En tierras de Chiloé, donde la bruma es densa,
Habita un ser temible, la Fiura, la ofensa.
Una mujer maldita, su belleza se esconde,
En su rostro, en sus ojos, su maldad se responde.
Corre el rumor en el pueblo de una tristeza,
El día en que el altar cubrió su nobleza.
Un hombre abandonó a su mujer sin motivo aparente,
Y en el corazón de ella quedo una herida latente.
La noche de bodas llegó sin la alegría,
La novia quedó sola, la iglesia vacía.
Las lágrimas rodaron, su rostro empaparon,
Y en su alma nació un rencor enajenado.
La Fiura aparece, ser oscura, de leyendas renombre,
Sintió la afrenta en su ser, la falta de un hombre.
Decidió perseguirlo, buscando una venganza,
Sembrar el terror en su alma sin esperanza.
El hombre, en su ignorancia, no sabía el porqué,
La sombra de la Fiura venía por él.
A cada paso que daba, su presencia sentía,
El frío en su espalda, la muerte que le seguía.
Se adentró en los bosques, buscando la verdad,
Desesperado y temeroso, buscó libertad.
Las hojas susurraban, los árboles le hablaban,
La Fiura se acercaba, su destino trazaban.
La criatura infernal, con su rostro desfigurado,
Tenía cabellos negros y ojos desorbitados.
Su cuerpo era torcido, su voz un lamento,
Anunciaba la perdición con su aliento.
El hombre tembloroso, ante aquel ser sombrío,
Descubrió la verdad, el hechizo y su desafío.
Su exmujer, en su ira, lo había condenado,
A la eterna persecución, a estar siempre acosado.
La Fiura, su aliada, cumplía su misión,
Vengar la afrenta causada, la traición sin razón.
El hombre comprendió su oscuro destino,
La Fiura sería su sombra, su tormento divino.
El cuento llega a su fin con esta triste moraleja,
No abandones a tu amada, no provoques una queja.
Pues la maldad puede hallarte, perseguirte hasta el final,
En forma de una sombra, en forma de la Fiura mortal.