-Mamá, en la escuela nos pidieron hojas de colores- un niño de unos 8 años jalaba el mandil de su madre mientras le hablaba.
-¿Para que son las hojas corazón?- dejo de cortar verduras y le dió su total atención a su retoño.
-La maestra dice que son para hacer cartas para San Valentín.
-Esta bien, después de comer iré a comprar las hojas- le dió unas palmaditas en la cabeza y continuo su labor.
-Papá dice que tiene sed.
-Oh.. bueno, llévale un poco de jugo de la nevera- bajo un vaso de plástico y se lo dió a su hijo.
El pequeño caminaba con el vaso de jugo en dirección a lo que parecía el sótano, bajo las escaleras sin sentirse asustado o algo por el estilo, estando ya abajo se dirigió a una esquina en la que reposaba un hombre con aspecto un tanto lamentablemente.
-¿Shuji?- con un hilo de voz el hombre llamo a su hijo, este se acuclillo y le dió el vaso de jugo.
-Ya no hagas enojar a mamá, dice que te tendrá encerrado más tiempo aqui- le decía mientras el hombre tomaba con desesperación el líquido naranja.
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-Buenos días estudiantes, saquen sus hojas de colores, haremos cartas en forma de corazón y se lo darán a su persona especial- hablo con amabilidad una mujer joven, de unos 23 años talvez.
Los niños sacaron sus hojas y con las indicaciones de la profesora empezaron a hacer la figura de un bonito corazón, todos parecían divertirse, incluso Shuji parecía feliz con lo que hacía.
-Wow, que bonito corazón Shuji, ¿a quien se lo darás?- le pregunto con una amigable sonrisa.
-A Masaru, ¿cree que le guste?
-Claro que si, termina tu corazón y luego los darán a quienes quieran.
Varias niñas le ponían mensajes a sus corazones y reían nerviosas por ir a entregarlas a los otros niños, incluso Hanma le puso un pequeño mensaje a su corazón.
-Para ti- extendió el corazón para aquel niño rubio de nombre Masaru, esperando que lo agarre.
-Gracias- tomo la carta entre sus pequeñas manos con una sonrisa que hizo sonrojar al pelinegro.
-Bien, hora de limpiar los papeles que cortaron- los niños asintieron y comenzaron a recoger los trozos del papel colorido con ayuda de su maestra.
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Hanma llegó a su casa con lágrimas en los ojos, corriendo hacia su madre para hundir su rostro en su pecho y comenzar a llorar con fuerza.
-¿Que paso Shu?- lo abrazo para luego acariciar su cabecita, intentando consolar a su retoño.
-Le di a Masaru una carta y la tiró al basurero- abrazo con fuerza a su progenitora, buscaba su calor para dejar de llorar.
-Vaya.. ¿sabes por qué hizo eso?
-Me dijo que no era un enfermo como yo y luego rompió la carta en frente de mi..
-Ya ya, ¿quieres hablar de esto?
-...- no dijo nada, no quería que su madre también lo tratara mal -no quiero que me trates como Masaru...
-No soy ese niño, soy tu madre y sería incapaz de odiarte- sostuvo su rostro con delicadeza y le planto un beso en la frente -cuando te sientas listo me dices y hablamos de esto, ¿te parece bien?
-S-si..- recibió unas palmaditas en la cabeza antes de que su madre se fuera.
"Si no te ama lo obligaras a hacerlo"
"El amor duele Shu"
"Si encerio le gustas, aguantara todo lo que hagas"
"El amor es como el de tu padre y yo"
"Tienes que eliminar la competencia Shu, nadie se puede quedar con tu amado"
"No importa el método, importa el resultado"
"No importa si te tiene miedo, tiene que amarte así como eres"
Esas frases aún resuenan en su cabeza, su madre le enseño que el amor es así, cruel y despiadado, lleno de obsesión e inestabilidad.
Veía el amor de una manera distinta a la común, según las enseñanzas de su madre, el amor tiene que ser de esa forma, no le importaba mucho, no le gustaba nadie durante ese tiempo, era feliz así como estaba.
O bueno, hasta que llegó Kisaki, fue ahí cuando sintió su corazón acelerarse, tenía que hacer todo lo que estaba en sus manos para que solo el pueda poseer a tan perfecto ser.
-Vamos Hanma, no es tan difícil, solo tienes que poner esto aquí y dividir- le explicaba con paciencia el moreno, ya llevaban un buen rato intentando resolver aquel ejercicio de física.
-¿Así?- escribió la que según él, era la respuesta correcta.
-No Hanma, estás multiplicando.. y multiplicaste mal incluso- suspiro y borro los números.
En realidad si sabía cómo resolver aquellos ejercicios, es solo que quería pasar más tiempo con su muñequito de caramelo, le encantaba consumir su tiempo, así sus otros amigos no podrían separarlos.
-Vayamos desde el principio, para dividir ti- fue abruptamente interrumpido por su tono de llamada, una sonrisa se dibujo en su rostro y salió del cuarto para atender la llamada.
Hanma soltó un bufido para demostrar su desagrado, odiaba cuando los interrumpian, agarro el lápiz y comenzó a resolver los ejercicios.
-Si.. nos vemos- Kisaki regreso a los minutos con una gran sonrisa.
-Creo que ya lo hice bien- le pasó su cuaderno y el rubio se puso a revisar cada ejercicio con detenimiento.
-Si, ahora sí están bien- le dedicó una linda sonrisa y se acercó a su armario.
-¿Que haces?
-¡Cierto! No te dije, hace unos meses conseguí novio- saco un par de conjuntos y los tiró a la cama.
-Oh~ ¿quien es el afortunado?
-Un chico de mi clase, fuimos amigos desde tercero de primaria.. ¿cuál se me ve mejor?- puso los conjuntos sobre su cuerpo analizando cuál le quedaba mejor.
-El celeste- respondió sin mucho interés.
-Bueno, sigamos con la tarea y luego vamos por algunas malteadas- achino sus ojos y le dedicó una ligera sonrisa que parecía iluminar aún más su rostro.
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Segundo capítulo de esta madre, ya está amaneciendo así que por lo tanto no he dormido nada, nos despedimos, buenas tardes señorita o señorito lector.