Capítulo 3: Serendipia.
A la edad de 18 años Remus presenció por primera vez a una pareja homosexual darse cariño. El aire se le había estancado y la boca del estómago se le cerró, no podía hacer nada más que mirar, aunque quisiese apartar la mirada simplemente no podía.
Pensó que su cuerpo le estaba jugando una mala broma cuando sus mejillas se
ruborizaron, pintandolas de un tierno color rojo.
Sus padres le recordaban que las parejas homosexuales estaban desviadas, que
caminaban por el camino del pecador y que no entrarían al reino de los cielos.
Además había recibido siempre las enseñanzas de la señora Sproud, aquella que dirigía las pláticas a los jóvenes para reforzar su fé.
E incluso como un fiel creyente ubicaba que la Biblia no aceptaba tales actos.
Simplemente no.
Pero entonces se vio en medio del centro comercial, mientras caminaba con su fiel
amiga Marlenne y hablaban animadamente de comprar un par de ropa a juego.
Habían salido temprano por la mañana, cuando el rocío apenas se despejaba y
parecía que el suelo se movía bajo ellos.
Desayunaron en una cafetería unos HotCakes con café, también se hizo con un batido de banana y por la tarde ambos compraron un par de helados.
Chae le hablaba animadamente de cómo le estaba yendo en la Universidad,
también le dijo por ahí que se había metido a un club de jardinería y que pronto le llevaría unas lindas gardenias para que no estuviese tan solito. Fue entonces que halló con la mirada al par de hombres que se tomaban de la
mano; parecían rondar las veintena y llevaban ropas azules a juego. Se les veía tan felices y platicaban animadamente, hasta que un beso confirmó lo que Remus tanto negaba.
El castaño se preguntó entonces si a ellos no les importaba ir al infierno, si tanto se
amaban como para soportar el dolor eterno.
Incluso pudo escuchar como un par de chicas chillaban ante tal escena, pero por
su contrario parecían felices, soltando cosas como que hacían una linda pareja y que ambos eran demasiados guapos.
Para ese momento Remus se había sumido en sus pensamientos, sino fuese por Marlenne que le sacó de sin ensoñación y pudieron continuar tranquilamente. Sin embargo los pensamientos del varón giraron en torno a la pareja, debatiendo consigo mismo si aquello estaba mal o bien.
A pesar de que siempre le dijeron que estaba mal. Y pronto pasó una semana sin obtener respuesta, los pensamientos se le debatían los unos con los otros y él mismo se preguntaba por qué le daba tanta importancia cuando tan solo tenía que ignorar y concentrarse en sus estudios. Para la mañana del Miércoles en Marzo había conseguido un trabajo como cajero en una tienda de víveres, hacía ya un año cuando se había mudado a un departamento que le quedaba más cerca de la Universidad. Y aunque sus padres insistieron en seguirle enviando dinero él se negó y les dijo que quería comenzar a independizarse. Tenía varios proyectos por terminar y aunque aún le quedaba tiempo quería hacerlos cuanto antes para evitar estresarse.
Nimphadora Tonks, una bonita pelinegra que tenía a media universidad tras ella se le acercó, dándole un beso en la mejilla.
— ¡Remus! ¿Cómo estás? — preguntó ella sonriente. Ambos caminaron por los
pasillos dónde la multitud de estudiantes rebozaba.
— Uhg, b-bien, ¿Y tú?...— Remus se sorprendió por la compañía de la más baja, si bien hacía ya dos meses que le hablaba aún no se acostumbraba a su presencia.
— Bien, aunque estoy ansiosa por los resultados de los exámenes —
— Eres muy buena en esa materia, seguro que sales bien, no te mortifiques —
Tonks hizo un puchero y se sujetó al brazo del moreno, mientras sus mejillas se sonrosaban y su voz bajaba por la timidez.
— ¿Me aceptarás ya una cita o tendré que seguir intentandolo? —
Ciertamente la fémina era hermosa, buena estudiante y popular, era tierna y una muy buena amiga.
Sin embargo no para Remus.
— Nim, sabes que no puedo corresponderte porque no me atraes, lo siento, ¿Sabes? Deberías de buscar a alguien más que te acepte y no buscar una compañía como la mía —
— Hmmmm, pero yo solo quiero tu compañía Rem, ¿No podríamos intentarlo al menos? —
Ambos se detuvieron cerca de la cancha.
Remus la tomó de los hombros suavemente y le miró seriamente. No quería dañar el corazón de la pelinegra pero no podía engañarle al decirle que lo
intentarían cuando él no sentía nada por ella.
Tonks le miró casi con ojos llorosos.
— Vamos —dijo él—, no podemos forzar nada Nim, estoy seguro de que lo
nuestro no funcionaría porque no siento nada por ti, perdón si soy cruel pero es mejor que pares antes de que te hagas daño a ti misma, ¿Sí? — le
dijo suave.
Nimphadora bajó la mirada avergonzada y tan sólo asintió, a decir verdad tal vez era mejor rendirse, Rem parecía tan inalcanzable para ella como la tierra para las estrellas.
— Está bien.., perdón si te incomodé Rem, todo estará bien entre nosotros,
¿No? —
— Claro que sí— y antes de irse le dejó un beso en la frente. La pelinegra
suspiró cuando el más alto despareció entre la gente, con su pecho oprimido y una lágrima rodando por su mejilla. Aún así se sintió feliz de que al menos Remus se comportara lindo con ella y no fuese cruel.
Aunque la verdad que ninguno conocía era que Remus, ni aunque lo intentase, podría estar con otra persona, siempre sentiría un vacío enorme que le dejaría
insatisfecho.
Cuatro años después.
Remus regresaba cansado del trabajo.
La noche caía sobre él sutilmente, el aire fresco le golpeaba el rostro y se permitía
cerrar los ojitos de vez en cuando.
Esperaba poder llegar a casa y darse un baño, cenar un poco del rico estofado que su vecina había preparado para él y meterse entre las cobijas de su dormitorio.
Movió el cuello, suspiró y alzó la vista hacia el cielo. La noche estaba despejada, no se veía ni siquiera una estrella y la abundante paz era abrumadora.
Su abrigo café le cubría del frío y sus cabellos castaños se movían con la brisa.
La Universidad había terminado ya y su preparación para comenzar el posgrado
comenzaría dentro de poco.
Estaba emocionado.
Su amiga, Marlenne, le insistía por teléfono que dejara de ser un poco aburrido y se divirtiera con sus amigos, incluso podría buscarse una novia.
Y aunque él hacia todo lo posible para hacerle entender a su amiga que no estaba interesado en aquello ella siempre le daba el mismo sermón de siempre.
¡Te haces viejo, Rem! Sal ahí y consíguete una linda novia, ve a tu restaurante
favorito y mueve el trasero un poco.
Era lo que soltaba ella.
Marlenne se había casado a los 21 años, alegando de que había encontrado al
amor de su vida y queriendo pasar el resto con él. Hacía un año había tenido a un hermoso bebito de nombre , y tan pronto como éste nació ella y su familia se mudaron a Los Ángeles para formar su vida allí.
Y Remus se sintió triste ante la pronta lejanía de su mejor amiga, sabía que su
esposo era un buen hombre y le amaba, se amaban tanto que Rem en un momento les envidió.
La mayor se aseguraba de enviarle fotos del crecimiento del pequeño Harry
vídeos donde soltaba apenas unos balbuceos.
Pio lem le llamaba el pequeñín.
Planeaba viajar a L.A para el segundo cumpleaños del pequeño. Ansiaba y
extrañaba a su amiga. En esos momentos, Remus sentía la soledad en la piel.Nunca se había enamorado, solamente una chica le llamó la atención durante la Universidad, pero nunca se acercó a ella y en tres meses le olvidó.
Sabía que debía seguir los consejos de Mar, tal vez salir de vez en cuando le
vendría bien, ir a algún karaoke o incluso visitar a sus padres.
¡Incluso Nimphadora estaba comprometida ahora!
Todos los que conocían comenzaban a formar sus familias, durante los últimos seis meses llegaron a su puerta tres invitaciones a las bodas de sus Excompañeros.
Y aquellos que aún no estaban interesados en sentar cabeza salían con alguna novia o novio, conocía también a quienes cambiaban de pareja a como cambiaban de calzones.
Tal vez estaba celoso, tal vez.
Se preguntaba si algún día aparecería alguien quien le llamase la atención y le
quisiera demasiado. Si alguna vez se casaría y tendría hijos.
E incluso más de una vez se preguntó si había algo malo en él que le impedía
enamorarse. Ah, sus deseos estaban a nada de cumplirse. El ladrido de un perro le hizo saltar mínimamente en su lugar, apretó una mano sobre su pecho y se detuvo para echar una mirada a las calles.
— Dios, pero que susto. Ten piedad de mí a como se la tuviste a Tom cuando le cacharon en el baño con Bellatrix…— susurró para sí mismo.
Sus sentidos pronto se activaron, se sentía incómodo y hasta podría jurar que alguien le seguía. Mas cuando volteó una vez más a sus lados no vio a nadie y
apresuró el paso con la idea de que ya pronto estaría en casa y podría comer tanto como quisiese.
El aire se volvió pesado y comenzó a tener por su vida. Tal vez había algún ladrón por ahí, siguiéndole para dar con su casa y robarle allí.
Sin embargo, no esperaba que su ladrón saliese de un Roll-royals negro que
parecía recién sacado de la tienda.
Mucho menos que su ladrón fuese alrededor de cinco monjas encapuchadas.
Y estaba por muy lejos imaginarse que su ladrón, o sus ladronas más bien, le
tratasen cordialmente y hasta amablemente, pidiéndole que subiera al coche. Claro que él se negó, y echó a correr con todas sus fuerzas. La adrenalina lo activó tan pronto se cayó un par de veces, y a pesar de todo su esfuerzo le terminasen atrapando y subiendo al coche. Y cuando despertó de la oscuridad de sus sueños y llegó a un convento no se esperó que su principal ladrón fuese un alto pelinegro, de gran musculatura y cabellos largos, tan espesos como la noche, oh, y que poseería un lindo perro
Samoyedo.
Pero ese ladrón no le quería robar su dinero o algún objeto, él no iba por las cosas materiales.
Iba a por él, y todo lo que implicaba ello.