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El lobo respiró pesado mientras sentía su cuerpo a punto de desvanecerse. Su visión era borrosa, podía sentir lo difícil que era respirar, le dolía el cuerpo y estaba seguro que sangraba más de lo que debería. Estaba perdiendo mucha sangre a tal punto que si no hacía algo ahora mismo, moriría en poco tiempo.
Pero él era resistente, no iba a dejarse rendir tan fácilmente. Su pelea con ese oso había sido brutal, tan brutal que sí no fuera por que cayeron por un risco durante la pelea hubiera terminado con la muerte de alguno de los dos.
Perdió al oso de vista hace mucho y estaba seguro que lo dejó tan malherido que este fue a buscar refugio en algún lado mientras él debía encontrar el camino a casa, a su manada. Su madre seguramente estaría furiosa, en cuanto lo viera le diría un montón de cosas y le daría una golpiza, aunque primero para eso debía ver como regresar.
No sabía donde estaba, ni a donde ir. Además estaba terriblemente cansado y en cualquier momento iba a desfallecer.
Vio un río, la corriente se veía rápida y brusca. Tal vez si seguía el río podría llegar a algún lado. Cruzó por un tronco que funcionaba como puente para pasar al otro extremo del río. Aunque dio pasos lentos, su cuerpo estaba fallandole en este punto y una de sus patas dio un paso en falso, sin la capacidad para poder sostenerse cayó al río, que rápidamente lo arrastró sin piedad y sin la oportunidad de poder escapar de su corrientada abismal y abrupta llevándolo río abajo.
No podía luchar, y con la poca energía que le quedaba trataba de mantenerse a flote ¡Carajo que le estaba resultado imposible! Ya no podía más. Él, el gran Katsuki Bakugou, un alfa fuerte, inquebrantable y que nunca se rinde, estaba dando sus últimas fuerzas. Al menos estaba dándolo todo hasta el final.
Dejó que el agua lo arratrará asimilando su muerte.
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Abrió los ojos cuando los rayos de sol le dieron directamente en la cara, el calor quemando sus párpados. Arrugó el entre ceño incomodo y sintió el cuerpo pesado.
Ya con los ojos enfocados y la mente más ordenada, pudo notar un techo de madera, podía sentir algo cómodo bajo su espalda, como si estuviera en algo acolchado.
Estaba en una casa, en una sofá. El asunto era ¿dónde estaba y quién lo había traído aquí?
Volteó su cabeza, mirando a todos lados. Parecía una cabaña normal, unos cuanto muebles y una chimenea, además el olor a menta con dulce inundaba la casita, era un aroma delicioso, el más exquisito que jamás había olido en su vida.
En su exploración miró a un chico en una habitación que se movía de un lado a otro, solo veía su espalda, pero podía ver como cortaba algunas plantas y hojas para echarlas en una olla de barro en el fuego. Probablemente de él provenía el olor. Un omega.
Se sentó sobre la cama e inmediatamente sintió un dolor terrible en todo el cuerpo. Llevó su mirada a su pecho donde sentía más dolor. Tenía heridas que al parecer fueron suturadas con una especie de hilos y tenía algo untado que al parecer era miel.
Notó que estaba en su primera forma, como humano, no como lobo como había estado cuando lo arrastró el río.
Quiso ponerse de pie.
— No deberías moverte tanto sino tus heridas se abrirán — La voz dulce y suave pero varonil lo hizo mirar a quien le hablaba. Era el chico que se movía de un lado a otro en la otra habitación.
Era pequeño, con unos peculiares cabellos verdes como un pantano y completamente alborotados y rizados que parecía un nido de ave sobre su cabeza. Cara de niño; con una pecas que parecían estrellas sobre sus mejillas, labios rosados y unos espectaculares ojos verde esmeralda más exóticos y hipnotizante que había visto en su maldita vida. Era definitivamente el omega más bello que había visto en su puta existencia. Aunque... no lo admitiría nunca frente a él.
Él se acercó. Sin siquiera pedir permiso tocó sus heridas y las observó.
— Se ven en buen estado, al parecer estarás bien, te recuperas pronto, no será muy difícil ya que eres un alfa, tu capacidad de curación es muy rápida, puede que en unos 3 o 4 días no quede nada de estas heridas. Aunque fueron muy peligrosas, las garras de los osos pueden hacer heridas muy profundas, además su mordidas son mortales, pudieron haberte causado una terrible infección y...
— ¡Que demonios! ¡Que fue eso! — Gritó alarmado al oírlo al chico susurrar miles de palabras por minuto con una cara extraña. Es escalofriante.
— Perdón, es una mala costumbre — Dijo alejándose al ver lo que estaba haciendo.
— ¿Quién carajos eres? ¿Y dónde estoy?— Gritó intentando ponerse de pie nuevamente. El chico le paso un pantalón, porque claramente luego de su transformación quedaba desnudo. Aunque como lobos es algo que no le toman importancia ni novedad.
— Ohh claro. Soy Izuku y estas en mi casa.
— ¿Quién me trajo aquí? — Dijo poniéndose la ropa ante el movimiento se quejó por el dolor en su costado, viendo mejor sus heridas. Tenía heridas de garras en costado izquierdo, y el hombro derecho, además de una mordida en el muslo.
— Bueno, fui yo — Katsuki lo miró incrédulo — Te encontré a la orilla del río a unos kilómetros de aquí, te cargue y te traje.
El alfa debía adular la capacidad del omega, para traer a un hombre de su tamaño — pues una vez de pie, había una gran diferencia de estatura entre ambos — hasta aquí y tratar sus heridas. Debía ser un omega bastante fuerte. Impresionante.
— Ohh has estado durmiendo todo un día. Debes estar hambriento, te serviré algo de comer — Se encaminó animadamente a una pequeña cocina — Siéntate por favor — Señaló un esa con apenas dos sillas.
Katsuki obedeció, aun adolorido por las heridas se sentó a esperar la comida. El chico pronto le sirvió en un plato de barro, un estofado de carne con arroz, además de crema agria con pan tostado y un jarrón de jugo de limón.
Olía muy bien, y si que estaba hambriento, pues inmediatamente comenzó a devorar la comida como si no hubiera un mañana. Izuku al verlo sonrió levemente.
Dejando al alfa comer tranquilo, Izuku se dirigió a la habitación donde estuvo antes para continuar con su trabajo.
Miró su libro de apuntes, tenía varios como ese. Se dedicaba a plantas medicinales y las curaciones. Era su pasión, ayudar a la gente con sus males era algo que disfrutaba en grande. Justo como ahora con ese alfa. Algunos podrían decir que fue arriesgado, no sabía que tipo de hombre era ese chico, podría ser un criminal, un asesino o violador de omegas. Pudo haber dejado entrar el peligro a su hogar. Sin embargo, no parecía un criminal y al parecer resultó que no lo era. Fue un milagro.
Con los dedos desbarató unos pequeñas hojitas secas de una ramas sobre un tazón mientras añadía un poco de agua, su objetivo era hacer un ungüento. Lo hacía con delicadeza pues tenían unas espinas bastante largas y filosas.
— Oye Omega — Izuku brincó del susto haciendo que su dedo se pinchará con una de las espinas.
— ¿S-Sí? — Volvió a ver al alfa, mientras tomaba un trapo para limpiar la sangre de su dedo.
Bakugo miró el pequeño incidente del chico < Torpe > Fue lo que pensó.
No pudo resistir esa adorable mirada y con las palabras que iba a decir puso su atencion en cualquier cosa menos en los destellantes ojos verdes del omega.
— Gracias por curar mis heridas y por la comida — Tosió incomodo ante sus palabras, él no solía dirigirse con agradecimientos a las personas, pero el chico le había salvado la vida y debía darle el reconocimiento que merecía.
— Pero ya debo irme con mi manada.
— Ohh entiendo... ese caso me gustaría darte algo — En las repisas que tenía tras suyo, sacó un pequeño frasco con un líquido color marrón. Se le dio al alfa que lo agarró con desconfianza.
— Es para el dolor, aliviará el dolor de tus heridas.
— Gracias — Lo tomó y lo guardó en su bolsillo, tal vez más adelante lo necesitaría en su viaje de regreso a casa.
Se quedaron en silencio, uno con la vista fija en él otro, como si esperaran algo. Pronto al no haber palabras de por medio, se creo un aire incómodo.
— Bueno... ¿no era que ya te ibas?
— ¡Ahh! ¡Como carajos voy a saber donde ir si no sé donde estoy! ¡Ni siquiera me has dicho como se llama este lugar!
Izuku pareció pensarlo. Bueno, tal vez la respuesta no sería del agrado del alfa.
— Realmente no hay un nombre. Algunos la llaman la aldea de los Viajeros, otros la aldea de la compra y venta y de otras formas, así que no estoy seguro.
— Una manada sin nombre ¡Que mierda loca es esta!
— No somos una manada — Especificó el peliverde.
— ¿Haaa?
Katsuki no entendía nada. Un lugar sin nombre, sin manada ¡¿Cómo demonios era todo esto?!
Aldea de los Viajeros, él jamás había escuchado de este lugar.
Da igual como vivía esa gente loca, él necesitaba saber como volver con su gente.
— Al menos dime nuestra ubicación. Estamos norte, sur, este o oeste.
— No lo sé — Dijo con simplicidad. A Bakugo estuvo a punto de estallarle una vena. Juró que iba a destrozar todo.
— ¡¿Eres idiota?! ¡Cómo es posible que ni tu mismo sepas donde estas!
Izuku miró al alfa mostrarle todo su enfado. No era su culpa no saber, nunca había salido de su aldea, así que no sabía nada de los puntos cardinales en que se ubicaban.
— Bueno yo no tengo que ir a ninguna parte ¿o si?
Katsuki se revolvió el cabello con exasperación tratando de no destrozar al pobre chico. Vaya que lo sacaba de sus cabales.
Si era una aldea, debía haber más gente, que supieran dar respuestas útiles.
Salió de la cabaña en busca de alguien que pudiera decirle donde estaba geográficamente para poder irse de ese lugar una vez por todas.
Izuku lo dejó, vaya temperamento que se tenia ese alfa. Escalofriantemente atractivo.
Katsuki quedo en shock ¡Que demonios! A eso ni se le podía llamar aldea. No habían más de diez casas ahí, si es que se le podía considerar casas, más bien parecían negocios.
Caminó entre los caminos de tierra y piedra observando las distancias de las edificaciones, las pocas personas que veía le miraban extraño, como si no estuvieran acostumbrado a ver personas.
Había una carpintería, una armería, una modista y así. Ya entendía las palabras del chico de llamar a ese lugar la aldea de la compra y venta, parecía que quienes vivían ahí solo se dedicaban a hacer cosas que puedan vender. Algo lógicamente si vendían debían tener compradores que no sena ellos mismo, así que debían darle respuesta.
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Izuku dibujó en su cuaderno, una fruta fascinante que había encontrado ayer. Al parecer esta fruta tenía algo tipo de efecto paralizante, dormía tu cuerpo al punto que eras incapaz de sentir nada y ni moverte por horas. Muy interesante.
Con detalle pasó los trazos para dibujarla lo más parecida a como se veía realmente haciéndolo con detalle y delicadeza.
Escuchó su puerta abrirse de golpe incluso chocando con la pared, el alfa que había salvado entró y se echo sobre el sofá echando humos y con el ceño tan fruncido que parecía irreal.
— ¡Nadie en este jodido lugar sabe nada! ¡Bola de ignorantes! — Refunfuñó.
Era increíble que absolutamente nadie pudo decirle donde estaba este maldito lugar. Sin ubicación no hay manera de regresar casa. Cabia la posibilidad de irse y andar hasta encontrar alguna otra aldea o manada que si fueran útiles para ayudarle a regresar. Sin embargo tenía más riesgo a alejarse más, terminar más perdido y solo de cualquier ser humano.
Llevó su vista al omega sentado en la mesa con un libro y una pluma en mano que también lo miraba expectante. No tuvo necesidad de decirle nada, probablemente ya sabia el resultado que había tenido su idea.
Se levantó del sofá y se dirigió a él.
— Oie, como es que nadie en este maldito lugar sabe nada sobre lo hay fuera ¡Acaso quieren esconderse del mundo!
— Bueno las personas que viven aquí nunca han salido al exterior y las que sí nunca regresaron — Explicó.
— ¡¿Entonces de donde salieron todos ustedes?! ¡¿De los árboles?! — Aunque hablaba de muchos realmente no había casi nadie en esa aldea, no más de quince personas por lo que pudo contar.
— Algunos se establecieron aquí porque no tenían manada o familia, algunos nacieron aquí y estuvieron aquí siempre — Explicó pacientemente mientras seguía con su dibujo y sus anotaciones.
— ¡No puede ser posible que ninguna de estas personas conozca el mundo exterior! ¡¿Y que hay de ti?! ¡¿Naciste aquí?! ¡¿Y tus padres?! — Habló completamente irritado por la situación que se le presentaba.
Maldita sea.
Maldito oso
Maldito río
Maldita aldea perdida.
Maldita suerte de mierda.
MALDITO TODO.
— Yo no tengo padres — Katsuki se quedó en silencio.
Ohh joder que incómodo. Él y su gran bocota.
No dijo más. Se sentó en la otra silla frente al omega, y enterró su cara entre sus manos en modo de frustración. Trataba de pensar, que podía hacer para volver, como regresaba con su gente. Si tuviera algo, un mapa, una brújula, algo que le ayudará a encontrar el camino.
Momento.
Es una aldea de compra y venta. Solo hay quince mediocres seres humanos esta aldea, y todos tenían negocios, osea que debían vender, pero no ganarían nada entre ellos mismo, osea que tienen que venderle a alguien más. Sí, sí aldea de los Viajeros. Ese es su otro sobrenombre para este pueblucho inútil.
Otras personas, ellos recibían a otras personas, otros lobos.
— Hey arbusto parlante — Izuku le dirigió la mirada confundido con la forma que lo llamó — Ustedes reciben gente ¿no es así? Gente del exterior.
— Sí, algunos lobos vienen y aprovechamos para vender nuestros productos.
— ¡Hahaa! — Dio un grito de victoria. Joder que buena suerte.
El grito sorprendió al Omega. Izuku ya más o menos entendía lo que pensaba el alfa.
— Bien ¿cuando vienen?
— Ohh ya vinieron, hace dos semanas— Ahh no puede ser ¡Mierda!
— Esperan la primevera para venir, tratan de reponer lo que se gasto en el invierno, como vendemos nuestros productos muy baratos, nos compran bastante, aprovechan las temporadas de caza y...
— ¡¿Cuando volverán?! — Gritó exasperado, no quería escuchar el parloteo del idiota.
— Hasta otoño, cuando el invierno se acerque de nuevo.
— ¡Eso es hasta dentro de 6 meses! — Izuku asintió.
Bakugo salió de la casa como un toro embravecido, lleno de furia. Dispuesto a descargar su ira con lo que fuera, tomó un tronco y lo lanzó con todas sus fuerzas mientras gritaba histérico, hacia lo mismo con las piedras sin importar que tan pesadas estuvieran. Dejó a su parte animal ser libre para transformarse en un lobo, sus huesos se rompieron y se acomodaron de una forma que le permitiera contemplar la vista de una enorme bestia de pelaje rubio cenizo y llamantes ojos rojos convertirse en un lobo que pronto salió disparado corriendo con todo lo que sus patas le permitían.
Izuku lo miró todo desde la puerta de su casa. Nunca había visto a un alfa mostrar toda su potencia de esa forma, esa bestialidad, fuerza y majestuosidad. Fue muy, muy atractivo.
Se sonrojó ante lo que pensaba. Vaya que estaba demente, ese hombre podía ser muy guapo y todo, pero definitivamente era un bruto, con una boca sucia y un sentido de la personalidad descortés, pero aún así... era fascinante.
Dejo de pensar y se dedicó a sus propios asuntos e investigaciones. Mañana debía irse temprano a buscar algunas hierbas que necesitaría y por su puesto cazar algo. Tal vez unos conejos, tenía antojo de guiso de conejo con crema de alcachofas.
Entró a la casa de nuevo y cerró la puerta, mientras volvía a la mesa donde estuvo antes.
No supo que sería de ese alfa. Si había decidido marcharse a donde fuese que su carrera le llevara o si iba a volver. Quien sabe.
Ojalá no empeorará sus heridas.
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