00. ERIS WEASLEY
Un fuerte ruido en el techo ocasionó que la pequeña pelirroja se despertara de un salto de la cama. Probablemente su hermano mellizo había estado practicando con la escoba en su habitación otra vez. Aún no entendía que eso era realmente estúpido.
Con una gran pereza se puso de pie y se arregló levemente antes de bajar las escaleras. Casi todos sus familiares estaban allí, desayunando tranquilamente.
—Buenos días —saludó, aunque nadie pareció escucharla y si lo hicieron la ignoraron rotundamente. Como cada mañana. Tomó asiento al lado de su hermana, Ginny y comenzó a comer una tostada quemada.
—¿Sabían que se dice que Harry Potter irá al colegio este año? —informó Ginny, basandose en cotilleos como siempre.
—Es verdad. El niño ya tiene la edad, ¿verdad? Tiene los mismos años que Ron, ¿o es del año de Ginny? —cuestionó su padre, sirviéndose un poco de té en su taza de mejor papá.
—Creo que tiene la edad de Ron... ¿Hablando de Ronnie, donde está? —preguntó su madre, dirigiendo su vista a los gemelos, quienes se encogieron de hombros—. ¡Ron! ¡El desayuno! ¡Baja!
Y casi al instante, se escucharon los pequeños pasitos del niño, bajando las escaleras.
Y cuando toda la familia estuvo reunida desayunando, Percy no perdió la oportunidad de recordarles a todos que había recibido su placa de prefecto. Entonces, Errol, la lechuza de la familia, entró tambaleándose y chocó fuertemente con la taza de té de Eris, volcando todo el líquido caliente sobre ella y salpicando levemente a su hermana a su vez, quien soltó un fuerte lloriqueo.
—¿Estás bien, cariño? —preguntó su madre preocupada, acercándose a la menor de la familia para ayudarla con su varita mágica, mientras se agachaba para quedar a su altura.
—Gracias mamá.
—No hay problema, cielo —respondió con cariño, poniéndose de pie para volver a su lugar.
—¿Mamá, podrías ayudarme a mi también? —pidió Eris, intentando limpiarse con una servilleta de papel.
—Oh, si —dijo sin ganas la mujer y con un pequeño movimiento de varita la seco por completo.
—Gracias.
—Sí, si, ¿Qué son las cartas que trajo Errol? ¿Podrías fijarte, Ron? —el mencionado asintió y tomó los sobres de papel de las patas del animal para darles una ojeada y su rostro se volvió de completa felicidad.
Tomó uno de los sobres y se lo lanzó a Eris, sin apartar la mirada de su carta.
Eris logró atraparla antes de que saliera por la ventana que estaba detrás de ella y la leyó.
Sra. Eris Weasley
La madriguera
Era para ella. Jamás había recibido una carta antes y estaba feliz de recibir algo por primera vez. Volteó el pedazo de papel y observó el frente donde un hermoso escudo con un león, una serpiente, un águila y un tejón, yacía plasmado.
No dudó en destrozar el sobre para leer su contenido.
Colegio Hogwarts de magia y hechicería.
Director: Albus Dumbledore (Orden de Merlín, Primera clase, Gran hechicero, Jefe de magos, Jefe supremo, Confederación internacional de magos)
Querida señorita Weasley:
Tenemos el placer de informarle que usted tiene una vacante en el colegio Hogwarts de Magia y Hechicería. Adjuntamos una lista con el equipo y los libros necesarios. Las clases comienzan el 1° de septiembre, esperamos su búho antes de 31 de julio.
Muy cordialmente,
Minerva McGonagall
Subdirectora
Los gritos de felicidad de Ron la sacaron de su ensoñación y observó como sus padres abrazaban a Ron fuertemente, dejándolo morado por la falta de aire.
—¡Genial! ¡Mis dos niños irán a Hogwarts! —exclamó Molly feliz—. Iré a buscar la varita de Charli para Ron y luego vemos que hacemos con Eris.
Eris no pudo dormir durante la noche, estaba tan emocionada por asistir a Hogwarts que paso todas las horas de sueño pensando en como sería cuando por fin llegara al colegio y quedara en Gryffindor, como toda su familia.
Un leve golpeteo en la ventana la hizo levantarse. Había una hermosa lechuza blanca allí parada, haciendo sonidos con su pico para que Eris la dejara entrar, y lo hizo. El ave llevaba un paquete negro consigo junto a una carta. Pero lo que más le dio curiosidad, era que este tenía su nombre en el sobre.
Primero abrió la caja y se encontró con una hermosa varita negra, realmente delicada.
Sonrió al ver lo hermosa que era, y probablemente cara.
Luego abrió la carta.
20 cm de largo, Echa de madera de spino, con núcleo de pelo de cola de Thestral. Esta varita perteneció a una maravillosa mujer que conocí y que te amaba. Espero le des un buen uso, Eris, y espero seas zurda, porque sino te será complicado utilizarla.
Con cariño,
N. M. B.
PD: el búho también es un regalo para ti. Aún no tiene nombre.
Ella no recordaba haber conocido a una persona con esas iniciales, o a una persona que la amara como para heredarle su varita mágica, pero de todas formas estaba muy agradecida con aquellas personas desconocidas que le habían enviado una varita mágica tan bonita como lo era la que tenía.
Molly Weasley no tuvo problemas en aceptar la nueva varita de su hija menor, aunque tuvo sus dudas, la dejo conservarla, eso era mejor a no tener ninguna varita mágica. La familia no podía pagarle una nueva a Eris, sino no alcanzaría el dinero para comprarle una a Ginny el siguiente año, cuando llegara su carta de admisión al colegio.
No hizo muchas preguntas sobre quién se la había obsequiado, lo que fue un alivio para Eris, quien estaba segura de que si le decía que no tenía idea quien se la había enviado no la dejaría conservarla.
—¡Eris! —exclamó su padre al ver que la niña no había tocado el traslados que los enviaría directo a la estación de trenes.
Al escuchar el gritó de desesperación de su padre, la niña rápidamente tocó el pequeño objetó y al instante sintió que su cuerpo comenzaba a estirarse. Se sintió en el agua unos segundos hasta que aterrizó en la entrada de la estación de trenes.
Se llevó las manos a la boca cuando notó que iba a vomitar. Aunque se aguanto las ganas al ver como todos sus familiares comenzaban a caminar por la poblada estación repleta de muggles que los miraban extrañados. Ya que después de todo, los Weasley no solo eran llamativos por ser una numerosa familia de pelirrojos, sino que resulta que en el mundo no mágico no era para nada normal ver a los niños cargando con baúles de madera y búhos enjaulados como mascotas, mucho menos era normales los palos de madera que llevaban en las manos.
—Con cuidado, Eris —su madre la miro con reproche al ver como la niña casi chocaba drásticamente con un pequeño niño moreno muggle, quien chilló y logró esquivarla, lanzándole una mirada frívola—. Fíjense todos por donde van, la estación está llena de muggles como cada año.
Eris miró para atrás con arrepentimiento hacia el tierno niño no mágico, dispuesta a disculparse, pero dicho chico ya se había perdido entre la multitud de personas.
—Eris, no seas estúpida —chilló Percy, llamando su atención—, mira para adelante o te chocaras con un muro.
Eris se mantuvo callada, pero obedeció a su hermano mayor y se adelantó para ir al lado de Ronald, su mellizo, quien de inmediato le lanzó una sonrisa risueña, cargada de cariño. Ron era con quien Eris mejor se llevaba de la familia. Hacía todo junto a él, siendo que este era el único de la familia pelirroja que no la despreciaba, bueno, él, Ginny y Bill. Pero este último vivía en Egipto y con Ginny no tenía tanta afinidad como la tenía con Ron. Sin embargo ambas eran bastante unidas, aunque a Eris a veces le parecía algo caprichosa, pero se decía a si misma que era porque la habían malcriado sus padres y hermanos por ser la menor, aún así adoraba a su hermana con quien compartía diversas charlas nocturnas.
—¿Cuál es el número de la plataforma? —cuestionó Molly, interrumpiendo los pensamientos de Eris.
—¡Es la plataforma nueve y tres cuartos! —contestó con su típica voz aguda Ginny, saltando de la euforia—. Mami, ¿No puedo ir...? —suplicó, poniendo ojos de cachorrito y haciendo puchero, mientras juntaba las manos en su pecho.
—No tienes edad suficiente, Ginny; ahora quédate tranquila. Percy tu iras primero —anunció la madre del grupo, frenando delante del muro que estaba entre las plataformas nueve y diez.
El mencionado caminó con su carrito hasta unos pasos detrás de la pared y, tomando impulso, atravesó el muro sin ningún problema en cuestión de segundos. Eris miró con los ojos muy abiertos por la sorpresa a su alrededor, tratando de comprobar si algún muggle había visto aquello, pero nadie parecía estar al pendiente de lo que los pelirrojos hacían.
—Fred, eres el siguiente —avisó Molly, mirando a uno de los gemelos, el cual se adelanto, quedando frente a la pared. Pero antes de imitar a su hermano mayor, este miró a su madre y dijo:
—No soy Fred, soy George —se quejó, ofendido.
—Y te haces llamar nuestra madre, mujer —se quejó el otro gemelo. Eris estaba cien porciento segura de que eso era una mentira. A pesar de no ser una gran admiradora de los gemelos y ciertamente no ser de su completo agrado, la niña era muy observadora y sabía que claramente George tenía un lunar diminuto en su cuello, casi invisible para los demás, pero no para ella. Fred no tenía dicho lunar.
—Lo siento George.
El niño que antes mostraba su expresión ofendida, ahora la mostraba divertida y murmuró:— Es broma, si soy Fred —reveló para luego atravesar el muro, seguido por George que, como siempre, iba detrás de su hermano.
Molly les dirigió una mirada a ella y a Ron, luego abrió la boca, probablemente para decirles que ahora iban ellos, pero la voz de un niño azabache con anteojos llamó su atención, logrando que todos lo observaran.
—Discúlpame, podría decirme como... cómo —al ver que el niño pasaba su vista del muro a Molly, ella sonrió y termino la oración por el.
—¿Quieres saber como llegar a la plataforma nueve y tres cuartos? —cuestionó con una amabilidad sorprendente. El chico de anteojos asintió y Molly señalo a los dos mellizos—. Ron y Eris también son nuevos, pueden ir juntos. Lo único que tienes que hacer es atravesar el muro. Sin miedo, no te estrellaras, puedes impulsarte un poco. Ron, muéstrale.
Su mellizo se separó de ella y se acercó a la pared. Eris lo vio tragar saliva antes de hacer una pequeña carrera y atravesar los ladrillos empujando su carrito.
—Ahora puede ir tu —le dijo la mujer, quien la miro dudoso—. No te detengas y no tengas miedo a chocar, eso es lo más importante.
—Mmh, de acuerdo —dijo el chico no muy convencido y se acercó a la pared antes de tomar carrera y atravesar como todos los demás esa pared que los dirigía a una estación mágica.
Molly miró a su hija con una ceja alzada y, sin necesidad de decirle nada, Eris ya se había posicionado a unos metros de distancia dispuesta a llegar a la estación del expreso de Hogwarts. Tomó aire y comenzó a hacer una carrera. Cuando estuvo a unos cortos centímetros, cerró los ojos y esperó el golpe, pero este nunca llegó y al abrir los ojos se encontraba en un lugar completamente distinto. Una plataforma mágica.
Eris observó todo a su alrededor, encantada. Algunos alumnos viejos se saludaban en su encuentro después de las vacaciones, mientras que otros niños eran abrazados y besados por sus padres, despidiéndose.
Al ver a su familia reunida cerca del tren ella se acerco y al poco rato, Molly y Ginny llegaron también.
—¡Abuela, volví a perder mi sapo! —Eris volteó al escuchar una voz chillona hablar con tristeza y se le quedó mirando.
—¡Oh, Neville! —suspiró la abuela de este con cansancio, como si no fuera la primera vez que escuchaba aquello.
Los ojos de la niña se giraron al otro extremo del andén cuando sintió una mirada sobre ella. Una mujer alta, delgada, rubia y con un atuendo muy fino la miraba fijamente, mordiéndose el labio inferior. Eris entrecerró los ojos hacia ella, pero no apartó la mirada, se la mantuvo. Justo al lado de la mujer había un hombre rubio platinado, de cabellos largos despidiéndose de un niño idéntico a él, quien mantenía su semblante completamente serio al escuchar a su padre, pero Eris se concentró en la mujer, quien no había apartado la mirada de ella. Sus ojos se le hacían conocidos y no tenía idea de que.
—Ron, tienes algo en la nariz —la voz de su madre la hizo apartar la mirada de la hermosa mujer y dirigió sus ojos a la mujer que la crio, quien ahora sacaba un pañuelo de su bolsillo y comenzaba a limpiar con brusquedad el rostro de su hijo.
Al ver como Fred y George se reían de él, Ron intentó apartar su rostro.
—¡Mamá... déjame! —se liberó.
—¿Ah, el pequeño Ronnie tiene algo en su naricita? —se burló Fred.
—Cállate —bramó el mellizo de Eris.
—¿Dónde está Percy? —cuestionó Molly.
—Allí viene —señaló Eris observando a su hermano mayor acercarse al grupo.
—No me puedo quedar mucho, madre —dijo en cuanto llegó—, debo ir adelante, los prefectos tenemos un compartimento para nosotros...
—Oh ¿tu eres prefecto, Percy? —se escuchó a George y Eris lo miró extrañada al reconocer diversión en su tono de voz—. Debiste decirnos. No tenía idea...
—Espera —lo frenó su gemelos, con el mismo tonó que George—, creo recordar que él mencionó algo —se hizo el confundido y se llevó una mano a la barbilla—. En una oportunidad...
—O en dos...
—Un minuto...
—Todo el verano.
Ambos chicos rieron y Eris sonrió divertida por como ambos continuaban las frases del otro. Estaban conectados y ella a veces les tenía envida, le encantaría tener esa conexión con su mellizo, pero entre ellos no era el caso, no tenían nada en común, salvo que ambos sabían que se tenían mucho aprecio el uno por el otro, pero aparte de eso, eran dos personas completamente diferentes.
—Oh, cállense —chilló Percy, rodando los ojos.
—¿De todas maneras, por qué Percy tiene una túnica nueva? —mencionó uno de los gemelos señalando la túnica de su hermano mayor. Él era el único que ya llevaba el uniforme puesto.
—Porque él es prefecto, aclaro la mujer con simpleza, antes de cambiar abruptamente de tema—. Muy bien querido, que tengas un buen año, envíame una lechuza en cuanto puedas —besó la mejilla de Percy, quien se marchó—. Ahora, ustedes dos... —señaló a los gemelos—, Este año se tienen que portar bien. Si recibo una lechuza más diciéndome que ustedes... hicieron estallar un inodoro o...
—¿Hacer estallar un inodoro? Nosotros nunca hicimos eso.
—Pero es una gran idea; gracias, mamá.
—No es gracioso y cuiden a Ron —Eris carraspeo, si no se hacía notar su madre simplemente la ignoraría, pero en ese momento ella no deseaba ser ignorada—, y a Eris.
—No te preocupes, el pequeñito Ronnie estará seguro con nosotros —Eris carraspeó más fuerte—, y Eris.
—Gracias —murmuró ella.
—Eh mamá adivina que —chilló el otro gemelo, tratando de ignorar la frialdad de su hermana—, adivina a quien nos encontramos en el tren.
—¿Se acuerdan de ese muchacho con cabello negro y anteojos que estaba cerca nuestro en la estación? ¿Saben quien es?
—¿Quién?
—¡Harry Potter!
Ginny chilló.
—¡Oh, mamá! ¿Puedo subir al tren a verlo? ¡Oh, mamá, oh, por favor!
—Ya lo viste Ginny y el pobre chico no es algo como para que lo mires como en un zoologico. ¿Es él realmente Fred? ¿Cómo lo sabes?
—Le pregunte —los ojos del chico se iluminaron por la emoción—, Vi su cicatriz, está realmente ahí... como iluminada.
—Pobre pequeño... No es raro que este solo. Fue tan amable cuando me pregunto como entrar a la plataforma.
—Eso no importa —George sacudió una mano como restándole importancia—. ¿Crees que recuerde cómo era el Innombrable? —le lanzó una mirada de reojo a Eris quien alzó la ceja.
Molly pegó un respingo y lo miró con el ceño fruncido.
—Te prohíbo que le preguntes, George. No, no te atrevas a hacerlo. Como si necesitara que le recordaran eso en su primer día de clases.
La locomotora lanzo un agudo silbido avisando que el tren ya estaba a punto de partir. Eris tomó su baúl y su lechuza, dispuesta a entrar al tren, cuando las manos de su hermana pequeña tiraron levemente de los andrajos de su ropa para detenerla. Su camiseta era una de Charli y le quedaba enorme. Volteó a ver a Ginny y al ver que tenía los ojos cristalizados ella le dedicó una sonrisa reluciente antes de acercarse y envolverla en sus brazos.
—No llores, Ginn. Ya irás el año entrante —la consoló, acariciando la espalda de la niña—. Te escribiré.
—¿Todos los meses? —sollozó ella entre los brazos reconfortantes de su hermana mayor.
—Todos los meses.
—¿Todas las semanas?
—Todas las semanas.
—¿Todos los días?
—Todos los día —Eris no titubeo al decirlo, porque era cierto, ella le iba a escribir a Ginny todos los días.
—¿Lo prometes? —cuestionó la niña subiendo su nariz.
—Lo prometo.
Por fin, Ginny se separó del abrazo y dejó a su hermana ir junto a Ron hacia el tren.
Los dos mellizos se encaminaron juntos por el gran pasillo, buscando un compartimento vacía, pero ya estaban todos ocupados, por lo que se acercaron a uno en el cual solo había un niño, el niño de la plataforma. Eris iba a continuar buscando, cuando Ron se detuvo y abrió la puerta de aquel compartimento, llamando la atención del de gafas.
—¿Disculpa? ¿Podemos sentarnos? Es que están todos ocupados — el chico solo asintió con una pequeña sonrisa de amabilidad en el rostro, observando como ambos mellizos dejaban sus baúles y tomaban asiento uno al lado del otro, frente al azabache. Eris lo miró fijamente y a su frente, preguntándose si lo que Fred y George habían dicho era cierto. SI detrás de esos pelos caídos en su frente yacía la luminosa cicatriz de rayo.
—Soy Ron —el mellizo de Eris le extendió la mano al niño y lo miró esperando pacientemente un nombre.
—Yo Harry, Harry Potter —se presentó él, aceptando el saludo de Ron. Eris alzó una ceja.
—Oh, ¿en serio eres tu? ¿Y realmente tienes... ya sabes?
—¡Ron! —chilló Eris, palmeando a su hermano por idiota y atrevido, pero a Harry Potter no pareció importarle el atrevimiento del pelirrojo, ya que se apartó el cabello de la frente dejando ver la cicatriz en forma de rayo.
Un fuerte dolor punzante atravesó la frente de Eris al ver el rayo en la frente del chico. La niña gimió en silencio y observo curiosa a Harry Potter.
—¿Estas bien? —le preguntó a ella, quien solo asintió—. ¿Y cómo te llamas tú?
—Soy Eris.
—Oh, ¿y ambos son mellizos? —al ver como ambos asentían, Harry preguntó—, ¿y son de una familia de magia?
—Eh, si —dijo Ron curioso al ver la emoción del chico.
—Genial, entonces ustedes ya deben saber montones de magia.
—¿Tu vives con muggles? —cuestionó Eris curiosa, siendo que los Potter eran una familia bastante aclamada desde siempre en el mundo mágico.
—Sí, vivo con mis tíos.
—¿Y cómo son los muggles? —cuestionó su mellizo, intrigado.
—Horribles —la expresión en el rostro de Eris se torció. Su padre siempre hablaba de muggles fascinados, pero por qué si ellos eran tan terribles como Harry decía—. Bueno, no todos ellos. Mi tía, mi tío y mi primo si lo son, me hubiera gustado tener tres hermanos magos como ustedes tienen.
—Cinco —corrigió Ron—. Yo soy el sexto y ella es la séptima, nació tres minutos después que yo —Eris rodó los ojos antes esa aclaración—. Todos en mi familia asistieron a Hogwarts y se podría decir que tendremos que esforzarnos mucho. Bill y Charli ya terminaron; Bill recibió el Premio Anual y Charli era capitán de Quidditch. Ahora Percy es prefecto. Fred y George son muy revoltosos pero igual tienen muy buenas notas y todos los consideran muy divertidos.
Durante el resto del camino, Ron y Harry se la pasaron hablando, de vez en cuando Harry se mostraba interesado en saber más sobre ella y entablar una conversación, por lo que le hacía preguntas para integrarla a la charla, pero Eris solo contestaba fríamente o muy cortante. El resto del camino fue así, comieron los dulces que Harry les había comprado para compartir y siguieron hablando, hasta que una niña intervino en su compartimento. Se mostró muy presumida y altanera, a Eris no le agrado para nada, por lo que solo la ignoro, mientras esta parloteaba de todo lo que sabía gracias a los libros que había leído. Creyó escuchar algo sobre un sapo, pero la pelirroja ya estaba demasiado sumida en sus propios pensamientos como para escucharla, por lo que cuando ella se fue, Eris decidió marcharse también para ir al baño a ponerse su uniforme, siendo que ya estaban cerca del castillo.
Al volver, Ron y Harry ya estaban cambiados y continuaban hablando como dos personas que se conocían de toda la vida, en cuanto ella se sentó, Harry la observo y le sonrió dulcemente.
—El tren está ingresando en la estación. Por favor, dejen su equipaje en el tren, lo recibirán en el castillo —una voz retumbo por todo el expreso y unos segundos después del anuncio, la locomotora se detuvo.
Eris se puso de pie junto a su mellizo y a Harry Potter y juntos abandonaron el tren.
—¡Primer año! ¡Los de primer año por aquí! —un semigigante llamaba a los más pequeños para que se acercaran a él—. Vengan, síganme. ¿Hay más de primer año? Cuidado al caminar. ¡Los de primer año, síganme!
Resbalando y tropezando, todo el grupo de recién llegado a Hogwarts se dirigieron hasta el lago, dándoles una extraordinaria vista del castillo y cerca de la orilla, muchos botes estaban allí. El semigigante se sentó en uno solo para él.
—¡Suban! ¡No más de cuatro por bote!
Una vez que todos los estudiantes ya ocupaban un bote, estos comenzaron a moverse por obra de magia, encaminándose al castillo que los aguardaba. No tardaron en llegar y todos se bajaron. Ron le extendió una mano a Eris quien la tomó y con ayuda del pelirrojo ella logró llegar a la superficie sin mojarse.
El grupo de los de primer año continuaron con su camino siguiendo al semigigante que encabezaba el grupo. Subieron por una colina empinada con mucho esfuerzo y cansancio hasta que por fin entraron al castillo donde se detuvieron en el vestíbulo. Eris observó el gran salón y su prominente techo con gran asombro, encantada. Pensó que en aquel lugar podría entrar toda la madriguera entera.
Una bruja alta, con cabellos canoso y unas túnicas esmeraldas muy elegantes los observaba con su rostro severo desde las escaleras, así que los niños se acercaron.
—Los de primer año, profesora McGonagall.
—Gracias Hagrid —como Eris había imaginado, la voz de la mujer era completamente intensa y se notaba que ella podía mantener el silencio en un salón con su sola presencia—. Bienvenidos a Hogwarts —su voz se elevo para que llegara a cada uno de los oídos de los nuevos estudiantes—. El banquete de comienzo de año se realizará dentro de poco, pero antes de que ustedes ocupen sus lugares en el Gran Comedor, deberán ser seleccionados para sus casas. La selección es una ceremonia muy importante porque , mientras estén aquí, sus casas serán como su familia en Hogwarts. Tendrán clases con el resto de la casa que les toque, dormirán en los dormitorios de sus casas y pasarán el tiempo libre en la sala común de la casa. Estas se llaman: Gryffindor —al oír ese nombre, Eris notó como su hermano mellizo a su lado, inflaba el pecho con gran orgullo ante la casa—, Hufflepuff, Ravenclaw y Slytherin. Cada casa tiene su propia noble historia y cada una ha producido grandes hechiceras y magos. Mientras estén en Hogwarts sus triunfos harán que sus casas ganen puntos. Al finalizar el año, la casa con más puntos es premiada con La Copa de las Casas. Espero que cada uno de ustedes sea un orgullo para la casa que les toque. La Ceremonia de Selección tendrá lugar en pocos minutos, frente al resto del colegio.
La mujer les pidió que aguardarán ahí y luego se marcho, Eris pensó que, a preparar todo para la selección.
Eris comenzó a arreglarse el cabello por instinto, al ver a todos hacerlo, aunque en realidad su cabello estaba perfectamente peinado. A su lado, Ron, hacía exactamente lo mismo. La chica comenzó a alizar su falda cuando escuchó algo que la hizo levantar la mirada.
—Harry Potter ha venido a Hogwarts —un niño rubio había dicho, mirando fijamente al niño de la cicatriz. La voz del rubio sonaba arrogante y presuntuosa, tanto que Eris supo que no le caería para nada bien—. Ellos son Crabbe y Goyle —señaló a dos niños altos y fornidos que estaban justo detrás de él, como dos guardaespaldas—. Y yo soy Malfoy, Draco Malfoy —Eris entrecerró los ojos a él al escuchar su nombre pero se mantuvo en su lugar, en cambio Ron se río—. ¿Te parece gracioso mi nombre? No tengo que preguntar el tuyo... Esa cara y esa ropa usada y vieja... Debes ser un Weasley —soltó el rubio con desprecio mirando a Ron de arriba a abajó.
Las orejas de su mellizo se prendieron ante la vergüenza y al ver que no se iba a defender Eris se puso delante de él de forma protectora y amenazante. Draco la miro con desdén
—Te darás cuenta que hay algunas familias que son mejores que otras, Potter. No te conviene amistar con los equivocados —dijo con disgusto, lanzándole una mirada mordaz a Eris—. Yo te puedo ayudar.
Le extendió la mano, esperando que el niño con anteojos la estrechara. Eris miro a Harry amenazadoramente, para ver si se atrevía a hacerlo, pero este ni la miro y simplemente dijo:
—Ya se quien es el equivocado, muchas gracias —la cara del rubio cayó al escuchar aquello y Eris sonrió orgullosa.
—Ya lo escuchaste Malfoy, vete —le dijo y este la miro mal antes de alejarse al ver a la profesora llegar.
—Ya es hora de entrar.
Aquellas palabras pronunciadas por la profesora lograron que la discusión anterior quedara olvidada y Eris miró a Harry y a Ron emocionada y sintió como una mano tomaba la suya y la entrelazaba. Miró a Ron con una enorme sonrisa cuando las puertas del Comedor fueron abiertas ante ellos y todas las miradas de los alumnos de los otros años cayeron en ellos.
La profesora los guio por el pasillo y se detuvieron justo en frente de una tarima en la que estaba la mesa de los profesores y un taburete pequeño con un sombrero sucio y remendado.
—Cuando yo los llame, deberán ponerse el sombrero y sentarse en el taburete para que los seleccione —explicó la mujer—. ¡Greengrass, Daphne!
Una niña rubia caminó con elegancia hasta el frente del salón, con su cabello ondeando detrás de ella y ambas manos a sus costados delicadamente y se sentó.
—¡Slytherin! —anunció el sombrero una vez que fue apoyado por la profesora sobre la cabeza de la chica. Daphne sonrió y se fue a sentar en la mesa de las serpientes, quienes aplaudían a su nuevo integrante.
—¡Abbott, Hannah!
—¡Hufflepuff!
—¡Boot, Terry!
—¡Ravenclaw!
—¡Granger, Hermione!
Una niña que Eris reconoció como la sabelotodo que estuvo en su compartimento se acerco temeraria hasta la tarima y aguardó a que la profesora le pusiera el sombrero en la cabeza.
—¡Gryffindor! —la expresión de pánico de la chica se suavizo y fue reemplazada por una de felicidad.
Ron gruñó, no quería compartir sala común con ella.
—¡Malfoy, Draco!
Eris observó como el niño rubio se alejaba de sus amigos y se acercaba a la tarima. La profesora acerco el sombrero a su cabeza una vez que este se sentó pero antes de que este tocara su cabeza, ya había tomado una decisión.
—¡Slytherin!
Él sonrió con orgullos y fue a la mesa de las serpientes. Eris no pudo evitar mirarlo.
—Yo se que todos los magos tenebrosos han quedado en Slytherin —chilló Ron en voz baja para que solo Eris y Harry pudieran escucharlo. Un nudo se formó en el estómago de la niña, no entendía porque le afectaban las palabras de su mellizo, después de todo, eran ciertas.
—¡Potter, Harry!
El salón quedó en absoluto silencio en cuanto las palabras salieron de la boca de la profesora y todos observaron a Harry con asombro acercarse a la tarima. Al ver el nerviosismo Eris le alzo los dedos en forma de animo y eso reconforto al chico de lentes.
El sombrero tardo más de lo debido en decidirse pero al final anunció:
—¡Gryffindor!
La chica se vio aún más feliz de lo que debía y comenzó a aplaudir y saltar de la emoción. Al menos ya sabía que tendría un amigo en Gryffindor.
—¡Weasley, Ronald!
Eris apretó la mano de su hermano en forma de apoyo antes de soltarlo y dejarlo acercarse a la profesora que lo esperaba. El sombre fue posado en su cabeza y anuncio enseguida:
—¡Gryffindor!
Eris estaba feliz, Ron siempre quiso quedar en Gryffindor.
—¡Weasley, Eris!
Eris caminó despreocupada hasta el centró de la tarima y tomó asiento y el sombrero se le fue puesto en la cabeza.
—¡Slytherin!
Nadie aplaudió, todos se quedaron confusos, incluso ella. Eso estaba mal, se estaba equivocando, ella no podía ser una Slytherin, todos sus hermanos eran de Gryffindor.
Al ver que no se movía la profesora le dio un leve empujón para que fuera a sentarse.
Aún en estado de shook caminó hasta la mesa verde y tomó asiento, muy alejada del resto de los alumnos. Todos la observan, nadie comprendía como una Weasley había quedado seleccionada para Slytherin. Draco Malfoy no lo comprendía, para nada. Los Weasley no eran merecedores de un honor tan grande como convertirse en una serpiente, pero esa Weasley al parecer si lo era, ella era diferente a sus hermanos, Draco lo supo desde el momento en que la vio. Transmitía una vibra diferente, una vibra extraña que generaba curiosidad en él. Ciertamente, esa Weasley era diferente y él descubriría porque.
Eris elevó la vista y observó como desde la mesa de los leones, un grupo de chicos la observaban. cuatro pelirrojos y un azabache de anteojos. Pero su vista solo se centró en uno de los pelirrojos, el menor, quien la miraba con decepción. Ron jamás la había visto así y esa mirada solo sirvió para romperle el corazón a Eris.
Esa mirada la rompió.
Fue la última mirada que Ronald Weasley le dedicó a su hermana, una de desprecio total. Y los mellizos Weasley que tan unidos habían sido en el pasado, a partir de ahora, serían desconocidos con una historia que contar.