LO MEJOR ES CALLAR: Deseo de...

By GE03032003

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[+18] «Quien dijo que los secretos se sepultaban para siempre, no tuvo que haber vivido lo suficiente como pa... More

SINOPSIS
EPÍGRAFE
PRÓLOGO: «Un lugar de ensueño»
CAPÍTULO 01: ¿Y qué nos queda, entonces? Rezar porque muera
CAPITULO 02: Era un plan perfecto
CAPÍTULO 03: ¡Están en mis manos!
CAPITULO 04: Tan letal como su bella inocencia
Capítulo 05: Encantadora homicida
Capítulo 06: Obra y gracia de Dios
Capítulo 07: Yo soy ese Dios
Capítulo 08: Es tu novio, no tu fiel cómplice
Capítulo 09: Surgió "Él Misterioso"
Capítulo 10: Hora de sentir miedo
Capítulo 11: Triángulo del juicio
Capítulo 12: Tenía que morir
Capítulo 13: Juego de roles I
Capítulo 14: Juego de roles II
Capítulo 15: Color "rojo funeral"
Capítulo 16: Únicos culpables
Capítulo 17: Actos repudiables
Capítulo 18: Carta de seducción
Capítulo 19: Monstruos I
Capítulo 20: Monstruos II
Capítulo 22: Aburrida empatía
Capítulo 23: A por el pez gordo
Capítulo 24: Un cuento del jamás
Capítulo 25: Punto de conexión
Capítulo 26: En territorio enemigo
Capítulo 27: ¡Pobres mártir!
Capítulo 28: La Cabaña Benson
Capítulo 29: Otros macabros secretos
Capítulo 30: Dichosa victoria
Capítulo 31: Desdichada impunidad
Capítulo 32: Aciertos inciertos
Capítulo 33: Trágica imprudencia
Capítulo 34: Instintos aterradores
Capítulo 35: Bienvenido al club de la muerte
Capítulo 36: Sin un cadáver no hay homicidio I
Capítulo 37: Sin un cadáver no hay homicidio II
Capítulo 38: Apostando por el más ingenuo I
Capítulo 39: Apostando por el más ingenuo II
Capítulo 40: Héroes sin capa, ni poderes
Capítulo 41: Parece ser el fin
Capítulo 42: Os' dejo en libertad
Capítulo 44: El putrefacto sabor de la verdad
Capítulo 45: Mentiras que condenan
Capítulo 46: Mentiras que matan
Capítulo 47: Víctimas de los desaciertos
Capítulo 48: La luz al final del túnel
Capítulo 49: El misterio de una Withworth
Capítulo 50: La deshonra de la Familia Smith
Capítulo 51: ¡Feliz Navidad!
Capítulo 52: "Mejor uno que dos"
Capítulo 53: Tres metros bajo tierra y fin del cuento
Capítulo 54: Prefiero verter morir con la incógnita
Capítulo 55: Callar siempre es mejor
EPÍLOGO: «Un lugar de estragos»
Agradecimientos:

Capítulo 43: La escrupulosidad de los secretos

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By GE03032003

El primer día de nieve acobijó fríamente a los íncolas de Heaven Grim. Una mañana con temperatura muy fría, que se estimaba mucho más gélida para las próximas horas y días. Pero el clima helado era lo de menos, estas épocas del año eran las que más amaban las personas; el beso del final y comienzo que dejaba el mes de Diciembre, era lo que todos y cada uno de los habitantes de la ciudad entera, anhelaban desde cada nuevo año.



No obstante, sin tristezas y lamentos nunca se llegaba a subsistir en la vida, por lo cual, la temporada de nevada en Connecticut y sus pequeños pueblos, se encargaba de recordarlo. Cada año eran las causantes de grandes y mayores cantidades de accidentes automovilísticos, a lo que siempre se pedía la mayor precaución en las personas a la hora de conducir. Unos, a veces, eran menos inconscientes que otros, y pasaban por alto lo voraces que se convertían las carreteras congeladas.



Por la tarde del mismo día, Chris salió de casa hacia donde Daniel; una sorpresa esperaba por él en casa de su novio. Ansioso por lo que podía ser que guardaba Daniel, y carismático con la nieve, Chris tomó su destino sintiéndose como nuevo ahora que podía despertar sin pensar en el Misterioso y sus mandatos. Tiempo después, algo grave ocurrió entre los dos. Lo que debió ser una tarde gélidamente gris, pero de regazos cálidos embelesados de amor, se quedó en una tarde grisácea y fría como tal, que por el contrario, lanzó despiadadas dagas de hielo a la frágil y vulnerable alma adamada de Chris.



Mientras discutía con Daniel en su auto, de camino a casa de Deborah y a una velocidad imprudente, ambos cargaban la inmersión de sentimientos mal hirientes bajo sus semblantes.



-¡Detén el maldito auto, Daniel! -exasperó Chris con una ira pavorosa desde el asiento trasero.



-¡Deberías calmarte primero! -Le gritó Daniel en cambio-. ¡Necesito que te calmes! -pidió.



Chris rompía en llantos, cada vez más y más fuerte. Llevaba consigo una desorción de tantos abrumares, como la traición unida a una púdica negación; la devastación de un sentimiento inmenso, que se enraizaba a su corazón en hileras incautas, sedientas por verter su sangre. Y el sufrimiento de perder una ilusión que abrazó con tanto amor, y que solo se hacía ver en ese momento, como la peor de las utopías.



-No se quién eres. -Apenas Chris podía expresarse, ante los titubeos de su propia voz dolida.



-¡Deja de decir eso, por favor! ¡Me conoces, Chris! ¡Soy yo, Daniel! ¡Tú Daniel! -suplicaba él en ardidos llantos.



-No, tú no eres Daniel Stoker. -Se rehusó Chris-. No eres nada de lo que creí, nada de lo que me hiciste creer... eres mucho peor que un monstruo. -Sus palabras se ahogaron junto al asfixia de su ser.



Daniel secó con su brazo parte de sus lágrimas, resguardando en sus adentros el dolor. Prefirió concentrarse en el camino, sin extender un debate que creyó él que por el caluroso obcecar de sus mentes, no induciría a una comprensión, mucho menos a una conclusión.



-Deja de mirarme así -susurró igual, apenado con la vista en el retrovisor.



Chris solo se mostraba aterrado, perplejito, invidente de la racionalidad. Todo su interior se apretujaba, a tal punto que todo en él se volvía deficiente. Padecía un lento agonizo que no conocía el cesar. Era una muerte sinfín.



Aún más cegado en el aturdimiento de sus sentidos, en su desespero inconsciente por mantenerse lejos del monstruo de Daniel, como él lo llamó. Chris colocó sus manos sobre el volante, obligándole al monstruo a detener el auto sin importar que. Al final, el freno que Daniel improvisó, solo terminó por empeorar todo de la manera más trágica posible. El volante al igual que el freno, dieron un punto en blanco, que hizo al auto expenderse dos metros del duro y sin sentimientos suelo congelado, y dar cuatro vueltas en campanas que terminaron por destrozarlo en casi su totalidad.



Las posibilidades de que alguien sobreviviera a un accidente de tal magnitud, eran escasas, por no decir imposibles...



Para los pocos minutos después, tanto Deborah como Angela, recibieron la peor de las noticias en vísperas de Navidad, por parte de los padres de Chris. Al celular, sus gigantescas lágrimas sin aguardo alguno, rodaron una tras otra y miles tras miles. Un mar de la sal más caótica e insufrible, crearon las chicas a raíz de sus llantos.



Ni desde que empezó la oscura travesía con él Misterioso, nunca vieron su mundo completamente convertido en trizas que se esparcían a un eterno pasaje sin regreso. Jamás nadie creería, que una sola llamada podría arrancar sin piedad y con vehemencia, un par de corazones a la vez.



Salieron al Hospital del pueblo con el peligro de ser la nueva noticia de un trágico accidente automovilístico, pero a pesar de lo descontrolada que estaba Deborah al volante, no corrieron con Angela el mismo destino que su mejor amigo. Al llegar, se encontraron con los padres de Chris y Daniel en la sala de espera; John también ya se encontraba ahí, igual de devastado que todos. Esa sala solo encogía los corazones de quienes estuvieran presentes o pasaran por el lugar; el dolor allí dentro era inmenso.



Gracias a que la ambulancia y oficiales precavidos, atentos más que nunca para esas situaciones, no tardaron en llegar al lugar del accidente, los chicos fueron encontraron aún con vida. Los cuerpos de Daniel y Chris, fueron sacados del auto con cautela. Con lo frágiles que estaban, los podía haber perjudicado más en un minúsculo movimiento erróneo. Sus signos vitales estaban en el casi deceso, y era un gran milagro que llegaran con vida al hospital.



Apenas y recibían noticias los Señores Corewell y Stoker; lo único conocido era que los chicos estaban en intervención quirúrgica. Era la primera vez que los padres de Chris y Daniel se conocían, en un momento tan despiadado de la vida, un sufrimiento tan puro como las injusticias del destino. Ambas familias pasando por un mismo martirio inaceptable, con un amén sobre sus bocas y largas plegarias a Dios, a la vida, a los ángeles, a todo lo cósmico y celestial.



Incesantes horas más tarde, uno de los médicos responsables de las cirugías de los chicos, salió del quirófano. Habló con los padres. Cada una de las cosas que hicieron para salvar la vida de ambos, ayudó hasta cierto punto. Ambos tenían algunos huesos rotos y golpes internos que los afectaron de diferentes formas.



-Pero, Doctor, ¿cómo se encuentran ahora? -preguntó la Señora Corewell perdiendo la calma...



-Daniel está en terapia intensiva -contestó el Doctor, pero un gesto en su rostro resaltaba algo más-. Depende de cómo responda a las operaciones en las próximas horas, para poder dar un diagnóstico más completo de su estado. -Se detuvo para buscar la manera de enunciar lo que aún faltaba-. A pesar de todo lo que hicimos, Chris no corrió con la mismas suerte; sus traumas eran más severos, sobre todo, los que recibió en la cabeza... -El infame rodeo del Doctor estaba muy lejos de ser empático; era cláustrate y consumidor de las neuronas y la impaciencia-. Lamento comunicarles que Chris...



Las miradas lacrimosas de todos girando a través de ellos mismo, se rehusaban a querer escuchar el final. Una vez que el Doctor finalizara con su declaración, todo sería verdad, todo sería un insufrible martirio.



-Ha entrado en un estado de coma -concluyó.



La Señora Corewell desvaneció en brazos de su esposo. -Mi pequeño, no -sus palabras salieron endebles de su boca-. No le puede estar pasando esto, Doctor. Solo tiene dieciséis. -No contuvo sus llantos desahuciados, unidos a los de su esposo quien se imponía ser más fuerte.



Daniel había tenido una severa hemorragia interna en el baso, a causa de la presión que ejerció su cinturón de seguridad, por suerte pudieron salvar el órgano; a más de algunos golpes en su cabeza. Chris por el contrario, fue quien presentó más problemas en la sala de operación, a parte de la múltiples rupturas de huesos, perdió parte de su hígado por una pequeña pero mortal laceración, a raíz de un pedazo de metal incrustado en su abdomen que rasgó el órgano, por suerte no empeoró. Presentó varios traumas en la cabeza, uno de éstos muy peligroso que de igual forma fue también un caso de suerte mediante la intervención.



Angela se retrocedió con cortos pasos, alejándose de a poco de aquella sala, como si huyera de la noticia que acababa de dar el Médico. Dio media vuelta, de frente corrió con todas sus fuerzas hasta salir del Hospital. Afuera, se detuvo a mirar la oscuridad del cielo, sus labios flagelaban ante la dureza que pretendía tener. De la fuerza opuesta entre lo que su corazón quería y su mente no, su rostro parecía sufrir una tensión, pero su mente no venció a su corazón y se dejó llenar en lágrimas una vez más. Su estómago se desgarraba y su pecho dolía, no podía parar de llorar. Lo sentía como un maldito y despiadado karma, recordando cuanto deseó la muerte de Dave Williams, cuando éste se encontraba en coma.



Deborah ni se había percatado de la huida de Angela, se había aferrado tanto a la presencia de John, que lo tomó como su fiel y constante apaciguador al sentimiento de su propia muerte que sí misma parecía estar viviendo. Hasta ella no evadió sentir que el padecimiento de Chris era como un castigo divino, por alguna vez desearle la muerte a alguien que se encontraba en su mismo estado. No quería pensar en lo peor, pero le era imposible, más aún al relacionarlo con el equilibrio de lo que era el maldito karma. Se rompía cada parte de su ser.



Estando aún afuera, devastada, sin encontrar un poco de calma, ni considerar el frío que la embestía con furia. Enfrente de sí, escuchó decir: -Angela, lo siento mucho.



Su cabeza estaba agachada ante el piso, viendo solo los zapatos de cual hombre se presentaba de la nada ante ella, pero reconoció la voz.



-¿Qué haces aquí? -preguntó al levantar la vista. Era él Oficial Banner.



-Perdón por aparecer así. Te llamé, pero no contestaste -dijo él tomando asiento a un lado de Angela, sobre cuya banca de metal color gris en la que se encontraba. El patio asfaltado ya había perdido su camino, al estar cubierto de toda la límpida cruel nieve.



-Lo olvidé en casa -aclaró ella con la mirada profundamente entristecida.



Balanceó su cuerpo hacia Harry, quien no dudó en tomarlo y escudarla en su pecho. Se abrió paso a continuar llorando, con cada segundo parecía dolerle el doble la situación atravesaba, no le importó empapar a Harry con sus lágrimas y se consoló en él.



-Está en coma, Harry -mencionó Angela-. Las personas no suelen despertar de ese estado. Sufrió grandes fracturas en su cabeza, él no se lo merecía. -No descansaba sus expresiones-. No se supone que después de la tormenta aparezca un estúpido arcoíris, esto es peor que injusto. -Con cada palabra se entonaba una desorbitante tristeza, con una extraña mezcla en la que se envolvían con sus llantos. Escucharla era desgarrador.



-¡No hay que perder la esperanza! ¡Me oyes! -exclamó Harry asegurándose de abrazarla con fuerza.



-Es lo que intento buscar en un mundo tan amplio y crudo como éste que me ha demostrado de distintas maneras, que para saber lo que es ser un humano, debes perder y sufrir a la vez por lo que quieres o amas.



-No, Angela. No sólo las cosas que te arrebata la vida te hacen comprender la humanidad. -Le disertó Harry afligido por la situación-. El amor, la felicidad, la esperanza, las pequeñas cosas buenas también son parte de lo que te hace ser humano.



-En mi vida, hace mucho que los buenos momentos pasaron a un segundo plano -explicó Angela.



-¿Estás segura de eso?



-¿No lo ves? Estas es mi vida de mierda, dolor tras dolor. Hace poco creí que ya no tenía lágrimas ni para llorar, pero no, siguen habiendo millones de ellas, para cientos de malos amargos momentos más.



-No todo puede ser tan malo -buscaba Harry la forma de darle una cabida a la esperanza en el corazón de Angela. Ella estaba dando ya por hecho que lo peor llegaría para todos.



Angela se había olvidado de eludir el contactó visual con Harry, como antes lo había estado haciendo. En ese momento en el que se olvidó de evadirlo, era cuando sus ojos estaban hinchados de tanto llorar, su cabello desabrido, su rostro enrojecido, su rímel derramado. Cuando su aspecto físico era irónicamente el peor.



Para Harry, tal vez le pareció lo más natural que ella podía llegar a ser y verse. Por lo que no le importó besar tales sublimes labios, ensalzados en piscas de sal por los residuos de lágrimas a su alrededor. Todo se hizo un agravado silencio, en la que era hasta ese entonces, la noche más fría del año. ¿Realmente estaba sucediendo? Angela y el Policía consistente de la verdad, compartían más de lo que creían. Un sentimiento en medio de un dilema que partía de la moral, el cual ellos aún no ponían a prueba.

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