Ángel
—¡Ángel Para! —Escucho a Celeste gritar pero no tengo ninguna intención de seguir su petición— Nos puedes matar.
Piso el acelerador cada vez más. La adrenalina que provoca mi cuerpo al estar a altas velocidades, me hacía olvidar por unos minutos la vida que me ha tocado vivir. Prefiero hacer esto cuando me encuentro solo, pero ella ha sido la que ha deicidio venir conmigo.
—Ángel espera —Ella me sigue mientras salgo del comedor. No puedo aguantar ni un minuto más al ser humano que tengo como padre.
—Déjame solo Celeste —expreso acelerando mis pasos para alejarme de ella. Ubico la puerta principal de la casa. Solo necesito salir de aquí.
—Nunca te voy a dejar solo —Ella me toma del brazo con fuerza.
Pero no me permito ni siquiera mirarla. Me suelto de su agarre y salgo de la casa. Camino hacia mi camioneta. Necesito distraer mi cabeza con cualquier cosa. Así que no dudo en subirme a esta. Noto que ella también lo hace.
Mis ojos se posan en ella de inmediato, sé que no reflejan amabilidad. Pero ahora mismo solo quiero estar solo ¿Por qué no lo entiende?
—Bájate —grito.
—No.
La seguridad en su voz me hace gruñir.
—Bien, como quieras —Enciendo el auto.
Debí hacer que se quedara en casa, pero estoy tan enojado que ni me pasó por la cabeza en ese momento. La impotencia recorre todo mi cuerpo. No puedo creer que echo de menos a alguien que cada vez que aparece solo me hace sentir como el peor de todos. No sé tal vez lo sea, pero en parte es su culpa. Él no ha estado en mi vida y lo poca presencia que hace, solo es para recordarme que no soy suficiente. No importa lo que me esfuerce para mi padre nunca estaré defectuoso.
Me estaciono en el primer mirador que encuentro. Bajo del auto y cierro la puerta con fuerza. Sé que debo calmarme. Debo de permitirle que tenga este efecto en mí. Mi vista se concentra en las luces de la ciudad; desde aquí se pueden admirar. Por alguna razón que desconozco siempre me han causado paz. Cierro mis ojos al sentir la brisa fresca acariciar mis mejillas. Tomo aire y lo suelto con lentitud.
Cuando vuelvo a mí, miro hacia atrás y logro ver a Celeste llorando a un metro atrás de mí. Siento como mi pecho se oprime, odio verla llorar y más cuando sé que soy el causante de sus lágrimas. Desde que nota mi mirada en ella, se acerca con un poco de temor ¿a mí? pero al estar a solo centímetros de mí, me abraza. En verdad esto es lo que necesito, un abrazo, un gesto, sentir que para alguien soy importante.
Estábamos apoyados sobre la parte delantera de la camioneta, mirando las luces de la ciudad. Siento la mirada de Celeste sobre mí. Ella quiere hablar, la conozco. Suelto un suspiro con levedad no queriendo tener esta conversación.
—Dime ¿qué quieres saber?
—¿Yo? nada —Alarga sus palabras.
Poso mis ojos en ella y noto que ahora mira sus pies mientras juega con sus manos. Es algo que solo hace cuando quiere hacer alguna pregunta, pero no se atreve.
—Te conozco, has esto más fácil para los dos y....solo pregunta.
—¿Por qué golpeaste a Louis?
No puedo creer que Louis va a volver al equipo Basquetbol. Habíamos hecho todo lo posible para tener que interactuar lo menos posible y ahora de repente decide volver al entrar equipo. Él sabe que esto es importante para mí. Mis pies se mueven, camino hacia la salida del gimnasio. Estoy tan sumergido en mis pensamientos que no tengo idea de lo que van hablando Daniel y Bryan. Mi hombro choca con alguien y mis ojos se posan en la persona. Es el amigo de Louis.
—Perdón —Se disculpa con rapidez.
—Mejor trata de fijarte por donde caminas —No hay ninguna expresión en mi rostro.
—Lo hago —Noto la seguridad en su voz —El que debería fijarse eres tú. Este lugar no te pertence deberías dejar de caminar como si fuera así.
Mi rostro se frunce ante sus palabras ¿Qué se creía este?
—Estás muerto—escucho decir a Daniel, el cual lo toma con rapidez de sus brazos para dejarlo indefenso. En un parpadeo todos los chicos hacen una ronda alrededor de nosotros.
—Déjalo, Ángel —escuchó decir a Bryan detrás de mí.
—Oye ¿qué haces? —dice él, intentado de zafarse, pero no lo logra.
—Esto es para que pienses antes de referirte de esa manera a mí.
Cierro mi mano para convertirla en puño y la levanto un poco para mayor precisión. Algo falla, pero no fue la exactitud porque el golpe fue dado justo donde quería, pero no al rostro que quería. Parpadeo varias veces al distinguir que al que he golpeado fue a Louis. Él se ha entrometido entre el chico y yo.
—Solo fue un accidente — explico restándole importancia aquel acontecimiento —Sabes que, aunque tenga ganas de golpearlo, no lo haría.
—Si, pero... —La interrumpo.
—¿Sabes por qué no lo hago?
—¿Por qué? — En sus ojos hay curiosidad.
—No por él, no por lo que piensen los demás, sino por ti.
Sé que lastimar a Louis es como lastimarla a ella y eso trato de evitarlo a toda costa.
—¿Por mí? —Se posiciona en frente de mi — ¿Qué tengo que ver con sus problemas?
—Porque sé que te lastimaría. Créeme que haría lo que sea por ti.
—¿Volverías a hablar Con Louis?
—No —respondo de inmediato.
—¿Pero por qué?
Veo como sus ojos se llenan de lágrimas.
—Porque...—No me deja terminar.
—No me digas que porque no, eso no es una respuesta—Ella limpia sus lágrimas antes de caigan en sus mejillas.
Aprieto mis labios tratando de no sentirme culpable.
—Celeste ha pasado tiempo —expreso acercándome a ella.
—Si lo sé, ha pasado un año, desde que no hablan, pero no se compara si eran doces años de amistad.
—Cele...—digo intentando nuevamente acercarme, pero retrocede.
—No entiendo ¿Por qué no se hablan? sabes que si te disculparas, si aceptaras tus errores, él te perdonaría, pero tú no te acercas y tampoco dejas que él lo haga —El tono de su voz aumenta— ¿Por qué Ángel?
Más lágrimas veo caer sobre su rostro, a lo cual siento como si cada lágrima fuera una aguja que perfora mi corazón, por lo cual duele.
—Cele.
Ella solo niega con su cabeza. Quiero acercarme y abrazarla. Pero en ese momento su celular suena, ella lo saca de su bolsillo y toma la llamada.
—Sí, estoy con él—comenta ella secándose las lágrimas—No te preocupes mamá, ya vamos—dice sin mirarme y se introduce en al vehículo, sin decir nada.
Yo lo hago detrás de ella, el silencio es demasiado incómodo.
Ella es la única persona que siempre está para mi cuando pierdo la cabeza, incluso cuando no quiero que esté. Detesto hacerle daño con mis acciones impulsivas y estúpidas. En todo el viaje de vuelta casa se mantuvo en silencio y eso me mataba, al llegar a casa apago el vehículo, pero no me bajo. Ella tampoco lo hace.
—Cele, entiende...—Me interrumpe.
—¿Sabes algo?
—¿Qué?
—Sueles decir que no te gusta provocar mis lágrimas, pero eso no es cierto. A ti te da igual si lastimas a todos a tu alrededor.
No sale nada de mí, ni siquiera un sonido. No puedo creer lo que ha dicho, pero aún peor no puedo creer que tenga razón. Todos a mi alrededor siempre salen lastimados por mis acciones y sé que algún día me quedaré totalmente solo.
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