SEX INSTRUCTOR 2. || SASUHINA...

By DashiAiko

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"Nada de normas ni castigos, no más secretos." Aunque aquella ardiente y sensual relación acabó marcada por e... More

Te necesito
La seducción
Mapa de ruta
La subasta
Primera aparición del pasado
Sentimientos
Mar de emociones
La apuesta
Límites
Sakura
Cayendo de rodillas
El verdadero Toneri
Curiosidad
Chapter 15.
Un salto hacía la muerte
Un regalo de cumpleaños
Chapter 18
Chapter 19
Flores y corazones.

Helado favorito

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By DashiAiko

Género: Drama/Romance/Lemon.

Pareja: SasuHina.

Pensamientos

"Recuerdos"

Los Personajes de Naruto no me pertenecen, son de Kishimoto

Advertencia: Esta historia contiene escenas +18, leer bajo su propia responsabilidad.

Segunda temporada de "Sex Instructor".

oOoOoOoOoOo

—¿Quiere algo de postre, señor Uchiha? —dijo con una sonrisa forzada.

—¡Por supuesto! —Él sonrío de oreja a oreja, haciendo caso omiso de su actitud.

El postre podrías ser tú, Hyuga.

—Yo no —se apresuró a puntualizar, como si pudiera leerle el pensamiento—. Tenemos helado. De vainilla —añadió con una sonrisita, como si estuviera pensando en un chiste que él desconocía.

—¿En serio? Creo que podríamos hacer algo con eso.

La cosa iba a resultar divertida. Sasuke se pusó de pie, entusiasmado ante lo que iban a hacer y quién se va a correr.

Ella.

Él.

Los dos.

—¿Puedo quedarme? —preguntó.

—¿Qué quiere decir, señor Uchiha?

—Toda la noche.

—Lo había dado por sentado.

—Bien. ¿Dónde está el helado?

—En el horno —volvió a esbozar la misma sonrisita.

—El sarcasmo es la expresión más baja de la inteligencia, señorita Hyuga. Todavía puedo tumbarte en mis rodillas —de pronto le ardió la palma de la mano.

—¿Tiene esas bolas plateadas, señor? —enarcó una ceja.

Al Uchiha le entraron las ganas de echarse a reír. Qué buena noticia. Significaba que estaba dispuesta a recibir alguno que otro azote. Pero lo dejarían para otra ocasión. El azabache se palpó los bolsillos de la camisa y los vaqueros como si buscara unas bolas chinas.

—Muy graciosa. No voy por ahí con un juego de recambio. En el despacho no me sirven de mucho.

—Me alegra oír eso, señor Uchiha, y creí que había dicho que el sarcasmo era la expresión más baja de la inteligencia —ella dió un grito ahogado, fingiendo escandalizarse.

—Bien, Hyuga, mi nuevo lema es: «Si no puedes vencerles, únete a ellos».

Se quedó boquiabierta, sin saber qué decir. ¡Bien!

¿Por qué le resultaba tan divertido tener esas pequeñas discusiones con ella?

Sasuke se dirigió a la nevera riendo como el tonto que se sentía, abrió el congelador y sacó una tarrina de helado de vainilla.

—Esto servirá —sostuvó la tarrina en alto—. Ben & Jerry's & Hyuga —añadió, diciendo cada palabra muy despacio y tomó una cuchara del cajón de los cubiertos.

Cuando levantó la vista, la morena tenía la mirada ávida y no sabía si era por él o por el helado. Esperaba que se debiera a ambas cosas. Era hora de jugar

—Espero que estés calentita. Voy a enfriarte con esto. Ven —le tendió la mano, y se estremeció cuando ella le dió la suya. También tenía ganas de jugar.

La luz de la lámpara de la mesilla de noche resultaba insulsa y el dormitorio estaba en penumbra. Seguro que antes preferían un tipo de ambiente así, pero, a juzgar por el comportamiento de esta noche, Hinata parecía menos avergonzada y más cómoda con su desnudez. Él colocó el helado sobre la mesita, apartó el edredón, las almohadas y las apiló en el suelo.

—Tienes sábanas de recambio, ¿verdad?

Ella asintió mientras lo observaba desde el umbral del dormitorio. Un avión de globo estaba arrugado encima de la cama.

—No me enrede con mi globo —le advirtió cuando él lo agarró.

—Ni se me ocurriría, Hyuga, pero quiero enredar contigo y esas sábanas —lo soltó y observó cómo el avión aterrizaba hasta caer sobre el edredón que estaba en el suelo.

Se iban a poner perdidos, y la ropa de cama también.

Ahora la pregunta importante: ¿dirá que sí o que no?

—Quiero atarte —susurró el morocho.

En el silencio que se impusó entre los dos, la escuchó ahogar un pequeño grito.

Ay, ese sonido.

—De acuerdo —accedió.

—Sólo las manos. A la cama. Necesito que estés quieta.

—De acuerdo —repitió.

Sasuke se acercó a ella con sigilo; no dejaban de mirarse.

—Usaremos esto —tomó el cinturón de la bata, tiró de el con suavidad, esta se abrió y reveló la desnudez de Hinata. Un estirón más y el cinturón quedaría en sus manos. Con un ligero movimiento, hizo que la bata le resbalará de los hombros y cayera al suelo. Ella no apartó la mirada de sus ojos, y no hizo ningún intento de taparse. Le acarició la cara con sus nudillos; notó el tacto de la piel suave como la seda. La besó en los labios de forma fugaz—. Túmbate en la cama, boca arriba.

El espectáculo estaba a punto de empezar. Notó la expectación de Hinata mientras hacia lo que le decía y se tumbaba en la cama para él. Mientras Sasuke permanecía de pie frente a ella, se paró unos instantes para contemplarla.

Mi chica.

Su chica despampanante: piernas largas, cintura fina, pechos perfectos. Su piel sin mácula estaba radiante en la penumbra, y sus ojos arrojaban cálidos destellos de deseo sexual mientras aguardaba.

Soy un tipo afortunado.

El cuerpo del morocho se tensó en consonancia con esa idea.

—Podría pasarme el día mirándote, Hyuga —el colchón se hundió cuando se subió a la cama y se situó a horcajadas sobre ella—. Los brazos por encima de la cabeza —le ordenó.

Ella obedeció de inmediato y, con el cinturón de la bata, le ató las muñecas juntas y lo entrelazó con las barras metálicas del cabezal de la cama.

Ahí. Qué espectáculo tan hermoso era toda ella...

Sasuke le dió un fugaz beso de agradecimiento en los labios. Cuando volvió a estar de pie, se quitó la camisa y los vaqueros, y depositó un condón sobre la mesilla de noche.

A ver, ¿qué hago?

Se desplazó hasta los pies de la cama, la agarró de los tobillos y tiró de ella hacia abajo hasta que los brazos le quedaron completamente estirados.

Cuanto menos pudiera moverse, más intensas serían las sensaciones.

—Así mejor —masculló para sus adentros. Tomó el helado y la cuchara, volvió a situarse sobre ella, a horcajadas. Ella se mordió el labio mientras destapaba la tarrina y trataba de tomar una cucharada de helado—. Mmm... todavía está bastante duro.

El Uchiha se planteó la posibilidad de embadurnarse con el y meterlo en su boca, pero al notar lo frío que estaba temió que produciera un efecto negativo. Eso sería muy poco oportuno.

—Delicioso —se relamió expresamente mientras el helado se derretía en su boca—. Es increíble lo buena que puede estar esta vainilla sosa y aburrida —observó a Hinata, y ella le sonrió con expresión radiante—. ¿Quieres un poco?

Asintió, algo dudosa, el moreno sacó otra cucharada y se la ofreció para que abriera la boca, pero cambió de idea y se la metió rápidamente en la propia. Era como quitarle un caramelo a un niño.

—Está demasiado bueno para compartirlo —afirmó, provocándola.

—Oumh... —se extrañó.

—Vaya, señorita Hyuga, ¿le gusta la vainilla?

—Sí —protestó, y se sorprendió al intentar apartarse de encima, pero era demasiado peso para ella.

—Tenemos ganas de pelea, ¿eh? Yo que tú no haría eso.

Ella se tranquilizó y él casi se echó a reír.

—Helado —suplicó con un mohín de frustración.

—Bueno, sólo porque hoy me ha complacido mucho, señorita Hyuga.

Sasuke tomó más helado con la cuchara y se la acercó. Ella lo miró entre divertida y vacilante, pero separó los labios y accedió a darle, así que le introdució un poco de vainilla en la boca. La erección del morocho se volvió más dura al imaginar que lo rodeaba con los labios.

Cada cosa en su momento, Uchiha.

Con ese pensar le retiró la cuchara de la boca con delicadeza y sirvió un poco más de helado. Ella vació la segunda cucharada con avidez. Esta vez el helado estaba más líquido puesto que empezaba a derretirse a causa del calor de la mano con que sujetaba la tarrina. Le dió otra cucharada, despacio.

—Hm, bueno, este es un modo de asegurarme de que comes: alimentarte a la fuerza. Podría acostumbrarme a esto —le ofreció más helado, pero ella mantuvo la boca cerrada con fuerza y sacudió la cabeza con un brillo desafiante en la mirada. Ya había tenido bastante. Inclinó la cuchara de modo que, con lentitud deliberada, el helado derretido empezará a gotear sobre el cuello y, a medida que desplazaba la cuchara, también sobre el pecho. Ella abrió la boca. Se inclinó y la limpió con la lengua—. Mmm... Si viene de usted aún está mejor, señorita Hyuga.

Ella intentó doblar los brazos, y para ello tiró de la cuerda, pero esta no cedió y no le permitió moverse. Hizo que la siguiente cucharada le goteará con astucia sobre los pechos y los pezones, y observó fascinado cómo los pezones se ponían duros al asaltarlos el frío. Luego, con el dorso de la cuchara, extendió la vainilla sobre cada uno de las cumbres pétreas, y ella se retorció debajo de él.

—¿Tienes frío? —le preguntó, pero no esperó a que respondiera sino que la emprendó a lengüetazos por todos los regueros de helado, succionándole los pechos y haciendo crecer más los pezones. Ella cerró los ojos y gimió—. ¿Quieres un poco? —se llenó la boca de helado, tragó un poco y la besó, introduciendo su lengua y la vainilla en la boca femenina anhelante.

Ben & Jerry's & Hinata. Una delicia.

El azabache se incorporó y se echó rápidamente hacia atrás, de modo que quedó sentado sobre los muslos de la joven, dejando que el helado derretido cayera de la cuchara y le chorreará desde el pecho hasta el centro del vientre. Depositó una gran porción de helado dentro del ombligo, y ella abrió los ojos como platos, sorprendida y excitada

—A ver, no es la primera vez que haces esto —le advirtió—. O te quedas quieta, o toda la cama va a acabar manchada de helado.

Sasuke se introdució rápidamente una gran cucharada de helado en la boca y regreso de nuevo a los pechos, succionando los pezones por turnos con la lengua y los labios fríos. Se deslizó hacia abajo sobre el cuerpo de la Hyuga, siguiendo el rastro del helado derretido, bebiéndolo a lengüetazos. Ella se retorcía debajo de él, y empezaba a mover las caderas a un ritmo que le resultaba familiar.

Si se quedará quieta las sensaciones serían mucho más intensas. El moreno devoró los restos de helado en el ombligo con la lengua. Estaba pegajosa. Pero no en todas partes... Todavía.

Él se arrodilló entre los muslos y deslizó otra cucharada de helado hacia la parte baja del vientre y el vello púbico, hasta la meta final. Dejó gotear los restos de vainilla sobre el clítoris abultado. Ella gritó y tensó las piernas.

—Calla —se inclinó sobre ella y, lentamente, lamió y succionó para limpiarla.

—Oh... por favor... señor Uchiha.

—Lo sé, Hyuga, lo sé —musitó sobre la piel sensible, pero prosiguió con la invasión lasciva.

La peliazul volvió a tensar las piernas. Estaba a punto.
El azabache dejó la tarrina de helado, de modo que esta cayó al suelo. Deslizó un dedo dentro de ella, luego otro, disfrutando de la sensación húmeda, caliente y calurosa del cuerpo, y se concentró en ese punto tan, tan dulce, acariciándola, sintiéndola, consciente de que estaba a punto de llegar. De que el clímax era inminente.

—Justo aquí —musitó mientras movía los dedos rítmica y lentamente dentro y fuera de ella.

Hinata contuvo un grito mientras su cuerpo se convulsionaba alrededor de los dedos del hombre.

Sasuke retiró la mano y alcanzó el paquete depositado sobre la mesilla de noche. Aunque detestaba estas cosas, tardó apenas un segundo en colocarselo.
Se sitúo encima de ella mientras todavía estaba en los estertores del orgasmo y la penetró de forma enérgica.

—¡Oh, sí! —soltó en un jadeo el morocho.

Hinata era el paraíso. El paraíso del moreno.

Pero la Hyuga estaba pegajosa, toda ella. Sasuke tenía la piel pegada a la contraria y era una sensación desconcertante. Se apartó y le dió la vuelta de modo que quedará apoyada sobre los codos y las rodillas.

—Así —murmuró, y se estiró para desatarla y liberarle las manos.

Una vez libre, la ayudó a incorporarse y a sentarse a horcajadas sobre él, dándole la espalda. Le cubrió los pechos con las manos y le tiró de los pezones mientras ella gemía y echaba la cabeza hacia atrás hasta apoyarla sobre su hombro. Le acarició el cuello con la boca y empezó a flexionar las caderas para penetrar más en ella. Holía a lavanda, a vainilla, y a Hinata.

Mi fragancia favorita.

—¿Sabes cuánto significas para mí? —le susurró al oído mientras ella dejaba caer la cabeza hacia atrás, extasiada.

—No —dijo con un hilo de voz.

—Sí, lo sabes. No te dejaré marchar —suavemente, le rodeó con los dedos la barbilla y el cuello, apaciguándola.

Nunca más, Hyuga.

—Eres mía, Hyuga.

—Sí, suya.

—Yo cuido de lo que es mío —susurró, y le mordió el lóbulo de la oreja. Ella gritó—. Eso es, nena, quiero oírte.

Quiero cuidar de ti.

El Uchiha le pasó el brazo por la cintura y la retuvó contra él, mientras con la otra mano le sujetó la cadera y continúo penetrándola con fuerza. Ella subía y bajaba al compás de sus movimientos mientras gritaba y gemía. Sasuke tenía gotas de sudor en la espalda, en la frente y en el pecho, de modo que resbalaban y deslizaban piel contra piel mientras ella permanecía a horcajadas sobre él. De pronto, la peliazul apretó los puños y dejó de moverse, con las piernas rodeándolo y los ojos cerrados mientras emitía un grito quedo.

—Vamos, Hyuga —gruñó entre dientes.

Ella se corrió a la vez que musitaba una versión incomprensible del nombre masculino. El moreno se dejó ir, y al derramarse dentro de ella perdió toda noción de su existencia.

Se dejaron caer sobre la cama y la estrechó entre sus brazos, mientras permanecían juntos en medio de un caos pegajoso, dulce y jadeante. Respiró profundamente mientras el pelo azulino acariciaba sus labios.

¿Sería siempre así? Alucinante.

El azabache cerró los ojos y disfrutó de este momento de paz, lúcido y sosegado.

Al cabo de un rato, ella se removió.

—Lo que siento por usted me asusta —dijo sin apenas voz.

—A mí también, Hyuga.

Más de lo que se imaginaba.

—¿Y si me deja?

¿Qué? ¿Por qué iba a dejarla? Sin ella estaría hundido en un abismo de oscuridad profunda.

—No me voy a ir a ninguna parte. No creo que nunca me canse de ti, Hyuga.

Ella se dió la vuelta en los brazos masculinos y lo examinó. Su mirada era misteriosa e intensa, y no tenía ni idea de lo que estaba pensando. Se incorporó un poco y le dió un beso, suave y delicado.

¿En qué demonios estaba pensando?

Sasuke le colocó un mechón de pelo detrás de la oreja; tenía que convencerla de que estaría ahí mucho tiempo, tanto como ella quisiera.

—Nunca había sentido lo que sentí cuando te fuiste, Hyuga. Removería cielo y tierra para no volver a sentirme así.

Las pesadillas. La culpa. La desesperación que lo arrastraba y lo ahogaba... Aquellas sensaciones que hace muchos años no sentía.

Mierda. Cálmate, Uchiha.

No, no quería volver a sentirse así nunca más. La morena volvió a besarlo, lo hizo de una forma delicada y suplicante que lo reconfortó.

No pienses en ello, Uchiha. Piensa en otra cosa.

De pronto se acordó de la fiesta de verano en casa de su madre.

—¿Vendrás mañana a la fiesta de verano de mi madre? Es una velada benéfica anual. Yo dije que iría —el azabache contuvó la respiración.

Era una cita. Una cita de verdad.

—Claro que iré —se le iluminó la cara, pero su expresión decayó enseguida.

—¿Qué pasa, Hyuga?

—Nada.

—Dime —insistió.

—No tengo nada que ponerme.

—No te enfades, pero tengo ropa para ti en casa. Estoy seguro de que hay un par de vestidos.

—¿Ah, sí? —frunció los labios.

—No he podido deshacerme de la ropa.

—¿Por qué?

Ya sabes por qué, Hyuga, aunque en realidad no lo sabes, pero quería que volvieras y la guardé para ti. Le acarició el pelo, dispuesto a hacer que lo comprendiera.

—No hace más que provocar, como siempre, señor Uchiha —sacudió la cabeza, resignada.

Por poco y el morocho se echaba a reír porque era cierto y también porque podría decirle lo mismo a ella. Su expresión se relajó.

—Estoy pringosa. Necesito una ducha.

—Nos hace falta a los dos.

—Lástima que no quepamos. Vaya usted mientras yo cambio las sábanas.

El cuarto de baño de Hinata tenía la medida de la ducha del moreno. Él nunca había estado en ninguno así de pequeño, tenía la alcachofa prácticamente pegada a la cara. No obstante, acababa de descubrir el origen de la fragancia de la cabellera azulina. Champú de lavanda. Mientras el agua se deslizaba por su fornido cuerpo, retiró el tapón y, con los ojos cerrados, inhaló con lentitud.

Hyuga.

Tendría que añadirlo a la lista de la compra de la ama de llaves. Cuando abrió los ojos, Hinata lo estaba mirando con los brazos en jarras. Para su decepción, llevaba puesta la bata.

—Esta ducha es muy pequeña —se quejó.

—Ya se lo he dicho. ¿Estaba oliendo mi champú?

—Es posible —respondió con una media sonrisita.

Ella se echó a reír y le tendió una toalla con un estampado de lomos de libros clásicos. La ojiluna era una bibliófila sin remedio. Sasuke se ató la toalla a la cintura y la obsequió con un beso fugaz.

—No te entretengas. Y no es un simple consejo.

Y pronto llegó a la habitación, tumbado en la cama de la joven, aguardando a que volviera, observó su dormitorio. El aspecto no resultaba nada acogedor, parecía como si nadie lo usara. Tres paredes eran rústicas, de obra vista, y la cuarta era de cemento pulido, pero estaban desnudas. Hinata no había tenido tiempo de convertir ese sitio en un hogar... Estaba demasiado triste para deshacer las maletas. Y era culpa de él, lo sabía.

El moreno cerró los ojos.

Quiero que se sienta feliz... Hinata feliz.

El morocho pronto despertó y el corazón le latía desbocado. A su lado, Hinata se removió, agitada, emitiendo un sonido inquietante, un sonido que producía escalofríos y que causaba que se erizará hasta el último poro de la piel. En el resplandor de la farola de la calle, vió que seguía dormida. Se incorporó y la zarandeó con suavidad.

—¡Por Dios, Hyuga!

La ojiperla se despertó de golpe. Con la respiración jadeante. Con los ojos desencajados. Aterrorizada.

—Hyuga, ¿estás bien? Has tenido una pesadilla.

—Ah —murmuró, enfocando la mirada en él, haciendo batir las pestañas como las alas de un colibrí. Alargó el brazo y encendió la lámpara de la mesita, en su lado. Ella entrecerró los ojos en la media luz—. La chica —dijo, buceando en los ojos contrarios.

—¿Qué pasa? ¿Qué chica?

Sasuke resistió el impulso de estrecharla en sus brazos y sofocar las pesadillas con besos. Hinata pestañeó de nuevo y esta vez su voz era más nítida, menos atemorizada.

—Había una chica en la puerta de SIP cuando me fui. Se parecía a mí... bueno, no.

El azabache pronto sintió un hormigueo en el cuero cabelludo.

Sakura.

—¿Cuándo fue eso? —preguntó, incorporándose de golpe.

—Cuando salí del trabajo —estaba agitada—. ¿Sabe quién es?

—Sí.

¿Qué narices hacía Sakura enfrentándose con la Hyuga?

—¿Quién? —preguntó la morena.

Él no respondió, pero durante la reunión matutina aún no tenía novedades sobre el paradero de la pelirosa. El equipo aún estaba intentando localizarla.

—¿Quién? —insistió.

Maldita sea. ¿Por qué demonios no se lo dijo antes?

—Sakura.

—¿La chica con la que bailó tango? —frunció aún más el ceño.

—Sí. ¿Dijo algo?

—Dijo: "¿Qué tienes tú que yo no tenga?", y, cuando le pregunté quién era, respondió: "Nadie".

Dios, Haruno, ¿a qué estás jugando? Tengo que llamar al Nara.

Sasuke se levantó de la cama y se puso los vaqueros.
En la sala de estar, sacó el teléfono del bolsillo de la chaqueta. Shikamaru contestó al cabo de dos tonos y desapareció cualquier duda sobre si debía llamarlo a las cinco de la mañana. Debía de estar despierto.

—Señor Uchiha —dijo con voz ronca, como de costumbre.

—Lamento tener que llamarte tan temprano. Empiezo a pasearme arriba y abajo por la cocina.

—Dormir no es lo mío, señor Uchiha.

El moreno miró a la peliazul, quien cruzaba los brazos, resaltando el contorno de sus pechos que tiraban del algodón blanco de la camisa, mientras él explicaba el problema mediante llamada telefónica.

—Me gustaría incrementar su seguridad, señor. ¿Hablará con la señorita Hinata? ¿Le hablará del peligro potencial que podría estar corriendo ahora mismo?

—Sí, hablaré con ella.

Hinata se mordió el labio. Ojalá no hiciera eso. Distraía la atención del morocho.

—Informaré a Juugo y a la ama de llaves a una hora más razonable, señor —prosiguió el pelinegro.

—Hm.

—Mientras tanto, voy a necesitar más personal sobre el terreno.

—Lo sé.

—Empezaremos por las tiendas de las inmediaciones de SIP. A ver si alguien ha visto algo. Esta podría ser la pista que estábamos esperando.

—Averigua cuanto puedas y házmelo saber. Y encuéntrala, Nara... Tiene problemas. Encuéntrala.

Colgó el teléfono y miró a la Hyuga. El pelo alborotado le caía sobre los hombros; sus largas piernas parecían pálidas bajo la tenue luz del pasillo... Sasuke las imaginó alrededor de su cuerpo.

—¿Quiere un té, señor Uchiha? —preguntó.

—La verdad es que me gustaría volver a la cama.

Y olvidarse de toda esa mierda referente a Sakura.

—Bueno, yo necesito un poco de té. ¿Se tomaría una taza conmigo? —se dirigió a los fogones, tomó el hervidor y empezo a llenarlo de agua.

No quiero ningún maldito té. Quiero enterrarme en ti y olvidarme de Sakura.

La ojiperla le lanzó una mirada elocuente, esperando a que le respondiera algo sobre el té.

—Sí, por favor —la voz ronca resonó con irritación incluso para sus propios oídos.

¿Qué quería la Haruno de Hinata? ¿Y por qué demonios no la ha encontrado Shikamaru?

—¿Qué pasa? —preguntó Hinata al cabo de unos minutos. Sujetó en las manos una taza familiar.

—Hyuga. No quiero que te preocupes por esto.

—¿No piensa contármelo? —insistió.

—No.

—¿Por qué?

—Porque no debería importarte. No quiero que te veas involucrada en esto.

—No debería importarme, pero me importa. Ella me encontró y me abordó a la puerta de la editorial. ¿Cómo es que me conoce? ¿Cómo sabe dónde trabajo? Me parece que tengo derecho a saber qué está pasando —tenía respuesta para todo—. Por favor... —insistió.

Los ojos perla brillante le imploraron a ese hombre serio y amargado... El Uchiha no pudó negarse ante esa mirada.

—De acuerdo —ella ganó—. No tengo ni idea de cómo te ha encontrado. A lo mejor por la fotografía de nosotros, no lo sé —a regañadientes, continuó hablando—: Mientras estábamos... Distanciados le montó una escena a Chiyo.

—¿Chiyo?

—La ama de llaves.

—¿Qué quiere decir con que "le montó una escena"?

Él no respondió.

—Dígalo —pusó los brazos en jarras—. Usted se está guardando algo.

—Hyuga, yo...

¿Por qué estaba tan enfadada? El azabache no quería mezclarla en esto. Parecía que Hinata no comprendía que la vergüenza de Sakura también era la vergüenza de Sasuke.

La pelirosa decidió hacer el intento de suicidarse en el apartamento del Uchiha, y él no estuvo allí para ayudarla; ella acudió a él por un motivo.

—Por favor... —insistió de nuevo.

No iba a rendirse. Sasuke lanzó un suspiro de exasperación y comenzó a contarle lo sucedido.

—¡Oh, Dios!

—Chiyo la llevó al hospital. Pero Sakura se marchó antes de que yo llegara. El psiquiatra que la examinó dijo que era la típica llamada de auxilio. No creía que corriera auténtico peligro. Dijo que en realidad no quería suicidarse. Pero yo no estoy tan seguro. Desde entonces he intentado localizarla para proporcionarle ayuda.

—¿Le dijo algo a la señora Chiyo?

—No mucho.

—¿No puede localizarla? ¿Y qué hay de su familia?

—No saben dónde está. Ni su marido tampoco.

—¿Marido? —exclamó.

—Sí —ese capullo mentiroso—. Hace unos dos años que se casó.

—¿Así que cuando estuvo con usted era una mujer casada?

—¡No! Por Dios, no. Estuvo conmigo hace casi cinco años. Luego se marchó y poco después se casó con ese tipo.

Ya te lo dije, Hyuga, yo no comparto. Sólo he tenido una relación con una mujer casada y no acabó bien.

—Entonces ¿por qué trata de llamar su atención ahora?

—No lo sé. Lo único que hemos conseguido averiguar es que hace unos meses abandonó a su marido.

—A ver si lo entiendo. ¿No fue su... Alumna-sumisa durante un año? —la morena tomó una cucharilla y la agitó en el aire al hablar.

—Un año y medio más o menos.

—Y quería más.

—Sí.

—Pero usted no quería más... —eso ya lo sabía—. Así que la dejó.

—Sí.

—Entonces ¿por qué quiere volver con usted ahora?

—No lo sé.

Ella quería algo más, pero él no podía dárselo. ¿Tal vez la había visto con la Hyuga?

—Pero sospecha...

—Sospecho que tiene algo que ver contigo —pero podría estar equivocado.

Hinata lo miró fijamente, explorando el pecho con los ojos, pero Sasuke hizo caso omiso de aquella mirada y le hizo la pregunta que ha estado atormentándolo desde que le dijo que había visto a Sakura.

—¿Por qué no me lo contaste ayer?

—Me olvidé de ella. Ya sabe, la copa después del trabajo para celebrar mi primera semana. Luego usted llegó al bar, le dio su... arranque de testosterona con Toneri, y nos vinimos aquí. Se me fue de la cabeza. Usted suele hacer que me olvide de las cosas —tuvó la delicadeza de adoptar una expresión culpable.

—¿Arranque de testosterona? —repitió, con una mueca divertida.

—Sí. El concurso de meadas.

—Ya te enseñaré yo lo que es un arranque de testosterona —bajó la voz.

—¿No preferiría una taza de té? —le ofreció una taza.

—No, Hyuga, no lo prefiero —la deseaba y la deseaba ahora—. Olvídate de ella. Ven —le tendió la mano.

La morena devolvió la taza a la encimera y depositó su mano en la de él. De vuelta en su dormitorio, el morocho deslizó la camisa por la cabeza.

—Me gusta que te pongas mi ropa —susurró.

—Y a mí me gusta llevarla. Huele a... Oumh... —desvió su mirada con las mejillas tornadas a un leve carmesí—. A usted.

El azabache tomó la cabeza femenina entre sus manos y la besó... Quería hacer que se olvidará de Sakura... Quería olvidarse de la pelirosa.

La Hyuga despertó, tenía demasiado calor, y estaba abrazada a Sasuke Uchiha, desnudo. Aunque estaba profundamente dormido, la tenía sujeta entre sus brazos. La débil luz de la mañana se filtró por las cortinas. Ella tenía la cabeza apoyada en el pecho masculino, la pierna entrelazada con la de él y su brazo sobre el vientre. Levantó un poco la cabeza, temerosa de despertarle. Parecía tan joven, y dormía tan relajado, tan absolutamente bello. No podía creer que ese adonis fuera suyo, todo suyo.

Alargó la mano y le acarició el torso con cuidado, deslizando los dedos sobre su vello, y él no se movía. Dios santo. Casi no podía creerlo. Era realmente suyo... durante esos preciosos momentos. Se inclinó sobre él y besó tiernamente una de sus cicatrices. Él gimió bajito, pero no se despertó.

¿Por qué no me deja tocarlo?
Le besó otra vez y él al instante abrió los ojos.

—Hm.

—Hola.

—¿Estás dolorida? —preguntó.

—No. Cansada —al instante se ruborizó.

—No dormiste demasiado anoche —le acarició la mejilla.

—Ni usted tampoco —su sonrisa no era sincera, porque se le nubló la mirada—. No he dormido muy bien últimamente.

Los remordimientos, rápidos y horribles, bulleron en el estómago del morocho.

—Hm.

Vamos, Uchiha, lo mínimo que se merece es una disculpa.

—Lo siento —susurró.

—No se disculpe. Fue mi...

—Calla, Hyuga —le tapó la boca con un dedo.

Hinata frunció los labios para besarle el dedo.

—Si te sirve de consuelo —cerró los ojos—. Yo tampoco he dormido bien estos últimos meses.

—Oumh, bueno... —la morena cruzó sus brazos sobre su pecho—. Aunque la diferencia es que yo no dormía gracias a la exigencia laboral de Toneri, mientras que usted...

—¿Así que ya tuteas al Ōtsutsuki, Hyuga? No sabía que tenían ese nivel de confianza —interrumpió y después chasqueó la lengua.

—Lo conozco desde hace tiempo, por lo general las personas normales suelen hablar de "Tú" cuando hay cierto nivel de confianza, señor Uchiha.

—¿Eso quiere decir que entre nosotros no hay confianza, Hyuga?

—No me refería exactamente a eso, pero sino mal recuerdo usted me exigió llamarlo así, señor Uchiha.

—Di mi nombre.

—¿Qué? —volteó a verlo con cierta confusión en su rostro.

—Hm, que digas mi nombre, Hyuga.

Indirectamente le intentaba pedir que se refiriera hacía él por su nombre, pero al parecer ella no lo captó de inmediato.

—¿Por qué? Usted me dijo que...

—Quiero escuchar cómo suena de tus labios. Es todo —explicó.

—¿Sasuke? —lo observó como si fuera una especie de loco.

De los labios masculinos se formó una media sonrisa ladina.

—Regla número dos; confianza. Bien, me agrada hacía donde está llevando nuestra relación, señora Hyuga.

—¿Señora? —soltó una risa—. Sasuke. Sasuke. Sasuke —repitió varias veces y después de agarrarle la mano, le besó cada nudillo de los dedos.

Era un gesto cariñoso y cándido. El Uchiha sintió un nudo en la garganta mientras se le hinchaba el corazón. Estaba en el precipicio de algo desconocido, un plano en el que el horizonte desaparecía y el territorio era nuevo e inhóspito.

Era aterrador, confuso... Era excitante.

¿Qué me estás haciendo, Hyuga? ¿A dónde me llevas?
Inspiró hondo y se concentró en la mujer que tenía a lado. Ella le lanzó una sonrisa amable.

Ya se veían metidos el día entero en la cama, pero Sasuke se dió cuenta de que tenía hambre.

—¿Desayuno? —preguntó.

—¿Se está ofreciendo a prepararme el desayuno o exigiendo que le den algo de comer, señor Uchiha? —se burló.

—Ninguna de las dos cosas. Te invito a desayunar. La cocina se me da fatal, tal como demostré anoche.

—Tienes otras cualidades —dijo con una sonrisa traviesa.

—Vaya, señorita Hinata, ¿a qué se refiere con eso?

—Creo que ya lo sabes —entornó los ojos. Estaba provocándolo. Se incorporó despacio, bajando las piernas de la cama—. Puedes ducharte en el baño de Ino. Es más grande que el mío.

Por supuesto que lo era.

—Usaré el tuyo. Me gusta ocupar tu espacio.

—Y a mí también me gusta que ocupes mi espacio —musitó, guiñando un ojo; se levantó y se fue hacía el cuarto de baño.

Hinata la descarada.

Cuando volvió de la estrecha ducha, encontró a la peliazul vestida con vaqueros y una camiseta ajustada que dejaba poco margen a la imaginación. Estaba alborotándose el pelo.

Al ponerse los vaqueros, él moreno comprobó que llevaba la llave del auto en el bolsillo. Se preguntó cómo reaccionaría Hinata cuando se la entregará.

—¿Con qué frecuencia haces ejercicio? —le preguntó, estaba observándolo en el espejo.

—Todos los días laborables.

—¿Qué haces?

—Correr, pesas, kickboxing...

Ah, y correr hacia y desde tu apartamento estas últimas semanas.

—¿Kickboxing? —preguntó.

—Sí, tengo un entrenador personal, un ex atleta olímpico que me enseña. Se llama Guy. Es muy bueno... Quizá sea de tu agrado —le giñó el ojo.

—¿Para qué iba a necesitar yo un entrenador personal? Tú ya me mantienes en forma.

Sasuke se acercó a donde estaba ella, jugueteando aún con su pelo, y la abrazó. Sus ojos se encontraron en el espejo.

—Pero, pequeña, yo quiero que estés en forma para lo que tengo pensado —eso si volvían algún día al cuarto de juegos—. Sé que tienes ganas —dijo acentuando las palabras mientras observaba su reflejo en el espejo. Ella se mordisqueó el labio, pero apartó la mirada—.¿Qué? —preguntó, preocupado.

—Nada —respondió, y negó con la cabeza—. Está bien, conoceré a Guy.

—¿En serio?

¡Eso había sido fácil!

—Sí, bueno... Si te hace tan feliz... —musitó riéndose.

La estrechó entre sus brazos y le dio un beso en la mejilla.

—No tienes ni idea —la besó detrás de la oreja—. ¿Algún plan que desees hacer?

—Me gustaría cortarme el pelo y... mmm... tengo que ingresar un talón e ir a visitar una agencia de autos de segunda mano.

—Ah.

Ahora era el momento. Sacó una llave del bolsillo de los vaqueros.

—De hecho, el auto está aquí —le informó.

—¿Cómo que «está aquí»?

—Juugo lo trajo ayer.

La morena se apartó de sus brazos y frunció el ceño. Se le veía enfadada.

—Toma, esto es tuyo —sacó un sobre del bolsillo trasero de sus pantalones.

—No, no. Ese dinero es tuyo —levantó ambas manos y se apartó.

—No. Me gustaría comprarte el coche.

Pero qué demonios... ¡Quería darle el dinero a él!

—No, Hinata. Tu dinero, tu coche.

—No, Sasuke. Mi dinero, tu coche. Te lo compro.

Ah, no, de eso ni hablar.

—Te regalé ese coche por tu graduación.

—Si me hubieras comprado una pluma... habría sido un regalo de graduación apropiado. Me compraste un auto.

—¿De verdad quieres discutir esto, Hinata?

—No.

—Bien... pues aquí tienes las llaves —las dejó sobre la cómoda.

—¡No quería decir eso!

—Fin de la discusión, Hinata. No me presiones.

—Además, ¿Serías tan amable de explicarme por qué motivo me has dejado esto? —sacó otro sobre amarillo del bolsillo restante.

El morocho reconoció un sobre que había colocado a escondidas cuando ella estaba bañándose, quería ayudarla económicamente.

—No necesito que me pagues nada, no soy su hija o algo por el estilo.

La mirada que le lanzó lo dijo todo. Si Sasuke fuese leña seca, ardería en llamas, y no necesariamente en el buen sentido. Ella estaba enfadada. Muy enfadada. De pronto entrecerró los ojos y esbozó una sonrisa maliciosa. Tomó el sobre amarillo, lo sostuvo en el aire y, con gesto teatral, lo partió en dos trozos, y luego en dos más. Arrojó el contenido a la papelera y le lanzó una mirada victoriosa como diciendo "Vete al demonio"

Vaya. Comenzaba la partida.

—Desafiante como siempre, señorita Hyuga —repitió las palabras que ella utilizó anteriormente, giró sobre sus talones y fue a la cocina. Ahora estaba cabreado. Muy cabreado. ¿Cómo se atrevía? Busco su teléfono y llamó a su asistente.

—Buenos días, señor Uchiha —su voz sonó entrecortada al responder.

—Hola, Yūgao

Al otro lado del hilo, se escuchó una voz de fondo, una mujer que gritó: «¿Es que no se da cuenta de que te vas a casar hoy?».

—Disculpe, señor Uchiha —volvió a sonar la voz de pelipurpura. Ahora habló en voz baja—. Mamá, cállate. Es mi jefe —nuevamente habló en voz alta—. ¿Qué puedo hacer por usted, señor Uchiha?

—¿Te vas a casar?

—Sí, señor.

—¿Hoy?

—Sí. Dígame, ¿qué puedo hacer por usted?

—Quiero que ingreses veinticuatro mil dólares en la cuenta bancaria de Hinata Hyuga.

—¿Veinticuatro mil?

—Sí, veinticuatro mil dólares. Directamente.

—Me encargaré de ello, descuide. Estará en su cuenta el lunes.

—¿El lunes?

—Sí, señor.

—Estupendo...

—¿Algo más?

—No, eso es todo, Yūgao.

El azabache cortó el teléfono, molesto por haberla importunado en el día de su boda y más molesto aún porque no le dijo que se casaba. ¿Por qué no se lo había dicho? ¿Estaría embarazada? ¿Tendría que buscarse otra asistente personal? Volvió hacia la señorita Hinata, que estaba en el umbral, echa una furia.

—Ingresado en tu cuenta, el lunes. No juegues conmigo.

—¡Veinticuatro mil dólares! —alzó la voz—. ¿Y tú cómo sabes mi número de cuenta?

—Yo lo sé todo de ti, Hinata —respondió, tratando de conservar la calma.

—Es imposible que me hayas depositado esa cantidad tan grande de dólares —replicó.

—En principio te daría la razón, pero, genero esa cantidad de dinero cada veinte minutos. No veo problema en querer apoyarte.

Se fulminaron el uno al otro con la mirada. Esa mujer era imposible... Imposible, Imposible. Hinata separó los labios. Le costaba respirar. Tenía las pupilas dilatadas. Lo devoraba. Lo consumía. Se humedeció el labio con la lengua.

Y estaba ahí, en el aire, entre ellos... Su atracción, una fuerza viva. Cada vez más fuerte. Cada vez más intensa. El Uchiha la agarró y la empujó contra la puerta, buscando los labios cereza con los suyos. Reclamó la boca, besándola con ansia, y cerró los dedos alrededor de la nuca, sujetándola. Hinata tenía los dedos en su pelo. Tirando de él. Dirigiéndolo mientras devolvía los besos, con la lengua en su boca. Tomándolo todo. Sasuke le agarró el trasero, la apretó contra su erección y presiono su cuerpo contra el suyo. La deseó. Otra vez.

—¿Por qué... por qué me desafías? —dijo en voz alta mientras le besó el cuello.

—Porque puedo —susurró sin aliento. Ladeó la cabeza para dejarle libre acceso a el.

Ah, le había robado la frase.

—Dios, quiero poseerte ahora, pero ya no me quedan condones. Nunca me canso de ti. Eres una mujer desquiciante, enloquecedora —estaba jadeando cuando apoyo su frente en la de ella.

—Y tú me vuelves loca —exhaló—. En todos los sentidos.

El moreno inspiró hondo y hundió la mirada en esos ojos cálidos y hambrientos que le prometían el mundo, y sacudió la cabeza.

Cálmate, Uchiha.

—Ven. Vamos a desayunar. Y conozco un local donde puedes cortarte el pelo.

—Vale —sonrió.

Y ya no pelearon más.

Caminaron tomados de la mano por Vine Street y doblaron la esquina de la Primera Avenida. Sasuke se pregunto si sería normal pasar de la furia más absoluta entre ellos a esta calma tan plácida que sentía mientras paseaban por la calle. La mayoría de las parejas eran así. Miró a Hinata, a su lado.

—Esto parece tan normal... —le dijo—. Me agrada.

—Sasuke, creo que todos estarían de acuerdo en que tú eres todo menos normal. Excepcional, tal vez —le apretó la mano—. Hace un día precioso —añadió.

—Hm, es verdad.

La morena cerró los ojos un momento y volvió el rostro hacia el sol de la mañana.

—Vamos, conozco un sitio genial para el brunch.

Uno de los cafés favoritos del Uchiha estaba a sólo un par de manzanas de la casa de la Hyuga, en la Primera Avenida. Cuando llegaron, abrió la puerta para que pasará la peliazul e hizo una pausa para inhalar el olor de pan recién hecho.

—Qué lugar tan agradable... —susurró cuando se sentaron en la mesa—. Me encantan los cuadros de las paredes.

—Exhiben la obra de un pintor distinto cada mes, Hinata. Aquí descubrí a Trouton.

—Eleva lo cotidiano a la categoría de extraordinario.

—Te has acordado.

—Hay muy pocas cosas que pueda olvidar de usted, señor Uchiha.

Y yo de ti, Hyuga. Eres extraordinaria.

—Pago yo —la ojiperla tomó la cuenta del desayuno antes que él—. Hay que ser más rápido, Uchiha.

—Tienes razón —masculló, a regañadientes.

Aunque alguien con una deuda de cincuenta mil dólares por un crédito de estudiante no debería pagarle el desayuno.

—No pongas esa cara. Tengo veinticuatro mil dólares más que esta mañana. Puedo permitírmelo —Echó un vistazo a la cuenta—. Veintidós dólares con sesenta y siete centavos por desayunar.

—Gracias —murmuró resignado. No podía hacerle nada... Salvo arrancarle la cuenta de las manos, pero poco podía hacer.

—¿Y ahora adónde?

—¿De verdad quieres cortarte el pelo?

—Sí, mírame.

Unos mechones rebeldes se le habían escapado de la cola de caballo, enmarcando su precioso rostro.

—Yo te veo... Linda. Como siempre.

—Pero pronto será la gala benéfica de tu madre.

Sasuke intentó recordarle que era una gala de etiqueta, y en casa de su madre.

—Tienen una carpa. Ya sabes, toda esa parafernalia.

—¿Para qué fundación benéfica es?

—Se llama Afrontarlo Juntos. Es una fundación que ayuda a los padres con hijos jóvenes drogadictos a que estos se rehabiliten.

El morocho contuvo el aliento con la esperanza de que Hinata no empezara a preguntarle sobre la relación de los Uchiha con esa causa. Era un asunto personal, y no necesitaba compasión. Ya le había contado todo cuanto quería contarle sobre esa época de su vida.

—Parece una buena causa, Sasuke —comentó con simpatía, y, por suerte, dejó ahí el asunto.

—Venga, vamos —se levantó y le tendió la mano, poniendo fin a la conversación.

—¿A dónde vamos? —preguntó mientras caminaban por la Primera Avenida.

—Sorpresa.

.
.
.
Fin del Chapter 3.

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