Bajo la brillante luz de la luna, la noche se teñía de diversión y camaradería mientras Harry, Niall y sus amigos disfrutaban de la animada fiesta de Liam. Risas, música y momentos inolvidables parecían fundirse en el aire.
Sin embargo, la madrugada no tardó en traer consigo un giro inesperado. Niall, se había dejado llevar por la euforia de la noche y, en un infortunado tropiezo, terminó lesionándose el brazo. Preocupado por su amigo, Harry decidió acompañarlo al hospital donde trabajaba su madre en busca de atención médica.
En medio de la espera en el hospital, el estómago de Harry comenzó a protestar por la falta de alimento. Así que, con la determinación de satisfacer su hambre, salió en busca de algo para comer. Y fue en ese instante, en el pasillo del centro médico, donde el destino jugó una de sus cartas más intrigantes. Frente a él se erguía un chico en una maquina expendedora donde la luz artificial del lugar caia sobre sus cabellos despeinados.
El chico levanto su vista y ambas miradas se cruzaron por unos milisegundos; el ruido de la maquina tirando unas barritas lo saco de ese momento y el chico se fue por aquel pasillo entrando a un cuarto del final del pasillo.
Seguro tambien estaba cuidando a un familiar.. penso.