Alessio.
Tener un breve descanso de los viajes de las carreras se siente como la gloria, estar viajando de ciudad en ciudad por diferentes países es increíble pero también tan agotador. Pasé casi un mes viajando y no quiero pensar en la cantidad de tiempo que estaré lejos cuando el Gran Premio de Italia se acerque.
Por ahora, tengo el alivio de que las siguientes carreras se llevarán a cabo en Italia, con lo que mis tiempos de viaje se verían reducidos.
Y claro, eso me da tiempo de asistir a las presentaciones de mi chica.
—Espero que hayas cuidado bien de mi hermana —Jacob se coloca a mi lado en los asientos del teatro.
Hoy se llevaría a cabo una pequeña presentación, no es de una gran audiencia pero si la suficiente como para llenar uno de los teatros populares de Milán.
Deslizo mi atención al chico rubio que me observa con los ojos estrechados.
—Comienzo a creer que realmente tienes un serio problema conmigo —expreso —llevo meses saliendo con tu hermana, ¿crees que no voy a cuidarla?
—Bueno, ha habido idiotas que salen años con ellas y aún así no se tientan el corazón para lastimarlas —dice con una sonrisa que está lejos de ser amable.
—Escucha, ya me quedó bastante claro que si llego a ser lo suficientemente idiota como para lastimar a Bella, o me atraviesas el pecho con una de tus espadas de esgrima, o me rompes la cara. Lo tengo, en serio, no tienes que repetirlo.
Jacob permanece en silencio, lo que me da pie para continuar.
—Además, tu hermana quiere que seamos amigos —me encojo de hombros —¿crees que eso pueda ser posible?
—Si, bueno, creo que no es una idea tan mala.
—Jacob comportándose amable —Lía, como recuerdo que se llama una de las hermanas de Bella, nos observa con diversión —es un milagro.
—Mejor no molestes, Li —dice Jacob rodando los ojos.
Sonrío y sacudo la cabeza, luego ellos se enfrascan en una discusión en la que no planeo intervenir.
—Son así todo el tiempo —Antonella les lanza una mirada divertida —deberás tener mucha paciencia si tienes planes de formar parte de esta familia.
—Creo que la paciencia es una de mis mejores cualidades —admito con una sonrisa.
Nuestra conversación se corta por la música que indica que la función está a punto de comenzar, todos nos acomodamos en nuestros asientos y fijamos la vista al frente. Mi atención pasa por completo a la chica que aparece, mi sonrisa se ensancha y tengo que obligarme a mi mismo a comportarme para no gritar y apoyarla desde mi asiento.
Esta vez no baila con Pol pero parece igual de cómoda con su pareja de baile, me mantengo absorto, mirándola danzar y hacer los movimientos con una gracia y elegancia que me mantienen casi hechizado.
Se ve tan perfecta, parece conocer bien su espacio, cada centímetro parece estar en su memoria, sus pasos, saltos, todo es perfectamente calculado.
Bella le hace honor a ser llamada "la princesa de la danza", la gracia y perfección que desprende estoy seguro de que no es tan fácil de conseguir. Creo que la misma clase de nervios que siento cuando la lanzan por los aires, es lo mismo que ella experimenta en mis carreras, no me doy cuenta de la manera en la que mis manos se aferran a los costados de mi asiento cuando ella salta, y solo me relajo cuando su pareja la atrapa en el momento exacto.
—No creo que sea bueno para la salud que casi sufras infartos demasiado seguidos —bromea Jacob.
—Sí, debería ser ilegal causar este nerviosismo —concedo y eso lo hace reír.
Es la primera vez que se ríe con sinceridad, lejos de los gestos sarcásticos y falsos.
La presentación resulta tan perfecta como esperamos, Bella se lleva las ovaciones, y al final del espectáculo, vamos a su encuentro.
Recojo el ramo de flores que he comprado para ella y me reúno con los demás en el espacio que se designa para las familias de los bailarines.
Cuando viene a nuestro encuentro y nos reconoce, su mirada se ilumina. Permanezco algo apartado mientras ella recibe las felicitaciones de sus hermanos, y solo entonces me acerco.
—Al, trajiste flores —dice casi con ternura.
—Claro que sí, eres la bailarina principal —respondo acercándome —¿Cómo no iba a traer flores?
Su sonrisa se amplia mientras viene hacia mí, sus brazos se envuelven alrededor de mi cuello y pronto tengo sus labios sobre los míos.
—Estuviste tan perfecta como siempre —susurro apartándome.
Ella toma el ramo entre sus brazos y puedo ver en sus ojos que mi gesto tiene más significado para ella del que esperé.
—Creo que el tío Ángelo se pondrá celoso de saber que alguien más trae flores —dice Lía riendo —pero no te preocupes, Alessio, que tu secreto está a salvo con nosotros.
—Oh, por favor, dejen de molestarlo —pide Bell pero es evidente que también le divierte.
—Eso es imposible —dice Jacob —planeábamos ir a cenar, ¿se unen?
—Yo no tengo problema —me encojo de hombros —además estoy hambriento.
—Bueno, iré a cambiarme, no me tardo nada —Bell se despide de mí con un rápido y casto beso, antes de correr hacia donde supongo se encuentran los camerinos, permanezco mirando por donde se ha ido con una leve sonrisa en los labios, sin percatarme de que tengo sobre mí la atención de los tres hermanos.
—Oigan —la voz de Lía vuelve a escucharse —¿y qué hacemos si Bella le rompe el corazón a él? Mírenlo, tan enamorado.
Mis hombros se sacuden ante una risa que no puedo controlar, luego, Jacob se une y Antonella también.
—Venga, realmente espero que ninguno le rompa el corazón al otro —advierte —ya hemos tenido suficientes corazones rotos en esta familia.
Pasamos un par de horas comiendo en un restaurante local, no sé en realidad si Bella ha hablado con su hermano, pero ahora Jacob parece mucho más tolerante ante mi presencia.
Bella decide quedarse en mi departamento esa noche, así que pasamos a su casa por un cambio de ropa, y luego conduzco hasta mi departamento.
—Siempre he pensado que tienes un departamento demasiado grande para que solo tú vivas en él —confiesa cuando sale de la ducha.
Su cabello cae sobre sus hombros, y parece de un rubio más oscuro, porta un adorable pijama de conejitos que me roban una sonrisa.
—Marcella me ayudó a diseñar la casa, la idea era que viviéramos juntos por algún tiempo, ella solía hacer fiestas aquí, y yo también a veces. Así que el espacio ayudaba.
—¿No te sientes demasiado solo cuando no hay nadie cerca? —viniendo de otra persona, esa pregunta me hubiese ofendido. Pero viene de mi chica, y sé que la curiosidad en ella es algo natural.
Apaga la luz, y se escabulle a la cama conmigo. Se acurruca contra mi pecho, su mano acaricia la piel de mis hombros y me relajo ante su toque, ya no me molesto en esconderle las cicatrices, y me sorprende lo cómodo que me siento al estar frente a ella, ni siquiera con mi propia familia me siento así, Marcella me vio muchísimas veces porque ella se encargaba de la curación de las quemaduras, pero siempre me sentí incómodo.
Con Bell, no hay incomodidad. Ella no hace diferencias, parece incluso como si ni siquiera le prestara atención. Y eso me hace sentir tan malditamente bien.
—Siempre me gustó tener mi propio espacio —acaricio su cabello húmedo —con el accidente, la cosa se complicó un poco y esto se volvió mi refugio. Me gustaba estar lejos de la atención, de las personas.
—¿Te alejaste de todos?
Es algo que no le he hablado abiertamente, y tal vez es el momento de hacerlo.
—Sí, incluso de mi madre, porque no toleraba que me viesen como una sombra del hombre que fui. Solo toleré la presencia de mi hermana, ella realmente vio el desastre en el que me convertí, estuvo conmigo cuando fui un caos, me ayudaba con las quemaduras, y a no hundirme demasiado en mi propia miseria.
Sus caricias continúan sobre mi piel y me relajo cada vez más bajo su toque.
—¿Qué hay de ahora?
La miro, ella eleva la cabeza levemente y me observa en espera de una respuesta.
—Ahora soy feliz, principessa —aseguro —gracias a una preciosa chica que me convenció de no dejar que el miedo fuese más fuerte que mis pasiones.
Sus ojos se iluminan, puedo verlo a pesar de la oscuridad, la manera en la que esos dos preciosos ojos grisáceos se vuelven más brillantes me cautiva, sé que ella me tiene a sus pies con solo una mirada.
Sus labios alcanzan los míos, cierro los ojos sintiéndome inundado de todas las sensaciones que sus labios provocan en mi sistema. Bell se mueve hasta conseguir colocarse en horcajadas sobre mi cuerpo, mis manos se aferran a su cintura, queriendo mantenerla tan cerca de mí como sea posible.
Cuando se mueve, balanceándose hacia adelante y hacia atrás sobre mi miembro, un gruñido escapa de mis labios. La siento sonreír y deja de besarme tan solo por un instante para mostrarme la sonrisa satisfecha de sus labios.
Apoya las manos contra mi pecho, sus piernas se acomodan a mis costados mientras se mueve contra mí, mis manos viajan hasta sus piernas, la corta tela del short de su pijama se corre permitiéndome un acceso libre a su piel.
—Bell...
—Shht...—sus labios se encuentran con los míos —no hables.
Bien, jodidamente no opondré resistencia ante ella. La tomo de la cintura, convenciéndome que romper la fricción de sus caderas contra mí valdrá la pena por lo que vendrá a continuación.
Su mirada traviesa cae sobre mí mientras me sostengo sobre su cuerpo, me acomodo entre ella antes de besarla otra vez, Bell jadea cuando mordisqueo el lóbulo de su oreja y luego mis labios trazan un camino de besos hasta su pecho.
—Al...
—Creo que estabas en contra de que hablemos —la molesto.
—Que oportuno eres —dice soltando un resoplido.
No pierdo demasiado tiempo hablando, sino que vuelvo a besarla convenciéndome de que esta mujer me hará perder la jodida cabeza. Me tomo el tiempo para recorrerla, para poder explorar cada zona posible de su cuerpo.
De un segundo a otro las prendas desaparecen dándole el libre acceso a nuestras pieles de encontrarse, Bell gime y el sonido me parece tan glorioso que podría escucharlo toda la maldita noche.
El placer cae sobre nosotros como una maldita cascada, sus manos hacen un excelente trabajo, creo que mi razón ha quedado completamente opacada mientras sus hábiles dedos se envuelven alrededor de mi miembro mostrándome una de sus tantas habilidades.
—Joder, principessa —mi voz brota en un sonido ronco que parece complacerla.
Así como yo, se toma su tiempo para explorar el placer, y cada vez que creo que ambos estamos en la cima, exploramos un nuevo nivel que no creí que pudiera existir. Luego la necesidad cae sobre ambos, y no creo poder controlarla más tiempo.
—Dame un segundo —pido apartándome de ella para extender la mano y poder tomar un condón del cajón.
Ella espera pacientemente, lo hago en menos tiempo del que acostumbro porque mi cuerpo parece poder explotar si no la tengo a ella.
Cuando me acomodo entre sus piernas, la miro, sus ojos destellan con lujuria, con el deseo tan latente en su mirada. No lo pienso, ella cierra los ojos y arquea la espalda cuando estoy en su interior, me acepta con gusto, un gemido involuntario brota de mis labios mientras empujo las caderas y siento las corrientes de placer recorrerme por completo.
Las sensaciones que provoca en mí son tan adictivas, ella es tan malditamente adictiva. Aumento la fuerza de mis movimientos llevándonos cada vez más y más alto. Su cuerpo se retuerce bajo el mío, sus piernas se envuelven alrededor de mí profundizando mis embestidas.
La habitación se llena con los gemidos y jadeos que brotan de nosotros, con el sonido de nuestros cuerpos chocando y rozándose. Y realmente agradezco que la casa esté vacía y lo suficientemente lejos de vecinos como para darnos la libertad de elevar las voces tanto como deseemos.
Nada me importa cuando estoy con ella de esta manera, todo a nuestro alrededor desaparece, el tiempo no significa nada, solo me concentro en la mujer que pronuncia mi nombre con tanto placer que se convierte en mi forma favorita de escucharlo.
Cuando su cuerpo se tensa bajo el mío, cuando Bell clava las uñas en mi espalda y suelta un gemido demasiado alto, sé que está llevando a su límite. Mis movimientos se vuelven más fuertes, más profundos, mi propio cuerpo llega al límite pero lo sobrepasamos, juntos.
La explosión ocurre tan fuerte, el placer me ciega, mi cuerpo explota ante las increíbles sensaciones y luego me dejo caer al vacío. Cuando salgo de ella, Bell tiene la respiración entrecortada, yo estoy del mismo modo así que me tomo algunos segundos para recuperarme. Me deshago del condón, y luego vuelvo a su lado.
—Al...
—¿Sí?
—¿Cuándo miras al futuro, que es lo que ves?
Su pregunta me toma por sorpresa, me tomo el tiempo para considerar mi respuesta, mi mano traza una caricia por su espalda desnuda, ella se acurruca contra mí, esperando pacientemente.
—No sé con exactitud que es lo que espero para mi futuro, pero la idea de tener un hogar, una familia, una esposa, hijos que me estén esperando en casa...no lo sé, es algo que siempre encuentro cuando pienso en mí dentro de algunos años.
—¿Quieres hijos?
—Claro, quiero una esposa, hijos, tal vez un perro —ella se ríe —y si me pongo especifico, quiero que mi esposa sea una preciosa chica rubia, de preferencia que ame el Ballet, y que tenga unos preciosos ojos grises que seguramente nuestra hija heredará, y nuestro hijo tendrá el mismo cabello dorado que su madre.
—Al...
—Si tu pregunta es, que si cuando miro al futuro nos veo en él, la respuesta es sí, principessa.
—Sabes que mi carrera apenas está empezando, un futuro...
—Bell, no me importa esperar diez años más para cumplir todo lo que acabo de decir —me muevo en la cama para conseguir mirarla —por algo es futuro. Puede ser en un mes, un año, o diez. No me importa el tiempo siempre y cuando sea contigo.
—¿Serías capaz de esperar por mí?
—Sería capaz de todo por ti, principessa.
Sonríe, confiando en mí, en lo que digo. Se acurruca de nuevo contra mi pecho, abrazándose con fuerza a mi torso.
Ojalá hubiese sabido que esas siete palabras, tendrían más significado del que ninguno de nosotros pudo esperar.
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