Hermione se había ofrecido para ayudar madame Pomfrey en la enfermería, y mientras ella curaba unas heridas del rostro de Neville, la joven castaña ayudaba a su novia.
—¿Entonces Dumbledore se enfrentó a Voldemort? —preguntó Charlie, mirando un punto fijo. Hermione tarareó en respuesta viendo la nueva de dolor de la pelinegra cuando comenzaba a sacar los pedazos de vidrio que tenía en la piel.
Después de que Sirius murió, Charlie cayó inconsciente al suelo por haber pasado su propio límite. Harry se había enfrentado con Bellatrix y esta termino huyendo cuando se enteró que ambas profecías fueron destruidas.
—Remus pidió que en estas vacaciones lo acompañes a su casa —murmuró Hermione continuando con su trabajo. Charlie soltó un jadeo y se quejó despacio—. Es el último —aseguró Granger volviendo a tomar las pinzas.
—Lo pensaré —contestó Black, refiriéndose a la propuesta de Remus—. Quiero estar sola, pero temo volver a desmayarme. ¿Te importaría estar conmigo?
—Te acompañaré —aseguró Hermione.
La puerta de la enfermería hizo un gran estruendo al ser abierta bruscamente, entraron Pansy y Draco, dirigiéndose inmediatamente hacia su amiga.
—¿Es verdad lo que están diciendo? —preguntó Draco. Charlie se levantó, tomando una sudadera de la camilla y poniéndosela con ayuda de Hermione—. ¿Sirius de verdad está...?
—Bellatrix Lestrange le lanzó la maldición imperdonable. Sirius murió —afirmó Black, tragando saliva. La imagen de su tío muriendo no salía de su cabeza. La sonrisa que mantuvo en todo momento hizo que su piel se volviera a erizar cuando lo recordó.
Sirius le había prometido que estaría bien, y hasta hace un momento ella creía que Sirius había rotó su promesa, pero él estaba bien. Él había muerto con una sonrisa.
—Oh... —soltó Pansy, con la expresión decaída. Se sentó en la camilla junto con su amiga, dirigiéndole la mirada más sincera de todas—. Oh, Char... lo siento mucho.
Charlie se le quedó mirando, asintiendo mientras intentaba retener las lágrimas. Hubiera logrado mantenerse seria si no fuera por el abrazo de Pansy. Logró percibir la tristeza de su amiga, ella también estaba mal pues le había agarrado aprecio a Sirius muy rápido.
—Charlie yo... lo siento mucho —dijo Draco, más avergonzado y apenado que otra cosa. Bellatrix era su tía, él no se sentía digno de mirar a Charlie a la cara—. No sabía nada.
—No había forma de saber —murmuró Charlie, limpiando bruscamente sus lágrimas—. Si hay un culpable en todo esto soy yo. Pude haber evitado todo si tan solo no hubiera sido tan estúpida.
—Si alguien tiene la culpa es el ridículo de Potter —dijo Pansy, frunciendo el entrecejo—. Ese estúpido mocoso incoherente hará que un día todos terminemos muertos.
—Harry no tiene culpa de querer ir a salvar al único familiar que le quedaba —opinó Hermione, con un claro tono molesto. Draco alzó las cejas.
—¿Único familiar que le quedaba? —repitió Charlie sorprendida. Las cejas de Hermione perdieron firmeza y su expresión cambió.
—Señorita Black —llamó la voz de Snape desde la puerta. Charlie lo miró. Sintió ligeramente como si Snape se estuviera apiadando de ella. Sintió que quería asegurarse de que ella estuviera bien—, el profesor Dumbledore solicita su presencia en el despacho.
—¿Es sumamente necesario? —preguntó, esperanzada de poder dejar el asunto de lado cuanto antes.
—De vital importancia —aclaró Snape—. Mis condolencias por lo de su tío.
—Gracias, señor —susurró al pasar al lado de Snape. Lo que menos quería era tener compañía en ese momento, necesitaba pensar.
Todas las miradas fueron dirigidas hacia ella por los pasillos. Le recordó al primer día de clases en tercer año, donde todos cuchicheaban sobre que Sirius Black había escapado de Azkaban y que ella de alguna manera sabía dónde se ocultaba.
Sintió mucha nostalgia de un momento a otro. Quería que Sirius estuviera siempre para ella, pero desgraciadamente lo único que ella podía tener eran cosas materiales, todo lo que amaba era arrebatado de sus manos como si fuera que ella hubiera hecho algo malo.
Lo cambiaría todo por un simple abrazo más de Sirius. Cambiaría joyas, relojes, las prendas de ropa más caras del mercado, regalaría su fortuna y todo a su alrededor para tener tan solo un minuto más con él. Se preguntaba una y otra vez, ¿Sirius sabrá lo mucho que significaba para ella? ¿Sirius realmente sabía que ella lo amaba?
Desearía poder habérselo dicho. Deseaba poder al menos escuchar un solo chiste más de él.
Era triste que todo hubiese terminado así.
Sirius Black. Sirius Black fue aquel niño que había sido maltratado por su familia hasta que entró a Hogwarts, donde ésta misma comenzó a odiarlo por no pertenecer a la casa de Slytherin. Sirius Black se vio obligado a escapar de su casa. Sirius Black creyó que su gran amor fue un traidor, y cometió el gran error de desconfiar de él. Sirius Black fue encarcelado injustamente, pasando su cumpleaños sabiendo que el que solía ser uno de sus mejores amigos, había traicionado a su hermano James y a su esposa Lily. Sirius Black pasó su cumpleaños mirando la luna llena, sintiéndose impotente de no poder estar con Remus. Sirius Black escapó de Azkaban años después por ella, para ver a su sobrina, hija de su hermano a la cual no había logrado ver crecer como le habiq prometido a Regulus. Sirius Black vivió en una cueva por meses solo para poder estar cerca de ella. Sirius Black sin dudarlo fue al ministerio de magia, siendo el hombre más buscado por la ley mágica, arriesgándose solo para salvarla. Sirius Black, ese mismo día, fue asesinado por Bellatrix Lestrange, su propia prima.
Sirius Black conocía el dolor más que nadie. Estaba familiarizado.
Pero Sirius Black también pudo aprender algo de su sobrina. Sirius aprendió que no todos eran malos, y que no toda su familia lo odiaría. Las próximas generaciones de los Black sabrían quién fue él y la importancia de su sacrificio para el mundo mágico. Sirius Black se había convertido en un héroe.
Sirius Black pudo haber sido el villano de muchas historias, pero para la historia de Charlie, Sirius era el único y verdadero héroe.
—Adelante, Charlie —dijo la voz de Dumbledore cuando la última Black en pie tocó la puerta de su oficina—. Antes que nada, mis condolencias. Sirius fue un buen hombre.
—Lo sé —dijo ella fríamente, cerrando la puerta de la oficina de Dumbledore. Miró a Harry en uno de los asientos y soltó un suspiro, comenzando a caminar hacia él.
—Estarán contentos al escuchar que ninguno de sus compañeros va a sufrir daños irreparables por los eventos de esta noche.
—Es lo que menos me importa ahora —murmuró Charlie—. ¿Que es lo que quiere, señor?
—Charlie —la regañó Harry, aunque antes de que continuara fue interrumpido por la mano de Dumbledore que le indicó que parada.
—Está bien, Harry, lo entiendo —aclaró el director—. Siéntate, Charlie.
—Estoy bien estando parada, señor.
—Solo siéntate —gruñó Harry, levantándose y colocando su mano en el hombro de Charlie para obligarla a sentarse, pero ella retiró bruscamente su mano.
—No me toques, Potter —ladró, apretando los dientes y señalándolo con el dedo—. Ni te atrevas.
—Comportense, por favor —pidió Dumbledore. Charlie se acomodó el suéter y observó al profesor—. Phineas Nigellus quiere hablar contigo, Charlie.
Se rió como si el viejo estuviera bromeando, pero Dumbledore se mostraba muy serio.
—¿Habla en serio? —preguntó—. ¿Un maldito cuadro quiere hacerme una pregunta?
—No soy un maldito cuadro, Charlotte —se ofendió Phineas—. Soy tu abuelo. Y necesito que me respondas algo —Charlie movió las cejas, indicándole que continuara. Phineas se sintió realmente ofendido por la muchacha, pues en sus tiempos sus nietos solían hacer reverencias ante él—. No sé si he entendido bien, ¿que mi tátara-tátara-nieto, el último hombre de los Black, está muerto?
—Sí, Phineas —dijo Dumbledore.
—No lo creo —declaró Phineas bruscamente—. ¿Ella es la última Black con vida? —miró a Charlie como si fuera un total clasista. Charlie lo miró con una sonrisa en los labios, sin embargo, no era una sonrisa legítima. Sus ojos seguían mirándolo con profundidad.
Quemaría ese maldito cuadro.
—Y seguirá siendo así, es el fin de los Black, porque tu nieta salió lesbiana.
—Charlie, más respeto —gruñó Harry. Phineas rió.
—Felicidades, Charlotte. Eres una legítima Black.
—Me ofendería si no lo fuera —aclaró con la cabeza en alto. Phineas asintió antes de desaparecer de su retrato y supo que había ido a visitar su otra pintura de Grimmauld Place.
Probablemente caminaría de retrato en retrato, llamando a Sirius por toda la casa...
—Bien, Harry, Charlie, les debo una explicación —dijo Dumbledore—. Una explicación de los errores de un hombre anciano. Veo ahora que, por lo que he hecho y lo que no he hecho, con su respeto, pago todas las huellas de los defectos de la edad. La juventud no puede saber cómo la vejez siente y piensa. Pero los ancianos son culpables si olvidan lo que es ser joven... Y yo parece que lo he olvidado últimamente.
Charlie apretó los dientes, su cabeza comenzaba a palpitar como si Dumbledore estuviera haciendo tiempo para poder decir algo que afectaría a ambos. Tanto a ella como a Harry.
—Hace quince años —continuó Dumbledore—,cuando vi la cicatriz marcada en la frente de Harry, y aquella cicatriz en el rostro de Charlie, supuse lo que eso podía significar. Supuse que eso debía ser el signo de una conexión forjada entre ustedes y Voldemort.
—Ya me ha dicho esto antes, profesor —replicó Harry directamente. No le importaba ser grosero. Nunca más le iba a importar nada demasiado.
—Sí —afirmó Dumbledore con aire de disculpa—. Sí, pero verás... es necesario empezar por su cicatriz. Por eso quedó claro, poco tiempo después de que volvieran al mundo mágico, que yo estaba en lo cierto, y que su cicatriz te estaba dando advertencias cuando Voldemort estaba cerca de ustedes o si sentía grandes emociones.
—Lo sé —dijó Harry con cansancio.
—Y esta habilidad para detectar la presencia de Voldemort, incluso cuando está disfrazado, y de saber lo que está sintiendo cuando sus emociones se despiertan, ha sido cada vez más pronunciada desde que Voldemort regresó a su propio cuerpo y a la totalidad de sus poderes.
—Si va a decir cosas que ya sé, preferiría retirarme a mi habitación, profesor —dijo Charlie en tono cansado.
—Más recientemente —siguió Dumbledore—, me preocupaba que Voldemort pudiera haberse dado cuenta de la existencia de esta conexión entre ustedes tres. Casi con seguridad, llegó un momento en el que penetraron demasiado en su mente y sus pensamientos, de manera que pudo sentir su presencia. Estoy hablando, por su puesto, de la noche en la que fuiste
testigo del ataque al señor Weasley.
—Sí, Snape me lo dijo —murmuró Harry.
—Profesor Snape, Harry —le corrigió Dumbledore con calma—. ¿Pero nunca se preguntaron por qué no era yo quien les explicaba esto? ¿por qué no les enseñé yo Oclumencia? ¿por qué no les he mirado demasiado durante meses?
—No —dijo Charlie cuando Harry alzó la vista—. Yo no. Lo he visto normal, a usted solo le ha interesado Harry Potter, ¿por qué no le pregunta a él? Tal vez le diga que ha extrañado que usted meta sus narices en todas partes.
—Sabes que no es así, Charlie —respondió Dumbledore tranquilamente—. Siempre me he ocupado de que estuvieras segura. Yo... creí que no pasaría mucho tiempo antes que Voldemort intentara abrirse paso en su mente, de manipularlos y de desorientar sus pensamientos. Y yo no deseaba darle más incentivos para hacerlo. Estaba seguro que si él descubría que nuestra relación era, o había sido alguna vez, más cercana que la de un director y un alumno, habría aprovechado la oportunidad de usarlos como medio para espiarme. Temía los métodos que podía usar con ustedes para hacerlo, la posibilidad de que pudiera intentar poseerlos. Creí que tenía razón al pensar que Voldemort podría hacer uso de ustedes en este sentido. En esas raras ocasiones en las que tuvimos contacto cercano, creí ver su sombra removiéndose detrás de sus ojos... Estaba intentando distanciarme de ambos para protegerlos. Un error de un hombre viejo...
—Pero Voldemort poseyó a Harry —se metió Charlie—. Si logró hacerlo, ¿por qué sería diferente ahora?
—La cuestión es diferente, Charlie —murmuró Dumbledore con cansancio—. Tú y Harry ya no son tan parecidos como yo pensaba. Se han distanciado. Es complicado.
—Sé cómo cerrar mi mente. No permitiré que Voldemort entre a mi cabeza de nuevo —dijo muy segura, tal vez un poco más segura de lo que debería—. Prometo estar preparada la última vez. Todo esto es mi culpa, si no hubiera estado tan cansada podría haber cerrado mi mente y Voldemort jamás podría haber manipulado mis sueños. Sirius seguiría vivo de no ser por mí.
—Tratamos de comprobar si realmente había capturado a Sirius —dijo Harry—, y fuimos al despacho de Umbridge, hablé con Kreacher en el fuego, y dijo que Sirius no estaba allí, ¡dijo que se había ido!
—Kreacher mintió —declaró Dumbledore con calma. La expresión de Charlie se convirtió en una de confusión—. Se golpeó la cabeza con el armario una y otra vez por una hora —aclaró el anciano—. Al ser su ama, si te miente tiene que auto-castigarse.
—Voy a sacarle las tripas y lo voy a ahorcar con ellas —susurró Charlie, hincando sus propias palmas con sus uñas.
—Me temo que Kreacher ha estado sirviendo a mas de un amo durante meses.
—¿Cómo? —preguntó Harry quedándose en blanco—. Ha estado en Grimmauld durante años.
—Kreacher aprovechó su oportunidad un poco antes de Navidad —explicó Dumbledore—. Según parece, cuando Sirius le gritó “que se fuera”. Tomó las palabras de Sirius al pie de la letra e interpretó esto como una orden para dejar la casa. Se fue con el único miembro de la familia Black al que todavía le tenía respeto... la prima de los Black, Narcissa, hermana de Bellatrix y esposa de Lucius Malfoy.
Mientras Dumbledore seguía explicando cómo fue que Kreacher había participado en la muerte de Sirius de forma indirecta, Charlie solo podía pensar en lo amable que Hermione le pedía que fuera con aquel elfo. Su vista se nubló por un segundo, pensando en todas las torturas que realizaría apenas volviera a aquella casa.
—Es hora —susurró— de que les diga lo que debería haberles dicho hace cinco años. Por favor tomen asiento. Voy a decirles todo. Sólo les pido un poco de paciencia. Tendrán la oportunidad de enfurecerse conmigo, de hacer todo lo que les apetezca, cuando haya terminado. No los detendré.
Charlie lo miró detenidamente. Se sentó en la silla frente a Dumbledore, cruzando sus piernas y mirándolo sin emociones mientras lo analizaba silenciosamente.
—Hace cinco años llegaron a Hogwarts, a salvo e intactos, como yo lo había planeado y querido. Bueno, no totalmente intactos. Habían sufrido. Sabía que sufrirían cuando los dejé en
el umbral de sus tíos. Sabía que los estaba condenando a diez oscuros y difíciles años—. Se detuvo.
Charlie lo miró profundamente. Allí estaba. Allí estaba el culpable de su tortura. Ahí estaba el culpable de que ella no hubiera podido tener una infancia normal, jugando en el patio con sus amigos. Allí estaba el anciano. Un manipulador.
¿Por qué no la pudo dejar en la puerta de los Malfoy? ¿Con los Tonks? ¡Incluso Lupin! Hubiera sido tan feliz con Lupin...
—Tal vez se preguntarán, y con buena razón, por qué tuvo que ser así. ¿Por qué no podía hacerse cargo de ustedes alguna familia de magos? Muchos lo hubieran hecho más que de buena gana, se habrían sentido honrados y felices de criarlos. Mi respuesta es que mi prioridad era mantenerlos con vida. Corrías más peligro del que tal vez nadie, excepto yo, se dio cuenta. Voldemort había sido vencido horas antes, pero sus partidarios, y muchos de ellos son casi tan terribles como él, seguían sueltos, enojados, desesperados y violentos. Y también tuve que tomar mi decisión teniendo en cuenta los años que estaban por delante. ¿Creí que Voldemort se había ido para siempre? No. Sabía que no importaba si pasaban diez, veinte, o cincuenta años antes de que regresara, pero estaba seguro que lo haría, y también estaba seguro, conociéndole como le conozco, que no descansaría hasta matarlos. Sabía que los conocimientos de Voldemort sobre magia eran tal vez más extensos que los de ningún otro mago vivo. Sabía que incluso mis más complejos y poderosos hechizos y encantamientos protectores no podían ser invencibles si alguna vez él recuperaba todo su poder. Pero también sabia dónde era débil Voldemort. Y a raíz de esto tomé mi decisión. Ustedes debían ser protegidos por una antigua magia que él conoce, que desprecia, y que, por lo tanto, siempre ha subestimado, en su contra. Estoy hablando, por supuesto, del hecho de que Lily muriera para salvarlos. Lily le dio a Harry una persistente protección que Voldemort nunca esperó, una protección que fluyó por sus venas hasta este día. Por lo tanto, deposité mi confianza en la sangre de Lily. Les entregué a su hermana, su único pariente que queda.
—Ella no nos quiere —comentó Harry de repente—. No nos da ni un maldito...
—Pero los admitió —le cortó Dumbledore—. Quizás los admitió resentida, furiosa, de mala gana, con amargura, pero aún así aceptó quedarse con ustedes y, haciéndolo, selló el hechizo que puse en tí, Harry. El sacrificio de tu madre hizo que el vínculo de sangre fuera la protección más fuerte que les puedo dar.
—Todavía no...
—Mientras puedas llamar hogar al lugar donde la sangre de tu madre habita, no podrás ser tocado o dañado por Voldemort. Ella derramó su sangre, pero continúa viva en ti y en su hermana. Su sangre se convirtió en tu refugio. Sólo necesitas regresar allí una vez al año, pero mientras lo puedas llamar hogar, allí no podrá hacerte daño. Tu tía sabe esto. Le expliqué lo que había hecho en la carta que dejé, contigo, en su puerta. Sabe que el hecho de permitirte estar en su casa bien puede haberte mantenido vivo los últimos quince años.
—¿Y yo? —preguntó Charlie—. ¿Por qué me dejó allí? No tengo ningún vínculo con nadie de esa maldita casa.
—Confié en que cuidarías bien de Harry...
—Aguarde —dijo Charlie, incrédula—. Pudo haberme dejado con Lupin, incluso con los Malfoy, tal vez con Tonks o con la mismísima McGonagall... ¿pero me dejó con los Dursley para cuidar de Harry?
—A consideración del último deseo de James Potter. Él no quería que su sobrina y su hijo fueran desconocidos. Quería que fueran como hermanos, y así fue la historia.
—Pero Charlie no tiene ninguna protección —argumentó Harry—, ¿como es que sigue viva?
—La respuesta es simple, Harry. Voldemort no quiere matar a Charlie, Voldemort quiere tenerla a su servicio. La historia se remonta a muchos años atrás, cuando Voldemort se obsesionó con Anne Potter. Él quería tenerla a ella de su lado, quería que fuera mortifaga. Lo mismo pasó con Charlie. Voldemort la marcó, es por eso que tiene aquella cicatriz.
—¿A que se refiere con que la marcó?
—El mismo Tom fue quien le hizo a Charlie aquella cicatriz, con magia oscura. La magia negra está en su cuerpo gracias a esa cicatriz, es eso lo que permite a Voldemort tener una conexión directa con Charlie.
—¿Voldemort quiere que Charlie sea mortifaga? —Dumbledore no respondió.
—Entonces, hace cinco años —prosiguió Dumbledore como si nunca se hubiera detenido en su historia—, llegaron a Hogwarts, tal vez ni tan felices ni tan bien alimentados como me hubiera gustado, pero todavía vivos y sanos. No eran pequeños príncipes consentidos, pero eran dos niños tan normales como había esperado, dadas las circunstancias. Hasta aquí, mi plan estaba funcionando bien. Y entonces... bueno, recordarán los acontecimientos de su primer año en Hogwarts tan bien como yo. Se enfrentaron magníficamente a los retos que se les presentaron y antes, mucho antes de lo que había previsto, se encontraron cara a cara con Voldemort. Retrasaron su regreso a sus poderes y fuerza absolutos. Sin embargo había un error en este maravilloso plan mío —confesó Dumbledore—. Un error obvio que yo conocía, aunque entonces, podía ser la ruina de todo. Y sin embargo, sabiendo lo importante que era que mi plan tuviera éxito, me dije a mí mismo que no permitiría que este error lo arruinara todo. Sólo yo podía prevenirlo, así que yo sólo debía ser fuerte. Y aquí estuvo mi primera prueba, mientras tú, Harry, estabas en la enfermería, débil por tu lucha con Voldemort.
—No entiendo lo que está diciendo- comentó Harry.
—¿No te acuerdas que me preguntaste, mientras estabas en la enfermería, por qué Voldemort había tratado de matarte cuando eras un bebé?
Harry asintió.
—¿Debería habértelo dicho entonces? ¿Todavía no ves el error en mi plan? No... a lo mejor no. Bien, como sabrás, decidí no responderte. Once años pensé, me dije a mí mismo que eras demasiado joven para saberlo. No tenía intención de decírtelo cuando tenías once años, a ninguno de los dos ni por tan madura que Charlie resultara ser. El conocimiento habría sido demasiado en esa edad tan temprana. Debí haber reconocido los signos de peligro entonces. Debí preguntarme a mí mismo por qué no me sentía más preocupado de que tú ya me hubieras preguntado aquello a lo que yo sabía que, algún día, tendría que darte una terrible respuesta. Debo reconocer que estaba demasiado feliz al pensar que no tenía que hacerlo en ese día en particular... Ambos eran muy jóvenes, eras demasiado jóvenes...
Black se quedó en silencio, era demasiado por seguir procesando.
—Y así entramos en su segundo año en Hogwarts. Y otra vez se encontraron con retos con los que incluso magos adultos nunca se han enfrentado. Y una vez más se defendieron más allá de lo que nunca había soñado... Sin embargo, no me preguntaron de nuevo por que Voldemort había dejado esa marca en ustedes... pero seguían siendo tan jóvenes... ¿Lo ven? ¿Ven ahora el error en mi brillante plan? He caído en la trampa que había intentado prever, que me había dicho a mi mismo que podía evitar, que debía evitar...
—Yo no...
—Me importaban demasiado —declaró Dumbledore simplemente—. Me preocupaba más por su felicidad que porque supieran la verdad, más por la paz de su mente que por mi plan, más por su vida que por las vidas que se podían haber perdido si el plan fallaba. En otras palabras, actué exactamente como Voldemort lo espera de nosotros, los tontos que amamos al actuar. ¿Tengo por esto alguna defensa? Desafié a todos aquellos que los observaban como yo lo hago, y los he observado más cerca de lo que hayan podido imaginar, por querer ahorrarles más dolor del que ya han sufrido por mi culpa. ¿Qué podía importarme si miles de personas sin nombres ni caras y criaturas eran despedazadas en un vago futuro, si aquí y ahora ustedes estaban vivos, y bien, y felices? Nunca soñé que tendría el destino de tantas personas en mis manos. Entramos en su tercer año. Los observé de lejos mientras luchaban por repeler a los dementores, y encontraron a Sirius, supieron que era y lo rescataron. ¿Debí decirles entonces, en el momento en el que arrebataron triunfalmente a Sirius, padrino de Harry y tío de Charlie de las garras del Ministerio? Pero ahora, a la edad de trece, mis excusas se agotaban. Tal vez eran jóvenes, pero habían probado que eran excepcionales. Charlie siendo de las mejores brujas que he conocido y teniendo su nivel de madurez, era seguro que debía hablar con ella cuanto antes. Mi conciencia estaba intranquila, sabía que el momento llegaría pronto. Pero salieron del laberinto el año pasado, después de haber visto morir a Cedric Diggory, Harry escapando de la muerte tan cercana y Charlie recibiendo dos de las tres maldiciones imperdonables, y no se los dije, aunque sabía, que ahora que Voldemort había regresado, debía hacerlo pronto. Y ahora, esta noche, sé que hace mucho que están listos para conocer lo que les he estado ocultando durante tanto tiempo, porque han probado que debí haber puesto esta carga sobre ustedes antes de esto. Mi única defensa es ésta: los he visto peleando bajo más cargas que ningún
otro estudiante que haya pasado nunca por esta escuela, y no podría convencerme para añadir ninguna otra, la mayor de todas.
—Sigo sin entender.
—Voldemort trató de matarte cuando eras un niño por una profecía hecha poco tiempo antes de tu nacimiento. Igual con Charlie, también hay una profecía sobre ella.
—¿O sea que no simplemente me marcó por obsesión? —preguntó. Dumbledore asintió.
—Él sabía que se había hecho la profecía, pero no todo lo que decía. Decidió matar a Harry cuando todavía era un bebé, creyendo que estaba cumpliendo con los términos de la profecía. Para su desgracia, descubrió que estaba equivocado cuando la maldición con la que intentó matarlo rebotó contra él. Y por eso, desde que retornó a su cuerpo, y particularmente desde su extraordinaria huida de él el año pasado, ha estado decidido a escuchar ambas profecías en su totalidad. Ese es el arma que ha estado buscando tan asiduamente desde su retorno: el conocimiento de cómo destruir a Harry.
—La profecía se rompió —apuntó Harry, pálido—. Ambas.
—Lo que se rompió era solamente la grabación de la profecía, guardada por el departamento de Misterios. Pero la profecía fue hecha para alguien, y esa persona tiene recursos para recordarla perfectamente.
—¿Quién la escuchó? —preguntó Harry, aunque pensó que ya sabía la respuesta.
—Yo lo hice —afirmó Dumbledore—. En una fría y húmeda noche, hace dieciséis años, en un cuarto encima del bar La Cabeza de Cerdo. Había ido allí para ver una nueva candidata para el puesto de profesor de Adivinación, aunque iba en contra de mis inclinaciones permitir que continuara tal asignatura. De todas maneras, la aspirante era la tátara-tátara-tátara-nieta de una famosa y muy talentosa clarividente, y pensé que sería de buena educación conocerla. Me pareció que ella no tenía ni rastro de ese talento. Le dije, cortésmente creo, que no pensaba que fuera adecuada para el puesto. Y me di la vuelta para irme.
Dumbledore se puso en pie y caminó, pasando al lado de Harry, hasta el armario negro que estaba al lado de la jaula de Fawkes. Se agachó un poco, sorteó un obstáculo, y extrajo la profunda vasija de piedra, grabada con runas en los bordes. Dumbledore caminó de vuelta al escritorio y puso el pensadero encima de él y levantó su varita hacia su propia sien. De ella sacó tenues y finas hebras de color plateado que se pegaron a su varita y las depositó en la vasija. Se sentó de nuevo detrás de su escritorio y por un momento observó sus pensamientos arremolinarse y girar dentro del pensadero. Entonces, con un suspiro, levantó su varita y empujó la sustancia plateada con la punta. Una figura salió de ella, adornada con un chal, sus ojos se magnificaron hasta adquirir un tamaño gigantesco detrás de sus gafas, y giró lentamente sus pies en la vasija. Pero cuando Sibyll Trelawney habló, no fue con su habitual voz delicada y mística, sino con los tonos ásperos y roncos que una vez Harry le
había escuchado usar.
“De la oscuridad y las tinieblas nacerá la heredera del mal... aquella con el poder para ser monarca de la oscuridad... nacida de quién traicionó a su amo, sangre de su propia sangre... nacida en el séptimo mes y marcada con la sangre de su amo... con la oportunidad de revelarse en contra de sus propios orígenes para seguir un legado, con la oportunidad de seguir el mismo camino que quién traicionó antes al Señor Oscuro... nadie podrá matar a su amo mientras la oscuridad reine en su interior... su muerte podría ser muy prematura, o su vida podría ser eterna... la sangre de su sangre corre por sus venas”.
Charlie iba a hablar, pero la propia profesora volvió a interrumpirla...
“El único con el poder para derrotar al Señor Oscuro se acerca... nacido de aquellos que lo han desafiado en tres ocasiones, nacido cuando el séptimo mes muere... y el Señor Oscuro lo marcará como a su igual, pero él tendrá un poder que el Señor Oscuro desconoce... y alguno deberá morir a manos del otro puesto que ninguno puede vivir mientras el otro sobreviva... el único con el poder de vencer al Señor Oscuro nacerá cuando el séptimo mes muere...”
La lenta y revoltosa figura de la profesora Trelawney se hundió en la masa plateada y desapareció.
El silencio en la oficina era absoluto. Ni Charlie, ni Dumbledore ni Harry ni ninguno de los retratos hicieron algún ruido. Incluso Fawkes se había quedado en silencio.
—¿Me quiere explicar la primera profecía? —rompió el silencio Charlie. Dumbledore la miró lentamente—. ¿Se refiere a mí?
—Temo que sí, Charlie —dijo Dumbledore muy lentamente—. Tú naciste en tiempos de guerra, en Julio...
—¿Nacida de quién traicionó a su amo? —preguntó, con su corazón latiendo a mil por hora.
—La profecía de refiere a que tú podrías elegir tu camino, Charlie —Dumbledore ignoró su pregunta—. Puedes elegir entre el bien y el mal. Y la oscuridad que reina en tu interior... me temo que se refiere a la magia oscura con la que Voldemort te marcó.
—¿“Nadie puede matar a su amo mientras la oscuridad reine en su interior”? —preguntó. Dumbledore mirándola fijamente.
—Esa es una de las razones más fuertes por las que Voldemort aún no ha muerto definitivamente... Porque la magia que utilizó en tí, sigue estando en tu interior.
—He escuchado aquella frase, “sangre de mi sangre”, en muchos de mis sueños. ¿Que significa exactamente?
—Es Voldemort queriendo contactarte —murmuró Dumbledore—. Me temo que hará lo posible para que estés de su lado, atacando tus puntos débiles. Cuéntame, Charlie, ¿tienes puntos débiles?
Su mente inmediatamente asoció “punto débil” con Hermione, o alguno de sus amigos. Incluso sus mascotas.
Pudo haber sido Sirius, pero él ya no era su punto débil.
—¿Profesor Dumbledore? —susurró Harry lentamente, Dumbledore seguía mirando fijamente el pensadero—. Eso... eso significa... ¿qué significa eso?
—Significa —explicó Dumbledore— que la persona que tiene la única oportunidad de derrotar a Lord Voldemort nació a finales de julio, hace casi dieciséis años. Este niño nacería de padres que ya desafiaron a Voldemort tres veces.
—¿Se refiere a... mí?
Dumbledore le examinó durante un instante a través de sus gafas.
—Lo extraño de esto es, Harry —dijo suavemente—, que puede que no se refiera del todo a ti. La profecía de Sibyll podría haberse aplicado a dos chicos magos, ambos nacidos a finales de julio ese año, ambos con padres en la Orden del Fénix, ambas parejas de padres que
habían escapado por poco de Voldemort tres veces. Uno, por supuesto, eras tú. El otro era Neville Longbottom.
—Pero entonces... pero entonces, ¿por qué estaba mi nombre en la profecía y no el de Neville?
—La grabación oficial se catalogó después que Voldemort te atacara cuando eras un niño —aclaró Dumbledore—. Parece que al guardián del vestíbulo de la profecía le pareció evidente que Voldemort había intentado matarte a ti sólo porque él sabía que tú eras el único al que Sibyll se refería.
—Entonces... ¿puede ser que no sea yo? —preguntó Harry.
—Me temo —declaró Dumbledore lentamente, como si cada palabra le costara un gran esfuerzo— que no hay duda de que eres tu.
—Pero usted dijo. Neville también nació a finales de julio, y su madre y su padre.
—Estás olvidando la siguiente parte de la profecía, la última característica que identifica al niño que podía vencer a Voldemort... el mismo Voldemort le «marcaría como a su igual». Y así lo hizo, Harry. Él te escogió a ti, no a Neville. Él te dio la cicatriz que ha demostrado ser a la vez una bendición y una maldición.
—¡Pero tal vez escogió mal! —replicó Harry—. ¡Quizás marcó a la persona equivocada!
—Eligió al niño que pensó que seria mas peligroso para él —dijo Dumbledore—. Y ten presente esto, Harry. Eligió, no al de sangre pura, (el cual, de acuerdo con su credo, es la única clase de mago que merece existir y ser conocido), sino al de sangre mezclada, como él mismo. Se vio reflejado en ti sin haberte visto nunca, y marcándote con esa cicatriz, no te mató, tal y como intentó, pero te dio poderes, y un futuro, los cuales te han permitido escapar de él no sólo una vez, sino cuatro veces, algo que ni tus padres ni los padres de Neville pudieron conseguir.
—¿Entonces, por qué lo hizo? —preguntó Harry, que se sentía entumecido y con frío—. ¿Por qué intentó matarme cuando todavía era un bebé? Debería haber esperado para ver cuál parecía el más peligroso cuando fuéramos mayores, si Neville o yo, y entonces tratar de matar al que lo fuera.
—Realmente, ese podía haber sido el camino más práctico —confirmó Dumbledore—, excepto que la información de Voldemort acerca de la profecía era incompleta. La taberna de La Cabeza de Cerdo, que escogió Sybill por ser más barata, tiene un gran atractivo, me atrevería a decir, por su clientela más interesante que la de las Tres Escobas. Como tú y tus amigos averiguaron, y esa noche descubrí yo mismo, es un lugar donde nunca puedes estar seguro que no te están escuchando. Por supuesto, cuando planeé el encuentro para conocer a Sybill Trelawney, nunca hubiera imaginado que escucharía nada que mereciera la pena escuchar. Mi... nuestro golpe de suerte fue que la persona que escuchaba a escondidas sólo averiguó una pequeña parte de la profecía y después se marchó del edificio.
—¿Entonces él solamente escuchó...?
—Sólo escuchó la primera parte de tu profecía, Harry, la parte que pronosticaba el nacimiento de un niño en julio, de padres que han desafiado a Voldemort tres veces. En consecuencia, no pudo advertir a su amo de que atacándote corría el riesgo de transferirte poderes, marcándote como su igual. Por lo que Voldemort nunca supo que podía ser peligroso atacarte, que sería más juicioso esperar o averiguar más. No sabía que tendrías ‘un poder que el Señor Oscuro desconoce’. Me temo que la profecía de Charlie si terminó por escucharla... por lo que a Voldemort le pareció perfecta esa noche para atacar. Allí estaría Charlie, a quien se llevaría para criarla como la verdadera heredera del mal, y allí estabas tú, a quien podría asesinar. Creo que le pareció más práctico.
—El final de la profecía... fue algo como...‘ ninguno de los dos puede vivir...
—...mientras el otro sobreviva —completó Dumbledore.
—Entonces —dijo Harry, tragando las palabras de lo que sentía como un pozo de profunda desesperación en su interior—, ¿entonces eso significa que... al final... uno de los dos tendrá que matar al otro?
—Sí —confirmó Dumbledore.
—¿Muerte prematura o vida eterna? —preguntó Charlie a Dumbledore.
—Me temo, Charlie, que es una elección tuya la que decidirá eso. Yo no puedo elegir.
—¿Así que tengo que escoger entre morir joven o vivir por siempre? —Dumbledore se encogió de hombros como si no supiera. Black se tragó sus palabras y sus ganas de insultarlo—. ¿Puedo retirarme, profesor? Necesito descansar.
—Los profesores tienen en cuenta tu situación, Charlie. Puedes faltar a clases libremente el día de hoy.
Charlie asintió lentamente, se dirigió a la puerta y salió, con muchas cosas nuevas que pensar.
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—¿Como te encuentras? —preguntó Hermione mientras ambas caminaban, buscando un compartimiento en el tren—. Han pasado pocos días, si aún quieres hablar yo...
—Estoy bien —aclaró Charlie con calma—. Sólo pensaba. Quería dormir un poco en el viaje, ¿crees que podríamos encontrar un compartimiento para ambas?
—Claro que sí, Andy —asintió Hermione—. Pansy sugirió que deberíamos viajar todos en un mismo compartimiento, pero para evitar incomodidades Draco se negó y Theo decidió acompañarlo para no dejarlo solo. Podríamos alcanzar el compartimiento de Pansy y los demás más tarde.
—Claro —aceptó Black—. He estado pensando sobre quedarme con Lupin —aceptó, abriendo un compartimiento vacío—, no aceptaré su oferta. Pasaré las vacaciones con los Dursley, ya hablé con Harry del tema.
—¿Estás segura? —Granger frunció el ceño, con notable preocupación. Charlie asintió—. Mi amor...
—No está a discusión —la cortó Charlie. Hermione respiró hondo y asintió—. Iré con los Weasley después, a la madriguera, pero estaré un tiempo con Harry. Te enviaré cartas, no te preocupes. Sólo espero que este año si las contestes.
Hermione se mostró avergonzada, Charlie se acostó entonces cuando Hermione cerró el compartimiento. Aquel gato amargado subió encima suyo, quitándole un poco de aire cuando saltó por su estómago.
—Prometeme que conocerás a mis padres en navidad —dijo Hermione de repente. Charlie la vio de reojo.
—Te lo prometo, Mione —le dirigió una pequeña sonrisa. La castaña asintió—. Despiértame cuando el tren choque o algo.
Escuchó una suave risa venir de Hermione. Sólo se quedó sonriendo, esperando soñar con Hermione.
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La lluvia mojaba su atuendo y su cabello. Miraba la entrada de la casa en la que había crecido, escuchando truenos de fondo. Con cada parpadeo que daba veía toda su vida pasar delante de sus ojos. Sus llantos y su odio hacia esa casa...
Allí pasó los peores años de su vida, siendo maltratada por personas que se supone que debían cuidarla.
Miró hacia el césped, donde recordaba haberle dado de comer a un enorme perro negro antes de inicios de tercer año... ese perro era Sirius...
Extrañaba a ese perro. Quería escuchar la risa de su tío una vez más, aquella risa que parecía ladrido no paraba de reproducirse en sus recuerdos. Comenzaba a atormentarle mucho lo que pasaría de allí en adelante.
Había tenido una conversación con Astoria Greengrass antes de bajar del tren. Habia tomado una enorme decisión ese día.
Establecieron una fecha para verse. Charlie estaba dispuesta a hacer todo, incluso estaba dispuesta a aliarse con una Greengrass para que sus amigos pudieran estar bien. Lo único que tenía en mente era que lo hacía por amor y lealtad.
En el momento en el que llegara ese día, cuando Blaise Zabini esté fuera de la casa de los Dursley en medio de la noche, su vida cambiaría por completo. Incluso estaba escrito en las profecías. Desde pequeña, todos la habían visto como un villano.
Un antihéroe.
Sacudió su cabeza y caminó hacia la casa. Al entrar, inmediatamente se vio en el espejo del pasillo. Podría jurar que tenía los ojos rojos.
Sacudió su cabeza y se volvió a mirar en el espejo. Sólo era ella, con el cabello y la ropa mojada.
Soltó un suspiro.
Eso no se sentía como un "Hogar dulce hogar".