No podía más, no podía, no podía. No lograba dormir, no tenía apetito y las drogas comenzaban a ponerlo más paranoico. Le dolía el cuerpo y todo el día se la pasaba llorando. Se sentía débil, cansado, demacrado.
El alfa cenizo comenzaba a tratarlo de forma distante y ya un par de veces había llevado a otra omega. Lo golpeó un par de veces y una vez lo dejó encerrado en la habitación donde solían tener al peliverde. Ese fue el peor día. La ansiedad estuvo en su punto máximo y las alucinaciones fueron aterradoras, todo daba vueltas, su piel ardía como si acabasen de bañarlo con aceite hirviendo, como si su piel se estuviera desprendiendo de la carne y como sus entrañas estuvieran cocinándose desde dentro.
Sus sentidos estaban abrumados. Su vista era borrosa y sus ojos ardían. Escuchaba susurros y voces que lo atormentaban desde hace tiempo, pero la más fuerte de esas, era de Deku. No sentía sus manos, se desesperaba al no poder palpar su cuerpo con normalidad para tratar de calmar su dolor. El sabor metálico y agrio en su boca era un tormento, que, gracias a todas las cosas malolientes que había percibido, su mente le jugaba sucio y le hacía creer que tenía la carne podrida, las heces y la orina en la boca.
Estaba delirando en la locura. Ni siquiera estaba presente, se la pasaba ido por un largo rato y nunca se daba cuenta de lo que pasaba a su alrededor. No se dio cuenta de que Red Riot estaba en un estado similar al suyo. Solo se daba cuenta de su propio sufrimiento.
El cenizo estaba cansado de esos dos, de pronto se comportan de formas extrañas y no lo escuchaban. Trató de averiguar si habían probado otra droga que no se las haya dado él, pero no encontró ni una prueba de ello. Quería matarlos, estaba furioso con ese par. Pero no podía hacer casi nada porque su jefe lo tenía bajo la mira y le estaba encargando muchos trabajos. Eso le pasa por ser de los mejores en su organización.
Salió del departamento después de insultarlos y amenazarlos de muerte.
Tan pronto como el alfa salió, los otros dos que vivían ahí gritaron y se volvieron locos. Era como si el fantasma de Deku se mantuviera a raya solo cuando Dynamight estaba presente en la misma habitación.
El rubio no podía más, no lo soportaba. El pelirrojo no se dio cuenta de cuándo fue que el omega salió corriendo despavorido, saliendo del departamento para perderse de su vista.
Las personas se apartaban al ver al pequeño correr en su dirección, parecía aterrado, desorientado. Algún par lo quiso detener para preguntarle dónde estaban sus padres o qué era lo que sucedía, para así brindarle ayuda. Pero apenas y hacían el ademán de agarrarlo, él gritaba y corría más rápido.
Ya no percibía la presencia del pecoso detrás de él, pero aún sentía el miedo a flor de piel. Después de muchas cuadras corriendo, se detuvo a tomar aire. No conocía esa parte de la ciudad. Se recargó en la pared y cerró los ojos para calmarse un poco.
—Diles.
Se sobresaltó, ni un minuto de paz lograba tener. Miró a su alrededor, pero no había nadie. Tampoco sentía frío como siempre, ni percibía ningún olor fétido. Ya estaba completamente loco.
Dejó caer su cabeza para volver a apoyarla en la pared y descansar un poco.
—Diles.
—¡Mierda! —sostuvo su cabeza entre sus manos y jaló del cabello con fuerza.
—Diles la verdad.
—No puedo, no puedo —murmuraba, lágrimas caían de sus ojos mientras negaba con la cabeza en repetidas ocasiones.
—¡Cuéntales la maldita verdad!
—¡No!
Todo estaba siendo… ya no sabía cómo describir su situación.
Pasó minutos retorciéndose para alejar esa voz insistente que no dejaba de presionarlo. ¿Cómo carajo quería que “cuente” lo que pasó?
Nada servía para que dejara de hablar, en cuanto dejaba de gritar, volvía a repetir esas mismas palabras, una y otra vez. Un tipo pasó frente a él y lo golpeó, después lo insultó y lo llamó “drogadicto de mierda con el cerebro derretido”… cosa que claramente sí era.
Se levantó con la respiración acelerada y su corazón latiendo a mil por hora. Agarró a la primera persona que pasó frente a él, y la abordó con demasiada energía, preguntando cuál era la comisaría más cercana de la zona. La mujer manoteó para quitar sus sucias manos de encima y se alejó apresurada, sin contestar a su pregunta.
Persona tras persona, ninguna le respondía. Y la voz seguía ahí.
Estaba entrando en desesperación al no poder acallarla.
—Hacia allá, a unas cuadras —respondió una chica algo joven —¿Qué te pasó?
—¿Y a usted qué putas le importa? —gruñó, generando una cara de indignación en la mujer.
Salió corriendo hacia donde le indicaron, mientras se tapaba los oídos. En medio del camino, cayó al suelo después de tropezarse. Su cuerpo retumbó y el dolor incrementó de forma bastante molesta.
—¿Te lastimaste? —levantó la mirada, Deku estaba frente a él.
No entendía cómo podía seguirlo incluso fuera del departamento. Se supone que los fantasmas se quedan anclados al lugar donde murieron. Se echó hacia atrás y miró con detenimiento.
Se veía menos demacrado, aunque aún estaba muy herido. Su aroma ya no era tan jodidamente asqueroso. No olía a podrido ni a mierda, solo a orines y se podía percibir algo más, pero no sabía bien el qué. Era demasiado delgado y de su cabeza escurrían chorros de sangre.
—No… —respondió y desvió la mirada.
—Qué pena —no sonreía, su semblante era serio, por primera vez lo veía de esa forma.
La tensión en el sitio seguía aumentando, hasta que el peliverde saltó sobre él para atacarlo. En su cara se podía ver la furia que sentía contra él, el rencor. Lo ahorcaba, arrebatándole el aliento mientras también azotaba su cabeza contra el suelo.
Una persona se acercó corriendo al ver al pobre muchacho teniendo una especie de ataque. Lo sostuvo de los hombros para hablarle y verificar su estado, pero en cuanto lo tocó, pareció volver en sí. Se levantó con rapidez, como si nada, y salió corriendo. Las personas que pasaban por la zona estaban muy confundidos por el espectáculo del rubio.
Retomó su camino hacia la comisaría, teniendo las cosas un poco más claras. Entró al edificio con brusquedad, espantando al oficial que estaba en recepción, comiendo una dona mientras leía el periódico. Se acercó al escritorio, tomó aire para poder hablar.
—¿Qué necesitas? —preguntó sin darle verdadera importancia, devolviendo la vista al pedazo de papel en sus manos.
—Vengo a… —tosió, su garganta dolía —Reportar un asesinato.
El oficial levantó la mirada, lo observó con detenimiento y decidió ponerle atención. El muchacho se veía realmente mal. Se levantó para guiarlo a una sala especial y, de camino, le hizo una señal a uno de sus compañeros para que lo acompañase.
Denki temblaba y sentía frío, se sentía observado por miles de personas. Comenzó a arrepentirse, y estuvo a punto de salir corriendo una vez más. Se dio la vuelta hacia la salida, pero se detuvo de golpe al ver a cierto peliverde detrás de él. Carraspeó y volvió su camino al interior de la sala de interrogatorios.
Lo metieron a la sala y lo sentaron frente a ellos, esperando a que comenzara a hablar. El rubio temblaba y tenía la vista fija en una de las esquinas, se notaba ido. Los dos policías comenzaron a pensar que eso era una completa pérdida de tiempo, seguro el niño estaba drogado y seguro lo que les iba a decir no era real.
—¿Entonces? —preguntó con cansancio.
—Amm… —apretó los labios y se removió algo incómodo —Mi novio, su amigo y yo matamos a alguien —jugaba con sus manos, podía sentir las tres miradas sobre él, la más fuerte era la del pecoso que estaba pegado a él —Lo secuestraron y lo torturamos hasta que murió.
—Niño, no inventes cosas —gruñó cansado de los reportes falsos.
—¡Es verdad! —saltó con desesperación —Lo violaron entre muchos alfas, le pegamos, lo colgamos del techo, quemamos su piel, lo hicimos comer de su propia carne, también le dimos meados y mierda —confesaba con rapidez —Y también, siempre lo teníamos drogado para que siempre estuviera riendo, porque si no lo hacía, subíamos la intensidad de su castigo.
Los oficiales se miraron con confusión. Ese chico temblaba y su mirada se encontraba perdida mientras lágrimas se derramaban de sus ojos, tal vez era buen actor. Aun así, debían de hacer su trabajo.
—¿Cuáles son sus nombres? —se inclinó hacia enfrente mientras tomaba la pluma que estaba sobre la mesa, apuntaría los datos en una pequeña libreta.
—No sé —susurró, sonaba tan ridículo —Y-Yo me ll-llamo Denki Kaminari —su voz comenzó a temblar —P-Pero no sé cómo se llaman los demás…
—Si es tu novio, deberías de saberlo —bufó con fastidio.
—Nunca me dijo su nombre —se encogió en su lugar, ese hombre emanaba la misma presencia dominante que el cenizo —U-Usamos sobrenombres… el chico que matamos le decían “Deku”, creo que era prostituto en el barrio bajo —llevó sus manos hacía su boca para morderse las uñas.
—Vale —algo es algo, suspiró después de hacer pequeñas anotaciones —¿Cómo lucía?
—Pelo verde, rizado, sus ojos eran del mismo color y tenía pecas por todo su cuerpo —describió.
Volvió a levantar su mirada hacia donde estaba el fantasma que lo había perseguido y torturado por casi dos semanas. Su apariencia volvió a cambiar, la sangre ya no salía a chorros, solo tenía heridas algo feas en sus labios, mejillas y su frente. Se veía más rellenito, ya no tan cadavérico. Su mirada estaba cansada.
—D-Dynamight es mi novio —siguió hablando, esta vez mirando a los dos hombres frente a él —Tiene cabello cenizo y sus ojos son rojos, es un alfa con carácter demasiado fuerte —una idea vino a su mente, podía notar la duda en los ojos de los más altos —M-Miren —extendió sus brazos ya más delgados y les enseñó los moretones —Hace unos días me golpeó, tengo marcas por todo el cuerpo…
Claro, no servía de nada. Tenía marcas de todas las veces que se ha pinchado para meterse heroína. De hecho, en ese momento estaba algo “feliz”.
—¡Red Riot es su amigo! —volvió a llamar la atención de los alfas, quienes ya lo estaban juzgando con la mirada —Pelirrojo, con ojos rojos también.
—Chico, esto no nos sirve de casi nada —se recargó en el respaldo y se cruzó de brazos, aunque su compañero seguía haciendo anotaciones.
—¡Puedo decirles dónde está su cráneo! —entró en crisis cuando vio al pecoso acercarse a esos dos.
Este apoyó sus manos en sus hombros y les susurró alguna cosa que no alcanzó a escuchar. Estos se estremecieron, dándose cuenta de que algo pasaba en el ambiente. La temperatura había descendido con rapidez.
Después de terminar de proporcionar información, lo dejaron en una celda donde normalmente retenían a criminales no peligrosos, mientras ellos se dirigían hacia donde él les había indicado. No esperaban encontrarse con una escena del crimen, el rubio realmente parecía no estar en la mejor condición o tener demasiadas habilidades cognitivas debido a las cosas que se metía de forma regular.
Tocaron a la puerta, pero no recibieron respuesta. Volvieron a insistir y se escucharon ruidos extraños. Decidieron desenfundar sus armas y prepararse para cualquier problema.
Apuntaron hacia enfrente cuando la puerta se comenzaba a abrir. Y ahí estaba, un alfa pelirrojo que se veía igual de demacrado que el omega que había llegado a la comisaría.
Olfatearon el ambiente e hicieron gestos de desagrado. Del interior, salía un aroma agrio y algo raro de describir. El llamado “Red Riot” cambió su semblante en cuanto vio sus uniformes, parecía nervioso.
—Es una revisión rápida —anunciaron, pues se veía confundido.
—Ah —se giró y buscó con la mirada una cabellera rubia, gruñó cuando no lo encontró a simple vista —Pasen.
Estaba tranquilo, no había ningún rastro de ningún crimen que hayan cometido en el lugar. Lo más raro que pueden encontrar es un charco de su vómito que justo había hecho. Se asomó a las habitaciones para buscar al novio de su jefe/compañero, pero no encontró nada. Miró hacia atrás, creyendo que los oficiales estarían justo ahí. Pero no, estaban en la lavandería.
Respiró lentamente para calmarse y convencerse de que nada iba a pasar. Sintió un agujero en su estómago cuando los vio sacar el peluche de All Might.
—Danos unas tijeras —ordenaron firmemente, convencidos de lo que hacían.
—¿Para?
—Aquí, un cuchillo —su compañero le extendió dicho objeto punzo cortante.
—¿Qué hacen? —se acercó tambaleante a ese par de intrusos, su corazón iba acelerado.
La costura fue desgarrada y la cabeza del peluche cayó floja por esa falta de soporte. Se colocaron guantes esterilizados y empezaron a hurgar en el relleno hasta que sintieron algo duro. Uno sacó sus manos para permitirle sacar esa cosa.
El pelirrojo sintió su alma abandonar su cuerpo, esos dos sabían perfectamente a lo que iban. Los dos pares de ojos se fijaron en él, eran buenos policías y se notaba en el aura sumamente dominante que tenían. Le dieron ganas de orinar.
El cráneo de aquel omega estaba fuera de su escondite, siendo sujetado por el hombre más alto.
—¿Qué mierda? —se escuchó en la entrada del departamento, Dynamight había llegado.
—A-Amigo… —se calló, no sabía qué decir para escudarse.
—Ustedes dos, quedan bajo arresto.
El cenizo hizo el ademán de salir corriendo, pero fue rápidamente tirado al suelo, en medio del pasillo.
Un bullicio llamó la atención de todos los inquilinos de ese piso, quienes se asomaban curiosos por la situación. Nadie se sorprendió al ver al vecino menos… agradable, siendo arrestado.
Los noticieros no tardaron en sacar notas informativas sobre el caso, el cual era brutal. El omega de nombre Denki Kaminari, relató todo con sumo detalle, su pobre cabecita no soportó el remordimiento de haber cometido el peor crimen de la ciudad.
No pasó demasiado tiempo para que ese trío de asesinos fuera a la corte, y sin mucha discusión, les dieron sentencia. Cadena perpetua a los dos alfas, y 20 años al omega, con multa de 1440 salarios.
El país entero se indignó al ver la actitud del cenizo. Este tenía una sonrisa egocéntrica en su rostro mientras el crimen era relatado con detalles. Paseaba su mirada por todas las personas presentes, hasta que se topó con un hombre de traje azul marino, del mismo color que su cabello. Ese tipo cargaba a una niña de aproximadamente 3 o 4 años…
Un gruñido gutural salió de su garganta, la mocosa le recordaba a Deku.
—¿Era su esposo? —preguntó el abogado defensor de los acusados, el cual lo único que tenía que hacer era reducir al máximo la sentencia.
—Sí.
—¿Consumían drogas? —se sobreentendía lo que intentaba hacer.
Quería manchar la imagen del pecoso, para que la gente deje de empatizar con él por ser un drogadicto y un culo suelto.
—Cuando nos enteramos de que estaba preñado, nos desintoxicamos juntos —respondió con firmeza y seguridad —Izuku dejó de consumir droga alguna, ni tabaco, ni alcohol.
—¿Y por qué volvió a prostituirse? ¿Qué acaso un alfa no protege a su familia? —ahora intentaba ponerle culpas al peliazul.
—Nos casamos por la niña, pero nuestra relación era difícil, discutíamos todo el tiempo —sería sincero —Decidimos que lo mejor era tomar caminos separados.
—¿Y por qué no se llevó a la niña? —claro, era mala madre.
—No se lo permití, tengo un trabajo estable que me permite mantener a mi niña —bufó —Para él sería más complicado.
—Así que le arrebató a su bebé.
—No, fue decisión conjunta —nadie conocía nada del peliverde, una pequeña mentira no era problema.
El dichoso Katsuki Bakugo alias "Dynamight" estaba que ardía en furia. Algo dentro de él se revolvía al escuchar que ese tipejo había tenido un engendro con el omega de ojos verdes.
Quería vomitar.
El tiempo pasó y la sentencia fue dictada. Le dio igual, saldría de ahí con ayuda de los contactos de su jefe.
Los sacaron de la sala mientras todo el público los insultaba y trataba de llegar hacia ellos para golpearlos. Exigían la pena de muerte.
Los trasladaron a prisión, dónde dos de ellos "pasarían" el resto de sus días. Eijirō se veía fatal, lo cual confundió al otro oji rubí. Este último era, con gran diferencia, el que mejor se la estaba pasando.
Lo metieron a su celda, la cual le tocó compartir con una liendre buena para nada. Las horas pasaban, el sol salía y se ocultaba. Llovió, hizo viento, el sol calentó la tierra y las nubes disiparon el calor… hasta que, se comenzó a volver loco.
No entendía qué estaba pasando. Cada puta persona que pasaba frente a las rejas, tenía el rostro demacrado de Deku. Le hablaban, y era su voz, su maldita voz.
"¿Kacchan se la está pasando bien?"
"Kacchan debería sonreír"
"¿Por qué no sonríes?"
"¡Sonríe, maldito hijo de puta!"
Esos y más gritos se escuchaban dentro de su cabeza. No podía dormir, cada que cerraba los ojos, sentía un manto frío rodear su cuerpo y el peso de alguien sobre él. El toque de unas manos traviesas recorría su cuerpo con toda libertad.
Trataba de ignorar esa sensación, pero conforme pasaban los segundos, todo se intensificaba. Su cabeza comenzaba a delirar y los susurros perturbadores se escuchaban cada vez más cerca y a la vez distorsionados.
Cuando abre los ojos, no hay más que oscuridad y silencio casi completo. La luz del pasillo estaba apagada y se podía escuchar murmullos de los oficiales a cargo de vigilarlos, pero, sus voces también cambiaban con cada frase. Se volvían más graves o más agudas, rasposas o delicadas. Era como una sinfonía perturbadora, de la cual no podrías entender ni una sóla palabra aunque le pusieras el 100% de tu atención.
Se sentía inquieto, no podía descansar ni un poco.
Sus ojos parecían estar hundidos en su cráneo. Juraba que sus ojeras estaban tan marcadas que parecía tener maquillaje. Afortunadamente no tenía espejos, porque si no, se volvería aún más loco al ver cómo su atractivo se esfumaba.
Escuchó una risita de bebé, volvió a llevar su vista hacia afuera de la celda y vio cuatro sombras. Tres bebés parados, sosteniéndose de las barras, y una niña junto a ellos.
Lo que más odiaba de ese mundo, los niños. Intentó gritarles para que se largaran, pero su voz no salió en lo más mínimo.
Los infantes sólo rieron, señalándolo, burlándose de su existencia. Un pequeño rayo de luz iluminó a los seres frente a él. La mayor era la niña que vio en su juicio. Su mirada de color verde tóxico, brillaba en felicidad y burla hacia él, como si estuviera feliz de que el "novio" de su madre se alejara de su familia.
Paseó su mirada a los otros bebés, fue un trago amargo. Un par con pecas, el otro con piel pálida como la suya. Dos de cabello cenizo y el otro peliverde. Rizados y lisos. Ojos rojos y verdes.
Su corazón aumentó su ritmo. ¿Por qué esos desgraciados lucían como él?
Saltó de su lugar cuando creyó que unos brazos lo rodeaban por el cuello. El silencio fúnebre no era de ayuda, además del ambiente gélido.
Soltaba insultos a gritos, al inicio no salía ni un sonido de su garganta, pero después de largos minutos, por fin logró sacar su frustración. Los policías corrieron en cuanto escucharon el escándalo, y al ver que sólo era ese imbécil rubio, lo sacaron y lo arrastraron hacia una habitación a prueba de ruido, mientras lo golpeaban con las porras.
Se retorcía, tratando de evitar entrar en ese sitio. Nunca lo habían metido, pero apenas a unos metros, creyó ver unas garras enormes estirándose hacia él para arrastrarlo y mantenerlo cautivo por la eternidad. Gritó y pataleó desesperado, pero no logró liberarse de nada.
Cuando la puerta cerró, miró las colchonetas que cubrían cada una de las cuatro paredes. Se supone que eran blancas, pero había manchas de sangre por todos lados. Lejos de lucir "blancas", se veían casi negras.
Miró el techo cuando escuchó algo viscoso. Se echó hacia atrás cuando sintió algo caliente caer en su cara, se llevó las manos a la zona para descubrir qué era eso. No tardó en darse cuenta de que era sangre, el olor característico de dicho líquido llegó a sus fosas nasales, viendo el color rojo intenso y sintiendo lo espeso de dicho material. Se aterró cuando, conforme pasaban los segundos, más y más sangre caía del techo, y con cada gota que caía sobre su piel, parecía ser ácido que hacía hervir su piel y carne.
Trató de huir, trató de salir de ahí, pero nada funcionaba. Creyó que terminaría siendo sólo un montón de huesos. Porque todo ardía, todo dolía, cualquier movimiento o roce, era infernal.
Después de lo que pareció una eternidad, lo sacaron de ahí. El dolor aún no se iba.
La comida era insípida y comenzaba a llegarle un olor fétido cada que se la acercaba a la boca. Olfateó su ropa, sus manos, a su compañero de celda, se acercó al inodoro… y nada, el olor no estaba ahí. Era la comida.
Pasó días sin ingerir alimento por eso mismo, le repugnaba ese olor y lo hacía querer vomitar. Le preguntó al tipo junto a él si acaso también percibía ese aroma. Le respondió que no.
Daba vueltas en la celda, comiéndose las uñas, mordiendo sus dedos. Tentado a matar a su compañero para comérselo y poder saciar su hambre, pero temía que si lo hacía, el olor volvería. Estaba muriendo de hambre.
También estaba desesperado, ¿Por qué no iban a buscarlo para sacarlo de ese puto lugar? ¿Lo habían abandonado como si fuera un miembro cualquiera, sin valor? ¿Como si no hubiera aportado nada a la organización?
—Hace frío —la voz temblorosa del otro alfa se escuchó, junto al ruido de sus dientes chocando.
—Carajo —masculló bastante molesto.
Estaba hecho bolita sobre la cama dura, temblando. Se levantó de golpe al sentir unas caricias en sus piernas. Pensó que el imbécil encerrado junto a él iba a querer "entrar en calor".
—¿Qué mierda haces, puto? —escupió con odio.
—No hago nada, imbécil —le respondió de la misma forma.
Volvió a acostarse, esta vez sintiendo el peso entero de alguien sobre él. Levantó la mirada y no había nadie, cómo siempre. Intentó ignorarlo, creyendo que esta vez lo lograría, pero no pudo más, volvió a abrir los ojos y dejó de temblar. Era una broma ¿Verdad?
—Kacchan, ¿Quieres divertirte? —se movió de forma "seductora", susurrando dicha pregunta en su oído.
No era un guardia de seguridad ni otro reo con su rostro y voz, porque era de noche y nadie (además del estúpido de su compañero) estaba ahí. Este último estaba en la otra esquina, ahí estaba y no encima de él.
—¿Qué carajo? —gruñó y trató de quitárselo de encima.
Las manos amorfas y putrefactas del peliverde se posaron sobre su boca, metiéndole un par de dedos en dicha cavidad. Dio arcadas debido al tacto asqueroso y el olor fétido.
—¿Tienes hambre, Kacchan? —preguntaba con una sonrisa de oreja a oreja, con una mirada aparentemente inocente —Estás muy flaquito…
Se removió con todas las fuerzas que le quedaban, pero eran pocas. La desnutrición lo estaba matando y sus sentidos estaban siendo torturados.
—No deberías llorar —hizo un puchero tierno y acercó su rostro al cenizo —Tienes que sonreír, así —le enseñó su dentadura, amarilla, chueca, llena de desperdicios.
El ácido estomacal subió por su garganta hasta intentar salir por su boca, pero al no encontrar salida por ahí, terminó derramándose por sus fosas nasales. Sus ojos se llenaron de lágrimas debido al ardor y dolor.
"Deku" se carcajeó, poniendo el ejemplo a la actitud que debiera tomar el oji rubí. Llevó su otra mano a su zona íntima. Katsuki vio horrorizado lo que estaba haciendo.
Estaba completamente desnudo, con sus heridas y marcas al aire. El alfa comenzó a retorcerse tratando de huir con aún más desesperación, el olor a heces fecales llegó a él y todo su cuerpo hormigueó. El puto omega se acaba de cagar sobre su mano.
—Di "ah" —ordenó con diversión, acercando su "regalo" al rostro del más alto —Es comida especial para ti, Kacchan.
Dijo mofándose de él, recordando la primera vez que lo alimentaron con esa “deliciosa” dieta.
Por más que luchó para salir de debajo de él, no lo logró. La mierda entró a su boca, caliente y húmeda. Tan asqueroso, que por más que tratase de vomitar, nada salía. El omega lo tenía bien agarrado, cerrando su mandíbula sin dejarle oportunidad para abrir la boca. No tuvo de otra más que tragar.
Los guardias de seguridad corrieron por el pasillo al escuchar gritos e insultos provenientes de la celda. Cuando llegaron, encontraron a un cenizo peleando con el aire, o teniendo un ataque epiléptico… cualquiera de las dos opciones. El otro criminal estaba pegado en una esquina, viendo la escena con gran extrañeza.
Trataron de controlar la situación, pero al ver que los ignoraba y de vez en cuando entraba en trance, decidieron esposarlo para que no se hiciera más daño y llevarlo a la enfermería para que lo revisen. Apenas lo sacaron de la celda, pareció reaccionar. Aun así, lo llevaron a la fuerza.
Nadie fue a sacar a ese alfa de la cárcel, el cual, día tras día, comenzaba a presentar episodios de alucinaciones cada vez más fuertes. Gritaba, lloraba, vomitaba, se hacía daño.
El compañero de su celda también se volvió loco, fue como una enfermedad contagiosa. Estaban completamente enfermos de la cabeza, hasta que ese estado de locura se presentó constante, sin pausa.
Los demás reos estaban temerosos por lo que les pasaba, todo el tiempo gritaban como si estuvieran siendo torturados de las peores formas posibles. Y así era.
Katsuki, podía recordar con claridad el peor de esos días. Izuku le desgarró el abdomen, sacando sus entrañas y se comió sus órganos. El dolor era tan intenso, que cayó inconsciente después de apenas un minuto.
El peor minuto de su perra existencia.
El omega dulce y tierno, el cual había recuperado su belleza exquisita. Sus mejillas rellenitas, su color, su cuerpo formado, con sus caderas anchas y sus piernas perfectas para cumplir fetiches de ahorcamiento. Ese pequeño y perfecto ejemplar, se deleitó con sus intestinos, bañándose con su sangre y sonriendo satisfecho por todo su sufrimiento.
La prisión no podía seguir cuidando de ese par.
Fin uwu