Un Alfa Roto

By guerrera22

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Aiden era una omega. No un simple omega, era el omega mas codiciado de la ciudad. No era realmente único. No... More

Capitulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30

Capítulo 19

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By guerrera22

"Proteger. Alfa. Mio."

Que cosa más extraña, ¿no? Digo, si, los alfas son primitivos cuando viene a proteger lo que les pertenece, pero ¿un omega?

Alfas, son temerarios y están malditamente locos la mayoría de las veces. Hay algo dentro de ellos que es como una chispa, y ante una amenaza esta se vuelve un jodido incendio forestal. Es como lanzar una cerilla a un botellón de gasolina. Se convierte en una fuerte llamarada que destruye lo que sea que toque. Lo que se acerque.

Un alfa es irracional y rabioso ante cualquier amenaza en contra de su omega, sin embargo, pueden mantener un poco de calma, ya que existe la obligación de consolar y cuidar del omega después de la tempestad o pelea.

Un omega, por otro lado, es como una puta explosion. Feroz. Agresivo. Bestial y destructivo. Un omega cegado por rabia es malditamente escalofriante, porque ningún omega se ciega por la rabia. No tienden a tener la necesidad de proteger algo que no sea un cachorro. No realmente... Y cuando un cachorro está en peligro... Bueno, digamos que la sangre se vuelve agua, y comienza a llover.

—Detente— Ordenó aquel jodido bastardo, ese mismo que había intentado tocar lo que era suyo. Arrebatarselo. Romperlo. Ese mismo maldito desgraciado que había tocado la suave y blanquecina piel del alfa, ese mismo que lo había recorrido con la mirada como si fuera una golosina. Para empeorar las cosas, usó su voz. Aiden pudo sentirlo. Podía olerlo en el aire. La atmósfera del lugar se había tornado desagradable y pesada.

Esa maldita voz de alfa. La misma voz que seguramente había usado en contra de SU alfa.

Si ese jodido malnacido pensaba, por un segundo, que su autoridad sería suficiente para hacer que los golpes, puñetazos, patadas y rasguños desaparecieran estaba en un grave error. Los receptores de feromonas de Aiden estaban más que jodidos. Ni este alfa, ni ningún otro podría darle órdenes. Nadie más que SU alfa. Ese mismo que olía a pino, tierra mojada y a hogar.

El simple pensamiento de que ese puto alfa cualquiera siquiera intentara darle ordenes hizo que su estomago se revolviera, y su mandibula se tensara. Lo dejaba colérico. Sentía una rabia que nunca antes había sentido. No sabía cómo, ni porqué, pero su pecho ardía como si hubiese fuego dentro de él, rugiendo por quemar a ese jodido niñato hasta hacerlo cenizas.

Aún más furioso, Aiden tomó la cabeza del chico y la azoto contra el suelo un par de veces, hasta que el endemoniado idiota dejo de dar ordenes.

Eso era todo lo que quería, que dejara de usar su voz. Sabía que a él nunca le afectaría, pero Ethan estaba en la habitación. Sabía muy bien que ese adorable alfa era sensible a las voces y feromonas de otros. Solo quería hacerlo dejar de dar órdenes.

Cuando dejó de hablar, ese pequeño omega comenzó a golpearlo nuevamente. Sus nudillos dolían, sangraban y se desgarraban. Era desagradable la cantidad de satisfacción que le daba el saber que quien había dañado a su preciado alfa ahora estaba sufriendo. Pero, por alguna razón, su pecho le decía que no sufrió lo suficiente. Le decía que era una amenaza y que había que deshacerse de ella.

Pero Aiden quería detenerse. Creanme que deseaba parar con toda su alma. Su cuerpo simplemente no parecía escuchar. Sus instintos le gritaban que golpeara hasta que el chico dejara de respirar, pero su mente le decía que era solamente un jodido niñato con un horrible celo, el cual se había vuelto loco por este.

Quería parar. Tenía que parar. Iba a matarlo. ¿Pero cómo parar si sus brazos seguían moviéndose por cuenta propia?

Pero los brillantes ojos esmeralda de Aiden lograron mirar de reojo a su alfa. Ese mismo que lloraba y lo miraba con terror. Ese que se cubría con recelo, usando una manta blanca, levemente salpicada de sangre. Ese mismo que parecía intentar hacerse uno con la pared. Ese que lo había hecho sentir como un omega normal.

Cuando observo sus ojos miel, esos llorosos, llenos de dolor y confusión, su cuerpo se detuvo.

Ethan estaba llorando.

No le gustaba que llorara. No podía soportarlo.

"Consolar. Mio. Alfa."

Eso le gritaba su cuerpo. Eso le gritaba su mente. Eso le gritaba su corazón. Todo en su ser luchaba por detener sus golpes para darle toda su atención a aquel pobre y dañado chico. Sus músculos comenzaron a sentirse pesados y doloridos, como si pequeñas llamas lo consumieran. Era esa peculiar sensación después de un buen día de gimnasio.

Su corazón retumbaba en sus oídos como un tambor, y por un segundo se preocupó de que este saltara de su pecho. Ni siquiera se había dado cuenta cuando había comenzado a respirar por su boca de manera frenética.

Su cuerpo tensó se mantuvo quieto por lo que parecía una eternidad, mirando los acuosos y adorables ojos miel de Ethan. Logró ver muy bien las lágrimas secas en sus mejillas, y una pequeña cortadura en su labio. No sabía muy bien que había pasado, pero al notar el estado en el que estaba el chico no pudo evitar debatirse si seguir golpeando al jodido bastardo que lo había puesto en esa situación.

No lo hizo.

Pero seguía arriba de él, manteniéndolo quieto. Ese alfa no iba a moverse realmente, no por un rato al menos.

Sus ojos esmeralda recorrieron su ropa de trabajo, esa misma que estaba manchada de un bello líquido carmín. Sus manos estaban manchadas, había un dolor punzante recorriendo sus manos, ardiendo. Inclusive podía sentir sus colmillos de omega tocar su lengua, significando que los había expuesto. También ese maldito olor. Su olor. Sus feromonas habían inundado la habitación como un maldito tsunami. Eran pesadas, desagradables y amargas. No podía evitar sentirse disgustado con lo que acababa de hacer.

Aterrado, Aiden arrastró al intruso fuera de la habitación, dejándolo tirado en el suelo.

Justo ahora tenía otras preocupaciones.

Se apresuró hasta la cama, donde Ethan seguía inmovil, tal vez esperando por una buena oportunidad para correr. Tal vez aún en shock. No lo sabía. Pero sabía que tenía que tomarlo en sus brazos. Tenía que decirle de alguna manera que todo estaba bien.

Tomó a Ethan por las mejillas, y comenzó a escanear su cuerpo con apuro y desesperación. Buscaba cualquier cosa. Cualquier cortada. Cualquier rasguño. Cualquier herida. Cualquier marca. Lo que sea.

No estaba muy seguro si estaba simplemente esperando otra oportunidad para seguir golpeando al jodido malnacido que se había atrevido a tocar lo que era suyo.

—¿Estás bien? ¿Estás bien? ¿Te hizo algo? ¿Te golpeó? ¿Usó su voz? ¿Cómo te sientes? ¿Estás bien?—

[...]

Ethan respiro. Tomó bocanadas de aire grandes y temblorosas en un intentó inutil de calmarse. No tenía razones para entrar en pánico. No debía entrar en pánico.

Su deber en la mansión, después de todo, era... Es...

¿Que era? No lo sabía realmente. No podía saberlo. ¿Cómo podría?

No podía comprenderlo del todo. ¿Cómo podría pensar que estaba en esa mansión para ser usado si ese pequeño omega había peleado con un alfa solo por él? ¿Cómo podría? Vio como recibía golpes, vio como ese alfa lo golpeaba de vuelta, pero el pequeño sirviente parecía embriagado en la ira. Danzando con elegancia en esa fina división entre la locura y la sanidad.

Pudo sentir... Algo.

El pequeño omega gritaba sin palabras un claro y firme:

"Tocar. Alfa. Mio. Proteger. Alfa. Mio."

No lograba entender bien el significado de esa sensación en su pecho, pero las palabras resonaban con tanta fiereza en su pecho que no lograba ignorarlas. El pequeño sirviente estaba lanzando una advertencia al aire. La gritaba a todo pulmón. Gritaba que cualquiera que le pusiera una mano encima terminaría de la misma manera. En el suelo. Sangrando. Apenas respirando seguramente.

Lo protegía. Lo había defendido como uno de esos caballeros de resplandeciente armadura. Como esos encantadores chicos de los libros que leía. Como un príncipe.

Y, cuando terminó con el otro alfa, se acercó a él. Por alguna razón, la manera en que caminaba y se acercaba a él parecía dudosa. El pequeño sirviente se veía más humano de lo que lo recordaba. Se veía compasivo. Parecía aterrado. Entonces, sintió sus ásperas manos tocando sus mejillas. Eran cálidas, y cómodas. No le repudiaban. Le gustaba la sensación. La manera en que lo tocaba como si se fuera a romper en cualquier momento. Como si fuera un tesoro.

Como si valiera algo.

Sus manos estaban levemente húmedas, pero no le importaba.

Entonces, el pequeño omega comenzó a preguntar:

—¿Estás bien? ¿Estás bien? ¿Te hizo algo? ¿Te golpeó? ¿Usó su voz? ¿Cómo te sientes? ¿Estás bien?—

Estaba desesperado. Estaba asustado y Ethan podía sentirlo. Aterrado.

—Si— Respondió. Fue leve. Casi como un murmullo. No supo realmente cómo fue capaz de hablar, pero ante esa simple sílaba la mirada esmeralda llena de terror del omega se suavizó. Su ceño se frunció con levedad, y, por alguna razón, comenzó a llorar. Lloraba y sollozaba, haciendo sus mejores esfuerzos para retener sus lloriqueos.

Entonces, antes de que Ethan pudiese siquiera notarlo, Aiden se había lanzado a sus brazos, abrazándolo tan fuerte como podía, ocultando su rostro en el pecho del alfa.

Aiden intentaba limpiar las lágrimas, pero lo único que lograba era manchar su delicado rostro de sangre. Ethan no quiso mencionarlo.

—Y--Yo— No logro terminar ninguna oración. Solo siguió llorando en el pecho de su alfa. Estaba desnudo. Pero no le molestaba el tacto. No sentía que su piel se quemara. Ni le daba comezón. Ni siquiera incomodidad. Solo lo abrazaba. Y abrazarlo se sentía correcto. Sentía una necesidad nata por consolarlo. De tomarlo entre sus brazos, protegerlo y asegurarle que todo estaría bien.

Había algo dentro de sí que susurraba:

"Omega. Consolar. Mio"

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