La algarabía y furor provocado por la selección del gran Henry Gryffindor, como el campeón del Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería, cesó de inmediato con esas dos palabras dichas por Albus Dumbledore.
Nadie aplaudió. Nadie gritó. Nadie vitoreó. Un zumbido como de abejas enfurecidas comenzaba a llenar el salón. Algunos estudiantes, en especial de años superiores, se levantaron de sus lugares y comenzaron a mirar hacia todas las direcciones posibles; los que no lo hicieron se mantuvieron en un claro estado de incredulidad.
Henry Gryffindor, por otro lado, detuvo su caminar antes de entrar por la puerta que le había indicado el director de Hogwarts, y no pudo evitar que su estómago se sintiera asqueado, y con unas inmensas ganas de vomitar.
En la mesa de los profesores e invitados, la profesora McGonagall y el profesor Snape se levantaron de sus asientos y de inmediato se acercaron a un Albus Dumbledore que se encontraba totalmente fuera de lugar. Lo que sea que le estuvieran diciendo al director de Hogwarts pareció devolverlo a la realidad debido a que casi de inmediato comenzó a hablar en voz baja con los dos profesores.
Lo único que se podía escuchar y ver de esa conversación eran los rostros preocupados de los tres adultos y un semblante estoico del director de Hogwarts (un semblante poco común en él).
El lord de la Noble Ancestral y Más Antigua Casa de los Gryffindor, sin saber qué hacer en ese momento, se mantuvo de pie y esperó que su maestro dijera algo. El joven pelirrojo, para sus adentros, solo esperaba que el responsable de esa broma saliera y aclarara todo.
La mirada de Henry Gryffindor recorrió el salón buscando al responsable de tal broma, pero no había nadie que mostrara indicios de haber sido. Instintivamente, y después de que sus esperanzas se esfumaran, su mirada se posó en la larga mesa de Gryffindor que, en ese momento, miraban en dirección de Albus Dumbledore y los demás profesores e invitados.
Conforme pasaron los minutos, Henry Gryffindor fue testigo de cómo, en la mesa de profesores, todo comenzaba a ser un completo desastre; los directores de las otras escuelas mágicas, junto con los representantes del Ministerio, llegaron enseguida con Albus Dumbledore exigiendo respuestas acerca de lo que estaba pasando. Lo único que alcanzó a escuchar Henry Gryffindor fue el grito de Barty Crouch diciendo: ¡¿Cómo es posible que permitas algo así, Dumbledore?! ¡¿Cómo es posible que permitas que alguien ensucie el nombre de lord Peverell de esa manera?!
Lord Gryffindor, estando completamente conmocionado por lo que acababa de suceder, caminó en dirección de la puerta de los campeones. No presenció cómo, de inmediato, varios grupos del Ministerio de Magia llegaban al lugar, listos para saber qué es lo que sucedía.
Henry Gryffindor salió del Gran Comedor y, luego de que entrara por la puerta que se le indicó, se encontró en una sala más pequeña, decorada con retratos de brujos y brujas. Delante de él, en la chimenea, crepitaba un fuego acogedor.
Cuando entró, las caras de los retratados se volvieron hacia él. Estaba tan sorprendido que ni siquiera se percató del retrato de una bruja con el rostro lleno de arrugas que salía precipitadamente de los límites de su marco y se iba al cuadro vecino, que era el retrato de un mago con bigotes de foca. La bruja del rostro arrugado empezó a susurrarle algo al oído.
—¡¿Cómo es posible que esto esté pasando?!_se preguntó lord Gryffindor para sí mismo, sintiéndose realmente mal
—¡Harrison Peverell murió! ¡¿Cómo es posible que su nombre saliera en el Cáliz de Fuego?!_volvió a preguntarse para sí mismo, sin percatarse de que ya estaba a punto de llegar al lugar de los demás campeones
Viktor Krum, el famoso jugador de quidditch, y Fleur Delacour, la hermosa veela, estaban junto a la chimenea de la habitación. Con sus siluetas recortadas contra las llamas, tenían un aspecto curiosamente imponente. Krum, cabizbajo y siniestro, se apoyaba en la repisa de la chimenea, ligeramente separado de la campeona mitad veela. Fleur Delacour lo miró cuando entró, y ocultando un claro indicio de fastidio, y volvió a echarse para atrás su largo pelo plateado.
—¿Qué pasa?_preguntó Krum, con un acento bastante marcado; aún así, sus palabras se entendían a la perfección
Al jugador de quidditch más famoso del mundo le pareció curioso ver al “famoso” Henry Gryffindor como si estuviera a punto de desmayarse, pero no dijo nada. La campeona de Beauxbatons también pareció darse cuenta de eso, pero tampoco dijo nada.
—¿Quieren que volvamos al Gran Comedor?_ preguntó la chica mitad veela, con un acento francés marcado (no tan marcado como el búlgaro de Krum)
Henry Gryffindor intentó hablar con ellos, pero no pudo hacerlo. Las palabras no se atrevían a salir de su boca. No sabía cómo explicar lo que acababa de suceder.
Se quedó allí quieto, perdido por completo en sus pensamientos, sin darse cuenta de las miradas que le dedicaban los otros dos campeones.
Oyó detrás un ruido de pasos apresurados. Era Ludo Bagman, que entraba en la sala. Tomó del brazo a Henry y lo colocó a un lado de los demás campeones. Al parecer estaba a punto de decir algo; su sudoración excesiva y la palidez que cubría su rostro eran claros indicativos de eso.
—¡Fantástico…!_ comenzó a decir él en un susurro
—¡Tres de los cuatros campeones ya se encuentran en este lugar! ¡Solo falta un campeón más…!_dijo él, pareciendo que su estado de ánimo anterior había cambiado por uno lleno de emoción reprimida
—¡Felicidades por haber sido escogidos, señores, señorita!_les dijo Bagman, apretándoles el hombro con fuerza, y sin darle tiempo a unos confundidos campeones de hablar
—¿Qué está sucediendo, señor Bagman? ¿Por qué menciona a cuatro campeones cuando en realidad son solo tres?_fueron las dos preguntas que hizo Fleur Delacour, sintiéndose extraña al ver la mirada del hombre regordete
—¡El Cáliz de Fuego, por primera vez, ha escogido a un cuarto campeón, señorita Delacour!_anunció Ludo Bagman, provocando que los ojos de los dos campeones de abrieran bastante
Viktor Krum se enderezó. Su habitual rostro estoico se levantó y buscó, por toda la sala, la presencia de la persona que había sido elegida como el cuarto campeón. Fleur Delacour parecía desconcertada: pasó la vista de Bagman a lord Gryffindor y de lord Gryffindor a Bagman como si estuviera convencida de que había oído mal.
—No creyendo lo que había escuchado, la chica mitad veela habló—¡Oh, un chiste muy divertido, señor Bagman! Debo de admitir de que, por un instante, creí que lo dicho por usted sería real_ declaró ella, echándose su cabello platinado, una vez más, hacia atrás
—¿Un chiste?_repitió Bagman, alzando una ceja en señal de confusión
—¡No, no, en absoluto! ¡El Cáliz de Fuego confirmó la participación de un cuarto campeón…!_ anunció Bagman, haciendo que los dos campeones extranjeros alzaran una ceja
—¿Y quién es ese cuarto campeón, señor Bagman?_le preguntó Krum, pronunciando mucho más su acento búlgaro
—¡Harrison Peverell!_ proclamó Ludo Bagman casi al instante, y usando un tono que mezclaba emoción y desconcierto
Krum contrajo levemente sus espesas cejas negras y caminó, involuntariamente, hacia atrás. Fleur Delacour, por otro lado, sintió una extraña sensación en todo su cuerpo; su mente trató de encontrar una repuesta para todo lo que estaba pasando, ¿cómo alguien fallecido podía ser un campeón?
—Es evidente que ha habido un error, señor Bagman. Esto es un completo insulto a la memoria de lord Peverell…_ declaró la estudiante de Beauxbatons, mientras observaba que un semblante lleno de nerviosismo se apoderaba del cuerpo del hombre regordete
—Bueno… esto ha sido muy extraño…_ reconoció Bagman, frotándose la barbilla impecablemente afeitada y, al igual que Krum, mirando de vez en cuando distintas direcciones de la sala; al parecer esperaba que Harrison Peverell, el verdadero Harrison Peverell, apareciera en ese momento
—No obstante, como saben, el Cáliz de Fuego es un poderoso objeto mágico que, inclusive en la actualidad, sigue siendo objeto de estudio. No estoy seguro de si el anuncio del fallecido lord Peverell, como uno de los campeones, fue un error o una broma de muy mal gusto. Aunque dudo mucho de que se haya tratado de una broma debido a la gran seguridad y reglas propias del mismo cáliz. Ahora bien, en caso de que no se trate de una broma de muy mal gusto, eso solo quisiera decir una cosa…_Ludo Bagman hizo una pausa, procediendo a guardar silencio
—¡Harrison Peverell no está muerto…!_fue lo único que salió de la boca de un incrédulo Henry Gryffindor, sabiendo lo que significaba eso; ¿Cómo era posible eso?
Fleur Delacour y Viktor Krum, con solo escuchar la declaración hecha por Henry Gryffindor, abrieron mucho más sus ojos. No podían creer lo que acababan de oír.
—… como su nombre ha salido del cáliz de fuego… eso quiere decir que tendrá que venir hasta este lugar. Si Harrison Peverell sigue con vida, tendrá que venir hasta este lugar… ¡Él tendrá que participar en el torneo!_ declaró Bagman, sintiendo que su sangre hervía de la emoción
Con esa última declaración de parte de Ludo Bagman, y detrás de ellos, la puerta de la sala volvió a abrirse para dar paso a un grupo numeroso de personas: el director Albus Dumbledore, seguido de cerca por el señor Crouch, el director Igor Karkarov, la directora Madame Maxime, la profesora McGonagall, el profesor Snape y lady Amelia Bones, junto a varios miembros del Ministerio de Magia.
Antes de que uno de los miembros del Ministerio cerrara la puerta, los tres campeones pudieron oír el pandemónium en el Gran Comedor.
—¡Madame Maxime!_dijo Fleur de inmediato, caminando con decisión hacia la directora de su academia
—Una vez que estuvo a su lado, volvió a hablar—¡Dicen que el nombre de Harrison Peverell salió en el Cáliz de Fuego! ¡¿Es verdad eso?!_ preguntó ella, esperando una respuesta negativa de parte de su directora
Oír el nombre de Harrison Peverell, antiguo lord Peverell, provocó que los cuerpos de muchos de los presentes se congelaran y otros se pusiera totalmente incómodos. Se veía que nadie quería hablar sobre Harrison Peverell.
Madame Maxime se había erguido completamente hasta alcanzar toda su considerable altura. La parte superior de la cabeza rozó en la araña llena de velas, y el pecho gigantesco, cubierto de satén negro, pareció inflarse.
—¿Qué significa todo esto, Dumbledore? ¡¿Cómo es posible que Hogwarts permita este tipo de actos?!_preguntó imperiosamente
—Es lo mismo que quisiera saber yo, Dumbledore. Es imposible que alguien que ya esté muerto sea elegido por el cáliz_dijo el director Karkarov, ganándose la mirada de desaprobación de casi todos los presentes por esa última declaración
—Le exijo que muestre un poco más de respeto hacia la memoria de Harrison Peverell, director Karkarov…_ declaró Amelia Bones, Jefa del Departamento de Aplicación de la Ley Mágica, usando un tono que parecía más una amenaza
—Al director de Durmstrang le dio igual el tono usado por la Jefa del Departamento de Aplicación de la Ley Mágica. Mostró una tensa sonrisa, y sus azules ojos parecían pedazos de hielo. Se preparó para decir algo más—¿Dos campeones para Hogwarts? No recuerdo que nadie me explicara que el colegio anfitrión tuviera derecho a dos campeones. ¿O es que no he leído las normas con el suficiente cuidado?_dijo él, soltando una risa breve y desagradable.
—Por favor, Igor, creo que en este instante hablar sobre el torneo está de más. Hay un asunto mucho más importante…_recordó Dumbledore, ganándose una mirada fría de parte del director de Durmstrang
—¿Harrison Peverell sigue vivo, Albus?_le preguntó McGonagall, luciendo todavía bastante impactada y preocupada por la inclusión del antiguo lord Peverell
Todos los presentes, sin excepción alguna, posaron sus miradas sobre la persona que, posiblemente, podría dar respuestas a todo lo que estaba pasando.
—Albus Dumbledore, luego de soltar un suspiro lleno de cansancio, habló—El cáliz de fuego es un objeto mágico creado hace miles de años, un objeto imbuido por la magia antigua y que es prácticamente imposible de engañar. Inclusive, si alguien fuera lo suficientemente poderoso como para engañar al cáliz, este último moriría casi de inmediato debido a la magia antigua…_ explicó el director de Hogwarts
—La magia del cáliz es antigua y sagrada, no creo que exista alguien, por lo menos conocido, que pueda alterar eso. No me gustaría decirlo, pero… si el cáliz ha elegido a Harrison Peverell como un campeón, es porque este último se encuentra todavía con vida. No sé cómo esto sea posible ya que, como bien sabemos, él murió hace algunos meses…_ terminó de decir el director Dumbledore, sin poder convencer a los presentes
—Madame Bones, después de susurrarle algo al oído a uno de sus aurores, habló— Tú y yo tendremos una larga plática mañana, Albus. No permitiré que esto se salga de control…_dijo la Jefa del Departamento de Aplicación de la Ley Mágica, yéndose del lugar en compañía de su escuadrón de aurores de élite
—¿A dónde vas, Amelia?_le preguntó Dumbledore, casi exigiendo saber
—Tengo asuntos que atender en Gringotts_ fue lo único que respondió ella, finalmente yéndose del lugar
Por la mente de la mujer pelirroja pasó un solo pensamiento; tener una reunión de inmediato con el actual lord Peverell…
El director del Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería, luego de ver cómo Amelia Bones abandonaba la sala, se preparó para volver a hablar, sin embargo no pudo concretar eso debido a que comenzó a escuchar el sonido de un gran alboroto proveniente del Gran Comedor; ¿los demás profesores no habían podido controlar el pandemónium provocado por la noticia de la selección de Harrison Peverell?
—El anciano director de Hogwarts, poniendo una expresión que solo hizo que sus rasgos fáciles se vieran más viejos, giró su mirada en dirección de Snape y McGonagall y les dijo—Severus, Minerva, por favor vayan y tranquilicen a todos. Estaré con ustedes en breve…_les dijo a ambos profesores, usando un tono que no permitía un “no” como respuesta
Ambos maestros, McGonagall y Snape, salieron a paso rápido de la habitación, no sin antes dedicarle una mirada llena de intranquilidad al pensativo director de Hogwarts…
—La elección de los campeones provocará grandes estragos el día de mañana, Albus… _ comentó Barty Crouch, rompiendo el silencio que se había formado en la sala
Nadie se había atrevido a hablar en ese rato. Fácilmente, varios minutos habían transcurrido desde que la profesora McGonagall y el profesor Snape salieron de la habitación para tranquilizar a las masas en el Gran Comedor; al parecer su labor había sido un éxito ya que no se escuchaba nada.
—Lo sé, Barty. Lo sé…_fue la solitaria respuesta que soltó Dumbledore, sintiendo un cansancio mental extremo
—Bien, creo que el tema de Harrison Peverell, el “fallecido” Harrison Peverell se resolverá mañana, así que deberíamos de proceder con el tema del torneo…_dijo Ludo Bagman, tratando de que su emoción no fuera tan notoria
—Al ver que nadie de los presentes le dijo que se detuviera, él continuó—Al parecer, con la inclusión de Harrison Peverell en el Torneo de los Tres Magos, Hogwarts tendrá a dos representantes…_Ludo Bagman no pudo seguir hablando debido a que, dos personas hablaron al mismo tiempo
—Ni siquiera sabemos quién puso el nombre de Harrison Peverell en el cáliz de fuego, Ludo…_fue lo único que dijo un sensato Dumbledore, escuchando lo que tenía que decir Madame Maxime
—¡Eso es imposible, señor Bagman! Hogwarts no puede tener dos campeones. ¡Eso es algo completamente injusto!_ exclamó Madame Maxime, apoyando su enorme mano llena de soberbias cuentas de ópalo sobre el hombro de Fleur Delacour
Dumbledore se sintió decepcionada de ver cómo, la directora de Beauxbatons, parecía hacer de menos el tema de la inclusión de Harrison Peverell. ¿Acaso ella no dimensionaba el tema de Harrison Peverell?
—Madame Maxime, creo que no es el momento de…_Albus Dumbledore fue detenido en seco por las palabras de un Igor Karkarov que parecía molesto
—¿Por qué nunca nos dijiste que Hogwarts tendría dos campeones, Dumbledore? De haberlo sabido, habríamos permitido que todos los estudiantes de nuestras escuelas participaran, sin importar el límite de edad que supuestamente tú colocaste…_dijo Karkarov, sin perder su sonrisa, aunque tenía los ojos más fríos que nunca
—Igor tiene razón, Dumbledore. De haberlo sabido, habríamos traído una más amplia selección de candidatos de nuestros colegios_ apoyó la directora de Beauxbatons, esperando que el director de Hogwarts dijera algo
—Si Harrison Peverell sigue vivo, y este último participa en el torneo, él no representará a Hogwarts. Él, meses antes de su “fallecimiento”, superó todas las “pruebas” que Hogwarts ofrece. Él, en términos comunes, se graduó de este colegio con cuatro años de anticipación…_ sentenció Dumbledore, no queriendo hablar más con los otros dos directores
El profesor Dumbledore, luego de pasar su vieja y arrugada mano por su rostro, miró a Henry Gryffindor, y éste le devolvió la mirada, intentando descifrar la expresión de los ojos tras las gafas de media luna. Ignoró el hecho de que los otros directores, junto con sus campeones, no podía superar lo dicho anteriormente; no podían superar la noticia acerca de que Harrison Peverell se había graduado de Hogwarts al final de su tercer año.
—¿Crees que el cáliz tenga razón, Henry? ¿Crees que Harrison Peverell siga vivo?_le preguntó Dumbledore con tono calmado.
—¡No! ¡No lo sé, profesor…! ¿No se supone que había muerto? Lo digo porque todos nosotros vimos el documento que avalaba su fallecimiento…_contestó Henry, muy consciente de que todos los presentes prestaban atención a su conversación con Dumbledore
Sinceramente, Henry Gryffindor no sabía qué debía de pensar en ese momento. ¿Debía sentirse furioso de que, posiblemente, la persona que lo humilló hace unos meses continuara vida? ¿Debía sentirse aliviado de que, posiblemente, la persona más poderosa de Gran Bretaña, y posiblemente del mundo, siguiera vivo? ¿Debía sentirse esperanzado de que la única persona capaz de plantarle cara a Voldemort siguiera con vida? ¿Debía de sentir celos y odio porque la persona a la que en realidad amaba su prometida, Cassiopeia Gryffindor, seguía con vida? Un remolino de emociones se acumuló en el estómago de Henry Gryffindor, casi provocando que este vomitara la exquisita cena que había degustado hace un par de horas…
—Lo sé, Henry. No obstante, tendremos que esperar para saber qué está sucediendo realmente. El actual lord Peverell tendrá que responder a muchos cuestionamientos el día de mañana…_le dijo Dumbledore a su antiguo pupilo, recibiendo un asentimiento de parte de este último
Después de unos minutos, en los que un silencio tenso se apoderó de la sala, el director de Durmstrang habló…
—Señor Crouch… señor Bagman, ustedes son nuestros jueces imparciales. Supongo que estarán de acuerdo en que esto es completamente irregular. ¿Dos campeones de Hogwarts? ¿Uno de ellos “fallecido”?_dijo Karkarov, de nuevo con voz afectada, al parecer todavía no aceptaba el hecho de que dos campeones, “ambos de Hogwarts”, entraran al torneo
Bagman se pasó un pañuelo por la cara, redonda e infantil, y miró al señor Crouch, que estaba fuera del círculo iluminado por el fuego de la chimenea y tenía el rostro medio oculto en la sombra. Su aspecto era vagamente misterioso, y la semioscuridad lo hacía parecer mucho más viejo, dándole una apariencia casi de calavera. Pero, al hablar, su voz fue tan cortante como siempre…
—Hay que seguir las reglas, y las reglas establecen claramente que aquellas personas cuyos nombres salgan del cáliz de fuego estarán obligadas a competir en el Torneo_ sentenció Barty Crouch, no dando opción para réplica
—Bien, Barty conoce el reglamento de pies a cabeza_dijo Bagman, sonriendo y volviéndose hacia Karkarov y Madame Maxime, como si el asunto estuviera cerrado
¿Por qué el hombre lucía extremadamente feliz y emocionado?
—Insisto en que se vuelva a proponer a consideración el nombre del resto de mis alumnos_dijo Karkarov, ocultando la ira que sentía en ese momento; ¿cómo era posible que no se permitiera a Durmstrang más participantes?
La sonrisa y el tono afectado habían desaparecido. De hecho, la expresión de su rostro no era nada agradable; Madame Maxime no se veía muy diferente a él.
—Vuelve a sacar el cáliz de fuego, y continuaremos añadiendo nombres hasta que cada colegio cuente con dos campeones. No pido más que lo justo, Dumbledore_ exigió Igor Karkarov, sintiendo cómo su ira se acrecentaba al ver que Dumbledore parecía ignorarlo
—Pero, Karkarov, no es así como funciona el cáliz de fuego. El cáliz acaba de apagarse y no volverá a arder hasta el comienzo del próximo Torneo_objetó Bagman
—¡En el que, desde luego, Durmstrang no participará! ¡Después de todos nuestros encuentros, negociaciones y compromisos, no esperaba que ocurriera algo de esta naturaleza! ¡Estoy tentado de irme ahora mismo!_ estalló Karkarov, poniendo una mano sobre el hombro de su campeón
—Esa es una falsa amenaza, Karkarov. Ahora no puedes retirar a tu campeón. Está obligado a competir. Como dijo Dumbledore, ha firmado un contrato mágico vinculante. Te conviene, ¿eh?_gruñó una voz, junto a la puerta
Al parecer alguien más había llegado. Alguien que todos, dentro de la sala, conocían muy bien…
Moody acababa de entrar en la sala. Se acercó al fuego cojeando, y, a cada paso que daba, retumbaba la pata de palo.
Por un instante, todos sintieron una aura poderosa y oscura proveniente del antiguo auror, pero nadie se atrevió a decirlo. Dumbledore fue el primero que se percató de eso, pero lo dejó de lado; tenía otro asunto mucho más importante en el cual pensar…
—¿Que si me conviene? Me temo que no te comprendo, Moody_dijo Karkarov, usando un tono desafiante
Ambos magos procedieron a verse con odio genuino.
A los presentes les pareció que Karkarov intentaba adoptar un tono de desdén, como si ni siquiera mereciera la pena escuchar lo que Moody decía, pero las manos traicionaban sus sentimientos. Estaban apretadas en sendos puños.
—¿No me entiendes? Pues es muy sencillo, Karkarov. Tan sencillo como que alguien eche el nombre de Harrison Peverell en ese cáliz sabiendo que si sale se verá forzado a participar_dijo Moody en voz baja
—¡Evidentemente, alguien tenía mucho empeño en que Hogwarts tuviera el doble de oportunidades!_declaró Madame Maxime, siendo contagiada por el espíritu competitivo de Karkarov
—Estoy completamente de acuerdo, Madame Maxime_asintió Karkarov, haciendo ante ella una leve reverencia
—Voy a presentar mi queja ante el Ministerio de Magia y la Confederación Internacional de Magos_ proclamó el director de Durmstrang, pelando los dientes
—Si alguien tuviera motivos para quejarse, ese sería el “difunto” Harrison Peverell, pero no está aquí por supuesto…_ aclaró Moody, encogiéndose de hombros
—¿Y por qué alguien “muerto” debería quejarse, señor Moody?_estalló Fleur Delacour, dando una patada en el suelo
La chica mitad veela no soportó más su estado de ánimo y continuó hablando…
—En caso de que el señor Peverell esté vivo, va poder participar, ¿no? ¡Todos hemos soñado durante semanas y semanas con ser elegidos! Mil galeones en metálico… ¡es una oportunidad por la que muchos morirían!_ terminó de decir Fleur Delacour, gritando eso último casi cerca de la cara de Moody
Los ojos de todos se abrieron como platos en el momento que vieron que Moody, mostrando un semblante completamente estoico, se acercó a Fleur Delacour. Estando cerca de la estudiante de Beauxbatons, y que esta se sintiera totalmente intimidada por el hombre, este habló…
—¿Crees que al señor Peverell le interesaría participar en este estúpido torneo, señorita Delacour? ¿Crees que le importaría competir por el oro? ¿Crees que le importaría competir por la gloria y la fama? ¿Crees que le importaría competir en un evento que está muy por debajo de su nivel?_ terminó de preguntarle el ex Jefe de aurores a la chica mitad veela, notando que esta parecía temblar de miedo
—Moody se alejó de ella y, bajo la atenta mirada de todos, volvió a tomar el control de la conversación—O tal vez alguien sepa que Harrison Peverell, muy posiblemente, no está completamente muerto y quisiera traerlo de vuelta_replicó Moody, con un levísimo matiz de exasperación en la voz
A estas palabras les siguió un silencio extremadamente tenso. Ludo Bagman, que parecía muy nervioso, se alzaba sobre las puntas de los pies y volvía apoyarse sobre las plantas.
—Pero hombre, Moody… ¡vaya cosas dices! _protestó el hombre rubio, recordando que el famoso Alastor Moody había perdido la cordura hace ya varios años
—Como todo el mundo sabe, el profesor Moody da la mañana por perdida si no ha descubierto antes de la comida media docena de intentos de asesinato. Por lo que parece, ahora les está enseñando a sus alumnos a hacer lo mismo. Una rara cualidad en un profesor de Defensa Contra las Artes Oscuras, Dumbledore, pero no dudo que tenías tus motivos para contratarlo_ dijo en voz alta Karkarov
—Conque imagino cosas, ¿eh? Conque veo cosas, ¿eh? Fue una bruja o un mago competente el que echó el nombre del señor Peverell en el cáliz_gruñó Moody, repentinamente
—¡Ah!, ¿qué prueba hay de eso? ¿Cómo podemos asegurar que alguien puso el nombre de Harrison Peverell en el cáliz? ¿Qué no había dicho Dumbledore que nadie era tan poderoso para burlar a la magia antigua del cáliz?_preguntó Madame Maxime, alzando sus enormes manos
—¡El mundo es un lugar mucho más grande del que se imaginan, señores! Allá afuera hay magos y brujas lo suficientemente poderoso como para poder engañar este objeto. Estoy seguro de que alguna de estas personas consiguió engañar a un objeto mágico extraordinario como lo es el cáliz… _replicó Moody
—Para hacerle olvidar al cáliz de fuego que sólo compiten tres colegios tuvo que usarse un encantamiento confundidor excepcionalmente poderoso… Porque creo estar en lo cierto al suponer que propuso el nombre del señor Peverell como un cuarto campeón, en este caso de Hogwarts_ terminó de explicar Moody
—Parece que has pensado mucho en ello, Moody, y la verdad es que te ha quedado una teoría muy ingeniosa… aunque he oído que recientemente se te metió en la cabeza que uno de tus regalos de cumpleaños contenía un huevo de basilisco astutamente disimulado, y lo hiciste trizas antes de darte cuenta de que era un reloj de mesa. Así que nos disculparás si no te tomamos demasiado en serio…_apuntó Karkarov con frialdad, al mismo tiempo que trataba de examinar al hombre; había algo en el el Jefe de aurores que no le gustaba
—Hay gente que puede aprovecharse de las situaciones más inocentes. Mi trabajo consiste en pensar cómo obran los magos tenebrosos, Karkarov, como deberías recordar_ contestó Moody con voz amenazante
—¡Alastor!_dijo Dumbledore en tono de advertencia, harto de escuchar el duelo de palabras que sostenían ambos hombres
Los presentes se erizaron al escuchar el tono lleno de autoridad empleado por el director de Hogwarts y desviaron sus miradas hacia diferentes direcciones.
Moody se calló ante la llamada de atención de Dumbledore, aunque siguió mirando con satisfacción a Karkarov, que tenía el rostro encendido de cólera.
—No sabemos cómo se ha originado esta situación, ni cómo terminará. Pero me parece que no nos queda más remedio que aceptar las cosas tal como están. Tanto el señor Gryffindor como el señor Peverell han sido seleccionados para competir en el Torneo. Y eso es lo que tendrán que hacer_ Dumbledore trató de poner fin al debate que se había generado
—Ah, pero Dumbledore…_Madame Maxime pareció querer responder a lo dicho por el director de Hogwarts, pero este último no se lo permitió
—Mi querida Madame Maxime, si se le ha ocurrido a usted una alternativa, estaré encantado de escucharla_Dumbledore aguardó, pero Madame Maxime no dijo nada; se limitó a mirarlo duramente
Y no era la única: Karkarov estaba lívido. Bagman, en cambio, parecía bastante entusiasmado.
—Bueno, ¿nos ponemos a ello, entonces? _dijo Bagman frotándose las manos y sonriendo a todos los presentes
—Tenemos que darles las instrucciones a nuestros campeones, ¿no? Barty, ¿quieres hacer el honor?_le sugirió él
El señor Crouch pareció salir de un profundo ensueño.
—Sí, las instrucciones. Sí… la primera prueba…_ respondió el señor Crouch, estando no muy diferente a Dumbledore; se encontraba pensando en todo el revuelo que causaría la ¿no muerte? de Harrison Peverell
Fue hacia la zona iluminada por el fuego. De cerca, a Henry Gryffindor y los otros dos campeones les pareció que se encontraba enfermo. Se lo veía ojeroso, y la piel, arrugada y reseca, mostraba un aspecto que no era el que tenía durante los Mundiales de quidditch; el día en que miles de personas perdieron la vida a causa de los… Mortifagos.
—La primera prueba está pensada para medir su coraje, así que no les vamos a decir en qué consiste. El coraje para afrontar lo desconocido es una cualidad muy importante en un mago, muy importante…_les explicó señor Crouch a Henry, Fleur y Viktor
—La primera prueba se llevará a cabo el veinticuatro de noviembre, ante los demás estudiantes y el tribunal. A los campeones no les está permitido solicitar ni aceptar ayuda de ningún tipo por parte de sus profesores para llevar a cabo las pruebas del Torneo. Harán frente al primero de los retos armados sólo con su varita. Cuando la primera prueba haya dado fin, recibirán información sobre la segunda. Debido a que el Torneo exige una gran dedicación a los campeones, éstos quedarán exentos de los exámenes de fin de año_ terminó de explicar lo básico acerca de la primera prueba; no les daría más detalles
El señor Crouch se volvió hacia Dumbledore.
—Eso es todo, ¿no, Albus?_le preguntó al hombre más viejo
—Creo que sí. ¿Estás seguro de que no quieres pasar la noche en Hogwarts, Barty?_respondió Dumbledore, que observaba al señor Crouch con algo de preocupación
—No, Dumbledore, tengo que volver al Ministerio. Es un momento muy difícil, tenemos mucho trabajo. He dejado a cargo al joven Weatherby… Es muy entusiasta; a decir verdad, quizá sea demasiado entusiasta…_contestó él
—Al menos tomarás algo de beber antes de irte…_insistió Dumbledore, queriendo tener una seria plática con el hombre
—Vamos, Barty. ¡Yo me voy a quedar! Ahora es en Hogwarts donde ocurren las cosas, ya lo sabes. ¡Es mucho más emocionante que la oficina!_ aseguró Bagman muy animado
—Creo que no, Ludo…_contestó Crouch, con algo de su sempiterna impaciencia
—Profesor Karkarov, Madame Maxime, ¿una bebida antes de que nos retiremos a descansar?_ofreció Dumbledore
Pero Madame Maxime ya le había pasado a Fleur un brazo por los hombros y la sacaba rápidamente de la sala. Henry Gryffindor y Dumbledore las oyeron hablar muy rápido en francés al salir al Gran Comedor. Karkarov le hizo a Krum una seña, y ellos también salieron, aunque en silencio.
—Henry te recomiendo que subas a tu dormitorio y no desvíes por ningún motivo. Estoy seguro de que la casa Gryffindor te aguarda para celebrar de su elección, y no estaría bien privarla de esta excelente excusa para armar una gran celebración_le aconsejó el anciano director de Hogwarts, una vez que se dieron cuenta que ya eran los únicos en la sala
—Profesor… ¿usted cree que Harrison Peverell siga con vida?_fue la única pregunta que realizó Henry Gryffindor sin moverse ni un centímetro de donde estaba parado
—Sinceramente, Henry, tengo el presentimiento de que el señor Peverell sigue con vida en algún lugar de este gran mundo. Aunque me parece curioso que, durante meses, estuvo muerto…_ declaró Dumbledore, pensando mucho en esa última declaración
El anciano director de Hogwarts no era tonto. Él sabía perfectamente que, el documento presentado por lord Peverell hace unos meses, en el que se detallaba que Harrison Peverell había muerto, era completamente auténtico; inclusive había una prueba de sangre en el papel; prueba en la que se indicaba que Harrison Peverell estaba muerto. Mientras más pensaba en aquello, una sola pregunta apareció en la mente del director de Hogwarts: ¿Acaso Harrison Peverell, el gran Harrison Peverell, encontró la manera de engañar a la misma muerte?
Henry Gryffindor, que asintió con la cabeza al director de Hogwarts en señal de despedida, salió de la sala a paso lento; quería organizar sus pensamientos e ideas con la ayuda de la Oclumancia.
El Gran Comedor se hallaba desierto. Las velas, casi consumidas ya, conferían a las dentadas sonrisas de las calabazas un aspecto misterioso y titilante.
—¡Harrison Peverell sigue vivo…! ¡Harrison Peverell sigue vvivo! ¡Harrison Peverell sigue vivo…!_fue lo único que repitió el lord de la Noble Ancestral y Más Antigua Casa de los Gryffindor, mientras atravesaba el Gran Comedor
—¿Quién fue el responsable de poner el nombre de Harrison Peverell en el cáliz? ¿Quién fue lo suficientemente poderoso para engañar al cáliz?_fueron las cuestiones que, ahora, comenzaron a carcomer la mente de Henry Gryffindor
No se le ocurría alguna respuesta lógica sobre quién pudo ser. En su cabeza reinaba una confusión total, como si le hubieran robado el cerebro.
—¡Qué día será mañana!_ reconoció Henry Gryffindor, sabiendo que mañana sería, posiblemente, un caos total
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En algún lugar del planeta, un lugar alejado y oculto para cualquiera que no fuera un maestro del elemento madera, se hallaba un joven alto y pelinegro en medio de su habitación; parecía estar perdido en sus pensamientos, mientras era rodeado por libros y pergaminos.
—No pensé que volvería a ese lugar…_fue lo único que susurró el joven Peverell, al mismo tiempo que, con un movimiento de su mano, encogía muchos de los libros tirados y procedía a guardarlos en algún lugar de la existencia misma
—Ha pasado mucho tiempo desde la última vez que estuve allí. ¿Habrán cambiado algunas cosas?_se preguntó él para sí mismo, repitiendo la acción hecha con anterioridad; ahora fue el turno de que varios pergaminos desaparecieran en la nada
Soltando un gran suspiro, Harrison continuó con su tarea de guardar sus pertenencias. En completo silencio, y perdido en sus pensamientos, él leyó muchos de los pergaminos esparcidos en el suelo antes de guardarlo; hubo uno que otro que destruyó sin más.
Verdaderamente, a Harrison, de un modo raro y enfermo, le emocionaba volver a Gran Bretaña; volver a ese lugar con todo su poder, volver a ver a personas que pensó que no volvería a ver y enfrentar de una vez por todas a Tom Riddle le emocionaba, y mucho.
No obstante, le entristecía el hecho de que, una vez regresara a Gran Bretaña, él no podría volver al lugar en el que se encontraba en ese instante, por lo menos de momento.
Bao Bao le explicó, hace unos días y poco después de que saliera de la Caverna Origen en compañía de Frigg, que la aldea, una vez que él la abandonara, activaría un poderoso encantamiento elemental que, en términos simples, era mucho más poderoso que un encantamiento Fidelius. Y sí, Harrison no podría saber la ubicación de la aldea.
El joven Peverell preguntó el por qué de eso y Bao Bao, contundentemente, le dijo que la razón era bastante obvia; eso se lo dijo mientras ambos veían un combate mano a mano entre una nueva y poderosa Frigg en contra de un sorprendido Vali.
Harrison, sabiendo que el razonamiento de su antiguo maestro era correcto, no trató de contradecirlo. En cambio, trató de pasar sus últimos días en ese lugar con los nacidos en Asgard…
—… Y yo que pensaba que la habitación de Vali era un desastre_ comentó una voz femenina desde el umbral de la puerta
Inconscientemente, una sonrisa apareció en el rostro de Harrison al escuchar la voz de la persona que acababa de hablar. Alzó su mirada y no pudo evitar que su sonrisa creciera un poco más al ver a Frigg en el umbral de la puerta de su habitación.
Por un momento, Harrison observó a la princesa de Asgard y no pudo evitar pensar en lo mucho que había cambiado Frigg durante todo el tiempo que habían estado dentro de la Caverna Origen: Frigg ahora era mucho más alta (media alrededor de 1.87 metros), su cuerpo, un cuerpo que envidiaría cualquier mujer, era uno bastante esbelto (parecido al de cualquier atleta profesional muggle), su rostro, anteriormente de adolescente, había cambiado y ahora era el de una joven mujer, una joven mujer extremadamente hermosa (su edad, ahora, parecía rondar los veinte años).
—¿Por qué me ves de esa forma?_le preguntó ella, provocando que el joven Peverell sacudiera la cabeza avergonzado; disfrutó de ver cómo Harry la veía
—Lo siento. Es solo que… por un momento recordé a la Frigg que entró conmigo a la Caverna Origen_ respondió él, mientras revisaba más pergaminos del suelo
—Ya veo…_dijo la princesa de Asgard, entrando a la habitación
Frigg, haciendo caso omiso a lo que hacía Harrison, avanzó por la habitación y llegó hasta la mesita de noche de este. Cuando llegó, vio que sobre esta había algunos pergaminos y varias fotografías. Sabiendo que Harrison no le diría nada por ver lo que había ahí, ella se sentó y comenzó a examinar la información de los pergaminos. Le pareció bastante curioso que, la foto que más resaltaba en ese lugar, era la de una especie de cáliz…
—¿Pudiste encontrar información acerca del objeto mágico al que fuiste vinculado?_le preguntó la princesa de Asgard, sin dejar de leer los documentos sobre algo llamado “El Torneo de los Tres Magos”
—Sí, aunque la información que encontré en la biblioteca personal de Bao Bao es bastante escasa. Simplemente, se explica a grandes rasgos que el “Torneo de los Tres Magos” es un evento en el que los colegios mágicos de todo el mundo se reúnen para competir. Tres campeones. Tres pruebas. Gloria eterna para el vencedor… tonterías_ dijo Harrison, mientras veía que Frigg negaba con la cabeza en señal de diversión
—¿Este es el cáliz de fuego?_le preguntó ella, sacando sus propias conclusiones luego de leer un pergamino en el que se explicaba sobre dicho objeto
—Efectivamente_ contestó Harrison, para después soltar un gran suspiro
—No parece algún objeto mágico poderoso. ¿Por qué no tratas de romper el contrato mágico vinculante desde aquí?_ volvió a preguntar la princesa de Asgard, alzando un ceja en señal de duda
—Ya lo intenté, Frigg. Sin embargo…, quienquiera que haya sido el responsable de vincularme a este objeto es un usuario de Magia Divina. Puedo sentir ese tipo de magia en el contrato mágico vinculante…_ respondió Harrison, encogiéndose de hombros
—Realmente es una pena que no podamos hacer nada, Harry…_ confesó Frigg, dejando que un poco de frustración se filtrara en su tono
Un cómodo, pero al mismo tiempo melancólico silencio inundó el lugar durante los minutos siguientes. Ni Harrison ni Frigg quisieron hablar en ese momento; ambos parecían estar completamente pensativos.
El silencio fue roto en el momento que, en un momento, ambos jóvenes hablaron. Siendo conscientes de que no les quedaba mucho tiempo juntos, decidieron hablar…
—¡Harry/Frigg!_dijeron ambos al unísono, al mismo tiempo que sus mirada se buscaban desesperadamente
—¿Qué sucede, Harry?_le preguntó la princesa de Asgard, confundida de ese último suceso
—Eso mismo debería de preguntarte. Pero sí, hay algo que me gustaría que supieras …_ anunció Harrison, cerrando por un momento sus ojos
En ese solo instante, él recordó cada uno de los momentos que había vivido a lado de ella; desde las noches en las que ambos vieron las estrellas juntos hasta las interminables horas de entrenamiento que pasaron. Harrison no quería irse de ese lugar sin que Frigg supiera lo que sentía por ella…
—Yo también tengo algo que confesarte, Harry…_fue lo único que dijo ella, poniéndose de pie
—Frigg…_la llamó él, sintiendo cómo el corazón le latía con fuerza al ver que ella se acercaba a él
—¿Sí, Harry?_le dijo ella, deteniéndose a unos cuantos centímetros de él
Inesperadamente, la princesa de Asgard tomó las manos de Harrison y las entrelazó con las suyas.
Por supuesto, ese movimiento tomó algo desprevenido a Harrison. Su corazón ante dicho movimiento solo latió con mucha mayor intensidad y no pudo evitar sentir que sus emociones estuvieran a punto de explotar; estaba tan desconcentrado que ni siquiera se dio cuenta de que Frigg, por dentro, se encontraba igual que él.
—Frigg yo…_Harrison se detuvo casi de inmediato al escuchar el sonido de golpes provenientes de su puerta
Rápidamente, y como si no hubiera pasado nada, ambos jóvenes se separaron, con rostros totalmente rojos y tomaron una distancia considerable…
—¡Adelante!_dijo Harrison, maldiciendo internamente a la persona que los había interrumpido
Una vez que se abrió la puerta de la habitación de Harrison, la figura de Vali Odinson, antiguo rey de Asgard, se puso de pie en el umbral de la puerta…
—¿Interrumpí algo?_fue la pregunta que hizo Vali, percatándose de los rostros sonrojados de ambos jóvenes
—¡No, Vali! No interrumpiste nada…_fue la sarcástica respuesta que soltó Frigg, viendo con frialdad a su tío
—De acuerdo…_ contestó él, no sabiendo por qué esos dos actuaban así; ¿por qué simplemente no confesaban sus sentimientos? El antiguo rey de Asgard estaba bastante seguro que el amor entre ambos jóvenes era mutuo
—¿Sucedió algo, Vali?_le preguntó el Mago Elemental a su amigo, dándose cuenta que no fue hacia ellos solamente para saludar
—De hecho, acaba de suceder…_ admitió Vali, provocando que ambos jóvenes dejaran de lado cualquier cosa que estuviesen pensando
—Hati, aprovechando un descuido de Sköll, salió volando en dirección de la luna. En este momento, estoy seguro que ambos se dirigen a la luna. Y sí, no creo que Sköll pueda detenerlo esta vez. Ya sabes… luna llena_ explicó el antiguo rey de Asgard, provocando diferentes reacciones en ambos jóvenes
—Le dije a Sköll que cuidara de Hati esta noche…_fue lo único que dijo Frigg, saliendo velozmente de la habitación de Harrison Peverell
—Estando solo con Vali en la habitación, Harrison hizo una pregunta—¿Qué sucedería si Hati logra llegar hasta la luna?_le preguntó el joven Peverell, viendo que su amigo se llevaba una mano a la barbilla
—Muy posiblemente, tendría que retroceder, una vez más, el tiempo para así evitar las consecuencias de que Hati “devorara” la luna_dijo él, antes de salir de la habitación
—Después de pensar por unos segundos, una sonrisa apareció en el rostro del joven Peverell. Agradecía tener su magia de vuelta—Bien, creo que ha llegado el momento de trabajar…_ aseguró él, desapareciendo de la habitación envuelto en un destello de color plateado
Apareciendo velozmente al lado de una Frigg que parecía estar buscando algo en su habitación, Harrison habló…
—Vamos, Frigg. Te llevaré hasta la luna. Allí esperaremos la llegada de Hati_le dijo el joven Peverell, sin sorprender a la princesa de Asgard por su repentina aparición
—¡¿Qué?!_le dijo ella, alzando una ceja por lo que acababa de decir
—¿No te conté acerca de que ya he estado en la luna y en otros planetas lejanos de este universo?_le preguntó Harrison a ella, dándose cuenta que no le había hablado a Frigg sobre eso
—Ella negó con la cabeza y procedió a hablar—Más tarde podrás contarme sobre eso, Harry. Ahora mismo debemos de detener a Hati…_le recordó la princesa de Asgard, recibiendo un asentimiento del joven que se encontraba cerca
—¡Ah, sí! Antes de irnos, ten esto_dijo el joven Mago Elemental, poniendo una mano sobre la frente de la princesa de Asgard
Inmediatamente, un aura plateada cubrió todo el cuerpo de Frigg. Esta última no supo que acababa de hacer Harrison y no dudó en preguntar…
—¿Qué hiciste?_le preguntó Frigg con genuina curiosidad; ¿por qué sentía que su cuerpo, ahora, era capaz de sobrevivir a los peores escenarios posibles?
—Por más poderosos y sorprendentes que sean los Aesir, no creo que sus cuerpos sean capaces de sobrevivir sin oxígeno en el espacio…_le respondió él, viendo con diversión como el rostro de la princesa de Asgard una leve mueca aparecía
—¿Tú sí puedes?_le preguntó Frigg, no sabiendo eso
—Por supuesto_fue lo único que dijo Harrison, divirtiéndose de ver el leve rastro de frustración en su rostro
—Ya solo te falta el poder de “revivir” a los muertos y podrás ser considerado como un ser omnipotente_ comentó Frigg, alzando una ceja al ver cómo la persona que amaba parecía voltear hacia otro lado incómodo
De inmediato, ella comprendió todo.
—¡¿QUÉ?! … ¡¿PUEDES REVIVIR A LOS MUERTOS?!_ gritó Frigg, incrédula de lo que acababa de descubrir
—Harrison, divertido de ver la reacción de Frigg, negó con la cabeza y dijo—Vámonos, Frigg_le avisó el joven Peverell, poniendo una mano sobre el hombro de la joven
Desaparecieron del lugar envueltos de un destello plateado. ¿Su destino? La luna…
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A la mañana siguiente, un ambiente lleno de melancolía, tristeza y abatimiento se hizo presente en toda la aldea de los pandas. El clima pareció estar en sintonía con el ambiente debido a que, esa misma mañana, las nubes cubrieron por completo al sol y un aire frío se filtró por toda la aldea.
A todos los habitantes de la aldea, en especial a cierta persona pelirrubia, les entristecía la partida de Harrison Peverell. Sin embargo, cada uno de ellos entendió que el mencionado debía de continuar con su camino, continuar con su camino de traer el balance al mundo.
En el momento que tragó la última porción de su desayuno, Harrison supo que el momento había llegado. Soltando un gran suspiro, Harrison alejó el plato que usó con anterioridad. Alzó la mirada y vio que los demás presentes (Bao Bao, Vali, Frigg y los hermanos Sköll y Hati) parecían estar metidos en sus propios pensamientos.
—… Ha llegado el momento_avisó Harrison, levantándose de su asiento y viendo con mucha melancolía a todo el lugar
—Lo es, Harrison_le dijo Bao Bao, dedicándole una sonrisa que no era triste, era una sonrisa que denotaba genuino orgullo
Con esa última declaración de parte del panda gigante, todos los presentes dentro de la cabaña de Bao Bao salieron. Una vez que todos estuvieron afuera, los presentes observaron que, todos los pandas de la aldea, se encontraban en ese lugar, ya listos para recibir a Harrison con cientos de regalos; que iban desde grandes cantidades de comida hasta semillas de plantas que el joven Peverell desconocía.
Ciertamente, Harrison aceptó todos los regalos de los pandas con mucha felicidad, pero al mismo tiempo con tristeza, y les agradeció a todos por el cariño y apoyo que siempre le habían brindado.
En agradecimiento por todo lo que habían hecho por él, el joven Peverell, en un parpadeo, activó su Estado Druida y, recitando unas palabras en un idioma completamente desconocido y casi imposible de imitar, colocó su mano sobre la superficie del lugar. Inmediatamente, todo el lugar fue cubierto por un brillo verde bastante intenso. Cuando el brillo verde despareció, Harrison desactivó su Estado Druida y, sonriendo, habló…
—Ahora nadie podrá encontrar este lugar. No dejaré que nadie se atreva a venir a este lugar. No dejaré que los habitantes de este lugar sufran por una guerra que no es de ellos…_fueron las palabras que pasaron por la mente de Harrison, sabiendo que con su bendición, la bendición de un Mago Elemental, la aldea de los pandas no sufriría jamás ningún tipo de atentado o similar
Bao Bao, gracias a su gran sabiduría, supo lo que acababa de hacer Harrison Peverell. Los demás, posiblemente, no sabían lo que acababa de hacer el Mago Elemental que se hallaba delante de ellos, pero él sí. No pudo evitar que una sonrisa apareciera en su rostro a saber que Harrison Peverell los acababa de bendecir…
—¡Sus vidas, a partir de este momento, estarán llenas de prosperidad, felicidad y amor! ¡No habrá dolor, agonía o tristeza! _les dijo Harrison Peverell a todos los presentes en el lugar
Después de recibir cariñosos abrazos, de cientos de pandas agradecidos, Harrison les asintió con la cabeza. Giró su mirada en dirección de las personas con las que había convivido tanto durante los últimos “meses”.
El joven Mago Elemental observó cómo, Sköll y Hati, se acercaban a él para despedirlo. Un feliz Harrison los acarició a ambos y comenzaron con un interesante intercambio de palabras…
—No saben lo mucho que los echaré de menos, chicos_les dijo Harrison a ambos lobos
—Lo mismo digo, Harrison. Por favor, cuídate mucho en tu próxima aventura, y trata de no meterte en muchos problemas_ le dijo Sköll, dedicándole una leve sonrisa
—Lo intentaré, Sköll. Gracias_le respondió Harrison
—Cuídate mucho, Harrison. Cuando veas a ese tal Voldemort, trata de patearle bien el trasero. Ah, sí, y recuerda que todavía tenemos una batalla pendiente…_le recordó Hati, haciendo que el joven Peverell sonriera sinceramente
—La próxima vez que nos veamos tendremos esa batalla, Hati. Hasta entonces, trata de volverte mucho más poderoso…_le dijo él
—Me gustaría darles esto a ambos…_ anunció él joven Peverell, chasqueando uno de sus dedos para que posteriormente un gran pergamino apareciera delante de ellos
—¡Qué bien, un regalo!_ gritó Hati, luciendo bastante emocionado
Sköll solo levantó una ceja, pero por dentro se encontraba igual de emocionado que su hermano.
—Estoy seguro de que les encantará ese regalo. Ábranlo_le sugirió el joven Mago Elemental a los dos lobos
Hati, estando completamente emocionado, abrió, con una de sus patas, el pergamino dado por Harrison. En el momento de abrirlo, ambos lobos se sorprendieron al ver un gigantesco mapa tridimensional que mostraba diversos planetas, diversas galaxias, etcétera.
—Este es el mapa de nuestro universo. Con él, podrán viajar a cualquier parte del universo en cuestión de minutos. Lo modifiqué para que solo ustedes puedan usarlo y verlo. Estoy seguro que tendrán miles de aventuras. Aunque eso sí, traten de NO meterse en problemas_les dijo Harrison a los hermanos lobo, sintiendo cómo estos lo embestían en señal de agradecimiento
—¡Gracias, gracias, Harrison!_ gritó Hati, imaginándose las millones de aventuras que tendría en compañía de su hermano Sköll; este último solo asintió en señal de agradecimiento
Sköll y Hati le agradecieron nuevamente a Harrison antes de retroceder. Permitieron que alguien más se despidiera de Harrison; ahora fue turno del antiguo rey de Asgard.
—Vali se puso de pie delante de Harrison y, antes de que hablara, una media sonrisa se formó en un su rostro—Y pensar que hace unos cuantos “meses” eras un niño escuálido y a punto de morir. No sabes lo orgulloso que me siento de ver que ese niño flacucho y enfermizo quedara atrás y, ahora, fuera reemplazado por un joven sumamente poderoso que está a punto de cambiar al mundo. No sabes lo orgulloso que estoy de ti, Harrison. No sabes lo orgulloso que me siento al decir que no solo eres un compañero, sino que eres un amigo para mí. Ha sido un completo honor para mí haber conversado, entrenado y aprendido de ti. Muchas gracias por todo_ declaró el antiguo rey de Asgard, soltando un gran suspiro lleno de sinceridad
El antiguo rey de Asgard estiró su mano en señal de despedida. Harrison, sonriendo ampliamente, respondió al gesto y, en breve, ambos jóvenes se fundieron en un cálido y fraternal abrazo.
—Estoy convencido de que esta vez harás las cosas bien, Harrison. Trata de siempre hacer lo correcto_le dijo Vali, susurrándole al oído
—Eso haré, Vali. Por cierto, ¿puedo pedirte un favor?_le preguntó Harrison en un susurro
—Dime…_le dijo el antiguo rey de Asgard
—Cuida mucho de Frigg, ¿sí?_le pidió el joven Peverell a su amigo
—Con mi vida si es necesario, Harrison. No permitiré que más miembros de mi familia sufran…_le respondió el Asgardiano, rompiendo con el abrazo
—Ah, sí. Lo había olvidado. Tengo algunas cosas para ti_ recordó Vali, comenzando a buscar algo en los bolsillos de sus ropajes blancos y azules
—Iba a decirte exactamente lo mismo_ declaró un sonriente joven Peverell, haciendo aparecer tres objetos delante suyo
—Toma, Vali. Considéralo un regalo de despedida_ aclaró Harrison, mientras hacia levitar los tres objetos en dirección del antiguo rey de Asgard
Vali Odinson, luciendo bastante agradecido y emocionado por los tres objetos entregados por el Mago Elemental, los tomó y vio que era cada uno de ellos: el primero de ellos, y envuelto en una tela sumamente suave, era una pequeña piedra multicolor; la piedra envuelta, a primera instancia, parecía una piedra común y corriente, pero no lo era, se trataba de la mismísima piedra filosofal…
—El objeto mágico más deseado y codiciado en la historia mágica de este planeta, Vali. Espero y pueda ayudarte con tus investigaciones…_le explicó Harrison, viendo como un incrédulo Vali parecía apreciar detalladamente a la pequeña piedra
—Inclusive, estando en el continente había escuchado historias acerca de este objeto. La legendaria piedra filosofal, creada por el gran Nicolás Flamel. Jamás pensé que tú fueras el dueño de tan legendario objeto. Muchas gracias por este regalo, Harrison. Te aseguro que, con esto, tendré muchas más investigaciones en espera…_ agradeció el antiguo rey de Asgard, sonriendo como un niño pequeño e imaginándose todas las posibilidades que podría lograr con una piedra que prácticamente evitaba a la muerte y convertía cualquier cosa en oro
Vali guardó la piedra filosofal en uno de los bolsillos de su túnica y, rápidamente, vio qué era el siguiente regalo de Harrison…
—¡No! … ¡No puedo aceptar esto!_ susurró Vali, dándose cuenta que, en ese instante, estaba sosteniendo una copia del grimorio de la familia Peverell
—¿Por qué me entregas un objeto de suma importancia para tu familia, Harrison?_ cuestionó Vali, pasando las yemas de los dedos sobre la tapa del grimorio
—Eres alguien en quien puedo confiar, Vali. Además, estoy seguro de que sacarás el mayor provecho posible a ese grimorio. Yo, ciertamente, jamás lo he necesitado. Ya sabes, la Magia Elemental me lo ha dado todo…_respondió Harrison, encogiéndose de hombros
Después de agradecerle a Harrison por tan importante obsequio, Vali tomó el tercer objeto y se percató de que este último era un pequeño pergamino. Al abrirlo, sonrió ampliamente al darse cuenta de que se trataba de la fórmula, instrucciones y usos del Destello. El antiguo rey de Asgard, vio con mucha felicidad el pergamino y casi de inmediato lo cerró. Una vez más, le agradeció a su amigo por tan increíbles regalos…
—Ahora es mi turno, Harrison_le avisó Vali, sacando cuatro objetos, encogidos, de los bolsillos de tu túnica
El primer objeto, regalo de Vali, fue algo que Harrison sabía que le gustaría; una gabardina, principalmente negra con algunos detalles blancos, que parecía ser estilo victoriano, pero al mismo tiempo no; un estilo que combinaba lo victoriano con la magnificencia de la familia real Aesir. Sin duda alguna, a Harrison le encantó ese regalo y no dudó en ponérsela de inmediato.
—Me gusta mucho_ elogió Harrison, dándose cuenta que la gabardina, casi de inmediato, se adaptó a su cuerpo; así como también, esta última, lo proveyó de un par de pantalones negros y una camiseta de vestir manga larga y negra
—Es un diseño que yo mismo diseñé y creé. Te diría las características de dicha gabardina, pero sería bastante aburrido. Te divertirás mucho descubriéndolas_le aseguró Vali con bastante diversión
El segundo objeto dado por Vali, Indudablemente, dejó sin palabras al joven Peverell…
—El diario personal de… ¡¿Ymir?!_dijo el joven Peverell, conmocionado de cargar un objeto que era sumamente valioso; era prácticamente el objeto más íntimo del “Antiguo” que creó la zona nórdica
—Antes de que lo rechaces, déjame decirte que no existe mejor persona que tú para tener dicho diario. Durante siglos, en Asgard, hemos tratado de comprender los casi inentendibles textos de Ymir, pero no hemos podido. Son textos que sobrepasan todo tipo de entendimiento. Quizá un Mago Elemental como tú podría descifrar los secretos más personales de Ymir…_ aseguró Vali, asintiendo con la cabeza
—¿Tú padre no se molestará contigo por este acto?_le preguntó Harrison al antiguo rey de Asgard, recibiendo un “no” con la cabeza de parte de este último
—Yo recuperé ese objeto bajo mi reinado, no mi padre. Yo soy el dueño de dicho objeto y puedo hacer lo que yo quiera con él_le respondió Vali, usando un tono lleno de autoridad, Harrison asintió en compresión y, nuevamente, agradeció por tan increíble regalo
Estaba ansioso por tratar de tan siquiera leer lo que Ymir, el “Antiguo” Ymir, escribió en su diario personal.
Los siguientes dos regalos, de parte de Vali, fueron, en palabras de Harrison, increíbles. El primero de ellos, el tercero en realidad, era un pergamino pequeño, y negro, que en su interior contenía un hechizo llamado “Vista de Odín”; este hechizo, en términos simples, invocaba a uno o a múltiples cuerpos en un parpadeo. Vali le explicó a Harrison, brevemente, que dicho hechizo no solo servía para invocar cuervos, sino que también eran un medio para comunicarse entre sí. Harrison le agradeció por eso, sintiéndose aliviado de que no tendría que preocuparse por ese hecho.
El último regalo de Vali, repitiendo el patrón anterior, fue otro pergamino, solo que este, ciertamente, era mucho más grande que el anterior, y de un color dorado bastante intenso. Con solo leer las primeras instrucciones del pergamino, Harrison volteó en dirección de Vali, sin poder creer que, dentro de ese texto, estuvieran las instrucciones para aprender a invocar al Bifrost. Este regalo, sin duda alguna, fue uno que no esperó el joven Peverell y que le agradeció, infinitamente, al antiguo rey de Asgard.
Este último, finalmente, se apartó de Harrison Peverell y permitió que ahora fuera el turno de Bao Bao en despedirse.
—Dando un paso hacia adelante, Bao Bao se acercó a Harrison. Estando cerca de el joven que anteriormente fue su alumno, el panda gigante habló—Esta situación, sin lugar a duda, me trae muchos recuerdos, Harrison. No sabes lo orgulloso y feliz que me siento al ver en el joven en el que te has convertido. Verte desde que eras un bebé hasta ahora me llena de un inmenso orgullo. Sé que esta no será una despedida definitiva, y es por eso que me gustaría darte esto…_le anunció el maestro del elemento madera, mientras sus ojos se iluminaban de un color verde esmeralda
La incandescente luz verde trajo consigo algo que Harrison miró con mucha curiosidad.
—¿Qué es esto, Bao Bao?_le preguntó el joven Peverell, mientras agarraba el extraño objeto dado por Bao Bao
El objeto, en cuestión, era un medallón de madera oscura, circular, y con los símbolos de todos los elementos de la naturaleza presentes; cada uno de los símbolos, sorprendentemente, parecían brillar y… ¿tener vida propia?
—Cuando pienses que la oscuridad ya haya ganado, solo mira a ese medallón y verás que aún hay un pequeño rayo de luz…_le dijo Bao Bao, estirando su gran mano para estrecharla con la de su antiguo alumno
—Gracias, maestro…_le dijo Harrison, estrechando su mano con la de él
A continuación, Bao Bao y Harrison hicieron un último intercambio de palabras; al parecer, el panda gigante le estaba dando algunos consejos finales antes de que su antiguo alumno volviera a Gran Bretaña. Todo eso, evidentemente, fue visto por los nacidos en Asgard.
—Vali Odinson, al ver de forma disimulada a su sobrina, pudo percatarse de que esta última no se encontraba bien; ni física ni emocionalmente. Ante eso, decidió hacerle una pregunta—Jamás imaginaste que este momento llegaría, ¿no es así?_le preguntó él a su sobrina
Con solo escuchar la pregunta realizada, Frigg agachó la mirada y dejó que algunos mechones de su cabello cubrieran su rostro ensombrecido, adolorido y entristecido…
—Te daré un poco de “tiempo” para que te despidas de Harrison, Frigg_ declaró Vali, sorprendiendo a su sobrina ante tal afirmación
Bao Bao, dándole un último consejo a su antiguo alumno, se alejó. Permitió que la princesa de Asgard, su actual alumna, se pudiera despedir también…
—Esta despedida será difícil para am…_las palabras de Bao Bao murieron en su boca casi de inmediato; tal y como si alguien hubiese detenido todo
¿La razón? Cierto Aesir acababa de detener el tiempo…
—¿Que no los Aesir y los Vanir tenían prohibido “experimentar” con el tiempo?_fue la pregunta que hizo Harrison, mientras una pequeña sonrisa aparecía en su rostro
Sus ojos verdes esmeralda, en ese preciso instante, estaban completamente fijos en la joven pelirrubia que se hallaba de pie a unos cuantos metros de él.
—Excluyendo a mi abuelo, Vali es la única persona, en el continente Asgardiano, que es capaz de controlar el tiempo a voluntad_ fue la respuesta que dio Frigg, todavía sin alzar su mirada; se mantenía viendo hacia el suelo
—Frigg…_fue la única palabra que dijo el joven Peverell, percibiendo, por un breve instante, todas las emociones de la joven heredera al trono de Asgard
Era imposible que la princesa de Asgard supiera que él, Harrison Peverell, se sentía del mismo modo que ella.
Estando frente a Frigg, el joven Peverell, con una de sus manos, levantó la barbilla de la princesa de Asgard. No se sorprendió en lo más mínimo cuando vio que los ojos de Frigg, unos ojos llenos de dolor, tristeza y melancolía, hacían todo lo posible para detener las lágrimas que, para ese punto, ya se habían acumulado…
—No hagamos esto más difícil de lo que ya es, Harry. Por favor…_le dijo la princesa de Asgard, apartándose repentinamente
Harrison, comprendiendo a la perfección la repentina reacción de Frigg, suspiró con bastante pesadez, y dolor, y decidió hablar…
—Lo sé, Frigg…_dijo Harrison, comenzando con lo que estaba a punto de decir
—Es por eso que, antes de irme de aquí, me gustaría entregarte esto…_le anunció Harrison, dándose cuenta que la princesa de Asgard no pareció reaccionar a lo que dijo; ella se encontraba igual que antes
Haciendo el mismo procedimiento de hace unos minutos, Harrison invocó dos objetos, dos pequeños objetos. Ambos objetos, a primera vista, parecían ser dos pequeñas cajas de madera con algunos grabados nórdicos y celtas sobre las cubiertas.
Mientras hacia levitar ambas cajas, el joven Peverell trató de llamar la atención de la princesa de Asgard. Lo consiguió en el momento que, con uno de sus pulgares, acarició una de las mejillas de la heredera al trono de Asgard.
Ese toque, ese último toque, fue más que suficiente para lograr que todas las emociones y sentimientos de Frigg se manifestaran. El momento que Harrison vio la primera lágrima bajar, el envolvió a Frigg entre sus brazos y la abrazó con fuerza…
Ni Harrison ni Frigg se percataron de que, en ese instante, con ese solo abrazo, las emociones y sentimientos de ambos se volvieron uno solo.
Después de estar en esa posición, que en realidad fue lo equivalente a varios minutos terrestres, Harrison y Frigg se separaron. En los rostros de ambos, a pesar de tener una que otra lágrima, se podía observar paz.
Seguidamente, y luego de que Frigg tuviera un mejor estado de ánimo, Harrison, por fin, le entregó los “regalos” de despedida que preparó para ella; los regalos que, a su consideración, eran los más especiales de todos…
—Déjame adivinar, te mantendrás tan misterioso como siempre y no me dirás que hay adentro de esas cajas, ¿correcto?_le preguntó la princesa de Asgard, recibiendo un asentimiento de parte de Harrison
—Descúbrelo por ti misma_ respondió él, ansioso de que Frigg abriera el primer regalo que tenía para ella
La princesa de Asgard, a continuación, tomó una de las cajas de madera. Sintiendo un poco de nervios y emoción, ella procedió a abrir la primera caja de madera.
Una expresión de confusión, y cierta decepción, apareció en su rostro al ver que dentro de la caja no había absolutamente nada. ¿Qué significaba eso?
—Aquí… ¡Aquí no hay nada, Harry!_ susurró la heredera al trono de Asgard, luego de revisar que, literalmente, no había nada en la caja de madera
El joven Peverell, haciendo su mejor esfuerzo para contener una sonrisa, señaló en dirección de una pequeña piedra que se hallaba tirada a unos cuantos centímetros de Frigg.
—Creo que el regalo que preparé para ti se salió de su caja, Frigg. ¿Por qué no lo recoges?_le sugirió el joven Peverell, provocando que la confusión de la joven creciera un poco más
Frigg, siguiendo la sugerencia del joven Peverell, recogió la piedra que se hallaba al pie de ella. Cuando la recogió, la heredera al trono de Asgard se percató de que era una piedra común, una piedra como todas las demás. ¿Qué estaba planeando Harrison?
—Harry, esto… ¿es una piedra común?_ le preguntó Frigg a Harrison, notando que este, claramente, fingía sorpresa
—Sí, ¿por qué? ¿Te importaría si la veo de cerca?_le preguntó el joven Mago Elemental, estirando su mano para que ella le entregara la piedra común
Teniendo un buen presentimiento por lo que estaba a punto de suceder, la joven Aesir le entregó la piedra al joven que la pedía. Había descubierto que Harrison tenía un plan entre manos, pero no sabía qué era.
Harrison sostuvo, durante unos segundos, la piedra que le había entregado Frigg. Durante esos segundos, el joven Peverell cerró sus ojos y, antes que terminara con lo que sea que estuviera haciendo, susurró unas palabras que Frigg, ni en su amplio conocimiento en idiomas, comprendió.
—¡Ya está lista!_ declaró Harrison, dándole un casto beso a la… ¿piedra de la resurrección?
—Ten, Frigg. Esto, ahora, te pertenece_ sentenció Harrison, haciendo levitar la ¿piedra de la resurrección? en dirección de Frigg
Los ojos de la heredera al trono de Asgard se abrieron ampliamente al ver al objeto que anteriormente había sido una piedra común. ¿De verdad estaba sosteniendo la legendaria piedra de la resurrección? ¿Por qué Harrison había decidido darle un objeto tan valioso para él?
—Y no, por si te lo preguntas, esta piedra de la resurrección no es la que tú conoces, la mía. Esta piedra de la resurrección, que creé hace unos momentos, es para ti, Frigg. Creada especialmente para ti_le dijo el joven Peverell, sorprendiendo, y mucho, a la princesa de Asgard
—¡¿Por qué?!_fue la pregunta que le hizo Frigg, usando un tono de voz bastante bajo; ella aún no podía procesar que Harrison Peverell le creara algo tan especial, algo que, prácticamente, podía contactar con las personas que ya no se encontraban en ese plano
—Porque sé, perfectamente, que tu mayor anhelo es volver a hablar, por última vez, con ciertas personas_ respondió Harrison, dedicándole una sonrisa llena de calidez
Los ojos celestes de Frigg, en ese instante, volvieron a llenarse de lágrimas. Todo gracias a lo que Harrison acababa de decir. Una gran felicidad se apoderó de su cuerpo al saber que, finalmente, podría despedirse de sus padres…
—¡Gracias, Harry!_le agradeció la heredera al trono de Asgard, mientras lo abrazaba fuertemente; Harrison solo sonrió ante eso y correspondió el abrazo
—La piedra de la resurrección que creé para ti solo puede ser usada tres veces, Frigg. Úsala en los momentos que creas convenientes_le aclaró Harrison, haciendo que Frigg sonriera aún más
Originalmente, Frigg pensó que solo podría usar su piedra de la resurrección una sola vez. Escuchar que podría hacer uso de ella por lo menos tres veces le alegró de sobremanera.
Después de que Frigg guardara su piedra de la resurrección, y posterior a que ella usara incontables encantamientos de protección sobre ella, abrió el segundo regalo dado por Harrison.
—¿Qué es esto?_fue la pregunta que soltó una pensativa Frigg, mientras sostenía una pequeña esfera circular; dicha esfera, ciertamente, parecía contener algo adentro… algo grande
—Algo que te ayudará a volverte mucho más poderosa, Frigg…_le respondió el joven Peverell, preparándose para volver a hablar
—Una dimensión de bolsillo… Tu propia dimensión de bolsillo_terminó de responder el joven Peverell, sonriendo al ver el rostro conmocionado de Frigg
—¡¿Qué?!_ musitó ella, no creyendo lo que había escuchado; ¿De verdad Harrison le había regalado una dimensión para ella misma?
—Dije que…_Harrison no pudo terminar de hablar debido a que, esta vez, Frigg lo interrumpió con un gran abrazo que casi lo parte en dos; inclusive sintió como algunos huesos de su espalda se quebraban
Luego de unas disculpas de una apenada Frigg, y mientras su regeneración reparaba cualquier daño, Harrison le contó a la joven sobre las características de la dimensión que creó para ella.
Primeramente, Harrison le explicó a Frigg que dentro de la dimensión que creó sólo habitaban seres y criaturas no sapientes, por ende, Frigg no tendría ningún problema dentro de ese lugar; aunque eso sí, le aclaró que las criaturas y seres que vivían en dicho lugar eran extremadamente poderosas. Eso, por supuesto, emocionó mucho a la heredera al trono de Asgard e hizo que sus ansias por entrar a ese lugar aumentaran.
Harrison continuó explicándole a Frigg sobre la dimensión de bolsillo; le dio explicaciones algo vagas ya que quería que Frigg descubriera todo por sí mismo. También, le dijo que la única forma de acceder a ese lugar, a dicha dimensión, era usando el Destello; nadie más, que no usara el Destello, podía acceder a dicho lugar.
—… modifiqué la dimensión para que tú seas la única persona, del exterior, que pueda entrar a ese lugar_ terminó de decirle Harrison, recibiendo un “sí” con la cabeza de parte de Frigg
—¡Con todo lo que me has dicho acerca de dicha dimensión, mis ganas por entrar a ese lugar se han multiplicado! ¡Muchas gracias por tan increíbles regalos, Harry!_le agradeció Frigg, al mismo tiempo que una sonrisa comenzaba a adornar sus labios
—¿Por qué me miras de esa forma?_le preguntó Harrison, mirándola inquisitivamente
—Yo también tengo algo para ti, Harry_ proclamó la heredera al trono de Asgard, haciendo que dos objetos aparecieran al mismo tiempo y frente a ellos
Harrison, un tanto sorprendido, vio los objetos recién aparecidos y no dijo nada. Trató de descubrir qué era cada uno de los objetos, pero no pudo. No supo qué eran exactamente.
—Frigg…_iba a decir algo, pero no pudo
—¡Silencio, Harry!_dijo Frigg, mientras le entregaba y, posteriormente, le colocaba el primer objeto a Harrison; un anillo negro, bastante ligero y que sostenía una cadena de runas nórdicas que ni siquiera Harrison alcanzó a comprender
No contradiciendo lo dicho por Frigg, Harrison permaneció en silencio y dejó que las manos de Frigg tocaran las suyas; todo esto mientras ella colocaba el anillo negro misterioso. Finalmente, la heredera al trono de Asgard colocó el misterioso anillo en la mano derecha de Harrison, más específicamente en el dedo anular.
Cuando Frigg terminó de colocarlo, esta última le dijo al anillo unas cuantas palabras en su lengua materna. Posteriormente, el anillo brilló por unos breves momentos hasta que finalmente dejó de hacerlo.
En el momento que el brillo desapareció, Harrison sintió que un nuevo tipo de magia trataba de entrar a él. Teniendo un buen presentimiento, Harrison dejó que la nueva magia que sintió entrara a su cuerpo por completo; la abrazó perfectamente.
—Eso fue bastante raro, Frigg…_ comentó Harrison, sintiendo que la magia extraña, la magia del anillo, se asimiló por completo en su cuerpo
—Imagina cualquier arma, Harrison…_fue lo único que dijo Frigg, feliz y emocionada de que el anillo hubiese aceptado sin ningún problema a Harrison
—¿Imaginar cualquier arma?_se preguntó Harrison para sí mismo
El joven Peverell, por esa ocasión, dejó las preguntas de lado e hizo lo que Frigg le sugirió. Cuando lo hizo, cuando pensó en un arma al azar, en ese caso en el martillo Mjolnir, la respiración de Harrison se aceleró. Se aceleró mucho más al sentir que sostenía algo en su mano derecha…
—¡No puede ser!_fue lo único que susurró el joven Mago Elemental, dándose cuenta que en ese mismo instante estaba sujetando el martillo Mjolnir; un martillo Mjolnir completamente negro
Ciertamente, no estaba sosteniendo el martillo Mjolnir original (ser totalmente negro era una prueba de ello), pero, el que se sostenía en ese momento, se sentía idéntico al original. ¿Cómo era posible algo así?
—¿Qué es esto, Frigg?_le preguntó el joven Peverell, girando levemente su propio martillo Mjolnir
—Teniendo una gran sonrisa en su rostro, la heredera al trono de Asgard respondió. No esperó sorprender tanto a Harrison con dicho objeto—Uno de los mejores trabajos de los hermanos Brokkr y Eitri…_fue la respuesta que dio la princesa de Asgard, contenta de que Harrison pareciera estar genuinamente sorprendido
—¿Por qué no intentas con otra arma? Por qué no lo intentas con… ¿la lanza Gungnir?_le sugirió ella, viendo cómo Harrison, abriendo sus ojos en señal de sorpresa, seguía su recomendación
Harrison, recordando las imágenes que le había mostrado Frigg sobre algunas armas míticas de Asgard (entre ellas la lanza Gungnir), canalizó su magia a través del anillo e imaginó que sostenía dicha arma…
—¡Increíble!_pensó Harrison para sí mismo, mientras sostenía a la legendaria lanza del abuelo de Frigg, la lanza Gungnir
—Todo esto es gracias al anillo, ¿no? ¿Qué hace exactamente? ¿Modifica la realidad de alguna manera?_fueron las dos preguntas que hizo un anonadado joven Peverell, blandiendo con mucha maestría su propia lanza Gungnir
Por supuesto, la lanza Gungnir, o la réplica de la lanza Gungnir, era completamente negra, al igual que el martillo Mjolnir. El joven Peverell, durante unos instantes, llegó a la conclusión de que eso se debía al anillo. Esperó que Frigg le diera algunas respuestas…
—En parte, sí. El anillo que portas en este momento, Harry, es uno de los objetos más valiosos, poderosos y buscados de todo el continente Asgardiano. Cualquiera mataría por poseerlo_Frigg hizo una pausa, disfrutando del rostro sorprendido de Harrison
—¿Por qué tenías un objeto así?_le preguntó Harrison, sintiendo un leve escalofrío al pensar en los peligros en los que, muy posiblemente, Frigg estuvo envuelta por el anillo Draupnir
—Mi abuelo me lo obsequió el día en que me convertí la nueva reina de las valquirias _ respondió Frigg, sintiendo que su corazón se calentaba al ver ese deje de preocupación en los ojos de Harrison
—¿Por qué me das un objeto tan especial, Frigg?_fue la pregunta que realizó el joven Peverell a continuación, observando de cerca a la heredera del trono de Asgard
—Porque es una forma de agradecerte por todo lo que has hecho por mí, Harry. Estoy completamente segura que Draupnir estará en buenas manos a partir de hoy. Además… _Frigg hizo una pausa no sabiendo si debía de decir lo que pasó por su mente
—Soltando un gran suspiro, ella continuó— Además, cada vez que veas a Draupnir, a partir ahora, hará que no te olvides de mí…_le confesó ella, mientras una sonrisa triste aparecía en su rostro
—Frigg…_pensó Harrison, dándose cuenta que la princesa de Asgard, con ayuda de la Oclumancia, controlaba sus emociones
—Ahora bien, déjame explicarte algunas cosas más de Draupnir…_le dijo Frigg, preparándolo para explicarle la mayor cantidad de información sobre el anillo Draupnir
Durante los siguientes “minutos”, Frigg estuvo explicándole a Harrison toda la información conocida sobre Draupnir. La heredera al trono de Asgard le explicó desde la naturaleza del anillo (el como este podía adoptar la forma de cualquier arma conocida, siempre y cuando Draupnir tuviera la información de la arma a la que quería copiar) hasta el hecho de que las armas en las que se transformara Draupnir, sorprendentemente, tendrían las mismas habilidades y poderes que las originales.
—Entonces, ¿solo debo de tocar cualquier arma que quiera y Draupnir procederá a guardar la información de dicha arma dentro de él?_le preguntó Harrison a Frigg, tratando de entender su nueva… ¿arma?
—Correcto_ contestó ella, viendo cómo Harrison, ciertamente, parecía seguir maravillado con el anillo Draupnir
—Los hermanos Brokkr y Eitri deben de ser muy buenos en su trabajo…_ comentó Harrison, terminando de contemplar el anillo Draupnir
—Por algo son los mejores herreros de todo el continente Asgardiano. No creo que exista alguien que se equipare a ellos_ declaró Frigg, preparándose para dejar ese tema de lado
—Si ya no hay más preguntas referentes a Draupnir, permíteme darte esto_ avisó Frigg, tomando el segundo regalo que ella había preparado para Harrison
La heredera al trono de Asgard se acercó, una vez más, al joven Peverell y lo observó por unos instantes. A continuación, tomó el segundo objeto que tenía preparado para la persona que tenía delante suyo y procedió a aumentarlo de tamaño; hasta un tamaño que Harrison pudiera identificar de qué se trataba dicho regalo…
—¿Uno de tus brazaletes?_fue la repentina pregunta que hizo Harrison, dejando que Frigg le pusiera, sobre su brazo izquierdo, uno de los brazaletes que ella solía usar para el combate
Cuando Frigg terminó de colocar su ahora antiguo brazalete sobre el brazo izquierdo de Harrison, ella se alejó unos cuantos pasos de él y habló…
—¿Sientes algo diferente en ti?_fue la cuestión que le planteó la heredera al trono de Asgard sin decir nada más
—Ahora que lo dices… sí. Siento como si algún tipo de magia intentara entrar en mí. Siento como si esta magia intentara entrar a mí para… protegerme_ mencionó él, dándole acceso a esa nueva magia de entrar a su cuerpo
Escuchar la respuesta de parte de Harrison provocó que Frigg, involuntariamente, derramara algunas lágrimas de felicidad…
—Harry, ¿puedo hacerte una pregunta?_ le dijo la princesa de Asgard
Harrison, un tanto confundido, pero al mismo tiempo intrigado por las nuevas emociones de Frigg, asintió en señal de que continuara.
—¿Recuerdas la historia de Surtr y Sinmara?_le preguntó ella, viéndolo fijamente
Inconscientemente, y con solo oír lo que Frigg acababa de decir, Harrison fue llevado hasta una conversación de hace algún tiempo…
El primer copo de nieve anunció que una nevada estaba próxima a suceder. Eso, ciertamente, no le preocupó a unos entretenidos Harrison y Frigg que, en ese instante, se encontraban hablando sobre alguna de las experiencias que habían vivido en sus vidas.
Sentado en unos de los cómodos sillones de la sala de estar, Harrison terminó de beber lo que quedaba de su taza de té y volteó en dirección de la otra persona que se encontraba en la sala de estar. Dio respuesta a la pregunta que acababa de hacer...
—¿Cómo son los dioses de otros panteones? Bueno, no podría decirte con exactitud cómo son todos debido a que solo he conocido a muy pocos. Del panteón griego, solo conozco a Poseidon y a Apolo..._Harrison no pudo seguir hablando debido a que Frigg lo interrumpió
—¿Conociste al dios de los mares? ¡Sorprendente! El maestro Bao Bao nos contó que Poseidon también fue su alumno. Siempre que hablaba de él lo describía como alguien sumamente poderoso, pero un poco soberbio_ comentó la heredera al trono de Asgard, recordando ese detalle
—¿Un poco soberbio?_fue la pregunta que se hizo Harrison para sí mismo, recordando que Poseidon era, en palabras simples, la soberbia en persona; por algo perdió su tridente
—Sí, batallé contra uno de sus generales y salí vencedor. Aunque, eso me costó que fuera vetado de la Atlántida_ confesó el joven Peverell, volteando hacia otro lado para que Frigg no viera su rostro avergonzado
—Luego de darle un sorbo a su taza de chocolate caliente, Frigg decidió hacer una pregunta—¿Por qué te vetaron de la Atlántida?_ preguntó ella, usando un tono de genuina curiosidad
—Por esto..._dijo Harrison, para después invocar el mítico tridente de Poseidon
—Ignorando la incredulidad que amenazaba con manifestarse en su rostro, Frigg habló—No necesito saber más, Harry. La verdad es que no entiendo cómo es que siempre te metes en problemas_ suspiró la heredera al trono de Asgard
—¡Oye! Yo no fui quien apostó su tridente_le dijo Harrison, mientras una sonrisa aparecía en su rostro al ver cómo Frigg negaba con la cabeza
Después de eso, Harrison le habló a la princesa de Asgard acerca de todos los dioses, de otros panteones, que conocía.
Fue una gran sorpresa para Frigg descubrir que, s pesar del estatus de Harrison, él no conociera a más de un puñado de deidades. Aunque eso sí, disfrutó, y mucho, de oír a Harrison hablar sobre los dioses que conoció, principalmente, durante su travesía de Mago Elemental.
—... siempre he querido preguntarte, ¿en el continente Asgardiano hay más dioses aparte de ustedes? Me refiero a ti, tu abuelo y Vali_ preguntó Harrison, no sabiendo por qué habían llegado a ese punto
—No. No hay otros dioses aparte de nosotros..._ fue la rápida respuesta que dio Frigg pareciendo no querer abordar ese tema en específico
—Lo que sí hay son usuarios de Magia Divina. Muchos. Cada uno de los nueve reinos, por lo menos, cuenta con una docena de usuarios de Magia Divina_ terminó de responder Frigg
—¿Poseer Magia Divina no convierte a esos usuarios en dioses también?_volvió a preguntar el joven Peverell, estando bastante confundido
—No. En el continente Asgardiano, a los únicos que se les considera como deidades es a los descendientes directos del "Antiguo" Ymir. Los únicos descendientes de Ymir, con vida, somos nosotros tres, Harry_ respondió la princesa de Asgard, poniendo un semblante triste y lleno de nostalgia
Por lo menos pudo responder a las dudas de Harrison.
—Entiendo..._mencionó él, quedándose unos breve segundos en silencio y sabiendo a la perfección que había hecho sentir mal a Frigg
—Perdóname, Frigg. No fue mi intención hacerte sentir de esa forma_se disculpó Harrison, leyendo las emociones erráticas de Frigg
—Aprecio mucho tu preocupación, Harry, pero no tienes por qué disculparte_ declaró Frigg, alzando su mirada
Le dedicó una media sonrisa a Harrison y continuó hablando.
—Sí, el "Genocidio Divino" provocó un inmenso dolor en millones de personas, pero... No, mejor olvídalo_ Frigg susurró esa última parte, llamando la atención de Harrison
En un movimiento inesperado para Frigg, el joven Peverell se levantó de su asiento y, sin decir palabra alguna, procedió a sentarse a un lado de ella. Ambos, instantánemente, se acurrucaron y permanecieron en esa posición durante varios minutos...
—Gracias, Harry_fue el pensamiento que pasó por la mente de Frigg, mientras sentía cómo el joven a su lado acariciaba una de sus manos
—¿Quién se imaginaría que el famoso Harrison Peverell, actual Mago Elemental, y uno de los seres más poderosos de la existencia fuera alguien tan tierno?_Frigg soltó ese comentario, mientras sentía cómo Harrison jugaba con su cabello rubio platinado
En respuesta, Harrison solo se encogió de hombros. Ese gesto, de parte de Harrison, hizo sonreír mucho a Frigg. Sin duda alguna, lo adoraba...
—¿Te gustaría esuchar una historia interesante, Harry?_le preguntó la heredera al trono de Asgard a Harrison, mientras este respondía con un asentimiento, seguido de un bostezo; ciertamente, Harrison ya llevaba mucho tiempo sin haber dormido, seis meses "terrestres" aproximadamente
—Hace mucho tiempo, y en pleno “Genocidio Divino”, dos seres se conocieron en el campo de batalla. Dos gigantes. Ambos seres, con la ayuda de su inconmensurable poder, pudieron derrotar y alejar a los invasores que trataban de entrar a su reino. Combatir mano a mano, al igual que pasar mucho tiempo juntos, provocó que ambos seres, ambos gigantes, comenzaran a ser más cercanos con cada día que pasaba. No había día o momento que no estuviesen juntos…_Frigg hizo una pequeña pausa, dándose cuenta que tenía la atención completa de Harrison
—El lazo que ambos seres habían formado era completamente inquebrantable. No había nada que pudiera separarlos. Ni siquiera el hecho de que ninguno de los dos pudiese tocar al otro directamente. Después de un tiempo, ambos gigantes, llamados Surtr y Sinmara, tomaron la decisión de contraer nupcias, justo en el momento que el “Genocidio Divino” estaba en su cúspide. Su amor fue tan fuerte que, inclusive, pudieron defender, exitosamente, su reino en Muspelheimen de los ataques enemigos…_ contó Frigg, volviendo a hacer una pequeña pausa
—Gracias a su habilidad de ver el futuro, obtenida gracias a ser descendiente directa de Ymir, Sinmara supo que el “Genocidio Divino” estaba a punto de finalizar. Ella se lo comunicó a su esposo Surtr y este último se puso muy feliz al saber que pronto todo terminaría y podría vivir en paz junto a su amada esposa. Por supuesto, su felicidad solo creció aún más minutos después ya que Sinmara, luciendo muy feliz y ansiosa, le notificó a él que estaba esperando a su primer hijo. El futuro primogénito del rey de Muspelheimen y la princesa de Niflheim estaba en camino…_ Frigg, cambiando su semblante a uno que reflejaba cierta tristeza, continuó con su relato
—El “Genocidio Divino”, después de un tiempo, “finalizó”. Los futuros padres, sabiendo que por fin todo había acabado y podrían ver a su futuro hijo crecer, se pusieron muy contentos. Esa felicidad, ciertamente, no duró mucho tiempo. Un último resquicio de la guerra apareció sobre el reino de Muspelheimen, acabando con toda la vida de ese lugar. Una de las víctimas, de tan horrible masacre, fue Sinmara y su hijo recién nacido…_Frigg, en ese instante, sintió un vendaval de emociones dentro de ella
Se acurrucó más cerca de Harrison y sintió cómo este la abrazaba suavemente.
—El rey de Muspelheimen, hasta la muerte de su esposa e hijo, jamás había derramado lágrima alguna. Al ver el cuerpo sin vida de su esposa Sinmara y su hijo recién nacido, Surtr derramó dos solitarias lágrimas. Dos solitarias lágrimas que anunciaron el comienzo de una cruel masacre…_ Frigg hizo otra pausa
—Envuelto en la sangre de sus enemigos, y reconociendo que había acabado con todos ellos, Surtr se acercó a los cadáveres de las dos personas que más amaba y lloró fuertemente. Sus gritos y lamentos provocaron que todos los volcanes en Muspelheimen se activaran y acabaran con la vida de miles de personas de los reinos cercanos a Muspelheimen. El gigante de fuego Surtr, mientras lloraba la muerte de su familia, no se percató de que el espíritu de Sinmara y su hijo, antes de trascender a otro plano, crearon, a partir de las dos solitarias lágrimas de Surtr, dos objetos que representarían el amor eterno que tenían hacia Surtr, la persona que más amaban…_ Frigg hizo una pausa, mientras alzaba sus dos mangas para mostrar dos brazaletes dorados; dos brazaletes que poseían una gran cantidad de runas, al igual que un solo símbolo; el símbolo de fuego y hielo mezclados en uno mismo
—Vali consiguió estos brazaletes, poco después del “Genocidio Divino”, y los guardó en la bóveda principal del palacio. Permanecieron en ese lugar hasta que Vali, por voluntad propia, renunció al trono de Asgard y yo me convertí en la heredera al trono. Digamos que fue un regalo que se me otorgó por mi nuevo nombramiento_ explicó Frigg, provocando que el joven Peverell saliera de sus pensamientos
—La bendición de Sinmara y su hijo, dentro de este brazalete, protegerá a cualquiera que lo posea de cualquier peligro latente. Todo gracias al infinito amor que sentía Sinmara y su hijo hacia Surtr_ terminó de explicar Frigg, mientras veía que el brazalete se adaptaba al brazo de Harrison y cambiaba ligeramente en tamaño
—No tengo palabras para describir lo que siento en este momento, Frigg. Te prometo que cuidaré, y mucho, este regalo de tu parte_agradeció Harrison, dedicándole una sonrisa sincera
Proclamando esas últimas palabras, ambos jóvenes aguardaron silencio y se miraron fijamente por unos instantes. Los dos se percataron de que el tiempo volvería a correr en un momento.
Avanzado ligeramente hacia el otro, el joven Peverell y la princesa de Asgard se vieron directamente a los ojos. Acercaron sus rostros y, cerrando sus ojos, juntaron sus frentes. Reprimiendo una gran cantidad de emociones y sentimientos, ambos dejaron que el silencio los envolviera y que solo el latido de sus corazones se escuchara.
—Te prometo que nos volveremos a ver, Frigg. Volveré por ti, sin importar dónde te encuentres_le dijo Harrison, sabiendo perfectamente que ambos no podían hacer lo que tenían en mente
Todavía no era el momento.
—Yo también te prometo lo mismo, Harry. Te prometo que nos volveremos a ver_ proclamó la princesa de Asgard, comprendiendo por qué Harrison y ella no hicieron lo que ambos, secretamente, deseaban con locura
—Cuídate mucho, Frigg_dijo Harrison, besando la frente de la princesa de Asgard antes de desaparecer en un destello de color plateado
Una vez que el destello plateado desapareció, el tiempo volvió a su normalidad.
—¡Eh! ¿Dónde está Harrison?_fue la pregunta que hizo el lobo Hati, no viendo al joven Peverell por ninguna parte; los pandas de la aldea también se encontraban de la misma manera
—Acercándose en dirección de su sobrina, y un tanto sorprendido de que ella estuviese con una sonrisa en sus labios, Vali habló—No creí verte así. ¿Qué habrá sucedido entre ustedes dos para que te encuentres tan sonriente?_fue la pregunta que hizo el antiguo rey de Asgard, alzando una ceja inquisitivamente
—No sucedió lo que estás imaginando en este momento, Vali. Es solo que estoy feliz porque, el brazalete de Sinmara y Surtr, aceptó a Harrison como su portador…_ susurró Frigg esa última parte
—Si dos personas desean compartir los brazaletes de Sinmara y Surtr, estas deben de compartir un amor tan profundo y verdadero como el que compartían Sinmara y Surtr, de lo contrario, los brazaletes no tendrían efecto alguno…_ comentó Frigg, dirigiendo su mirada hacia el hermoso cielo que hacía ese día
—Finalmente te das cuenta…_fue lo único que dijo Vali, negando con la cabeza en señal de decepción
—¿Qué estás tratando de decir?_le preguntó ella, dándose cuenta que su tío la ignoraba y comenzaba a caminar en dirección de un Bao Bao que parecía lucir un semblante lleno de severidad
—¿Qué te he dicho sobre detener el flujo del tiempo, Vali? ¿Has pensado en las consecuencias que puede traer hacer tal acto?_le preguntó Bao Bao, usando un tono bastante severo
—Solamente ayudé a Frigg, maestro. Además…_las palabras de Vali se detuvieron al instante al presentir que algo no andaba bien
El antiguo rey de Asgard sintió un gran escalofrío recorrer toda su columna al sentir dos presencias que conocía a la perfección.
Sobre la rama de un árbol cercano, dos aves veían todo con gran detenimiento. Dos grandes y majestuosos cuervos negros veían todo con genuino interés…
—¡¿Hugin y Munin?! ¡¿Qué están haciendo ustedes dos aquí?!_fueron las dos preguntas que susurró Vali, llamando la atención de los presentes y haciendo que todos voltearan en dirección del árbol
—Sigues siendo tan irresponsable y descuidado como siempre, Vali. Hay veces en las que todavía me pregunto cómo, durante mi ausencia, pudiste liderar al continente Asgardiano…_dijo una voz masculina, profunda y algo cansada, desde uno de los cuervos
El cuervo, sin abrir el pico, había conseguido hablar…
—¡¿Papá?!_Vali casi se cae de espaldas al escuchar la voz de su padre; ¿Qué quería ahora? ¿Por qué había enviado a sus familiares? ¿Tenía algún mensaje para ellos?
Todos los nacidos en Asgard, sin excepción, se acercaron al árbol donde descansaban ambos cuervos y procedieron a hacer una reverencia.
—¡Es un honor volver a verte, abuelo!_ saludó Frigg, sintiéndose bastante nerviosa; ¿Su abuelo había visto cómo Vali detenía el tiempo para que ella pudiese hablar con Harrison?
—¡Nos sentimos muy honrados de volver a verlo, majestad!_ saludó Hati, luciendo completamente nervioso
—Dejemos los saludos para otra ocasión. En este momento, quiero que escuchen lo que estoy a punto de decir…_ahora dijo el otro cuervo, volteando hacia la gran silueta de Bao Bao
—Es grato volver a verlo, maestro. ¿Cómo ha estado? Espero que mi familia no le haya ocasionado inconvenientes_ saludó uno de los cuervos, usando un tono que denotaba muchísimo respeto
—Lo mismo digo, Odín. Y no, tu familia no ha ocasionado ningún inconveniente, de momento_ respondió el maestro del elemento madera, dándole una rápida mirada a los nacidos en Asgard
—¿Qué es lo que quieres que escuchemos de ti, papá?_fue la pregunta que le hizo Vali a su padre, mientras este parecía aguardar silencio
—Todos ustedes tienen que regresar al continente de inmediato. Los necesito a mi lado en este momento…_fue lo único que dijo uno de los cuervos, sorprendiendo a todos los presentes
—¿Sucedió algo en el continente, abuelo?_ fue la pregunta que hizo Frigg, reconociendo preocupación en la voz de su abuelo
—Uno de los cuervos de Odín, ignorando la pregunta hecha por su nieta, giró su mirada en dirección del panda gigante y habló—Necesito hablar contigo, Bao Bao_fue lo único que dijo la voz de Odín, antes de que ambos cuervos volaran en dirección de la cabaña principal del líder de la aldea
Mirando con mucha preocupación a su dubitativo maestro, los nacidos en Asgard se hicieron múltiples cuestionamientos en ese momento. ¿Por qué tenían que regresar al continente? ¿Qué había sucedido exactamente?
—Tengo un mal presentimiento de todo esto…_fue lo único que pensó el panda gigante, dando un gran salto en dirección a su cabaña
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—Cuadragésimo cuarto capítulo de esta gran historia, espero sea de su agrado y lo hayan disfrutado
*Si les gusta este fic no se olviden de votar y comentar, esto me ayudaría mucho y así sabré si les gusta esta historia, entre más voten más rápido traeré la siguiente parte*
—De verdad espero que apoyen este capítulo. Sinceramente, me gustó mucho y presiento que a ustedes también les gustará. En los próximos, muy posiblemente, suba el siguiente capítulo.
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—¿Qué pasará en el siguiente capítulo? ¿Qué creen que suceda con Harrison?
—¿Qué pasará ahora que Harrison vuelva a Gran Bretaña?
—¿Con quién se encontrará Harrison en el siguiente capítulo?
—¿Harrison y Frigg volverán a verse? ¿Pasará algo más entre ellos?
—¿Podrá Harrison cumplir con su labor de Mago Elemental?
—¿Harrison podrá romper el Pacto de Sangre?
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(Dudas y sugerencias en este comentario, los estaré leyendo)
No se olviden de seguir cuidándose mucho.
Nos vemos hasta el siguiente capítulo, chao;)