– ¿Desde qué hora te sentías mal, Lele? Tienes mucha fiebre.
Chenle frunció el ceño, temblando ante la sensación de las toallas húmedas que Taeyong le estaba colocando. Jaemin desde el otro sofá veía todo con preocupación.
– Mmmh, desde la tarde, creo. No lo sé.
– Mi cielo, debiste decirnos. Pero vas a ver qué pronto te sentirás mejor.
Se sentía muy avergonzado por haber terminado cayendo enfermo en casa de su mejor amigo. Jaehyun se sentó cerca de él mientras le pasaba una paleta de limón para que la comiera.
– ¿Por qué no le dijiste a tus papás?
– No estaban, tío Tae. Salieron con Haechan... Mark también se fue con ellos.
Toda la situación de la denuncia los tenía muy tensos a los cuatro, sobre todo aquellos días donde Haechan tenía que presentarse a declarar o mostrar pruebas. Estaba siendo muy difícil para su hermano mayor enfrentarse a todo eso y le daba consuelo ver lo mucho que sus papás lo estaban apoyando y protegiendo.
– Duérmete cielo. Descansa.
Taeyong le quitó de las manos su paleta ya casi terminada y el pelinegro asintió, relajándose un buen rato. Jaemin se quedó a su lado, leyendo un libro de medicina.
Cuando despertó se sentó, bastante desorientado y algo mareado.
– Buenos días. Noches ya, qué bárbaro.
Jaemin le sonrió amplio, tocándole la mejilla para comprobar que ya estaba bien. Chenle se puso de pie lo más rápido que pudo, frotándose los ojos.
– ¿Qué hora es?
– Las ocho. Te estamos esperando para cenar.
– Creo que mejor me voy a casa, ya los molesté mucho. Me da pena.
Taeyong, que salía de la cocina con sincronizadas en una bandeja frunció el ceño. Las dejó sobre la mesa y se cruzó de brazos, parándose frente a los dos niños.
– Nada de eso, niñito. Nunca nos molestaría que estés aquí con nosotros. – el menor se quedó callado, poniéndose muy tímido, sin embargo, no dudó en abrazar a Taeyong que de inmediato lo rodeó con sus brazos de manera maternal y le besó la frente. – Te queremos demasiado y esta es tu casa también. Somos tu familia y yo siempre te voy a cuidar.
– Te quiero mucho, tío Tae.
– Y yo a ti. Vamos a cenar, les preparé sincronizadas y Jae está haciendo el licuado.
Los dos niños asintieron y luego de lavarse obedientemente las manos cenaron muy contentos. Chenle tenía que apurarse para llegar a casa, pero cuando Jaehyun le llevó a su esposo una prenda para remendar y comenzaron a platicar entre todos decidió quedarse un rato más.
– Entonces yo le dije a mi compañera que iba a cubrir su turno en la pastelería, pero que era la última vez. Sé que ya han sido cinco viernes en los que me deja botado pero a la pobre siempre le pasan cosas malas. Además ¡Pobrecita! De veras me da tristeza. Tiene la edad de mi Mark precioso.
Taeyong abría más de lo normal sus ojos mientras les hablaba de su día, con Jaehyun acariciándole la pierna. Taeyong entrecerró un poco más los ojos mientras continuaba arreglando el saco de su traje: Jaehyun no tenía idea de cómo pero su esposo se las arreglaba para hacer cualquier cosa, como sacarlo del apuro con esa prenda que tenía que usar si o si en su junta de mañana y que no tenía idea de cómo se había roto tanto. Tae dió un par de puntadas más y luego extendió la manga para que ambos la observaran.
– Quedó perfecta. Nadie lo notará.
Los dos niños asintieron y luego se miraron con la nariz arrugada ante la mirada enamorada de Jaehyun.
– Ángel.
– ¿Mmmh?
La manera en que sus ojitos brillaron al encontrarse con los suyos lo derritió.
– ¿Cuántas abuelitas tendrá tu compañera? Ya conté tres que se fracturaron y dos que murieron.
Taeyong abrió más los ojos, consternado. Lo que Jaehyun decía era verdad.
– Bueno, no... sé. Quizás son bisabuelitas.
El pelinegro rió mientras negaba con la cabeza.
– ¡Deja de reírte! No es algo gracioso.
– Si lo es ¿Por qué crees que ella no miente?
– ¡Quizás no lo haga! No sabemos si en verdad no tiene esos problemas...
Jaehyun rió de nuevo y Taeyong le hizo una cara triste para que se detuviera.
– Lo siento bubu. Es que le crees a todo el mundo.
– Pero eso no es malo, si no somos buenos entonces no habrá ternura en el mundo...
– Si, pero necesitas tener un poco más de maldad.
– La maldad no es linda.
– No, no lo es, tienes razón. Y tú eres muy precioso, pero si no eres un poquito malvado entonces alguien podría aprovecharte de ti y hacerte daño.
Taeyong reflexionó el punto de su esposo y aunque tenía razón, él siempre vería lo mejor de las personas. No importaba qué.
– Tú no lo harías. No lo hiciste conmigo.
– ¿Hacer qué?
– Aprovecharte de mi. Tú no lo harías. ¿Ves? Tú me quieres mucho y no lo harías. Elijo creer eso, entonces vale la pena ser buena persona si tendré a una buena persona conmigo también.
– Yo te amo mucho. Y si, yo nunca te lastimaría.
Jaehyun terminó con la distancia personal entre ambos y no paró de darle besos en toda la cara, turnándose para besarlo también en los labios.
Luego de esa tierna escenita y de que Taeyong le empacara medicamentos por si volvía a sentirse mal, los tres lo llevaron a casa, aprovechando para recoger a Mark.
Chenle se despidió de los adultos con un abrazo suave.
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– Papi.
– ¿Si mi amor?
– ¿Te acuerdas de la tesis de tu alumna? La que me dijiste que querías contarme.
– Si bebé.
– ¿De qué trataba? Quiero saber.
Haechan se acurrucó más entre sus brazos. Taeil sentía que lo tenía todo en el mundo con tener a su hijito así de cerca.
– Ella es estudiante de Biología y su tesis es acerca de la evolución del comportamiento de los osos. – Haechan sonrió, dejándose acariciar la mejilla por su papá. Podían escuchar al pobre Mark obedeciendo las órdenes de Johnny para preparar la cena. – Los osos malayos imitan expresiones faciales de otros animales. Y todos los osos han tenido que evolucionar mucho por culpa del cambio climático y todo lo que pasó en Alaska después del proyecto que aprobaron en Estados Unidos. Ellos ya no abandonan a sus ositos siendo bebés.
– ¿En serio?
– Si. Ahora se quedan hasta que son capaces de reproducirse. Así intentan protegerse más y tener más recursos entre todos.
– Pobres. Yo no quiero que se extingan, papi.
Taeil asintió y besó su frente con amor.
– Esperemos que no mi sol.
– Oye, pá.
– ¿Qué pasa?
– Te amo.
– Yo te amo a ti, osito, con toda mi alma.
Haechan se relajó y casi se quedaba dormido en brazos de Taeil, hasta que notaron la presencia de Chenle mirando directo al sofá donde ellos estaban.
– Me voy, mi papá vino por mi. Muchas gracias por dejarme acompañarlos hoy señores Suh.
Mark salió de la cocina, tropezando con sus propios pies en el trayecto. Haechan se levantó para darle un besito y despedirse y finalmente Chenle se acercó a Taeil. Estaba muy cansado.
– Hola mi amor ¿dónde estabas?
Taeil miró a Lele con curiosidad. Nunca solía llegar tan tarde.
– Con Nana.
– Hoy llegamos muy tarde. Nos tardamos mucho con las abogadas. Apenas vamos a cenar ¿cenas con nosotros?
– Cené en casa de Jaemin.
– Oh, está bien mi bebé. Seguro Taeyong te hizo algo muy rico de comer.
El adulto le besó la mejilla y lo abrazó. Haechan se unió al abrazo y besó la mejilla de su hermanito.
– Hae tendrá un careo con ellos. Será muy difícil para él.
– Eso es horrible. Ojalá pudiéramos pegarles verdad papi.
– Así es mi Lele. Tenemos que ir a Chicago. Puedes venir con nosotros para que estés con tu abuelita Myo.
– Ah, hablando de viajes y eso. Ya estuve buscando hoteles para quedarnos y aunque es un lugar sencillo...
– Sobre eso, mi amor...
Johnny se acercó para besar la frente de su hijo pequeño y luego comenzó a ordenar la mesa para cenar.
– Ahora qué, papá. Ahora qué.
– Ey, no le hables así a tu papá. Lo de tu hermano es importante y ni siquiera avisaste que no estarías en la casa, jovencito.
Johnny lo miró mal y Chenle le frunció el ceño. No estaba de ánimos para obedecerlo.
– El careo se cruza con esas fechas mi amor. Tendremos que suspenderlo. Lo siento mucho bebé, pero lo haremos, de verdad. Sólo será en otra fecha.
Haechan se sintió mal por ver a su hermanito así de triste. No había dejado de hablar del dichoso viaje, de como ya le había encargado sus experimentos a Jaemin y que había trabajado al doble en sus inversiones para tener ese tiempo libre.
– Ustedes deberían irse. Yo puedo ir al careo con mi papá. Está bien. De verdad. No quiero que se lo pierdan. – Haechan propuso muy seguro, intentando darle esperanza a su hermano.
– De ninguna manera te dejaremos solo en esto mi vida. Tu hermanito lo entiende ¿verdad Lele?
El niño se encogió en su lugar. Tanta adoración a Haechan en esa casa lo abrumaba. Y lo peor es que él era parte de eso porque también lo amaba demasiado.
Haechan era adorable y siempre los hacía reír.
– Entonces deberíamos ir los cuatro. Juntos. – Haechan propuso. No quería ser la causa de la decepción de su hermano. – Podríamos aprovechar que estaremos fuera y tomarnos unos días al menos. Me ayudaría a despejarme, la verdad. Pero yo quiero ir a Hawaii. Estaba muy lindo ahí.
– Uhm. Bueno, yo tengo acciones en un hotel de ahí y podría conseguir un descuento.
Los tres miraron a Chenle con curiosidad. Siempre los sorprendía.
Y así fue como con sólo unas palabras, Haechan consiguió que sus papás ya se encontraran planeando un viaje. Ni siquiera parecían futuros divorciados.
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– Johnny, ¿Podría quedarme hoy? No me gusta conducir tan tarde.
Taeil bajó las escaleras, luego de haberse dormido un ratito con Chenle. Johnny estaba en el sofá, revisando documentos en su computadora y alzó la mirada hacia él, quitándose un momento los anteojos.
– Claro que sí. Quédate y descansa mucho. Yo puedo dormir en el sillón.
– No es necesario. Dormiré con alguno de los niños. Hace frío y ellos siempre están calientitos.
El bajito jugó con la manga de su suéter. No sabía qué hacer y respiró profundo, una y otra vez.
No era el momento, pero ¿Cuando lo sería? Realmente jamás.
– ¿Podemos hablar?
Johnny asintió y lo siguió con la mirada hasta que se sentó a su lado. Taeil observó sus rodillas y entrelazó sus propias manos, intentando darse valor.
– Quiero pedirte una disculpa. – habló por fin, mirándolo a los ojos. – Por todo lo que te he hecho desde que nos separamos.
– No me hiciste nada...
– Tú sabes que hice mal. No me justifiques, por favor. – Taeil lo tomó de la mano y acarició sus fuertes dedos, sosteniéndolos. – Te lastimé, me aproveché de ti y de lo culpable que te sentías para que hicieras lo que yo quería. Perdóname.
– Todo lo que hicimos yo lo quería también.
– Johnny, no lo querías de la misma manera. Tú querías algo más. Y yo ya no puedo dártelo.
– Si puedes darmelo. Yo sólo te quiero a ti. – acarició la mejilla del castaño con el pulgar, mirándolo a los ojos. – No me importa nada más. Yo no estoy enojado ni dolido contigo por nada de eso. No importa ya.
– Yo no...
– Lo veo en tu mirada cada que estamos juntos. No ha cambiado la forma en que me ves.
– Es que eso nunca va a cambiar. - lo miró suplicante y con los ojos llenos de lágrimas. El alto le hacía muy difícil terminarlo todo. – Eres el papá de mis hijos, eso nunca cambiará. Hay cosas que no van a cambiar ya.
– Como lo que yo siento por ti, Taeil. Te amo más que a mí mismo. Eso nunca va a cambiar.
Al alto le partió el corazón ver a la persona que amaba romperse frente a él. Taeil se sentía desesperado y Johnny lo supo.
Y entendió que tenía que rendirse.
– Tú ya no me amas ¿Verdad? – el castaño cerró los ojos y soltó un sollozo mientras se abrazaba a él. – Mi amor, dime la verdad. Quiero escucharte.
– Ya no. Por más que lo intento ya no puedo. Ya no... Ya no es como antes.
– Está bien, no estés triste. Ya. – el americano lo consoló acariciándole la espalda y dejando cortos besos en sus labios. – Me lo merezco.
– Lo siento mucho. Lo siento mucho, de verdad lo lamento. De verdad no quería lastimarte más. No mereces nada malo Johnny. Eres la persona más dulce del mundo. Perdóname. Yo no valía la pena. Lo siento muchísimo. Perdón.
Taeil se mordió el labio mientras lo miraba con súplica. El pelinegro le limpió las lágrimas y negó con la cabeza.
– Tú lo vales absolutamente todo. Todo. Quería intentarlo porque lo vales y no me arrepiento. – Johnny le apartó el cabello para besarle la frente. – No me gusta que estés triste. Todo está bien. Cada segundo junto a ti me hiciste felíz.
– Yo soy malo. Soy mala persona.
– No lo eres.
–Al principio quería lastimarte. Quería que sufrieras. Deseaba odiarte por lo que me dijiste. Pero... Cuando sabía que te lastimaba, yo también sufría. Y yo no quiero más de eso, ya no, Johnny. Perdóname.
– Me lo merecía. Taeyomi, está bien.
– P-pero...
– Digas lo que digas no voy a enojarme contigo, a insultarte o a tenerte rencor, si eso es lo que buscas. – Taeil se quedó callado y con los ojos bien abiertos, sintiendo los labios de Johnny en su frente. Le seguía sorprendiendo lo mucho que lo conocía. – Nunca podría tenerte rencor. Tú fuiste lo más hermoso que me pasó y te perdí. Y lo siento mucho porque todo esto fue mi culpa.
– Fue culpa de los dos.
– Te lastimé mucho. Era obvio que nada iba a ser igual que antes. Pero. – Johnny le besó la nariz y lo miró a los ojos – Necesito que sepas que jamás, jamás he deseado que algo malo te suceda. Nunca. Desde antes de casarnos siempre le pido a Dios que te cuide, que te proteja y que adore tu hermosa vida como lo hago yo. Necesito que lo sepas ¿Puedes creerme?
Taeil asintió, sonriendo con tristeza y se dejó besar por algunos segundos.
– Te quiero mucho. Y te amo, Johnny. Eres mi familia. Mi osito papá.
– Yo te amo a ti, osito papi Taeil.
– Siempre cuidaré de ti. También tenemos que ser mejores papás. Hemos estado descuidando mucho a nuestros bebés.
Johnny asintió y lo dejó acurrucarse en su pecho. Abrazarse así se sentía bien y no hizo más que suspirar. Se sentía aliviado, aunque no dudaba que lloraría por horas apenas se quedara solo.
– Vamos a ir a Hawaii toda una semana. No sé si estoy listo para soportar a tus hijos allá.
– ¿Crees que aún siga vendiendo piña colada el mismo señor de las otras veces? Era lo más rico del mundo.
– Espero que sí, Lunita. Aunque no concuerdo contigo, lo más rico son los tacos campechanos.
– No lo creo. ¿Sabes que me pasó el otro día? Mis alumnos hicieron un convivio y pidieron tacos. Me hicieron daño.
– Pobrecito. ¿Te acuerdas cuando a Chenle le hizo daño el Kalua Pig de nuestras vacaciones?
– Si me acuerdo. Mi pobre bebé terminó vomitando todo el restaurante.
– ¿Pobre? A ese mocosito siempre le hacía daño la comida y no le importaba donde se vomitaba.
– Es un niño de mami así como tú, Johnny.
– Hablando de mi mami. Mi tía Eulalia ya empezó a pagarle lo del préstamo.
– ¿En serio? Al fin ¿Y sabes cómo es que ocurrió ese milagro?
– Digamos que mi mamá volvió a prestarle. Y como era una urgencia, mi tía decidió reflexionar y pagar su deuda.
– Me alegro por tu mami. Era mucho dinero. Pero no debió prestarle de nuevo.
– Si. Y luego no sabes de qué me enteré.
– ¿Qué pasó?
– ¿Te acuerdas de mi tío Poncho? Y su hija Daisy.
– Si me acuerdo. Ella es muy agradable.
– Ajá. Pues tuvo a su bebé. Fue niña.
– Wooow. Pensé que no podía tener hijos por su enfermedad.
– Si, su enfermedad en la sangre. Pero al final si pudo. Aunque le contó llorando a mi mamá que a su bebé la intubaron cuando nació y no pudo verla hasta después.
– Debe sentirse horrible pasar eso. Lo siento mucho por tu prima.
– Ahora ya está bien. Dicen que es una niña tremenda y que se enferma seguido por todas sus travesuras. Y que cuando se enferma su papá se quiere morir.
– Cuando Haechan se enfermaba los dos siempre estábamos llorando.
– Y Lele casi nunca se enfermaba. Siempre ha sido un señor chiquito.
– Chenle es... Muy impredecible a veces. Pero nunca nos oculta algo. En cambio Haechan siempre ha sido bueno para esconder las cosas. – Taeil suspiró con pesar. – Nuestro bebé ha sufrido mucho.
– Yo me encargaré de que esos idiotas paguen lo que le hicieron a mi sol. Te lo juro.
– Lele me dijo que quiere irse a vivir conmigo. Supongo que como es pequeñín me necesita un poco más. – Johnny asintió. – Pero no creo que sea el momento. Por todo lo que está pasando con Haechan, no puedo estar muy lejos de él. No es el momento.
– Lo entenderá.
– En verdad espero que sí. Es... Una gran responsabilidad que ahora no puedo llevar yo solo. No quiero fallarle.
Chenle, que se había levantado para acompañar a Daegal al baño, se quedó a mitad de la escalera escuchando lo último. Se sentía una carga últimamente.
– Lele es... Muy difícil de cuidar.
– Ah, pero tú y Haechan estaban aferrados en tenerlo.
La perrita lloriqueó, llamando la atención de los dos adultos y él tuvo que bajar antes de que terminara limpiando el piso.
– Mi bebé ¿Cómo estás?
– Bien.
Chenle caminó para abrir la puerta del jardín, donde Daegal pudo hacer sus necesidades. Miró a la cachorra oler lo que había hecho y luego regresó a su lado, lista para entrar a casa. Subió de regreso a su habitación sin mirar a ninguno de los dos adultos y dejó a Daegal durmiendo antes de salir nuevamente e irrumpir en la recámara de Haechan, que dormía plácidamente.
– ¿Hae? Oye – luchó por entrar a la cama, poniendo de mal humor a Haechan.
– Qué quieres mocoso.
– ¿Puedo dormir aquí?
Hae abrió un ojo para mirarlo y asintió perezosamente.
– ¿Soñaste feo?
– Si.
– ¿Qué soñaste?
– Muchas cosas feas.
– Eso nunca pasará. – Haechan lo abrazó, dándole suficiente espacio en su cama. – Yo siempre voy a estar contigo, Lele.
– Ayno, que feo.
– Tonto. Aunque no quieras estaré contigo.
Chenle se dejó besar la mejilla y no tardó en quedarse dormido con el abrazo de su hermano. Haechan daba los mejores abrazos.