☯ • Tʜᴇ Gʀᴇᴇɴ Cᴜʀsᴇ || Ninjag...

By EveriDess

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Quizás Morro no ocultara un lindo pasado. Pero Lloyd tampoco lo hacía. El primero, ninja en entrenamiento y ú... More

☯ • Fade Away
☯ • Unique Action
☯ • Where they came from
☯ • Tártaro
☯ • Blindness

☯ • Broken souls

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By EveriDess

Tanto tiempo o.O
Espero no se pierdan en la narración. Intenté entrelazar los diálogos y pensamientos lo mejor que pude -u-

○  •  • ♋︎ •  •  ○

Lloyd se aferraba al abrigo y caminaba a un lado del chico, atento a sus palabras y a sus movimientos, alerta a cualquier indicio de peligro. No se dignaría a confiar en alguien de un segundo a otro, a pesar de lo que le había brindado.

Notó el cambio repentino en su voz al mencionar el refugio. Quizá era malo, o tenía malos recuerdos de allá. Eso hizo dudar a Lloyd.

—Eres un ninja —dijo. Lo cierto es que no sabía cómo dirigirse a personas que no lo insultaban, sino que lo ayudaban. ¿Debía ser cortés o no bajar la guardia? Prefería ser de pocas palabras. Su dialecto incontrolado muchas veces lo metía en problemas—. ¿Cómo te llamas?

Lo tomó por sorpresa.

El ser llamado ninja era algo que no pasaba mucho, aparte de que él se autoproclama a sí mismo de ese modo.

—Casi. Estoy en formación para ser un ninja: el más joven y, a su vez, con la mayor experiencia —dijo con cierto orgullo—. Me llamo Morro —continuó—. No poseo apellido así que no es difícil de aprender.

Pareció quitarle importancia y siguió caminando. El niño se volvió un poco más distante ante la arrogancia. Fue decepcionante. Quizá sólo estaba bromeando, pero dado su experiencia era un mensaje que había recibido toda su vida: soy mejor que tú.

No debería ser algo molesto, pero de alguna manera le afectaba. Lloyd se enojó consigo mismo por tener un pensamiento tan débil como para sentirse ofendido por eso. A final de cuentas, un poco de arrogancia no dañaba. Pero... vivirla cada día... Estaba cansado de eso.

—Pero... tendrías que recordarlo; pronto, seré un gran ninja —Morro sonrió con suficiencia, colocando sus manos en su cintura—. ¿Qué digo?, el mejor —su sonrisa se amplió de manera arrogante y luego río ligeramente.

Lloyd se quedó en silencio.

–Cuál es tu nombre, pequeño futuro fan?—colocó las manos tras su nuca y caminó en reversa frente a él.

Lloyd no lo miró a los ojos, pero sí observó con cuidado los gestos de sus manos. Incluso reparó en el extraño mechón verde que su cabello adornaba.

—Lloyd —dio su nombre sin convencimiento—. Tampoco tengo apellido.

Se negaba a mencionarlo. En especial... a un ninja, aunque estuviese en entrenamiento. Morro, el ninja del viento; la conclusión de Lloyd fue que era bondadoso, quizá algo egocéntrico, pero peligroso. Prefería no bajar la cabeza.

—¿Lloyd? Vaya... eres el segundo Lloyd que conozco... —dijo Morro con diversión—, pero no creo que seas igual de problemático.

El niño miró a otro lado, pensándolo.

¿Otra persona llamada Lloyd? Jamás había escuchado su nombre en otro chico. Era lo bueno, que no se repetía. Aunque, claro, una clara desventaja de ello era que, si alguien lo delataba por su nombre, jamás podría culpar a otro con el mismo; a Brad le funcionaba bastante eso.

Eso sólo le significaba una cosa: había oído de él, seguramente por el hombre que el apellido le había heredado. Debía, entonces, mantener la boca cerrada.

¿Que era problemático? Claro que sí. Hacía tiempo le había dejado de importar el nombre, aceptándolo como una dulce verdad –una dulce verdad para él–. Si el chico del viento iba tan relajado junto a él no sabía a lo que se enfrentaba.

Así que Lloyd sólo siguió caminando, perdido en sus pensamientos mientras pensaba en cuánta nieve más caería. Quizá, si lograba algún día abrigarse un poco más, la disfrutaría algún día.

Morro sonrió, pero se detuvo al ver un callejón y su sonrisa vaciló.

Cuando se detuvieron, Lloyd miró hacia el mismo lugar. Luego volteó a ver su expresión; era sombría. Lloyd se preguntó si debía hacer algo, si quería hacerlo, pero... no sabía cómo apoyar. Lo único que Brad hacía –el que se quedaba a su lado la mayoría del tiempo– cuando Lloyd estaba decaído era morderlo, diciendo que se concentrara en otra cosa, en el dolor. Funcionaba la mayoría de las veces.

Lloyd miró el brazo del chico, pensando en si morderlo funcionaría también.

El viento se había detenido por completo, como si el tiempo se hubiera detenido, y luego de un par de segundos volvió a soplar.

Sin más, Morro continúo el camino hacia la tienda. Lloyd se resignó a seguir caminando.

—... Es difícil —murmuró Morro; su vista estaba clavada en el suelo.

Lloyd miró a Morro.

—¿Qué es difícil? —ladeó la cabeza y frunció el entrecejo.

Morro notó con su pregunta que había mencionado eso en voz alta. No podía evitar recordar la razón por la cual había aceptado entrenar con Wu...

No podía evitar sentirse culpable...

Suspiró nuevamente y negó con la cabeza, no servía entristecerse por algo así... No ahora. No cuando debía seguir.

—¿Te gustó la cena? —preguntó vagamente sin mucho entusiasmo.

No parecía importarle que estuviera simplemente con un chaleco en plena tormenta de nieve, dándole prioridad al niño que sabía que realmente temblaba.

—No soy muy bueno cocinando... así que sí tienes una crítica soy todo oídos —habló, retomando parte de su anterior fuerza.

El niño escuchó la otra pregunta y su expresión cambió. ¿Si le gustaba algo o no era motivo de su preocupación? ¿Realmente importaba eso?

—La cena... me gustó. Así está bien.

Por no decir más, había sido lo más delicioso que Lloyd había comido en toda su vida (tal vez después del chocolate caliente robado).

Al ver qué rápidamente logró cambiar el tema, Morro se tranquilizó un poco, pero juraría que seguía con los pelos de punta.

No iba a contarle a Lloyd la razón de su repentino cambio de aire o de su pasado... No era necesario... No necesitaba recordarlo...

—Me alegro que haya sido de tu agrado—sonrió esquivando su anterior pregunta—, pero ¿qué es la cena sin postre?—pregunto irónicamente mientras señalaba la tienda iluminada por el cartel.

»Vamos... no creo que quieras mantener más tiempo esa campera que usas de carpa.

Rio ligeramente, tratando de no incomodarlo, simplemente le parecía muy chistoso ver lo distintas que eran sus dimensiones.

–Si nos tardamos más capaz se acaben los malvaviscos –guardó nuevamente sus manos en los bolsillos y camino en reversa a la tienda–... y no pienso compartir los míos –rio con malicia y diversión.

Eso era raro...

Nunca actuó así con nadie...

¿Por qué no sentía tantos nervios hablando ahora?

Podría ser porque era un niño... no veía amenaza alguna en él.

Capaz porque se identificaba y a su vez, eran contrarios... el niño parecía tranquilo y firme a pesar de lo que vivió.

Ojalá pudiera haber sido así... pero no sabría si con esa personalidad hubiera sobrevivido.

No podía cambiar su pasado, era inútil... en teoría podría pedirle ayuda a Krux... pero no confiaba en él...

Y si resolvía su único pecado... Nunca buscaría mejorarse...

¿Eso era malo? ¿Saber que podría cambiar pero no hacerlo únicamente para seguir mejorando?

¿Usar la muerte de alguien como impulso?

Era la única razón por la que decidió ser un ninja... y era capaz de regresar, arreglar su error... y negarse...

Eso le dolía.

"De los errores se aprende." "Del dolor la fuerza."

¿Pero por qué su fuerza debía ser su pérdida...?

Capaz era esa la respuesta...

Se encariñó con Lloyd... porque le recuerda a quien perdió...

Lloyd, por su parte, sonrió ante la idea de malvaviscos. Le gustaba todo lo que fuese dulce; ¿qué decía?, lo adoraba. Sí, bueno, lo ponía hiperactivo, pero eso era problema para los demás, no para él (al menos las primeras horas).

A Lloyd le parecía extraña la manera en la que el contrario hablaba, con tanta naturalidad que podía lanzar bromas al aire. No sabía si era descaro o qué quería hacer con él. Desconfiaba profundamente... a pesar de que Morro había hecho más por Lloyd en una noche que alguien en toda su vida.    

Lo dejó pasar y trató de estar alerta sin importar su cansancio, tratando de no molestar más de lo que había molestado.

Apretó el agarre a la campera, sintiendo el sueño que tenía, ahora que su cuerpo había dejado de sobrevivir al frío y al hambre.

«Y no pienso compartir los míos.» Lo pensó unos segundos.

—¿Te quedarás... conmigo? —preguntó sin dar indicio a una sola emoción. Confusión y curiosidad, pero un poco de tristeza también. Significaría que tenía más tiempo para mostrar sus problemas y sus rarezas a la única persona que le había brindado algo.

Morro captó la pregunta e inmediatamente sus pensamientos y el mundo real parecían entrelazarse.

Agh, ¿por qué justo ahora?

Su cara no demostraba emoción alguna pero realmente estaba dolido por aquellas palabras...

Lloyd no era él ni quien perdió...

¿Estaba mal compararlo? ¿Estaba mal querer cambiar su destino?

Asintió luego de unos minutos, nuevamente suprimiendo esas idea para poder brindarle alguna respuesta.

—Me quédate el tiempo que me permitas... — dijo recuperándose un poco del golpe de melancolía–. Y el que se me permita —murmuró lo último para sí mismo, mirando el cielo.

Esperaba con toda su alma que Wu lo perdonara por no avisar...

Lloyd sintió el impulso de preguntar el porqué, pero tenía miedo a la respuesta. Quizá le había dado lástima; era la única alma que se había dignado a brindarle ayuda.

Además, el chico se veía triste y distante. Lloyd, tratando de saber qué pasaba con él, notó entonces las pequeñas cicatrices que Morro tenía a lo largo del cuerpo, signos de una batalla anterior, no precisamente reciente. Había dicho antes que era un ninja joven: su pasado había sido escrito y seguramente no era lindo.

Lloyd torció la boca en un gesto de desagrado. Qué desperdicio encerrarse en el pasado. Sí, el niño era joven, sólo había vivido nueve años, pero tenía tanto por lo que lamentarse que no valía la pena ver que su situación podía ser mejor.

Prefería ver el presente. Aunque muriera de frío y de hambre día con día, tenía un cuerpo fuerte que aguantaba cualquier cosa. Además, estaba su maldición, que lo protegía en los momentos en los que sentía más miedo, aunque costara mucho mantenerla bajo control. Tenía un techo al cual regresar en los peores casos, y el carácter fuerte que no todos tenían.

Además, de dirigía a un lugar —con suerte— cálido y con comida. Podía robar algunas cosas, un par de abrigos, y salir de allí. Ver cosas nuevas, tocar nuevas texturas.

Su preocupación ahora era dormir. Mañana causaría estragos, hoy había sobrevivido, y eso era suficiente.

—¿No volverás a tu casa? Tendrás muchos termos para elegir —sonrió ante su propia broma, un poco atontado por el sueño. Era lo que odiaba de la noche: era el único momento del día en el que todo estaba tranquilo, pero el sueño siempre le ganaba. Además, por alguna razón (quizá porque estaba oscuro, porque ya no había tantos estímulos que lo abrumaran), era más susceptible a decir la verdad, a decir lo que sentía, y era algo que odiaba.

Como si la noche fuera la última que viviría, a veces miraba atrás y se arrepentía de lo que hacía. No era algo lindo. Sólo se entristecía antes de volver a robar. Y así lo mismo. Por eso le parecía un desperdicio total el mirar atrás. Robar era lo único que lo mantenía vivo; mentir era lo que lo hacía sobrevivir, ocultar sus debilidades.

Lloyd lanzó un bostezo, temblando un poco al hacerlo —cuando tenía frío y bostezaba solía temblar—.

La vista de Morro estaba en las nubes, tan alejadas como sus pensamientos... como él mismo.

"¿No volverás a tu casa?" La pregunta era razonable... y la respuesta muy obvia... sí, iba a volver... a su debido tiempo.

Pero sólo guardó silencio viendo el camino emblanquecido, absurdo silencio que decidió armar.

«Tendrás muchos termos para elegir.» Morro lo miró tras oír su risa entre dientes... ¿Se estaba forzando?

Sus párpados y su visión parecían agotadas, siendo claro indicio de su cansancio... pronto se quedaba atrás en sus pasos y más que un acompañante parecía un perrito seguidor.

—Quier... —se detuvo en su andar y en su hablar tras escuchar su suave bostezo que le hizo temblar.

Hacia frío... sino fuera por la nieve no se habría percatado de ello.

Después de bostezar, el niño atisbó con curiosidad cómo Morro observaba la nieve, como si no se hubiera percatado de que estaba nevando, como si el frío no le helara la sangre, evidenciando la caída de ésta.

Lloyd frunció el cejo, inclinando un poco la cabeza. Qué tonto; quizá tierna su reacción, pero era algo extraño que no hubiera percibido la nieve.

Lo dejó pasar. Morro esperó a que lo alcanzará y se hincó. Él no sintió el impulso de dar un paso atrás, como si todo estuviera bien, como si fuera alguien digno en quien confiar. Era algo nuevo, que sólo le había pasado con él. Dos veces en pocas horas... no era buena señal. Jamás era bueno si empezaba a confiar en lo demás. Siempre terminaba igual: con una herida que sólo se abría más y más.

Lloyd se preguntaba por qué no era capaz de vivir simplemente solo, sobrevivir sin ayuda. Su semblante, sin embargo, debido a sus esfuerzos, era desfavorable aun así.

—Tengo más termos... —Morro empezó a abrochar bien los botones de su abrigo—. Pero no gozaría de tu compañía —sonrió tras terminar de colocarle correctamente el abrigo.

Lloyd lo observó.
Nadie era tan bueno.
¿Qué tramaba?
Sin embargo... Lloyd se sentía demasiado propenso ahora. Lo necesitaba... aunque no había respuesta ante el porqué él deseaba la compañía de un niño que no tenía nada más que aportar que problemas.

Morro permaneció sonriendo tranquilamemte. Una sonrisa que dejó su nitidez al divisar el rostro de Lloyd más de cerca. No había notado que había un olor muy familiar pero inquietante... su frente y algunos mechones manchados con sangre. Su cortada: la única herida que estaba expuesta por encima de su ropa.

El menor no dijo nada. Mantuvo su calma.

La impresión de Morro sólo fue interna porque su aura calmante no se desvaneció; se apuró en reincorporarse y en entrelazar su mano con la del niño. Y empezaron a caminar.

—Entremos —dijo Morro, ahora a su costado y avanzó a la tienda sin adelantarse... sólo seguía su ritmo.

A Lloyd no le dio tiempo de procesar lo que había sentido... el calor de una mano con la suya era algo nuevo. No lo agarraba con fuerza bruta como hacían sus profesores, sino que era un agarre gentil que le permitía sentir la suavidad de la piel ajena contra la suya.

Lloyd sintió un cosquilleo en el brazo. Apretó la mano, dispuesto a no soltarse. ¿Qué era esa sensación de comodidad? Estaba mal... No debía encariñarse. No.

Lloyd movió su pulgar para acariciar la mano de Morro, curioso por la sensación que le daba, y siguió caminando sin decir una palabra.

De nuevo, haciendo caso omiso a su instinto, siguió al ninja que podría ser su condena.

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