Intrigas
Daren
El viento templado refresca mi cuerpo cubierto de sudor junto al sol que ilumina el agua azul que centella con su magnitud alrededor de la isla privada en Agra Dos Reis, contrastando con el verde de la vegetación, el dolor que se aloja en mi costado derecho arde como una mierda haciendo que dejé la pesa pequeña con la que me ejercitaba obligándome a tomar asiento en la mecedora, cuando la venda se salpica de sangre, el correr de pequeños pasos me distrae cuando una mata de cabello rubio se aproxima escondiéndose de quién sabe qué.
—Pero que hace —, el regaño de la mujer alta de tez morena y ojos marrón me desconcentra, logrando que pierda de vista al pequeño —. No puede hacer estos esfuerzos, sus médicos de cabecera no se lo han permitido —asevera como madre regañona, y ganas no me faltan de mandarla a la mierda nuevamente, por lo que mi expresión corporal a decírselo —. Sé que no desea que esté aquí, pero hasta que su herida no esté completamente curada me tendrá a su lado, así que usted decida cuando tiempo quiere que dure aquí.
No contesto, observando como niega tomando los implementos para limpiar la herida de bala de mi abdomen.
—Puedo solo —enfatizó, quitándole el quid de medicamentos para salir del jardín y dirigirme a la que se supone es mi habitación.
Suspira profundo para mantener su profesionalismo lo que a mí me da igual y tomó el tramo del pasillo de cristalería y barandales blancos donde observe al pequeño por última vez con el eco de la asquerosa voz de Basil. "Es una lástima que el imperio por el que tanto has trabajado ahora se quede en manos del bastardo que le parió Olek" la amargura que se instala en mi estómago arde compitiendo con la de mi herida, «eso no puede ser posible», me niego a creer que algo con este índole de importancia se me haya pasado por alto.
Giro con la poca prisa que mi herida me permite, encontrándome con la mata de cabello rubio, escondido en la maceta alta, alzando el cuello como una maldita avestruz, se asusta cuando escucha mis pasos y sus ojos caramelo se conectan con mis azules palideciendo en el proceso, no aparenta tener más de cinco años y si mis cálculos no me fallan yo mate al maldito de Olek hace nueve, por lo que no...
—Lo siento... Yo... solo quería verla —, su voz de niño aterrado no me inmuta y traga grueso bajándose de la maceta —. Sé que no debo desobedecer, pero solo quería entregarle esto.
Me tiende un papal blanco cubierto de brillos y pompos de colores que forman un corazón que cita, "Eres el ángel más lindo y bueno que el cielo pudo darme"
—Solamente quería alegrar su corazón en una fecha como hoy —, baja la mirada al suelo arrepentido.
—Leo... —llama Zaria en la lejanía, observándolo con el ceño fruncido —. ¿Qué haces aquí?
Indaga y el pequeño me observa buscando ayuda que no obtiene, ya que me enfocó en la mujer morena que se encuentra molesta sin demostrar ninguna otra emoción.
—Yo... Yo... —tartamudea por el miedo, y Zaria únicamente espera por una explicación coherente —. Yo nada más deseaba ver a mi señora para entregarle esto.
Señala la hoja que tengo en mi mano y Zaria palidece como si el pequeño hubiese cometido un error al entregármela.
—Creo que tu madre te ha dicho perfectamente que mi señora no recibe a nadie en estas fechas —asevera embravecida, y el pequeño se estremece de pies a cabeza, avergonzado por el regaño —. Ahora vete con tu madre y por tu bien quédate ahí.
Lo echa y el niño corre como llegó, y Zaria se concentra nuevamente en mí, llena de ansiedad.
—Puede dármelo mi señor —pide, extendiendo la mano y no respondo al instante contemplando el dibujo del pequeño.
—No debiste hablarle de esa manera —comento con indiferencia, dándole el dibujo con la duda latente en mi interior, observando como el alivio surca su rostro al leer la cita del papel —. Y no entiendo tu miedo Zaria ¿Acaso hay algo qué se me esconde y deba saber?
Traga grueso alzando su mirada pasando sus manos tras su espalda apretando el papel con el mentón en alto y la postura rígida, lo cual me afirma que no me equivoco, pero aun así...
—Nada que sea de importancia para usted mi señor —aclara respirando profundo —. Y si le he hablado al niño de esa manera es porque sé ha tomado atribuciones que no le corresponden.
Asiento y no cuestionó nada más siguiendo mi camino a mi habitación dejándola atrás con su tic nervioso, ya que no soy estúpido y la molestia se acrecienta, puesto que la morena no tiene fidelidad hacia mi sino a su señora, pero si de algo estoy seguro es que tengo tiempo para averiguar qué carajos me esconden, porque bien Basil pudo haber dicho un montón de estupideces disfrazadas de verdades.
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La noche callo y pese a tener los ventanales abiertos y una arboleda al rededor de la casa, el maldito calor es insoportable causando picazón en mi herida, los grillos cantan y las olas rompen en la orilla haciéndose escuchar en la lejanía dando una noche tranquila, más no obstante el insomnio me ha tomado sintiéndome como un maldito animal enjaulado.
Y no lo soporto, por lo que salgo de la habitación oscura pasando por los pasillos con su tenue luz que los ilumina, la fachada de la casa no es lujosa, pero si exhuberante, cuenta con tres alas y de esas tres solo conozco una, por lo que hoy es un buen momento para conocer el resto, aunque eso signifique que esté rompiendo mi palabra, puesto que Zaria me ha pedido con amabilidad que me quedará únicamente en mi ala.
Pese a que mi caminar es lento, mi instinto sigue siendo el mismo, porque puedo observar a todos los hombres que se distribuyen a su alrededor custodiando el pequeño bosque y la casa, las habitaciones están silenciosas y la ansiedad me toma cuando escucho las pisadas de los hombres que custodian el lado sur, en este lugar no soy su jefe, soy un intruso y, por lo tanto, debo esconderme de ellos como si fuese un cobarde.
Abro la primera puerta marrón que se me cruza y con sigilo, sin alertar con mi presencia la cierro tras de mí, el dolor de mi abdomen se acrecienta por lo que apoyo mi mano en mi costado para poder aliviarlo, alzando la vista encontrándome con una ruleta gigante que alberga el símbolo del fénix con distintos números a su alrededor, unos están intactos y otros cubiertos de rayones que los hacen ilegibles, paseo mis dedos en el áspero material detallando que debajo de ellos hay letras escritas y en los estantes hay cajas de diferentes tamaños que dan la ilusión de ser de terciopelo con el fénix grabado.
—La señora está en las afueras de la casa —comentan afuera del pasillo, y agudizó el oído —. No desea ser molestada, así que corre la voz.
Me apoyo en la pared controlando mi respiración acelerada observando a mi alrededor y absorbiendo su peculiar aroma a lavanda y jazmín, este lugar grita a quien le pertenece sin siquiera estar presente y odio el maldito nudo que se forma en mi estómago con anticipación, rememorando los primeros días que desperté en aquella habitación apestosa a hospital, recordando la pequeña casa que sé aloja en la parte trasera del jardín, no muy lejos de la casa principal la cual tiene movimiento extraño la mayor parte del tiempo.
Salgo caminando despacio ocultándome en las sombras sin detenerme a pensar o analizar que el esfuerzo innecesario pueda afectarle a mi herida, pero no puedo quedarme con la intriga de... El quejido que sale del interior de la pequeña casa llama mi atención y me posicionó en la pequeña ventana que conecta con el interior, observando el suelo que está cubierto con plástico manchado de carmín y pedazos de trozos de carne.
—Maldita perra —maldice el hombre con un tono de voz apenas audible —. El que me tortures no hará que vuelva.
—Pero hará que me digas lo qué deseo escuchar —sentencia, con el rostro sombrío.
—Sigue soñando con eso —, sonríe con burla y ella alza una ceja perfecta a su dirección.
—El tiempo me sobra, lo que a ti efectivamente no —, observo las pinzas que lleva a sus pómulos destrozando su carne sin ninguna compasión —. Dímelo o me tocará tomar medidas más drásticas como por ejemplo tu pequeña Lizet.
—Tócala y te juro que...
—¿Qué? —se le burla, sin dejar su tarea con las pinzas —. Que puedes hacer tu condenado a esta silla —, el respirar del sujeto es turbulento y a ella parece no importarle —. Déjame decirte que tu mujer se la está pasando de lo más de bien con tu dinero, pero ha descuidado a tu pequeño tesoro y no será difícil capturarla.
—Púdrete —, le escupe al rostro y contengo el enojo que se instala de forma mecánica, mientras que ella hace una mueca de asco limpiando su rostro con un pañuelo.
—No me dejas otra opción —asevera, ensartando las pinzas en sus muslos destrozando la carne y salpicando la sangre que mancha sus brazos y su ropa oscura.
Trago grueso contemplando en la mujer en la que se ha convertido, ya que no es la misma chiquilla que lloro envuelta en sábanas por mi indiferencia, ni aquella que demostró dolor cuándo me encontró con Freyja en mi habitación.
Está... Esta es una mujer sangrienta que anhela el sufrimiento y se regocija en el caos y la destrucción que envuelve a su alrededor como una maldita experta. El calor que baja instalándose en mi polla que se endurece de manera dolorosa al detallar su cuerpo cubierto en carmín y su vestimenta negra que le resalta todo lo que me gusta y me enloquece, me molesta al recordar los años pasados en los que me la jalaba pensando en ella deseando tenerla.
Sobo mi polla por encima del pantalón de chándal negándome a volver a lo que tanto tiempo me costó erradicar, su cabello negro como la noche se mantiene en una coleta alta dejando al descubierto su cuello y sus pechos que se resaltan con su camiseta y su respirar pesado.
—Mi señora —llama un tipo de cabello negro que la detalla con anhelo encendiendo mis celos.
—¿Sucede algo Arón? —indaga, limpiando sus manos con delicadeza.
—Sé que no desea que nadie la moleste, pero hay alguien que la solicita con urgencia —informa sin dejar de verla —. El señor Adal desea comunicarse lo más pronto posible con usted.
Porque carajos tienen comunicación, acaso... "Así como tú tomas la decisión de hacer treguas y pactos a través de las hijas de los socios ella también ha hecho una vida te guste o no" la voz de Ivar resuena como una declaración y maldigo en mi interior rememorando las insinuaciones de Egor "no es tarde si ella lo desea, ya que al final no hay ningún lazo que los una" las señales siempre estuvieron ahí, y yo las pase por alto, pero no pienso dejar que me sigan viendo la cara de imbécil.
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