Seungmin jamás se había sentido tan fuera de lugar como en ese momento. De haber sabido que vendría a un lugar como este, se hubiera cambiado o se hubiera negado a venir. Esa mañana antes de marcharse, Hyunjin le había informado que ese día tenía una comida de trabajo importante. Por esa razón le pidió de favor que él recogiera a Giselle en el preescolar. No había problema con ello. Comprendía que el hombre tenía demasiado trabajo ahora que no estaba su hermano. Lo que no comprendía era por qué a último momento. El chofer le había informado que el señor Hyunjin había ordenado llevarlos al club campestre a las afueras de la ciudad para encontrarse con él.
—Mila Minnie, allá muy lejos están los caballos —Giselle rebotaba de felicidad. Al parecer era muy común que ella viniera a este lugar. Pero para Seungmin era la primera vez que entraba a un sitio tan elegante, hasta le daba miedo moverse por temor a romper algo.
—Tranquila, Gis. Primero tenemos que encontrar a tu tío —la pequeña rio.
—No me llamo, Gis.
—Lo sé, mi lapicillo de colores celestes —Seungmin le sonrió, la risa de la niña lograba calmarlo un poco—. Pero debemos esperar a que tu tío Hyunjin venga por nosotros —Al llegar. En recepción les había recibido una mujer muy elegante y muy bien vestida. La cual le pidió que esperara un momento en lo que localizaban al señor Hwang.
Giselle estaba cada vez más ansiosa. No paraba de hablar sobre que quería ir a ver los caballos, que no eran tan bonitos como los caballos en la granja de sus abuelitos y estaba realmente emocionada por nadar en la piscina. Giselle fue la primera en alcanzar a ver que su tío se acercaba a ellos. Se soltó de su mano y corrió hacia los brazos de su tío. El hombre guapo y bien vestido no tuvo inconveniente en alzar a su sobrina sin importar que su elegante traje pudiera mancharse o arrugarse.
—Tío Jinnie, quielo ver los caballitos —dijo Giselle dándole un beso en la mejilla, Hyunjin sonrió, haciendo que más de una de las mujeres alrededor suspiraran al contemplarlo. En realidad, era una hermosa escena, tenía que admitir. Con o sin la niña en brazos, Hwang Hyunjin se imponía. Su sola presencia hacía que más de una y de uno suspirara. Era increíble que el hombre estuviera soltero.
—Tú y Seungmin podrán ir a verlos más tarde —Hyunjin le revolvió el cabello—. Pero ahora mismo, iremos a que coman algo ¿De acuerdo?
—No tengo hamble —dijo Giselle con un puchero—. Quielo il con los caballos.
—Giselle, tu tío tiene razón, me prometiste que te comportarías —dijo Seungmin acercándose a ellos—. Tu tío Hyunjin está trabajando y no debemos molestarlo ¿Recuerdas? Tenemos que portarnos bien, o nos iremos a casa —Hyunjin miró a Seungmin por primera vez, intentó que esa mirada no lo afectara.
—Sí, Minnie —concedió la pequeña recargando la cabeza en el hombro de su tío.
—Después de comer, tú y Seungmin podrán pasear por todos los lugares del club, cariño, así que no estés triste —la pequeña asintió sin levantar la cabeza del hombro de su tío.
—Señor Hwang —dijo una mujer interrumpiéndolos—. Aquí tiene su pedido —La mujer le dedicó a Hyunjin la mejor sonrisa coqueta que fue capaz de esbozar. La palabra "zorra" llegó a la mente de Seungmin. Apostaba todo su salario de un mes a que, si Hyunjin llevaba a esa mujer a algún rincón oscuro, la zorra iría encantada a abrirse de piernas.
—Gracias, Dalmi —Hyunjin aseguró a Giselle en uno de sus brazos y con la otra mano libre, sujetó las dos bolsas grandes de papel que la mujer le entregaba.
—Cualquier cosa que necesite, no dude en pedirla, señor Hwang —Seungmin rodó los ojos al ver como Dalmi hasta tocaba su cabello en un gesto claramente coqueto "Zorra"
—Esto es para ustedes —Hyunjin le entregó las bolsas ignorando completamente a la mujer.
—¿Qué es esto? —preguntó sin comprender. Giselle al escuchar las palabras de su tío luchó por liberarse. Hyunjin la dejó en el suelo y ella rápidamente se abalanzó sobre las bolsas.
—Son cosas que pueden llegar a necesitar. Un cambio de ropa, trajes de baño, bloqueador... —Seungmin parpadeó sorprendido.
—¡Siiiii! —chilló Giselle emocionada al sacar de la bolsa un hermoso bañador color rosa con amarillo— ¡Quiero nadal en la alberca!
—Primero comeremos algo, después irás a ver a los caballos y más tarde nos meteremos juntos en la alberca ¿Qué te parece? —propuso Hyunjin acariciando la cabeza de su sobrina.
—¡Siiiii! —sonrió la niña— Eres el mejol tío del mundo mundial —declaró ganándose una sonrisa por parte de su tío. Seungmin aún sostenía una de las bolsas contra su pecho.
—¿Seungmin? —llamó Hyunjin.
—¿Qué?
—¿Te sucede algo? —Seungmin dio un paso a un costado, el hombre estaba demasiado cerca impidiéndole respirar.
—Es que... No me gustan mucho las albercas —o, mejor dicho, a Seungmin no le gustaban mucho los lugares finos, ¿Por qué el hombre no pudo dejarlos en casa?
—No hay problema, hay muchas actividades a realizar —dijo Hyunjin señalando el camino hacia un pasillo, amplio con grandes ventanales y muchas plantas—. Lo decidiremos más tarde, ahora mismo, tenemos reservación para comer.
—Yo quielo una hamburguesa, tío Jinnie —Giselle dejó la bolsa en el piso y sujetó la mano de su tío.
—Solo si prometes, también comer una ensalada —intervino Seungmin, estar una semana a cargo de su tío no significaba que la niña debería de malpasarse. Era primordial mantener una dieta balanceada. Giselle protestó y miró a su tío con cara suplicante.
—Seungmin tiene razón, tienes que comer una ensalada, y te prometo después ir a ver los caballos —La niña sonrió al escuchar la última parte del trato.
—Está bien —aceptó con un puchero.
Estando todo solucionado, fueron guiados hacia uno de los restaurantes del club. Ya que este lugar era tan grande, había distintos restaurantes de acuerdo a la necesidad y gusto de la clientela, al que los guió Hyunjin en particular tenía aspecto de ser demasiado caro. Frecuentado por directivos de empresa, políticos y otros personajes igual de impresionantes. La forma en la que Giselle y él iban vestidos no era la más apropiada para ese lugar. Giselle llevaba el uniforme del colegio y él llevaba unos simples jeans, zapatillas y sudadera. Estaba claro que, si hubieran acudido solo Giselle y él, los hubieran echado a patadas, pero al estar pegados a Hwang Hyunjin, el personal los atendió como si fueran los reyes de Inglaterra. Giselle pasaba desapercibida las miradas de los otros comensales presentes, él en cambio estaba incómodo. Ni en sus más locos sueños, pensó que él llegaría a pisar un lugar como ese, y no le gustaba la experiencia. Esperaba que el día terminara pronto y pudiera regresar a su pacífica y sencilla vida.
Hyunjin estaba algo preocupado. Esa mañana pensó que su plan sería un éxito, qué mejor que permitir que Seungmin y Giselle se divirtieran todo un día en el club, en lugar de estar en casa encerrados. Claro que no consideró que Seungmin pudiera sentirse fuera de lugar en el club de equitación. Giselle estaba claramente emocionada, ya que no era la primera ocasión que acudía a ese lugar. Jaebeom traía a su familia muy seguido, ya que era la única forma en la gran ciudad de poder estar cerca de animales de granja que era la actividad que más le gustaba a Jinyoung y a Giselle.
Yeonseok, el maître, lo saludó calurosamente, con un firme apretón de manos y un torrente de palabras en italiano. Eran conocidos de muchos años atrás. Hyunjin no acudía con frecuencia al club, pero antes de eso, Yeonseok trabajó en un restaurante italiano en el centro de la ciudad. Donde Hyunjin acudía muy a menudo con su ex esposa. Él respondió con la misma calidez y en el mismo idioma.
—Señorita Hwang es un gusto volverla a ver, ¿Quién es su invitado? —preguntó Yeonseok, besándole la mano Giselle la cual Hyunjin traía en brazos.
—¡Es Minnie! —gritó la niña, como si anunciara la verdad del universo.
—Él es el profesor Kim Seungmin —intervino Hyunjin—. Es amigo de la familia, y el encargado de ayudarme con Giselle esta semana —explicó. Llamarlo solo niñero no le había parecido bien. Además, no quería que todos alrededor comenzaran a juzgar la razón por la que un hombre tenía esa profesión y el porqué Jaebeom permitía que un hombre cuidara de su hija. Tal vez estaban en pleno siglo veintiuno. Pero, aunque nuestras leyes dijeran una cosa, aún no existía una igualdad de género al cien por ciento. Era más una cuestión de conveniencia. Muchos apoyaban que una mujer realizara trabajos exclusivos de hombres, pero era mal visto que un hombre realizara trabajos de mujeres.
—Qué gusto conocerlo, señor Kim.
—El gusto es mío —dijo Seungmin algo incómodo. Inmediatamente Yeonseok los acompañó hasta la parte trasera del restaurante. Donde les ofreció la mejor mesa donde se podrían apreciar los jardines, donde Giselle podría ir a jugar en los columpios en cuanto terminara de comer.
Hyunjin dudó un momento antes de sentarse. Ya que en otra área del club estaban esperándolo, eran clientes importantes que venían de Costa Rica, tenía el deber de atenderlos. Estaba seguro de que Seungmin y Giselle estarían bien sin él por un rato. Pero cuando intentó explicarle a Seungmin el plan a seguir ese día, Yeonseok le preguntó a Seungmin si aceptaría una botella de una cosecha muy especial que era exclusiva del club. Él se lo agradeció mucho, pero dijo que tal vez el señor Hwang tuviese otras preferencias. Entonces no le quedó más remedio que quedarse con ellos un poco más. Así que Hyunjin se sentó rápidamente y, para no ofender al maître, dijo que estaría encantado con cualquier vino que Yeonseok les ofreciera. Este se retiró, radiante. Otro mesero trajo una silla especial para Giselle, pero ella no estuvo ahí mucho tiempo, corrió hacia la ventana para admirar los arbustos en forma de animales.
—Ya que estamos en público, tal vez sería buena idea solo me llames por mi nombre —dijo Hyunjin—. Aquí eres mi invitado, no soy tu empleador —Él asintió, sonriendo. Hyunjin estaba demasiado ocupado mirando la carta para darse cuenta de que los ojos de Seungmin se abrieron mucho antes de que bajara la vista.
—¿Estás incómodo por estar aquí? —preguntó él, distraído, sin mirarlo todavía.
—Sí.
—No tienes que estarlo, aquí nadie te ofenderá, Jaebeom y yo somos socios, no les conviene disgustar a la empresa Hwang y asociados —Hyunjin apretó los dientes—. Si alguien te dice algo, solo tienes que avisarme.
—Todo estará bien —aseguró Seungmin—. Lo que menos deseo es que alguien pierda su trabajo por mi culpa —Hyunjin lo miró desde el otro extremo de la mesa, inseguro y tímido. Y se dio cuenta de que él estaba evitando devolverle la mirada. Estudiaba la carta como si fueran las preguntas de un examen y se mordía el labio inferior. El hombre seguro de sí mismo que le había propuesto participar en una subasta gay la noche anterior, se había ido. Al parecer este tipo de lugares intimidaban al valiente niñero.
—Seungmin, eres mi invitado, pide lo quieras —Él alzó la vista bruscamente, como si no acabara de entender lo que quería decir.
—Esto es demasiado caro —se quejó—. Creo que pediré una hamburguesa como Gis, creo que es lo más barato del menú —Hyunjin intentó no reír.
—Jaebeom y yo somos socios de este lugar, pagamos una gran cuota cada mes, así que todo estaba pagado, aprovecha a pedir lo que quieras —Seungmin lo miró inseguro.
—No sé qué elegir.
—Si quieres, puedo elegir la comida por los tres—Él asintió aliviado. Cerró la carta, sin dejar de morderse el labio. Seungmin se giró, para llamar a Giselle e indicarle que tenían que ir a lavarse las manos. En ese momento, Yeonseok regresó y les mostró orgulloso una botella de chianti con una etiqueta escrita a mano. Yeonseok deliberadamente ignoraba a Hyunjin, su atención estaba concentrada en Seungmin, eso lo molestó. Pero admitía que era interesante ver cómo era que el hombre se desenvolvería en ese momento. Seungmin lo miró confundido un instante después sonrió mientras el maître abría la botella y le servía un poco en la copa. Aunque aún inseguro, Seungmin aceptó la copa. Hyunjin observó conteniendo el aliento mientras Seungmin hacía girar el vino en la copa con pericia y luego la levantaba para examinar el líquido a la luz de las velas, después se acercó la copa a la nariz, cerró los ojos e inspiró. Luego se la llevó a los labios y probó el vino, manteniéndolo en la boca unos instantes antes de tragárselo. Abrió los ojos y, con una sonrisa muy amplia, le dijo a Yeonseok lo delicioso que estaba el vino. El maître, radiante, felicitó a Hyunjin por su elección de acompañante con un entusiasmo un poco excesivo y llenó ambas copas con su vino favorito.
Mientras tanto, Hyunjin había tenido que ajustarse los pantalones por debajo de la mesa, porque la visión de Seungmin probando el vino había resultado ser la imagen más erótica que había visto nunca. Eso hizo que a su cabeza llegaran ciertas imagines que habían ocurrido una navidad pasada: Seungmin de rodillas ante él, haciendo maravillas con esa lengua.
Con esfuerzo. Apartó la vista mientras volvía a ajustarse los pantalones. Se sintió sucio y un poco avergonzado por su reacción. Una reacción de la que iba a tener que ocuparse más tarde. Tal vez Jisung tenía razón y lo que necesitaba era buscar a una mujer por una sola noche.
Hyunjin decidió dar por terminada la interacción de Yeonseok y Seungmin ordenando la comida de los tres, asegurándose de que les traían los trozos más grandes de filet mignon, ensalada y una hamburguesa para Giselle.
Poco después Seungmin se disculpó para llevar a Giselle al sanitario y Hyunjin aprovechó para enviarle a Jisung un mensaje para que se ocupara de los clientes por la siguiente media hora. Su primo protestó, pero no le quedó más remedio. No era como si Hyunjin le estuviera dando opción en el asunto. Minutos después Seungmin y su sobrina regresaron y en lo que esperaban la comida. Giselle se encargó de llenar los incómodos silencios. Contando a su tío como le fue en el preescolar, los juegos que habían hecho en el salón de clases y los hermosos dibujos que les enseñaría a sus papás cuando volvieran.
—Se nota que te gusta tu profesión —dijo Hyunjin al ver como Seungmin pacientemente le indicaba a Giselle como tomar los cubiertos.
—Me gustan los niños —afirmó Seungmin encogiéndose de hombros—. Los niños son reales, verdaderos e inocentes, prefiero mil veces tratar con ellos que con algún adulto, si algo he aprendido es que los niños y los animales no hacen daño intencionalmente. —Él frunció el ceño ante su reacción. Completamente desproporcionada a su pregunta. Al menos pensaba que la pregunta que había hecho no era para tanto. Pero esa respuesta le daba a Hyunjin a entender que Seungmin en realidad había sufrido demasiado. Al darse cuenta de que se estaba adentrando en un terreno peligrosamente personal, él retrocedió y cambió de tema.
—Yo solo por ahora tengo una sobrina y me vuelve loca, no tengo la menor idea que haría con un grupo de niños.
—Eso cambiará pronto si el Jaebeom se sale con la suya —dijo Seungmin con una sonrisa. Por supuesto que él sabía las intenciones de Jaebeom. Seguramente fue una de las razones por las que Seungmin había aceptado hacerse cargo de Giselle toda la semana. Como si de una mala ola se tratara. Hyunjin levantó la mirada, en el momento preciso para ver a Jisung entrar en el restaurante. Frunció la boca, ¿No podía dejarlo tranquilo un rato?
—¡Tío Sunggie! —Giselle saltó de la silla y corrió hacia Jisung que se aproximaba furioso hacia la mesa. Su mirada se endulzó al coger a Giselle en brazos.
—Hola, mi hermosa, Gissy, ¿Te estás divirtiendo?
—Voy a ir a vel los caballos —dijo ella entusiasmada. Jisung por fin llegó a la mesa, y con Giselle aún sujeta en brazos, colocó una mano en el hombro de Seungmin, el cual le sonrió.
—Qué gusto verte, Min.
—Lo siento si estamos molestando...
—No te alteres, fue muy inteligente por parte de Hyunjin traerlos a distraerse un poco —Jisung apretó el hombro de Seungmin y Hyunjin no podía apartar la mirada de esa mano, le molestaba. Y ya de por sí su primo era el hombre más molesto del universo—. Lo que no está muy bien, es que mi primo decida dejarme todo el trabajo ¡Maldita sea, Hyunjin! Te están esperando.
—¡Tío Jisung dijo una maldición! —Giselle se tapó la boquita con las manos.
—Compórtate, Jisung —Lo reprendió Hyunjin—. Te recuerdo que el trabajo número uno de esta semana para mí, es Giselle. Es injusto que le deje todo el trabajo a Seungmin, tú puedes ocuparte de los nuevos clientes sin mí por una hora.
—¡No queremos molestar! —dijo Seungmin con las mejillas rojas—. Giselle y yo iremos a ver los caballos y trataremos de no interrumpir a Hyunjin otra vez.
—No te preocupes, Min —Jisung suspiró—. Hyunjin tiene razón, yo solo me estreso más cuando las cosas no salen como quiero.
—Eres un fastidio —Hyunjin señaló a Giselle—. Deja a la niña en el suelo y regresa con los clientes, iré en un momento —Jisung abrazó a Giselle con ambos brazos y la apretó contra su cuerpo, la niña rió cuando Jisung comenzó a darle muchos besos en la cara. Hyunjin ignoró el sentimiento de alivio que sintió cuando Jisung apartó la mano del hombro de Seungmin.
—No me quiero ir, esta muñequita es tan bonita —dijo Jisung meloso—. Me dan ganas de llevarte a trabajar conmigo, seguramente los clientes no se resistirán a tus encantos.
—Yo tlabajo solo con papi y tío Jinnie.
—Oh, pero nena. Tío Jisung es más divertido que Hyunjin ¿No crees?
—¡Jisung! —gruñó Hyunjin poniéndose de pie y arrebatando a Giselle de sus brazos—. Vuelve al trabajo, ahora.
—¡Ay dios! ¿Acabas de gritarme? —Jisung se llevó una mano dramáticamente al pecho— ¿Te das cuenta Seungmin? Lo que tengo que aguantar —Seungmin estaba tratando de aguantarse la risa.
—El señor Hyunjin no es tan estricto como parece.
—Eso dices tú ¿No has ido a su casa? Deberías visitar su oficina, todo es cuadrado y frío como él. Tiene un color de corbata de acuerdo a su grado de estrés, verás el rojo...
—Jisung —Hyunjin apretó los dientes—. No me hagas golpearte, vete de una vez, iré en un momento.
—De acuerdo —Jisung rodó los ojos—. Ya cálmate, estás peor que una mujer en menopausia —Jisung se apresuró a darle a Giselle nuevamente un beso, después despeinó los cabellos de Seungmin y sacándole la lengua a Hyunjin se alejó. Con un resoplido, Hyunjin dejó a Giselle en el suelo y le dijo que fuera a jugar al jardín mientras Seungmin terminaba de comer.
—No es necesario, podemos irnos a ver los caballos y tú, regresar a tu trabajo.
—Come Seungmin, Giselle estará bien unos minutos en el jardín y Jisung puede hacerse cargo, solo que le gusta hacer un drama por todo.
—Jisung es un hombre divertido, siempre me hace reír —comentó Seungmin llevándose un trozo de carne a la boca.
—¿Entonces los hombres divertidos son tu tipo? —Las palabras salieron de sus labios antes de poder reflexionar sobre lo que estaba diciendo. Había llegado demasiado lejos—. Lo siento, creo que eso no es de mi incumbencia.
—Tienes razón, no te incumbe —Seungmin apartó la mirada—. Pero tienes razón, hombres como Jisung son mi tipo.
—Lástima que Jisung sea heterosexual ¿No? —vio el dolor que causó en la mirada de Seungmin, él intentó ocultarlo. Apartó la vista y después se encogió de hombros.
—No sería la primera vez que me las arreglo para seducir a un heterosexual —Se encerró en sí mismo y empezó a mirar con atención la copa de vino para no mirarlo a él, y sus modales se volvieron fríos y distantes. Hyunjin se dio cuenta del cambio. Lo aceptó y no hizo ningún intentó por retomar la conversación anterior.
[...]
—Giselle, no te alejes tanto —le indicó Seungmin a la niña, al parecer no había manera de que se le agotaran las baterías.
¿De dónde sacaba tanta energía? Aunque ya pronosticaba que esa noche Giselle caería rendida en la cama después del baño. En las últimas dos horas, habían ido a la caballeriza a ver los caballos. Además de que, en una sección del granero, encontraron una zona adaptada para niños donde ellos podían acariciar a los ponis, a las ovejas y unos pequeños conejos que estaban ahí. Giselle estaba encantada. Le gustaban los animales. Pero también le encantaba el agua, y ni el más hermoso pony del mundo le impidió acordarse de que su tío Hyunjin le había prometido nadar, además estaba muy ansiosa por ponerse el hermoso bañador que su tío le había comprado. Una de las asistentes del club, muy amablemente le había ayudado al acompañar a Giselle al probador de damas para cambiarse. Giselle en general, se vestía, bañaba y cambiaba sola, simplemente necesitaba que alguien estuviera cerca porque le daba miedo estar sola en lugares que no conocía. En casa cuando se bañaba, simplemente había que vigilar en la bañera que no resbalara, amaba el agua, y hacía cada locura, por esa razón tenían que estar con un ojo al pendiente.
—¡Minnie! —gritó Giselle, al lanzarse al chapoteadero con sus flotadores en los brazos, era una alberca de niños de no más de cincuenta centímetros de profundidad. Pero Hyunjin había comprado todo el equipo y Giselle estaba encantada de usarlo. A Seungmin no le gustaban las albercas, no sabía nadar muy bien. Además, en muchas de ellas utilizaban tanto cloro que simplemente le causaban alergias.
Hacía frío la mayor parte del tiempo, estaba finalizando el invierno y la única alberca que estaba disponible era la que estaba climatizada dentro de uno de los recintos. Había muchas personas para ser un día laboral. Seungmin no nadaría, había decidido sentarse en una de las pequeñas mesas, a terminar de trabajar en la presentación de la asociación y vigilar a Giselle en la alberca. Todo estaba saliendo de maravilla. Hasta que Seungmin notó que en la mesa de al lado dos chicas que estaban ahí en sus sexys trajes de baño comenzaron a ponerse ansiosas, nerviosas y por qué no decirlo... calientes.
Las mujeres se enderezaron en sus sillas, una se ajustó el escote del biquini y la otra no dejaba de acomodarse el cabello. Eran más que obvias sus intenciones. Por curiosidad Seungmin miró por encima de su hombro, fuera quien fuera el objetivo de esas chicas, debería de ser alguien sumamente apuesto para que ellas se comportaran de esa manera. Y él no era ningún santo, bien podría aprovechar la única ocasión que estaría en un lugar como ese para echarse un taco de ojo. Hasta donde sabía, mirar no era ilegal.
Seungmin contuvo el aliento cuando un grupo de cinco hombres entró en la zona de albercas. Aunque eran hombres imponentes por su altura y complexión. Lo que hizo que su estómago se contrajese y su corazón se saltara un latido fue darse cuenta de que conocía al guapo hombre que lideraba al grupo. Apoyó una mano en la mesa como si tuviese que buscar algún punto de sujeción, ya que sus piernas parecieron fallarle.
A su cabeza llegaron infinidad de apelativos para describir a Hwang Hyunjin. La más acertada a la realidad tal vez fue... Demonio del pecado. ¿Por qué ese hombre tenía que ser toda una tentación? Sus facciones eran prácticamente perfectas, su mirada penetrante y su sola presencia imponía. Muy alto y de ancha espalda, era pura fibra. La fuerza, la atracción y en cierto modo el peligro que emanaba de cada poro de su cuerpo, y que él podía sentir con intensidad a pesar de la distancia que los separaba, lo hicieron sentir vulnerable.
Sus impresionantes ojos oscuros inspeccionaron la estancia, y un destello casi imperceptible cruzó por su mirada. Una mirada intensa e inquebrantable que hizo que Seungmin casi se cayera cuando se posó sobre él. Ahora que lo miraba directamente, se quedó petrificado, como si ni un solo músculo de su cuerpo pudiese reaccionar. Esto era malo, muy malo, Seungmin no podía caer por un hombre así. Tragó saliva solo de pensarlo. Él no era ningún cobarde, pero un extraño vértigo atenazó sus sentidos como nada antes lo había hecho.
Le vio intensificar su mirada adquiriendo una tonalidad más oscura. Ese pequeño matiz pareció sacarlo de su aletargamiento, y sin saber cómo, se dio media vuelta para buscar a Giselle con la mirada.
—Giselle, tu tío ya viene —anunció, la pequeña emocionada, alzó la mano y le gritó a su tío para que la viera lanzarse a la pequeña alberca. Hyunjin llegó hasta el borde de la alberca y comenzó a alabar a su sobrina, los otros cuatro hombres que lo habían acompañado un segundo antes habían cambiado de rumbo y ahora seguían a un encargado del club.
—¿Vas a nadal conmigo? Tío Jinnie —preguntó Giselle entusiasmada, Hyunjin se inclinó en el borde de la alberca.
—Lo siento cariño, no podré hacerlo, tengo trabajo —Hyunjin sonrió—. Prometo que te lo compensaré —Giselle ladeó su carita seguramente no comprendiendo lo que significaba la palabra "Compensar" Hyunjin le sonrió y le dijo algo que Seungmin no alcanzó a escuchar. Pero a Giselle le gustó la idea porque gritó emocionada y volvió a nadar en el agua. Después Hyunjin se giró y se acercó a Seungmin, inmediatamente distinguió la preocupación en su rostro. Conocía poco a este hombre, pero sus ojos eran una gran ventana para llegar a conocer el alma de Hyunjin. Algo había sucedido. Lo presentía. Y debería de ser algo muy malo.
—¿Todo bien? —preguntó, ignorando los susurros de las mujeres en la mesa continua.
—Tenemos un problema con una obra, tengo que volver a la oficina. Jisung se encargará de que los clientes se diviertan, y mañana continuaremos con el contrato.
—¡Oh! Comprendo, inmediatamente prepararé a Giselle y nos iremos.
—No lo hagas —Hyunjin inconscientemente colocó una mano en su hombro, el contacto de esa mano le hizo soltar un pequeño jadeo que a Hyunjin le pasó desapercibido—. Ella ahora está divirtiéndose, cuando estén listos el chofer los estará esperando —Hyunjin apartó la mano, y Seungmin sintió que podía volver a respirar.
—Comprendo —Aunque en realidad no le gustaba quedarse solo en ese lugar.
—Te quiero pedir un favor.
—Lo que quieras— Se apresuró a decir. Hyunjin miró hacia la alberca donde Giselle lo llamó para que viera cómo nadaba.
—Tengo mucho trabajo, para mí es más cómodo hacerlo desde mi casa, no me concentro en el despacho de Jaebeom —Seungmin sintió un nudo en el estómago, no solo lo abandonaba en ese club de ricos, sino que ahora hasta los dejaría solos en la casa.
—Yo puedo encargarme de Giselle, no te preocupes —Hyunjin regresó su mirada, Seungmin rezó para que su voz sonara tranquila y que Hyunjin no se diera cuenta de que no quería que los dejara solos. Se estaba sintiendo como un cachorro abandonado.
—Lo que te estoy pidiendo es que pasen la noche en mi departamento —Seungmin parpadeó sorprendido.
—¿Tu casa?
—Sí, sé que no es tan grande como la casa de Jaebeom. Pero tengo un cuarto de invitados donde podrás dormir, y Giselle puede quedarse en mi cama —¿Pasar la noche en su departamento? Eso sonaba como una locura, ya bastante estaba luchando con la atracción que tenía sobre el hombre, y ahora estar en su territorio, llenó de su energía, de su olor... Sería una tortura—. Entonces ¿Qué dices?
—Ah... Claro, no hay problema —Seungmin carraspeó—. Solo tenemos que ir a recoger nuestras cosas.
—El chofer los llevará a casa de Jaebeom, y después a mi departamento —Hyunjin metió la mano a su bolsillo y sacó una tarjeta, escribiendo algo al reverso se la entregó—. Este es el código de entrada al edificio y el código de mi apartamento, no sé a qué hora llegaré, pero pueden ponerse cómodos, llevaré la cena —Seungmin asintió aceptando los códigos.
—Yo puedo preparar la cena, si tienes surtido en la nevera —sugirió, Hyunjin sonrió.
—Seguro de que encuentras algo que sirva, pero no quiero hacerte trabajar más.
—No es molestia, cocinaré algo para los tres.
—De acuerdo entonces —Hyunjin se alejó unos pasos—. Los veré más tarde —Y con una última mirada a su sobrina se alejó. Al igual que lo hizo al entrar. Al retirarse caminó seguro de sí mismo, ajeno a los estragos que dejaba a su paso ¡Dios! Iría a su casa esa noche. Un año atrás jamás pensó que volvería a ver a este hombre, pero ahí estaba. Se volvieron a encontrar y aunque no estaban en los mejores términos tal vez...
—Vaya hombre... —Escuchó lo que decía una de las mujeres.
—Ese hombre no lo engendraron, lo esculpieron los dioses —aseguró la otra con un gran suspiro.
—¡Eh! Quietecitas —estalló sin siquiera ser consciente— ¿Qué no les da vergüenza?
—¿Vergüenza de ese monumento? —dijo una de ellas relamiéndose los labios y sonriendo— ¿Acaso está prohibido mirar?
—Deberías de ir Yuna, a ti se te da muy bien ese tipo de hombres —dijo la otra chica a su amiga.
Seungmin apretó los dientes, estaba siendo un hipócrita, él también se estaba comiendo a Hyunjin con los ojos. Pero de ahí a que permitiera que esas perras se le acercaran...
—Dudo que consigan algo —aseguró mostrando una falsa sonrisa—. Es gay, amigas mías, suerte para la próxima.
—¡Estás mintiendo! —dijo la tal Yuna, Seungmin se encogió de hombros despreocupadamente, comenzó a recoger sus cosas, ya tenía suficiente de ese lugar, haría que Giselle se cambiara y después se marcharían a casa de Hyunjin.
—¿Por qué mentiría? —Seungmin bateó inocentemente las pestañas—. Sé que escucharon nuestra conversación... Seré yo el afortunado que lo espere en casa —les guiñó un ojo a las brujas y se acercó a la alberca para apresurar a Giselle a ir a cambiarse. Escuchó que a su espalda las tipas lo llamaban de todo, pero sentía satisfacción haberlas hecho rabiar. Después de toda una mentirita piadosa nunca había matado a nadie.