslumbrante que estaba y cómo deseaba que fueran sus manos las que acariciaran el terciopelo de su ropa.

—¿Hyung?

—Perdón, me he despistado. —Al parecer no estaba haciendo un comentario sin importancia, vaya—. ¿Qué decías?

—Que si quieres ya el postre.

El mayor sostuvo la respiración, esperando que Jungkook le preguntara sobre qué había estado pensando; sin embargo, supuso que por el rubor de sus mejillas y la absolutamente indiscreta dirección de su mirada, se lo podría haber imaginado.

—¿Postre también?

—¡Por supuesto!

—Dime que, al menos, es algo ligero —su tono era casi suplicante. No quería decir que no, pero su estómago le gritaba que no podía hacer hueco para un grano de arroz más.

—Eso es un sí.

Se levantó de nuevo, y mientras se dirigía a la cocina elevó su voz un poco para pedirle comprensión porque tardaría un poco en montarlo todo bien. Antes de llegar a su destino se dio la vuelta y subió el volumen de la música mientras sonreía y decía "Para que no tengas pistas".

Desde el salón, aún sentado y sin haber pronunciado una sola palabra, Jimin oía abrirse y cerrarse cajones, cubiertos chocando y otros ruidos semejantes que quedaban ahogados por la música. Al escuchar un "¿Pero dónde está...?" estuvo a punto de levantarse para sacar al más joven de su miseria y ayudarle a terminar el postre de una vez; sin embargo, se recolocó en la silla y se intentó concentrar en la canción. Si había conseguido preparar todo aquel menú solo, no estaba bien que ahora fuera a quitarle el mérito en el último momento. Aunque tardara media hora, esperaría pacientemente, así que se entretuvo haciendo una pila con los platos y las bandejas, dejándolos a un lado para hacer espacio para el postre.

—Mira lo que es.

Jungkook anunció su llegada haciendo que Jimin abriera los ojos. Se había enfocado tanto en la letra que sus párpados se habían cerrado sin que se diera cuenta.

"Your love is my turning page where only the sweetest words remain", la había escogido a propósito, suponía.

Había cuidado cada detalle. Sí, Jungkook sería la nueva página, no de Mein Traum, sino del libro de su vida, que ya no tenía que escribir solo, a oscuras, asustado. "Every touch is a redefining phrase". Tenía razón, cada momento juntos y cada beso, cada caricia borraba de su cuerpo todas las marcas sombrías y las reemplazaba por nuevos y bellos recuerdos. Parpadeó volviendo al presente y una preciosa copa le esperaba en el medio de la mesa ahora.

—Bingsu —constató el pelirrosa.

—De fresa —añadió el más alto mientras se sentaba de nuevo.

"De fresa" claro, porque, tal y como había dicho, había intentado que cada plato tuviera un sentido. Así que, por supuesto, el postre debía llevar fresas. El más joven tomó una con las manos y Jimin intentó no hacer ningún gesto que denotara su disgusto. Jungkook se quedó sosteniéndola en alto, para la sorpresa del otro que entendió que no iba a comérsela él, así que tratando de deshacerse de sus reparos, tomó otra fresa para imitarlo. Se las dieron de comer mutuamente y no pudo evitar el escalofrío que sintió cuando los dedos de su ángel tocaron sus labios. Podría haberle echado la culpa a que estaban helados tras haber preparado aquella elaboración; sin embargo, ambos sabían que no era el caso.

━━━━━━━ ∙ʚ♡ɞ∙ ━━━━━━━

Jimin había conseguido navegar aquel intercambio de cucharadas, fresas, miradas y roces absolutamente a propósito sin hacer ni decir nada inapropiado y se sentía orgulloso de sí mismo. No era como si estuviera huyendo de hacer algo más íntimo, si terminaba ocurriendo aquella noche estaba bien; pero no quería que pareciera que aquel debía ser el desenlace. Puede que en parte fueran sus propios miedos pasados hablando; sin embargo, necesitaba que quedara muy claro que lo que tenían no era físico, ni producto solo de la tensión sexual. Aunque esta fuera innegable.

Sintió los dedos aún fríos de Jungkook sobre su entrecejo, afanándose en alisarlo. Una vez habían recogido, enjuagado y puesto en el lavavajillas todos los platos y cubiertos, el más joven se las había apañado para convencerlo de que se tumbara en el sofá con la cabeza en su regazo. Jimin estaba acostumbrado a que entre ellos la dinámica fuera al revés; pero parecía que la idea de "plan especial" para el moreno era cuidar de él tanto como pudiera y suponía que, de alguna forma, demostrarle que podía depender de él y apoyarse en él en todos los sentidos.

—¿Qué piensas?

Tras preguntar, Jungkook comenzó a acariciar su sien para no entorpecer su campo de visión y poder mirarle a los ojos mientras hablaban.

—En lo afortunado que soy al tenerte a mi lado.

—Técnicamente estás encima —contradijo mientras daba un pequeño toque a su nariz con el dedo índice— y no sé si creerte porque estabas frunciendo el ceño; pero voy a pretender que es verdad.

Se sostuvieron la mirada un poco y se sonrieron. El más joven comenzó a acariciarlo de nuevo y a jugar con su pelo. Aún le parecía inconcebible que fuera rosa. No importaba que lo estuviera viendo con sus propios ojos y tocando con sus propias manos.

—Estás precioso —le susurró con ternura.

—Al fin. —Jimin volvió a abrir los ojos—. Ya creía que no te había gustado cómo me quedaba porque no habías dicho nada.

—No, joder, al revés. Es que sigo sin creérmelo —abrió mucho los ojos y se mordió el labio como si estuviera haciendo un esfuerzo consciente para que su cerebro asumiera que era verdad— Me refiero... Estás espectacular, siempre lo estás; pero es que no es un color cualquiera, no es que hayas ido a ponerte guapo para la cena, significa mucho más...

—Déjalo ya, no quiero llorar otra vez. —Jimin levantó la mano para darle un pequeño golpe en el hombro y giró el rostro, sonrojándose otra vez.

—Porque me lo pides tú —accedió mientras tomaba su rostro con cuidado para que se volvieran a mirar—; pero que sepas que estás precioso, de todas las cosas rosas del mundo, eres mi favorita.

"De todas las cosas rosas del mundo, mi favorita son tus mejillas cuando te sonrojas", pensó Jimin "Mis treinta y siete composiciones al respecto me avalan". Sin embargo, respondió otra cosa:

—Hay muchas cosas rosas en el mundo, a lo mejor estás exagerando un poco.

—He dicho lo que he dicho.

Jungkook se dobló como pudo para besarlo y ambos se rieron por su esfuerzo. Finalmente, el beso no pudo completarse y Jimin solo sintió una sonrisa con dientes y todo contra su piel; pero seguía siendo perfecto. El moreno se reincorporó con las coletas algo caídas. Se las ajustó y de repente abrió mucho los ojos.

—¿Qué? ¿Qué pasa? —preguntó el pelirrosa confuso.

—¡Levanta corre! —le instó moviéndole el hombro, impulsándose para que se girara.

Se levantaron a trompicones y el mayor seguía sin entender nada.

—Me encanta esta canción. Es mi favorita últimamente y quería que la bailáramos.

El más alto tiró de su mano hasta un espacio libre que les permitiera algo más de movimiento y Jimin se dejó hacer sin creérselo. Habría soltado algún comentario sarcástico cuestionándole cómo iban a bailar si casi acaba rodando por el suelo o con un infarto; pero se lo calló y prestó atención a la canción. La conocía. Sus manos descendieron a la cintura del otro como si fuera su naturaleza, mientras que las del más alto se entrelazaban detrás de su nuca. Comenzaron a balancearse suavemente.

—¿Te acuerdas de la primera vez que bailamos así? —preguntó el más alto.

—¿Te refieres a la primera vez que bailamos juntos o a la primera vez que bailamos a solas en tu casa?

—En mi casa.

La música los envolvía y ellos hablaban en susurros como intentando no interrumpir al cantante. Se miraban con adoración, como si cada nota que les envolvía solo consiguiera impregnar sus cuerpos de más amor aún, como si aquellos balanceos, aparte de con los dulces recuerdos de aquella noche, vinieran cargados de lo que sintieron en aquel momento que se sumó a lo que ya latía dentro de sus pechos.

—No hace tanto tiempo, pero a la vez parece que fue hace años...

Jungkook no respondió, solo se sumergió en sus pensamientos, comprobando internamente cómo habían cambiado ambos y su relación en aquellas semanas. El Jimin que conoció estaba frente a él y a la vez no, era el mismo; igual de elegante y "anticuado", pero a la vez parecía cada vez menos estricto y estirado; igual de inteligente, pero menos prepotente y obstinado en hacerlo saber a cada momento; igual de dulce y cariñoso, pero menos asustado de demostrarlo. Al final sí que había dejado que leyera quién era, que conociera su historia literal y figuradamente. Habían sido desconocidos, algo entre medias de "amigos" e intereses amorosos, enemigos, enamorados y ahora, al fin, novios. Parecía una locura.

Finalmente asintió, dándole la razón al mayor, pensaba en ello con frecuencia, en cómo el tiempo no parecía tener sentido. Solo unos meses para conocer, apreciar, odiar y amar, para encontrar al amor de su vida y para atravesando todos los obstáculos posibles, conseguir estar ahí, en ese momento, balanceándose al son de la que era su canción favorita en aquel momento, rodeado por sus brazos y rodeándole él a su vez. Besó su frente y su sien una vez más.

—Recuerdo perfectamente todo lo que sentí en aquel momento —comenzó Jimin—, estaba aterrado de aquella conversación y a la vez quería seguir hablando, quería abrazarte y a la vez mis piernas me suplicaban que saliéramos corriendo. No sabía que podías sentirte tan seguro y asustado a la vez.

—Pero confiaste en mí.

—Y tú me abrazaste, me sostuviste y cantaste para mí —recordó con cariño.

—No sé cantar, pero lo haría siempre. —Toda la certeza del mundo cabía dentro de su voz—. Lo haría cada vez que te sintieras triste, si estuviera seguro de que eso pudiera hacer que todo el dolor desapareciera.

El pelirrosa sintió que su corazón se estremecía, pues cada vez que sentía que no podía amarle más ni enamorarse más, Jungkook le demostraba que estaba equivocado. Era su milagro. Todo lo que había esperado después de tanto leer. Era la tinta que había coloreado su vida y esto no era solo una metáfora ya. Era la historia que iba a rellenar el libro de su vida, ese que siempre se había esforzado en guardar y proteger; ahora, las páginas blancas expectantes estaban abiertas para que al fin pudieran coger la pluma juntos y adentrarse en lo inesperado. Había intentado creer que todo su significado estaba encerrado en Mein Traum. Creía que ese era él, ¿pero realmente lo era? Nunca había intentado vivir, había dejado pasar el tiempo. Había vivido de forma vicaria a través de lo que había escrito ahí, sin atreverse a escribir su verdadera historia. Había argumentado que estaba bien, que estaba satisfecho y que todo era mejor si guardaba el verdadero cuaderno de su vida en blanco. Mejor la nada que una tragedia, había querido pensar. Sin embargo, Jungkook con todo lo que él era, le había demostrado cuán equivocado estaba y sin pensárselo mucho, Jimin le había entregado la pluma para que escribiera sus nombres juntos. Su vida ahora sí le pertenecía, les pertenecía.

—Eres mi ángel, ¿verdad?

—Lo soy. Siempre lo seré.

Apenas se dieron cuenta de que la canción había terminado y estaba empezando a sonar.

—¿Has puesto la misma dos veces?

—Puede ser.

Jungkook sonrió. Sí, lo había hecho deliberadamente. Desde el momento en el que se puso a preparar la lista de reproducción supo que quería poner esta hacia el final y que querría bailarla, o al menos, balancearse lentamente como siempre terminaban haciendo. Era algo especial, algo suyo. Se habían conocido así, habían ido descubriendo más el uno del otro así y era algo que, de alguna forma les pertenecía. Además, aquella canción en específico... No había podido evitarlo.

Hacía rato que habían dejado atrás cualquier pretensión de utilizar una pose adecuada para bailar y estaban, simplemente, abrazados. Sus brazos habían permanecido a la misma altura, los de Jimin enroscados alrededor de la cintura del más joven; mientras que los de este estaban alrededor de la parte alta de la espalda del otro. El pelirrosa tenía su cabeza apoyada ahora en el hombro de su ángel, quien notó cómo el pulso de este se aceleraba exponencialmente de repente y su mejilla comenzaba a quemar contra su piel a través del encaje de su camisa. ¿Por qué? Antes de que pudiera preguntar, Jimin le interrumpió:

I just wanna live in this moment forever 'cause I'm afraid that living couldn't get any better... —cantó suavemente, apenas más alto que un susurro, intentando no avergonzarse y continuar sin reírse. Cantó como si fuera un secreto solo para ellos.

—No. No estás haciendo esto.

El más joven no podía creerlo, pero a la vez era otra de esas cosas inesperadas que Jimin estaba intentando por él últimamente, para demostrarle cuánto y lo profundamente que lo amaba. Lo amaba. Y Jungkook lo amaba de vuelta.

You're my angel, angel baby, angel. You're my angel, baby. Baby, you're my angel.

Angel baby —completó Jungkook—. Sí a ambas. Espero ser ambas siempre para ti.

—"Siempre" es una palabra muy fuerte —usó otra vez ese tono a medio camino de un recordatorio completamente serio y una broma.

Jungkook reconoció que era la misma voz que había empleado cuando le había respondido a que era su "cosa rosa favorita". Sabía que todavía le imponían aquellas "palabras fuertes": todo, siempre... era normal. Con el tiempo le demostraría que no eran exageraciones o solo palabras; sino que eran promesas reales.

—Pero necesito "palabras fuertes" porque tienen que reflejar cuánto te amo.

Besó su cabello, una vez más.

—Te amo.

De nuevo, con simpleza, "te amo". No necesitaba discursos largos ni grandes párrafos ahora. Nada de usar sus palabrejas complicadas. Todo era sencillo.

Pero, en realidad, Jimin nunca había sido del tipo de hombres que se decantan por las cosas sencillas. Así que, aun a riesgo de hacer todo demasiado intenso, se dio el gusto de soltar todo aquello que llevaba un rato bullendo dentro de él.

Cuando se separó y se aclaró la garganta, Jungkook sabía que lo siguiente que dijera lo marcaría para siempre. No hacía falta que empezara a hablar para estar seguro de ello y no se equivocó.

—Jungkook, te amo tanto en tan poco tiempo que ni siquiera me entiendo. Lo has cambiado todo, todo lo que fui y lo que soy. —El más joven desvió la mirada al suelo, abrumado; pero Jimin con las yemas de sus dedos, acarició suavemente su frente, su mejilla y le invitó a levantar la cabeza de nuevo y mirarlo, empujando suavemente su barbilla hacia arriba—. Has arruinado mi vida de la mejor forma posible. Has arruinado todas y cada una de las cosas que amo y que componen mi ser. No hay nada. —Sin poder evitarlo, se dejó llevar, necesitaba hacerlo. Había soñado mil veces con confesarle su amor a Jungkook, en hacerlo como ocurría en sus novelas favoritas y, aunque en parte, gracias a la lluvia había ocurrido así, la forma en la que se había expresado, las palabras que había empleado, no habían estado a la altura de lo que deseaba decir. Se tomó este instante como una segunda oportunidad para decirle todo aquello que le hubiera gustado decirle aquella noche.

»No hay ninguna forma en la que exista, en la que piense o siquiera respire que no me recuerde a ti, que no lleve escrito tu nombre en el reverso, que no esté dedicado solo para ti como una carta involuntaria en la que confieso una y otra y otra vez que eres lo único que existe en mi memoria y en la memoria del yo que aún no existe porque vive pensándote desde el mañana.

Jungkook no supo contestar, se mantuvo mirándole a los ojos y esto fue suficiente. En ellos refulgía toda la emoción que había creado en él aquellos párrafos. No requirió ninguna palabra, ningún gesto. Sus ojos no se atrevieron a llorar, enfocados involuntariamente en responder silenciosamente.

Jimin lo entendió. Entendió que hablaba en la lengua que utilizan dos almas que ya han logrado unirse, con los ojos y con la sensación de estar tan abrumado que no existe ninguna manera en el mundo a la altura de expresar todo lo que es necesario expresar. Jungkook le había dicho que le amaba con la misma fuerza; aunque no hubiera hecho nada más que mirarle y dejarle entrar dentro de él a través de sus pupilas, también.

Habían entrado uno dentro del otro, como había quedado patente en sus acciones de aquella noche, como había quedado evidenciado en lo que habían aprendido y se habían quedado del otro, en la forma en la que habían ido adquiriendo pequeños gestos y manías que no les habían pertenecido en un primer momento. Se habían ido convirtiendo en uno de forma gradual, pero imparable. Eran uno, pero no porque antes fueran dos mitades incompletas; sino porque desde aquella noche habían dado la lazada final que terminaría de entrelazar sus vidas. Serían como los tres mechones de una trenza, Jimin, Jungkook y lo que estaban construyendo juntos. Las tres partes se enredarían, irían y vendrían, se cruzarían como si estuvieran bailando; los dos bailarines y la pieza al ritmo de la que se movían, manteniendo quienes eran; pero haciendo algo más bello y fuerte por el camino.

Pesaroso de romper el momento; pero incapaz de no hacerlo, el mayor se incorporó para poder besar sus labios, suavemente muchas veces. Apenas duraron una canción más en aquellas poses. Al fin y al cabo había sido un día largo; aunque esto no significara de ninguna forma que quisieran que acabara ya.

Jimin tomó la mano de Jungkook y los devolvió al sofá, donde se sentó e invitó al más joven a que se sentara a horcajadas sobre él. Siguieron besándose, pero como era de esperar, en aquella posición, no se mantuvieron en dulces y cortos intercambios; sino que la pasión pronto comenzó a hacerse presente en sus movimientos. El mayor no podía dejar de acariciar los costados y la espalda del moreno. La suavidad de su ropa solo era un incentivo más. Sus palmas estaban tan abiertas como podían y, mientras, sentía las del otro enredadas en sus cabellos. Desde que habían terminado de cenar apenas había dejado un momento de besarlos o tocarlos, como si el nuevo color lo mantuviera adicto.

En cierto momento, sus besos se volvieron más cortos y frenéticos, solo por lo acelerado de su pulso y respiración. Chocaban sus labios, sus lenguas e incluso sus dientes y rápido tenían que separarse para coger aire de nuevo. Jimin se deslizó por su mandíbula hasta su cuello que comenzó a marcar y morder. Un delicado suspiro escapó del más joven que hizo parar los movimientos del pelirrosa.

Se separaron un momento y el más alto comprobó la duda en los ojos de su hyung. Besó su frente asegurándole que estaba bien. Era obvio que su cuerpo pensaba de otra forma, pero aquello le daba igual. Jimin le había expresado sus dudas y sus reticencias y, aunque tras la confesión hubiera sido absolutamente natural dar un siguiente paso, parecía que al haberse adentrado más y más en la relación, el mayor había ido necesitando más seguridad para avanzar. Jungkook sabía que era deseado, el cuerpo bajo él no dejaba muchas dudas al respecto; sin embargo, sabía que aunque la parte pasional de Jimin se lanzara a aquellas cosas sin pensarlo mucho, la más racional luego daba muchas vueltas a cada uno de sus encuentros. No podía juzgarlo.

Se miraron a los ojos mientras sus respiraciones y cuerpos se calmaban y el pelirrosa tuvo una idea. No sabía si sería adecuada, pero era algo que quería probar... Sin darse cuenta tamborileó los dedos en la espalda de Jungkook, quien ya había aprendido que este solía ser un signo de que el otro estaba pensando en algo que le ponía nervioso. Esperó para ver si quería o no compartir aquel pensamiento.

—He tenido una idea...

—¿Hm?

—Te gustaría... ¿Te gustaría que nos ducháramos juntos?

El menor sopesó la pregunta un momento. Por un lado, por supuesto que quería, pero por otro se planteó si Jimin estaría intentando compensar el haber parado de alguna forma... Si esta era la razón, por supuesto que no podría aceptar, además... aunque si esta no fuera la razón, ¿qué pasaba si al verse desnudos y juntos se veía presionado...? No obstante, no quería que se sintiera rechazado.

—¿Estás seguro de que quieres? —preguntó mientras quitaba las manos de su espalda y las sujetaba frente a él.

—Sí, es algo... que nunca hemos hecho y me gustaría hacerlo.

—¿Solo ducha? —insistió Jungkook aun a riesgo de estropearlo.

—¿Podemos bañarnos también? —Jimin parecía ajeno al debate interno de su amor—. Pero quizá después porque probablemente mi pelo manche aún... No quiero estropear el agua de la bañera.

El moreno sonrió aliviado y, besando los nudillos de la mano derecha de su hyung, accedió a ambas cosas.

Caminaron de la mano hacia el baño de la habitación de Jimin. Habían quitado la música y ambos estaban ruborizados. Quizá fuera ridículo teniendo en cuenta que no era la primera vez que iban a verse desnudos y que habían hecho ya muchas otras cosas... Pero, probablemente estar desnudos en un contexto no sexual lo hacía todo nuevo e imponente.

Dieron la luz y se quedaron un momento en el centro de la estancia, inseguros de qué hacer. Jimin se dirigió a uno de los armarios para sacar dos enormes y suaves toallas y colocarlas en la encimera del lavabo para cuando salieran. Después volvió y se colocó detrás del más alto.

—¿Puedo? —preguntó mientras colocaba sus manos tentativamente en la cremallera trasera de su top.

—Sí, claro.

Jimin la bajó lentamente, después lo abrió hacia adelante, desprendiéndolo totalmente del cuerpo de Jungkook. Lo dejó apoyado en el borde de la bañera que presidía el centro de la habitación. No se atrevió a dar la vuelta y comprobar cómo lucía solo con aquella pieza de encaje. Su cuerpo perfectamente esculpido debía ser demasiado como para que sus pobres ojos lo soportaran. Lo que hizo, sin embargo, fue acariciar la amplitud de su espalda, desde su nuca hasta abajo y luego otra vez al punto de inicio. Cuando estaba ahí, aprovechó para desabrochar los tres botones que cerraban la camisa por detrás, abrir la tela y dejar allí un beso. Cerró la distancia entre sus cuerpos y lo abrazó por detrás, manteniendo su rostro apoyado en parte sobre la piel que ahora era visible y en parte encima del encaje arrugado. Durante unos instantes estuvieron así, abrazados. Solo se escuchaban sus respiraciones acompasadas. El resto era silencio. Con cuidado, Jimin sacó la blusa de encaje que había estado remetida dentro de los pantalones para ayudarle a quitársela. La colocó con cuidado encima del top de terciopelo y, entonces, sí dio la vuelta para mirar a Jungkook a los ojos. Este estaba profundamente sonrojado, el rubor le llegaba hasta el pecho y eso solo le hacía parecer aún más adorable.

El más joven bajó la cabeza y tentativamente elevó sus manos para llevarlas a la ropa del otro y repetir el mismo proceso; pero no llegó a tocarlo, como esperando una confirmación de que podía hacerlo. El mayor tomó sus manos y las dirigió hasta el primer botón. Jungkook comenzó a desabrocharlos lentamente, con la mirada fija en el movimiento de sus propios dedos. Solo cuando terminó la tarea y la tela reveló al fin el torso de Jimin, alzó la mirada al rostro de este. Metió las manos entre la tela y sus hombros para ayudarle a sacar los brazos, aprovechando para acariciar estos según descendía. Le tomó las manos un momento y luego agarró la camisa, la dobló sin mucha atención y la colocó sobre el borde de la bañera también.

Se miraron un momento sin saber qué hacer hasta que el más alto se puso de rodillas, le ayudó a quitarse las zapatillas de estar por casa y, tratando de no dudar de nuevo para no hacer que pareciera algo raro, llevó sus manos al cierre del pantalón del otro. Los bajó lentamente sin mirar a ningún sitio en particular, para no incomodarlo, lo recogió del suelo y lo dobló. Decidió que quitarle la ropa interior quizá fuera demasiado. Jimin se dispuso a seguir el mismo proceso; aunque cuando se agachó y se quedó en cuclillas, reparó en un detalle en el que no había caído hasta ahora y no pudo evitar comentarlo:

—¿De verdad vas descalzo?

—Llevo calcetines —Jungkook, desde arriba se encogió de hombros con naturalidad.

—Tienes zapatillas extra en la entrada —explicó poniendo una mano sobre su rodilla izquierda y señalando hacia donde debía estar aquella sala con el dedo.

—Por favor, ahora que somos pareja —su tono reflejaba orgullo y algo de rubor al decir aquella palabra en alto, al fin—, tienes que respetar mis manías. Odio las zapatillas de estar por casa, me gusta ir solo en calcetines.

El mayor puso los ojos en blanco, pero decidió que aquella no era una batalla de las que merecían ser luchadas. Retiró los pantalones sonrojándose profusamente por la postura y el acto. Por mucho que quisiera evitarlo, era demasiado tentador como para que ciertos pensamientos no atravesaran su mente. Se deshizo de los calcetines lo más rápido que pudo, también. De reojo mientras se levantaba comprobó que su ángel no había escogido nada especial en aquel aspecto, solo unos bóxer negros con un corazón rosa pintado en la esquina superior izquierda. De alguna forma, le reconfortó. Colocó todo encima de su top y su camisa, tomó aire y se terminó de quitar la última prenda que le quedaba. Se sentía como si fuera adolescente de nuevo y todo lo relacionado con la desnudez fuera un tema de vital importancia, un tabú, algo vergonzoso que provocaba risillas. Intentó comportarse como el adulto que era y se dirigió a la ducha. Sintió a Jungkook seguirle.

Una vez dentro y bajo el mismo chorro de agua caliente todo fue más fácil. Al menos en aquello no parecían diferenciarse, o el más alto no estaba por la labor de picarle en aquello también. La temperatura casi hirviente del agua ayudó a ambos a relajarse. Aunque el momento de calma apenas duró unos segundos hasta que el spray en vez de estar dirigido a la espalda del moreno, dio en su pelo deformando las coletas que había olvidado deshacerse. Se las quitó con rapidez, pues el peso de estas mojadas provocaba que algunos mechones tiraran incómodamente de su cuero cabelludo. Dejó los coleteros en su muñeca izquierda y se masajeó la cabeza para relajarla. Jimin lo miró en silencio y con adoración, hasta que decidió mojar su cabello también.

—Nooooo todo el rosita se va —se alarmó Jungkook.

—Es normal que todavía sangre el tinte un poco —aclaró mientras se echaba el cabello hacia atrás.

—¿Sangrar? —preguntó con los ojos muy abiertos.

Jimin se acercó para darle un beso en la nariz al más joven y coger el gel. Se echó el producto en la mano, que pronto llenó la cabina de la ducha de un olor cítrico, pero dulce a la vez. Se lo pasó a Jungkook y comenzó a lavarse el cuerpo tímidamente. Este hizo lo mismo. Aunque en pocos minutos estaban listos, dejaron que el agua corriera un poco más. Dándose vueltas y moviéndose de forma que el agua relajara todos sus músculos. Al fin y al cabo, aunque feliz, había sido un día estresante y lleno de emociones.

—Un momento.

Dio un beso a Jungkook y salió con pasos ligeros, pero controlados para no escurrirse y abrió el grifo de la bañera para que esta se fuera llenando. Se giró a otro armario diferente del que había sacado las toallas y seleccionó uno de los botecitos con sales de colores. Echó un poco del contenido en el agua y se volvió a la ducha.

El más alto observó la piel de gallina de su hyung y le atrajo tomándole con gentileza de los hombros para que ocupara la mayor parte del chorro de agua. Mientras, comenzó a frotar sus brazos desde atrás para que entrara en calor de nuevo. Su piel volvió a colorearse rosa en pocos instantes.

Jimin agradeció el gesto, igual que agradeció que apenas hablaran durante aquel tiempo. Le sirvió para analizar un poco todo lo que había pasado aquel día. La diferencia positiva respecto de todos los análisis previos era que aquella vez al fin parecían encaminarse a su final feliz y que, en realidad, no lo estaba haciendo solo, sentía el apoyo de Jungkook emanar silenciosamente de él. Le preocupó brevemente que este estuviera interpretando aquel silencio como algo incómodo; pero la expresión de su rostro lo calmó de inmediato. Si había algo a lo que Jimin aspiraba era a poder compartir el silencio con su persona favorita. Le encantaba leer, escribir y garabatear en silencio, así que ver que su ángel se sentía cómodo a su lado sin tener que hablar le hizo aún más feliz si es que aquello era posible.

El traslado a la bañera fue rápido. Ninguno de los dos quería quedarse frío o resfriarse. Se sentaron cada uno a un lado, con las piernas algo dobladas para no incomodar al otro, ni entrometerse en su espacio. La bañera era lo suficientemente grande como para que estuvieran algo más estirados; pero aún no tenían claro cómo proceder.

—¿Cuál era tu plan? —preguntó Jungkook curioso y deseoso de romper el hielo.

—No voy a decírtelo —respondió el mayor con los ojos cerrados y negando con la cabeza a la vez. Si no lo miraba, el moreno no podría utilizar su infalible puchero contra él. Abriendo los ojos continuó—: Además, ¿qué pretendes, que salgamos solo una semana? En algún momento tendremos aniversarios o cosas tipo "primeros cien días juntos" y tendré que preparar cosas. No voy a descubrir mis cartas tan rápido.

—A veces es molesto que seas tan listo.

Jimin lo salpicó mientras pretendía mirarle mal.

—Está bien, pues... ¿cuéntame otra cosa? —La petición de Jimin sonó totalmente como una pregunta.

—No, no, no —dijo mientras movía a derecha e izquierda ambas palmas repetidamente aunque en direcciones contrarias—. Yo he hablado durante la cena y, me estoy quedando dormido de lo a gusto que estoy, si no me hablas me voy a dormir del todo.

Tras decir aquello se recostó un poco más, colocando su nuca contra el borde de la bañera. No parecía encontrar la postura perfecta, así que se llevó un brazo detrás de la cabeza para acomodarse mejor. Cerró los ojos y se dispuso a escuchar.

—Solo escuchar es menos esfuerzo que hablar. Es más probable que te duermas si sigo hablando yo solo —intentó racionalizar el mayor.

—Muchas gracias, licenciado, por tan interesante información —dijo elevando la cabeza un momento para luego acomodarse de nuevo—. Continúa iluminándome con tu sabiduría.

Jimin tomó un puñado de espuma entre sus manos y se incorporó para lanzársela a la cara.

—Así tampoco te quedarás dormido y aprenderás a respetar a tu hyung como debes.

Se cruzó de brazos ahora molesto de verdad.

—Solo quiero escuchar tu voz porque me encanta, ¿es tanto pedir?

—¿Pues pídelo bien?

Jungkook se incorporó tras comprobar que el tono de voz de molestia de Jimin no parecía fingido y aún se mantenía.

—¿Qué quieres? ¿Que te suplique? —preguntó alzando las cejas.

El mayor bufó y se tumbó de forma que solo su cabeza salía del agua, sin importarle estar dejando sin espacio al moreno y cerró los ojos. Este, sin embargo, lo tomó como una invitación: con cuidado, apoyándose en los bordes se puso de rodillas y después gateó rápidamente tumbándose encima de Jimin.

—Hyuuuung —le llamó mientras besaba su mejilla e intentaba acomodarse a abrazarlo desde arriba—, hyuuuung, no te enfades conmigo, porfa.

—Humpf —Jimin giró la cara tratando de esconder su sonrisa con un gesto de enfado.

—Hyuuung, ¿me disculpas? —pidió de nuevo mientras besaba de nuevo su mejilla una y otra vez.

—Hyung está muy decepcionado con tu comportamiento —replicó lo más serio que pudo.

—¿Y qué tengo que hacer para que hyung me perdone?

—¡Quiero más besos! ¡Muchos más!

—¿Más?

—¡Sí! ¡Aquí! —señaló su mejilla sacando su mano derecha del agua— ¡Y aquí! ¡Y aquí! ¡Y aquí! —añadió apuntando a su frente, su nariz y finalmente, sus labios.

Jungkook siguió el recorrido marcado, sin ninguna queja.

—¿Estoy perdonado? —preguntó antes de volver a besar sus labios.

—Lo estás.

Jimin lo abrazó y así pasaron el tiempo hasta que el agua quedó completamente fría. Aquella parte de la noche no había sido planeada y, sin desmerecer el esfuerzo de su ángel cocinando, a pesar de todo se había convertido en la favorita del pelirrosa. Estaban absolutamente juntos, sus cuerpos pegados el uno contra el otro y no sentía que nada faltara, ni que nada sobrara. Se sentía unido a Jungkook, notando su peso sobre su propio cuerpo, el tacto de su piel contra la suya y contra las yemas arrugadas de sus dedos que no cesaban de acariciar su espalda. Pensó felizmente en que aquella podría volverse una rutina fácilmente. Si continuaban teniendo citas y durmiendo en su casa, podrían acabarlas siempre así. Aquel pensamiento le inundó de felicidad y esperanza.

Jimin recordó aquella metáfora sobre que ahora ellos eran agua que le vino a la mente el día de la tormenta y en aquel momento tuvo todo el sentido del mundo, una vez más. Él había sido un mar aparentemente en calma, pero plagado de sal, amargura, monstruos marinos y corrientes escondidas. Su ángel, que respiraba suavemente sobre él y parecía que iba a quedarse dormido de un momento a otro, era un río de agua dulce, fresca, que saltaba vivaz y libre. Era una corriente de agua nueva que había llegado a su vida para cambiar todas sus perspectivas y endulzarlas. No eran tan diferentes aunque quisieran creer que sí, pero a la vez eran completamente opuestos. Eran la desembocadura natural de sus vidas, allí, abrazados, en silencio, sin necesitar nada más.

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