⚠️ Contenido +18
---¿Pero a dónde coño fuiste a comprar la película, Quackity?
El menor rodó los ojos, pasando de Rubén y dejando en la mesa una bolsa más, en su mano izquierda seguía la película. Se giró para mirar al castaño, poniendo cara de "¿neta?". Rubén cerró la puerta principal, mirando al menor quitarse el abrigo.
---No mames, ¿a dónde más iba a ir? A la tienda esa a la que siempre te gusta mandarme. Esa tienda de mierda
Rubén se carcajeó en voz baja, cogiendo la bolsa que Quackity había dejado sobre la mesa ---¿Alcohol? ---rió--- Ya, me quieres emborrachar.
---Quizás, ¿quieres comprobarlo con la patada que te había prometido? ---jugueteó, probando su suerte.
Lástima que Rubén tenía mejores cartas.
Se acercó a Quackity, sonriendo en todo momento; se inclinó ---¿Quieres comprobarlo con un beso?
Le costó, pero Quackity logró mantener su expresión desinteresada. Porque el nerviosismo que había invadido su cuerpo en tan solo segundos no era ni medio normal. Se calmó a sí mismo. Antes de sonreír y girarse.
---Estas de bromeando, lo sé. Así que mejor deja de hacerte el pendejo y ayúdame con las cosas.
Rubén sonrió, observando la figura de su mejor amigo desaparecer por las puertas de la cocina.
Su sonrisa estaba cargada de algo más, pero Quackity no tenía por qué saberlo.
Tiempo después, la sala de estar estaba totalmente ambientada. El sofá se veía cómodo, el televisor estaba listo para recibir la película que Quackity había comprado.
Y había bocadillos y claro, la botella de alcohol.
Rubén se encontraba extendido plácidamente sobre el sillón, sonreía con la mirada pegada al móvil. Contestaba algunos mensajes que recientemente le habían llegado de Instagram.
---¡Quackity! ---Gritó, aun tecleando--- ¡¿Qué mierda estás haciendo?!
No paso mucho tiempo para que Quackity apareciera, recién duchado y vistiendo una ropa completamente diferente. Rubén arqueó una ceja la verle.
---¿Has usado mi ducha, cabrón?
El menor asintió, riendo ---Sí, vaya shampoo de mierda tienes, eh. Te lo digo en serio. ¿No tienes algo mejor que eso?
---No, además. Nadie te obliga a usarlo, gilipollas ---rió--- ¿Qué necesidad tienes tú con ducharte?
Quackity se encogió de hombros, empujando las piernas de Rubén del sofá, sentándose en él y hundiéndose cómodamente. El olor a algo dulce llenó las fosas nasales del castaño. Una idea surgió en su cabeza.
---Bueno, no todos somos unos vagos. Rubius, la gente se baña...
---¿Usaste algo más?
Preguntó de pronto, el ceño de Quackity se frunció ligeramente. Mirando al mayor con duda.
---¿Cómo qué?
---Ese olor ---señaló Rubén de manera vaga---, dulce, no lo uso yo ni Hanna cuando viene. ¿Usaste algo más?
Como si de una revelación vergonzosa se tratase, un rubor apareció en el rostro del menor, quien negó. Mirando hacia la cocina como si quisiese evitar la mirada del mayor a toda costa.
No pasaba muy seguido. Pero a Rubén le entretenía de sobremanera cuando él se avergonzaba.
Aquello no pasó desapercibido para él.
---Quackity...
---Pon la película ya, cabrón ---le cortó, levantándose a toda prisa y apartando los mechones de cabello de su rostro que salían de su gorro---, eh... ¡copas! Traeré copas, wey, tú... tú puedes poner la película mientras tanto.
Rubén sonrió al verle avanzar nerviosamente hacia la cocina. Negó, levantándose también para apagar las luces y dejar todo mejor ambientado. Caminó hasta la mesa de centro. Cogiendo la bolsa donde la cinta aguardaba.
Tarareó felizmente, todos los fines de semana eran buenos, porque tenía la compañía de Quackity con él, y aunque el menor fuese algo, demasiado, extrovertido, no quitaba el hecho de que con él podía pasarla muy bien.
Se conocían mejor que ellos mismos. Rubén podía apostarlo.
Volvió a su lugar en el sillón, acomodándose a lo largo de este y tomando el mando de la TV para cuando Quackity regresase.
Así que, una vez ya cómodo, cogió la bolsa del local y sacó la cinta del interior.
Dirigió su mirada hacia el objeto, y la impresión lo hizo quedarse quieto. Frunció el ceño en confusión, pasando su mirada por la portada. Leyendo el titulo casi por quinta vez.
¿Qué mierda? ¿Acaso eso era...? Imposible.
---¿Sabías que tienes una colección de copas en el cajón de arriba?
Parpadeó, saliendo de su aturdimiento. Rubén le dirigió una mirada acusadora ---¿Revisaste los cajones?
El menor se encogió de hombros ---No encontraba las copas. ---dejó las cosas en la mesa frente al sofá, sentándose nuevamente en él. Subió las piernas hasta que estas quedaron flexionadas contra su pecho, descansando su mentón allí.
Sus orbes viajaron hasta la pantalla de la TV, frunció el ceño al ver la pantalla azul ---¿No la has puesto...?
---Lo hice. ---le cortó Rubén, con aire distante.--- Sólo tienes que darle a play.
---¿No ibas a hacerlo tú? ---cuestionó, mirándole a detalle. Tenía una de sus manos dentro de uno de sus bolsillos y la otra sostenía fuertemente el reposabrazos del sofá. Estaba tenso.
Aquello solo logró confundir aún más al pelinegro ---Esto... ¿te sientes bien, Rubius...?
---Quackity, estoy bien.
No le creía, pero tampoco iba a discutir. Quackity rodó los ojos, y de mala gana tomó el control, dándole al botón que reproduciría la cinta. Sus ojos se abrieron de par en par, mirando el menú de la película que él había escogido.
Un rubor no tardo en cubrirle el rostro.
---No mames... ---murmuró, cubriéndose el rostro con ambas manos, negando.
¿Cómo? ¿En qué jodido momento había tomado una película de ese tema? ¿Cómo si quiera eso pudo ser posible?
Y más aún.
Era una película homosexual.
¡Había escogido una película de amor entre dos hombres!
Un sobresalto le recorrió el cuerpo cuando sintió unas manos tomando sus muñecas, su mirada llena de pánico paró en los orbes oscurecidos del castaño. Su sonrojo aumentó.
---Interesante decisión, Quackity...
---¿Que? ¡Yo no...! ---negó, tratando de que Rubén le soltara, desvió la mirada, realmente estaba siendo vergonzoso. La situación era vergonzosa--- Rubius... tienes que creerme, yo...
---¿Cuál era tu plan, Quackity?
El menor le miró asustado y sorprendido, ---¿Q-Qué mierda d-dices? Yo no-
Las palabras dejaron de salir de su boca al sentir como una de las manos del mayor le recorría las piernas. Se removió, intentando salir del agarre.
---¿Querías obtener algo? ---el aliento caliente de Rubén le rozó la oreja, su cuerpo se estremeció. No paraba de sentir un calor viajar por todo su cuerpo.
Se sentía...
Se levantó de un salto, alejándose del toque caliente y seductor, se sintió acorralado cuando observó a Rubén ponerse de pie y comenzar a acercarse a él. Retrocedió.
---Rubius... esto ya no es divertido ---dijo, con voz estrangulada---. Yo no quería, n-ni siquiera s-sabía de esa película, yo no...
El pánico pareció estallar dentro de él cuando sintió como su espalda chocaba con la pared de la sala. Miró hacia atrás, no había salida. Intentó moverse, pero fue demasiado tarde. El aire escapó de su cuerpo cuando las grandes manos de Rubén le tomaron de la cintura.
Pegándolo fuertemente a la pared, en un agarre fuerte.
---Podría apostar que te pensaste bien que película escoger... para calentarme así ---su voz era profunda, tenía otro tono. Uno desconocido.
Quackity quiso escapar, posando sus pequeñas manos en las que sostenían su cintura, un jadeó inconsciente salió de sus labios al sentir como las venas marcaban las manos de Rubén. Calientes bajo sus manos.
Ese sonido. Ese jadeo, terminó por encender todo el cuerpo de su ahora prisión. De quien lo tenía contra la pared, con el aliento caliente y la mirada devoradora que quemaba sus sentidos. Uno por uno...
---Quiero tocarte, Quackity... ---susurró contra su oído.
---Rubén... ---Quackity gimoteó, con sus ojitos cristalizados, sus manos aferradas a los hombros del castaño. Sus labios se veían tan apetecibles. Rubén gruñó, pegando sus caderas contra el menor, balanceándose.
---Si no me detienes ahora, Quackity... ---sus dientes aprisionaron la sensible piel de su cuello, posesivo--- no lo haré cuando me lo ruegues.
El menor no respondió, posó una de sus manos sobre su boca, desviando la mirada. Sus mejillas estaban sonrojadas a más no poder. Sentía el calor aumentar cada vez más. Su cuerpo ya no le pertenecía.
Le pertenecía al hombre que frotaba sus cuerpos y le hacía perder la cordura segundo a segundo.
Rubén mordisque su piel, usando su lengua para hacer presión sobre aquella zona erógena. Marcas de amor. Marcas sobre la piel de su chico.
---¿Quieres que me detenga? ---susurró contra su piel--- ¿O... quieres que te folle?
Sus manos petulantes le acariciaron la espalda. Con caricias presumidas. Porque lo sabía. Rubén sabía que lo tenía. Y ya no había porque pelear. Mierda, lo deseaba. No iba a mentir, tendría que tragarse su orgullo. Lo deseaba. Lo quería.
Suspiró, removiendo la mano de su boca y fijando su mirada en los ojos oscurecidos del mayor. Mientras su cuerpo se balanceaba al ritmo del roce entre sus cuerpo. Gimió, tirando la cabeza hacia atrás. Sus lágrimas resbalando sobre su rostro.
Erótico. Era la palabra.
Tomó con fuerza los hombros del castaño, mientras su cuerpo se arqueaba ---Hazlo. ---susurró, inaudible. Pero para estas alturas, cualquier deseoso ruego era escuchado.
Como la disponibilidad a una promesa, las manos de Rubén ascendieron por el cuerpo del menor, hasta que unas de ellas se cerró sobre el cuello del pelinegro, levantándole el rostro.
---No voy a detenerme, Quackity... ---susurró, en un agarre posesivo.
El menor se arqueó. Asintiendo de forma cabizbaja ---No quiero que lo hagas...
Un gruñido -que sonó bastante posesivo- escapó de los labios de Rubén, su cuerpo tenso ---Voy a tenerte. ---Quackity asintió, temblando--- Eres mío.
---Lo soy ---Y eso fue todo.
Los brazos de Rubén lo envolvieron, atrayendo sus cuerpos juntos y tomando sus labios en un beso. Uno donde el tiempo no tenía espacio, donde no había tranquilidad. Sólo pasión, sólo esa necesidad de besar, tocar, ser tocado.
El calor de las manos ajenas sobre el cuerpo del menor era abrazador, quemando donde tocaban, donde sus posesivas y petulante manos se paseaban. Dejando en claro que sí, él tenía el control.
Intranquilo, el menor se removió, entreabriendo sus labios con la esperanza de conseguir algo de aire. Rubén lo vio como una oportunidad perfecta, ladeando el rostro y tomando esos labios, besándolos una y otra vez.
Era de esperarse que al separarse estuvieran rojos. Hinchados y tentadores. Tanto como el cuerpo que tenía entre sus brazos, con ese aroma dulce, con esa expresión tan... ansiosa.
Esperando. Deseando ser tomado.
Lo aprisionó entre sus brazos, y comenzó un camino hacia su habitación, sintiendo los temblores anticipados que recorrían el cuerpo de aquel que llamo mejor amigo por más de diez años.
A pesar de que en los últimos cuatro años, lo único que tenía en su mente era un título nuevo. Uno del cual se sentiría orgulloso de decir, de presumir. Que era suyo.
Finalmente los jugueteos habían caído. Y todo podría tomar lugar, en ese instante.
En sus manos, tenía al chico que había amado en secreto los últimos cuatro años. De la manera que anhelaba. Que soñaba. Hasta que su cuerpo le gritaba que no podría soportar más de esos abrazos cálidos, sin tomarlo de la cintura.
De esas despedidas todas las tarde, sin adjuntar un beso a la rutina.
Sin esas llamadas a altas horas de la noche, sin un "te amo" antes de cortar.
No. Ya no más.
Ingresó a su habitación, dejando que el cuerpo del pelinegro se escapara de sus brazos para que pasara a hundirse cómodamente en el colchón. Entre las sabanas frescas. Que pronto se encenderían.
No tardo nada, lo deseaba. Bajó la mirada encendida del menor fue despojándose de su camiseta, dejando su torso al descubierto. Dejando que aquellos ojos café oscuro se abrieran paso a su piel. Que lo devorara con la mirada.
Le quitó el gorro a Quackity, dejándolo caer en algún punto de la habitación.
Sonrió.
Se inclinó sobre él, viéndolo cerrar los ojos con nerviosismo cuando sus labios cubrieron nuevamente la piel de su cuello.
---Espero estés listo... ---susurró, con voz ronca--- espero estés preparado para lo que voy a hacerte.
Sus manos, ansiosas de tocar, viajaron hasta los hombros del menor. Desgarró su pijama, botón a botón desprendiéndose de la tela. Quackity jadeó impresionado, pero no tuvo tiempo para hablar, los labios de Rubén ya lo habían acallado.
De la manera más placentera posible.
Follando su boca, robándole el aliento. Pudo sentir el sabor fresco de la menta bailar en su paladar, mezclándose con el suyo. El sabor a alcohol. Como una combinación codiciosa. Sintió su cuerpo estremecerse.
Quería su piel. Era tiempo, era su momento. Ya no había que esperar más. Lo tenía. Lo quería. Y lo tendría.
Cuando la camiseta del menor ya no estuvo, pegó sus pechos. Sintiendo sus pieles calientes hacer contacto. Como un shock eléctrico. Lo disfrutó. Disfrutó de verlo jadear dentro de su boca.
Sus manos cambiaron de dirección y una de ellas le sostuvo por la cadera, ejerciendo presión para mantenerlo estable, mientras la que quedaba libre serpenteaba sobre sus piernas, tirando del elástico de sus pantalones de pijama.
Lo deslizó de forma voraz. Con hambre. Cuando la piel blanca quedó descubierta para sus ojos, se deshizo en deseo. Abandonó su boca de golpe, sólo para enterrarse entre sus muslos.
Besando la piel nueva. Como un tesoro.
El menor tiró la cabeza hacia atrás, jadeando por aire. ---R-Rubius, o-oye... ---rogó con voz jadeante. Sus ojos estaban cristalizados, y la piel le ardía. Demasiadas emociones para un pequeño cuerpo. Pensó con diversión el más alto--- Por f-favor...
---¿Por favor qué? ---cuestionó con voz gutural, sus dedos apretaron la piel blanca y firme entre sus manos mirándolo gemir ruidosamente.
---Y-yo... ah... necesito-
---Necesitas lo que yo te dé. ---dijo, de forma posesiva. Con la mirada oscurecida.
Lo desvistió por completo, dejando que su desnudez se quedara grabada en su pupila como un recuerdo ardiente al haber encontrado la perfección en la persona más cercana. En la que no imaginaba.
No paso mucho para que el menor cerrara las piernas y se cubriera el rostro con ambas manos. Con bochorno.
Sonrió.
---Quackity... ---susurró--- Te amaré no importa como seas. Porque eres perfecto para mí, eres real. Tu cuerpo es real, de la forma que sea, eres perfecto. Tu desnudez es perfecta...
Tímidamente, las manos de Quackity abandonaron su rostro, mirándole con tanto anhelo y con tantas esperanzas que por primera vez, Rubén sintió miedo de tocarlo. Su chico. Aquel de tantas inseguridades a pesar de su capacidad en todo lo que se proponía.
---¿De verdad...? ---su voz se escuchaba quebrada, acompañando el delicioso temblor en sus caderas. Rubén asintió, acercándose a él para besarle el rostro, recorriendo su piel con dulces besos.
---Eres todo lo que necesito, Quackity... ---murmuró, atrapando entre sus dientes el labios inferior del menor.
Poco a poco, sus piernas perdieron fuerza, dejando que el castaño pudiera manejarlo a gusto. Le besó, reclamando su boca, mientras sus manos comenzaban a acariciar el vientre del más bajo.
Siempre codicioso.
La mente de Quackity no proceso cuándo, pero sintió todo su cuerpo estremecerse cuando sintió como dos dedos fríos y resbalosos acariciaron su entrada.
Gimió en voz alta, con el fantasma de la sensación de la boca de Rubén sobre la suya. Era una sensación nueva, que estaba comenzando a llenar sus sentidos de manera casi toxica.
Se estaba convirtiendo en algo que su cuerpo comenzaba a desear.
---E-Espera, Rubius... ahh... ---gimió ligeramente por la sensación abrumadora--- ¿Q-Qué es...?
Rubén le dejó ver una sonrisa presumida, inclinándose sobre su rostro, su lengua barrió detrás de su oreja, probando la dulzura de su piel ---Es el primer paso, ¿no conocías el procedimiento, Quackity? ---Susurró, sonriendo al escucharlo gemir cuando su dedo intentó ingresar--- No te preocupes, yo te enseñaré.
No le dio tiempo de procesar sus palabras. Adentró sus dedos lubricados de una sola estocada, la espalda del menor se arqueó. Mientras su rostro tomaba una tonalidad erótica, con las lágrimas resbalando por sus mejillas y su piel brillante.
Emanando el calor y la pasión que desconocía hasta el día de hoy. Los limites en los que sus sentidos podían llegar, la manera en la que su cuerpo podía sentir.
Como su mente se nublaba y ningún dolor externo importaba. Porque el placer le recorría el cuerpo. Con asfixiante desesperación.
Adormeciendo el mundo. Creando una burbuja que te dejaba inconsciente. Porque ya nada más importaba más que ellos.
Era su mundo.
Era su momento. Y nadie podría impedirlo. Porque allí, justo en ese instante, el mundo les pertenecía.
Como una promesa a sus palabras, los dígitos de Rubén no tardaron en moverse. El cuerpo del más bajo parecía reaccionar gloriosamente a las caricias. Con esa aura de incredibilidad, de no saber que era ese calor que le recorría las venas.
---¿Te gusta?
Su voz, esa que susurraba en su oído una y otra vez, con la sensualidad pintada en sus movimientos y la seducción que bañaban sus palabras. Derritiendo su mundo con cada movimiento.
Perdido, Quackity sólo atinó a asentir. Sin saber por qué, la bruma en su cabeza no le deja pensar. Pero lo podía sentir todo.
Gimió cuando algo dentro de su cuerpo hizo contacto con los dedos del mayor, agitándose entre las sábanas y con la sensación de que eso no podía ser real. Algo que se sintiera así no podría serlo.
La sonrisa en el rostro de Rubén se amplió, mientras su boca se encargaba de marcar toda la piel que pudiese. Cuanta él quisiese. Dientes tirando de la blanca extensión, calmando el dolor con su lengua caliente. Sintiendo la zona ponerse roja y calentarse ante el maltrato placentero.
La humedad y la pasión.
Delirante. Como si ambas partes no pudiesen tener suficiente.
---Ni siquiera vamos empezando... ---su voz volvió a aparecer, encendiendo cada vez más, empujándolo a la liberación--- y ya estas destrozado.
Su mano libre viajó hasta el vientre del menor, tocando su abdomen plano y su piel caliente. Presionó con calma esa parte, y sintió el cuerpo del más bajo removerse.
---N-No... ---gimió, con los ojos cerrados, en busca de poder respirar.
---¿No qué? ---murmuró, mordiendo la piel de su cadera, haciéndole pegar un brinco. Siguió moviendo sus dedos lentamente, torturándolo, arqueándolos para tocar ese punto dentro de él.
Gimió, perdido. ---No s-sé que siento... ¡ahh! ---su voz jadeante pareció hacer un esfuerzo, e intentaba morderse los labios para acallar su propia voz---. No s-sé qué hacer...
Una risa emergió de los labios tentadores del castaño, mientras extraía sus dedos del interior del menor y sus ojos se oscurecían más. Su mano no abandonó su lugar en el vientre de Quackity.
---Sólo necesitas respirar. Y dejar que te cuide.
Su cuerpo caliente aprisionó el del menor, como una manta caliente, las sábanas que antes fueron frescas, ahora estaban rebosantes de pasión.
Le besó, tomando sus labios como antes lo había hecho. Con fuerza, con posesividad. Sólo tomando, sin dejar lugar para una respuesta.
No quería dejarlo respirar mucho, no quería dejarlo pensar. Quería que lo sintiera.
Quería darle placer.
No tardó mucho en tocarle. Su botín fue el caliente y rebosante gemido que el menor soltó en su boca. Con las mejillas calientes y húmedas por las lágrimas. Le tocó solo como él sabía, sin descanso. Sintiéndolo retorcerse entre sus manos.
---O-Oh dios, Rubius... ---escuchó su voz jadeante rogarle, pero él no iba a escuchar.
Sus labios viajaron por todo su cuello, sintiéndolo tensarse. Como sus músculos se tensaban bajo sus labios, antes de escucharlo reprimir un grito de liberación.
Sonrió satisfecho.
Sus ojos calientes viajaron por todo su rostro, observándolo jadear en busca de aire. Con el cuerpo temblante. Erótico.
Pero, Rubén no estaba preparado para que Quackity abriera los ojos y le mirara. Se quedó paralizado con el calor que emitía su mirada, con la forma en la que sus pupilas se habían dilatado, con cómo se veían tan brillantes.
No estaba preparado para esa vista tan... satisfactoria.
Los brazos del menor le rodearon el cuello. Atrayendo su cuerpo hacia el suyo y besándole. Los ojos del castaño se abrieron con sorpresa.
Una sorpresa inminente y totalmente nueva. Sintiendo el calor del cuerpo ajeno, y la boca del más pequeño tomar sus labios.
No tardó mucho en devolverle el beso. Moviendo sus labios juntos.
Encontró un gran placer en ello.
En como ambos se necesitaban. Como ambos lo querían. Sintió las manos de Quackity acariciarle la espalda, pasando sus dedos por sus músculos y raspando su piel con sus casi inexistentes uñas. Dejando marcas rojas.
Febriles labios, cuerpos encendidos en una pasión que los consumía cada vez más.
La sorpresa volvió a su cuerpo cuando sintió a Quackity sonreír contra su boca. Beso a beso, la sonrisa del menor era cada vez más evidente.
No evitó sonreír también, hasta que ambos estuvieron sonriendo entre besos. El contacto fue disminuyendo de velocidad, hasta que solo sus labios se movían de forma perezosa uno contra el otro.
Las manos de Rubén acariciaban el cuerpo de menor con toques delicados, su cintura, sus piernas.
Con roces suaves y amorosos. Se alojó entre las piernas de su amante con cuidado. Sin dejar de besarle, hasta que decidió que su boca quería probar más. Repartió delicados besos por todo su rostro. Con caricias adormecedoras.
---Voy a cuidar de ti...
Susurró. Su voz como una promesa. Mientras sentía como sus cuerpos se volvían uno. La espalda del menor se arqueó al sentirlo, entreabriendo sus labios, sus ojos volvieron a sentirse húmedos por lágrimas.
Las emociones lo estaban abrumando de nuevo.
Y supo que así era cuando Rubén comenzó a moverse. Sentía que su cuerpo ya no le pertenecía, jodido dios, se sentía tan bien el balanceo excitante de su cuerpo de arriba a abajo.
Sus manos sostuvieron los hombros de Rubén en busca de un soporte. Para las olas de emociones que estaban comenzando a golpearlo.
Rubén pareció darse cuenta de ello, porque sus labios no tardaron en besar los labios del menor una vez más.
Dándole el consuelo, mientras el vaivén aumentaba. Los sonidos de placer quedaban acallados entre sus labios, mientras sentía como la espalda de Quackity se arqueaba.
Mientras seguía soltando repetidos "ah, ah, ah" de sus labios.
No resistió la tentación, posicionando su mano en ese lugar, sintiendo la curva perfecta que se formaba justo allí. Lo sintió tan bien, cerrando los ojos y entregándose al placer. Para poder perderse entre ese nuevo mundo. Donde sólo existían ellos.
Sin embargo, volvió a abrirlos porque su mundo real. Estaba justo allí. Entre sus brazos.
Observó como aquellos labios lo abandonaban para dejar escapar aquellos sonidos que lo incitaban a más. Las marcas rojas en su espalda, como las manos de su chico parecían siempre buscar un soporte.
Se sentía orgulloso.
Por lograr satisfacerlo. Lo sentía en el pecho. El movimiento de sus caderas no paró, sus labios jamás dejaron de besar sus mejillas, que habían vuelto a ser humedecidas por lágrimas de placer.
¿Qué era esa sensación? No era sexo, como lo había sentido al principio. Se había transformado en algo más. Y joder, lo amaba.
Amaba la forma en la que Quackity se separaba para gemir, como su cuerpo parecía aceptarlo, moviéndose junto a él.
---Eres lo único que n-necesito, Quackity... ---susurró contra sus labios. Antes de tomarle por las muñecas, sujetándolo contra la cama. Amó la forma en la que su cuello se arqueaba y tiraba la cabeza hacia atrás, como su manzana de adán subía y bajaba.
El ritmo iba aumentando cada vez más. No sabía cuánto más iba a durar, sus manos aprisionándolo, sus sonidos, él y sólo él.
Su chico.
---Te quiero ---posesivo; mordió con fuerza el hombro de Quackity, escuchándolo gritar. Quería que lo supiera. No iba a entregarlo a nadie más. Era suyo. ---Eres mío, todo de ti...
---L-Lo soy...
Su voz...
---Lo eres.
Su todo. Como sus besos caían, como sus lágrimas le sabían a gloria, como su cuerpo gritaba placer. Él y sólo él. Lo demás fue borroso, pero recuerda haber llegado susurrando su nombre, mientras besaba sus labios.
Él también estaba abrumado.
»»»
La mañana siguiente. La brisa no fue lo que lo despertó. Fue la soledad.
Abrió los ojos lentamente, dándose cuenta de que estaba completamente solo.
Se levantó de golpe, mirando a su alrededor con ojos ansiosos, la habitación estaba vacía a excepción de él. La brisa de la llovizna entraba por las ventanas entreabiertas.
Frunció el ceño, de todos los escenarios que pudo haber imaginado un despertar, la soledad efectivamente no estaba en sus planes. Se levantó lentamente, saliendo de la habitación con pasos dudativos.
---¿Quackity? ---llamó, en voz alta. No hubo respuesta. Volvió su mirada hacia la habitación. No había rastros de la ropa del menor, y se dio cuenta que él seguía desnudo.
Negó avergonzado, levantando su ropa y colocándose unos bóxers para cubrirse, cogió del suelo su camiseta, observando que los botones que había arrancado de la camiseta de pijama del menor la noche anterior, seguían en el suelo.
Suspiró, tomando su móvil también antes de salir, con unos pantalones en mano, vistiéndose en el camino. El departamento estaba en completo silencio.
---¿Quackity? ---volvió a llamar, esta vez subiendo el tono de su voz unos decibeles más. No hubo respuesta.
Bajó las escaleras con la preocupación creciendo cada vez más dentro de él, no entendía por qué de todas las veces que deseo estar con Quackity, justamente esa mañana al menor se le daba por desparecer.
La confusión se convirtió en miedo al ver que la sala y la cocina estaban completamente vacías, con las cosas de la noche anterior aun sin usar, las copas de vino intactas a excepción de la suya.
Las cosas de Quackity tampoco estaban.
---¿Qué mierda...? ---murmuró, encendiendo su móvil para marcar el número del menor, no tardo nada en salir del departamento, con la duda creciendo dentro de él.
El móvil sonó tres veces. Con los tonos como una decisión que cambiaría el destino. Expectantes. Decisivos. Esos malditos sonidos que estaban comenzando a ponerle de los nervios.
Nadie contestó.
Corrió escaleras abajo, buscando cualquier cosa que le dijera que alguien recientemente había bajado por allí.
Tener una pista de porque Quackity parecía haberse esfumado.
---Mierda, Quackity. Contesta el puto teléfono
Cuando llegó al último piso, se dio cuenta de que la persona que siempre cuidaba la entrada no estaba. Aquello le trajo mayor confusión. Su móvil comenzó a vibrar, y en un intento de esperanza e ilusión contesto sin siquiera fijarse en quien le llamaba.
---¡¿Quackity?! ---preguntó en cuanto contestó.
Una risa cantarina se escuchó desde el otro lado de la línea ---¿Quackity? Ese es el nombre de la chica con la que te acostaste anoche, vaya, tiene un nombre muy raro
Hanna.
Gruñó, negando decepcionado. Al mismo tiempo que se ponía en marcha y comenzaba a caminar fuera del edificio. El cielo era triste, cubierto por nubes oscuras.
---Joder, ¿qué necesitas, Hanna? No tengo tiempo ahora mismo.
---Pero si yo no necesito nada, tonto. Solo que alguien prometió venir anoche y jamás apareció. Ahora entiendo porque.
Negó, sin siquiera poner atención a las palabras de la chica ---No tengo tiempo para ti ahora.
---Que eso lo sé, Rubén. Que no tienes que repetirlo ---Hanna rió, una risa más baja---. Anda, encuentra a tu enamorada. ¿A qué esperas? Cuando lo hagas me cuentas todo. Suerte~
Y colgó.
Suspiró, mirando la llamada terminaba que se mostraba en la pantalla de su móvil. Escuchó el sondo de un rayo cruzar el cielo, antes de que una llovizna comenzara a caer.
---Quackity... ¿a dónde te has ido?
»
</3
Y Quackity se marchó... otra vez, ah no, que esto no es Give us a Chance JSJSJ
perdón.
-tragic 🦇