Mi familia y yo tenemos una tradición muy peculiar, algo que hemos heredado de nuestros antepasados que, sin embargo, muchos de nuestros parientes dejaron de celebrar Samhain, al menos de la forma tradicional. La Cena Muda.
Te lo explicaré más tarde.
Mamá y papá se tomaron unos días de vacaciones para que podamos hacer este viaje familiar en una casa con vista a los lagos en el sur del país. Tengo una hermana, Carla y ella es cuatro años mayor que yo, en el momento en el que estoy escribiendo esto, yo tengo dieciocho años.
Estoy especialmente emocionada por la cena de este año, desde hace algunos años que quiero poner a prueba un truco el cual mi hermana me había comentado cuando se comenzó una relación con su actual pareja, un chico de origen colombiano. Mi madre no permitió que hiciera este truco, que unos momentos te pasaré a explicar, jeje ya van dos cosas que tengo que contarte, en fin no me dejó hasta que fuese un poco más mayor, no sé muy bien por qué.
Más que un truco, se trata de juego en el que las chicas curiosas de la época victoriana querían saber con quien pasarían el resto de sus vidas, solo necesitaban un espejo y una vela. Cosas que, por supuesto, me traje para esta ocasión.
Quiero que sea medianoche.
Mientras tanto, Carla y yo estamos preparando la cubertería y vajillas mientras nuestros padres se ocupaban de la cena. Creo que te debo una explicación, antes te había mencionado la Cena Muda, pero no te dije de qué se trata. Como habrás notado, es una cena, valga la redundancia, pero ¿por qué muda? Porque se trata de una cena con los espíritus, con nuestros muertos bienamados. Aquellos que nos prescindieron en el camino de la vida y que ahora son uno con el universo, energía pura y como tal, debe transcurrir en el más absoluto de los silencios para que nosotros, los que estamos vivos, podamos sentir y transmitir el más profundo amor hacia ellos y viceversa.
Antes de cenar, he ido a cambiarme para la ocasión. Mi ropa, antes colorida, había sido reemplazada por un simple vestido negro, hace un poco de frío así que lo acompañé con una chaqueta y medias cancanes también negras, además de unas botas de cuero ecológico.
Una vez que bajo a cenar, mi madre comenzó a servir la comida, empezando por mi parte favorita: el postre. Los espíritus eran los invitados de honor así que la costumbre dicta que hay que servirles primero, mi madre deja el plato frente al asiento que precede a la mesa, ya sabes, donde la cabeza de familia suele sentarse. Luego fue el turno de mi madre, le siguió mi padre, mi hermana y por último yo por ser la más joven de la familia. Asentí con suavidad mi cabeza, un gesto de agradecimiento y tomé los cubiertos que estaban colocados al revés, la panza de la cuchara vista hacia mí y llevé a mi boca un buen trozo del excepcional pastel de chocolate de mi madre.
Quizás ya lo habías notado, pero el orden es desde el mayor hacia el menor. El resto de la cena transcurrió en completo silencio, apenas se oía el suave tintineo de los cubiertos o de los vasos. Pero imagino que ahora te estás preguntando que pasa con los platos ofrecidos a los espíritus, ya que hemos terminado con el plato principal y solo quedaba la entrada. Bueno, luego de cada plato se deposita el anterior en el suelo, lo mismo sucede si algunos de nosotros deja las sobras.
Una vez que terminemos de comer, las sobras y la comida sin tocar quedaran puestas encima de la mesa durante toda la noche, para que no solo nuestros antepasados "comieran" sino también aquellos espíritus que no tienen a familiares que los honren en este día.
Mi hermana y yo estábamos lavando los platos sin decir ni una sola palabra, mi ansiedad no paraba de crecer quedaba tan solo una hora para la medianoche, mis padres ya se encontraban en su dormitorio, podía ver sus huellas en el suelo porque durante el día que se lleva a cabo la Cena Muda no se barría y las velas que habíamos colocado en la mesa ya estaban a punto de consumirse.
Carla inclinó la cabeza a modo de saludo antes de que entrara a su habitación, correspondí el gesto y yo me metí en mi cuarto, aguardando a que el reloj llegase a la hora de las brujas.
Estoy tumbada en la cama mientras espero a que se haga la hora, leo un libro en mi teléfono, no hay mucha señal en la cabaña así que las redes sociales no eran una opción para pasar el rato y como me gusta escuchar música mientras leo, los auriculares eran mi salvación, eso sí, música instrumental o de lo contrario me pondría a cantar. Para no olvidarme de mi tarea, activé una alarma diez minutos antes de medianoche, en la simple mesa de luz que había al lado de mi cama había colocado lo que necesitaba para llevar adelante mi experimento, un espejo de mano y un pequeño candelabro con la vela ya puesta, en el bolsillo de mi chaqueta tenía un encendedor.
Carla y mamá me habían hablado de este juego que hacían las señoritas de la época, consta que durante los primeros minutos de la medianoche con un espejo y una vela encendida, se debía bajar de espaldas por las escaleras. El espejo debe mostrar la silueta de la persona con la que pasaría el resto de mi vida, aunque podía tener otro resultado si lo que se veía era un ataúd, significaba que no vivirías lo suficiente. El gran pero es que era un juego para las jóvenes sin poder de decisión sobre sus vidas.
No me importa, me parece tan interesante que quiero probarlo de todas formas. Las cosas habían cambiado un poco desde aquellos tiempos.
Mi celular comenzó a vibrar y lo apago antes de que reproduzca algún sonido, mi corazón latió fuerte en mi pecho por el simplemente hecho de probar algo nuevo. Salí despacio de mi habitación, bajé hasta llegar al puerta del sótano de la cabaña para no molestar a los demás que dormían, tiemblo un poquito de la emoción. Sostengo con fuerza la vela mientras le prendo y comienzo a bajar lentamente por la escalera, el espejo lo había colocado a unos centímetros de mi cara, lo suficiente como para poder observar lo que sea que se pueda encontrar detrás de mí.
No soy capaz de ver nada por el momento aunque esté a mitad de camino, pero esto no me hace perder la esperanza ya que la escalera es bastante larga, procuro bajar despacio para no pisar mal y caerme.
Comienzo a impacientarme cuando estoy llegando al final y todavía no pasaba nada. Ya piso el último escalón y evito con todas mis fuerzas ahogar la frustración, finalmente toqué el suelo y lo primero que pensé fue en qué me había equivocado, estaba tan decepcionada cuando de repente me doy cuenta de que no estaba completamente sola, un escalofrío recorrió mi espalda.
En el reflejo del espejo podía ver una cara mirándome directamente. Era un chico, su cabello era rubio y parecía largo, sus ojos eran marrones y su mirada era seria e inexpresiva. En ese mismo instante me giré y lo vi allí parado, de cuerpo completo, enseguida sentí que mis mejillas se ruborizan.
Era perfecto ante mis ojos. Sonreí porque el hechizo había funcionado después de todo, quería hablarle y me mordí los labios para evitar hacerlo, creo que me lastimé pero ¿Qué me importa? El hechizo FUN-CIO-NÓ.
Sin embargo el encanto duró poco, porque aquella aparición así como surgió, empezó a dar pasos lentos hacia la pared hasta desaparecer a través de ella. Aunque eso no era lo peor, en el momento en que desaparecía, mi sangre se heló. Parecía normal, pero la sombra que lo seguía no coincidía con aquella apariencia.
Me sentí palidecer, la vela que tenía en la mano se cayó, apagándose con el impacto y yo, presa del pánico, salí corriendo hacia mi habitación, estaba agitada y asustada. Tenía fe de que eso no pasaría, toda la buena emoción que sentí se evaporó sin más. No podía dejar de temblar mientras me dejaba caer en la cama y comencé a llorar.
En algún momento me quedé dormida.
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Me despierto con un fuerte dolor de cabeza, tuve pesadillas durante toda la noche de las cuales no pude despertar en ningún momento. Recuerdo el filo del cuchillo apuñalándome en diferentes partes del cuerpo, también la sangre brotando a borbotones de las heridas.
Tengo miedo de mirarme en el espejo y volver a ver su imagen. No podía contarle esto a mi familia, no me gusta mentir y sé que ellos son un poco más creyentes que yo, por eso no puedo decirles sobre la sombra del chico... Lo mejor que podría hacer era decirles que el hechizo no me había salido bien y que no fui capaz de ver nada. Sí, eso voy a decirles y de paso intentaré creerme esa mentira yo también, no importa que tan difícil sea porque lo que vi anoche era un presagio de mi muerte, no sé como será ni cuando, solo se que aquel hombre será mi muerte.
¿Podría yo ser capaz de burlarme de el destino que me tocó? No lo sé, pero por ahora fingiré una sonrisa y seguiré hacia adelante, ya veré que hacer cuando llegue el momento.
Porque yo no tengo miedo de morir, le tengo miedo al sufrimiento que conlleva morir. Tal y como lo había visto en mi sueño.