El club de los corazones rotos

By AlbaMoralesGomez

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Violetta es una chica normal e introvertida cuyo mundo gira al rededor del sus amigos Joe, Jade y el recién l... More

Prólogo
Así empezó todo...
El chico del mar
Notas de papel
Las buenas cosas se me amontonan
Jade y la tienda de disfraces
La fiesta de Halloween
Música, humo y alcohol
Un beso no es para tanto
Resaca
Confusión
Los dulces frutos de la juventud.
Una nueva, tres amigos, un novio y muchos por qués.
Solo dos personas aprendiendo sobre el amor.
Mi refugio.
Donde debo estar.
Conversaciones en mitad de la noche.
Cuatro corazones experimentando el amor.
Un príncipe borracho y dos reinas del drama.
Feliz cumpleaños.
Regalo de cumpleaños
El pijama de estrellas
Un verdadero amigo
Sentimientos peligrosos
Corazones rotos (parte 1)
Corazones rotos (2)
Sueños y realidad.
El pueblo
La cena de Navidad
Huele a tormenta
Blackbird
La Tormenta.
Equipo de investigación
Aparición
Cada noche
Avances
Al despuntar el alba
The Cave
Bienvenida
Una tarde, a eso de las cuatro
Tras la pista
Lobos.
Una noche de lluvia
A la mierda el papeleo
Un día de trabajo
Cuando Andy conoció a Violetta
Andy
Allen
Reunión de emergencia
La caja de Pandora
De regreso
Sueños y despertares
El amor a primera vista no existe
Las cartas sobre la mesa
Visita
En casa.
Cómo decir la verdad
- Mensaje -
Cuando nada puede ir peor
Porque eres tú
~Grupo~
Negociaciones
Un recuerdo
Operación "Vincent"
El laberinto
Cruce de balas
Angus
Caminos
Y al final...
Epílogo

La situación

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By AlbaMoralesGomez

- 8 de Julio de 2014 -


¿Sabéis esas escenas incómodas de las películas en las que el padre de la protagonista está sentado en un sillón, de brazos cruzados, observando a la joven pareja, que solo puede permitirse moverse nerviosos en sus respectivos asientos ante el silencio del hombre? Pues así podía ser definida aquella misma escena, con Joe en el rol paternal. Andy no despegaba la mirada del suelo mientras jugueteaba nerviosa con el borde de la camiseta.


- Bueno -comenzó a decir Joe tras un larguísimo rato en silencio, alargando la "o" -, así que esta es Andrea.


- Andy -se apresuró ella a decir.


- Me alegro de conocerte -dijo él con alegría -. He oído muchas cosas sobre ti -sonrió ampliamente, y sabía que esa sonrisa era cine por cien auténtica.


- ¿Sí? -preguntó Andy, mirándome con disimulo y las mejillas encendidas.


- Bueno, tampoco...


- No seas tímido, Zack. TODOS hemos oído cosas de Andy -hizo énfasis en el "todos".


Mierda. Sabía que haberle ocultado lo de Andy me iba a pasar factura, pero estaba haciendo esto solo por torturarme. En el fondo, podía ver en los ojos de Joe que estaba a un paso de echarse a llorar y abrazar a la muchacha, gritándole cuánto la había echado de menos. Sin embargo, se limitó a contarle ese tipo de cosas que cuanta un padre a tu novia cuando quiere dejarte en evidencia. De haber podido, le habría sacado fotos mías en pañales, seguro. Maldito traidor... Pero, en el fondo, me alegraba de verlos a ambos así, charlando tranquilamente, como si los dos últimos años no hubieran pasado.


- Bueno, afrontemos la situación -dijo Joe de pronto -. Os he pillado en una situación incómoda -noté como los colores se nos subían tanto a mí como a Andy, pero ninguno dijimos nada -. Pero no pasa nada, ¿eh? Somos mayorcitos, ¿no? -sonrió.


Andy, inocente de ella, asintió. Pero yo sabía que la cosa no iba a quedar ahí. Veía en los ojos de mi hermano sus intenciones, y no me gustaban. Después de lo que estaba por venir, dudaba mucho que Andy quisiera volver a pisar el apartamento en lo que le quedaba de vida...


- Solo os pido que tengáis precaución, ¿vale?


Ahí estaba, la forma definitiva de espantar a Andy. Ella abrió los ojos de par en par, sobresaltada. Su cara se había teñido de un color rojo tan intenso que bien podría haber sido confundida con una señal de tráfico. Clavé los ojos en los de Joe, intentando comunicarme telepáticamente con él, pero no funcionaba.


- ¿Necesitáis condones? -dijo, rebuscando en un bolsillo - Creo que tengo un par por aquí...


- ¡Oh, no, no! -exclamó ella, angustiada, negando frenéticamente con la cabeza - No necesitamos condones.


- Oh, cariño, claro que si. Que por mucho amor y eso, un calentón de una noche no merece un niño de por vida, ¿no?


Y con eso, Joe derrotó a Andy que, sin saber que hacer, se tapó la cara con las manos.


- ¡Joe! -exclamé para hacerle saber que tenía que parar - Andy y yo no íbamos a...


- Que ya lo se, tontos -se carcajeo. Posó una mano sobre el hombro de la muchacha, dándole palmaditas amistosas para tranquilizarla -. Era una broma, una broma. No te habré espantado mucho, ¿no?


- Un poco -dijo ella, apartando las manos de su cara.


- No te preocupes -le dijo en tono de confidente -. No es por ti, es solo porque quería meterme un rato con Zacky.


Ella levantó la mirada para clavarla en Joe, examinando si lo decía era verdad y solo había sido una mala broma dirigida hacia mí. Cuando él le guiñó un ojo, Andy comenzó a relajarse.


- De todas formas, ¿cómo es que estás aquí a estas horas? -me preguntó entonces.


- Estaba lloviendo, así que pensamos que sería mejor venir aquí.


- Oh, entiendo. Yo solo pasaba a por una muda de ropa.


- ¿Una muda? -levanté una ceja.


- Digamos que Teddy y yo ya no somos solo amigos.


- ¡Así que el chico del super tenía nombre! -exclamé, alzando los brazos.


Tras un par de risas, una disculpa por parte de Joe y un par de paseos por toda la casa, mi compañero nos abandonó de nuevo, dejándonos completamente solos. El ambiente, que antes había sido tan fluido e intenso, parecía haberse enrarecido.


- ¿Quieres tomar algo? -pregunté, tratando de romper el silencio.


Ella negó con la cabeza, los ojos fijos en la puerta por la que acababa de desaparecer Joe. Ya no jugueteaba con el borde de la camiseta, pero seguía aferrada a ella, como una niña asustada. Con un movimiento delicado me coloqué en el brazo del sofá donde ella estaba sentada, justo a su lado. Traté de calmarla acariciándole la cabeza, dejando que mis dedos se entretuvieran con algún que otro rizo, bajo los atentos ojos que me miraban inquisitivos.


- ¿Le has hablado de mí a tus amigos?


- Algo -mentí.


- ¿Por qué? -preguntó, como asustada.


- No lo sé -me encogí de hombros -. ¿Necesito una razón?


- Siempre hay una razón.


Me acerqué un poco más a ella, notando como se relajaba poco a poco, cada vez más con cada caricia. Andy cerró los ojos cuando mis dedos rozaron su mejilla, de nuevo como si el tacto entre nuestras pieles fuera una sensación exquisita.


- Quizás lo hiciera porque eres importante para mí -y eso no era mentira.


Abrió los ojos de nuevo y volvió a morderse el labio. Aunque ya no estábamos los dos solos en mi cuarto, y aunque Joe acababa de pasar por el apartamento como si fuera un huracán, aquel magnetismo que parecía atraernos volvía a cargar el ambiente. Andy tiró del cuello de mi camisa para acercarme aún más y dejó un rápido y casto beso en mi mejilla, para mirarme después de aquella manera contrariada, entre avergonzada y decidida. "¿Pero cómo puede ser tan adorable?". Esta mujer iba a acabar conmigo...




Tras algunas horas entre conversaciones varias, besos y caricias torpes, ambos recorrimos el camino que separaba el hogar de uno y el de otro. Aquella vez, al salir del apartamento, Andy me cogió de la mano, entrelazando sus dedos con los míos. Miraba hacia el frente, tan indiferente como podía, aferrando con la mano libre la carpeta como si de ello dependiera su vida. Aún no había amanecido para cuando alcanzamos nuestro destino, por lo que nos sentamos en las escaleras exteriores. Andy recostó su cabeza sobre mi hombro, sin soltar el agarre de mi mano.


- ¿Qué es lo que ha pasado? -preguntó ella en un susurro.


- Que nos hemos dejado llevar. ¿Te arrepientes? -dije, no sin miedo a una afirmativa.


Pero ella negó categóricamente, haciendo aún más presión contra la palma de mi mano. Volvió a erguirse para mirarme a los ojos.


- Pero no sé en qué lugar nos deja esto -susurró.


- ¿Hace falta ponerle nombre? -sonreí, tratando de quitarle hierro al asunto.


La realidad era que me encantaría que pudiéramos tener una relación, poder llenarme la boca al decir que era mi novia, que era mía. Pero, ¿era necesario? Andy apenas salía de su casa y se comunicaba de forma normal con el resto del mundo. Proponer la idea de una relación sería demasiado. Ella me miró durante un largo momento, como sopesando realmente si había necesidad de ponerle nombre a nuestra "situación" o no. Finalmente negó, recostándose de nuevo contra mi hombro. Era reconfortante sentir el peso de su cuerpo contra el mío, el calor de su piel.


- Entonces... a partir de ahora no tengo que contenerme para nada, ¿verdad?


- Exacto -asentí.


- Si quiero tocarte, o besarte, o...


- Sí -volví a asentir.


- Supongo que así está bien, entonces.


Tras algunos minutos más así, decidimos que era hora de despedirse. Esperé mientras Andy abría la puerta lentamente, aprovechando cada segundo de su presencia, como si necesitara reservas para aguantar hasta la siguiente noche. Desde fuera, pude atisbar un pasillo lleno de fotografías. Entonces Andy se dio media vuelta para volver a obsequiarme con uno de esos fugaces y tímidos besos.


- Hasta mañana -dijo con voz queda.


- Hasta mañana -susurré mientras cerraba la puerta.


Caminé con rapidez de vuelta al apartamento, con la única idea de tumbarme en mi cama. Las mantas estaban ligeramente arrugadas y todo lo que había tocado su cuerpo olía a ella. Me deje embriagar por los recuerdos y, por primera vez en la noche, fui realmente consciente de lo que acababa de pasar.




- 9 de Julio de 2014 -



La oficina estaba más alborotada que de costumbre (lo cual ya era mucho), y a apenas dos horas de empezar la jornada ya estaba deseando acabar. Pero el día se presentaba insufriblemente largo, con varios interrogatorios y papeleo por delante. A eso de las diez de la mañana recibí un mensaje de Allen que anunciaba, de manera un tanto presuntuosa, que "entraría a trabajar" en una hora. El descubrimiento del día anterior sobre la relación entre Montgomery y el que el chico de la librería retumbaba en mi cabeza cada vez que captaba por el rabillo del ojo el dibujo de la puerta del despacho del jefe.


- Agnes, cielo -dije pegada al teléfono -. ¿Podrías buscarme todos los informes sobre la estancia en el hospital de los Prescott? Quiero saber a que hora llegaron, qué médico los atendió, qué comió la enfermera encargada...


- Lo pillo -contestó ella, risueña -. Ya lo tienes en tu ordenador. De nada.


Adoraba a esa mujer. Mientras inspeccionaba atentamente los documentos que diligentemente me había mandado Agnes, un sonido me sacó de mis pensamientos. Un vaso contra la mesa. Alcé los ojos para encontrarme con un Allen terriblemente atractivo, con su sonrisa torcida y sus ojos verdes mirándome con diversión. Llevaba un café en la mano, y sobre la mesa había depositado otro para mí.


- ¿Por dónde empezamos, "compañera"? -dijo, tomando asiento junto a mí.


Tenía que admitirlo. Allen revolucionaba mis hormonas de una manera en que nadie más lograba hacerlo. No sabía si eran sus ojos, o sus tatuajes, o su cuerpo definido, o su mirada intensa, o su sonrisa pícara, o.... "Concéntrate, Jade, que te pierdes".


- Estaba revisando algunos datos -contesté sin mirarle -. Ya te dije ayer que no hacía falta que vinieras. Te llamaré cuando te necesite.


- ¿Y perderme la oportunidad de ver a doña "soy una poli dura" en acción? No, gracias. Prefiero disfrutar del espectáculo.


- Yo no voy de poli dura.


- Sí que lo haces. Siempre tan seria y recta... Aunque no creas, que ese rollo también...


El sonido de mi móvil interrumpió lo que quiera que fuera a decir. Descolgué mientras le miraba furiosa.


- ¿Jade? -preguntó una chica cuya voz me resultaba familiar.


- Si. ¿Quién...?


- Soy Samanta, la prima de Violetta. ¿Me recuerdas?


Claro que la recordaba perfectamente. Era la única prima de Violetta que me había caído medianamente bien. Alcé las cejas, sorprendida por la repentina llamada.


- Si, claro. ¿Qué pasa?


- Es que hace poco llamaron a mis padres del banco para preguntar por una cuenta bancaria de Violetta o algo por el estilo. Ninguno sabíamos que existiera y pensé que quizás tú tenías alguna idea.


- No, que yo sepa no tenía nada por el estilo.


- Entonces nada, supongo.


- ¡Espera! -me erguí en mi asiento de pronto, sobresaltando a Allen, que casi deja caer el café sobre la mesa - ¿Podrías darme el número desde el que llamaron?


Samanta aceptó, y a los pocos minutos estaba llamando al número pertinente. Habían llamado para avisar sobre el cierre próximo de una cuenta bancaria a nombre de Violetta Butterfly. "La cuenta lleva inactiva desde el día 30 de enero de 2012. Si no se realiza algún movimiento en los próximos quince días, se cerrará por completo la cuenta". Extrañada, me identifiqué como detective de la policía para poder obtener el número de cuenta, cuyos datos me proporcionaría Agnes unos minutos después.


- ¿Qué es eso? -preguntó Allen, acercándose a mí peligrosamente.


- Alguien abrió una cuenta a nombre de Violetta Butterfly...


Mis ojos pasaban lentamente sobre cada una de las letras de la pantalla, buscando cada dato que pareciera relevante. Entonces lo encontré.


- ... antes de que naciera.


- ¿Cómo? -preguntó él, cada vez más cerca de mí, genuínamente interesado.


- Ha estado recibiendo ingresos de de quinientos dólares el día 22 de cada mes, desde abril de 1994. Eso fue ocho meses antes de que ella naciera.


- ¿Quién abriría la cuenta?


- No aparece ningún nombre -contesté, frunciendo el ceño.


- Mil dólares al mes es bastante dinero para una niña -dijo Allen, prácticamente a mi oído.


Sí que era bastante dinero. Y más sospechoso aún era que el último ingreso se hubiera realizado el día antes del asesinato. Aún había dinero en la cuenta, pero nadie se había molestado en reclamarlo, y los distintos depósitos se habían realizado desde casa cada ciudad del país, e incluso del extranjero. Mi instinto no iba mal encaminado: esto era algo más grande que un simple asesinato.





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