Mi vida había cambiado demasiado, el no poder hacer cosas solo empezaban a desesperarme, había pasado unos días desde que había llegado a la casa de Porsche y estaba bajo el cuidado de Aií, sintiéndome un inutil.
No había sexo para mi, ni había diversión y mi mente estaba concentrada en intentar mejorar y en mover piezas en un tablero que nadie me aviso que tenía que aprender a jugar y seguía sin comprender que papel querían que siguiera.
Estaba frente al tablero de ajedrez del patio, mientras el sol calentaba mi cuerpo. - Hola. - Vegas me saludo.
-Hola. -Le contesté.
-¿Que haces?. - Señale el tablero.
-Juego con el tablero. - Sonreí. - Me distraigo un poco.
-Sigues sin sentir nada.-Me acarició la pierna.
-No, nada. - Ya había dejado de tomar en cuenta mis piernas.
-Molesta.-Topo la sonda de mi estómago, por que me había negado a tener que pedir ayuda para ir al baño así que obligue al medico a hacerme una cirugía para ello.
-Si, pero es mejor a molestar con querer ir al baño.-Levante los hombros. - A la final ya que más puedo perder.
-¿Quien puso la bomba, Kim?. - Preguntó molesto.
-Nadie que te importe. - Deje el tablero en paz y me aleje de la mesa de juego.
-Si solo nos lo comunicaras podríamos hacer algo. - Me rei.
-¿Qué?, ¿Matarlo?. - Negué. - Creeme cuando te digo que no te atreverias a matar a la persona que puso la bomba.
-Si no se quien es no lo puedo decidir. - Negué.
-Se que casi no tienes corazónVegas, pero tampoco te atreverias a matar a la persona de la bomba.
-Pruebame, dime quien fue. - Negué lentamente.
-No, ya me voy, Aií debe estar buscándome. - Movi la silla y salí dejándolo allí, al estar en la habitación abrí el computador y puse el Usb en ella, repitiendo el video de la bomba.
Podía esperarme la bomba de cualquier persona pero no de la que miraba en pantalla, alguien que yo juraba no sería capaz de herirme jamas.
-¿Mi amor, que haces?. - Saqué el Usb y le sonrei.
-Nada, solo veía el computador. - Lo apagué. - Aií podemos hablar de algo.
-Claro que si. - Se sentó. - Dime.
-¿Ya no me amas?. - Aií puso cara de susto.
-¿Qué?. - Dijo algo molesto.-Claro que te amo.
-Yo no lo siento así, te da miedo toparme siquiera, no te quieres acercar a mi y empieza a molestarme. - Los sentimientos son engañosos por que empecé a llorar.
-No llores mi amor. - Me abrazo. - Disculpame tesoro, yo te amo, me da miedo lastimarte, desde el accidente no hay nadanque tema más que herirte.
-No soy de cristal, yo necesito a mi esposo Aií, no me hagas agonizar tu presencia por que me siento insuficiente si lo haces.
-Mi amor. - Me acarició y me abrazo levantándome de la silla y me puso en sus piernas. - Lo lamento.
-Solo no me mates con tu ausencia. - Suspiré. - Por que tu presencia me empieza a doler si lo haces.
-Gracias por decírmelo. - Me beso. - Jamás volverá a pasar.