| limbo |
[ cap iv ]
Enola despertó en una de las camillas de la enfermería. Frente a ella se encontraba el chico del salón de esgrima sonriéndole levemente.
— Bienvenida otra vez. — La rubia se sentó observándolo confundida, el chico, a su vez, también tomó asiento. — Tranquila. No tienes conmoción, pero debes tener un chichón feo, ¿no?
Enola tocó suavemente su frente, el dolor que padecía era agradable, amaba los chichones y moretones.
— Solo recuerdo estar leyendo, y luego un fuerte golpe. Que supongo eras tú. — el muchacho sonrió algo incómodo.
— Tu libro se mojó un poco. — en realidad estaba totalmente empapado.
— ¿Qué pasó? — preguntó sacudiendo el libro a su lado, tratando de sacar la mayor cantidad de agua posible.
— Una gárgola casi te cae en la cabeza.
— Y supongo que tú eres el héroe que me salvó. ¿Por qué?
Xavier se echó hacia atrás en la silla, pensando que responder.
— Llámalo instinto.
— ¿Así que supongo ahora quieres que agradezca tu muestra de caballerosidad vacía, la herramienta del patriarcado, para estar infinitamente en deuda contigo? — preguntó sarcásticamente mientras acomodaba su cabello.
— La mayoría de las personas solo agradece. — dijo el rubio asintiendo, una sonrisa apareció en el rostro pálido de su compañera.
— No quería que me salvaras.
Él frunció el ceño confundido.
— ¿Debí dejar que te aplastara?
Enola solo asintió mientras se levantaba de la cama.
— Veo que no has cambiado nada.
Ahora quien estaba confundido era ella, mirándolo desde arriba con las cejas fruncidas.
— ¿Perdón?
— Si lo prefieres, digamos que te devolví el favor.
— Yo no hago favores.
El rubio se levantó también, ahora él la observaba desde arriba.
— ¿Xavier Thorpe? — Enola lo miró expectante. — Supongo que no me recuerdas. La última vez, media medio metro menos, y pesaba dieciocho kilos más. — empezó a explicar.
— ¿Y? — preguntó alejándose de él, mientras comenzaba a arrancarse los pellejos de sus dedos con sus afiladas uñas.
— La pubertad, creo.
La rubia habló más alto para que le respondiera lo que quería.
— Hablo de la última vez.
— Oh, si. — el chico desvió unos segundos su mirada. — Fue el funeral de mi madrina. Era amiga de tu abuela y estuvieron en Europa en sus veintitantos estafando gente rica y de mala fama.
La rubia asintió con una sonrisa.
— Si, eso suena como mi abuela.
Xavier asintió, y continuó.
— No sé. Teníamos diez años y estábamos aburridos. Jugábamos escondidas y tuve la genial idea de esconderme en su ataúd. — le sonrió levemente a la Addams. — Me atasqué de camino al crematorio.
El joven rubio notó una pequeña sonrisa en su rostro.
— Ya recuerdo. Me gusta ver a los cadáveres antes de incinerarse, y pensé que tu madrina aún seguía con vida.
— En fin, evitaste que me asaran, así que ahora estamos a mano.
La rubia asintió divertida. Dándose la vuelta salió de la enfermería, ahora no solo recordaba esa anécdota, sino también que debía encontrar a Dedos.
Lo halló en su dormitorio, dentro de su cama. Rápidamente lo atrapó antes de que se escape.
— Lo sabía. ¿Realmente creían que no iba a darme cuenta? — lo aprisionó contra su escritorio, hasta que pidió piedad.
— Te enviaron para que nos espies, ¿no? — la mano negó la acusación.
— ¿Sabías que estoy practicando mutilaciones?, Pericles no está cerca, ¿conoces a alguien a quien pueda usar como conejillo de indias?
Enola suspiró girando con su silla.
— El que te dejarán aquí, y supongan que no nos daríamos cuenta solo demuestra cuanto me menosprecian.
Rápidamente la mano comenzó a golpear la mesa.
— Mi pobre e ingenua extremidad. A ellos no les importo tanto como mis hermanos. Solo quieren vigilar a Merlina desde lejos.
Comenzó a jugar con una de las navajas que estaban sobre el escritorio.
— Por como lo veo solo tienes dos opciones. La primera: te encierro aquí hasta que termine el semestre. Haciéndote caer lentamente en la locura, y deteriorando tu vanidad. — amenazó abriendo su cajón y forzandolo a entrar. — O, me juras lealtad eterna, a mí y a Merlina. — ofreció dejándolo sobre el escritorio nuevamente.
Ante ella se inclinó la extremidad, provocando una pequeña sonrisa en aquella pálida cara.
— La primera misión es huir de este reclusorio para nada divertido. — el golpeteo interrogatorio la hizo sonreír más. — Claro que tengo un plan. Te lo contaré, y luego debes buscar a Merlina y explicarle todo.
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Medio corto, igual estoy publicando otras historias, vayan a leerlas <3
(para Valebaby22 )