Me asusto la manera en que estaba estaba clavada, traspasando de un lado a otro su pecho. Si no tocó su corazón era un milagro.
El sonido acuoso de la sangre mientras la flecha iba saliendo de apoco, mis manos se manchaba de esa sustancia viscosa y extremadamente oscura, no de un color natural.
De un momento a otro la saqué de un tirón que me sorprendió, salpicando mi rostro.
Asqueroso. Muy asqueroso.
Lance la flecha aún lado mirando al chico frente a mí. Solté un jadeo echando mi cuerpo para atrás como si un enorme peso se fuera de mis hombros, gateo de espaldas en el suelo hasta recostarme en la pared, la misma donde el desconocido me tomó del cuello casi apunto de matarme.
Por instinto me lleve la mano a la zona afectada sin perderle de vista. Aún ardía y no lo había notado, la sensación de su mano enroscada en mi cuello me asusto, en se momento temí que me matará.
—Puedes estar tranquila, mientras no intentes nada no pretendo matarte —su voz ronca y llena de oscuridad, me saco de mis pensamientos
Bufe en respuesta.
Seguía despierto después de todo pero no confiaba en sus palabras.
—No te creo. Casi me matas —espeto desconfiada— Nada evita que lo hagas de nuevo
Sus ojos no se veían pero una sombra de una sonrisa burlona se mostró por la comisura de sus labios.
—¿Quieres que me disculpé? —preguntó con sarcasmo
—No. Quiero que te largues de mi casa —dije sosteniéndome de la pared para levantarme— No se que eres o porque.. porque estás aquí, solo estoy segura... —lo señale con un dedo— de que tienes que ver con lo que pasó hace unas horas atrás en el cielo, ese destello que explotó en el cielo y que de repente desapareció
El gritó se me quedó atascado en la garganta desgarrandome por dentro, de por si sentí mi espalda doler por el golpe.
No me atreví abrir los ojos cuando lo tenía sobre mí, agarrándome de la cintura enterrando su mano en mis costillas.
Su aliento acelerado toca mi mejilla, la distancia era más que obvia.
—¿Qué fue lo que viste exactamente? —no respondí— ¡Habla de una vez!
—¡No lo sé! —exclame en pánico— Vi un círculo en el cielo en forma de remolino, de repente dos relámpagos aparecieron en el cielo y ¡Puff!.. todo volvió a la normalidad
Abrí mis ojos para mirarlo. La respiración se me quedó atascada por lo hermoso de sus ojos, una heterocromia que llamaba la atención a cualquier ser humano. Uno de sus ojos era azul, un azul brillante e hipnotizante mientras el otro, adquiría un color rojizo como el vino, endemoniado, peligroso y atrayente.
Esa conexión se terminó, se apartó dejandome libre pero con una distancia que no me permitiera moverme. Me encogí en mi lugar bajo su mirada tan intimidante que me detallaba pulgada por pulgada buscando alguna cosa que le hizo fruncir el ceño con confusión.
—¿Cómo te llamás? —indagó
—¿Para qué quieres saber? —cuestione
—Te pregunté una sola cosa. Y tu me responderás ¿entendido? —aclaró, toscó
Asentí frenéticamente.
—Daria.. Darianne —conteste
—Darianne.. —repitio bajo
Mi nombre era algo de lo que me sentía orgullosa. Cuando alguien decía mi nombre me recordaba a la veces en que cuando pequeña mi madre me llamaba.
—Darianne ¿estás ahí hija? —llamo la vecina a la puerta
El cenizo giró su rostro en aquella dirección y entre en pánico.
—¡Sí e-estoy aquí, abriré en un momento! —grite, tratando de estar tranquila y le di una mirada al chico— Por favor no te muevas de aquí, lo digo en serio —suplique
No dijo nada pero se mantuvo quieto, dejando que me ocupe.
Acercandome a la puerta observé el suelo manchado en sangre. Debía taparlo.
Busque una solución rápida tomando la alfombra para cubrirlo. Ahora sí podía abrir.
Oh no, debía limpiarme el rostro.
Tenía salpicaduras de sangre.
Okeyyy. Agarró el borde de mi camiseta pasándolo por el borde de mi mentón, solo esperaba que no quedará mucho. Mientras las manos podía ocultar las.
Con una sonrisa forzada recibí a la señora.
—Hola abuela, ¿qué te trae por aquí?
—Escuche unos ruidos y me preocupe por tí —intentó mirará a mis espaldas, me miró— ¿Estás bien?
—Si claro, solo un pequeño jarrón se calló pero nada fuera de lo normal —sonreí— No te preocupes
—Bueno entonces está bien querida, ten buen día —dijo dándose la vuelta
—Buen día
Esperé hasta que su puerta se cerrará para asegurarme y hacerlo yo. Sentí el mayor alivio del mundo. Apoye mi frente en la puerta respirando con tranquilidad, antes de enfrentarlo.
Si seguía aquí armaría el mayor problema de todos.
Para mí sorpresa apareció detrás de mí como invocado, no permití demostrar mi miedo cuando me di la vuelta y lo miré a los ojos.
—No te puedes quedar aquí por mucho tiempo —le dije
—Ni siquera se como llegue a tu mundo —dice, rompiendo el resto de ropa que cubría su torso.
De manera sorprendente la herida se estaba cerrando
—Busca la forma porque de alguna manera sospecharán qué sucede algo en mi departamento
—Me quedaré —sentenció
Juró que quería matarlo, pero antes de intentarlo ya lo estaría yo.
—¡Pues bien! Tú ganas.
Pase por su lado evitando su presencia macabra que no perdía mis movimientos de vista.
El reloj de la pared marcaba las seis, apenas comenzaba amanecer y debía prepárame para la universidad. Mi último año y tenía que terminarlo.
Entre en en mi pequeño baño procediendo asearme, toda una madrugada agitada con un extrañó en casa. Estaba manchada en sangre, toda mi ropa y parte de mi rostro, talle con fuerza para eliminar las manchas consiguiendo que la piel se me enrojezca pero limpia.
Me envolví en la toalla y me pare frente a mí espejo observando mis ojeras, el cuello un poco rojo y mis senos de un tamaño considerados tapados por la toalla.
Y pensar que de un momento a otro el universo se puso en mi contra.
Salí sosteniendo la toalla por el borde justo en medio de mis pechos, di un salto del susto ante la repentina presencia del cenizo en mi habitación.
—Tienes que dejar de aparecerte así en donde no te llaman —acuse— ¿Sabes lo que es la privacidad?
Bufó mientras seguía revisando mis cosas.
—No soy idiota
—Es lo que parece. Así que ahora sal de mi habitación necesito cambiarme
Él dejó de tocar mis cosas para voltearse con un retrato en su mano, una foto de mi madre y yo antes de que falleciera.
Sonreí inconciente.
—Es mi madre —dije con tristeza, me acerqué a él— ¿No me digas que la conocés de algo?
Levanté mi rostro para ver su expresión. Extrañamente su ceño estaba fruncido.
—Gobernaba el mundo del que fui expulsado —soltó, con resentimiento— solía ser su guardia real
La cara se me quería caer.
—Espera un momento —reí, con incredulidad— ¿estás diciendo que mi madre era algo así como...una reina?
Asintió lentamente mirándome fijamente. Yo no podía creerlo.
—¿Cuántos.. cuántos años tienes? —pregunte desorientada
Suspiró profundamente y se fue de la habitación sin antes gritar su edad.