Supongo que nadie me metió en este rollo. Supongo que yo sola me lo busqué. ¿Qué coño hacía la chica más popular del instituto, sola en una fiesta? A decir verdad, no estaba sola, había mucha gente a mi alrededor pero, no les hacía caso. Simplemente me dedicaba a regalarme momentos de paz a manos de aquella deliciosa bebida llamada cerveza.
Cuando eres adolescente, puedes tener cuatro grandes vicios: el alcohol, el tabaco, el sexo y las drogas. Cualquiera de ellos te puede arruinar la vida para siempre, exactamente como a mí me pasó.
Esa dulce bebida que corría por mis venas y las bañaba a su antojo había inundado mi cuerpo. Nada era lo que realmente era. Por un momento dejé de ser yo el monstruo y lo empezaron a ser los demás pero, ¿alguna vez te has preguntado qué pasa cuando el cazador se vuelve débil y vulnerable? En el fondo es simple de comprender, sus anteriores presas toman su puesto y la cazan. Yo fui cazada. ¿Por quién? Un chico que ya no está con nosotros, Martin Jones. Era un chico agradable aunque algo grosero de vez en cuando, bastante obsesionado con el sexo diría yo.
Supongo que os preguntaréis qué le pasó al pobre e inocente Martin. Ja. De inocente no tenía nada. El muy bastardo se merecía lo que le pasó. No digo que esté orgullosa de ello, pero no puedo negar que, cuando vi el charco de sangre alrededor de su cuerpo, no pude sentir mayor satisfacción. Lo había matado, lo había hecho yo solita, sin ayuda de nadie. Quizás pueda parecer un tanto psicópata, no lo soy, que conste. Simplemente soy una chica de la que se aprovecharon, él y un par de amigos suyos me metieron algo en la bebida, algún tipo de droga que te deja atontado y sin conocimiento dijeron los policías, y entonces, en mi momento de mayor vulnerabilidad, se dedicaron a violarme, uno tras otro, a ver quién lo hacía más rápido, mientras que los otros sacaban fotos y hacían vídeos, pero, el problema de estos pobres es que tuve ese pequeño despertar y allí estaba Martin, con su polla dentro de mí, el mundo se volvió un infierno, me dolía demasiado todo el cuerpo, estaba desorientada pero, sacando mi desconocido "yo" interior, le empujé y el muy pobrecito, sorprendido, se cayó al suelo chocándose contra el pico de la mesa en la cabeza y quedándose inconsciente.
Debo admitir que me costaba moverme pero lo hice, bajé un momento a la cocina fingiendo que todo estaba bien, metí un cuchillo en mi bolso, nadie me veía, todos estaban borrachos. Y volví a subir arriba. Los otros dos se habían ido de la casa, pero el cuerpo de Martin inconsciente seguía allí tirado. Ahora era mi momento de pasarlo bien así que, me arrodillé sobre él, cuchillo en mano y se lo clavé una y otra vez, y así bueno, hasta once veces. Tenía que asegurarme de que estaba muerto.
¿De qué me arrepiento? De haber sido tan tonta. Debería haber limpiado mucho mejor todo porque mi vida se terminó aquella noche. No morí. Eso hubiese sido una mejor salida. En realidad, me fui tan tranquila, con mi vestido lleno de la sangre de Martin, mis huellas en aquel cuchillo aún clavado en él y bueno, aunque los policías fuesen tontos, esta vez supieron unir todas las pruebas; todas las pruebas que conducían a mí. ¿Y qué hice yo? Conté la verdad, mi verdad. ¿Quién iba a decir otra cosa? ¿Martin? Lo dudo.
Así que, finalmente, el juez dijo que no había estado consciente, que no había pensado en lo que hacía. Pero si lo hice, sabía que estaba matando a alguien pero, las ofertas eran el reformatorio más conocido del mundo o, una cárcel y, pese a que ambas son malas. La cárcel se me antoja más cruel.