Siempre

By katiealone

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París, año 1198 Alix de Queribus era solo una niña cuando el gran maestre de la orden de los caballeros del G... More

Sinopsis
Capítulo 1: La niña de Queribus
Capítulo 2: La ratita de Queribus
Capítulo 3: El heredero
Capítulo 5: Los años pasan
Capítulo 6: La trampa de la ventana
Capítulo 7: Alina
Capítulo 8: Promesas vacías
Capítulo 9: Nunca debí
Capítulo 10: Siempre

Capítulo 4: Perdón

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By katiealone

Después de varios días sin que Alix apareciera por la casa de los Montfort, su pequeña prima empezó a preguntar por ella. Era como si todos la extrañaran, hasta Guillaume. Y si, mierda, sí. Él también.

Se dijo, muy convencido, que Alix se lo había buscado, ¿no se la pasaba molestando? Pues que se aguantara. Para el segundo día, la mirada de Guillaume que le echaba la culpa de todo, y el recuerdo de los gestos de Alix, empezaron a hacerle sentir algo culpable. Solo un poco. Luego ya no dejó de pensar en eso.

No debió decirle que no era una dama, claro que lo era. Una dama diferente, una que volvía loca a Oriza, según había escuchado. Alix lo desesperaba a él también, y quizá era algo idiota porque le gustaba eso, y que todo terminara en broma.

Se pasó el día pensando en qué podía hacer. Era orgulloso, pero iba a tener que superar eso si quería a Alix merodeando en casa otra vez. Más que en casa, en su vida.

Así que una tarde, después de mucho pensarlo, montó su caballo y fue directo a la casa de los Montmorency. Preguntó por Alix, esperó paciente en el ala de la casa que le pertenecía al esposo de Oriza y a ella misma, y por supuesto, donde habitaba la joven dama.

"La joven", se dijo algo extrañado. "No sabía que la madre de Alix la tuvo a esa edad", pensó. Hasta el día de la discusión ella jamás habló de su familia. Pronto escuchó una puerta abrirse y se puso de pie de inmediato. Por un instante se sorprendió de ver ahí a Oriza.

—Mi señora —se inclinó para saludarla—, qué gusto veros.

—Joven de Montfort —dijo ella muy tranquila. No, tranquila no. Altiva como siempre, con ese aire de grandeza que lo cautivó cuando era más joven.

La quedó mirando, seguía siendo hermosa, pero ¿en verdad aún quería llevársela a la cama? "No, Amaury, creo que no. Creo que ya se te pasó hace tiempo y apenas te das cuenta", se dijo. Recordaba con claridad como el corazón se le aceleraba al verla a lo lejos, como se sonrojaba cuando ella lo miraba, y como cada que la veía solo lograba quedarse mirando sus labios e imaginando que la besaba. Ahora estaba al frente de Oriza y esas sensaciones habían quedado en el olvido.

—Me dicen que ha venido a buscar a Alix —continuó la dama.

—Si, mi señora. Hace días que no aparece en casa y mi pequeña prima pregunta mucho por ella. ¿Está enferma?

—No, para nada. Alix goza de excelente salud como siempre.

—Oh... Ya veo, ¿acaso ella se ve triste por algo? Ella... —Tuvo hasta cierto temor de preguntar eso, pero aun así se atrevió—. ¿Ha llorado?

—¿Alix? No, muchacho, Alix nunca llora. Eso sería un milagro de nuestro señor.

—En vista de que todo va excelente, ¿me permitiría hablar con ella?

—Claro. Está en los jardines. Vera, acompaña al joven de Montfort.

—Si, mi señora.

—Hasta luego, Amaury. Que tenga un buen día.

—De igual manera, señora.

Aprovechando que Oriza se dio la vuelta con otra de sus doncellas, Amaury suspiró molesto y miró de lado a Vera. Quien, por cierto ni bien su ama se giró, lo miró coqueta. "Maldito Guillaume, ¿por qué se te tuvo que ocurrir eso?"

—Por acá, Amaury —le dijo, muy seductora.

—Vera, a los jardines. Rápido, y es en serio.

—Claro, Amaury, a los jardines.

—Olvídalo, sé por dónde es, iré solo.

Antes de que Vera se le insinuara, Amaury se apresuró a salir del pasillo y buscar el camino. A Guillaume se le ocurrió hacía medio año que si no podían acostarse con Oriza, que lo hicieran con sus doncellas, con todas. Y de ellas la más insistente y fogosa era Vera. Solo que, como siempre, se aburrió rápido. Además, Alix sabía de sus aventuras con las doncellas, y si lo veía llegar con una, su plan de lo que sea que había ido a hacer ahí se iba a ir al demonio.

Cuando llegó al fin a los jardines no le sorprendió mucho lo que vio. Ella al lado del jardinero ayudándolo a regar unas plantas. Claro, ella no era de las que se iban a poner a pasear, Alix se desesperaba si no tenía nada que hacer. Se acercó despacio, cuando ella advirtió su presencia casi se mata de la risa al ver su rostro de sorpresa. "Si, Alix, yo tampoco sé qué hago acá. Pero creo que he venido por ti", se dijo mientras intentaba contener la risa.

—Amaury —logró decir—. ¿Qué haces aquí?

—Alix, ¿podemos conversar? Solo un momento —lo miró con cierta duda. Estaba a la defensiva, hasta retrocedió un paso.

—No lo sé. Estoy algo ocupada ahora mismo.

—Solo un momento —insistió.

Alix lo conocía bien, y sabía que estaba ahí para disculparse por ese incidente del otro día. Pero también sabía que Amaury de Montfort jamás se disculpaba y que de sus labios nunca salió un "lo siento" sincero. Ella debía de tener claro que estar ahí era un esfuerzo, casi un sacrificio para él.

—Bien —contestó—. Vamos a la fuente —dejó la regadera del jardinero a un lado y lo miró—. Ya vuelvo.

Caminaron en silencio hacia la fuente ornamentada que estaba al centro del jardín. Nunca había estado a solas del todo con ella y menos en ese lugar, se sentía un poco extraño. Cuando al fin llegaron, tomaron asiento en completo silencio, lo único que se escuchaba era el trino de las aves y la brisa del viento meciendo las hojas de los árboles. Amaury estuvo por un momento sin saber cómo iniciar esa conversación, solo soltó lo primero que se le vino a la mente.

—Era muy joven tu madre cuando se casó.

—¿Qué? ¿Cómo lo sabes?

—Lo dijiste ese día. Dijiste que tu madre se casó a su edad y te tuvo a los trece.

—Ah, si, ya lo recuerdo.

—¿Y murió muy joven también?

—Si, cuando nací. —Se quedaron en silencio, hasta que él habló otra vez.

—Cuando llegué, salió a recibirme Oriza.

—¿Qué? ¿Solo ella? ¿Y qué pasó?

—¿Por qué lo preguntas?

—¿No te le tiraste encima o algo? —rio sin querer, cuando se dio cuenta Alix estaba sonriendo de lado.

—No soy tan descarado.

—Eso lo dudo. Pero ¿qué fue lo que te dijo?

—Que tú nunca llorabas. —La sonrisa de Alix se le fue borrando. Ahora no sabía si tocó el tema correcto, pero ya no había marcha atrás—. ¿Por qué dijo eso?

—Porque es la verdad. Yo nunca lloro —le dijo con voz firme.

—Pero...

—Pero nada, Amaury. Yo no lloro.

—¿Por qué?

—¡Ya basta! No seas insistente.

—¿Por qué?

—¡Amaury! ¡Dije que basta!

—¿Por qué?

—¡Me estás desesperando!

—Tú haces eso todo el tiempo, así que no te quejes.

—Bien, te voy a contar —suspiró—. Con tal que te calles, te cuento todo lo que quieras. Dicen que papá era un buen hombre, yo no lo supe. Pero quizá era algo idiota, porque murió en un accidente de caza antes de que yo naciera.

—Vaya...

—Y mamá no estaba bien, dicen que era un embarazo complicado. Bueno... supongo que se veía más grande y más mujer que yo. Igual era joven, sensible, se sentía muy mal. No comía, no salía de la habitación, lloraba mucho. Cuando nací, ella seguía sola... asustada... y quizá... quizá se sentía pequeña. Como una niña. —Amaury asintió, lo entendía. "Es que era una niña, Alix", se dijo, pero no se atrevió a expresarlo—. Murió llorando de dolor, desangrada. Y sé que mamá ni siquiera me miró, o al menos eso dicen. Murió antes de que me pusieran en sus brazos. Quizá es tonto, pero no quiero que me pase lo mismo. No soporto las lágrimas, ni las mías ni las de nadie.

—Te entiendo —le dijo despacio, ella se giró a verlo.

Sus miradas se encontraron y sin decir nada se quedaron así. Quietos, observándose. Es que de verdad la entendía. Su padre fue un tipo patético que se murió en un accidente, y su madre una dama niña a la que seguro obligaron a parir. Claro que entendía que Alix quisiera ser fuerte, que no llorara nunca.

—¿De verdad?

—Por supuesto.

—Solo tengo una pregunta, ¿cómo es que Oriza terminó contándote eso sobre mí?

—Pues le pregunté si estabas enferma, o si habías estado triste y te vio llorar. —En ese instante ella soltó una carcajada. ¿Ahora qué?

—¿Llorar? ¿En serio creías que estaba llorando por nuestra discusión? Hazme el favor, Amaury. Hazme el favor. —Y volvió a reír. Él sonrió, en serio fue muy descabellado de su parte pensar que Alix lloraría por él.

—Lo siento.

—¡¿Qué?! —lo dijo casi en un grito. Aprovechando las risas, soltó esas palabras esperando no volver a repetirlas, pero conociendo a Alix, haría que las dijera hasta el cansancio.

—Que siento haberte dicho que no eres una dama. Estaba enojado y dije tonterías, eso es todo. Pero en verdad lo siento.

—Esto es señal de la segunda venida de Cristo. Por todos los cielos, Amaury de Montfort me acaba de pedir disculpas. ¡Vamos ahora mismo a la iglesia! ¡Es el fin del mundo! ¡Escucho la primera trompeta!

—Alix, basta. ¿Ves por qué no le pido disculpas a nadie?

—Estoy muy impactada... —dijo llevándose una mano al pecho.

—Solo dime si aceptas las disculpas o no.

—Está bien, para que veas que soy buena cristiana.

—Tú... Alix, solo vuelve a casa siempre, ¿si?

La mirada incrédula estaba ahí de nuevo. Quizá más que cuando le pidió perdón. Entonces la notó sonreír, de esa forma preciosa que tenía y que siempre le había gustado.

—Claro que si, Amaury. Nunca me apartaré de ti. Ni de Guillaume —se apresuró en aclarar.

—Lo sabía, en el fondo me amas. —Ambos rieron. Todo volvía a estar bien.


****************


Cuando Oriza la mandó a llamar no le dio importancia, y se tardó una eternidad en ir a su habitación. Había pasado días molesta por la discusión con Amaury, pero después de esas sinceras disculpas ya hasta se sentía alegre. No podía creer que él la buscara a pesar de su orgullo, y eso la tenía algo emocionada.

A la segunda llamada de Oriza puso mala cara y se decidió en ir de una vez. ¿Qué quería ahora? No le había robado nada de ropa íntima, así que eso no era. Recordó el rostro de Oriza la última vez que la descubrió, como parecía estar a punto de echar fuego por la boca y como la desesperó más cuando empezó a reírse. Pero fuera de eso, Oriza no tenía ninguna razón para quejarse de ella, hacía un buen trabajo para la orden.

Una vez al mes enviaba a través de ella informes para Bernard de Saissac sobre cómo andaba Guillaume. A quiénes visitó, qué personas se acercan más a menudo, extraños rondando, la rutina que tenía. También le informaba a Oriza para que ella se encargara de mandar a averiguar la identidad de extraños, o cuando consideraba que Guillaume y Amaury se estaban pasando de la raya, no dudaba en avisar a su tutora para que les mande guardias que vigilaran a lo lejos.

Una vez Bernard le preguntó si quizá no sería necesario que envíe a un jovencito para que haga de amigo de su hijo, pero ella respondió con una negativa. Dejó bien claro que Guillaume solo quería a Amaury, que esos dos vivían no toleraban que nadie más se quiera unir o meter en su amistad, apenas la dejaban a ella. Así que se podía decir que su labor en la orden iba perfecta, no tenía idea para qué la quería Oriza en sus habitaciones.

Cuando llegó, la encontró sola. Lo que la sorprendió fue verla con una espada en la mano. "Va a matarme", pensó en un primer instante. Hasta que notó que había otra espada, una más pequeña y delgada.

—Cógela —ordenó la dama, y Alix obedeció de inmediato.

Aparte de las espadas de Guillaume y Amaury que cogía a escondidas, nunca había tenido en sus manos una de verdad. Al tomarla y ponerse en posición de ataque al igual que Oriza se sintió, de alguna forma, poderosa. La sensación duró muy poco cuando Oriza se acercó tan rápido que casi no se dio cuenta de que la dama se le iba encima. Levantó su espada y se defendió lo más firme que pudo.

—Eso está bien —le dijo Oriza muy tranquila para atacar otra vez.

Fue como en sus lecciones de niña con Guillenma. Hizo varios movimientos, en especial de defensa, también tuvo oportunidad de atacar un poco y demostrar las habilidades que creía olvidadas.

—Suficiente —la dama bajó la espada y ella hizo lo mismo, la puso en su lugar y la miró a la expectativa, esperando una respuesta sobre aquel duelo—. Todas las damas de la orden sabemos usar espadas y dagas en caso de necesidad.

—¿Necesidad?

—Tú cuidas al futuro Gran Maestre. Debes ser más precavida de ahora en adelante, y siempre llevar un arma entre la ropa. Nunca se sabe cuándo será necesario. Esperemos que jamás llegue el día en que tengas que usar la espada para salvarle la vida a Guillaume, o quizá la tuya.

—Ojalá...

—Sé que entrenas de vez en cuando con las espadas de madera y a escondidas. Eso no es suficiente, vendrás todas las tardes, tres veces por semana, y entrenarás conmigo.

—Está bien.

Le emocionaba la idea de llevar un entrenamiento serio, y no imaginó que Oriza supiera mucho de eso. "Pero es buena, es una zorra muy buena". Claro que sí, la sorprendió con su primer ataque y se le complicó esquivar los otros.

—Hay otra cosa de la que tenemos que hablar.

—La escucho.

Oriza caminó despacio hacia unos sillones. Alix la quedó mirando mientras andaba de espaldas. Sus sentimientos por ella eran confusos.

A veces la detestaba al punto de solo maquinar cómo hacerle maldades. A veces solo la quedaba mirando admirada. Le gustaba cuando ponía en su lugar a la gente, a sus cuñadas, a todo aquel que quisiera pasar sobre ella. Como siempre tenía las palabras precisas para dejar sin argumentos a cualquiera, incluido su esposo y su cuñado. Como a veces podía insultar sin perder los estribos, de una forma tan sutil e inteligente que la otra persona tardaba en comprender que había sido ofendido.

Le gustaba la forma en que caminaba y sonreía en la corte, como todos la miraban y ella parecía indiferente. No altanera y creída, solo indiferente, como si estuviera más allá e inalcanzable para cualquiera. Y de alguna forma era así, aunque varios lo intentaron, Oriza jamás le fue infiel a su esposo y no aceptaba amante alguno.

Oriza siempre conseguía todo.

—Alix, ya tienes doce años y soy tu tutora oficial —empezó la dama—. Sé que eres una muchacha libre y haces las cosas a tu manera. No me quejaré de tu labor en la orden, es muy buena —hizo una pausa, sabía que estaba por tocar el tema del fondo—. Yo me casé a los diecisiete años.

—Vaya, era mayor.

—¿Por qué crees que fue así?

—Tardaron en encontrarle un buen partido, ¿es eso?

—Algo así. Mi padre era miembro de la orden, y planearon unirme también. Estuvo buscando un buen marido para mí, pero nada funcionaba. Ninguno me soportaba y yo no los soportaba a ellos, fue así que empecé a ganarme la fama con la que me fui de Provenza, hasta que Bernard de Saissac me pidió que me casara con un Montmorency a favor de la orden. No lo dudé, era mi deber. Y sé que Bernard pudo enviar a otras damas de más rango y más autoridad que la mía para encargarse del cuidado de su hijo, incluso pudo casar a un caballero de la orden y una dama de París. No fue así, y sé que me eligió porque conocía no solo mi fama, sino como soy en verdad. Y también sé que si te envió aquí conmigo, es porque sabía que estabas capacitada para la misión y que si alguien tenía que cuidarte y guiar tus pasos, esa era yo.

—¿Lo cree de esa manera?

—Estoy segura. Alix, eres una muchachita insoportable cuando quieres, pero no eres para nada estúpida. Te he observado estos dos años sin decir nada, dejándote ser. Quería conocerte bien. Eres muy hábil, sigilosa y astuta. Captas rápido todo, escuchas y trabajas con discreción. Aún eres joven, pero estás en edad de aprender muchas cosas. Dentro de poco tu cuerpo empezará a cambiar, sé que aún no has sangrado, pero pasará en cualquier momento. Con todas las habilidades que tienes, y con tu belleza, podrás llegar a donde te propongas. Alix, tú podrás conseguir todo lo que quieras en la vida.

Se dio cuenta de que sus mejillas habían enrojecido. Era la primera vez que Oriza la elogiaba, en realidad pocas personas aparte de Guillenma le habían dicho cosas parecidas, y escuchar eso de una dama como ella era sorprendente. Se sentía orgullosa de que la reconocieran de esa manera.

—No sabía que pensaba todo eso de mí.

—Solo digo la verdad. Por supuesto, eres como una joya en bruto. Tú podrías conseguir todo lo que quieras en esta vida, si no fueras tan... —Oriza dudó un momento, buscaba la palabra exacta para describirla, aunque Alix creía saber cuál era.

—¿Inmadura?

—Ratita —contuvo el bufido. Ahí estaba ese maldito apodo que le puso el día en que la conoció—. Pero, ratita querida, seré yo quien te quite estas malas costumbres. Tienes doce, y es hora que empieces a ser una dama de verdad.

—Una como usted —Oriza asintió.

—Y si tuvieras que describirme en una palabra, ¿cuál sería?

—Zorra —contestó sin dudarlo. Por un instante pensó que Oriza lo tomaría a mal, así que se apresuró en aclararse—. No quise ofenderla, yo sé que es una mujer fiel y todo eso. Pero las zorras son astutas, y creo que usted lo es mucho.

—Pues bien, si quieres dejar de ser una ratita te vas a tener que convertir en una zorra. Y aprenderás de la mejor.

Alix sonrió, Oriza correspondió. Eso le olía al inicio de una buena amistad. Amistad de zorras, se dijo con gracia.


*************

¡SALTO TEMPORAL!

Bueno, eso es para el otro capítulo xd

Nuestra querida ratita (? de Queribus al fin empezará a intruirse con nuestra la ama y señora Oriza de Labarthe, F por Oriza porque tiene mucho trabajo jajaka lit fueron estas

Y que conste que Amaury solo le pide perdón a su duende. Los demás que se aguanten




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