LOVE STORY. Pedri González♡

By Mile_Stylez28

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💌 Dos mejores amigos de la infancia que fueron perdiendo la comunicación a través del tiempo. Sentimientos y... More

LOVE STORY.
1. Está volviendo a Canarias.
2. Te eche de menos.
3. La cena de los sábados.
4. Una decisión.
5. Este será nuestro lugar.
6. Viaje y maletas.
7. Hola Barcelona.
8. Amigos de Pedri.
9. La fiesta de Ansu.
10. No quería que fuera así.
11. Es mutuo, Pedro.
12. Día de partido.
13. La distancia.
14. Confianza.
15. Nuevo integrante.
17. Cena con amigos.
18. Los Gonzalez.
19. Campeones.
20. Pijamada.
21. Libros.
22. Sueños cumplidos.
LOVE STORY II
The media.
23. Goleada.

16. Sanar.

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By Mile_Stylez28

16| Sanar.

Dana.

Odiaba los hospitales. Pase la mayor parte de mí vida en ellos y aún así seguía odiandolos, el olor a lavandina, el color blanco de las paredes y el maldito silencio que había. De pronto, caminado por estos pasillos, los recuerdos de una niña de seis años sentada en una sala de espera con su padre y la familia Gonzalez, tratando de obtener noticias de su madre, no tardan en aparecían en mi cabeza.

Había tomado el primer vuelo a Canarias que había, Pedri insisto en que me quedara con él y me tranquilizara pero me negué. Estaba cansada de salir corriendo detrás de ella sabiendo que no se lo merecía, pero no quería ser como ella. No puedo abandonar a las personas cuando más me necesitan.

A los lejos del pasillo puedo identificar a mí padre, nervioso cambiando de acá para allá mientras el señor Fernando trataba de tranquilizarlo. Mary y Fer se encontraban sentado mirando la escena, parecían preocupados.

No podía creer que todos los sabían y ninguno se les ocurrió avisarme.

— No es culpa de Dana que su madre se encuentre así. — escucho al señor Fernando decir cuando me voy acercando más a ellos.

— Si lo es, si ella no hubieran nacido todo sería diferente. — al escuchar las palabras de mí padre, detengo mí paso sorprendida, sentí una precio en el pecho por lo que ha dicho. Me sentía decepciona y dolida.

Creo que al final de cuenta la única persona que se preocupa por mí soy yo misma.

Fer al darse cuenta de mi presencia, se levanta rápidamente haciendo que todos se giren a mi. Ignorando a los demás y tratando mí nudo que tenía en la garganta, me acerco a mí padre.

— ¡¿En serio?!, ¡¿Otra vez lo mismo?!.

Me mira resentimiento.

— Tranquilizate, Dana. — me pide en voz baja, Mary.

— ¡No, no me voy a tranquilizar!. — ahora sí exploto. — Siempre pasa lo mismo, estamos aquí otra vez por las malditas drogas que se mete en el cuerpo. No podemos estar detrás de ella tratando de que no haga otra estupidez.

— ¿Entonces para que has venido, eh?.

Me sobre salto un poco al escucharlo gritar con tanto odio. Me acerco a él, apuntándole con el dedo índice.

— ¿Sabés por qué vine?. — murmuro entre dientes — Porque no puedo dejarla tirada como ella lo hizo conmigo. No quiero ser ella, no puedo.

— Ella no te dejó tirada.

— Si lo hizo... Y a ti también. Nos ha dejado a los dos. — trato de hacerlo razonar, por dios, porque no podía verlo. — ¿No te das cuenta de todo lo que nos hace pasar?.

— No, no lo entiendes. — corre su mirada sobre mí para mirar hacia otro lado, negando con la cabeza. — Se que va a cambiar, vamos a ayudarla.

— La hemos ayudamos muchísimas veces y ella no puso de su parte. — cierro los ojos un momento para no perder la paciencia y tratar de calmarme. — No podemos cambiar a alguien quién no tiene la voluntad en hacerlo, entiendelo joder.

Voltea a verme, parecía pensativo y cansado por la situación. Por primera vez, me preocupe, al verlo tan desbastado hizo que mí pecho doliera aún peor. Apesar de todo lo que nos hizo, él siempre estuvo para ella y Victoria no era capas de ver todo lo que aguanta, aguantamos, y me apena que no lo valore.

Él tenía un amor incondicional por ella.

La puerta de la habitación, donde se encontraba mí madre, se abre dejando ver al médico salís. Rápidamente nos acercamos a él.

— ¿Familia Rodríguez?. — pregunta, mirando la planilla que tenía en sus manos.

— Así es, aquí. — se apresura a responder mí padre. — ¿Cómo se encuentra mi esposa?.

— Está bien. — escucho a todos soltar un suspiro de alivio. — Acaba de despertar. Le hemos hecho hicimos algunos estudios y necesita quedarse internada unos días. — suspira levemente y mira finalmente a mí padre. — ¿Quieres pasar a verla?.

Sin dudarlo, asiente y camina hacia la habitación.cuando cierra la puerta detrás del él, el médico se gira hacia mí. Hace años que lo conozco, todas las veces que vinimos por mí madre, él la atendió.

— Dana. — me da una pequeña sonrisa. — ¿Podemos hablar en privado?.

Ya sabía lo que me diría pero aún así acepto hablar con él. Nos alejamos un poco de la familia Gonzalez y una vez que estábamos lo suficiente lejos, empezó a hablar; — Mira, tu sabes que se lo he propuesto varias veces a tu padre y se negó. — dice cauteloso — Pero ya es hora de que tu madre vaya a rehabilitación. Está vez fue más grave que las anteriores.

Para mi también ya era hora, pero eso lo tenia que decidir Victoria. No podíamos seguir así. Se que sería difícil convencer a mi padre, aunque si yo hablará a solas con mi madre y ella aceptara, él haría lo que su esposa diga.

— ¿Está vez con qué fue?.

— Cocaína.

— Vale... — me aclaró la garganta abrazándome a mí misma. — ¿Cómo es el proceso de rehabilitación?.

— Es un proceso en el que la persona intenta no volver al consumo de la sustancia, — explica. — fundamentalmente con tratamiento psicoterapéutico, teniendo como objetivo el llegar a vivir sin consumir, mejorar su funcionamiento psicosocial y tener unos hábitos saludables.

— ¿Y cuánto tiempo lleva recuperarse?.

— Alrededor de dos meses, según como va evolucionando el paciente.

Luego de darme algunas indicaciones y recomendaciones de lugares donde pueda llevar a mí madre, se despide y vuelvo con los Gonzalez.

A veces sentía vergüenza que ellos vean esto, siempre estaban en las malas y en las buenas, como mis padres con ellos. Entiendo que se conozcan desde pequeños pero aún así no puedo comprender que después de tantas mierda siguen aquí con nosotros.

Me quiero mi mochila, dejándola caer al suelo y seguidamente me siento al lado de Mary. No he traído muchas cosas, solo agarre a las apuradas lo que necesitaba para viajar. Tenía un aspecto horrible, mí cabello en una coleta mal hecha, unos jeans, una sudadera de Pedro que me quedaba gigante y seguramente unas horribles ojeras.

— ¿Qué te han dicho, cariño?. — habla Mary, acariciando mi espalda con cariño.

— Recomendaron que necesita ir a rehabilitación. — suelto un suspiro pesado, colocando mis manos en mí cara para luego apoyar mis codos en mis rodillas.

Era medianoche, estaba cansada y tenía un dolor de cabeza insoportable.

— ¿Has decidido lo que harás?.

— No, no soy yo la que tiene que decir. — me enderezó nuevamente y la miro. — Tengo que hablar con ella.

Asiente con la cabeza, comprendiendo la situación, ella sabía que no se me daba bien hablar con madre.

— ¿Pedro ha venido contigo?.

— No, mañana tiene entrenamiento, le he dicho que se quedará.

✿⁠ 

Me encontraba frente la puerta de la habitación donde estaba mí madre. Estaba nerviosa, la última vez que la vi fue hace mucho tiempo y las veces que nos volvemos a encontrar es por el mismo motivo. Supongo que ya estoy acostada.

Me pasó las palmas de mis manos sudadas por mí pantalón para Luego abrir  la puesta.

Al levantar la cabeza, me encuentro con una persona totalmente diferente a como la recordaba; estaba pálida y más flaca de lo normal, se notaba por los mejillas que marcaban en su rostro, su cabello pelirroja seguía igual, solo que ahora tenía algunas canas, y sus ojos verdes reflejaban cansancio.

— Dana. — me observa sorprendida — Estás aquí.

Siento un nudo en la garganta, al igual que en mí estómago.

— Cómo siempre. — escupo.

— ¿Qué te pasa, Dana?.

— ¿En serio me preguntas qué me pasa?. — la miro incrédula. —  Estamos en un puto hospital porque te has pasado de la porquería que metes en el cuerpo.

Ella pestañea repetidas veces y su boca se abre de golpe. Estaba claro que nunca le habia hablado así, pero necesitaba sacar toda lo que me he callado desde que tengo memoria.

— Yo...

— No, mejor cállate. Me pase toda la vida tratándome todas las cosas que me molestaban, no decía nada para no armar más problemas del que ya había, — mí pecho empezó a subir y bajar. — pero eso se terminó, no pienso callarme más. Estoy cansada de pasar todo esto por tu culpa, y no me vengas con tu discurso de que tus padres te han abandonado, porque ya no te creo. Si tanto te dolió que tus padres te hayan dejado ¿Por qué me dejaste a mi? ¿por qué has seguido con el patrón?. — cierro mis ojos con fuerza unos segundos — ¿Sabes lo doloroso es darse cuenta que tu madre solo te buscaba para sacarle dinero a su padre, porque ya no tenía para sus vicios?.

Su rostro tenía un semblante serio pero aun así podia ver que estaba tensa. Suelto una risa irónica para seguir hablando.

— Y pensar que papá piensa que puedes cambiar, después de toda la mierda que nos hiciste pasar. — mis ojos se humedecer, doy una bocado de aire para después soltarlo poco a poco — Solo... Solo necesito que vayas a rehabilitación. — la miro a los ojos para que sepa que voy en serio. — Mira, ni siquiera te lo pido que lo hagas por mí, solo hazlo por papá. — le pido casi rogando, apesar de ver escuchado esas palabras salir de su boca, quería que él fuera feliz. — No sé si te das cuenta de todo lo que hace por ti pero él realmente te ama. No puedes seguir así, Victoria.

Sus lágrimas corrían por sus mejillas sin dejar de observarme. Aparto mí mirada rápidamente de ella, no podía verla.

— Perdoname, de verdad. — susurra.

— Puedo perdonarte pero no voy a olvidar todo lo has hecho.

— Lo sé y lo siento. — suelta un lloroso. — Solo necesito que alguien me ayude.

— Ni siquiera haces el intento.

— Dana. — me llama, pero no la miro. — Dana mírame, por favor.

Llevo mis ojos hacía los suyos a duras penas.

— Te amo, hija. — era la primera vez que la escuchaba decir algo asi, mis lágrimas luchaban por salir, pero no lloraría frente de ella — Se que no fui la mejor madre y siento mucho todo lo que te hice pasar, solo necesito ayuda.

— Te la hemos dado siempre y ahora te la estamos ofreciendo de nuevo. No sé que más esperas.

— Vale. — me mira examinandome detenidamente. — Iré a rehabilitación por ustedes. Me gustaría que me dieras otra oportunidad.

— No, no, no, has perdido todas las oportunidades hace muchísimo tiempo. — me apresuró a decir, abrazándome a mí misma para darme seguridad. — Haz lo que quieras, solo quiero volver a ver a papá feliz.

Asiente dolida.

— ¿Y tú eres feliz, Dana?.

Levantó rápidamente mí mirada a ella. Ya hemos hablado suficiente, ya ha dicho que si lo hará, solo vine a hablar sobre eso y ya.

— Luego te informarán sobre la rehabilitación. — me doy media vuelta para caminar hacía la puerta. — Adiós, Victoria.

— ¡Dana!. — la escucho llamarme pero ya era demasiado tarde, había cerrado la puerta de la habitación detrás de mí.

●●●

Pedri.

No hay recuerdo en donde Dana no esté.

Desde pequeño hemos estados muy unidos. Según nuestros padres, crecimos como hermanos. Y si, así fue, crecimos juntos viendo lo bueno y lo malo del otro. Hemos hecho prácticamente todo juntos, tanto que no nos dábamos cuentas que hacíamos lo mismo: tener los mismos pensamientos de vez en cuando, terminar la oración del otro — todavía lo solemos hacer —, encontrarnos vestidos con el mismo color de ropa, tener de favoritos los mismos chuches.

Recuerdo qué la primera vez que patee un balón fue directo en la cabeza a Dana. Se había enfadado tanto que me tiró su libro favorito por la cabeza. Lo recuerdo tan bien que me saca una sonrisa cada vez que pasa por mí mente.

Era mí mejor amiga, y supe que eso cambiaría cuando empecé a verla con otros ojos. Cuando me empece a fijar realmente en ella, en su cabello pelirrojo, es sus pecas, en sus ojos verdes que tanto me gustaban, pero lo que más me gustaba era... Que era ella y su forma de ser.

Siempre ha estado para mí en todo y nunca me he dado cuenta de lo valiosos que es tener a una persona así. Creo que es eso lo que me enamoró, o me gusto, de ella. Te dice las cosas de frente aunque no te guste, te demuestra que es lo bueno y lo malo para ti. Siempre ayudaba a personas que no lo merecían.

Por eso ahora me encontraba frente la puerta de su habitación algo nervioso pero preocupado. Luego de que se marchara en plena noche, no pude quedarme de brazos cruzados en Barcelona, ella necesitaba a alguien ahora más que nunca.

Suelto un leve suspiró antes de dar unos golpecitos en la puerta. Eran las cuatro de la mañana y temia en despertarla pero conociéndola sabía que estaría dando vueltas en la cama tratando de reconciliar el sueño.

— ¡Quiero estar sola, papá!. — la escucho grita y mí corazón empezá a palpitar con fuerza, vuelvo a tocar antes agarrar el picaporte y abrir.

— Bueno, no me molestaría que me llamaras así, la verdad.

Trato de bromear, asomando mí cabeza por la puerta. El lugar estaba algo oscuro pero al darse cuenta de mí presencia, prende la luz de la mesita de noche, haciendo que el lugar de un tono cálido.

Se incorpora sorprendía por mí presencia. Al observarla pude ver qué tenía los ojos casados y su moño desarmado, algunos de sus mechones caigan sobre su rostro.

— ¿Que haces aquí?.

— Te he traído pastelitos y café. — me apresuró a decir mientras me siento en el borde de la cama. — No había de tus favoritas pero te traje de chocolate con...

— Pedro. — me corta, llevo mí vista hacia ella y me contempla unos instantes. — No tiene que estás aquí. Mañana tiene entrenamiento y te lo perderás por mí culpa, ¿Y si te dicen algo?.

— Ya, tranquila. — trato de calmarla, dejo las bolas sobre la mesita. Me recuesto a su lado, apoyando mí espalda en el cabecero. Acerco mi mano a su rostro para corre el mechón que tenía sobre sus ojos. — Ya he hablado Hector, les dije que faltaría por un asunto familiar.

— Yo no soy tu familia.

— Claro que lo eres. — arrugó el ceño. —  Eres parte de mí y de mí vida. Siempre lo has sido, Dana. — le aseguro hablando en serio.

Me mira unos segundos y sus lágrimas luchaban por salir, haciendo que hiciera que su labio inferior temblará. Estaba aguantando las ganas de llorar. Nunca la vi llorar frente a sus padres y, aunque se haga la dura, se que todo esto es difícil para ella.

— Ven aquí, cariño.

Abro mis brazos para que se acercará. Ella no tarda en sentarse a horcajadas encima de mí para esconder su rostro en mi cuello. Le acaricio la espalda mientras la escucho llorar. Era la primera vez que la veía hacerlo con tantas ganas.

A veces me preguntó porqué alguien tan bueno merece pasar por cosas malas, siento que era injusto.

No sé cuánto tiempo Dana estuvo llorando pero mientras le hacía mimos, le repetía una y otra vez que estaba aquí para ella y que no me iría a ninguna parte.

— Sabes, mí madre siempre nos decís qué cuando lloras tú alma se limpia y florece, así como cuando llueve y el árbol se riega y se pone bonito, llorar no es malo, llorar sana y cura las heridas, te reconstruye y te prepara para lo que sigue. — susurro. — Así que llora todo lo que quieras y florece, pequitas.

Termino de hablar dejando un beso en su coronilla. Estaba enfadado conmigo mismo porque nunca estuve es una situación así, no sabía si realmente estaba ayudando en algo.

Después de un rato dejo su cabeza sobre mí pecho, mirando un punto fijo de algún lugar de la habitación, pensativa. Suelte un leve suspiro para dejar nuevamente un pequeño beso en la cabeza.

— Victoria decidió ir a rehabilitación. — rompe el silencio.

Bajo mí mirada, sorprendido. Por un lado, sentí alivio al saber que finalmente decidió ir, pero por otro me preocupaba que no lo cumpliera, cómo solía hacerlo. Se que ella tampoco confiaba en su madre.

— ¿Lo han hablado hoy?.

— Si, mí padre se hará cargo de las demás cosas. — se incorporá, aún encima de mí, para mirarme a la cara. — También...

— ¿Qué?.

— También me han recomendado ir al psicólogo.

— ¿Y tú quieres ir?. — pregunto cauteloso.

— No lo sé, aún me lo estoy pensando. — susurra distraída, tocándome el cabello con delicadeza. — Creo que también es hora de alejarme de mí familia.

Suavemente, agarró sus muñecas para bajarlas y hacer que sus ojos conecten con los míos.

— ¿Estás segura de esto, Dana?.

— No, ahora mismos no estoy segura de nada. — tuerce su boca — Lo que pasa es que me encantaría confiar en las personas y tener esa tranquilidad de saber que no me volverán a lastimar. Quiero tener paz, Pedro.

— No es tu culpa todo lo que pasaste. — le aseguro mirándola a los ojos — Pero si es tu responsabilidad sanar. En la vida tienes dos opciones; quedarte en una esquina llorando, o levantarte y cambiar eso. Se que lo puedes hacer porque eres la chica más fuerte que conozco.

Traga saliva y pensativa baja sus vista a sus manos. Llevo las mías a sus caderas para hacerle unas pequeñas caricias en este. 

— Solo se que quiero alejarme de mi familia por un tiempo. — murmura. — Siento que tengo mucho en que sanar y comprender de mí misma, y ir al psicólogo es lo mejor que podría hacer, ¿Verdad?.

— Claro, bonita — le dedicó una leve sonrisa, antes de atraerla hacía a mí para dejarle un pequeño beso en la boca y susurrar sobre ellos; — Recuerda que no estás sola, me tienes a mí, al igual que a mí familia y amigos.

— Y a Minnie.

Sonrió al escucharla.

— Cierto, y a nuestra pequeña Minnie.

✿⁠ 

No hemos podido dormir mucho porque nos teníamos que levantar temprano, ya que Dana quería terminar de recoger las últimas cosas que había en su habitación. Tenía pensado no volver por un tiempo, así la ayude a meter su poca ropa en un bolso mientras ella se daba un ducha.

Su padre no apareció en todo el día y dudaba en que lo haga. Faltaba algunas horas para nuestro vuelo a Barcelona, nos encontramos en la casa de mis padres esperando a que la hora pasará. Fer iría con nosotros, él se había encargo de los boletos como siempre lo solía hacer.

— ¿Va todo bien?. — pregunto, al ver qué miraba su móvil constantemente.

— Si..., Le he avisado a mi padre que no volveré por un tiempo, pero no me contesta. — se aclara la garganta, dejando del aparato en la mesa y coge su taza de café  — Creo que no vendrá a despedirse.










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Los amo, muak.

Mile<3

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