Entre clases, tutorías y juegos entre Bryce y yo con el ping-pong; los parciales a mitad de semestre llegan, y, en ello, mi estrés.
En medio de la biblioteca, me encontraba jalándome los pelos por no retener la teoría sobre la contabilidad. Quiero gritar de la frustración, golpear algo o lo que sea para descargar la ira que siento conmigo misma por no retener algo tan simple como aquello. Eso lo vi en el primer semestre, pero como mi mente juega a mi contra, se le olvida algo tan sencillo.
Una silla es arrastrada y alzo la mirada, amenazante; no obstante, miro con confusión al chico cuyo rostro tiene una sonrisa de labios cerrados, extendiéndome un termo con algo dentro.
—Prometo que te ayudará —comenta con timbre de voz suave pero seguro.
No muy convencida, agarro el termo y bebo de él. Al pasar, sonrío fascinada. Miré a Bryce quien sacaba unos libros de su mochila, poniéndolos sobre la mesa. Alza la mirada para verme con una sonrisa segura.
—Eres el mejor, Carefree —le agradezco antes de llevar el termo a mis labios y beber de nuevo del jugo con ese sabor riquísimo que me trajo tranquilidad, amortiguando la frustración de mi cuerpo.
—No hay de qué. Supuse que tal ver esa bebida te ayudaría.
—Supusiste bien —lamo mis labios, quitando el resto del zumo de mora en leche—. ¿Lo hiciste tú?
—Lastimosamente no —sincera. No obstante, me alegra demasiado que a pesar de no haberlo hecho él mismo, haya pensado que este zumo me ayudaría. Y cuánta razón tuvo.
Dejo a un lado el teterin y me concentro en mis apuntes, ya mucho más calmada. Voy anotando en una hoja aparte lo más importante, teniéndolo en cuenta que tal vez aquello saldría en el próximo examen que será dentro de dos días.
Bryce por su parte, estuvo demasiado callada, centrándose en sus estudios; fue tanta la concentración que obtuvo que ni levantó la mirada de estos. Resaltando y apuntando a parte las cosas que le parecían bastante importantes, tal y como lo hacía yo.
No obstante, a pesar de yo haber estado con lo mío, de vez en cuando levantaba la mirada, observando el rostro del chico que logra acelerar los latidos de mi corazón. Se ve tan lindo concentrado.
Estaba tan centrada en él, detallando su faz detenidamente que me ahogué con el zumo cuando este levanta la mirada tan de repente, pillándome con los ojos puestos en su cuerpo.
Me mira confundido cuando paree de toser, siendo reprendida por varios alumnos por haber interrumpido el silencio. Los miro avergonzada y más, al joven que cambia su gesto a uno burlón.
Trago saliva en seco, intentando al máximo en no mostrarle mi rostro sonrojado. No obstante, mis ojos se abren de más y mi aliento se retiene en mis pulmones cuando su dedo pulgar acaricia un poco más debajo de mi labio inferior.
Lo miro con el sonrojo más carmesí y con mi pecho que temo que él escuche los fuertes latidos de mi corazón.
—Tenías gotas del zumo —aclara, mirando el pulgar mojado; pensé que lo limpiaría con un trapo o en su pantalón o lo que sea, pero no, lo lamió.
Por poco y me desmayo cuando esa sonrisa coqueta-encantadora-enamoradiza se dibuja en su masculino rostro. Trago saliva en seco.
Aparto la mirada de la suya, para concentrarme -o ese creí- en los apuntes de mi cuaderno, que irónicamente, no entendí en este preciso momento.
Bryce suelta una suave risa, desviando su atención ahora a sus apuntes. Ya era hora.
Con el pasar de las horas, me doy cuenta lo tarde que es y lo poco que retuve por solo tener al chico que tanto me hace sonrojar al frente, aún con tal escena en mi memoria que no me dejó centrarme en lo que debía de haber estado haciendo.
Recojo mis cosas bajo la atenta mirada café del contrario.
— ¿Ya te vas? —pregunta lo más obvio. No evito darle una mirada de: ¿lo dices enserio? El joven cuya edad es un poco más grande de la mía, sonríe con aire inocente. Yo ruedo los ojos.
—Es bastante tarde —resumo. Bryce frunce el ceño y mira la hora en la pantalla de su celular, donde aproveché en ver el fondo; un anime con una sonrisa grande que parece un espantapájaros. El chico sube las cejas, sorprendido por la hora tardía.
—No creí que fuese tan tarde —comenta mientras se levanta y recoge sus pertenencias con rapidez. Yo me encojo de hombros.
Mordí mi lengua, tratando de no ser chismosa en preguntarle sobre ese personaje animado que tiene como fondo de la pantalla de bloqueo. Juro que hice lo posible en no hablar, más sin embargo, la curiosidad martillaba con fuerza los dientes que retenían la lengua para poder hablar.
— ¿Quién es ese personaje? —pregunto, maldiciéndome interiormente por ser tan metiche. Bryce baja la mirada, alzando una ceja—. No quise ser entrometida, pero el fondo de la pantalla de bloqueo llamó mi atención —aclaro, con las mejillas sonrojadas.
Antes de yo apartar la mirada, veo como el más alto sonríe, sacando el móvil de su bolsillo y presionando el botón de encender; donde al instante, aparece el personaje junto con la hora en la parte superior.
—Se llama Luffy, es personaje de un anime llamado: one piece —miro con atención a Luffy. Frunzo el ceño y las palabras salen antes de pensarlas.
—Parece un espantapájaros —comento. Bryce suelta una carcajada, negando con la cabeza para luego guardar el aparato electrónico en donde estuvo guardado segundos atrás.
— ¿Sabes? Eso es una ofensa para los fans de one piece, Puntsuertmied. Si alguno te oyera decirte eso, prepara los pañuelos para soltar lágrimas —subo mis cejas y aprieto mis labios entre sí—. No obstante, como soy fan de one piece, pero entiendo que no has visto nada que tenga que ver sobre animes, te defenderé, y no te reñiré por insultar a este hombre diciéndole: espantapájaros.
Bajo la cabeza y pregunto: — Entonces... ¿Es campesino? Porque con sus fachadas parece uno —vuelvo y alzo la mirada para ver su reacción. El contrario cierra sus ojos, dejando salir una exhalación para responder:
—Es pirata. El capitán de su tripulación —al ver como fruncía el ceño al no entender sigue hablando: —Luffy creó una tripulación llamada: piratas del sombrero de paja.
—Es por eso que tiene ese sombrero —asumo. Bryce asiente una vez, dándome la razón — ¿Cuántos capítulos tiene?
Esa sonrisilla que se dibujó en sus labios, me hizo pensar muchas cosas. Tengo dos alternativas: no es un anime con capítulos sino una película, o, tiene muchas partes. Si es esta última, yo más o menos pensaría que tendría entre 50 a 100.
No deja de caminar y de paso, no aparta su mirada de mi rostro — ¿Cuántos crees que tiene? —el desgraciado en vez de responderme, me hace otra pregunta. Nada raro viniendo de su parte. Bueno, por lo menos no es película.
—No lo sé, tal vez unos cincuenta o cien máximo —al notar como ensanchaba esa sonrisa a la par que le salía una risilla, me hizo confundir más.
—Tiene mil cincuenta y nueve —jadeo, abriendo mis ojos sorprendida.
Después de contarme tal cantidad de capítulos, aclara mi pregunta sobre por qué tantos, no obstante, cabe decir que no entendí casi nada porque no tengo bien definido el contexto sobre esa historia de one piece, a pesar que el castaño me lo explique, no comprendo demasiado.
Y, por mi parte, no sería capaz de verme toda esa animación; si no me veo completo las serie de dieciséis capítulos, mucho menos uno de mil cincuenta y nueve. A no ser, que lo vea acompañado de otra persona que sí sea leal y fiel en verse completamente todas las temporadas sin tener día libre.
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Paro en seco al ver como ese joven que por mi mala suerte tuve como pareja, se acerca a mí con su rostro lleno de superioridad y egoísmo. Maldito serás.
Hago una mueca de asco e intento pasar por su lado, pero el hijo de su puta madre me detiene agarrándome del codo. ¿Tiene huevos como para tocarme? Le doy una mirada fulminante, diciéndole indirectamente –cosa que no sabe interpretar con esa mente de gallina- que me suelte. No lo hace, así que soy yo la que me zafo de un jalón, cosa que a él no parece gustarle.
—Puedes dejar de ser así por un momentito. Pareces ridícula.
—Aquí el único ridículo eres tú, así que no me vengas a decir tonterías. No quiero escucharte, pierdo el tiempo haciéndolo.
—Solo venía a advertirte, Hillary. Ese chico esconde algo de ti. Tal vez... ¿una chica? ¿Novia será? —frunzo el ceño y tal gesto lo hace sonreír, orgulloso.
—No vayas a creer que te creo, imbécil. Todo lo que sale de tu boca es mentira.
—Como quieras, solo quería ahorrar una desilusión de tu parte. ¡Pero mira que generoso soy! Trato de abrirle los ojos a una tonta enamorada que no sabe nada de ese idiota, pero se niega a creer. ¿No crees que el estar enamora hace idiotas y ciegas a las personas?
Tomo una gran bocanada de aire, tratando al máximo en no explotar y hacer un show en medio de la calle. No voy a creer en palabras de un hombre cuyo propósito fue hacerme daño en el pasado, no tiene derecho en que yo tome en cuenta lo que dice. Así que simplemente le murmuro un: gilipollas y me voy lejos de él. No obstante, siento la presión en mi espalda, como si estuviese martillándome con su mirada rencorosa.
Y, como si hubiese anunciado a Bryce, llega a mi lado, mirándome con un gesto de: ¿estás bien? Yo simplemente asiento y sigo con mi camino hacia la facultad, acompañada de la presencia del peli castaño.
—He visto a tu ex. ¿Todo bien?
Suelto un suspiro —Sí. No hay peligro —trato de bromear—. Solo quería decirme cosas absurdas, pero no le presto atención. Dice pura boberías para ver si soy tan idiota en creerle, será él el idiota que piensa que yo me voy a tragar sus palabras de mierda —no fui consciente de que tal oración fue pronunciada con rencor hasta que vi los ojos de Bryce mirando casi a la nada y sus cejas levantadas —. Lo siento —niega con movimientos de su cabeza.
—Tranquila, está bien expresarse en cómo te sientes. No pasa nada.
Le doy una sonrisa de disculpa mientras suelto otro suspiro, mucho más silencioso que el anterior. Detesto encontrarme con ese chico, porque cada que lo veo, mi día se arruina solo con su presencia. No obstante, al tener a Bryce a mi lado, inclina la balanza a su favor; pero a pesar de todo, las palabras sobre la chica que Bryce oculta de mí, me tiene con intriga. Mas sin embargo, dejo el tema a un lado cuando nos adentramos a la universidad y cada uno se va a su salón correspondiente.
Y en esta hora, tengo un examen por presentar. Espero y anhelo que me vaya bien; que todo lo que estudie sí haya valido la pena.
Me siento en uno de los tantos asientos vacíos y aprovecho los minutos faltantes en volver a repasar sobre los temas que es más probable que pasen en esta evaluación. Ah, como odio estos tiempos, y el doble cuando son los parciales.
Mis compañeros algunos están pegados en sus apuntes, repitiendo para que se les quede en la mente, como hay otros muy despreocupados, donde les vale madre, pegados en sus teléfonos móviles chateando.
El salón se llena de un silencio sepulcral cuando el maestro entra por esa puerta con una pila de hojas sobre su brazo. Camina con autoridad hasta su escritorio, golpea la baraja de hojas sobre su mesa mientras nos examina lentamente a cada uno.
—Guarden todo. Cosa que vea que no sea un bolígrafo sobre la mesa, queda anulado el examen —demanda. Todos los presentes guardamos nuestras cosas y dejamos sobre el escritorio nuestra pluma.
~Tienen una hora a partir de ahora —cronomatiza el tiempo cuando termina dehablar. Y apenas lo dice, empezamos a desarrollar la guía con la presión alnotar que con una sola hora, no será suficiente.