Es ya muy tarde por la noche y la lluvia no ha cesado. No se suponía que fuese a llover el día de hoy aunque no me quejo.
He escuchado técnicamente toda la historia de la vida de Jhanahy en estas horas sentado en el diván a su lado.
Debo decir que me encanta callar y retener cada cosa que me dice, aunque me siento mal porque esto no fue así allá en el almacén. No sé qué demonios me sucedió.
He tenido que encender la lámpara roja para tener algo de iluminación, pero no la suficiente como para minimizar lo que acontece arriba, a través del cristal.
—Lo siento —murmura soltando una suave risilla simpática con toques de vergüenza—. Creo que ya te mareé con mis tonterías.
—Para nada —le respondo volteando hacia ella. Le regalo una sonrisa tranquilizadora—. Al contrario; me gustaría saber más acerca de ti.
—¿De verdad?
Asiento.
—Oye, ¿crees que aquella escandalosa del vestido de novia, la tal Marianne, hablaba de la misma mujer con quien descubriste a Elier intercambiando mensajes de texto ésta última vez?
—No, no es ella.
—¿Cómo puedes estar tan segura?
—Porque cometí la idiotez de enviarle un mensaje de texto, se llama Mairyn, le dije que se llevara a Elier, que se lo obsequiaba, que no lo quería. Ella me respondió con un: ¿quién eres? Y resulta que me presenté y Tontelier le había dado su segundo nombre, no el primero, y ésta ni siquiera sabía que tenía una mujer en casa.
—Vaya, vaya...
—Me aseguró que no había pasado nada entre ellos, que apenas venían conociéndose de algunas semanas y que no hacía mucho de que fueron al cine a ver una comedia romántica de la cual incluso me dio el nombre, y que al final, se dieron un beso, y que ya estaba. Que ni loca volvía a permitir que le hablara siquiera.
—¿La llevó al cine?
Asiente en respuesta.
—Y yo tengo que rogarlo para que me saque a algún sitio, y siempre tiene esta cara de militar amargado cuando vamos de la mano, cosa que en realidad me hace sentir tan mal... Es como si no quisiera estar allí, conmigo.
Porque en realidad no quiere estar allí contigo. No te equivocas.
»Siempre me dice que está cansado, que no tiene dinero, que mejor miremos algo en casa, y no existe poder en el mundo que haga que me lleve a otro sitio además del cine, y muy de vez en cuando por no decir casi nunca.
—No tengo que repetirte que es un idiota, ¿verdad?
Sonríe aunque el gesto es vacío.
—Me dijo que Elier le comentó que yo era su exmujer, que vivo en casa de mis padres y que soy una mala persona que no le permite ver a nuestra hija.
Pues me parece que eso le ha de decir a todas.
»A muchos de sus ex compañeros de sus empleos anteriores les decía que yo lo trataba mal, y que lo obligaba a estar conmigo, y que si él cedía era tan solo por su hija.
—Lo siento, pero ya no puedo seguir con la idea. Haré algo por ti, quieras o no.
Creo que se lo ha tomado a broma porque ríe y niega con la cabeza. Pero no estoy jugando.
—Eres muy bueno escuchando, ¿sabes?
—Pues.... nunca me lo habían dicho.
—Pero lo eres.
—Ya me siento especial —río.
—Pero, eres especial.
—Tú eres especial.
—Ya cállate —me dice sonriendo algo cohibida, dándome un leve empujón con su hombro izquierdo.
—Es la verdad. —Baja la mirada y niega con la cabeza—. Cuéntame más de ti.
—Pues, no hay mucho que decir en realidad. Mi vida ha sido aburrida haciendo de lado mis problemas con mi familia, con mi marido, y con personas que han ido y venido en el plano de la amistad y otras cosas. Nunca he salido de Italia, tampoco conozco mucho de ella y...
—Eso es inaceptable —le interrumpo—. Deberías salir más a menudo.
Ella suspira y ríe.
—La verdad es que quizá se deba a la manera en la que mis padres me crecieron, pero, salir mucho es algo que realmente no me hace falta. Estoy acostumbrada a estar en casa. Ir a trabajar es para mí una cosa que cuenta como dejar mi encierro.
—Umn... eres como una avecilla en cautiverio —miro hacia el techo.
—¿Eh?
—Te cortaron las alas y te encerraron, y ahora solo... te rehusas a dejar los barrotes que te privan de una libertad que en realidad está a tu alcance.
Volteo hacia ella que, me mira como si quisiera decir algo, pero calla y esboza una sonrisa incompleta.
Suspira mientras ve al techo por un breve instante. Se remueve y sonríe ampliamente esta vez.
—¿Pero qué hay de ti, Law? Has escuchado muchas cosas vergonzosas sobre mí, pero no has dicho nada sobre ti.
Ahora que cambia de tema parece una Jhanahy distinta. Me muestra nuevamente la versión de esa mujer que intenta reprimir todo en su pecho para no dejar filtrar ni un poco más de esa vulnerabilidad que me ha dejado ver de sí misma.
Tampoco quiero presionarla. Ya ha llorado bastante hablándome sobre su infancia, su pasado, y las cosas que la han marcado.
Se ha abierto a mí y estoy realmente agradecido por ello. No voy a forzar esta bendita suerte que me ha acompañado este día.
—Bueno, no hay mucho que decir tampoco, técnicamente te di el resumen de mi vida cuando caminamos por largo rato por los canales. Pero sumando a eso: he viajado mucho. He conocido muchos lugares en diferentes países y continentes del mundo. He hecho lo que he querido pero...
—¿Pero...?
—No lo sé, es algo que ya no me llena más. —Suspiro—. Ahora que lo pienso, creo que nunca nada de eso llegó a satisfacer o rellenar el vacío de... sentirme solo, ¿sabes?
—No he viajado por el mundo y tampoco he hecho lo que he querido, pero creo que comprendo el sentimiento del vacío. Aunque, al contrario de ti, mis penas no se deben a la pérdida de mis seres queridos. Siento mucho eso, Law.
Le sonrío débilmente.
—Eres una buena mujer, ¿sabes?
Arruga el gesto por una milésima de segundo mientras niega con la cabeza antes de sonreír.
—Estás loco.
—¿Por decirte la verdad? —sonrío.
—Porque dices eso después de tantas cosas vergonzosas e idioteces que te he contado.
—Eso te vuelve un ser humano, no una mala persona. Todos hemos tenido nuestros mejores y peores momentos.
—Pues creo que en mí no hay mucho de los mejores, pero tengo mucho que decir sobre los peores —ríe, aunque es un sonido vacío.
—No digas eso...
Niega con la cabeza mientras baja la mirada y sonríe luciendo pensativa.
—Pero al menos tú eres genial y...
—¿Soy genial?
—Sí —dice, como si fuese algo obvio—. Todo lo que haces te sale bien sin errores o fallas vergonzosas.
Si te contara...
Tú por ejemplo: eres algo que casi siempre me sale mal porque no sé cómo actuar y cómo ser este tipo perfecto y oportuno que no se equivoca y que sabe cómo llegar a ti.
Pero creo que hoy he conseguido avanzar un poco, Jhanahy, y eso me hace sentir como un crío al que le han dado un juguete nuevo. Y no, no es el sentimiento literal sino una metáfora. Es una pequeña comparación con esa ilusión pueril que resuena con emociones nuevas, cercanas y distantes que me llenan de algo desconocido que va de aquí a allá dentro de mi pecho.
—Hay muchas cosas vergonzosas sobre mí que tú no sabes, Jhanahy.
—A ver —se cruza de brazos—. Dame tres ejemplos y si logras convencerme dejaré de pensar que estás exagerando con respecto a eso.
Libero el aire de una risa inaudible mientras bajo el rostro.
—No, no me hagas hablarte sobre ello.
—Estoy esperando —me recrimina fingiendo seriedad—. Tic, tac, tic, tac...
—Vale, vale, vale... pero...
—Anda, es sencillo: menciona tres cosas que a ti te parezca que otros pueden juzgar como algo vergonzoso.
—Vale, ¿prometes no reír?
—Lo prometo. —Eleva el meñique y lo extiende hacia mí—. Es una «promesa prometida en lo prometido de lo que se está prometiendo».
Río.
—¿Qué clase de «Jhanahyciosada» es esa?
—Oye, ¡no me copies! —me señala—. Espera, ¿cómo sabes de...
—¿Usas esa ocurrencia?
—Eh, sí. ¿Bella te lo ha dicho?
—En realidad, no. Y no lo había escuchado de nadie antes, o sea, no añadiendo un nombre.
—Tampoco yo. Poco me hizo falta para patentizarlo.
Nos quedamos viendo en silencio y acabamos riendo juntos.
—Entonces, ¿compartimos derechos de autor? —le pregunto.
Enarca la ceja.
—Lo uso desde que estaba en primaria.
—Pero...
—Vale, lo compartiré contigo —dice—. Somos los creadores de una «JhanahyLawciosada».
Me carcajeo.
—Tú y tus juegos de palabras.
Noto que me da su atención con labios separados y ojos llenos de esa chispa de maravilla, como si por primera vez descubriera algo aunque, no estoy seguro de qué sea.
Traga y baja la mirada.
—Bien... —eleva el meñique una vez más—. Prometo no burlarme de lo que sea que me digas.
Entrelazo el meñique y asiento.
—Vale —murmuro.
—Empieza.
—Uno: odio el pan.
—No es vergonzoso, y ya lo sabía.
—Pero lo que no sabes es que en realidad soy extremista en ese caso.
Enarca la ceja.
—Lo validaré en un cincuenta por ciento.
—Odio la aglomeración de personas.
—Pero eres modelo profesional...
—Es lo que es.
—Pero no es vergonzoso... No cuenta.
—Vale, vale... espero que no te burles de esto: me gusta la poesía, y tiendo a describir a las mujeres de manera poética en mi mente.
Frunce los labios y me observa en silencio por un momento.
—Honestamente nunca lo habría creído de ti. No me pareces alguien demasiado culto aunque tampoco me transmites la vibra de un tipo vulgar, pese a que usaste el doble sentido conmigo hace unas semanas.
—Siento mucho eso, ya te dije que soy un idiota con el síndrome de crío de jardín de niños.
Entorna los ojos.
—Pero de igual manera no cuenta. Que te guste la poesía no es vergonzoso.
—Pero se lo parecería a otras personas que supieran eso sobre mí.
—Pues no. ¡No cuenta y no puedes hacerme cambiar de opinión! —se cruza de brazos y me ve de una manera que respalda lo que acaba de decir.
—Ya no sé qué podría agregar más allá de lo que he dicho sobre mi síndrome desde que te conocí, Jhanahy. —La noto suavizar el gesto y ruborizarse ligeramente—. En realidad, sí pienso tonterías poéticas acerca de las mujeres, pero nada se ha comparado a todo eso que ha surgido en mí desde que te vi por primera vez.
Traga. Ahora se esfuerza por no sonreír.
—¡Ay, no exageres! —exclama avergonzada.
—Pero es la verdad.
Se rasca la frente mientras baja el rostro.
—Seguramente me describiste como una bruja horrenda, cruel y macabra de la edad medieval.
—No, aunque... sí te llamé bruja.
—Lo cual me recuerda...
—Eh, lo dejaremos para después.
—Pero...
—Dije que te diría porqué te llamo bruja, pero no especifiqué cuando lo haría.
—Eres un tramposo —se cruza de brazos. Finge molestia e indignación.
—Bueno, tienes que aprender a hacer tratos, mi linda bruja.
Se torna roja. Aclara la garganta y se remueve antes de esbozar una sonrisa.
—Dime tres cosas de las que te arrepientas —me pide.
Jhanahy en modo evasivo: activado, una vez más.
Sonrío negando con la cabeza.
—Bueno, no hay mucho de lo que me arrepienta, excepto no hacer bien las cosas cuando se trata de ti.
—¿A... a qué te refieres?
—Todo recae en mi síndrome —le digo riendo, cosa que la hace sonreír.
—Entonces, dime tres cosas que nunca le has dicho a nadie, y tres cosas que nunca le dirías a nadie.
—Eso es sencillo, pero solo aplica para la primera parte de tu petición —digo, girándome hacia ella. La tomo de la mano y la miro directamente a los ojos—. Uno: me gustas. Dos: siento que te necesito como jamás he necesitado a nadie. Tres: tal vez es pronto pero sé que no me equivoco al decir que adoro todo lo que tiene que ver contigo, y cada vez más me doy cuenta de que en realidad... mas que gustar de ti; te quiero.
Los labios de Jhanahy se separan ligeramente. Parece contener la respiración y exhalar muy lento.
»¿Cosas que nunca le diría a nadie? También es sencillo. Uno: jamás le diría a una persona nada que no sienta de verdad. Dos: nunca le mentiría a nadie para obtener lo que quiero. Tres: sería incapaz de confesar en vano todo lo que te he dicho en este momento, y, quiero que sepas que todo lo dicho en la primera parte, no es una mera respuesta sino una declaración, Jhanahy.
—¿De... Declaración?
Asiento.
—No tienes que decir nada. —La hago mirarme a los ojos porque ha hecho el intento de bajar el rostro—. Solo, créelo, porque no estoy mintiendo. —Le sonrío, y me devuelve el gesto—. Ahora, cambiemos de tema porque no quiero que te sientas incómoda —se torna aun más roja—, así que, es tu turno.
—Bueno, ya has escuchado bastantes cosas vergonzosas sobre mí, y para ahorrarte el melodrama, te daré una respuesta que aplica para las cosas que nunca le he dicho a nadie y cosas que nunca le diría a nadie, además de ti.
»Amo la musica e imagino mi diario vivir como si se tratase de un musical. Es como si fuese una de esas princesas de Disney que cantan de la nada en determinado momento ya sea por alegría o tristeza.
Nos sonreímos.
»La única diferencia es que ellas son realmente hermosas, casi perfectas, sumando que pueden hablar con los animales y yo no poseo ni su belleza ni esa habilidad que me parece realmente tierna.
—Estás loca... —le acaricio la mejilla con el pulgar mientras que el resto de mis dedos se posan en su mandíbula—. Eres preciosa. Perfecta.
—Creo que eres tú quien se ha vuelto loco.
—No, lo siento pero no lo siento y debo disentir. Tú estás loca por no ser consciente de ello.
—Pero...
—No puedes hacerme cambiar de opinión y es mejor que prosigas porque esta discusión podría alargarse sin sentido alguno porque tengo la razón.
Frunce los labios mirándome como si tuviese mucho que decir, pero en última instancia opta por reservarse sus contraataques y suspira dejándolo ir.
—Bien. Continuaré entonces. Odio que la vida no sea como una película o igual que un libro porque los finales felices en la realidad son nulos. La meritocracia no existe en esta dimensión, y si haces el bien no recibes una recompensa, tampoco recibes un castigo si obras mal. Las cosas simplemente pasan porque tienen que pasar
»Odio que el romance sea tan sencillo en algunos libros, porque la vida es más tragedia que otra cosa. Me parece que lo simple y lo fácil es algo que mata la trama.
—¿O sea que amas las tragedias?
—Sí, porque me parecen más realistas. Pero no desprecio un romance bien estructurado y no algo que haya tomado su curso solo porque sí. Aunque, a veces no se necesitan razones para que el romance suceda, pero tampoco es como que noto mucho esfuerzo por parte de muchos escritores. No es que sea una experta, pero desde mi punto de vista como lectora... No me convence.
»Pero estoy desviándome del tema, el punto es que siento un amor inmenso y un odio profundo con estas cosas porque hace que las personas de mente débil como yo, nos sumerjamos en un mundo de fantasía en el cual al momento de salir a la superficie para inspirar, sonriamos por un momento en el cual experimentamos unas raras y altas expectativas sobre cosas que quizá nunca llegarán. Después nos entristecemos porque nos damos cuenta que en la vida real el romance no sucede tal cual, y que, los buenos no son recompensados y los malos no son castigados al final.
»Me gusta refugiarme en la idea de que no existe alguien totalmente malo, y tampoco alguien enteramente bueno, aunque, suelo desconfiar del mundo en general.
—Ni que lo digas.
Río, logrando que ella también se una en el momento.
Ahora suspira antes de proseguir:
—Sé que quizá es trillado y que medio planeta podría decir esto pero... Cuando era niña soñaba con ser astronauta, todavía pienso en ello.
—¿De verdad?
—Sí —asiente mirándome con ojos iluminados por una loca y frenética emoción pueril. Ahora ve hacia el techo de cristal y sonríe—. ¿Puedes imaginar el silencio que hay allá arriba? —Frunce los labios sin descartar esa mueca de ilusión—. Debe ser pacífico, y, lo más cercano a la realidad.
»Es decir: estás en la nada rodeado por la vastedad del todo. No es que te sientas solo teniendo mucho sino, que estás completamente solo, aunque la vista es hermosa.
»Eres partícipe de la creación más completa y compleja que se encuentra allí, frente a tus ojos, como si fueses un dios de carne y hueso que observa a la distancia sin poder tocar o modificar nada porque simplemente, está fuera de tu alcance y porque todo es perfecto tal cual aunque te abrume.
»Te transformas en este ser que tiene el poder de ver a través del cristal y especulas sobre todo lo que los microorganismos llamados "humanos" hacen con su vida cada día.
—Vaya... —murmuro mirándola.
Sonríe y niega con la cabeza bajando el rostro por un breve instante.
—Estoy diciendo chorradas, ¿verdad?
—Para nada.
Es solo que no dejas de sorprenderme, y entre más descubro de ti, más ansío por saber qué sigue.
—Siempre quise ser una actriz, y también cantante. Tengo la voz, pero no la belleza, y ahora en día el talento no importa sino la apariencia.
—Me gusta que sepas que tienes el talento, pero no me parece bien que digas que no tienes la belleza porque te equivocas. Pero —la interrumpo antes de que pueda pronunciar palabra para contraatacar justo como ha sido su intención—, ése es otro tema sobre el cual podríamos discutir toda la noche, así que es mejor que continúes.
—Vale, pero, esto es realmente vergonzoso y nadie más lo sabe.
—Bien. Dispara. —le pido sonriendo.
—Uso cinturillas porque tengo una ligera malformación en la cadera.
—No comprendo.
—Tengo un hueso un poco saltado en la coxis, no es la gran cosa pero sí hace la diferencia. Soy menos estética de lo que debería —baja el rostro.
—Pero, ¿es algo realmente malo? —la tomo por debajo de la barbilla—. ¿Te duele o algo así?
—Bueno, me provoca dolores de espalda, y es por eso que a veces uso esas prendas por temporadas. No me quejo porque afina mi cintura pero, es incomodo. Y sí, mi cintura desaparece cuando dejo de atormentarla. Ya, puedes reírte.
—No me reiría de algo así —le digo con seriedad.
—Hablo del hecho de que es esa la razón por la cual mi estómago es pequeño. No es porque sea un rasgo natural de una belleza que no poseo. ¿He dejado de «gustarte» ahora?
—No aprecio el tono sarcástico porque no me gustas solamente por como luces, y siento que no lo tolero porque puedo notar el desprecio con el que lo dices, y porque es una crítica muy dura dirigida a tu persona. Eso no me gusta, Jhanahy. Eres más que apariencia, ¿sabes?
—Lo dudo, y creo que por eso, antes deseaba desesperadamente encontrar algo de belleza en mi apariencia y solía subir fotos a diario a Facebook y a Instagram porque estaba atrapada en ese ciclo sin fin de competencia, sin olvidar esa tonta necesidad por obtener aceptación y sentir que había logrado encajar. Todavía hay algo de eso pero, ha decrecido muchísimo gracias al cielo.
—Pues me alegra que haya sido así porque en realidad perdías tu tiempo, Jhanahy.
Su falsa sonrisa desaparece. Retiene el aire en sus pulmones y me ve como si ya le doliera lo que no ha salido de mis labios, cosa que no escuchará porque estoy seguro de que ha malinterpretado lo que he querido decir.
»Porque jamás podrías haber encajado y tampoco logrado aceptación por parte de nadie. ¿Sabes por qué? —Niega con la cabeza. Sus ojos se han enrojecido—. Porque las personas nunca aceptarían algo de lo que realmente están celosas. No cuando se trata de una cosa que sobresale y que brilla con luz propia. No hay lugar para ti entre ellos, Jhanahy.
—N-no digas cosas que no son...
—Pero es la verdad. ¿Acaso creías que te diría algo como «nunca podrías compararte a nadie, Jhanahy, porque no eres lo suficientemente buena»? —Asiente—. Pues lo siento, porque déjame decirte que conozco varias celebridades y gente «popular», y puedo decirte con toda honestidad que nunca había conocido a un ser tan real, excepcional, y maravilloso como tú.
»Me habría encantado que congeniáramos desde siempre, pero me odiaste, aunque no me quejo de como se han dado las cosas porque adoro el tener la oportunidad de conocerte.
—Eres un rarito —me dice algo cohibida antes de apartar la mirada. Sonríe, y voltea hacia mí nuevamente—. Además te dije que no te odiaba.
—¿Entonces?
—Tan solo te vi y pensé en que eras el típico mujeriego guapo con complejo de irresistible que se acercaba a la mesa para buscar de Bella lo que todo hombre desea y luego largarse como si nada.
Bueno, no se equivocaba.
»A la vez, y tomando en cuenta lo anterior te culpé por las ilusiones rotas de cada chica en el mundo.
—Oye, eso es un poco drástico —me quejo fingiendo enfado—. Además, ¿qué es eso de «el típico mujeriego guapo con complejo de irresistible»?
Jhanahy ríe.
—Lo que has escuchado.
—Eres cruel.
—¿Lo soy? —Asiento—. Dime si me equivoqué. —Ahora es ella quien se cruza de brazos.
—No. No te equivocaste. Pero ya no soy ese tipo.
Pone los ojos en blanco.
—Ajá.
—Lo prometo.
Entorna los ojos. Me ve con suspicacia.
—Etiquetemos ese tema como algo de lo que podríamos discutir por largo rato y dejémoslo así.
Suspiro antes de poner los ojos en blanco.
—Mujeres: nunca se les puede ganar.
—Es correcto.
—Incorrecto.
—Que sí.
—Que no.
—¡Que sí!
—Que no —le sonrío con travesura.
—Déjalo ya.
—De acuerdo, pero solo porque tú me lo pides.
—¡Ja! ¡Gane!
—¡Mujeres...! —suspiro dándome una palmada en la frente.
—Oye...
—¿Mmn...?
—Son casi las once, y no ha parado de llover. ¿Cómo volveremos cada quien a su casa?
—Podríamos pasar la noche aquí.
—¿En este diván?, ¿en el invernadero? ¡ —se sienta súbitamente—. ¡¿Te has vuelto loco?!
—No, tonta, me refiero a la casa.
—Pero no puedo dormir fuera de mi departamento. No está bien y mucho menos lo está el hecho de que me quede contigo en una casa ajena que...
—Bueno, no es como que podamos regresar con esta lluvia.
Se queda callada. Luce pensativa.
—Podemos llamar un taxi —propone rápidamente.
—¿Y mi motocicleta? —contrapongo fingiendo que no tengo opciones cuando claramente podríamos coger un auto del garaje.
No es como que estuviese en la casa de un desconocido, pero supongo que por el momento no le diré a Jhanahy que ésta propiedad y todo lo que hay en ella, es mío.
—Cierto —murmura mirándose los pies. Tiene el semblante de una persona que esta en busca de una solución.
Veamos qué tal responde a esto:
—Pero si quieres, podríamos llamar un taxi y puedo acompañarte a tu casa.
—¿Y tu motocicleta?
—Podría regresar en el mismo taxi para pasar la noche aquí. Me iría por la mañana.
—No —se pone de pie—. No voy a dejarte solo en este lugar. No después de notar lo difícil que fue para ti el poder entrar. —Separo los labios ligeramente—. Sí, parece que hiciste hermosos recuerdos en este sitio, pero se trata de un pasado que te causa dolor por la pérdida de un ser querido que aún no superas. No te dejaré por tu cuenta.
—Jhanahy... —murmuro poniéndome de pie—. ¿Lo dices en serio?
—Somos amigos, ¿no? —se encoge de hombros—. Además, tú has estado para mí cuando más lo he necesitado.
Sonrío mientras bajo el rostro y me muerdo el labio inferior. No sé qué rayos es esto que siento en mi pecho, pero, tengo que ponerle fin a la broma.
—Agradezco mucho tus palabras, Jhanahy, pero tienes toda la razón —la tomo de la mano—. A pesar de que no deseo que te marches porque en realidad, te juro que me gusta pasar mi tiempo contigo, lo mejor es que vaya a dejarte a tu casa —Le acaricio la mejilla con mi mano libre—. Y no lo digo porque esté mal que te quedes conmigo, al diablo eso, sabes que te respetaría y que no haría nada que tú no quisieras. Pero lo digo porque quiero que estés bien y que no te sientas incómoda porque quizá te juzgues duramente como sueles hacerlo cada vez que consideras que estás haciendo algo que no debes.
—Law, n...
—Esta propiedad es mía, Jhanahy —hace un gesto que no sé como describir aunque no es de desagrado o rechazo—. Desde luego, tengo muchos automóviles en la cochera. Puedo dejar mi motocicleta y coger uno para llevarte a casa.
—Pero... dijiste que querías el trabajo en la floristería, ¿por qué hacerlo si este sitio es tuyo? Porque eso significa que eres un hombre adinerado, ¿o no? —desliza su mano de entre la mía y da un paso atrás—. No... no necesitas el empleo.
—¿Acaso no es obvio que lo hago porque quiero estar cerca de ti?
Abre la boca ligeramente. Inspira y retiene el aire.
Siento un cambio de paradigma.
—La verdad es que debí suponer que no eras como yo.
—¿Que no era como tú?
—Digo, ya he visto el ambiente en el que te desenvuelves, eres el mejor amigo de una celebridad, tu motocicleta es preciosa y moderna, y toda tu ropa no luce como algo que compres en una tienda cualquiera...
—¿Qué quieres decir con todo esto, Jhanahy?
—Pues claro, por eso dijiste que podrías deshacerte de mi problema con Elier sin sudar, ¿cierto?
Esto no pinta bien.
—Jhanahy, n...
—Law, tú y yo no podemos ser amigos.
—¿Qué?
—Lo siento —Presiona el interruptor de la luz y coge su bolso—. Debo irme... —dice, antes de darse la media vuelta para comenzar a bajar rápidamente por las escaleras.
¿Pero qué mierda ha pasado?
—¡Jhanahy espera! —bajo de prisa por los escalones y logro cogerla de la mano—. ¿Qué es eso de que no podemos ser amigos?
—¿Es en serio? ¿Todavía me lo preguntas?
—Desde luego, porque no sé qué sucede.
—Sucede que me mentiste, ¡y dices que no mientes para lograr lo que quieres!
—¿Cuándo te mentí?
—Omitir es mentir.
—¿«Omitir es mentir»? —Frunzo el ceño—. ¿Pero de qué va eso?
—Has fingido ser quien no eres.
—¿Acaso quieres que lleve un letrero en mi frente o que cada vez que estrecho manos con alguien le entregue una tarjeta de presentación que me introduzca con algún tipo de leyenda que hable de quién soy? Porque soy solamente yo, Jhanahy, el mismo tipo con quien has tenido discusiones ridículas por cualquier cosa, el mismo idiota que se ha estado enamorando de ti poco a poco y... Espera, ¿todo esto es porque soy rico?
—Pertenecemos a mundos distintos, Law.
—¿Ahora eres clasista?
—No lo soy, simplemente me protejo.
—¿Te proteges? ¿De qué?
—¿Qué querría un hombre adinerado con una pobre diabla como yo?
Abro la boca, incrédulo.
—¿Tendré problemas para estar con la chica que me gusta porque heredé una fortuna de mis padres, de mi guardián legal, y de mis padres adoptivos? ¿Es en serio?
—Es lo mejor.
—¿Lo mejor? ¿Le dirías lo mismo a Shachi? Él también es rico.
—Pero no es Shachi quien me ha dicho que gusta de mí, tampoco es quien me ha besado e intentado acercarse poco a poco.
—¿En serio vas a rechazarme porque soy rico?
—No, ya te había rechazado antes —dice arrugando el gesto. Abraza su bolso frente a su pecho.
Esto me parece un déjà vú, justo como aquel día allá en el quiosco.
—De verdad no sé qué hacer contigo, Jhanahy.
—Soltar mi mano y dejar que me vaya.
—En serio, he tratado de acercarme a ti porque de verdad me gustas, porque siento que me he estado enamorando de ti, porque cada aspecto que he conocido de ti me ha hecho caer por el lindo ser humano que eres y... En realidad creo que he comenzado a quererte, pero... parece que estás empeñada en alejarme valiéndote de cualquiera que sea el motivo.
»De verdad, te juro que haría lo que fuera porque creyeras en mí, porque te des cuenta de que no es hacerte daño lo que busco, pero es en vano y no te culpo, porque has sufrido demasiadas desilusiones pero, ¿de eso a que me digas que ni siquiera podemos ser amigos?
—No tengo nada que ofrecerte, Law.
Creo que ya comprendo qué es lo que sucede aquí.
—¿De nuevo sintiéndote indigna, Jhanahy?
Traga. Parece que retiene el aire en sus pulmones.
Juzgando por ese gesto de miedo, cohibición, y la manera en que baja el rostro... determino que he acertado.
—Quiero ir a casa.
—Bien —le digo dando un paso atrás. Me quito la chaqueta y la acomodo sobre el apoyabrazos de un sofá—. Iré a dejarte tan pronto como me presente formalmente contigo. Es estúpido, pero supongo que es como, según tú, debería ser una introducción más apropiada. —Parece que quiere decir algo pero calla—. Soy Law Trafalgar, un multimillonario que opta por pasar desapercibido porque prefiere ser visto por quien es y no por cuanto tenga. Tan solo un idiota que trabaja como un simple modelo en su propia agencia. Alguien que disfruta de llevar una vida sencilla, tranquila, y sin problemas fuera del ojo del mundo de los negocios y las revistas de sociales.
»Poseo muchas propiedades y también varias empresas renombradas aquí en Italia y en Londres. Tengo más ceros en mi cuenta bancaria que oportunidades de convencerte de que lo que siento es real.
»No miento al decir que quiero conocerte, estar contigo, quedarme, y que no me iré. Es un placer...
Extiendo la mano que, Jhanahy mira por un momento sin saber qué decir.
»¿Esa presentación es justa? —le pregunto—. ¿Vas a estrechar mi mano ahora?
Se acerca. Estira su mano y estrecha la mía.
—Encantada. Soy Jhanahy, quien debe irse y te pide que no me sigas.
La veo yéndose. Abro la boca y resalto la quijada mientras inspiro antes de presionarme los labios entre los dientes. Me llevo las manos a los bolsillos.
Miro al suelo sintiéndome como todo un idiota. ¿Ahora resulta que también mi estatus social es un impedimento para estar con Jhanahy? No. Ella no solo se siente indigna. Tiene... ¡tiene miedo!
Corro detrás de la loca que ha atravesado la puerta. Salgo a campo abierto y busco con la mirada. No es que haya mucha iluminación, pero la luz de los relámpagos me dejan ubicarla en esta oscuridad en la que, la lluvia me empapa rápidamente.
Me doy prisa antes de que llegue al portón y la cojo de la mano.
—No puedes irte.
—No tengo nada que hacer aquí.
—Estabas dispuesta a quedarte. ¿Qué cambió, ah? ¡Dímelo!
Baja la mirada.
—¡No tengo nada que decir!
Tira de su mano y da un paso atrás, antes de darse la media vuelta pero me coloco frente a ella y no le permito avanzar.
—¿De verdad? —le reprocho con enfado—. Porque hubo mucho que le dijiste a Bella sobre mí ayer.
—¿Qué? —me pregunta incrédula.
—Estaba allí, Jhanahy, no logré salir de tu departamento porque alguien subía por las escaleras y no debía ser visto cruzando por tu puerta. Tampoco podía estar frente a Bella dado que no querías que ella supiera sobre mi presencia así que me oculté debajo del árbol de navidad junto al sofá. Estuve apoyado de espaldas a la pared y escuché cada cosa...
—No... —niega con la cabeza—. No puede ser.
—Pues siento mucho romper tu burbuja pero estoy al tanto de todo.
—Oh Dios mío, ¡pero qué vergüenza! —dice, antes de salir corriendo sin dirección.
Gruño por la frustración viéndola irse. ¡¿Qué haré con esta mujer?!
Vuelvo a correr y consigo atraparla.
Me pide que la suelte y me da golpes en el pecho mientras intento sujetarla para echármela sobre el hombro.
—¡¿Por qué eres tan obstinada?!
—¡Quiero irme para mi casa!
—¡He dicho que iré a dejarte!
—¡No quiero estar cerca de ti ni un minuto más!
Su bolso cae a la grama ahora que consigo apegarla a mi cuerpo y levantarla por debajo de los glúteos.
—¿Por qué? ¿Porque tienes miedo de dejarte llevar conmigo?
—¡Que me sueltes!
Me quejo ya que ha logrado que la suelte y me ha dado una patada en la pantorrilla. Coge su bolso e intenta huir.
Esta vez no la sigo. Me quedo parado recibiendo el aguacero.
—¡Eres una cobarde, Jhanahy! —le grito repentinamente.
Detiene su paso. Se queda inmóvil.
—¿Qué dijiste?
—¡Dije que eres una cobarde!
Voltea. La noto enfadada. Deja caer el bolso y grita cargando contra mí.
¡He despertado a la bestia!
La recibo de manera inesperada para ella, porque he logrado atraparla en mis brazos y con dificultad, la aseguro por debajo de los glúteos muy a pesar de sus golpes sobre mis hombros.
—¡No me digas así!, ¡no soy una cobarde!
—¡Lo eres! —le espeto con firmeza levantando el rostro. Tres Aves Marías y que sea lo que la virgen quiera. Y digo esto aunque no soy devoto.
La fierecilla se calma. Tan solo me queda mirando mientras respira agitada.
»Te aterra dejarte llevar porque sabes que ésta vez es distinto y que te has enamorado de mí.
—¡Nunca le dije eso a Bella!
—¡No es necesario que lo hagas! —le contraataco—. ¡No soy idiota, Jhanahy!, ¡y pude sacar mis propias conclusiones tras escucharte y observar todas tus gesticulaciones y tu manera de actuar! ¡Te has enamorado de mí y temes que...
Y no termino de hablar puesto que la loca me ha estampado un beso.
Sí. Esto parece un estúpido cliché de película romántica con el típico beso bajo la lluvia, pero, no tengo quejas.
Nuestros labios se atacan como si fuesen palabras no dichas y que ansiábamos espetarnos en medio de nuestra contienda.
Hasta ahora nuestros besos habían sido apasionados, intensos y a la vez tiernos, pero ahora parecería que nos odiamos. Las caricias de nuestras bocas son desesperadas, y la manera en que nos aferramos al otro es como si deseáramos triturarnos.
—¡Ya suéltame! —me dice repentinamente alejándose de mí.
Patalea y me golpea los hombros hasta conseguir que la baje pero, lo siento, no estoy dispuesto a dejarla ir.
Forcejeamos y de alguna manera me paro sobre su bolso y pierdo el balance cayendo de espaldas, llevándomela conmigo.
Trata de huir pero consigo voltear las posiciones y la cojo de las muñecas. Encajo mi pierna derecha en medio de las suyas para mantenerla quieta.
—Intentas huir porque acabas de descubrir que no soy un simple idiota «modela calzones». Me golpeas y me tratas mal después de tantas horas en las que nos has permitido conocernos, y haces esto pese a que fue hace menos de dos días cuando me preguntaste si quería formar parte de un círculo que no es un círculo. Me aseguras que no me dejarás solo en un sitio en el que me es difícil permanecer, pero lo olvidas como si nada, y el malo soy yo, ¿no?
—¡No! —vocifera sin darse por vencida. Desde luego que es una luchadora.
—Desconfías de mi palabra y mis acciones y dices que omitir es mentir, pero, tú omites todo lo que sientes por mí y decides que es mejor despreciarme y huir una vez más porque te es más fácil que aceptar y admitir que me quieres contigo pero que no te sientes lo suficientemente buena para mí, ¿verdad?
—¡No!
—Todo se resume a tu idiotez al despreciarte. ¿Acaso no te das cuenta que eres tú quien se hace daño? ¿O es que esto se trata de una nueva tendencia en tu loca burbuja, una que te dice que es mejor causarte mal a ti misma antes que arriesgarte y esperar a que alguien más lo haga?
—¡No!
—¿«No» qué?
—¡Quiero irme!
—¡Pues fíjate que no!
—¿Y quién va a impedírmelo?
—Yo.
Le estampo mis labios de lleno y me presiono contra los suyos pese a que me hace probar el sabor de mi sangre. Me ha mordido con fuerza pero ni siquiera eso ha logrado que me aparte. Gruñe y se queja retorciéndose debajo de mi cuerpo pero no consigue quitarme. Lucha una y otra vez pero, lentamente cede, y se deja llevar por mis labios.
Mi pecho se hinche con sensaciones desconocidas al igual que lo hace mi miembro que la desea como nunca antes ha deseado a nadie.
El cuerpo de Jhanahy deja de resistirse y se relaja mientras nos besamos con intensidad y mucha entrega. Libero sus manos. No tarda en abrazarme del cuello.
Le desabrocho los botones de la camisa al tiempo que llevo mis labios a su cuello.
Jadea y tiembla pero no es frío. Su piel es cálida y respira agitado.
Bajo hasta su sostén, el cual tiro hacia abajo para dejar sus pechos descubiertos. Le succiono un pezón en tanto masajeo el otro antes de juntarlos para lamerlos a la vez.
—No... Law... No... —se queja muy sensual—. No quiero.
Me separo de su cuerpo algunas pulgadas para quitarme la camisa y desabrocharme el cinturón. Vuelvo a besarle los pechos siendo preso de sus manos que presionan mi cabeza.
Me repite que no quiere, que esto no está bien pero hago caso omiso a sus palabras. Cada poro de su piel me grita que me desea tanto como yo a ella.
Consigo desabotonarle la blusa blanca y vuelvo a sus labios. La piel de nuestros torsos se acarician y se resbalan por la humedad.
Apego mi pelvis a su entrepierna dejándola sentir lo que me ha provocado.
Me abraza en tanto continúo rozándome. De pronto es como si hubiésemos comenzado a hacer el amor con ropa.
Abre sus piernas y me aprisiona entre ellas enlazando sus tobillos en mi cadera. Siento que su cuerpo ha cedido el control total así que me arriesgo y tiro de la pretina de su pantalón de tela por debajo de sus glúteos, los cuales masajeo sobre sus bragas que no tardo en retirar hasta donde ha quedado su otra prenda.
La atraigo a mi cuerpo y la levanto de la grama al tiempo que me pongo de rodillas y la dejo a horcajadas sobre mi regazo. Le quito la blusa y también el sostén mientras ella se enfoca en presionarme por detrás de la cabeza en tanto le beso el cuello.
Con mucho cuidado la recuesto de espaldas sobre su blusa sin apartarla de mi regazo.
Vuelve a decirme entre jadeos que no quiere esto, pero estoy muy ocupado liberando algo que está por explotar.
Abro mis labios y jadeo al tiempo que libero un gruñido de placer mientras entro en ella muy despacio hasta rellenarla con mi tamaño y grosor.
¡Oh mierda, el preservativo!
—Maldita sea Jhanahy... —murmuro sensual escuchándola gemir ahora que comienzo a moverme dentro y fuera.
Es tan estrecha y pequeña...
Está tan caliente y resbaladiza que presiento que este asalto ya ha nombrado un ganador, y ese no soy yo.
Mi pecho se hinche y mi respiración se descontrola.
Entro y salgo con más rapidez y precisión disfrutando de los masajes internos que su vagina le da a mi miembro en tanto la veo contornearse y la escucho gemir tan sensual que... ¡Oh, maldita sea!
Le saco el pantalón y las bragas de un tirón que envía a volar sus bailarinas negras.
—Ah... Ah... Ah... —se queja como si agonizara.
Me inclino sobre ella adueñándome de cada gemido que se ahoga en mis labios.
Siento sus uñas encarnándose en mi espalda, cosa que me enciende más y más.
Muevo la cadera con desespero haciendo que ella enloquezca hasta que se viene con un grito que me inunda de placer y que por poco me arrastra.
Empleo más fuerza y precisión. Esto no se ha acabado para ti, Jhanahy.
La siento tensarse una vez más y comenzar a temblar.
Mierda. Llora. Llora de placer y eso hace que me pierda. Escucharla es una delicia. Una maldita delicia.
Me estremezco. Mi piel se eriza y mi cuerpo se tensa. Busco uno de sus pezones y lo succiono en tanto juego con el otro. Ambos están endurecidos.
Los movimientos de mi cadera se vuelven salvajes y descuidados, hasta que sin lograr salir, me vengo dentro de ella. Me presiono hasta el fondo siendo esclavo de la manera en que gime y se estremece mientras me presiona por detrás de la cabeza.
Parezco un niño aferrado a sus pechos. Gruñendo y temblando sobre su cuerpo.
Deslizo mi lengua por su seno hasta su cuello donde interno el rostro. Me quedo quieto, tratando de reponer un poco de energía pero me está tomando demasiado tiempo el poder conseguirlo.
Nuestros sexos palpitan mientras continúan conectados.
¿Ves Jhanahy? No hay nada de malo contigo, o es así, o el supuesto vaginismo o la frigidez que has experimentado con otros me la han sudado.
Respiro a través de la boca. Sonrío. Esto ha sido... ha sido... Ha sido lo mejor que me ha pasado en la vida.
Finalmente la he hecho mía, y por lo que noto, mi amigo se tensa porque quiere más de ella.
Elevo el rostro ya que la siento temblar.
Mi sonrisa de imbécil se esfuma ahora que la miro cubrirse la cara y comenzar a llorar.
—No, no, no, no... —murmuro intentando hacerla descubrirse el rostro pero opone resistencia.
—Lo hice de nuevo. ¡Lo hecho de nuevo! —dice entre sollozos.
Me duele. Maldita sea. Me duele verla así.
Salgo de ella muy despacio.
Pienso en qué decirle pero no tengo idea de qué puede ser eso que la haga sentir mejor. Si acaso, hasta podría empeorar las cosas.
—Jhanahy no hemos hecho nada ma...
—Esto está mal... —la escucho decir por lo bajo.
—No me digas eso. Por favor no te arrepientas —le pido antes de dejarle un beso en el dorso de ambas manos.
—Ni siquiera hemos usado protección.
—Te juro que estoy sano. Mi trabajo como modelo profesional me exige examinarme cada...
—¡¿Y cómo sabes que yo estoy sana, Law?! —exclama, ahora mirándome a los ojos—. Mi marido me engaña con otras, ¿qué te asegura que él no me hubiese contagiado de algo?
—Bueno yo...
—Desde luego, ¡no estabas pensando con claridad!
—Tampoco tú. Los dos nos cegamos y nos dejamos llevar por lo que sentimos.
—Oh no... —se cubre la boca—. No quiero que...
—Te llevaré a examinarte si tanto miedo tienes de que yo...
–¡Es todo lo contrario! —me interrumpe—. ¿Qué haré si te contagio de algo que...
Me inclino a besarla antes de que prosiga.
—Calla —le digo apegando mi frente a la suya—. Voy a llevarte a hacerte unos análisis para que estés más tranquila. Estoy seguro de que al menos tu marido no ha sido lo suficientemente estúpido como para andar por allí follando sin protección. En cuanto a mí, lo siento. Tienes razón. No he pensado con claridad y he sucumbido ante el deseo, pero te juro que nunca lo he hecho con nadie sin usar un preservativo. Por favor. Créeme. Estoy sano.
—Pues esperemos que yo también lo esté, porque no me he examinado desde hace unos seis meses.
No puedo mentir, me asusta. Pero ahora de nada sirve lamentarse. Me dejé llevar y si soy honesto conmigo mismo, por mucho que me aterre... no me arrepiento.
—Jhanahy... —murmuro sobre sus labios—. Ya cállate.
—¿Es que no te das cuenta de la gravedad de la situación?
—Está hecho, y...
—Además te has corrido dentro de mí.
Separo los labios. No me había puesto a pensar en ello.
—¿No tomas la píldora?
—Se me han terminado y estaba esperando mi cita con el ginecólogo para comenzar con la inyección, pero alguien se ha adelantado a mis planes.
—Vale, vale... ¿hay algo que podamos hacer para evitarte un embarazo?
—¿Es en serio? ¿Cómo es que preguntas algo tan obvio?
—Bueno, no sé sobre esto. Es la primera vez que me corro dentro de una mujer y no en un preservativo. ¿Acaso no has escuchado lo que te he declarado? Nunca había estado con nadie al natural. Esto es nuevo para mí. Aparte de la píldora, ni puta idea de qué toman ustedes las mujeres para no embarazarse. Jamás he tenido que pensar en esto porque siempre me he cuidado.
—Vale. Ya comprendí —me dice apartando la mirada—. Necesito la píldora del día siguiente.
—Bien, te la compraré.
—¿Puedes quitarte de mí por favor?
Frunzo el ceño.
—No.
—¡Law deja de comportarte como un tonto!
—No quiero dejarte ir.
—¡Tengo frío, idiota!
Esbozo una sonrisa traviesa.
—Eso podemos arreglarlo.
—¡No voy a hacerlo contigo!
—Pero, ya lo hemos hecho. Y se sintió muy bien. ¿O me equivoco?
—¡Entiende que no puedo hacer esto!
—Es muy tarde para ti —le recrimino con todo el cinismo que me permito.
Frunce los labios.
—¿Acaso no has obtenido ya lo que querías?
—Una fracción —le respondo con descaro—. Pero soy codicioso así que quiero más. Mejor dicho, lo quiero todo de ti.
27
Bueno, la calentura ha ganado niñas, y, esto no se acaba en éste capítulo; así que pueden ir por alguna cubeta y un trapeador porque esto se va a poner húmedo y muy intenso en la siguiente parte. 7u7r