Myca observó la figura alta y esbelta de piel blanca plateada, de apariencia casi sobrenatural. Los brillantes ojos azules de la criatura brillaban iluminando su rostro, mientras que su suave cabello blanco caía elegantemente alrededor de su rostro y su ropa hecha de fina seda en un tono blanco azulado, abrazaba a la perfección su esbelta figura. Myca rápidamente dedujo que era un Thunderiano, una raza elemental, cuya existencia estaba estrechamente ligada al trueno. Su habilidad para controlarlo y manipularlo les permitía invocar truenos con solo un chasquido, y su conocimiento de las artes místicas eran igualmente impresionantes, lo que les permitía realizar hazañas sobrenaturales. La majestuosa apariencia del Thunderiano reflejaba su orgullosa herencia guerrera.
-¡Déjalos en paz! . ¿Qué te da derecho a venir y tomar vidas a tu antojo? Tronó el Thunderiano con un tono amenazador.
Myca esbozo una gran sonrisa de júbilo, pensó que el Thunderiano sería un enemigo formidable, o al menos le daría entretenimiento por un momento.
-Tú, ¿no sabes quién soy? Qué falta de respeto muestras hacia tus superiores. Dijo señalando al Thunderiano.
Al mismo tiempo desincrustaba la lanza de su hombro, arrojandola en un movimiento a los pies del Thunderiano, incrustándose en la tierra. Notó que toda la tribu, incluido Oeil de Chimère, se arrodillaba ante el con reverencia.
-No me importa quién eres, no tienes derecho a quitar vidas a voluntad. Espetó el Thunderiano.
- ¡Yo! Se escuchó resonando en el ambiente.
-¡yo tengo derecho divino! Terminó de exclamar, señalando al cielo.
La tensión en el aire era palpable mientras el Thunderiano y Myca se miraban con determinación y deseo de victoria. El Thunderiano manejaba hábilmente su lanza, su cuerpo vibraba con la energía del trueno que lo rodeaba. Myca desenvainó su espada y su armadura dorada brillaba bajo la luz del sol.
La batalla comenzó con un ensordecedor choque de metal contra metal cuando la lanza y la espada chocaron en un duelo de habilidad y fuerza. Los movimientos del Thunderiano eran rápidos y precisos, su lanza cortaba el aire con una velocidad sorprendente. Sin embargo, el arcángel no quedó impresionado y respondió con una serie de golpes rápidos y hábiles, con movimientos elegantes y precisos. Ambos guerreros parecían estar en perfecta sincronía con sus armas, moviéndose con una gracia, velocidad y precisión increíbles. Sin embargo, a medida que la batalla avanzaba, se podía sentir la creciente determinación en los movimientos de Myca, mientras que el Thunderiano parecía estar perdiendo terreno. Los golpes mortales seguían cayendo de ambos lados. La lucha se intensificó cuando ambos guerreros intercambiaron golpes mortales, cada uno buscando una oportunidad en la defensa del otro. La lanza del Thunderiano dejó un rastro de truenos a su paso, mientras que la espada de Myca brillaba elegantemente bajo la luz del sol. El Thunderiano lanzó un ataque desesperado, pero Myca lo esquivó fácilmente y asestó un golpe final que dejó derrotado al guerrero.
La victoria pertenecía a Myca, pero no había alegría en su rostro.
-¿Cuál es tu nombre, guerrero?, exclamó Myca, caminando lentamente hacia el Thunderiano caído.
Cuando el Thunderiano se desvanecía en la muerte, dijo:
-¿Y de qué serviría eso?, acompañado de un puñado de sangre que escupió al hablar.
Myca contempló el resultado de la pelea con expresión triste.
-Cualquiera que tenga el coraje de enfrentarme, como lo hiciste hoy, merece mi respeto. Siempre es lamentable cuando un guerrero de tus habilidades muere, dijo Myca con voz suave, dejando ver la naturaleza guerrera del arcángel y su sentido de la caballerosidad.
El Thunderiano yacía boca abajo en el suelo, su cuerpo convulsionándose en espasmos intermitentes y emanando sangre en cada intento por respirar, luchando por mantenerse con vida. Los ojos de los indígenas seguían su agonía en silencio, sin poder hacer nada para ayudarlo.
-¿Cuál es tu nombre?, preguntó Myca nuevamente, impasible, con el rostro sombrío y una voz gutural, flanqueando al guerrero Thunderiano.
-¡Mi! Pausó, acompañado de un suspiro ahogado.
-¡mi nombre es Raekar! Volvió a pausar por la falta de aire.
-líder del clan Trueno del Silencio, protector de la tribu Fulmians, a la cual osas atacar tan ominosamente. Respondió Raekar con claro dolor y dificultad en su voz.
Raekar sentía un intenso dolor en su tórax, en el pulmón derecho específicamente, ya que había sido perforado por el ataque de Myca. Sentía cómo el frío se iba expandiendo por su cuerpo, cómo perdía la vida con cada intento por respirar.
-Sabes que no te saldrás con la tuya. Pausó por culpa de la toz seca que era causada por la dificultad de respirar. -Aún tengo el suficiente poder mágico y la suficiente vida para derrotarte. dijo Raekar con profunda convicción.
Al mismo tiempo se daba la vuelta quedando boca arriba, mirando al cielo, la idea de que era un día hermoso, soleado y despejado cruzó por su mente.
plateada, de apariencia casi sobrenatural. Los brillantes ojos azules de la criatura brillaban iluminando su rostro, mientras que su suave cabello blanco caía elegantemente alrededor de su rostro y su ropa hecha de fina seda en un tono blanco azulado, abrazaba a la perfección su esbelta figura. Myca rápidamente dedujo que era un Thunderiano, una raza elemental, cuya existencia estaba estrechamente ligada al trueno. Su habilidad para controlarlo y manipularlo les permitía invocar truenos con solo un chasquido, y su conocimiento de las artes místicas eran igualmente impresionantes, lo que les permitía realizar hazañas sobrenaturales. La majestuosa apariencia del Thunderiano reflejaba su orgullosa herencia guerrera.
-¡Déjalos en paz! . ¿Qué te da derecho a venir y tomar vidas a tu antojo? Tronó el Thunderiano con un tono amenazador.
Myca esbozo una gran sonrisa de júbilo, pensó que el Thunderiano sería un enemigo formidable, o al menos le daría entretenimiento por un momento.
-Tú, ¿no sabes quién soy? Qué falta de respeto muestras hacia tus superiores. Dijo señalando al Thunderiano.
Al mismo tiempo desincrustaba la lanza de su hombro, arrojando la en un movimiento a los pies del Thunderiano, incrustándose en la tierra. Notó que toda la tribu, incluido Oeil de Chimère, se arrodillaba ante el con reverencia.
-No me importa quién eres, no tienes derecho a quitar vidas a voluntad. Espetó el Thunderiano.
- ¡Yo! Se escuchó resonando en el ambiente.
-¡yo tengo derecho divino! Terminó de exclamar, señalando al cielo.
La tensión en el aire era palpable mientras el Thunderiano y Myca se miraban con determinación y deseo de victoria. El Thunderiano manejaba hábilmente su lanza, su cuerpo vibraba con la energía del trueno que lo rodeaba. Myca desenvainó su espada y su armadura dorada brillando bajo la luz del sol.
La batalla comenzó con un ensordecedor choque de metal contra metal cuando la lanza y la espada chocaron en un duelo de habilidad y fuerza. Los movimientos del Thunderiano eran rápidos y precisos, su lanza cortaba el aire con una velocidad sorprendente. Sin embargo, el arcángel no quedó impresionado y respondió con una serie de golpes rápidos y hábiles, con movimientos elegantes y precisos. Ambos guerreros parecían estar en perfecta sincronía con sus armas, moviéndose con una gracia, velocidad y precisión increíbles. Sin embargo, a medida que la batalla avanzaba, se podía sentir la creciente determinación en los movimientos de Myca, mientras que el Thunderiano parecía estar perdiendo terreno. Los golpes mortales seguían cayendo de ambos lados. La lucha se intensificó cuando ambos guerreros intercambiaron golpes mortales, cada uno buscando una oportunidad en la defensa del otro. La lanza del Thunderiano dejó un rastro de truenos a su paso, mientras que la espada de Myca brillaba elegantemente bajo la luz del sol. El Thunderiano lanzó un ataque desesperado, pero Myca lo esquivó fácilmente y asestó un golpe final que dejó derrotado al guerrero.
La victoria pertenecía a Myca, pero no había alegría en su rostro.
-¿Cuál es tu nombre, guerrero?, exclamó Myca, caminando lentamente hacia el Thunderiano caído.
Cuando el Thunderiano se desvanecía en la muerte, dijo:
-¿Y de qué serviría eso?, acompañado de un puñado de sangre que escupió al hablar.
Myca contempló el resultado de la pelea con expresión triste.
-Cualquiera que tenga el coraje de enfrentarme, como lo hiciste hoy, merece mi respeto. Siempre es lamentable cuando un guerrero de tus habilidades muere, dijo Myca con voz suave, dejando ver la naturaleza guerrera del arcángel y su sentido de la caballerosidad.
El Thunderiano yacía boca abajo en el suelo, su cuerpo convulsionándose en espasmos intermitentes y emanando sangre en cada intento por respirar, luchando por mantenerse con vida. Los ojos de los indígenas seguían su agonía en silencio, sin poder hacer nada para ayudarlo.
-¿Cuál es tu nombre?, preguntó Myca nuevamente, impasible, con el rostro sombrío y una voz gutural, flanqueando al guerrero Thunderiano.
-¡Mi! Pausó, acompañado de un suspiro ahogado.
-¡mi nombre es Raekar! Volvió a pausar por la falta de aire.
-líder del clan Trueno del Silencio, protector de la tribu Fulmians, a la cual osas atacar tan ominosamente. Respondió Raekar con claro dolor y dificultad en su voz.
Raekar sentía un intenso dolor en su tórax, en el pulmón derecho específicamente, ya que había sido perforado por el ataque de Myca. Sentía cómo el frío se iba expandiendo por su cuerpo, cómo perdía la vida con cada intento por respirar.
-Sabes que no te saldrás con la tuya. Pausó por culpa de la toz seca que era causada por la dificultad de respirar. -Aún tengo el suficiente poder mágico y la suficiente vida para derrotarte. dijo Raekar con profunda convicción.
Al mismo tiempo se daba la vuelta quedando boca arriba, mirando al cielo, la idea de que era un día hermoso, soleado y despejado cruzó por su mente.