POV; Noa
Cuando me desperté y fui al salón no me acordé de que Pablo estaba ahí y me asusté un poco pero bueno hice algo de ruido haciéndome el desayuno. Así que por eso, al rato se despertó.
— ¿No sabes hacerte el desayuno sin hacer ruido? — Dijo muy molesto mientras se estiraba en el sofá.
— Encima, que soy generosa y te hago el desayuno te molestas. — Dije algo molesta mientras ponía el desayuno en la isla de la cocina para luego sentarme yo en uno de los taburetes.
— Espero que esté bueno. — Dijo levantándose del sofá y yo no pude evitar dirigir mi mirada hacia el y le miré de arriba a abajo sin disimular.
— A ver, que quieres desayunar, ¿A mi o a las tostadas con aguacate y zumo de naranja? — Se señaló a si mismo para después, repetir la misma acción con la comida.
— Capullo, prefiero el desayuno. — Dije mirándolo con un poco de desprecio para luego, empezar a desayunar.
Él repitió la misma acción y se sentó a mi lado, seguimos desayunando mientras no parábamos de pelearnos por tonterías pero al final terminamos de desayunar, así que, me ayudó a recoger todo y seguidamente se fue a su casa aunque seguía lloviendo bastante pero decidió irse.
Yo, en cambio, empecé a arreglarme ya que por fin era viernes y era mi último día de clase de la semana, me terminé de arreglar y cogí mi cartera ya que luego me tendría que comprar el almuerzo.
Agarré mi mochila y salí por la puerta de mi casa camino a la universidad como todos los días, hoy tenía examen así que, de camino a la universidad fui repasando los apuntes que llevaba en una mano.
Llegué a la universidad y me acerqué a saludar a mi mejor amiga Clara, que como se fue de erasmus a Roma, volvió el otro día pero no pudimos quedar y hoy por fin la he vuelto a ver.
— ¡Clara! — Grité con entusiasmo mientras corría hacia ella dejando mi mochila encima de mi mesa y la abracé. --Como te he echado de menos. -- Dije en un pequeño susurro sin dejar de abrazarla.
— Y yo Noa, se me ha hecho eterno.— Dijo ella sin dejar de abrazarme tampoco.
De repente vino la profesora de Inglés para empezar a dar su clase. Después de unas cuantas clases sonó el timbre para poder ir a la cafetería de la universidad y poder comer, Clara y yo fuimos juntas y después nos sentamos en un pequeño banco que había en el patio interior de la universidad y empezamos a comer lo que habíamos comprado mientras le contaba lo que me había estado pasando incluido lo de Pablo.
— ¡Que me dices tía, que capullo! — Dijo con toda la razón del mundo.
— Si la verdad pero bueno, no es feo pero, es un idiota una cosa no quita la otra. — Dije mirándole mientras comía un poco de mi sándwich.
— Yo conocí a un chico español que también estaba de erasmus en la misma universidad que yo solo que su habitación no estaba muy cerca de la mía pero era guapísimo aparte vive aquí en Barcelona solo que es de Canarias y lo mejor es que, ¡Es futbolista del Barça! — La última frase la destacó con mucha ilusión.
— ¡Ostias Clara! — Dije bastante sorprendida por lo que dijo mi amiga.
— Hoy creo que quedaré con él por la tarde, si pasa algo te llamo. — Me dijo contenta.
Seguimos hablando hasta que se hizo la hora de volver a clase y nos tocó volver a sufrir pero por un rato más hasta que volvió a sonar el timbre avisando que podíamos irnos, así que, me despedí de Clara con un abrazo en la salida y cada una se fue por su lado. Después de un buen rato estaba en casa ya con mi pijama puesto cuando de repente recibí una videollamada de mi madre.
— Hola cariño, ¿Como estás mi niña? — Me habló mi madre con dulzura.
La echaba muchísimo de menos.
— Hola mamá, la verdad muy bien, hoy por fin he visto a Clara que ya ha vuelto. — Dije con algo de ilusión.
— ¡Qué bien! Cuanto me alegro corazón. — Me dijo sonriéndome y yo le devolví la sonrisa.
Después de eso seguí hablando con ella demasiado tiempo ya que tampoco tenía mucho que hacer y aparte echaba de menos hablar con ella, también, hablé con Clara que estuvo contándome todo lo que había pasado cuando quedó con el chico que conoció en el erasmus, fueron tantas cosas que no me acuerdo ni de la mitad.
Eran más o menos las ocho menos cuarto de la noche y decidí terminar algunos trabajos de la universidad adelantados para la semana siguiente.
De repente me llamó un número oculto y decidí no cogerlo pero no paraba de llamar así que finalmente lo agarré.
— ¿Quién es? — pregunté en un tono molesto.
— Soy yo rubia, tranquila. — Dijo una voz que reconocía perfectamente.
Rubia.
— ¿Para que llamas? — Pregunté mientras ponía el modo altavoz para escucharlo ya que estaba limpiando algunas cosas de la casa.
— Solo quería saber cómo estabas, hace mucho que no hablo contigo. — Respondió pero yo no conseguía entender como había conseguido mi número.
— Estoy bien, gracias, desde que no estás aquí mejor. ¿Como has conseguido mi número? — Pregunté con mucha curiosidad.
— Eso no te lo puedo decir rubia, es información secreta. —Dijo con un tono de superioridad que yo noté.
— ¿Puedes parar de llamarme rubia? — Dije bastante molesta aunque en el fondo muy fondo no negaba que no me gustase ese apodo.
— Se que te encanta deja de fingir, aparte, si eres rubia ¿Porqué no puedo llamarte así? No te voy a llamar morena si no lo eres. — Respondió.
En realidad tenía razón pero me negaba a admitirlo.
— Oye a lo que iba, necesito pasarme por tu casa creo que me dejé mi sudadera en el cuarto de baño cuando me duché allí. — Dijo él otra vez ya que no escuchaba respuesta por mi parte.
Yo me levanté y fui hasta el cuarto de baño donde él se duchó anteriormente y vi que su sudadera seguía apoyada en el váter que estaba cerrado.
—Si, aquí está. — Dije viendo la sudadera desde el marco de la puerta.
— Bueno, pues si eso hoy más tarde o mañana me pasaré, así te podré ver. — Dijo mientras yo agarraba la sudadera y me volví al salón para sentarme en el sofá y dejar su sudadera ahí también.
— Deja de decir esas cosas que pareces mi primer novio, un empalagoso total. — Dije con un tono de desagrado.
— Bueno, después pasaré a verte rubia no seas muy impaciente si no voy hoy espera hasta mañana. — Dijo él y rió levemente.
Esa risa.
— Adiós pesadilla. — Dije y esperé a que él se despidiese para poder colgar.
— Adiós pesadilla. — Me repitió con una voz más aguda ya que estaba intentando imitarme, todo eso lo dijo riendo.