Capítulo 6. Has jugado muy bien hoy
Kelly se despertó con una punzada extraña y molesta en su bajo vientre, un dolor interno que nunca había experimentado. Al principio, pensó que era una simple molestia muscular de tanto deporte, pero al intentar moverse, el dolor parecía clavarse más profundo, haciéndola sentir cada vez más incómoda.
Instintivamente, llevó las manos a su entrepierna, buscando aliviar la incomodidad, pero lo que encontró la dejó helada. Una humedad viscosa manchaba sus dedos. Desconcertada y algo alarmada, se llevó las manos a la nariz, notando un olor metálico y fuerte, extraño y desagradable. Su pulso se aceleró mientras intentaba comprender qué estaba sucediendo. Encendió la luz de la mesita de noche, y en la penumbra de la habitación, se encontró mirando una mancha roja en las sábanas. El impacto fue inmediato; su mente corría en todas direcciones sin encontrar una explicación, y su cuerpo reaccionó con un temblor involuntario.
Desconcertada, se levantó tambaleándose y se dirigió al baño. Una vez allí, bajó su ropa interior y vio que estaba empapada en sangre. Su respiración se volvió entrecortada, y sin poder contenerse, se dejó caer en el borde de la bañera, sus manos temblando mientras trataba de asimilar lo que veía. Los sollozos se hicieron más intensos, brotando desde lo más profundo de su ser. Con cada lágrima, sentía una mezcla de vulnerabilidad y miedo que nunca había experimentado antes.
Ana se despertó con un ruido suave pero persistente que venía del baño. Al mirar el reloj, notó que apenas eran las cuatro de la mañana. Se levantó de inmediato, sintiendo una punzada de preocupación, y se dirigió hacia el baño. Al abrir la puerta, encontró a su hermana sentada en el suelo, con la cabeza baja y los hombros sacudidos por sollozos silenciosos. Los ojos de Kelly estaban hinchados y su mirada, absolutamente aterrorizada.
—¿Nenica, qué sucede? —preguntó Ana con voz suave, agachándose a su lado.
Kelly levantó la mirada, el rostro empapado en lágrimas, y con una expresión de pánico extendió la mano, mostrando dos dedos manchados de sangre viscosa y coagulada. Sus labios temblaban mientras susurraba con una voz rota:
—I'm... bleeding...
Ana sintió cómo una oleada de comprensión y compasión la invadía al instante. Sabía perfectamente lo que estaba pasando y, al ver la expresión de terror de su hermana, comprendió cuán inmenso debía ser el desconcierto que sentía. Para cualquier chica, el primer período era un momento especial, quizás incómodo, pero en general esperado y preparado, con una madre o alguna persona de confianza que les explicaba lo que ocurriría. En cambio, Kelly estaba enfrentándose a algo que ni siquiera imaginaba que llegaría; una transformación tan reciente y abrupta que este detalle, tan profundamente femenino, parecía venir de la nada, sin aviso y sin contexto.
Ana recordó su adolescencia, las chicas solían compartir sus experiencias, comentando anécdotas o detalles que las ayudaban a enfrentarlo. Pero Kelly...¡Kelly nunca había tenido esa oportunidad!, nunca había sido parte de esas conversaciones. Seguro que, en teoría, ella sabía cómo funcionaba el cuerpo de una mujer, pero la teoría no podía prepararla para este primer y crudo encuentro con su feminidad.
La pobre muchacha ni siquiera se había planteado que esto pudiera pasar, y ahora, ahí estaba, enfrentándose a ello de golpe. ¡Demonios!, probablemente ni siquiera se había imaginado que algo así pudiera suceder. A pesar de que su cuerpo era el de una chica de 17 años, nadie le había advertido sobre este momento ni la había preparado. Sufrirlo así, sin previo aviso ni orientación, debía ser absolutamente aterrador para ella. Ana sintió una oleada de compasión, y, con una suavidad infinita, se agachó junto a su hermana para confortarla.
—Tranquila, nenica —le susurró Ana, agachándose junto a ella y poniendo una mano reconfortante en su hombro, usando el tono más tranquilizador del que fue capaz—. Esto es normal, es... parte de lo que significa ser una chica. Sé que ahora es aterrador, pero estoy aquí, ¿vale? Yo te voy a ayudar.
La rubia asintió con la cabeza mirándola, implorando una ayuda que Ana se desesperaba por no poder dar , tratando de calmar sus sollozos mientras su hermana mayor, la única que podía consolarla en ese momento, con toda la ternura del mundo, le daba las primeras explicaciones y la guiaba con paciencia, entendiendo que, para su hermana, esto era una experiencia completamente nueva y, sin duda, abrumadora
—Tranquila, shhhh de verdad . Esto es normal. Estas teniendo tu primera menstruación- dijo Ana con voz suave.
El cuerpo de la nueva muchacha convulsionó, no pudo evitar sentir una mezcla de miedo y asco. Nunca había imaginado que algo así pudiera pasarle. Todo le resultaba incómodo, doloroso y completamente desconcertante.Le dolía en una parte del cuerpo que no debería tener. sus entrañas ardían con un dolor nuevo y ... avergonzante, Se sentía vulnerable y terriblemente humillada. Miró a Ana con ojos asustados, sin entender completamente lo que acababa de escuchar.
—My... what,? no please nooo! —masculló, notando cómo la voz le temblaba mientras intentaba procesar aquella palabra. Sabía lo que era, claro, pero en ese momento le resultaba imposible racionalizarlo.
—Tu menstruación —repitió Ana con dulzura, acercándose para sostenerle la mano—. Es algo que les ocurre a todas las chicas. Es señal de que tu cuerpo está sano y de que todo funciona como debería... eres una mujer fértil, nenica; puedes tener hijos.
La frase cayó como una bomba en la mente de la muchacha. Sintió que el aire se volvía denso, como si de pronto todo el peso de su nuevo cuerpo y su identidad femenina se hicieran tangibles, insoportables. ¿Hijos? La idea era tan surrealista que apenas podía procesarla. Era como si le hubieran dicho que podía volar o leer la mente. Todo el asunto, de repente, daba un giro mucho más serio y definitivo.
—¿Hijos? No way... —murmuró, su voz temblorosa, mientras la miraba, esperando que Ana lo desmintiera, que le dijera que solo era una metáfora o una broma absurda.
Pero su hermana le apretó la mano, tratando de calmarla. La rubia comenzó a temblar incontrolablemente mientras sentía un retortijón nuevo ahí abajo. Se pasó los dedos por sus braguitas, húmedas y algo acartonadas, sintiendo su vagina, intentando identificar la parte del cuerpo que le dolía, pero no, no era allí; era más adentro
—Sí, pero tranquila, nenica. Nadie te está diciendo que esto sea algo que tengas que pensar ahora. Solo... es parte de lo que significa que tu cuerpo esté completo y funcionando como el de una chica. Es un cambio, nada más, y yo estoy aquí para lo que necesites.
Kelly permaneció en silencio, incapaz de encontrar palabras para responder. La idea de ser una mujer hasta ese punto, tan real, tan física, tan profunda, le hizo sentir una extraña mezcla de vértigo y, contra todo pronóstico, una vaga y perturbadora fascinación. ¿De verdad su cuerpo era capaz de eso? ¿De crear vida? Esa posibilidad, aunque abrumadora y lejana, tenía un impacto mucho más profundo de lo que estaba dispuesta a admitir.
—¿Y esto... is always? —preguntó, aferrándose a su vientre y mirando a Ana con los ojos llenos de desconcierto.
Ana asintió, dedicándole una sonrisa cálida para calmarla.
—Sí, cada cierto tiempo, al menos mientras seas Kelly. Una vez al mes, más o menos. Pero no te preocupes, estaré aquí para ayudarte en todo lo que necesites.
La muchacha respiró hondo, todavía abrumada.
—¿Qué... qué debo hacer? —preguntó, lanzando una mirada suplicante a su hermana..
Ana le contó que había formas de aliviar el dolor, que duraría unos días y que, normalmente, el primer día era el más intenso.
—¿Why mi cuerpo está haciendo esto? I'm not a girl... really —susurró Kelly, las lágrimas brotando de sus ojos sin poder contenerlas.
Ana la rodeó con un abrazo cálido, acariciándole suavemente la espalda.
—Cariño, no sabes cuánto eres una chica ahora, eres una mujer preciosa, bonita, guapa, sensible... eres maravillosa tal y como eres —le susurró Ana con una dulzura infinita—. Y, tranquila, estoy aquí para ayudarte en cada paso.
La muchachita bajó la cabeza, sus hombros temblando levemente mientras las lágrimas le rodaban por las mejillas. Sabía que su hermana intentaba consolarala pero la tranquilidad no llegaba. Aquello parecía demasiado; el ser Iván de nuevo, sin estas sorpresas tan íntimas y abrumadoras, le parecía ahora casi un refugio imposible. Su cuerpo ya no solo era un disfraz, sino una realidad tan ajena que le costaba comprenderlo.
—Ojalá pudiera volver a ser Iván —susurró entre sollozos, su voz rota por la desesperación.
Ana se inclinó a su lado y la rodeó con los brazos, apretándola con cariño.
—Pero hermanita, eres preciosa tal y como eres ahora —dijo Ana con suavidad, acariciándole el cabello—. Y además, eres una chica valiente y fuerte. Podrás con esto, estoy segura.
La voz tranquila de Ana comenzó a calmarla poco a poco. Cerró los ojos y respiró hondo, tratando de recuperar el control
Mientras Kelly se dirigía a la ducha, Ana aprovechó el momento para cambiar las sábanas manchadas y echar un vistazo a la ropa interior de su hermana. Notó, aliviada, que el sangrado no era tan fuerte como parecía al principio. Sacó una compresa de su neceser y la dejó lista. Cuando Kelly salió del baño, envuelta en una toalla y visiblemente más calmada, Ana le ofreció la compresa y, con paciencia, le explicó cómo ponérsela.
Kelly se mantuvo en silencio, su rostro reflejando el dolor en su vientre, un recordatorio constante de esta nueva realidad. Como Iván, siempre se había considerado fuerte para soportar el dolor, pero estos retortijones internos, tan extraños, tan...nuevos la dejaban completamente sin defensas, y no había otra opción que rendirse a ellos.
Ana le extendió un Ibuprofeno con una sonrisa suave.
—Esto te ayudará un poco, nenica. Pero lo mejor es que intentes descansar, ¿vale?
La rubia asintió en silencio, con una sonrisa forzada que intentaba ser valiente y los ojos amoratados de restregárselos con las manos. Pero los ojos de Ana resultaba transparente. La pobre chica estaba asustada y profundamente derrotada. Todos esos momentos de felicidad y descubrimientos recientes palidecían frente a esta experiencia. Ahora se sentía de nuevo atrapada en un cuerpo extraño, vulnerable, sucia y dolorida.
Se metió en la cama, se hizo un ovillo y, agotada por las emociones y el dolor, finalmente se quedó dormida entre repullos de llanto. Ana se quedó junto a ella, observándola con el corazón encogido. Sentía una punzada de culpabilidad al ver a su hermana pasar por esto. Joder, no debería tener que pasar por esto...
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El despertador sonó a las ocho, pero Ana ya estaba despierta, observando a Kelly con una mezcla de ternura y preocupación. La rubia abrió los ojos, pálida, con la marca visible de una mala noche y un acusado rastro de incomodidad en su expresión.
—¿Cómo te encuentras? —preguntó Ana suavemente.
—Me siento como shit —respondió Kelly con un tono sombrío—. Aún feel dolores en mi barriga.
Ana le sonrió con comprensión, pero sin perder su tono firme y seguro.
—Guapa, ve a ducharte otra vez. Normalmente te diría que te pongas otra compresa, pero hoy tienes partido. Necesitarás un tampón, nenica. Esto es algo por lo que pasan todas las chicas, y tú no vas a dejar que te detenga, ¿verdad?
Kelly la miró con los ojos llenos de terror. La sola idea de algo dentro de ella le revolvía el estómago; todo le parecía demasiado extraño, demasiado... invasivo.
—¿Seguro que es necesario? —preguntó con un hilo de voz.
Ana suspiró, manteniendo su expresión comprensiva.
—Es necesario si quieres estar cómoda durante el partido. Lo mejor es probar esta mañana, así te acostumbras y por la tarde estarás más tranquila.
Kelly alzó los ojos en señal de resignación. No se sentía femenina ni alegre, sino derrotada y completamente extraña en su propio cuerpo.
Mientras Ana la ayudaba a colocar el tampón, La pobre rubia sintió una incomodidad desconocida y completamente nueva. Cada milímetro de aquel pequeño objeto, al adentrarse en su cuerpo, provocaba en ella una sensación de invasión que la desconcertaba y le resultaba casi abrumadora. La frialdad inicial del tampón, al contacto con el calor de su interior,de los músculos de su vagina, penetrando profundamente, la hacía aún más consciente de su presencia, y esta percepción crecía en intensidad, haciéndole saber de forma irrefutable que su anatomía había cambiado.
La sensación extraña. Sus músculos reaccionaban de forma involuntaria, tensándose al sentir cómo su propio cuerpo rodeaba y sostenía el tampón en su lugar. Intentó relajarse, cerrando los ojos y respirando profundamente, pero cada pequeño movimiento le recordaba esa presencia interna, generándole un tirón leve y un peso que parecía asentarse en lo más profundo de sí misma. Con cada segundo, sentía que cruzaba una línea de la que no podía retroceder.
A medida que intentaba calmarse, sintió el nudo en su garganta intensificarse, y sus ojos comenzaron a llenarse de lágrimas. No quería llorar, pero la vulnerabilidad de la situación la desbordaba. Parpadeó rápidamente, luchando contra las lágrimas mientras apretaba los labios y trataba de mantener la compostura. Pero era inutil toda la fortaleza de su antiguo yo se había desvanecido en el crisol de esa personalidad sensible que la dirigía ahora.
"Esto es lo que soy ahora", se decía, intentando convencerse, pero una parte de ella estaba aterrorizada por lo desconocido de su propia biología. El leve tirón del hilo al moverse le recordaba, sin ninguna duda, su nueva realidad, y ese recordatorio físico parecía casi cruel.
Con una respiración profunda, se incorporó y se miró en el espejo. La chica que le devolvía la mirada tenía los ojos vidriosos, pero había en ella una dulzura que le parecía casi extraña. La vista bajó hacia el hilo que asomaba, y de repente, la emoción y el peso de la transformación la abrumaron. Era un símbolo tan pequeño, pero lo sentía como un hito insalvable.
Mientras sus ojos se llenaban de lágrimas, entendió que todo en ella había cambiado de forma irrevocable.
Mientras tanto, en su mente, surgían pensamientos confusos y contradictorios. Por un lado, se sentía orgullosa de su físico, sintiendo que no debería ser así. Pero por otro lado, también se sentía un poco asustada por las responsabilidades que conllevaba, como el hecho de que podía quedarse embarazada.
Se tocó suavemente el vientre y se imaginó a sí misma con un bebé en su interior, para su sorpresa la idea le resultó extrañamente bonita, se imaginó engordando, con su vientre hinchándose poco a poco preparándose para ser mamá... La idea la espantó y la hizo sentirse completamente indefensa. ¿Cómo podía estar preparada para algo así?, se preguntó a sí misma.
Se giró bruscamente y se sentó en el borde de la bañera, sintiendo una punzada de dolor en su bajo vientre. Todo era tan nuevo y desconocido para ella, y no sabía cómo manejarlo. Se dio cuenta de que estaba muy cerca de dejar atrás su vida anterior como Iván, y que ahora era una mujer en todos los aspectos.
—Nenica, acuérdate de cambiarte cada seis horas, ¿vale? —La voz de Ana interrumpió sus pensamientos, devolviéndole a la realidad.
Kelly asintió con un movimiento de cabeza, procesando el recordatorio mientras comenzaba a vestirse. Con calma, se colocó las braguitas y el sujetador deportivo, sintiendo cómo cada prenda la envolvía y le devolvía una sensación de control y normalidad. Siguió con los pantaloncitos ajustados del equipo, la camiseta de entrenamiento y, finalmente, la chaqueta del chándal.
Se miró en el espejo y, por un momento, solo vio a una chica joven, con expresión seria y algo pálida, pero definitivamente ella. Allí estaba Kelly, esta vez para nada fuerte y decidida,
La muchacha sintió su móvil vibrar y miró la pantalla: era Carlos, preguntándole cómo se sentía. Una ola de vergüenza la recorrió de inmediato. ¿Cómo podría explicarle que estaba mal y que la razón de su malestar era... su regla? Con un suspiro, decidió no complicarse y respondió que simplemente se había despertado mal.
Carlos pareció sinceramente preocupado, y Kelly sintió un pequeño alivio al ver que le ofrecía bajar juntos a desayunar. Aceptó su propuesta, pensando que quizá tener a Carlos cerca haría que el día comenzara mejor. Sin embargo, la incomodidad seguía allí, latente, recordándole que este no era un día cualquiera.
Cuando se preparaba para salir, Ana la observó con cierta preocupación, pero prefirió no hacer preguntas. Con un breve gesto de apoyo, ambas hermanas, cada una con su uniforme de fútbol y botas en la mano, se dirigieron juntas al comedor, listas para enfrentar el día que les esperaba.
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Las chicas llegaron al comedor, y la rubia, con la cabeza gacha y la mirada perdida, intentaba disimular el malestar que aún la acompañaba.Su hermana la miraba preocupada, era evidente que la vergüenza y la incomodidad se mezclaban en su mente, haciéndola sentir frágil y vulnerable. Sin embargo, de repente sintió una mano suave en su hombro y escuchó una voz familiar.
—¡Buenos días, rubita! —dijo Carlos alegremente mientras le daba un beso rápido en la mejilla.
La sorpresa y la calidez del gesto la hicieron estremecerse; sintió cómo una sensación cálida recorría su cuerpo, disipando por un momento su malestar. La presencia de Carlos era reconfortante, como un bálsamo para sus pensamientos inquietos. Sin saber bien por qué, se encontró sonriendo. Era increíble cómo él, con su actitud despreocupada y su sonrisa fácil, podía hacerla sentir segura y algo más fuerte.
—Morning... —respondió Kelly con una sonrisa débil, intentando disimular lo cansada que estaba, pero sus ojos todavía miraban al suelo.
Carlos se detuvo y la miró con preocupación.
—¿Estás bien? Pareces... no sé, un poco apagada.
Kelly soltó un suspiro y se encogió de hombros.
—I'm ok... tuve un mal despertar, eso es todo. No es nada serious —mintió, intentando sonar despreocupada, pero su voz la traicionaba.
Carlos frunció el ceño, no convencido.
—¿Seguro? ¿Tomaste algo? ¿Quieres que vayamos a la enfermería? No me importa faltar a la primera parte del entrenamiento.
Kelly negó rápidamente.
—No, really, no hace falta. Estoy bien... solo un poco mareada, ya sabes. Nada grave —intentó tranquilizarlo, esforzándose por sonar más animada.
Carlos la miró un segundo más, evaluándola, y luego asintió con una sonrisa.
—Vale, si estás segura. Mira, hoy solo tengo un entrenamiento suave. Termino alrededor del mediodía, ¿te apetece tomar un descanso juntos antes de la comida? Un ratito para que desconectes. Te vendría bien, ¿no crees?
La muchacha sintió un pequeño alivio al escuchar la propuesta, era extraño como solo la idea de estar un rato con él podía reconfortarla.
—¿Yes? Eso suena bien, Carlos. Me vendría bien... clear my mind un poco —dijo, logrando al fin esbozar una sonrisa auténtica.
Carlos sonrió, sus labios dibujaron una sonrisa satisfecha al ver que ella se animaba con la propuesta
—Perfecto. Nos vemos al mediodía, entonces. Y oye... —hizo una pausa, como si dudara de si proponérselo—, ¿Qué tal si vienes conmigo y unos amigos? Te relajas más y nos divertimos un rato, ¿qué dices?
Kelly lo miró, insegura. Esperaba estar un rato a solas. No le apetecía mezclarse con gente
—Hmm, no sé, no quiero ser la única en el grupo.
Carlos soltó una risa suave, animándola.
—Tranquila, rubita, Ana y Marta también vienen. Así seguro te sientes mejor.
La rubia lo miró desilusionada. El chico no se daba cuenta de que quería un rato a solas. Lo miraba y odiaba que fuera tan poco empático, que no fuera capaz de conectar con ella. Pero lo disculpó. Apenas la conocía. Era normal que no supiera leer las señales que le enviaba. It's true, men don't know how to read our signs
—Well, si ellas vienen... entonces cuenta conmigo.
—Perfecto guapa, ¡Nos vemos luego! dijo Carlos volviendo a su mesa entre el bullicio de sus compañeros, dejando a la rubia sintiendo su ausencia de una manera tan acusada que hasta a ella misma la sorprendía.
Así que Ana había quedado de nuevo con Alex. Kelly frunció el ceño, sorprendida. Hasta ahora, había pensado que solo eran amigos, pero empezaba a ver esos pequeños gestos que pasaban desapercibidos para cualquiera, salvo para alguien que realmente observaba.
Bajó la mirada, sintiendo una punzada de vergüenza al recordar cómo Ana había estado allí para ella en cada momento, siempre atenta, preocupada y resolviendo todo mientras ella, transformada en esta rubita atolondrada, había aceptado los cuidados sin cuestionarlos, disfrutando casi inconscientemente de ser mimada y protegida. Su mente era un torbellino de pensamientos, dudando si era esta transformación lo que le hacía sentir todo de manera tan intensa o si, en el fondo, siempre había necesitado este tipo de conexión tan profunda con Ana.
Apretó los labios, reprimiendo una mueca de dolor por su bajo vientre, y se forzó a sonreír al recordar la expresión protectora de su hermana. Sabía que Ana debía estar tan asustada como ella, cargando el peso de una culpa que seguramente era enorme. Era claro que su hermana la había convertido en esta chica alegre y despreocupada, Y que era la causa de que tuviera un aparato reproductor femenino que estaba decidido a hacer se su día un infierno.
Pero si algo tenía claro, era que no quería que Ana siguiera llevando sola la carga de esa transformación. Ahora entendía lo mucho que significaba para ella, y sabía que no podía dejarla sentirse sola. Ella, la hermana pequeña, ahora tenía la responsabilidad de cuidar también de Ana, de asegurarse de que su hermana sintiera su cariño y su apoyo.
— I'm going to take care of her as she deserves...— Murmuró para sí misma, encontrando consuelo en esa nueva promesa. Aunque ahora estuviera en este cuerpo tan distinto y se sintiera vulnerable, había una fuerza nueva en ella, una determinación tranquila de proteger a Ana, de ser la hermana pequeña más cariñosa y atenta, y de estar a su lado en esta experiencia tan extraña y complicada para ambas.
Apretó los labios, disimulando la nueva punzada de dolor, y se dirigió de regreso a la mesa de las chicas, decidida a retomar esa conexión con Ana y a estar más atenta a todo lo que ella hacía.
Pero se sentía incómoda, sobre todo, increíblemente sola. Había intentado disimularlo todo de camino hasta la mesa de las chicas, pero su expresión no había podido ocultarlo. Al sentarse, Marta, siempre pendiente de todo, no tardó en notar algo en su rostro.
—¿Qué pasa, Spice? —preguntó Marta con suavidad, un toque de preocupación en su voz.
La chica se mordió el labio, buscando las palabras adecuadas para explicar lo que estaba pasando. Tras unos segundos, respiró hondo y habló en un susurro:
—Yo... menstruation —dijo, sintiéndose al mismo tiempo vulnerable y extrañamente liberada al admitirlo.
Ana se acercó un poco y, rápidamente añadió con tono comprensivo:
—Kelly tiene menstruaciones muy dolorosas, siempre lo ha tenido —explicó, tratando de aliviar la tensión y lanzándole una mirada de apoyo.
Marta, comprendiendo de inmediato, le dio una sonrisa reconfortante.
—Oh, Kelly, no tienes por qué pasar por esto sola. Si necesitas algo, avísanos. Sabes que estamos aquí para ayudarte, ¿sí?
Kelly asintió, notando cómo la presencia de sus amigas y su hermana aliviaba algo de esa extraña incomodidad. Intentó sonreír, y con un toque de su habitual humor, agregó en un murmullo:
—Thanks... aunque preferiría estar en una warm bed ahora mismo.
Las chicas rieron suavemente, y Kelly, mirando a Ana y a Marta, sintió por fin que no tenía que pasar por eso sola.
La conversación en la mesa se volvió casi un susurro de confidencias compartidas. Un par de chicas más se unieron, contando sus propias historias y cómo lidiaban con el dolor antes de un partido. La rubita, aunque aún pálida y cansada, sintió cómo el peso en su pecho se aligeraba al escuchar que no era la única que pasaba por algo así.
—¿Has tomado ibuprofeno? —preguntó una de las chicas, con una sonrisa alentadora.
—Sí... poco a poco, mejor, —respondió Kelly, intentando sonar tranquila.
Otra chica, más animada, sacó una caja de pastillas de su bolsa y se la pasó por la mesa.
—Aquí tienes, Spice, si necesitas más —dijo, guiñándole un ojo.
Aceptó la caja con una sonrisa agradecida. No es que el dolor desapareciera de golpe, pero la sensación de no estar sola, de pertenecer a una especie de hermandad compartiendo estas experiencias, la reconfortaba profundamente. Se sentía, por primera vez, realmente conectada con las chicas, como si un lazo invisible las uniera en ese momento, casi como un secreto que solo ellas podían entender.
—Gracias, de verdad, —murmuró, sonriendo tímidamente—. Tranquilas, I feel better.
De pronto sintió cómo su corazón se detenía un segundo al leer el mensaje que acababa de recibir de un número desconocido: "Hola, rubia, sé tu secreto." Su cara palideció, pero antes de que pudiera reaccionar, otro mensaje apareció en la pantalla:
"Dices que te gusta el rock duro, pero te van las baladitas románticas para niñas..."
La rubia parpadeó un par de veces antes de entender. De inmediato, tecleó su respuesta:
—¿Iván?
—¿No has guardado mi contacto? Me siento ofendido. 😔
Kelly levantó la vista y lo vio en la mesa de los chicos, a unos metros de distancia, mirándola con una sonrisa. Él le hizo un gesto, levantando una ceja como si esperara una respuesta. Ella se rió y continuó escribiendo.
—Perdona, handsome, pensé que eras alguien... más serio. 🙄😆
—¡Serio? ¡Yo soy súper serio! Mira, puedo decir algo súper serio: el rock duro te va a hacer daño en las orejitas delicadas de princesa.
—Mira que eres tonto. 😂
—Así me quieres, rubia. ¿Qué tal va el día?
Kelly suspiró, pero decidió mantener el tono ligero.
—Bueno... podría estar mejor. Digamos que me siento como si un camión me hubiera pasado por encima.
Desde la mesa, Iván levantó el pulgar con una expresión de apoyo, como si le estuviera diciendo "aguanta."
—¿Dolor de cabeza? —escribió él.
—No... más abajo. 😬, he empezado hoy...
—Ay, mi pobre rubita. No te preocupes, la próxima canción en el altavoz la dedico a ti. ¿Algo suave? 🎸
—¡Sí, suave! Si pones algo de Metallica, me desconecto de la vida aquí mismo. 😂
—Me haces daño, Kelly. Esto ya no se arregla. 😆
—¿Y qué plan tienes después? —escribió Iván desde su mesa, lanzándole una sonrisa de oreja a oreja mientras Kelly lo miraba de reojo, tratando de no reír demasiado.
—Entrenamiento. 😅 Tú también tienes, ¿no?
—Sí, pero sabes que es una pérdida de tiempo. Solo corro detrás del balón para que no se note mucho que soy el peor en el campo. 😆🙈
Kelly se tapó la boca para contener una risa y tecleó rápidamente:
—Anda ya, seguro que te ponen aunque sea un minutito. Además, ya sabes lo que dicen: la práctica hace al... ¿Iván? 😜
—Ja-ja. 😂 Muy graciosa, rubia. Cuando me pasen el balón y lo patee para cualquier lado menos la portería, te reirás aún más, seguro. 😂
Kelly levantó la vista, y cuando sus miradas se cruzaron, le hizo un gesto como diciendo "ánimo." Él le guiñó un ojo y le respondió:
—Después del entreno... ¿te vas a tomar un break o te vas a hacer la famosa y quedar con alguien? 😏
—Break? Ni que fuera tan importante... en realidad quedé con Carlos, ¿por qué? 🙃
Iván leyó el mensaje y se mordió el labio, bajando un poco la mirada antes de escribir:
—Ah, Carlos... Claro. 😐 Siempre Carlos... 🙄
Kelly frunció el ceño un segundo, luego sonrió con ternura.
—¡Pero puedes venir! 😃 Va a haber mucha gente, seguro que te diviertes, y... tienes un pase VIP porque eres mi mejor friend. 🤗
Iván sonrió un poco, aunque con algo de resignación.
—Gracias, rubia, pero... creo que paso. No me gustaría ser la tercera rueda entre tú y Carlos. 😅
Kelly sintió un leve cosquilleo en el estómago y le lanzó una mirada amistosa desde su mesa, moviendo los labios en un "silly" silencioso. Luego le escribió rápidamente:
—Eres tonto. Sabes que eres de mis personas favoritas. 😌 Siempre puedes cambiar de opinión.
Iván le envió un último mensaje con un GIF animado de AC/DC tocando en un concierto, acompañado de un "¡Rock on, rubia! Nos vemos luego." 🎸🔥
Kelly sonrió, sintiendo el corazón un poco más ligero. Encontró un GIF de una niña soplando un beso y se lo mandó con un "¡See ya, handsome!" 😘💕
Iván levantó la vista desde su mesa, y cuando sus miradas se encontraron, ambos sonrieron, compartiendo un momento silencioso que decía mucho más de lo que cualquiera de ellos se atrevía a admitir. Kelly se giró para concentrarse en su desayuno, sintiéndose realmente agradecida por su amigo. Había algo en esos mensajes que la hacía olvidar por un momento el día complicado que le esperaba y la hacía sonreír como una niña.
Después del desayuno, acudieron al campo de juego. Estaba envuelto en una suave brisa de la mañana que refrescaba el ambiente, y las chicas se acomodaron con ánimo en sus posiciones iniciales. La sesión comenzó con una carrera continua alrededor del campo, un trote ligero que les permitía entrar en calor sin agotarse demasiado. La rubia se unió al ritmo de sus compañeras, tratando de enfocarse en la cadencia de sus pasos y la sincronización de sus respiraciones. Era una mañana tranquila, y el campo estaba prácticamente vacío, con apenas unos pocos curiosos y algunos miembros del equipo técnico.
Tras la carrera, las chicas se agruparon en un círculo para practicar pases. Era un ejercicio simple y sin mucha exigencia física, perfecto para comenzar el día. La pelota se desplazaba de un lado a otro con un ritmo constante, y entre cada pase se escuchaban risas y bromas, la energía relajada y casi despreocupada. Kelly apenas rompía a sudar, pero notaba cómo, poco a poco, el movimiento ayudaba a disipar sus molestias. El balón le llegaba a los pies y, sin pensarlo demasiado, lo devolvía con un toque suave. De vez en cuando, una de las chicas le lanzaba una sonrisa o una palabra de ánimo, y ella intentaba devolver el gesto, sintiéndose un poco más en sintonía con el grupo a cada minuto.
Mientras el sol iba elevándose, las risas se intensificaban, y algunas de las chicas comenzaban a hacer comentarios sobre la tarde y el partido que les esperaba. Era un ambiente familiar y relajado, como si, por un momento, el partido fuera un detalle más en sus vidas, y no una prueba de su habilidad. Aún así la rubia, normalmente la más animada, permanecía callada, concentrada en sus movimientos y en el placer de compartir ese momento. Era una terapia muy efectiva, el fútbol era una pasión que la absorbía y la distraía a partes iguales.
La mañana seguía avanzando sin prisas, y las chicas mantenían el ritmo pausado y constante, con ejercicios de control de balón y pases cortos. De vez en cuando, una de ellas lanzaba una broma, y el grupo entero estallaba en risas. Era uno de esos días en los que el deporte parecía simplemente una excusa para disfrutar de la compañía y la camaradería del equipo, algo que llenaba a Kelly de una gratitud silenciosa. Por un momento, se olvidó de cualquier malestar y simplemente se sintió parte de ese pequeño mundo en el campo, donde los problemas parecían quedar fuera.
Después del entrenamiento, llegó el momento de la sesión teórica. El equipo se reunió en el aula, donde el entrenador, Juan, ya estaba esperando con una pizarra llena de líneas y flechas que delineaban las tácticas clave para el partido. Las chicas tomaron asiento, algunas con cuadernos y bolígrafos en mano, listas para apuntar cualquier detalle que pudiera ser útil.
Juan comenzó señalando los puntos fuertes del equipo rival y las áreas donde debían concentrarse para contrarrestarlos. La tensión se volvía palpable, y las jugadoras, usualmente animadas y conversadoras, estaban en completo silencio, enfocadas en las instrucciones de su entrenador.
Juan comenzó su charla táctica con calma, pero con la intensidad que caracterizaba los momentos previos a un partido importante. Jugaban contra el Bilbao, un equipo famoso por su velocidad y fuerza física, pero también confiaba plenamente en el estilo de juego que habían trabajado todo el año: pases rápidos, control preciso y paciencia en el ataque.
—Chicas, hoy jugaremos como siempre lo hemos hecho. Sé que enfrente tenemos a un equipo fuerte y rápido, pero esa no es nuestra preocupación —comenzó Juan, señalando la pizarra donde tenía marcada la formación—. Ellas correrán y buscarán imponerse físicamente, pero nosotras nos apoyaremos en lo que mejor hacemos: pase y control. Confío en vuestro toque, en vuestra técnica, y sobre todo, en vuestra capacidad de trabajar en equipo. No os pongáis nerviosas, no perdáis la cabeza; simplemente disfrutad el partido y recordad que estamos todos aquí para aportar.
—Kelly, serás nuestra mediapunta hoy —dijo, dirigiéndose a la rubia con una sonrisa alentadora—. Te pido que muevas el balón con rapidez, conecta con las bandas, mantén el ritmo del partido y distribuye el juego. Confío en ti para liderar el ataque.
Y la rubia asintió, sintiendo cómo la responsabilidad le daba una chispa de energía, mientras Ana le lanzaba una mirada de apoyo desde el otro lado de la mesa.
—Ana —continuó Juan—, quiero que no pares de hacer desmarques. Aprovecha tu velocidad y habilidad para romper la defensa rival. Te necesito en constante movimiento, abriendo espacios y creando oportunidades. Nosotras vamos a jugar nuestro juego, y tú serás clave para abrir su línea de fondo.
—Lucía —prosiguió el entrenador, mirando a su defensa—, adelanta la línea y mantenla bien organizada. Necesitamos un equipo compacto, con líneas cercanas y sin dejar espacios para los contragolpes. Bilbao va a intentar meternos velocidad en los huecos; vamos a evitar que tengan esas oportunidades, ¿de acuerdo?
Lucía sonrió, golpeándose ligeramente el pecho con un puño en señal de compromiso. Sabía que ese rol le exigía concentración, pero confiaba en su capacidad para mantener la defensa bien plantada.
Juan continuó con algunas indicaciones más sobre las jugadas a balón parado, un arma esencial para asegurar cualquier ventaja.
—Si no tenemos opciones claras en las jugadas ensayadas, Kelly se encargará de los saques de esquina y de las faltas —anunció, mirando a la rubia—. Confío en tu precisión.
La pequeña muchachita asintió, con decisión, y Ana la observó en silencio, admirando la seriedad con la que su hermana asumía cada indicación. En los ojos de Kelly, reconocía la misma intensidad que siempre había visto en Iván: una mezcla de enfoque y hambre de juego que la hizo sonreír para sí misma. Ahí estás, hermanito. Competitivo y duro en cualquier situación, pensó con cariño y orgullo.
El entrenador hizo una pausa , miró a todas las jugadoras una última vez con expresión orgullosa, y con un tono suave, añadió:
—Sobre todo, chicas, hoy quiero que disfrutéis. Hablad entre vosotras, apoyaros, animaos con cada jugada y no os recriminéis nada. Somos un equipo, y nuestra fuerza siempre ha estado en nuestro trabajo juntas. Confío en cada una de vosotras. Hoy salimos a demostrarlo.
La charla del entrenador había terminado, y las chicas salían del aula entre risas y comentarios, dejando entrever su emoción y decisión para el partido. La mediapunta, se unió al grupo con una expresión de alivio. Sin embargo, el entrenador Juan, que no había pasado por alto su semblante pálido, pidió a las demás que la dejaran unos minutos a solas.
Mientras el aula se vaciaba, Ana y Marta, preocupadas, notaron su rostro decaído y se acercaron a ella.
—¿Qué pasa, Kelly? —preguntó Ana con suavidad, dándole una mirada comprensiva.
Kelly miró a sus amigas, suspirando. Se había comprometido a encontrarse con Carlos, pero entre los nervios y el entrenamiento, no se sentía en condiciones de disimular su malestar.
—¿Podéis hacerme un favor? Please, ¿Can you say to Carlos que no podré ir? El coach quiere hablar conmigo y... —suplicó, con una mezcla de frustración y nerviosismo que eran evidente an las chicas que la escuchaban.
Las chicas asintieron con una sonrisa de apoyo. La rubia se sintió un poco mejor al saber que, al menos, Carlos sabría la razón de su ausencia.
Cuando el aula se vació y las demás jugadoras se marcharon, Permaneció en su asiento, con la vista fija en la mesa frente a ella. Sabía que no había manera de esconder lo que le pasaba; no solo su rostro delataba su malestar, sino que el propio Juan, siempre atento, ya había notado que algo no andaba bien.
—¿Qué pasa, Kelly? —preguntó Juan con tono preocupado, acercándose y sentándose frente a ella con una mirada genuinamente compasiva, Había dejado al lado su libreta de apuntes y se le veía francamente preocupado.
Ella intentó esbozar una sonrisa para fingir que todo estaba bien, pero sentía que el dolor y la incomodidad eran demasiado obvios. Soltó un suspiro y, con la voz temblorosa, se atrevió a admitir en voz baja:
—Es que... ha venido la regla... y duele mucho.
Juan asintió lentamente, y ella notó que su expresión se suavizaba aún más, con una mezcla de alivio y comprensión.
—Ya veo... —dijo él con un tono calmado—. Gracias por contármelo, Kelly. Es importante para mí saber cómo os encontráis cada una de vosotras, y esto es tan válido como cualquier otra cosa. —Hizo una pausa y la miró directamente a los ojos—. Si no te sientes bien, no tienes por qué jugar, podemos ajustar el equipo para que tengas el descanso que necesitas.
Pero la muchacha levantó la vista alarmada y negó con un movimiento firme de la cabeza.
—No, please!, quiero jugar. Sé que puedo. Solo... necesito un poco de ayuda para que el dolor no sea tan fuerte.
La resolución en su voz, a pesar del temblor, hizo que Juan sonriera y le diera unas palmaditas cariñosas en el hombro, encantado y un poco emocionado con el compromiso de la bonita muchacha.
—Está bien, tranquila. Vas a jugar. —Se inclinó un poco más hacia ella, como si le confiara un secreto—. Pero quiero que pases por la enfermería de la residencia antes del partido, ¿vale? Que te den algo un poco más fuerte que el ibuprofeno. Un antiinflamatorio que te ayude a estar en condiciones. El fútbol es para disfrutar pequeña, si no , no vale la pena.
Una oleada de gratitud la inundó al mirar los ojos preocupados y comprensivos de su entrenador, se sintió más tranquila, sintiendo que Juán no sólo la comprendía, sino que también la respetaba en esa situación incómoda. Esa confianza era nueva para ella, y agradecía tener a alguien como él en quien apoyarse.
—Gracias, Mister. De verdad.
—Para eso estoy, Spice. Cuentas conmigo. Ahora vete a descansar y a prepararte sin presiones, ¿vale? Si en cualquier momento sientes que no puedes más, dímelo. No pasa nada, no decepcionas a nadie...
Mientras hablaba con Juan, Kelly se dio cuenta de lo distinta que era esta relación en comparación con sus entrenadores anteriores. En el equipo masculino, los entrenadores solían ser mucho más duros; siempre se esperaba que los chicos "aguantaran" y se esforzaran sin quejas, independientemente de cómo se sintieran. Pero Juan era diferente. En vez de presionarla para que demostrara dureza, mostraba una comprensión que le hacía sentir segura. Cada palabra de apoyo y cada mirada compasiva le recordaban que estaba en un entorno donde su bienestar realmente importaba, y esa diferencia la hacía sentir una inesperada comodidad.
Se sorprendió al notar cuánto apreciaba esa calidez, esa cercanía. Aún siendo su entrenador, Juan conseguía que se sintiera cuidada, casi como si formara parte de una familia. Mientras se levantaba para salir, no pudo evitar sonreír al pensar en lo reconfortante que resultaba esa dinámica. Era una relación de confianza que nunca habría imaginado en sus días como Iván, y ahora, en este cuerpo y en este equipo, era algo que apreciaba profundamente.
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Al llegar a la residencia, fue directamente al consultorio del médico. La atendió con amabilidad, y le recetó un medicamento más fuerte para aliviar los calambres. Le explicó con calma cómo tomarlo, asegurándose de que ella lo entendiera. Asintió, agradecida, aunque aún con el rostro cansado.
Salió del consultorio con el medicamento en la mano y fue hacia el baño. Su cabeza estaba llena de pensamientos encontrados. Por un lado, sentía un inesperado consuelo en el cuidado que había recibido tanto de Juan como del médico; no era el tipo de trato al que estaba acostumbrada. Su entrenador de antes había sido exigente, duro, un fanático de la disciplina y el esfuerzo. Ahora, en cambio, la habían escuchado, incluso le habían ofrecido apoyo. Pero, por otro lado, cada momento le recordaba las nuevas realidades de su cuerpo, algo que sentía como una carga extraña y frustrante.
Al llegar al baño, entró en uno de los cubículos y cerró la puerta con un suspiro. Sacó un nuevo tampón del envoltorio, observándolo con desagrado mientras intentaba reunir la determinación necesaria. Ana le había explicado cómo ponérselo, pero ahora estaba sola, y la tarea le resultaba intimidante. Finalmente, después de un par de intentos y unos momentos de incomodidad, logró colocarlo en su sitio. Respiró hondo y sintió un ligero alivio al saber que, al menos, había logrado enfrentarse a este desafío.
Después de salir del cubículo, fue al lavabo y se lavó las manos, deteniéndose un momento para mirar su reflejo en el espejo. Su rostro estaba pálido, con el ceño fruncido de agotamiento. Observó su expresión, los ojos un poco vidriosos, y sintió un nudo en la garganta, un recordatorio de lo lejos que había llegado y de lo mucho que había cambiado. Sin embargo, justo cuando ese peso parecía abrumarla, se acomodó el pelo y se obligó a sonreír, aunque fuera solo un poco. Le gustaba. Estaba descubriendo que era una mujer, con problemas femeninos, con emociones nuevas y emocionantes. Sabía que, aunque este cuerpo traía consigo dificultades que nunca imaginó, también estaba descubriendo en sí misma una fuerza y una emoción que nunca había conocido
Con un suspiro profundo, salió del baño y, aunque intentaba convencerse de que quería reunirse con las chicas antes de la comida, sabía bien que sus pensamientos iban en otra dirección. Necesitaba compañía, alguien que le hiciera sentir bien, y solo pensaba en una persona. Al ver a las chicas en el comedor, sintió una oleada de alivio y aceleró el paso para unirse a ellas.
Ana, Marta y Lucía charlaban animadamente cuando la vieron acercarse. Justo detrás de ellas, Carlos, Alex y otro chico del Villarreal, cuyo nombre aún no conocía, entraban también al comedor. Alex y el otro chico se despidieron de las chicas y se dirigieron a su mesa, mientras Carlos se quedó a unos pasos de distancia, observándola con una sonrisa tranquila, como si estuviera esperando su turno para hablar con ella.
Su hermana la saludó con una sonrisa dulce en los labios, se le notaba preocupada: —Hola, nenica, ¿qué tal te sientes?
Kelly asintió con una sonrisa algo cansada, pero aliviada: —Mucho mejor, Ana. Juan... realized yo no estaba bien y preguntó. Quería sentarme in bench, pero le pedí jugar at last.
—Seguro que esta tarde estás mejor, Spice, no te preocupes, ya sabes que te necesitamos en el campo —dijo Marta, revolviéndole el pelo con cariño.
Kelly sonrió y le lanzó una mirada agradecida.
La chica se sentía mejor rodeada de sus amigas, pero a cada segundo que pasaba, su mirada volvía a posarse en Carlos, que la esperaba unos pasos más allá, mirando su teléfono distraídamente, dándole espacio para que terminara de hablar con las chicas. Sentía un nudo en el estómago, pero no por el dolor, sino por las ganas de estar con él, de hablar, de aliviar la presión emocional que había sentido durante toda la mañana. Sabía que no buscaba solo un rato ligero o coqueto, sino el alivio y el apoyo que sentía con él, y la seguridad de que su interés era sincero.
—Girls, esperad en el comedor, ¿ok? Encontradme un asiento, please —les dijo Kelly con una sonrisa de disculpa, como pidiéndoles permiso para escaparse un rato.
Las chicas compartieron miradas de complicidad, y Ana le susurró al oído con una sonrisa:
—No te hemos visto, ¿eh? Puedo cubrirte unos 30 minutos, nenica.
Kelly la miró con una mezcla de gratitud y alivio. Su hermana le guiñó un ojo, dándole el último empujón que necesitaba para irse con Carlos sin ninguna culpa. Las chicas se alejaron hacia el comedor, dejándola sola con él.
Cuando se giró hacia Carlos, notó que él ya la estaba mirando, sonriéndole suavemente al guardar su teléfono en el bolsillo. Se acercó a ella, y Kelly sintió cómo el peso de la mañana y la incomodidad se desvanecían un poco.
La rubia se sintió volar cuando Carlos le estrechó la mano con una confianza que la hacía sentir a gusto, como si ese contacto fuera la cosa más natural del mundo. Su mano era grande y cálida, y ese simple hecho le arrancó una pequeña sonrisa. Siempre estaba descubriendo detalles nuevos, pequeñas cosas que, de alguna manera, hacían que cada momento se sintiera especial.
Cuando se giró y sus ojos se encontraron, una calidez suave la envolvió. Sin pensarlo mucho, se inclinó y le dio un beso en la mejilla, delicado y dulce. Notó la ligera aspereza de la piel de Carlos, y el toque áspero le resultó inesperadamente agradable, una sensación que parecía intensificar ese instante.
—¿Cómo estás, guapa? —preguntó él con una sonrisa tranquila.
—Estoy... ok, thanks —respondió ella, devolviéndole la sonrisa con un toque tímido—. ¿Y tú?
—Bien también. ¿Qué has estado haciendo? —preguntó Carlos en un tono que dejaba claro que su espera no había sido una molestia.
—Ah, cosas de chicas... —respondió ella con una mezcla de vergüenza y honestidad—. Estuve en médico; pain fuerte, ya sabes, cosas de chicas —añadió, sabiendo que hablar de aquello era compartir con él una parte completamente femenina de sí misma. De alguna forma, no le importaba que él lo supiera; al contrario, la hacía sentirse más conectada con él.
Carlos asintió, como si fuera algo de lo más normal.
—Vaya, lo siento. Espero que dure poco —respondió él, con una despreocupación que hizo que Kelly apretara los labios sin querer.
Carlos parecía verlo como algo menor, como si el malestar que ella sentía no fuera suficiente para preocuparse demasiado. Y, por un segundo, ella sintió una punzada de frustración. ¿Era así de insensible la mayoría de los chicos? A ella no le habría pasado desapercibido si alguien estaba realmente mal. Pero ahora... ahora necesitaba cercanía, una muestra de apoyo, un poco de empatía.
Se regañó en silencio, recordando cómo había sido cuando era Iván, y lo claro que le parecía todo desde aquella perspectiva: una actitud de "tienes que poder con esto" y "no te quejes tanto" solía ser su lema. Qué distinta se veía la vida desde esta nueva posición, desde el cuerpo y las emociones de una chica. Ahora entendía de verdad lo que era estar vulnerable, necesitar un gesto de comprensión o una mirada de apoyo. Cuando volviera a ser un chico, se dijo, intentaría ser diferente, más atento y considerado. Después de todo, las chicas eran mucho más delicadas, o al menos así era como ella se sentía ahora.
Suspiró y se obligó a dejar pasar su frustración.
Había algo en ese momento que hacía que Kelly se sintiera completamente en sintonía con su nueva realidad. Cada intercambio, cada detalle en su forma de expresarse, en compartir algo tan íntimo como sus pensamientos y emociones, le hacía sentirse más auténtica, como si en compañía de Carlos encontrara un reflejo de sí misma que nunca había visto antes. Estar cerca de él no solo la hacía feliz; la hacía sentirse real y completa de una manera que apenas estaba empezando a entender.
—Por cierto, guapa —comentó Carlos con una sonrisa traviesa—, he estado hablando con Ana, Marta y Lucía... sobre ti.
Kelly alzó una ceja, sintiéndose tanto intrigada como un poco asustada.
—¿Ah, sí? ¿Y qué te han dicho? —preguntó, entre curiosa y temerosa de lo que podrían haber comentado.
Carlos fingió pensarlo, haciéndose el interesante.
—Que eres divertida, tierna... pero que a veces tienes un humor de perros —dijo él, riendo mientras la miraba con cariño.
Kelly se sonrojó un poco, y con una risita resignada, contestó:
—Bueno... maybe sometimes soy un poco gruñona —admitió—, but ellas me provocan.
—No te preocupes, rubita, que yo también tengo mis momentos —respondió Carlos, guiñándole un ojo.
Hubo un pequeño silencio, uno de esos que no incomodan sino que consolidan la cercanía. Kelly se dio cuenta de lo cómoda que se sentía hablando con él. No importaba de qué hablaran, lo importante era estar juntos, compartiendo esos minutos que le parecían perfectos. Todo el cansancio, las molestias... quedaban en segundo plano.
—Oye, ¿vas a jugar el partido de la segunda tanda? —preguntó él, cambiando de tema.
Kelly asintió con entusiasmo.
—Sí, a las siete —dijo, sintiéndose feliz al ver su interés.
—Perfecto. Entonces podré verte en la segunda parte; yo juego a las cinco —dijo Carlos, con un guiño que le hizo palpitar el corazón.
—¡Genial! —respondió, sin poder ocultar su alegría— Estaré esperando.
Carlos le sonrió con esa mezcla de dulzura y picardía que tanto la encantaba.
—Muy bien, guapa, a ver si podemos vernos más tarde.
La muchacha apretó las manos de Carlos en un rápido "hasta luego," notando el calor y la firmeza que le transmitían. Al darse cuenta de que el entrenador se dirigía hacia el comedor, se despidió apresuradamente de él, dejando un eco de su sonrisa tras de sí. Al entrar, se sorprendió de lo intensos que se le hicieron los olores de la comida, mucho más nítidos que antes, como si su cuerpo estuviera mucho más receptivo a todo lo que le rodeaba.
Cogió una bandeja y se puso en la cola, y cuando llegó su turno, seleccionó un poco de pasta y un gran plato de ensalada sin pensarlo demasiado. Notó que su estómago, algo revuelto por la mañana, parecía pedir algo ligero. Al pasar por la sección de carnes, simplemente negó con la cabeza. Nada de lo pesado le apetecía hoy, aunque normalmente hubiera añadido un filete sin pensarlo. Con dos piezas de fruta y un pequeño vaso de zumo, completó su elección.
Miró su bandeja y, al instante, soltó una pequeña risa para sí misma. Ana's garbage, pensó con diversión, notando lo similar que era a los platos de su hermana, tan saludables y coloridos. Desde luego esta transformación venía acompañada de algo más que lo superficial.
Mientras se acercaba a la mesa de su equipo, vio que le habían guardado un sitio entre Ana y Marta. Las chicas la recibieron con miradas de complicidad y sonrisas cómplices. Nadie del equipo conocía el parentesco entre Kelly y Ana, pero ya todas asumían que la rubia y la capitana eran inseparables. Se sentó y, al ver la calidez de sus amigas y el respaldo de su hermana a su lado, sintió una serenidad inusual. Las molestias en el estómago parecían disiparse, y por primera vez en todo el día, se sintió en completa paz.
Aún estaba perdida en sus pensamientos cuando Marta, con tono socarrón, rompió la tranquilidad:
—Mirad chicas, ahora sabemos el secreto del tipito de Spice. Come como un conejito: ensalada y fruta.
La rubia levantó la vista, sin molestarse pero fingiendo estar ofendida, y puso los ojos en blanco. De nuevo su nueva personalidad, revoltosa y siempre disfrutando de ser la pequeña hermanita del equipo, tomó el control.
—¿Puedes dejarme comer tranquila? My food, my tastes, Marta —respondió en tono teatral, agitando un trozo de lechuga en su tenedor.
Ana, viendo la escena, intervino entre risas:
—¡Que nooo! Lo hace por quedar bien, que desde que está en España...¡ Le encanta el jamón!
Ella decidida a defender su elección, tomó un bocado de su ensalada y, mientras hablaba, medio se atragantó.
—Greens buenos para cuerpo —respondió con la boca llena, pero al intentar tragar, un trozo de lechuga le jugó una mala pasada. Tosió y casi escupe la hoja, logrando arrancar una carcajada general en la mesa.
Ana no podía evitar sonreír al ver a su hermana tan integrada y feliz entre las chicas del equipo. Kelly se había ganado a todas con su encanto natural y esa mezcla irresistible de inocencia y chispa. Llevaba el chándal del equipo, que le quedaba como un guante, resaltando su figura estilizada y atlética sin perder un toque de delicadeza. Su coleta rubia se movía con cada gesto, y el sol que entraba por las ventanas del comedor iluminaba sus mechones dorados, dándole un aire casi etéreo.
Lo que más llamaba la atención de Kelly, sin embargo, eran sus ojos: grandes, de un azul claro y profundamente expresivos. Cada mirada parecía contener una emoción pura y honesta; podía estar siendo juguetona y alegre un momento, y al siguiente, mostrar una dulzura tan sincera que desarmaba a cualquiera. Había algo en esos ojos que capturaba la atención, una mezcla de curiosidad y bondad que hacía que todas las compañeras del equipo la trataran como a una hermana pequeña a la que cuidar.
Kelly era una verdadera preciosidad: su carita de niña buena, las mejillas enrojecidas aún por el sol y esa nariz apenas quemada le daban un aspecto tierno, casi angelical, pero su personalidad burbujeante y despreocupada añadía una chispa especial. En la mesa, reía con ganas y hacía bromas con una naturalidad que contagiaba, y Ana, desde su lugar, no podía dejar de observarla con orgullo y cariño.
Reconocía en su hermana ciertos gestos de Iván, como la manera en que se ganaba a los demás con su carisma. Pero había algo más, algo que Ana sabía que nunca había visto en Iván antes: una suavidad y calidez que solo podía describir como puramente femenina. En ese momento, Ana suspiró, un poco nostálgica.
El entrenador Juan, que estaba sentado con la masajista y el segundo entrenador, se levantó y caminó hacia las chicas con una sonrisa tranquila. Al llegar junto a ellas, alzó la voz para recordarles:
—Chicas, os recuerdo que debéis descansar, ¿vale? Todas a las habitaciones. Nos vemos en la salida de la residencia a las cinco. Tratad de dormir la siesta, os hará falta.
Se inclinó hacia Kelly, pasando una mano cariñosa por su coleta rubia. Su tono se volvió más suave cuando le preguntó:
—¿Todo bien, Kelly?
Ella levantó un pulgar con una sonrisa un tanto forzada, aunque decidida, mientras asentía. Juan le devolvió una sonrisa tranquilizadora y le dio una palmadita en el hombro antes de retirarse. Las chicas se levantaron de la mesa, charlando entre ellas mientras iban en busca de sus habitaciones para el descanso.
Algunas pasaron cerca de los chicos del Villarreal que también estaban levantándose. Ana, con Kelly justo detrás, se acercó a Alex para desearle suerte en su partido de la tarde. Durante esos breves minutos de conversación, Kelly se encontró cara a cara con Carlos. Sabía que solo tendría un par de minutos para hablar con él antes de que cada uno tuviera que irse, y estaba rodeada de sus compañeros y compañeras de equipo.
No es que le molestara que el equipo supiera que le gustaba Carlos; de hecho, intuía que era algo evidente para casi todos. Pero en esos momentos, su atracción y sentimientos parecían algo especial que quería guardar entre ellos dos. Sin pensarlo mucho, Kelly se acercó un poco y, con una sonrisa coqueta, le dio un beso en la mejilla.
—Buena suerte, handsome —le dijo con voz dulce, guiñándole un ojo.
Carlos sonrió, y en sus ojos brillaba algo divertido y afectuoso.
—Suerte para ti también, Spice.
Se apartó sonriendo, sintiéndose a la vez un poco nerviosa y tremendamente feliz. Mientras volvía a caminar al lado de Ana, notó cómo los nervios y la preocupación que sentía esa mañana se disipaban un poco. Al final, estaba rodeada de personas que la apoyaban y que le daban fuerzas. Con su equipo a un lado, su hermana cerca, y Carlos esperando por verla jugar, sentía que todo iba a estar bien.
Las chicas entraron en la habitación y, en cuanto la puerta se cerró, Kelly dejó escapar un suspiro de pura frustración. Se dejó caer en la cama con el teléfono en la mano, su rostro reflejando una mezcla de enfado y frustración.
Ana, observándola desde el otro lado de la habitación mientras se quitaba la chaqueta para ponerse cómoda, notó de inmediato la incomodidad de su hermana. Estaba intentando hablar con la madre de ambas.
Se acercó y se sentó junto a ella, mirando con curiosidad la pantalla del móvil, donde la rubia luchaba por escribir algo coherente.
—¿Quieres que te ayude a hablar con mamá? —preguntó Ana en voz baja, comprendiendo de inmediato la raíz del problema.
La rubia levantó la vista, asintiendo tímidamente, sus mejillas enrojecidas de frustración.
—Sí... please. Mi español no es bueno ahora, y no sé cómo decirle que yo bien... que estoy bien. —Soltó un suspiro de rendición y miró a Ana con ojos suplicantes—. Todo lo que escribo... suena... demasiado Kelly, ¿sabes?
Ana sonrió con ternura, dándose cuenta de lo difícil que debía ser para ella. A pesar de todos sus esfuerzos, esa barrera con el idioma parecía la constante que le recordaba el cambio que había vivido.
—A ver, ¿qué quieres decirle exactamente? —Ana tomó el teléfono de las manos de Kelly con suavidad, al tiempo que le daba una palmadita tranquilizadora en el hombro.
Kelly cerró los ojos un segundo, tratando de concentrarse, y luego comenzó a hablar.
—Quiero decirle... que estoy bien, que estoy descansando mucho, pero también... que la echo de menos. —Hizo una pausa, luchando con las palabras—. Y que no... que no se preocupe por mí. Quiero sonar como Iván, como antes, pero... —se encogió de hombros— solo puedo decir cosas de una manera... so Kelly.
Ana tomó el teléfono decidida y comenzó a escribir.
—Hola mamá. Solo puedo hablar por WhatsApp porque en la clínica de rehabilitación no hay cobertura. Solo tengo un minuto, pero quería hacerte saber que todo está bien —escribió con rapidez y naturalidad, lanzando una mirada tranquila a Kelly, que la observaba, sintiéndose de repente inmensamente agradecida.
—¡Nenica, no es nada! Siempre estoy aquí para ayudarte —le susurró, dándole un apretón en el hombro para tranquilizarla.
La respuesta de su madre llegó en segundos: Hola hijo, ¿cómo estás? ¿Qué está pasando? ¿Por qué no puedes hablar por teléfono?
Kelly miró a Ana con una mezcla de gratitud y desesperación, pidiéndole con la mirada que continuara la conversación. Ana asintió y siguió escribiendo, tranquilamente.
—Lo siento, mamá. Solo puedo escribir por ahora. Estoy en la clínica por mi lesión. No tengo cobertura telefónica aquí, pero estoy bien. —Ana escribía con soltura, cuidando de que sonara como si fuera Iván mismo.
La preocupación de su madre se reflejó de inmediato en otro mensaje. Oh no, ¿estás bien? ¿Necesitas que vaya a visitarte?
Ana frunció levemente el ceño, compartiendo por un instante la misma preocupación de su madre, antes de responder con firmeza.
—No te preocupes, mamá. Todo está bien. Solo necesito descansar y recuperarme. Estoy en buenas manos aquí en la clínica.
Kelly observó cómo su hermana continuaba la conversación, sintiéndose de repente muy torpe. Era un alivio enorme tener a Ana a su lado, alguien en quien confiar para algo tan delicado y que la entendiera en cada detalle.
Después de intercambiar unos cuantos mensajes más, su madre, Ana María, envió finalmente un emoji sonriente y escribió: Entiendo, cariño. Cuídate mucho, y dime cómo vas siempre que puedas.
Ana le devolvió el emoji y escribió en nombre de Iván: Gracias, mamá. Seguiremos en contacto contigo tan pronto como pueda.
Cuando la conversación terminó, Kelly exhaló, aliviada. Miró a su hermana con una sonrisa llena de gratitud y emoción.
—Gracias, sis. No sé qué haría sin ti.
Ana le devolvió la sonrisa y le pasó el teléfono con un guiño.
—No hay problema, nenica. Siempre estoy aquí para ayudarte —dijo, abrazándola brevemente.
Ana miró a Kelly con una sonrisa traviesa, y Kelly, aliviada de que el mensaje a su madre hubiera salido bien, dejó escapar un largo suspiro. Pero su paz duró poco, ya que Ana pronto empezó a bromear
—Uf, nenica, ni te imaginas lo que pasaría si mamá se entera de que ahora eres esta pequeñita adorable, toda cute y coqueta... ¡Se plantaría aquí en un segundo! —Ana soltó una risa, y Kelly abrió los ojos de par en par.
—¡Nooo! ¿Te imaginas? —dijo Kelly, llevándose una mano a la frente con dramatismo—. Mamá toda en shock, diciendo "¿Iván, eres tú?" y luego dándose cuenta que... ¡ya no soy Iván!
Ana se rió y asintió.
—¡Exacto! Seguro que, al principio, le daría un ataque, pero luego le encantaría tener a su "hijita adorable." —Ana puso cara soñadora y continuó—. Te llevaría de compras, eligiendo vestiditos y falditas, y tú siendo toda... ¡señorita!
La rubia no pudo evitar sonreír y, siguiéndole el juego, puso una voz más dulce y exagerada.
—Ay, mami, ¿no crees que este vestido es un poquito too pink? Aunque, oh, it's kinda cute. —Se llevó las manos a las mejillas con una expresión de falsa timidez—. ¡Oh, Dios mío, Ana! Tendría que aprender a ser toda una lady... a decir "sí, mamá" y "oh, qué lindo, mamá"—suspiró con dramatismo—. ¡Sería tan exhausting!
—¡Pero te pega tanto! —dijo Ana, riendo y señalándola—. Con esa carita, tu coleta y esos ojazos azules, ¡si das el perfil perfecto! Mamá diría, "Ah, Iván no, ¡ahora es mi princesita preciosa!" Y a ti te tocaría presentarte así con toda la familia.
Su hermana puso cara de horror, aunque en sus ojos había un brillo divertido.
—Oh, ¡ni hablar! Imagínate a toda la familia, y yo como: "Hello, I'm Kelly. ¿Verdad que soy cute?" Y todos como, "Wow, qué guapa"... pero a la vez, ¡sería una pesadilla!
—¡Eso! —continuó Ana, fingiendo la voz de su madre—. "Kelly, querida, pon una pose para la foto familiar. Oh, y sonríe más, pequeña."
Ambas estallaron en carcajadas, y Kelly suspiró de nuevo, llevándose una mano al pecho en una pose exagerada.
—No podría soportarlo, pero... ¡maybe ser la adorable hijita no suena so bad! —dijo Kelly, guiñando un ojo, poniéndose de pie y haciendo una reverencia—. Pero... I'd be una señorita elegante.
—¿Tú crees que mamá me pondría en una habitación toda rosa? —continuó la muchacha con los ojos muy abiertos, como si de repente le hubieran revelado un destino terrible—. ¡Todo en rosa! Con muñequitos, un tocador de esos enormes llenos de maquillaje y espejos por todos lados para verme la cara...
Ana asintió con entusiasmo, con un brillo travieso en los ojos.
—¡Y nada de pantalones! Solo faldas y vestidos, nenica. Ya sabes cómo es mamá —Kelly, una chica guapa debe vestirse como una dama" —dijo Ana, poniendo voz de madre.
Kelly dejó escapar un suspiro dramático, llevándose una mano a la frente.
—¡Nooo! Estaría rodeada de todas esas cositas: maquillaje everywhere, pintalabios, mil cepillos, y collares y pulseras... ¡Parecería un joyero gigante! Y mamá insistiría en que tengo que usarlo todo. Seguro me diría "una chica necesita accesorios, Kelly; ¡no puedes salir de casa sin pendientes o pulseras!"
Ana estalló en carcajadas y continuó imaginando.
—Claro, y cada vez que salieras, mamá te pondría un peinado diferente. "No, Kelly, hoy toca trencitas. Mañana rizos y pasado coletita alta. Ay, estarías tan mona con una flor en el pelo." ¡Te tocaría ir a la peluquería semanalmente!
—¿Y sabes qué más? Seguro me prohibiría el fútbol. "Ese deporte bruto es lo que hizo que tu hermana sea tan bruta y competitiva." Nada de deportes, nada de correr o sudar. ¡Solo ballet!
Ana casi se cae de la cama de la risa.
—¡Ay, sí, ballet! —dijo, fingiendo la voz de su madre—. "Kelly, querida, te ves tan delicada. ¿No te encantaría bailar ballet? Y seguro te verías divina con ese tutu rosado y zapatillas de punta, tan fina, tan elegante..."
— Ay, nenica, serías la niña de sus ojos. ¿Y los chicos?
Kelly rodó los ojos, sabiendo a dónde iba el comentario.
—¡Oh, por Dios! Seguro me presentaría a "chicos de su agrado", igual que intentó contigo, ¿verdad? Algo así como "Kelly, este es Jorge, viene de una buena familia. Y, ah, míralo, es tan caballeroso."
Ana rió y asintió, recordando con ironía aquellos intentos de su madre.
—¡Exacto! Te enseñaría cómo coquetear con una sonrisa dulce, y tú serías la hija perfecta. Imagínatelo: sentadita, bien educada, coqueteando con chicos elegantes. .
— Nada de rock, nada de fútbol, solo ballet, chicos decentes, y toneladas de maquillaje. ¡Qué vida! Pero... tendría una ventaja —dijo Kelly, guiñándole un ojo a Ana—. Sería la "preferida" de mamá.
Ana soltó una carcajada que resonó en toda la habitación, mirándola con una mezcla de incredulidad y diversión.
—Tía, me dejas de piedra —dijo, aguantando otra risa—. ¿Te das cuenta de lo que estás diciendo? Casi parece que... ¡te gustaría ser esa "princesita perfecta"!
Kelly puso los ojos en blanco y, con un gesto exagerado, se llevó la mano al pecho como si le hubieran ofendido.
—¡Ni de coña, Ana! Vale que ahora soy chica, pero... ¡eso de ser la princesita bonita no va conmigo, ¿sabes?! A girl has her priorities!
—Sí, sí, "una chica" —repitió Ana, alzando las cejas y con tono burlón—. Mira, el hecho de que ahora tengas tetas... pues no te convierte en una mujer de verdad, hermanita.
Kelly se cruzó de brazos con una expresión ofendida y divertida a la vez, bajando la voz en tono confidencial y dramático.
—Hermanita... llevo puesto un tampón, ¿vale? ¡Tengo la regla! I'm bleeding through my... bueno, ya sabes por dónde, y tengo todas estas... ¡estas crazy hormonas! Además —añadió, elevando el mentón y hablando como si le costara admitirlo—, ya sabes, I kinda like the boys now, ¡y bien lo sabes, Ana! Así que, si eso no me hace una chica... bueno, al menos soy mucho más guapa y delicada que tú, darling.
—Serás mala... no sabía que, aparte de rubia, te ibas a volver tan creída, tía.
De pronto, la rubia se quedó callada. Ana la miró y vio cómo sus ojos brillaban intensamente, con una expresión que no entendía del todo. Al ver su cara, algo le hizo intuir que Kelly estaba pasando por un mal momento de nuevo. Le cogió la mano, notando la tensión en sus dedos, y en ese instante, una gran lágrima rodó por la mejilla de Kelly, seguida de otra.
—Kelly, ¿qué te pasa? ¿He dicho algo malo? —preguntó Ana, preocupada.
—No, nada... ¡no puedo parar! Es tan embarrassing... —murmuró Kelly, con la voz quebrada—. De pronto me he emocionado, viéndote tan caring... ¿Qué me pasa? ¿Por qué tengo tantas ganas de... llorar?
Su voz se fue apagando mientras luchaba por contener las lágrimas, pero era inútil. De pronto, comenzó a llorar de manera descontrolada, como si todo lo que llevaba dentro necesitara salir a la superficie de golpe. Ana lo comprendió al instante. Kelly era una chica, asaltada por emociones intensas, por una tormenta de hormonas que no sabía cómo manejar. Su hermana estaba experimentando algo nuevo, algo que seguramente la hacía sentirse desbordada y quizá un poco loca.
Sin decir una palabra, Ana la abrazó, sosteniendo su cabeza contra su pecho mientras Kelly lloraba y sollozaba, dejando escapar esos sentimientos que ni ella misma podía explicar. Sus gemidos eran casi infantiles, descontrolados y, a la vez, liberadores.
—Sssh, hermanita... no pasa nada. Llora todo lo que necesites —susurró Ana con suavidad.
Kelly continuó llorando un buen rato, sin saber realmente por qué lo hacía. Solo sentía que ese llanto, en lugar de agotarla, iba calmando el torbellino en su interior. Era como un bálsamo para el alma, algo que le quitaba el peso de encima poco a poco.
—Desahógate, mi niña, solo desahógate... no es malo llorar —murmuró Ana, acariciándole el cabello con ternura.
Y, poco a poco, el llanto fue apaciguándose, dejando a Kelly con una extraña paz, como si se hubiera liberado de algo profundo.
La muchachita, finalmente más tranquila, miró a su hermana, disculpándose con los ojos por el desahogo que acababa de tener. Ana, sin embargo, no parecía molesta; al contrario, aún la miraba con ternura. La mente de la morena trabajaba a toda prisa, necesitaba animarla. Quería que estuviera más tranquila, ¿Por qué no? ahora era la pequeña hermanita perfecta, sensible y soñadora... seguro que hablarle de sus inquietudes la animaba, ella necesitaba saber que le era muy importante, que la quería.
—Tengo algo que preguntarte —dijo Ana, mirándola con esa sonrisa que solo usaba cuando estaba tramando algo.
La rubia, al escuchar esas palabras, sintió cómo una nueva oleada de emoción la recorría. Antes de que Ana pudiera continuar, la interrumpió con una sonrisa soñadora y una expresión tonta en la cara.
—¡Sí! ¡Yes! I know... ¡Es sobre Carlos, ¿verdad?! ¡Es sooo handsome, y la idea de estar con él es tan... appealing!
Ana estalló en una carcajada, divertida con la reacción tan entusiasta de su hermana.
—Bueno, no tenía ni idea de que te gustaba tanto —le dijo entre risas, dándole un codazo amistoso—. Pero tranquila, nenica, no eres la única. Todos en la residencia, y sí, todos en el equipo del Villarreal, saben que la rubita guapa del San Rafael está coladita por Carlos.
Kelly se sonrojó, pero le brillaban los ojos, y Ana aprovechó para rematar:
—De hecho, incluso hay apuestas sobre cuándo vais a daros el primer beso.
—¡¿Quéee?! No way! —exclamó Kelly llevándose la mano a la boca, entre escandalizada y emocionada—. Qué vergüenza, tía! Ahora me muero cada vez que vea a cualquiera de ellos... ¿En serio todo el mundo sabe?
Ana miró a Kelly, que la observaba con esos ojos azules enormes, llenos de emoción y curiosidad. La rubia parecía tan entusiasmada por la vida, y ahora, en este nuevo rol, era una amiga perfecta, su confidente ideal. La morena esbozó una sonrisa traviesa, pensando en cuánto había cambiado todo, en lo divertido que era tener a su hermana como una "chica" para hablar de estos temas. Así que, después de dudar un segundo, decidió compartir su secreto.
—¿Sabes? —dijo Ana, casi en un susurro—. Ahora que eres mi "bestie," creo que puedo confiarte algo... Alex me gusta. Y no me atrevo a decirlo en serio, pero, rubita, creo que me trae de cabeza.
La muchacha soltó una pequeña exclamación de sorpresa y se llevó una mano a la boca.
—¡Ana! ¡Oh my gosh, you are in love! Esto es... tan cute, ¡tan sweet! No sé si reír o llorar. ¡I love it! ¿Desde cuándo sientes eso? —preguntó con los ojos brillantes.
La hermana mayor se rió, asintiendo con una expresión tímida, algo que Kelly casi nunca le veía. A la rubia le resultó muy revelador ver a su hermana, la fuerte, la decidida. Con esa cara de inseguridad. De pronto se sintió parte de su vida...
—No lo sé, nenica. Es que... no tenía sentido contárselo a nadie antes, ¿sabes? No lo hubiera dicho en serio, pero tú... no sé, contigo es distinto. Ahora que eres una chica, te has convertido en mi amiga perfecta.
—Well, thank you for telling me —dijo Kelly, agarrando las manos de su hermana con entusiasmo—. ¡Y te prometo que seré the best "hermanita consejera" de este mundo! ¡Déjamelo a mí! ¡Yo puedo ayudarte con Alex!
Ana soltó una carcajada y le dio un pequeño empujón.
—Ay, no sé si puedo confiar en ti con esto, que ya te veo poniéndote de cupido. Pero te voy a dar una oportunidad... A ver qué se te ocurre para conquistarlo.
—Si yo le gustara a Carlos... ¡Hasta podríamos salir los cuatro juntos! —dijo Kelly, con una sonrisa soñadora.
Ana soltó una risa y le dio un pequeño empujón en el hombro.
—Pero tía, ¿tú estás tonta o qué? ¡Este chico está deseando tener algo contigo! —le dijo, divertida—. Es un poco creído, sí, pero... seguro que te acaba diciendo algo.
Kelly suspiró, abrazando una almohada con aire de ensueño.
—Bueno... pero es que... Everything es tan raro ahora... ¡Pero me gusta taaaan-to!
Ana rió aún más ante la respuesta de su hermana, viendo cómo se acurrucaba en la almohada con una expresión entre felicidad y nervios.
—Sí, supongo que lo es —comentó mientras le acariciaba el cabello, divertida al ver a Kelly tan emocionada. Le resultaba increíble ver lo romántica que era ahora, tan diferente de Iván, que siempre había sido más reservado en esos temas.
Sin embargo, Ana también sentía un poco de lástima por ella, pues, a pesar de las señales tan claras, Kelly todavía no sabía con certeza si le gustaba a Carlos. Decidida a darle un empujoncito de confianza, le tendió el móvil con una sonrisa traviesa.
—Anda, nenica, ven aquí y lee esto —le dijo, mostrándole una conversación de WhatsApp entre ella y Alex, que últimamente había estado llena de intercambios divertidos sobre ellos.
El mensaje de Alex decía:
—Ey, Ana, ¿has visto a Carlos y Kelly últimamente?
—Creo que todos los hemos visto 😆
—Bueno, digamos que el equipo tiene la teoría de que están coladitos el uno por el otro.
—¿Y por qué lo pensarán?
—No séeee, pero cuando están juntos se les ilumina la cara y se ponen más nerviosos que en la final de la Champions 😜
—Jajaja, qué dulces son.
—Claro, claro. Ayer, Carlos me confesó que Kelly le parece súper atractiva y divertida.
—¿En serio? Pobrecillo, no sabe que la pobre rubita está igual de perdida.
—Sí, sí, y que le encanta su sentido del humor y su risa, pero que no se atreve a invitarla a salir. Está de un pesado... 😆
—¡Ay, qué monoooos!
—¿Y Kelly qué dice?
—Lo mismo, que le parece guapísimo y súper simpático, pero se queda en blanco con él. Ahí donde la ves, es súper insegura.
—Jajaja, parece que ambos están en las mismas. ¡Sooo sweet! 😍
—Pobre niña, se pone tan nerviosa que ni siquiera puede hablar en español cuando está cerca de él.
—Creo que por su bien y nuestra paz mental, deberíamos hacer algo para dejarlos solos.
—¿Y de paso nos quedamos solos nosotros? 😜
—Vale, me has pillado. Eso también. 😘
Conforme leía cada línea, Kelly iba poniendo una sonrisa cada vez más radiante, hasta que al final soltó una risita de incredulidad y comenzó a saltar de alegría por la habitación, como si fuera una niña pequeña que acababa de recibir el mejor regalo de su vida. Ana, desde su escritorio, se reía sin parar, disfrutando del espectáculo de la rubia, que ahora saltaba emocionada, con las manos en las mejillas.
—¡No puedo creerlo! ¡Carlos thinks I'm cute! —decía Kelly, con un brillo especial en sus ojos y dando pequeños brincos. Ana, entre carcajadas, asentía, satisfecha de haberle dado ese momentazo de felicidad a su hermana.
—¡Wow Sis! ¡He likes me!— Exclamó Kelly, todavía dando saltitos de felicidad. —¿Qué hago ahora?
—Pues lo primero que debes hacer es dejar de saltar, nenica. Pareces una niña pequeña.
Kelly se detuvo de inmediato y se puso seria. Sus ojos, sin embargo, sonreían de felicidad.
—¡¿No es para tanto?!. I'm sooo happy.
-—Lo sé, lo sé -,respondió Ana, tratando de contener la risa.— Pero debes ser un poquito más discretita petarda, si nota tanto entusiasmo te va a obligar a dar el primer paso y te vas a morir de vergüenza.
Pero su hermanita se sentía vulnerable en este nuevo mundo de expectativas femeninas, en el que parecía que había que esperar a que la otra persona diera el primer paso. ¿Qué más dará?, pensaba, ¡Si él me gusta! Un repentino dolor en el vientre le recordó su situación, y torció el gesto levemente, pero continuó con la misma emoción.
—¿Y si no lo hace? —preguntó de pronto, preocupada, buscando en su hermana algo de consuelo.
Ana le sonrió, tranquilizándola con su mirada y un guiño.
—No te preocupes, nenica. Estoy segura de que pronto dirá algo... y, además, Alex y yo estamos aquí para darle un empujoncito si hace falta.
Kelly asintió con una pequeña risa, y las dos hermanas continuaron hablando unos minutos más, compartiendo risas y confianzas. Finalmente, Ana miró el reloj y suspiró.
—Bueno, hermanita, tenemos partido. Hora de dormir, ¿no?
Kelly asintió, todavía sonriendo. Se desvistió y se metió en la cama, acomodándose entre las sábanas. Quería estar en plena forma para el partido, así que cerró los ojos, dejándose llevar por el sueño con una sonrisa tonta y un ligero sonrojo en las mejillas.
En su cama, Ana observaba el brillo en los ojos de Kelly. Con una sonrisa divertida pensó: Espero que Carlos se dé cuenta pronto de lo que tiene enfrente. Ana estaba decidida: si el guapo moreno no tomaba la iniciativa, ella misma intervendría para que esto avanzara, porque estaba claro que la ilusión de su hermanita le traía una felicidad que no podía dejar que se escapara.
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El despertador sonó casi una hora después. Las chicas se levantaron metódicamente; las dos hermanas estaban concentradas en el partido y apenas hablaban, creando un ambiente de seriedad en la habitación. Kelly fue al baño, tomó las pastillas antiinflamatorias que le habían recetado y se cambió el tampón, torciendo el gesto. Aunque se sentía incómoda, estaba decidida a hacer un buen partido.
Con el chándal del equipo puesto, recogieron sus bolsas de deporte y salieron en silencio por la puerta de la habitación. En la entrada de la residencia ya estaban reunidas casi todas las chicas del equipo. Había una excitación contenida en el ambiente. Ana observó a su hermana y notó el cambio en su expresión. Esa mirada decidida, que le recordaba tanto a Iván, brillaba ahora en sus ojos azules, mientras una coleta rubia caía por su espalda.
Subieron al autobús, y el trayecto hacia el estadio de "La Rosaleda" duró apenas quince minutos. Al llegar, el entrenador hizo una señal para que todas bajaran y se dirigieran a los vestuarios. La expectación se hacía palpable mientras las chicas se cambiaban a su equipación. Les tocaba jugar como local, y el ambiente estaba cargado de emoción.
Salieron al campo para calentar y, al mirar a las gradas, todas quedaron asombradas. Había cerca de 5000 personas en el estadio; aunque no ocupaban ni una cuarta parte de "La Rosaleda", era mucho para un partido de chicas en un torneo sub-20, especialmente uno en el que no jugaban las favoritas.
El calentamiento comenzó con suavidad: unas carreras ligeras con el balón, estiramientos y movimientos controlados. Kelly sentía cómo su cuerpo respondía, y aunque todavía notaba una ligera incomodidad, la emoción de lo que estaba por venir comenzaba a imponerse. El estadio se iba llenando poco a poco, y la atmósfera de expectación crecía a su alrededor.
Al retirarse hacia el vestuario, Kelly no pudo evitar preguntar a uno de los trabajadores de la organización sobre el partido del Villarreal. Le informaron que continuaba en empate a cero y quedaban menos de diez minuos. Al instante, se reprendió mentalmente; sabía que debía concentrarse en su propio partido, aquí y ahora. Entró al vestuario decidida a bloquear cualquier distracción. Era su primer partido de competición en cuatro años, y a pesar de lo extraño y diferente de la situación, la mezcla de excitación y nervios le resultaba familiar. Se sentía molesta por su condición, pero no iba a permitirse usarla como excusa. Estaba aquí para darlo todo.
En el vestuario, el entrenador Juan dio una pequeña charla de ánimo. "Jugad como sabéis, no os desconcentréis, apoyaros todas...". Al terminar, puso su mano en el centro y formó una piña con las chicas. Todas se acercaron, colocaron sus manos sobre la del entrenador, y Kelly se encontró entre las más cercanas, casi al lado de Juan. No habría cabido si se colocaba fuera de la piña. Al unísono, y con una pasión inesperada, todas gritaron: "¡Un, dos, tres... GANAR!" La rubia sintió la fuerza y la emoción familiares de antes de un partido en su voz, como si algo en su interior cobrara vida.
Salieron al campo en silencio, cada una repasando las últimas indicaciones de Juan en su mente. La tensión en el aire se mezclaba con la expectación. En un momento, Kelly y Ana cruzaron miradas. Fue solo un segundo, pero en ese gesto de determinación ambas sintieron la conexión de siempre, como si el tiempo no hubiera cambiado nada entre ellas. Ana tuvo la certeza de que, bajo la apariencia de la jugadora número 10, estaba su hermano, el mismo Iván de siempre, listo para darlo todo en el campo.
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¡Muy buenas tardes, amigos del fútbol! Soy Justo González y mi compañero es Tomás Wass, y aquí estamos en un día caluroso en La Rosaleda para el enfrentamiento entre el San Rafael y el Athletic de Bilbao en este torneo sub-20 femenino. ¡Y qué jornada tenemos por delante! Con el sol pegando fuerte, las jugadoras ya están listas en el campo, estirando y saltando, calentando motores para lo que promete ser un duelo de gran intensidad.
Así es, Justo. Hay mucha expectativa en el aire. El San Rafael ha sido la gran sorpresa de este torneo, un equipo que llegó sin nombres reconocidos, pero que ha demostrado tener una alineación sólida y un estilo de juego bien estructurado. Sabemos que el Athletic de Bilbao no va a dar tregua y que son favoritas, pero el San Rafael no está aquí por casualidad. Han llegado hasta este punto porque tienen un bloque muy bien armado, un equipo que juega compacto y sabe cómo moverse en el campo.
Aunque, déjame decirlo, se nota que los nervios iniciales están haciendo mella en algunas de las jugadoras. Por ejemplo, hay una chica rubia que parece estar buscando la forma de sacarse de encima esa tensión, ¡mira cómo se muerde el labio! Pero eso suele pasar, Tomás. La presión de un partido importante y la atmósfera en el estadio pueden ser difíciles de gestionar, especialmente con la grada comenzando a llenarse de aficionados.
¡Y ahí está! El árbitro da el pitido inicial, y comienza el partido.
Las chicas del San Rafael arrancan algo titubeantes. Veo a Ana Rodriguez sola arriba, buscando apoyo, pero las locales están con los nervios a flor de piel, no logran conectar entre ellas. La defensa del Athletic está cerrando todos los espacios, imponiendo su ritmo, y hasta ahora las chicas del San Rafael apenas logran dar tres pases seguidos sin perder la posesión.
Así es, Tomás. El Athletic está dominando, con una agresividad impresionante en cada jugada. ¡Y atentos! Primera oportunidad de ataque para el Athletic, una llegada peligrosa... ¡Error de marcaje de la defensa del San Rafael! ¡Una delantera del Athletic, Ainhoa Orinea, queda sola frente a la portería!
Ahí va Marta Rada, la portera del San Rafael, ¡Sale valiente a cortar el ataque! ¡Y logra evitar el gol! ¡Por muy poco, pero lo logra! Esto podría haber sido devastador para el San Rafael en estos primeros minutos.
Pero no terminan ahí los problemas para las locales. En la siguiente jugada, Lucía Limes, la defensa central, intenta salir jugando con el balón... ¡y la presión del Athletic es feroz! Una de sus delanteras se le echa encima, y Lucía pierde el control. ¡Robo de balón para el Athletic!
¡Cuidado, cuidado! Rápida contra del Athletic, están desbordando por el centro, avanzan... ¡y ahí está el primer gol del partido! Golazo de las visitantes que castigan el error del San Rafael. 1-0 en el marcador, y el Athletic de Bilbao se pone al frente.
Un inicio complicado para el San Rafael. Tomás, el equipo local va a tener que reorganizarse si quiere frenar este ritmo implacable del Athletic. ¡La afición todavía espera que las chicas encuentren su juego y se metan de lleno en el partido!
Marta no pudo hacer nada para evitar el gol y se quedó en el suelo, frustrada por no haber podido atajar el balón. Las chicas del San Rafael se miraron entre sí, con el ánimo un poco más bajo que antes.
Pero la muchachita rubia se acercó a Lucía, con expresion confiada y decidida. Ella aún se lamentaba por el error cometido en el partido. La chica parecía acongojada, y la rubia no pudo evitar sentir empatía por ella.
—Lucía, no te preocupes por ese fallo. Todas mistakes en el campo, es normal —le dijo Kelly con un tono tranquilizador.
Lucía la miró agradecida, y Kelly continuó con una sonrisa alentadora:
—Somos un equipo, y vamos a ganar este partido juntas. Tú y yo, y todas las demás. ¿Right?
Lucía asintió, y la rubia le dio una palmada en el hombro antes de volver a su posición en el campo. Pronto se desplazó hacia la línea de creación, consciente de que necesitaba estar más en contacto con el balón para poder ayudar en la salida del equipo.
¡Y atención, que el partido ha dado un giro tremendo! El San Rafael ha encontrado su ritmo, y gran parte de la chispa viene de una jugadora que está destacando en el centro del campo... ¡Sí, señoras y señores, la número 10, apodada 'Spice' está brillando como nunca!"
Así es, Justo. Spice, aunque desconocida, está bordando el juego. Parece tan joven y pequeña en comparación con las demás, pero su habilidad en el campo es asombrosa. Sus pases están siendo clave para Ana, que ahora empieza a recibir balones de lujo y a tener más oportunidades de marcar. ¡Es como si el equipo girara a su alrededor!"
Y no es solo eso, Tomás; es su elegancia al jugar, esa soltura con la que realiza regates y fintas, ¡y la precisión en cada toque! Es increíble verla moverse. Las chicas del Athletic simplemente no pueden detenerla."
Exacto, Justo. Spice está dominando el campo con una combinación de velocidad y habilidad que está dejando a las rivales sin opciones. La vemos cada vez más suelta y confiada, y empieza a tener momentos de auténtica clase en cada jugada. ¡San Rafael cobra vida con ella en el centro, y el equipo se mueve como un reloj a su alrededor! Esta chica juega como los ángeles, y es un espectáculo verla en el campo."
Sin duda, Tomás. Con esta pequeña desconocida al mando, el San Rafael no solo juega bien, sino que está mostrando un fútbol de mucha clase. ¡Atentos, porque con Spice en este nivel, el partido promete mucho!"
¡Increíble lo que estamos viendo en el campo! Ana y Spice parecen estar conectadas mentalmente, ¡cada jugada es una coreografía perfecta entre ellas! Están barriendo al Athletic en cada avance, y ahora la defensa del San Rafael, con Lucía al mando, ha subido hasta casi el medio campo, manteniendo una presión constante que no deja respirar al equipo rival, están recuperando el balón muy rápido, eso es una presión tras pérdida bien ejecutada, ¡El bilbao no la huele!"
¡Así es, Justo! Y Spice está causando estragos cada vez que toca el balón. Es impresionante verla moverse, como si el partido estuviera bajo su control absoluto. ¡Incluso han intentado marcarla individualmente, pero es inútil! Se nota que es de lejos la más lista de la clase; anticipa cada movimiento, lee el juego como nadie. Hace rato que merecen el empate, y aquí viene una falta peligrosa a favor del San Rafael..."
Falta en la frontal del área, y Spice se acerca al balón. La vemos colocarlo con cuidado... ¡mira esa concentración! Respira hondo, toma impulso, y... ¡tremendo tiro directo a la escuadra! ¡GOOOOL! ¡GOLAZO de Spice que levanta a todo el estadio de sus asientos!"
Kelly se colocó frente al balón, con el ruido de la multitud apenas un murmullo en el fondo de su mente. Sabía que tenía la oportunidad perfecta, y, al mirar la barrera del Athletic, sintió esa confianza que solo llega en los momentos cruciales. Podía hacerlo. No necesitaba chutar fuerte; su estilo había cambiado, y ahora sabía cómo aprovechar cada pequeño detalle.
Respiró profundamente, sus ojos azules buscando a Ana entre la barrera. Cuando la encontró, Ana ya la estaba mirando, y asintió, dándole la señal silenciosa que necesitaba. Sonrió para sus adentros, sintiendo la conexión con su hermana, esa complicidad que las hacía casi imbatibles en el campo.
Volvió a concentrarse en el balón, visualizando exactamente el punto de la portería donde quería colocarlo. Cada segundo se sentía como una eternidad, cada músculo de su cuerpo listo para el momento exacto. Tomó impulso, ajustó el ángulo de su pie y, con precisión calculada, impactó el balón. La fuerza era la justa, no necesitaba más. El balón salió volando en una curva perfecta, superando a la barrera y clavándose en la escuadra.
El gol apenas había tocado la red cuando la rubia salió corriendo, eufórica, hacia la banda. Señaló al público, sus ojos brillando con una intensidad feroz, y luego, con una sonrisa llena de confianza, hizo el gesto de enfundar una espada samurái.. Ana, desde el centro del área, observó la celebración de su hermana con el corazón en un puño. Era la misma celebración de siempre, la que tanto conocía, la que veía en cada victoria de su hermano.
Y ahí estaba: debajo de esa apariencia delicada, en el cuerpo de esa muñequita rubia, Kelly seguía siendo Iván, fuerte, valiente y con una pasión incansable por ganar. No solo estaba compitiendo... estaba disfrutando.
La delantera sintió una punzada de emoción al ver a Kelly recibir las efusivas felicitaciones de sus compañeras. Las chicas del equipo la rodearon, gritando, saltando y abrazándola con tanta energía que casi la aplastaron en su euforia.
—¡Despacito, chicas! —gritó Ana entre risas, acercándose—. ¡Que si la rubita no se defiende, me la vais a romper!
Kelly apenas podía responder, perdida en risas y empujones amistosos, mientras las jugadoras la llenaban de palmaditas en la espalda y halagos. En medio de la algarabía, le dirigió a Ana una sonrisa cómplice y emocionada, como si le dijera que, al fin, se estaba encontrando consigo misma en ese cuerpo nuevo.
"Es espectacular, Tomás. El San Rafael está mostrando un fútbol de altísimo nivel, ¡y Spice está en el centro de todo! La primera parte llega a su fin, y las chicas se dirigen al vestuario, agotadas pero felices con este desempeño brillante. Y fíjate en Spice... sale del campo como si nada, con una sonrisa enorme. Esta chica sabe muy bien la que está liando aquí."
"Así es, Justo. Se respira emoción en el estadio, y esta primera parte ha dejado claro que el San Rafael no ha venido solo a participar; han venido a luchar. Y con Spice en este estado de gracia, ¡la segunda mitad promete todavía más!"
"Bien, amigos, estamos en el intermedio de este emocionante partido entre el San Rafael y el Athletic de Bilbao. Vamos a aprovechar para conectar con nuestro experto en fútbol formativo, Jorge Miles. Jorge, ¿qué nos puedes contar sobre esta número 10, Spice? Porque está causando sensación en el campo."
"Justo, Tomás... ¡esta chica me tiene totalmente anonadado! Mira, conozco bien al San Rafael: sé de la trayectoria de Ana, de la fortaleza de Lucía en defensa, y estuve al tanto de la lesión que dejó fuera a la capitana original. Pero esta número 10, ¡me ha tomado completamente por sorpresa!"
"¿Entonces no tienes ningún dato sobre ella, Jorge? Porque en el campo parece que hubiera estado toda la vida jugando con ellas."
"Pues solo sé que viene de Inglaterra y su edad, poco más. La inscripción al torneo debió de llegar en el último momento. ¡Y qué debut está haciendo! Estos torneos te dan sorpresas, pero encontrar a una jugadora tan joven, con ese nivel de técnica y control, es algo poco común."
"¿Y qué te parece su estilo, Jorge? Porque parece que lleva la batuta del equipo, ¿no es así?"
"Totalmente, Justo. Esa conexión con Ana, la rapidez con que lee el juego, ¡es impresionante! Tiene una visión y una inteligencia en el campo que no se ve todos los días, especialmente a su edad. Está en todas partes, moviendo los hilos, y parece que nada la desconcentra. Si sigue así, definitivamente estamos ante una futura estrella. ¡Vamos a ver qué nos muestra en la segunda mitad!"
"Gracias, Jorge. Veremos si Spice sigue sorprendiendo en esta segunda parte, porque promete ser espectacular."
En el vestuario, el ambiente estaba cargado de energía. Las chicas se sentaron, algunas jadeando y con las piernas pesadas después de la intensidad de la primera parte. Juan las miró con una sonrisa de orgullo, pero su tono era serio.
—¡Muy bien ahí fuera, chicas! —empezó diciendo—. Pero quiero más. Más rapidez, más velocidad en los pases. ¡Quiero que os mováis como un solo bloque! Sé que podéis hacerlo.
Recorrió con la mirada a cada una, deteniéndose especialmente en Ana y en Kelly, sabiendo que ambas eran clave para llevar al equipo a la victoria.
—No pasa nada por cometer errores —continuó, animándolas—. ¡Apretad más! Las del Athletic están reventadas de correr detrás del balón, y vosotras estáis en vuestro mejor momento. ¡Este partido lo ganamos!
Las jugadoras asintieron, cansadas, pero con la chispa de motivación que las palabras de Juan les habían encendido. Salieron gritando convencidas de que este partido era suyo
"¡Y comienza la segunda parte! El San Rafael sale al campo con una actitud decidida, ¡y eso se nota en cada pase, en cada movimiento! Spice se coloca en posición, con una concentración absoluta, entornando esos ojos azules con decisión. Parece lista para tomar las riendas y llevar al equipo a la victoria."
"Y no tarda en hacerlo, Justo. Las chicas del San Rafael están moviendo el balón con una rapidez y precisión impresionantes. Están buscando los huecos en la defensa del Athletic, ¡y ahí está Spice! Se mueve por todo el campo, va de arriba abajo, desmarcándose, pidiendo el balón. Está haciendo que las jugadoras del Athletic parezcan principiantes. Algunas intentan emplearse con dureza, pero simplemente no logran alcanzarla."
Kelly respiró hondo, enfocada en el juego, mientras sus ojos seguían cada movimiento de sus compañeras. Come on, break away... run into space... That's it! Here I am, se decía, moviéndose ágilmente entre las jugadoras del Athletic, buscando el hueco perfecto. La jugada avanzaba con rapidez, y entonces la vio venir, un pase directo hacia ella por la izquierda. Perfect, it comes to me on the left!
Sin perder tiempo, abrió el juego a la banda. Observó cómo Ana se posicionaba en el otro extremo, corriendo hacia el área. That's it, Ana, run to the other side.
Avanzó, sincronizando su ritmo con el del equipo. La pelota iba de un pie a otro, y en cada pase veía a sus compañeras moverse como un solo engranaje. Okay, girls, we're coordinating! Now me, first touch...
Con un suave toque de precisión, filtró el pase entre líneas, una línea recta y limpia, directo a los pies de Ana. Todo el esfuerzo culminaba en ese momento, y Kelly contenía la respiración mientras su hermana se posicionaba frente a la portería.
Come on, sis... put it in! pensó, casi en un susurro de aliento.
Ana recibió el balón, ajustó el tiro y, sin dudar, remató con fuerza, enviando la pelota al fondo de la red. Kelly explotó en una sonrisa, levantando el puño en señal de victoria.
Such a great work! pensó, mientras el equipo celebraba con gritos y abrazos. Habían creado una jugada perfecta, una danza de movimientos sincronizados que culminó en un golazo.
El fuego continuó mientras ella observaba a sus compañeras moverse con una precisión increíble, admirando cada pase, cada desmarque y cada carrera al espacio. Desde dentro, el juego tenía un nivel de intensidad que le resultaba asombroso. Sabía que el fútbol femenino era competitivo, pero estar ahí, en medio de todo, le daba una perspectiva completamente nueva. Cada jugadora se movía con una pasión y una técnica que le quitaban el aliento. They play so well, pensó con una mezcla de respeto y emoción. Era como ver una maquinaria perfecta, en la que cada pieza sabía exactamente dónde debía estar.
Ya no se sentía rara, era parte de algo grande. No había rivalidad, solo compañerismo, pura confianza en cada pase y cada movimiento. Era su equipo, y la emoción de jugar codo a codo con ellas la hacía sentir parte de algo único.
Un pequeño retortijón le recordó que estaba en medio de su primera regla, pero no le importó. Al contrario, el pensamiento la hizo sonreír. Era una chica ahora, una chica feliz de jugar y de estar rodeada de amigas que la apoyaban, que peleaban con ella en el campo y con las que se entendía sin palabras.
I'm going to fight with them until the end. Prometió, sintiendo el calor de la emoción y el orgullo arder en su pecho.
"El San Rafael no baja la presión. El Athletic intenta reaccionar, pero cada intento se estrella contra una defensa sólida y unos contraataques mortales. ¡Y Spice está intratable! No solo desborda a su marca constantemente, sino que sigue creando ocasiones de gol como si fuera lo más natural del mundo."
"¡Mira esta jugada!,. Spice arranca desde su propio campo, ¡una carrera impresionante! Llega a la frontal, observa, ¡y ahí está el pase para Ana, que remata de cabeza y... ¡GOL! ¡El tercero para el San Rafael! Esa chiquilla... ¡es sencillamente increíble! Sus pases, sus controles, sus regates... ¡le ha hecho un túnel a su marca y acaba de salir de una maraña de rivales con una ruleta! Parece que baila con el balón, y las demás chicas del San Rafael la siguen en todo."
"No hay duda de que estamos ante una líder nata. Esa chica ordena, anima, grita instrucciones con un gesto enérgico, y el equipo responde. ¡La madera de líder en ella es evidente! Esto no es solo un partido, Justo; es una lección de fútbol. ¡San Rafael está pasando por encima del Athletic, y con Spice al mando, parece que el espectáculo solo acaba de empezar!"
"Minuto 70, y parece que tenemos un cambio en el San Rafael. ¡Sí, señoras y señores! Spice se retira del campo después de un trabajo sencillamente excepcional. Ha corrido, ha creado, ha marcado el ritmo del partido... ¡y vaya si lo ha hecho bien!"
"Así es, Justo. El público reconoce el esfuerzo y talento de esta joven jugadora, ¡y mira! ¡Todo el estadio se pone de pie para aplaudir! Es impresionante ver este nivel de entrega y liderazgo en alguien tan joven. Spice no ha dejado de sorprendernos desde el primer minuto."
"Se va del campo emocionada ¿Tímida? pues no se notaba en el campo, y es que ha dejado una marca imborrable en este partido. Ha sido la chispa, el motor del San Rafael hoy. Estos aplausos no solo son para una gran jugada, Tomás, ¡son para todo un partido de puro espectáculo!"
"Totalmente, Justo. Spice se va con la cabeza en alto, habiendo dejado al equipo con una ventaja cómoda. Su salida es más que merecida después de todo el esfuerzo, y deja al San Rafael en una posición favorable para rematar el partido."
"Sin duda,. Spice se ha ganado no solo el respeto de su equipo y sus rivales, sino también el del público que hoy ha visto a una futura estrella. ¡Se retira entre aplausos, su trabajo en el campo ha sido brillante!"
Kelly caminó hacia el banquillo con el corazón latiendo a toda velocidad, los aplausos del público resonaban a su alrededor como un eco lejano mientras intentaba recuperar el aliento. Se sentó pesadamente, respirando con dificultad, sintiendo cada músculo agotado pero vibrando de satisfacción. Había jugado como nunca antes, en un nivel que solo había soñado, y la euforia la mantenía en alto a pesar del cansancio.
Vaya partido..., pensó, con una sonrisa agotada. Sabía que había hecho un gran trabajo, que había sido parte esencial del equipo, y se sintió genial. Pero el cansancio acumulado la golpeó de golpe. Su cuerpo comenzó a acusar el esfuerzo, las molestias en las piernas volvieron, y un ligero mareo la invadió.
La segunda de Juan, que la observaba desde el otro lado del banquillo, se acercó rápidamente al ver su rostro pálido. Le ofreció una bebida energética y le sonrió con aprobación.
—Buen trabajo, Spice, lo has hecho de cine —le dijo.
Aunque agotada, le devolvió la sonrisa y bebió unos sorbos, sintiendo el alivio al instante. Se reclinó en el banquillo, buscando un poco de comodidad, y cerró los ojos un segundo, disfrutando del eco de los aplausos y la sensación de haber dado todo en el campo.
Mientras tanto, el San Rafael continuaba dominando el partido, manteniendo el ritmo. Las jugadoras se movían con seguridad, conectando pases y defendiendo con intensidad. El Athletic luchaba con todas sus fuerzas para reducir la ventaja, pero el nivel del San Rafael era imparable. Habían encontrado su ritmo, y nada parecía capaz de detenerlas.
El árbitro pitó el final, y la victoria era suya. Las chicas del San Rafael se fundieron en un abrazo colectivo cerca de la entrada a los vestuarios, celebrando entre risas y gritos de alegría. Tras los saludos de rigor con las rivales, el equipo se reunió en un abrazo, eufórico y lleno de energía. Habían logrado pasar a semifinales, y la sensación era indescriptible.
Desde el banquillo, La pequeña rubia, exhausta miraba a sus compañeras con una sonrisa de pura satisfacción. Había jugado un partidazo y, en ese momento, no podía pedir nada más.
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El ambiente en el vestuario era de pura algarabía. Gritos de alegría llenaban el aire mientras las chicas se abrazaban, algunas semidesnudas, dándose palmadas en el trasero entre risas y comentarios divertidos. La rubia se unió al festejo sin pensarlo dos veces, abrazando a sus compañeras y disfrutando como nunca del momento.
En medio de la emoción, una de las chicas se acercó y la rodeó con un abrazo tan entusiasta que la levantó el aire. La toalla que había envuelto a la rubia cayó al suelo, y ella empezó a patalear, riéndose entre la sorpresa y la indignación divertida mientras intentaba bajarse de los brazos de su compañera. En ese momento solo importaba la alegría y la gratitud de estar ahí, rodeada de tanta felicidad compartida.
Las chicas continuaron celebrando, riendo y bromeando sin preocuparse por nada más. Ella, olvidándose completamente del tiempo, siguió bailando y riendo con ellas, atrapada en el ambiente de camaradería.
De repente, se escuchó un golpe en la puerta, y la voz del entrenador pidiendo permiso para entrar cortó el ambiente de inmediato. Las chicas se apresuraron a cubrirse, cogiendo toallas y camisetas entre risas nerviosas. Pero la rubia , por falta de costumbre, sin darse cuenta en la prisa, se quedó con el pecho al descubierto hasta que una de las chicas le susurró entre risas:
—¡Kelly, cúbrete!
Al darse cuenta, Kelly se sonrojó y rápidamente agarró una toalla para taparse, agradecida de que el entrenador no hubiera notado su descuido. En medio de las risas y la complicidad, recuperaron la compostura como pudieron, pero la alegría seguía ahí, grabada en cada una. Habían ganado y, entre abrazos y risas, habían compartido un momento que ninguna olvidaría.
El entrenador se dirigió al equipo con una gran sonrisa y, tras felicitarles por la victoria, anunció que Kelly había sido la MVP del partido, arrancando aplausos y vítores de todas las jugadoras. Pero la noticia que realmente desató la emoción fue la siguiente: día libre hasta las doce de la noche del día siguiente. Las chicas del San Rafael se miraron entre ellas, y la energía en el vestuario se encendió al instante mientras comenzaban a hacer planes.
—¿Qué tal si salimos de fiesta esta noche? —propuso una de las chicas con un brillo en los ojos, y el resto de inmediato estuvo de acuerdo.
—¡Eso suena genial! —exclamó Ana, a quien ya le brillaban los ojos de emoción—. Tenemos que celebrar la victoria.
Las chicas, entusiasmadas, empezaron a hablar animadamente sobre qué club nocturno podrían visitar y qué ropa se pondrían para la ocasión. Pero la rubita , aunque compartía el entusiasmo, tenía la mente en otra parte: Carlos. Sabía que el equipo del Villarreal también había ganado su partido, lo primero que había hecho era preguntar el resultado. Y la idea de que Carlos estuviera por ahí, tal vez saliendo con sus amigos, la hacía sonreír.
—I hope Carlos goes to the same club as us —murmuró en voz baja, pero lo suficientemente alto para que algunas de las chicas la escucharan—. It would be great to talk to him.
—¡Oh, por favor, tía! —dijo una de las chicas riéndose—. Sabemos que te gusta Carlos, Spice. Estamos todas deseando ver cuándo pasa algo.
Y no se molestó , al contrario, sonrió, un poquito avergonzada, mientras algunas de sus compañeras se lanzaban miradas cómplices y compartían risas.
—Tal vez también deberíamos invitar a los chicos del Villarreal a salir con nosotras —añadió Ana tímidamente, mirando a su hermana con una sonrisa pícara.
—¡Sí, eso sería increíble! —respondió otra chica, ya entusiasmada con la idea—. Podríamos hacer una gran fiesta juntos.
La emoción y las risas llenaron el vestuario mientras imaginaban cómo sería la noche. Ella sentía una mezcla de nervios y emoción; una parte de ella soñaba con cruzarse con Carlos, mientras otra solo quería disfrutar del momento con su equipo. La noche prometía ser inolvidable.
Una vez duchada, mientras se peinaba el pelo húmedo sintiendo como el cansancio la golpeaba. Su móvil se iluminó con un mensaje de Carlos, un cosquilleo recorrió su estómago al leerlo.
"¡Felicidades por la victoria, Spice! Ha sido impresionante verte jugar. Tenéis un equipazo."
Kelly sonrió, respondiendo con entusiasmo: "¡Gracias, Carlos! Me alegro de que lo hayas visto. También vi que ganasteis vuestro partido, enhorabuena 😊."
La respuesta llegó casi al instante. "¡Sí! Ha sido brutal, estamos celebrándolo un poco, jajaja. Oye, ¿vosotras vais a salir esta noche?"
"Sí, las chicas están organizando algo. ¿Y vosotros?"
"Claro, claro, los del Villarreal no vamos a perdernos la fiesta, jajaja. Hemos quedado para ir a una discoteca, pero nos vemos seguro. ¡No hay que perdérselo! 😉"
Kelly se mordió el labio mientras leía el mensaje, emocionada. "Estoy deseando verte 🥰."
Carlos le respondió con un emoji de corazón, y Kelly sintió un calor en el pecho. La conversación continuó de manera fluida, tan cómoda y divertida que se sorprendió.
"¿Qué jugada te gustó más? Porque yo flipé con el gol de falta. ¡Fue perfecto!"
"¡Gracias! Estaba súper nerviosa, pero salió genial.
Siguieron recordando cada detalle del partido, riéndose de los momentos más emocionantes y comentando las jugadas. Kelly perdió la noción del tiempo, y al mirar el reloj, se dio cuenta de que llevaban más de diez minutos hablando sin parar.
"Bueno, me tengo que ir ahora, pero nos vemos esta noche, ¿vale? 😎"
"¡Claro! Hasta luego, Carlos 😊."
Se despidieron con un último intercambio de emojis, y al dejar el móvil a un lado, notó que una gran sonrisa le iluminaba el rostro. La calidez que sentía en su pecho no la abandonaba, y se dio cuenta de que la idea de volver a ver a Carlos le hacía sentir una felicidad inesperada.
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Kelly apenas había tenido tiempo de sentarse en la cama cuando Ana ya estaba desenterrando prendas del armario como si se tratara de una excavación arqueológica de ropa atrevida. Riendo y gritando ideas de maquillaje y accesorios, las chicas parecían estar metidas en una misión secreta para convertir a Kelly en... ¡madre mía, en una presa incauta, buscando guerra!
—¿Qué tal te sientes? —preguntó Ana mientras le lanzaba una minifalda vaquera tan corta que podría haber sido un cinturón y un top rojo ajustado con las palabras "Brave" en el pecho.
—¡Oh, Dios! ¿Pero qué es esto? ¡No puedo ponerme... esto! —Kelly miraba la ropa con ojos de puro pánico—. ¿Y encima sin sujetador? ¡Estás loca!
Ana soltó una carcajada mientras, sin pensarlo, se quitaba la ropa como si nada.
—Esta noche, nada de sujetadores, nenica —dijo con una sonrisa traviesa—. Eres una chica ahora y, ¡una preciosidad! Así que, acostúmbrate a esto de ser... sexy.
La rubia suspiró dramáticamente, pero sus nervios no bajaban ni un poquito. Se temía a dónde podía llegar la situación...
—Vale... bueno, tienes razón... ¡pero no me pongas esas bragas de hilo! ¡Se ven por fuera de la falda! ¡No pienso ir de... de... de... putón! —dijo, tropezándose con las palabras mientras señalaba la falda.
—Precisamente —respondió Ana, con una sonrisa de complicidad—. Esta noche el look "niña buena" no funciona. ¿Quieres gustarle a Carlos o no?
—Bueno... sí, pero... ¡joder, esto es tan, tan daring! —Kelly miraba la falda como si fuera una prenda de otro planeta.
—¡Ay, tía, pero qué sosa eres! —rió Lucía mientras sacaba un vestido tan corto que en realidad parecía una camiseta—. ¡FIESTAAAA!
Kelly puso cara de puchero mientras miraba cómo las chicas se preparaban para estar tan... tan sexys. ¡Dios, qué espectáculo! Esto era nuevo, y también bastante aterrador. ¡No era una fiesta, era una operación de guerra! Entre risas, Marta apareció con unos pendientes de aro tan grandes que parecían salvavidas.
—Aquí tienes, rubia. Aros de zorra que digan "¡cómeme enterita!" —dijo Marta entre carcajadas.
Y la pobre rubia abrió la boca sin saber ni qué decir.¿Las chicas tienen un lenguaje tan... crudo?
—Perfecto —dijo Ana, con una sonrisa traviesa—. Ahora te voy a rizar un poquito el pelo. Nada de coleta sosa.
—¡No, no! ¡Coleta y ya! —protestó Kelly.
—De eso nada, muñequita. Esta noche vamos a estar muy, muy buenas, y no nos vas a estropear el look. Ven aquí, que te maquillo —insistió Ana, mientras le aplicaba sombra de ojos rosa a juego con el brillo de labios.
Diez minutos después Kelly intentaba acomodarse la falda, sintiendo cómo el aire fresco le rozaba las piernas... y el tanga,¡Y lo que había debajo del tanga! ¡El tanga maldito! Cada vez que se movía, los hilos se le asomaban por las caderas. ¡Y se le metía entre los cachetes!
—¡Ana! —dijo, en un tono de indignación y desesperación—. ¡Estos hilos se ven! ¡No pienso salir así!
—Eso es lo que buscamos, nenica. Esta noche nada de "niña buena", sino de "diosa peligrosa". ¿Quieres impresionar a Carlos o no?
Kelly se miró en el espejo, y casi no se reconoció. Esta no era la "rubita dulce" de siempre. No, esta noche iba vestida para llamar la atención, y cada detalle de su look gritaba confianza... aunque por dentro estuviera temblando.
La falda vaquera era tan corta que apenas cubría lo necesario, ajustada y deshilachada en los bordes, dejando ver las finas tiras del tanga que se asomaban justo por las caderas. El top rojo, ajustado y de hombros descubiertos, le dejaba al aire el ombligo y resaltaba la curva de sus hombros. En el centro, la palabras "Brave" destacaba como un recordatorio irónico de su nueva imagen.
Sus labios llevaban un brillo rosado, a juego con una sombra de ojos del mismo tono que realzaba el azul de sus ojos. Las pestañas estaban alargadas y seductoras, creando un look intenso que le daba una mirada magnética. Los aros grandes en sus orejas le daban un toque atrevido, como si anunciara a todos que esa noche no era la de una chica tímida.
Su pelo, caía ahora en ondas ligeras, con algunos rizos y le daban un aire juguetón. Ana le había puesto unas sandalias de cuña que estilizaban sus piernas y le daban altura, completando el conjunto con un bolsito pequeño donde apenas cabían el móvil y un brillo de labios.
Kelly respiró profundamente, con una mezcla de nervios y emoción. Se veía increíble, diferente a cualquier otra versión de sí misma que hubiera imaginado.
Soltó un suspiro entre resignada y sorprendida, y murmuró:
—Vale... ¡madre mía! Si Carlos no me dice algo esta noche, me va a abordar cada chico que encontremos..
—Cariño, esta noche no pienso pagar ni una copa... y tú tampoco —dijo Ana con una sonrisa maliciosa mientras el vestuario entero se llenaba de risas. Por cierto te falta algo
Ante la mirada temerosa de la rubia , Ana le mostró unas medias de rejilla negra y una chaqueta vaquera muy muy ceñida...
Supongo que no querrás pasar frío...
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Mientras el autobús arrancaba, Kelly miró por la ventana, sintiendo cada aspecto de su transformación. Era perfectamente consciente de su nuevo look, de cada prenda y del impacto que causaba. Sentía el tanga entre sus cachetes, incómodo y ajustado en cada movimiento, recordándole su presencia cada vez que se acomodaba. Los tacones altos le alargaban las piernas, y la minifalda vaquera apenas le cubría lo suficiente, haciéndole cruzar las piernas de inmediato para no enseñarlo todo... pero todo, todo. Cada vez que lo intentaba, notaba la tela estirándose justo al borde del límite.
El top rojo, sin nada debajo, le daba una sensación de libertad y vulnerabilidad a la vez, y el pequeño bolso colgaba ligero de su hombro, apenas decorativo. Podía saborear el brillo de labios que Ana le había puesto, dulzón y un poco pegajoso, mientras su cabello caía en suaves ondas por sus hombros, rozándole la piel y añadiendo un toque más al conjunto. Todo era nuevo: el olor a flores que la envolvía, el leve malestar en su abdomen, la tensión de la ropa y los accesorios.
Miró alrededor del autobús, viendo a sus compañeras riendo y hablando sin parar, llenas de energía y listas para la fiesta. Sonrió para sus adentros recordando el partido; a pesar del cansancio, estaba emocionada por vivir esta nueva experiencia y disfrutaba de la compañía de las chicas, que con su entusiasmo la hacían sentir más cómoda.
Ana, sentada frente a ella, le lanzó una mirada cómplice y le sonrió. Estaba preciosa, como siempre, y Kelly no pudo evitar admirarla. Su hermana, siempre tan segura y confiada, había sido la guía perfecta para lanzarse a algo tan inesperado.
Dios... ¡estaba buenísima! La imagen que le devolvía el vidrio no era la de la "rubita dulce" de siempre; no, esta versión de Kelly era un sueño húmedo en toda regla. Cada detalle —los labios rosados y brillantes, el top que dejaba su hombro al descubierto, la falda ultracorta, el pelo ondulado cayendo en cascada— todo gritaba confianza y sensualidad.
Pero al darse cuenta de lo que estaba pensando, se regañó internamente. ¡A ver, Kelly, que habíamos quedado en que eras una chica ahora y harías cosas de chica! Con una sonrisa para sí misma, murmuró:
—Pues... ¡Girl power!
Se acomodó en el asiento, cruzando las piernas con elegancia para no enseñar "todo, todo," y se preparó para una noche donde, por primera vez, se permitiría disfrutar al máximo de su nueva imagen.
Después de un breve paseo entre las luces de neón y el bullicio de las calles, las chicas decidieron que era momento de cenar. Encontraron un puesto de comida rápida en la calle y, como si fuera un imán, el delicioso olor a tacos y tapas las atrajo. Se pidieron de todo un poco, y Kelly, aún un poco aturdida por sus tacones y su minifalda, se alegró de tener algo de comida entre manos.
—¡Ay, Dios, esto es lo que necesitaba! —suspiró Kelly al primer mordisco, con los ojos cerrados de puro placer.
—No te manches el top, ¿eh? —le dijo Ana, riendo mientras le pasaba una servilleta.
La gente a su alrededor también parecía disfrutar de la noche al máximo; el sonido de risas y conversaciones llenaba el aire, mezclándose con la música que salía de las discotecas cercanas. Era un ambiente vibrante y lleno de vida. Las chicas charlaban y bromeaban, y Kelly no recordaba la última vez que se había sentido tan integrada, tan... ¿Cómo era eso? Ah, ¡como una de las chicas!
Cuando terminaron, empezaron a caminar hacia una de las discotecas más populares de la zona. Apenas habían llegado a la entrada cuando un portero grandote se acercó, mirándolas con curiosidad.
—¿Tienen reserva, señoritas? —preguntó con una sonrisa.
Las chicas intercambiaron miradas y luego soltaron una risa que fue todo un "¿En serio?" sin palabras. La verdad es que no necesitaban una reserva. Una mirada del portero al grupo, y sus sonrisas y atuendos ya les habían asegurado el paso. Con un gesto cordial, las invitó a entrar.
Kelly sintió un hormigueo de emoción. Era la primera vez que no tenía que preocuparse por colarse o esperar afuera; esta vez, se sentía bienvenida, segura de sí misma, y lista para lo que fuera que la noche le tenía preparado.
La discoteca era un torbellino de luces y sonidos, y desde el primer paso que dio dentro, Kelly sintió cómo la música de reguetón, intensa y pegajosa, le atravesaba el cuerpo. El ritmo de los graves retumbaba en el aire, llenando el espacio de una energía que hacía imposible quedarse quieta. Las luces de neón parpadeaban y cambiaban de color, iluminando a la multitud en destellos de rojo, azul y púrpura. La pista era un mar de cuerpos en movimiento, todos sincronizados al compás, y cada vez que la música subía de intensidad, la gente gritaba, levantando los brazos y dejándose llevar.
Kelly se sentía un poco abrumada; la intensidad de la discoteca la envolvía completamente, y la sensación era emocionante y un poco abrumadora a la vez. Sin embargo, la emoción superaba cualquier nervio, especialmente al ver a Ana y sus compañeras de equipo a su lado. Ellas, despreocupadas y llenas de energía, la arrastraron hacia la pista. Kelly, al principio algo cohibida, comenzó a moverse tímidamente, pero pronto notó cómo el ritmo la iba envolviendo.
La pista se llenaba cada vez más, y pronto algunos chicos empezaron a acercarse, sonriendo y lanzando miradas divertidas hacia el grupo de chicas. Había risas, algún que otro comentario al oído, y el tonteo típico de la noche. Kelly se encontró en el centro de todo, riendo junto a sus compañeras, disfrutando de la energía y de las miradas que recibían. De repente, un chico se le acercó directamente, con una sonrisa segura, y ella, sorprendida, sonrió de vuelta.
—¿Te apetece bailar? —preguntó él, inclinándose para que ella pudiera oírlo a pesar de la música.
Kelly, aún con una risa nerviosa, levantó las manos en un gesto de disculpa.
—Lo siento, estoy con mis amigas —dijo, sin querer romper el ambiente del grupo.
Él le devolvió una sonrisa comprensiva y se alejó, y Kelly sintió una pequeña ola de alivio. Aún no se sentía completamente preparada para dar ese paso, pero se notaba más confiada y divertida que nunca.
En medio de la pista, Marta reapareció, absolutamente eufórica, con una bandeja de chupitos en las manos y una expresión de triunfo en el rostro.
—¡Chicas, he traído chupitos! ¡Y no he pagado ni uno! —gritó entre risas, levantando la bandeja con orgullo—. ¡A semifinales!
Las chicas lanzaron un grito de emoción al unísono, alzando sus chupitos al aire. El brindis fue ensordecedor, y el eco de su grito de "¡A semifinales!" se fundió con la música de la discoteca. Kelly levantó su chupito con una sonrisa enorme, sintiéndose parte de algo especial, rodeada de sus amigas, y por una noche, olvidando cualquier duda o incomodidad.
.
Después de unos cuantos refrescos y varios intentos de chicos por sacarle conversación (que terminaron en rechazos estratégicos), sintió un impulso inminente: necesitaba el baño. Ana, con la solidaridad de una buena amiga en apuros, se ofreció a acompañarla. Juntas se abrieron paso entre la multitud hacia los aseos, solo para encontrarse con una fila infinita de chicas esperando su turno. Kelly miró la cola como si hubiera visto un monstruo, mientras su vejiga amenazaba con tomar decisiones en solitario.
Con la desesperación que solo una cola interminable de aseo puede inspirar, Kelly decidió probar suerte y se acercó a una rubia con camiseta ajustada y mirada severa. Con una sonrisa forzada y un tono de súplica, le pidió si podría pasar antes. La respuesta fue una mirada de desdén que podría haber congelado el sol. La chica rubia ignoró a Kelly como si fuera invisible, volviendo a hablar con sus amigas sin un segundo de remordimiento.
Kelly, más que ofendida, se quedó pasmada, como si acabara de perder una partida de ajedrez sin siquiera hacer un movimiento. Ana, al ver la escena, le dio una palmadita en el hombro y le dijo con una sonrisita:
—No te preocupes, nenica. Las chicas pueden ser... competitivas. Has cometido el peor crimen social.
Kelly la miró sin entender. —¿Qué crimen?
Ana rió. —Ser más guapa que ella.
La rubia se quedó boquiabierta, en un choque de emociones. ¿Halagada? Quizá. ¿Confundida? Completamente. Su plan era sencillo: divertirse, hacer nuevos amigos y sobrevivir a la fila del baño. ¡Nunca imaginó que tendría que lidiar con celos territoriales en medio de todo eso!
Finalmente, después de una espera que pareció eterna, llegó su turno en el baño. Las hermanas se apresuraron a entrar, y Ana, siempre práctica, sostuvo la puerta mientras su hermana se enfrentaba al reto de su vida.
La tarea de ir al baño, en apariencia simple, se volvió toda una operación de precisión. Con el suelo en un estado cuestionable, Kelly trató de mantenerse en equilibrio sobre los tacones, levantar la minifalda lo justo sin que las medias de rejilla se engancharan y, además, maniobrar con el tanga que le complicaba la misión. ¡Era como intentar desactivar una bomba! No pudo evitar soltar una risa nerviosa ante lo surrealista de la situación.
—¡Dios, esto es un desastre! —susurró, mientras Ana intentaba contener las carcajadas y daba instrucciones como si fuera una misión de alto riesgo.
—Tranquila, solo... apunta bien y no pierdas el equilibrio. ¡Y, por favor, cuidado con las medias! —dijo Ana, intentando no estallar de risa.
Kelly trató de seguir cada indicación, con una mezcla de nervios, equilibrio precario y la constante lucha por mantener las medias y el tanga en su sitio. Todo mientras intentaba no caer, ni rozar nada. Tras varios minutos de esfuerzo digno de una contorsionista, finalmente salió del baño victoriosa y agotada, mirándose a Ana con una mezcla de alivio y diversión.
—Bueno, creo que esto es oficialmente el entrenamiento de "chica de fiesta" —bromeó, mientras ambas reían a carcajadas antes de volver a la pista
La noche había comenzado con risas y despreocupación, pero en un instante, esa ligereza se desvaneció. Kelly había rechazado educadamente a un chico que, insistente y con ojos que la devoraban, le había lanzado miradas tan penetrantes que la hacían sentir como un trozo de pastel a punto de ser devorado. Tras alejarlo, intentó concentrarse en la música, en el latido vibrante de la pista de baile, cuando la cruda realidad se hizo evidente: estaba completamente sola.
Al girarse, esperaba ver a Ana o alguna de sus amigas, pero las luces intermitentes y el movimiento de la multitud parecían haberlas absorbido. Un espasmo de pánico le recorrió el cuerpo mientras su mirada barría desesperadamente el gentío en busca de algo familiar. ¿Cómo había sido tan descuidada? Se reprendió a sí misma por haberse separado, por no haber sido más consciente de sus alrededores. Por unos segundos, el peso de la vulnerabilidad le cayó como un yunque en el pecho. ¿En qué momento había llegado a sentirse tan expuesta?
Entonces, sintió una mano. El toque fue breve, fugaz, pero ardió como una descarga eléctrica. Se giró de inmediato, con el corazón desbocado, buscando al responsable. Solo encontró rostros desconocidos, cuerpos agitados por la música, ajenos a su inquietud. No pasa nada, habrá sido un accidente, intentó convencerse. Pero el escalofrío en su columna y el nudo que se formaba en su estómago traicionaban sus pensamientos, haciéndole sentir cada vez más pequeña en medio de aquella marea humana.
Mientras trataba de recomponerse, un segundo roce la sacudió: una mano en su cintura, deslizando los dedos hacia su pierna. Su respiración se cortó. Por un instante, se sintió paralizada, invadida por una oleada de terror. La urgencia de moverse, de hacer algo, de encontrar a alguien se apoderó de ella, pero su cuerpo apenas respondía. Miró frenéticamente a su alrededor, su corazón golpeando su pecho con fuerza, sus piernas empezando a temblar. La angustia creció al darse cuenta de lo indefensa que estaba, de cómo, en tan solo unos minutos, se había convertido en una chica sola y vulnerable en medio de esa multitud.
¿Por qué soy así? se reprochó, la vergüenza y el miedo mezclándose en una sola emoción hiriente. Sentía un odio punzante hacia su propia fragilidad, hacia esa sensación de impotencia que nunca antes había experimentado tan intensamente.
Respirando con dificultad, Kelly intentó abrirse paso entre la multitud, pero era como intentar nadar contra la corriente. Cada intento de avanzar parecía inútil; las personas a su alrededor bailaban despreocupadamente, ajenas a su angustia, mientras ella se sentía atrapada, prisionera de una ola de cuerpos desconocidos que la arrastraban sin control. La inseguridad la cubría como una manta fría, y con cada movimiento en vano, el miedo parecía grabarse en su rostro, expuesto para que cualquiera pudiera verlo.
De repente, una mano firme la tomó del brazo, haciéndola girar bruscamente. Su corazón dio un vuelco, y una ola de pánico la envolvió mientras alzaba la vista, esperando encontrarse con otro rostro desconocido que buscara aprovecharse de su vulnerabilidad. Pero entonces, sus ojos se encontraron con los de Carlos.
El alivio fue tan inmediato e intenso que sintió que las lágrimas se asomaban. En ese instante, el mundo se desvaneció a su alrededor. Todo ruido, toda agitación se desvanecieron en una calma repentina.
—¡Carlos! —exclamó, y sin dudarlo, se aferró a él con fuerza, como si fuera un ancla en medio de una tormenta—. Thanks god!!
Carlos la rodeó con sus brazos, transmitiéndole una serenidad profunda. Su voz, suave y protectora, se deslizó en su oído como un bálsamo.
—No tienes que preocuparte, Kelly. Estoy aquí contigo —Le gritó al oido para hacerse oir sobre la música, apretándola con un abrazo cálido que le devolvió la sensación de seguridad que creía haber perdido. Cerró los ojos un instante, dejándose envolver por la seguridad de su presencia, sintiendo cómo su respiración comenzaba a relajarse poco a poco. La voz de Carlos, su olor, la calidez de sus brazos alrededor de ella... todo era un recordatorio de que ya no estaba sola, de que estaba a salvo. Sintió cómo el nudo de ansiedad en su pecho empezaba a deshacerse lentamente.
—¿Qué haces sola en medio de esta multitud? —preguntó él, mirándola con preocupación.
—Me despisté y... no sé, fue demasiado... —admitió Kelly, aún con el temblor en la voz, aferrándose a él como si temiera que pudiera desaparecer.
En ese momento, vio a Ana y al resto de sus amigas acercarse entre la multitud, sus rostros llenos de alivio y preocupación. Al verla abrazada a Carlos, Ana se acercó y le dio una palmada en el hombro, sonriendo para tranquilizarla.
—¡Aquí estás! —dijo Ana, mirándola con cariño—. Nos habías dado un buen susto, nenica.
Kelly asintió, ahora rodeada de sus amigas y de Carlos, sintiendo cómo la sensación de vulnerabilidad comenzaba a desvanecerse. Con ellos allí, el miedo se deshacía, y una cálida sensación de gratitud la invadía.
Finalmente, tras compartir una sonrisa con Ana y un suspiro de alivio con Carlos, Kelly dejó que la arrastraran de nuevo a la pista. Esta vez, no había miedo, solo una seguridad nueva, reconfortada por la presencia de las personas que la cuidaban. A medida que la música volvía a llenar el aire, se permitió disfrutar de la noche, agradecida por tener a sus amigos y sentir esa protección en medio del caos.
La noche avanzaba, y las risas y el ritmo no cesaban. Kelly se sentía libre, segura de sí misma, y rodeada de gente que le importaba. En medio del bullicio, Ana apareció junto a ella con una sonrisa traviesa en el rostro.
—Oye, Carlos —dijo Ana con una mirada cómplice—, ¿te apetece salir a tomar el aire con Kelly?
Kelly sintió que el corazón le daba un vuelco. La idea de estar sola con Carlos la llenaba de emoción y nervios, y apenas pudo disimular el rubor que le subía a las mejillas. Carlos aceptó con una sonrisa, y ella se quedó sin palabras, luchando por mantener la calma. ¿Cómo iba a estar a solas con él? ¿Qué iba a decir? Pero entonces miró de reojo a Ana y entendió el plan de su hermana. Esa mirada traviesa no dejaba lugar a dudas: Ana había planeado todo.
A pesar de sus dudas, se dejó llevar. Salió con Carlos, sintiendo cómo el aire fresco de la noche le despejaba la mente y le devolvía una sensación de calma y libertad. A su lado, Carlos le hablaba sobre el partido, su entusiasmo iluminándole el rostro, y ella, escuchándolo, sentía cómo la atracción hacia él crecía. Su voz, su risa, sus gestos... todo en él la hacía sentirse como en una nube, llena de una calidez que la envolvía.
Después de dar algunas vueltas, finalmente encontraron un banco en el pequeño parque. Ambos se dejaron caer en el respaldo, y aunque Kelly intentaba parecer relajada, no podía evitar echarle miradas de reojo a Carlos, sintiendo cómo una sonrisa involuntaria se le escapaba cada vez que él decía algo. Entre risas y anécdotas sobre la noche y el partido, Kelly se sintió cada vez más cómoda, hasta casi olvidar su nerviosismo.
Carlos la miró con una mezcla de impaciencia y ternura, como si quisiera decir algo pero sin saber cómo. Con una sonrisa que le iluminaba el rostro, le soltó:
—¿Sabes? Eres increíble.
Kelly se quedó quieta un segundo, sintiendo cómo el rubor subía por sus mejillas. Intentó no sonreír como una boba, pero su otro yo estaba completamente encantado. Oh, Dios, va a lanzarse... y me encanta pensó, mientras sus ojos brillaban con una coquetería involuntaria.
—¿Ah, sí? ¿Y eso? —respondió, pestañeando de forma exagerada, consciente de que estaba usando la mirada "soy una chica buena, ¿quién, yo?" que ella misma había patentado. —Vamos, dime más, anda, me encanta que me digas lo mucho que te gusto— pensaba, encantada con la situación.
Carlos soltó una risa suave y le sostuvo la mirada, ahora más cerca.
—Porque eres... tú. Única. Y contigo todo es fácil. Desde que llegaste, algo cambió.
Kelly sintió un calorcito en el pecho y se permitió una sonrisita tímida que sabía que le quedaba irresistible. Aunque en su cabeza, no dejaba de gritarse a sí misma: ¡Kelly, relájate! ¡Es solo un chico! Pero, Dios, ¿y si es el chico?
—Bueno, tú también me haces sentir... nice, Carlos. —Y mientras decía eso, ella misma se moría de risa por dentro.
Carlos le sonrió de esa manera encantadora que hacía que el corazón se le acelere, mientras ella pensaba Ay, Kelly, definitivamente estás en problemas.
La rubia se mordió el labio, divertida por el torbellino de pensamientos que le cruzaban la mente mientras lo miraba. Parecía más embelesado con cada segundo. La rubia hizo un pequeño gesto con el pelo, jugueteando con un mechón y notando cómo él seguía cada movimiento como si estuviera hipnotizado.
—Sabes... estás increíble —le dijo él, con una voz tan suave que casi parecía un susurro.
Kelly casi se ríe en voz alta. Eso es, nene, al menos todo este atuendo ha servido para algo. Con una mezcla de coquetería y timidez calculada, se encogió de hombros.
—Bueno... fue idea de las chicas —dijo, fingiendo modestia—. Normalmente me da vergüenza vestirme así —añadió, sintiendo un toque de satisfacción al notar cómo él la miraba con esos ojos tan dulces que parecían derretirla. Vamos, ni se te ocurra jugar con el pelo... Ay, ¡Demasiado tarde!.
Carlos la observaba con una mezcla de admiración y algo más profundo que ella apenas podía definir. Y entonces, él murmuró, con la voz baja y un brillo especial en los ojos:
—Estás... preciosa.
Sintió el corazón latiendo a mil. Jeje, nene, te estás mordiendo el labio... ¡oh, Dios! ¿Te estarás sintiendo tan nervioso como yo? pensó, mientras un torrente de emoción se apoderaba de ella. ¿Hago que sufra un poco más o me lanzo ya?
Pero entonces, Carlos se inclinó lentamente hacia ella, sus labios tan cerca que podía sentir su respiración. ¡Mierda, no! No puedo hacerlo esperar, estoy deseando que se lance. Con calma forzada, recordó la guía esencial de las chicas: Nada de dar el primer paso... mantén los labios entreabiertos, humedécelos un poco, entrecierra los ojos... vamos, nene, ¡joder, estoy lista!
Pero el maldito no se lanzaba. Se inclinaba apenas, acercándose un poquito más, mientras sus ojos marrones —¿o eran azules bajo la tenue luz del parque, ya ni lo sabía?— brillaban como si estuvieran a punto de confesar un secreto.
—Kelly, hay algo que quiero decirte —murmuró, con esa voz suave que casi la hacía derretirse ahí mismo.
Ay, ¿a quién quiero engañar? Este chico me encanta, pensó Kelly, notando cómo su corazón latía tan rápido que parecía estar a punto de hacerle un bis en la orquesta. Voy a caer como mosquita en su telaraña y hasta me va a encantar.
—¿Sí? —respondió, intentando sonar tranquila, aunque en realidad no aguantaba la emoción.
Carlos respiró hondo, como si se estuviera armando de valor. Kelly casi podía leer sus pensamientos: "Esta chica tan dulce, con esos ojos azules y una sonrisa que me tiene como tonto..." Y, mientras lo imaginaba, ella misma sonreía como una boba.
Finalmente, Carlos se decidió y, por fin, lo dijo:
—Quiero que sepas que me gustas mucho, Kelly. No puedo sacarte de mi cabeza desde que te vi en la cafetería.
La declaración le dio un golpe directo al corazón, como un disparo de adrenalina. No es que no lo hubiera imaginado —¡había estado ensayando toda la noche para este momento!—, pero en el instante en que lo oyó, todos sus ensayos desaparecieron y las palabras le salieron sin pensarlo, como una confesión propia:
—Ay, Carlos...
Él tomó su mano entre las suyas, acariciándola suavemente, y ella sintió cómo el mundo desaparecía a su alrededor.
—Entonces, ¿te gustaría salir conmigo? —preguntó, su mirada llena de expectación.
Una vocecita en la cabeza de Kelly trató de advertirle: "¿Estás loca? ¿De verdad vas a ser su novia?" Pero esa misma vocecita se fue apagando poco a poco, ahogada por la dulzura del momento y la cercanía de Carlos. Ser su novia... parecía una idea tan extraña, tan inesperada, y, sin embargo, increíblemente bien. Era como si cada fibra de su ser quisiera rendirse y abrazar esta nueva vida.
—Sí, handsome, me gusta la idea —murmuró con una sonrisa, inclinándose hacia él.
Carlos se acercó despacio, y cuando sus labios se encontraron en un beso suave y delicado, Kelly sintió cómo el mundo se desvanecía a su alrededor. La suavidad de sus labios sobre los de ella le provocó una sensación cálida que le recorrió el cuerpo entero, haciéndola olvidar cualquier otra cosa. Su pulso se aceleró al instante, sintiendo un cosquilleo que le subía por la espalda y le erizaba la piel. En ese momento, se olvidó por completo de que antes había sido un chico. Todo lo que importaba era la conexión tan intensa que había entre ellos.
El beso parecía eterno, y en cada segundo, Kelly sentía algo nuevo: emoción, deseo, una ternura que le llenaba el pecho y la hacía sentirse completa. Notó su propia respiración acelerada y la de Carlos, el latido fuerte de su corazón que parecía sincronizarse con el de él. Cuando él la envolvió con sus brazos, el calor y la fuerza de su abrazo le transmitieron una seguridad que la hacía derretirse. Se sintió como si estuviera flotando, apenas capaz de mantenerse en pie.
Quería que el momento no terminara, que Carlos la sostuviera aún más fuerte. Sin darse cuenta, susurró, —Please, hold me tight...—, y se dejó llevar, aferrándose al cuello de Carlos, colgándose un poco de él para no perder el equilibrio con sus tacones. Sentía sus labios moviéndose en sincronía con los de él, y el sabor de la cerveza en su aliento solo añadía algo extra a la experiencia, como si todo en él la envolviera.
Carlos la acercó más a él, y Kelly notó cómo la intensidad del beso aumentaba, sintiendo su cuerpo más despierto que nunca. Sus sentidos parecían amplificados: el olor cálido y embriagador de Carlos, la presión de sus manos en su espalda y su cintura, y el ligero roce en su trasero, que le arrancó un suspiro que ni siquiera intentó contener.
La rubia rodeó el cuello de Carlos con los brazos, atrayéndolo hacia sí, entregándose completamente a la sensación de ser deseada. Se dejó absorber por el calor de sus manos, que recorrieron su espalda, su pelo, y finalmente, con una firmeza suave, su cintura, atrayéndola contra él. Sentía una necesidad casi primitiva de estar cerca de él, de no perder ese contacto físico que la hacía sentirse tan viva, tan completamente femenina y segura.
Cuando, finalmente, separaron sus labios, Kelly abrió los ojos lentamente, y sus miradas se encontraron de nuevo, a escasos centímetros. Sus respiraciones entrecortadas se mezclaban en el aire, y la sonrisa sincera de Carlos le llenó el pecho de una calidez que hacía difícil mantenerse serena.
—Me gustas mucho, rubita —murmuró él, con esa sonrisa que la desarmaba por completo.
Kelly sonrió, sintiendo su corazón desbocado, sabiendo que ese beso no solo había sido el primero, sino el comienzo de algo que quería vivir sin reservas.
—Y ahora que has conseguido a la rubia guapa del San Rafael, ¿qué piensas hacer? —dijo Kelly, con una sonrisa pícara que no se molestó en disimular. Estaba abrazada a Carlos, notando su cercanía y pensando, Ay, sí, definitivamente estoy jugando con fuego, y me encanta. A pesar de no saber dónde la llevaría todo esto, en ese momento no le parecía haber un lugar mejor que ahí, pegada a él.
Carlos la miró con esa mezcla de ternura y diversión que le hacía sentir mariposas en el estómago. Oh, ahí va de nuevo con esa sonrisa, pensó Kelly, sintiendo cómo el rubor se le escapaba por las mejillas. Sin resistirse, apoyó la cabeza en su pecho, dejándose envolver por el ritmo de su respiración, el aroma de su colonia y el leve temblor que le causaba estar así de cerca. Ay, chica, te estás convirtiendo en una romántica empedernida, y mira que juraste que no.
—Bueno, he pensado que me debes una cita de verdad —respondió él, acariciándole suavemente el cabello como si fuera de cristal. Kelly casi suelta un suspiro dramático; esto es demasiado lindo para ser real.
—Oh, una cita de verdad, ¿eh? —dijo Kelly, mirándolo con sus pestañas batiendo al máximo, modo coqueta activado, mientras en su mente se repetía: Vamos, que no se te escape lo adorable que es esto.
Carlos la miró un segundo, más serio de lo que esperaba, con una sinceridad que la dejó sin palabras... casi.
—La verdad es que sé poco de ti, Kelly. Quiero saberlo todo, —le dijo, con una sonrisa cálida que la derritió aún más
—¿Todo? ¿Así, todo-todo? —preguntó ella, levantando una ceja con picardía, intentando aparentar indiferencia, mientras su corazón se le aceleraba. Ay, Kelly, ¿qué clase de romance de película estás viviendo aquí? Pero la mirada en sus ojos la hacía sentirse única, especial... y, Dios, ¡tan femenina!
Carlos sonrió de lado, y esa sonrisa casi la derrumba.
—Pero por lo pronto, quiero una foto de este momento, rubita. Estás preciosa, y quiero recordarte así.
¿Preciosa? ¿Yo? Kelly sintió el cosquilleo de emoción recorrerle todo el cuerpo. Bueno, vamos, Kelly, no pierdas la compostura ahora.
—¿Quieres una foto, eh? —respondió, mirándolo con una expresión traviesa—. A ver si puedes capturar a esta rubia en todo su esplendor, —dijo, sacando su mejor pose de "chica linda" mientras Carlos sacaba el móvil, totalmente desprevenido.
Justo cuando él enfocaba, Kelly aprovechó el momento y, ni corta ni perezosa, se inclinó hacia él y le plantó un beso en la mejilla, logrando poner su cara más tierna y encantadora. Perfecto, Kelly, simplemente perfecto. En la pantalla del móvil apareció la imagen de Carlos, con una expresión a medio camino entre la sorpresa y el embobamiento total, mientras ella le daba ese beso con una sonrisa de "soy adorable y lo sé."
Carlos se quedó mirándola, riéndose y negando con la cabeza.
—Tú... —dijo, entre risas—, realmente sabes cómo hacer que alguien se quede sin palabras.
Kelly rió y le guiñó un ojo, orgullosa de sí misma. Ay, Kelly, definitivamente estás en problemas... pero, ¿a quién le importa?
Se quedaron sentados en el banco, las manos entrelazadas, mirando el cielo nocturno que brillaba sobre ellos. El aire fresco de la noche y el suave roce de sus dedos le daban a Kelly una sensación de paz que no había sentido en mucho tiempo. No hablaban mucho; no hacía falta. Era como si, en esos pequeños gestos y miradas, ya se dijeran todo.
Estuvieron allí un buen rato, apenas pasaba gente, y ellos estaban completamente absortos en la presencia del otro. la muchacha reconoció esa sensación de bienestar, de conexión pura. Era algo que había sentido antes, pero siempre con otras chicas: la emoción del primer beso, la complicidad de un primer rato a solas, esa pequeña burbuja que se forma cuando solo existen dos personas en el mundo.
Y sintió una chispa de emoción al ver a Ana y Álex acercándose, sus manos entrelazadas y sus rostros iluminados por sonrisas que claramente contaban una historia. Parece que no soy la única con suerte esta noche, pensó, tratando de contener la risa mientras Carlos le daba un leve apretón en la cintura. El ambiente estaba cargado de esa energía mágica de finales de noche, y sentía que estaba en una burbuja de felicidad.
Ana los miró con una ceja levantada y esa sonrisa traviesa que solo usaba en momentos así.
—Buenas, parejita. Es tarde, nos vamos a la residencia —dijo, guiñándoles un ojo—. Mañana hemos quedado todos para ir a la playa; vamos a una calita más lejana, seguramente habrá poca gente. Pasaremos ahí el día, ¿os apuntáis?
Carlos contestó sin dudar, como si hablar en plural fuera la cosa más natural del mundo.
—Por supuesto, nos apuntamos. Nosotros también tenemos el día libre.
Kelly no pudo evitar sonreír, encantada con la facilidad con la que Carlos había hablado por los dos, como si fueran un equipo. La idea de pasar el día juntos en la playa la emocionaba más de lo que estaba dispuesta a admitir, así que, de manera juguetona, deslizó su mano para darle un cariñoso toque en el trasero. Bien, Carlos, tienes mi sello de aprobación para el día de playa, pensó con satisfacción. Él le devolvió una sonrisa cómplice, y ella se sintió como si compartieran un secreto.
Su hermana mayor, parecía haber captado algo más en la expresión de Kelly, que se notaba un poco más soñadora de lo habitual, así que aprovechó para darle un pequeño empujoncito cuando Carlos y Álex miraban hacia otro lado.
Kelly miró a su hermana y, sin palabras, le lanzó una mirada de "tenemos que hablar." Ana, rápida como siempre, se inclinó hacia ella y le susurró con una sonrisa de complicidad:
—Lo sé.
Kelly sintió que el corazón se le aceleraba. Sis, no te pierdes ni una. Sabía que, en cuanto se quedaran solas, su hermana iba a querer todos los detalles.
Estaba en su nube particular mientras Álex llamaba a un taxi, y ella y Ana se apretujaban en el asiento trasero. Carlos estaba delante, y la rubia no podía evitar quedarse en modo soñadora empedernida, suspirando en silencio mientras observaba cómo su hermana y Álex se daban besos y reían en su propio mundo. Ay, pero qué monos... ¡y yo aquí, tan discreta, deseando hacer lo mismo! pensaba, haciéndose la fuerte para no abalanzarse sobre Carlos en pleno trayecto.
Mientras escuchaba la conversación de su hermana, se enteró de que Ana era la jugadora con más goles en el torneo, y le dedicó una mirada llena de orgullo. ¡Mi hermana es una campeona y yo... bueno, yo también he tenido mi gran noche!, se decía, sonriendo bobaliconamente. A esas alturas, hasta el cansancio le parecía algo bonito. Aunque sentía los pies al borde del colapso tras tantas horas en tacones, estaba dispuesta a aguantar lo que fuera por ese momento perfecto.
El taxi paró frente a la residencia, y Kelly suspiró. Los tacones, el tampón, el maquillaje... nada de eso importa ahora; ¡aquí está Carlos, la noche sigue, y todo es tan mágico!. Justo cuando pensaba que era imposible mejorar el final de la velada, Carlos y Álex se giraron para despedirse, y Kelly casi contuvo el aliento.
Entonces, como si fuera una escena de película, Carlos se inclinó y la besó suavemente en la entrada. Claro, su hermana y Álex también estaban ahí besándose a dos centímetros, pero eso ahora le daba igual. Bueno, técnicamente están besando a mi hermana, ¿debería sentirme endafada? Espera... ¡me está besando a mí!.
—Buenas noches, rubita. Jugaste muy bien hoy —le susurró Carlos al oído, con una sonrisa que le hacía perder el equilibrio, o quizás era por los tacones.
Kelly apenas pudo articular una palabra. Dios mío, soy oficialmente la rubia más feliz de la historia. ¡Buenas noches, sí! Mientras Carlos se alejaba, ella casi flotaba hasta su habitación.
Cuando llegaron a su habitación, Kelly apenas podía esperar a quitarse la ropa y deshacerse de los tacones. Se dirigió al cuarto de baño y, tras revisarse, notó con alivio que el tampón apenas estaba manchado. Alivio tras alivio, se cambió y se puso unas braguitas, una camiseta cómoda y una compresa, sintiendo una paz total. Salió del baño con una sonrisa de satisfacción, sintiéndose finalmente libre de las incomodidades del día, aunque sus pies todavía le dolían considerablemente.
Se dejó caer en la cama como una diva absoluta, soltando un suspiro de satisfacción mientras su sonrisa se extendía al recordar cada segundo de la noche. Ah, ¡la vida era tan buena! Con aire triunfante, se cruzó de brazos y, poniendo su mejor cara de falsa inocencia, soltó:
—Bueno, ¿quién ganó la apuesta? —dijo, tratando de mantener la compostura, aunque la sonrisa traviesa en sus labios la delataba por completo.
Ana la miró con un brillo burlón en los ojos y una ceja alzada.
—¿Qué te parece, nenica? —replicó con aire de suficiencia—. Obvio que yo. ¿De verdad piensas que Carlos hubiera movido un dedo si yo no le hubiera dado un empujoncito?
La rubia abrió los ojos exageradamente, llevándose una mano al pecho en un acto de indignación dramática.
—¡¿Qué?! ¿Tú...? ¿Has jugado con el destino de esta humilde rubia? —dijo, fingiendo enojo, aunque en realidad estaba encantada. Luego, sin poder contener una risa, cogió una almohada y se la lanzó.
Ana, rápida, atrapó la almohada y se la devolvió con una sonrisa pícara.
—No te quejes, que gracias a mí has tenido la noche perfecta, ¿eh? Además, voy a compartir las ganancias de la apuesta contigo.
—Pues... supongo que tienes razón. —Se dejó caer en la cama de nuevo, con los ojos brillantes y una sonrisa de autosuficiencia—. Claro, después de todo, una chica increíble como yo se merece una noche como esta, ¿no?
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Ana volvió del baño y, al ver a Kelly profundamente dormida, no pudo evitar una sonrisa. Ahí estaba su hermana, abrazada a la almohada como si fuera el mayor tesoro del mundo, su rostro tan sereno que parecía haberse olvidado de todas las emociones y el caos de la noche.
Se acercó despacio, cuidando de no hacer ruido, y en un impulso de ternura, le dio un suave beso en la frente. La rubia ni se inmutó, pero su expresión parecía aún más dulce, y Ana sintió una calidez en el pecho.
Esa noche había sido un paso importante para Kelly, y verla dormir con esa pequeña sonrisa era el mayor premio. Ana suspiró, dejando que la paz de ese momento la envolviera también, mientras se metía en su propia cama.
Para Ana, ver a su hermano transformado en esa chica tan dulce y tierna era agridulce, pero aquella noche, algo en la imagen de Kelly dormida le dio una paz inesperada. Al observar la suave sonrisa en su rostro, casi podía sentir la emoción de su primer amor, esa chispa innegable que todas las chicas merecen experimentar, aunque los finales nunca estén garantizados.
Ana dejó escapar un suspiro mientras la miraba, envuelta en la alegría de ese momento tan nuevo para ella. La fragilidad de Kelly, esa inocencia de quien se lanza a lo desconocido con el corazón en la mano, le daba a la noche un encanto especial. Sin saber cuánto duraría, decidió no pensar en el "después," en el momento en que su hermano quizás volviera a ser el mismo de antes. Por ahora, en esta imagen tan pacífica de Kelly, el brillo y la magia de su primera ilusión amorosa parecían congelados en el tiempo.
La morena se recostó en su propia cama, con el móvil en mano, con una sonrisa aún dibujada en su rostro. Se puso a chatear con Álex, riéndose de las anécdotas más divertidas de la noche y compartiendo alguna broma sobre lo despistada que podía ser su hermana. Pero mientras conversaban, se le ocurrió una idea que la hizo reír en silencio. Abrió el chat de Carlos y le escribió:
"Hey, Carlos. La rubia se ha quedado dormida antes de poder decirte buenas noches."
Adjuntó una foto que acababa de tomar de Kelly, que dormía profundamente, abrazada a la almohada y con una expresión tan dulce que parecía un ángel. Carlos no tardó en responder con un emoticono de corazón, y Ana no pudo evitar sonreír, sabiendo que había sido la cómplice perfecta en todo aquello.
Finalmente, con la satisfacción de haber compartido una noche tan especial y un sentimiento de paz, Ana desactivó la alarma y apagó la luz. Con un suspiro de alivio, se dejó caer en la almohada, disfrutando de la calma de saber que, al menos por esta noche, podrían dormir tranquilas, sin preocupaciones ni obligaciones.