— Dile que se acerque a hablarle a Cris, por fa, memito. — lo que Messi hacía por su amigo no tenía límites.
— Esta bien, mamón. Pero ojalá ese Cris sea buena gente. — Se dirigió hacía donde estaba su amigo y lo saludo chocando sus puños. — ¿Qué pedo mi, chicha?
— ¿Qué pex, mi buen fransua? — Javier sonreía de oreja a oreja.
— Ve hablarle al otro mamón, tira paro. — Memo casi le rogo con la mirada a su amigo.
— ¿Por qué o qué? — Arqueó una ceja.
— Pues es que lo traes barriendo las banquetas y pues el mamón quiere que lo ayude a ayudar a su amigo. — Le extendió una moneda de cincuenta centavos a su amigo.
— No mames, Ochoa. Quita esa mamada.— Aventó la moneda. — Voy a hacerlo, pero si es un pendejo, te juro que me invitas tortas y refrescos hasta que te mueras.