Recuerdos de un mortífago (Se...

By nesseire

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Dos años después de la derrota de lord Vóldemort, el antiguo mortífago, Severus Snape, es acusado de asesinar... More

1. El asesino
2. Dia 1
3. Dia 2
4. Dia 3
5. Día 3, segunda parte
7. Día 5
8. Día 6
9. Día 7
10. Tres años después

6. Día 4

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By nesseire

Dumbledore despertó sobresaltado, y se dio cuenta de que se había quedado dormido en la silla dorada de su despacho. Le dolía todo el cuerpo, en especial la cabeza, pero era muy consciente de que no debía perder el tiempo, apenas le quedaban tres días para terminar de ver los recuerdos de Snape y hallar las claves de su supuesta inocencia.

–Ya no eres tan joven como antes –se dijo a sí mismo, tratando de conservar el buen humor. 

Aún no había guardado el anterior recuerdo de Snape, y procedió a hacerlo con sumo cuidado, procurando no dejar nada fuera del frasco. Después de eso, cogió la siguiente botellita, y se la quedó mirando asombrado.

El salto temporal era enorme: la fecha correspondía con el regreso de Vóldemort a la comunidad mágica ¿Qué recuerdos guardaría Snape de esa época? ¿Tendría alguna revelación acerca de su papel de espía? ¿Algo que le declarase inocente al fin? Impaciente por verlo, vació el contenido de la botellita en el pensadero y se dispuso a descender de nuevo...

***

...en aquel recuerdo, Snape estaba en el jardín trasero de su casa. El terreno seguía tan echado a perder como siempre, sobre todo ahora, en verano, pero el mago no parecía darle importancia. Tenía una mano dentro del bolsillo de su túnica, y sus labios se movían a toda prisa, aunque ningún sonido saliera de ellos. De vez en cuando, aparecía un pequeño destello a sus pies, y Dumbledore comprendió que el mortífago estaba rodeando su casa con encantamientos protectores.

Su concentración era tal que no le importaba que las pocas personas que pasaban por allí se le quedasen mirando, aunque si se hubiese dado cuenta, no habría hecho nada al respecto. Su actual seguridad era más importante que las murmuraciones de los vecinos. Pero una voz le interrumpió de repente, haciendo que se sobresaltara y que el hechizo quedase por la mitad.

–¿Severus? ¿Eres tú? –el mortífago se giró para mirar a la mujer que se asomaba por encima del seto. Dumbledore también tardó en reconocerla. Su pelo cobrizo le llegaba a la altura del mentón, y el flequillo enmarcaba sus ojos grises.

–¿Mary-Anne? –preguntó Snape, tan sorprendido como ella. El último recuerdo que tenía de ella era el de una adolescente molesta, y esa imagen contrastaba con el de la mujer que tenía delante. Aunque se veía muy poco de ella, parecía que Mary-Anne había crecido, tanto en formas como en belleza–. ¿No estabas en Estados Unidos? –preguntó, demostrando que se había acordado de aquel detalle a pesar de los años.

–He vuelto –dijo ella, con una sonrisa–. Conseguí trabajo aquí, y como nunca nos decidimos a vender la casa...

Snape la miraba, incómodo. Dumbledore, quien creía conocerle más que nadie, adivinó que aquel nerviosismo tenía mucho que ver con la repentina aparición de la mujer. El mortífago no estaba acostumbrado a ser amable con nadie, y ahora parecía necesitar todas sus dotes sociales para mantener una conversación más o menos educada con ella.

"Quieres ser amable con ella" pensó el director "Asombroso, Severus"

El mortífago miró a su alrededor disimuladamente, aunque seguramente ni él mismo habría sabido decir por qué, y se acercó más al seto, para no tener que gritar. Parecía querer decir algo más.

–Y... ¿Cómo...cómo va todo? –preguntó, en un intento supremo por ser sociable.

–Bueno, mucho mejor que cuando me marché –respondió ella, y le miró fijamente–. Mi padre murió –añadió–. Se mató en un accidente de coche –él se quedó sin saber qué decir ante eso, así que ella añadió–: No voy a decir que lo lamente.

–¿Tu madre ha regresado también?

–No, se quedó en San Francisco, le encanta esa ciudad ¿Sabes que abrió una pastelería? Fue todo un éxito.

–Me alegro –murmuró él. Volvieron a mirarse en silencio, aunque él bajó en seguida la vista. Dumbledore no recordaba haberle visto nunca tan azorado.

"¿Vergüenza, Severus?"

–¿Sabes? Me sorprende que no supieras que iba a volver ¿Laura no te dijo nada?

–Hace tiempo que Laura y yo... no hablamos –confesó él, muy serio. Mary-Anne dejó de sonreír–. No es seguro para ella... no en esta época.

–Oh, me había comentado algo por carta, pero nunca pensé que fuera tan... tan serio –dijo Mary-Anne. Tras dudar unos instantes preguntó en un susurro–. Entonces ¿Es cierto que... "él" ha vuelto? –Snape asintió en silencio–. ¡Qué horror!

–Escucha, no deben vernos hablar –la interrumpió él, mirando con desconfianza a una furgoneta que pasaba por allí–. Ahora mi casa está... es posible que esté vigilada –dijo, en un rápido susurro.

–¡No me fastidies! Pues habrá algo que se pueda hacer ¿no?

–¿Y qué quieres que haga? ¡Eres muggle, Mary-Anne! Es peligroso que... no nos deben relacionar por nada del mundo.

–No es necesario que nos vean en la calle –susurró ella–. Nadie tiene que saber que nos conocemos.

–¿Y qué propones? ¿Qué tire una pared de mi casa o algo así? –preguntó él, tan desagradable como siempre. Mary-Anne se lo quedó mirando muy seria por encima del seto, y entonces sonrió...

***

...Snape estaba en el rellano de la escalera de su casa, enfrente de la vieja alacena, y apuntaba con su varita a la pared que separaba su casa de la de Mary-Anne.

–Debo estar loco –murmuró, agitando la cabeza. Poco a poco apareció una puerta en la pared, y cuando fue completamente sólida, el mortífago la abrió y pasó a través de ella, entrando en la casa de su vecina.

–¿Mary-Anne? –por su tono de voz, se veía que no las tenía todas consigo.

–Estoy aquí –respondió ella, desde abajo–. Baja, estoy preparando té.

Y al poco rato ambos estaban sentados en la cocina de ella. Él se sentía completamente fuera de lugar, en aquella bonita, iluminada y colorida sala, pero Mary-Anne no daba muestras de darse por enterada.

–No me puedo creer que no te hables con Laura –decía ella, como si nunca hubiesen interrumpido la conversación–. Ella te quería tanto...

–Mary-Anne, Laura es la hermana de un mortífago, y está casada con un muggle ¿Comprendes el peligro que corre? Cualquier lechuza, cualquier visita... si alguien me espiara la encontraría.

–¿Has probado el teléfono? Es muy útil.

–No sería la primera vez que descubren a alguien por medio de ese método. Cuando los mortífagos espían... cuando espiamos a alguien, no dejamos cabos sueltos.

–Cielos –susurró ella–. Debe ser muy duro.

Él no respondió, pero su gesto lo decía todo. Echaba de menos a su hermana. Sin embargo, hizo un gran esfuerzo por continuar la conversación.

–¿A qué... te dedicas ahora? 

–Soy maestra, trabajo en una escuela infantil. Me concedieron el traslado a Inglaterra hace sólo seis meses, y por eso tengo que hacer turnos extra en verano, para cuidar a los hijos de aquellos padres que trabajan.

–¿Te gusta?

–Muchísimo, los niños me encantan –Mary-Anne le miró con curiosidad–. ¿Por qué no te he visto antes? No estabas aquí cuando me mudé.

–Soy profesor, trabajo en un internado –no añadió que tras la clausura de las clases había estado haciendo una misión especial para Dumbledore, aunque el director sabía que no había tenido tiempo para olvidarlo.

–¿De qué asignatura?

–Enseño pociones –murmuró, y Mary-Anne le sostuvo la mirada. No era lo mismo dar por hecho que tu vecino era mago a que él se pusiera a hablar de ello abiertamente.

–¿En Hogwarts?

–Así es.

Mary-Anne apartó la vista, nerviosa.

–Bueno, mientras te guste, no seré yo quien lo critique –Snape la miraba atentamente, sin perderse uno solo de sus gestos–. Recuerdo cuando nos hablabas a Laura y a mí de tu colegio –murmuró–. Una vez le pregunté a mi madre si te lo estabas inventando todo, y ella dijo que no, que tu hermana y tú erais así, y que no sería justo echároslo en cara.

–Tu madre solía decir eso.

–Ella siempre sospechó que erais... magos... aunque cuando tú comenzaste a hacer levitar mis muñecas, no nos quedó ninguna duda de ello –sonrió con timidez.

La tensión en el ambiente era palpable, y como ninguno de los dos sabía qué decir, guardaron silencio.

–Escucha, lo que te dije antes, ya sabes, acerca de que no deben vernos juntos... lo decía muy en serio –dijo Snape, cambiando la conversación–. Si aprecias en algo tu vida no debes dejar jamás que te relaciones conmigo.

–¿Entonces no podré pedirte sal? –bromeó la mujer.

–Lo digo en serio. Mi casa es ahora... –vaciló– una especie de cuartel general. Otros mortífagos vendrán a menudo, y es de vital importancia que no sepan nada de ti.

–¿Me estás protegiendo? Qué caballeroso –se burló ella, y él se removió incómodo en su silla.

–Tu madre nos ayudó cuando tuvimos problemas –murmuró–. Es lo mínimo que puedo hacer ahora.

Mary-Anne le miró fijamente, tocándose el pelo, y luego suspiró.

–Pues una lástima, ahora que habíamos vuelto a vernos, después de tantos años, que no podamos hablarnos... 

–Es necesario –zanjó él.

–De verdad, Severus, creo que todo esto es exagerado.

–¡No! ¿No lo entiendes? ¡Podría ponerte en peligro!

–¡Espera! ¿No podrías dejar abierta la puerta entre nuestras casas?

Pero él no la estaba escuchando. Se inclinó un poco para ver mejor a través de la ventana, y Dumbledore, al imitarle, pudo ver acercarse a Colagusano por la acera.

–Tengo que irme ya –dijo con brusquedad, y sin decir nada más, salió corriendo escaleras arriba...

***

...la escena cambió, pero no para mostrar la conversación con Colagusano, como Dumbledore pensaba. Esta vez, Snape estaba vestido de muggle, y trataba de pasar desapercibido mientras miraba fijamente a algo. Dumbledore siguió la dirección de su mirada, para averiguar cuál era el objeto de su escrutinio, y descubrió que lo que el mortífago miraba tan atentamente era el patio de un colegio.

Una veintena de niños pequeños corrían de un lado a otro, vigilados por las cuidadoras, y en mitad de todos ellos, Mary-Anne jugaba con los más pequeños. La mujer cogió a un niño en brazos y dio vueltas con él, al igual que años antes, Snape había hecho con Laura. El niño se reía, y la mujer le acompañaba con alegres carcajadas. La cara del mortífago, en cambio, estaba mortalmente seria, y Dumbledore sospechó que estaba reconsiderando la idea de volver a ver a Mary-Anne.

Los riesgos eran muy altos, y el peligro estaría más presente que nunca. Por eso le estaba dando vueltas y más vueltas, mientras miraba de lejos a la mujer.

"¿Tan importante era para ti? ¿Tanto necesitabas su compañía?"

Dumbledore recordó, con tristeza, que Snape no tenía amistades. En Hogwarts había sido lo mínimamente sociable con los otros profesores, y aunque él había tenido una relación más cercana con el mortífago, no podía decir que hubiesen sido amigos. Fuera del colegio, Snape no se relacionaba con nadie, excepto con sus colegas mortífagos, en quienes no podía confiar. Si el recuerdo era verídico, también había cortado toda comunicación con su hermana desde el regreso de Vóldemort. ¿Cuánto tiempo llevaba Snape solo, sin hablar con nadie?

Y de repente, aquella amiga de la infancia volvía a aparecer en su vida. Mary-Anne, la muggle que sabía de la existencia de la magia, y no le tenía miedo. Mary-Anne, quien había bromeado con pedirle sal para hablar con él... Dumbledore podía percibir la angustia en la cara del hombre, y poco a poco, la duda que aparecía en sus ojos. Finalmente, Snape se dio la vuelta...

***

...Snape cruzaba de nuevo la puerta mágica, y llamaba con los nudillos, para avisar de su presencia.

–¿Mary-Anne? –preguntó. Ella se asomó por una puerta, sobresaltada.

–¡Severus! –exclamó, abrochándose rápidamente la camisa que se estaba quitando. Él miró automáticamente hacia otro lado–. ¿Qué haces aquí?

–Quiero pedirte un favor –dijo, y Dumbledore sonrió al ver la expresión de vergüenza que lucía. Mary-Anne se estaba reponiendo del susto, pero en cuanto lo logró, se cruzó de brazos.

–¿Un favor? –preguntó. Él se arriesgó a mirarla.

–Dijiste que hablabas con Laura.

–Nos escribimos todas las semanas –respondió ella, vacilante.

–Debes decirle... –se interrumpió al escuchar la brusquedad de su tono de voz, e intentó ser más educado. Dumbledore vio que abría y cerraba las manos sin parar–. ¿Po... podrías decirle que estoy bien? –preguntó.

–¿Quieres que le diga a Laura que estás bien?

–Sí, eso mismo. Si puede ser ahora mismo sería lo mejor.

–¿Tienes idea de qué hora es? La gente normal está durmiendo ¿sabes?

Pero él sostuvo su mirada.

–Llevo cerca de un año sin tener noticias de ella. No sé qué tal está, ni si le ha pasado algo, o si es feliz... y ella tampoco sabe nada de mí, y... Laura se preocupa mucho, ya la conoces. Sólo... necesito que le digas que estoy bien, eso es todo.

–Bueno, eso es fácil, no creo que me llene más de una línea ¿Necesitas algo más?

–Sí. Si me pasase algo ¿Se lo dirías? –preguntó Snape, mirándola directamente a los ojos.

–¿Pretendes que le avise si mueres?

–Prefiero que se entere por ti antes que por el Profeta.

–¿Y yo cómo lo sabré?

–Ya se me ocurrirá algo, no te preocupes por eso. Tú sólo prométeme que se lo dirás.

Mary-Anne vaciló, pero no podía oponerse a eso.

–De acuerdo, puedes contar conmigo –accedió. Él asintió, y se dispuso a marcharse, pero antes de salir por la puerta, se giró hacia ella.

–La puerta permanecerá abierta cuando yo esté en casa. Si hay algún motivo por el cual no debas entrar, o si hay alguien en tu casa que no seas tú, se transformará en armario, y lo mismo pasará si yo no puedo entrar aquí –explicó.

–Vaya, muchas gracias, eres muy considerado –bromeó ella, aunque estaba sorprendida por el gesto.

–Acuérdate de escribir a Laura –dijo él...

***

...y Snape estaba sólo en su salón, leyendo el periódico, cuando oyó unos pasos bajando por la escalera. Se puso en guardia rápidamente, apuntando con su varita a la figura que descendía.

–Soy yo –dijo Mary-Anne, levantando las manos–. Me diste permiso para entrar en tu casa ¿te acuerdas? Baja la varita.

Él obedeció, pero no se tranquilizó. Estaba claro que jamás había pensado que ella fuese a cruzar la puerta para verle.

–Tengo una carta de Laura para ti –sonrió ella, tendiéndole un sobre. 

La mano de Snape tembló al recogerlo. Dumbledore no pudo leer lo que ponía, porque el mortífago se movía de un lado a otro, y las manos le temblaban sin control. Finalmente, cuando terminó de leerla, se sentó en el sofá, y tardó un buen rato en levantar la mirada. Cuando lo hizo, su semblante había cambiado radicalmente, sorprendiendo a Dumbledore.

Snape estaba emocionado, y tenía los ojos húmedos. Al mirar a Mary-Anne sonrió, y el gesto le hizo parecer mucho más joven.

–Dice que... se alegra de tener noticias de mi –su voz temblaba–. Ahora trabaja de psicóloga. Dice que quiere ayudar a niños como nosotros... Y dice... dice ¡Está embarazada! –sonrió asombrado–. ¡Mi hermana! ¡Embarazada!

–¡Eso es maravilloso! –sonrió Mary-Anne. Se sentó a su lado, y cogió la carta–. No tenía ni idea, qué callado se lo tenía... pero me alegro tanto –miró a Snape, y para su sorpresa, le cogió del brazo, sonriendo–. ¡Felicidades! Vas a ser tío... ¡Y mira! Te manda una foto.

Esta vez, Dumbledore sí pudo ver la imagen que sostenía la mujer. En la foto se veía a Laura, más guapa y sonriente que nunca, abrazada por Johnattan. Ambos saludaban a Snape desde la foto, completamente felices...

***

...y las imágenes pasaron de repente a toda prisa, como si Snape hubiese tenido muchos recuerdos entre los que escoger, y no se hubiese decidido por ninguno. Todos ellos se referían a Mary-Anne: Mary-Anne riendo, Mary-Anne bostezando, Mary-Anne mirando distraída por la ventana, Mary-Anne a lo lejos, jugando con los niños de su escuela, Mary-Anne burlándose de él, Mary-Anne atragantándose con el té... cientos, miles de imágenes de ella, una y otra vez, como si Snape hubiera querido recordarla de todas las maneras posibles... cuando se enfadaba, cuando estaba distraída, cuando reía a carcajadas, cuando estaba a punto de quemar la comida, cuando se quedaba dormida sobre el sofá... Y todas esas imágenes estaban rodeadas por un halo de cálida luz, muy parecido a la que había visto Dumbledore durante la boda de Laura. Aquellos eran recuerdos felices...

***

...y de nuevo un recuerdo fijo, en el salón de Snape. Era de noche, y estaban jugando a las cartas. Él estaba mucho más relajado que en los primeros recuerdos, y tenía las mangas de la camisa arremangadas, sin que la horrorosa visión de la Marca Tenebrosa molestase a ninguno de los dos.

Bromeaban continuamente mientras jugaban, y se miraban más a menudo aún, como si en realidad, el juego fuese sólo una excusa para estar juntos. Dumbledore sonrió al ver cómo ella le tomaba el pelo, y Snape le respondía de igual manera. Él ganó la partida, y Mary-Anne insistió en jugar otra vez, para tener la revancha. Pero entonces, alguien llamó a la puerta, y el buen ambiente se esfumó de inmediato.

–Corre a tu casa, deprisa –susurró él, sacando la varita. Hizo desaparecer las cartas y todo rastro de Mary-Anne, mientras ella corría hacia lo alto de las escaleras. Cuando la puerta mágica se cerró, fue a abrir la puerta de la casa... y se dio cuenta, demasiado tarde, de que Mary-Anne se había dejado su coletero tirado en el sofá. Sin saber qué hacer con él, y viendo que su visitante volvía a llamar a la puerta, se lo metió a toda prisa en el bolsillo...

...y el escenario cambió por completo. Snape estaba en su despacho de Hog

warts, rodeado por sus siniestros frascos, y tiraba al suelo, de forma desdeñosa, un pergamino de color rosa, con la firma de la profesora Umbridge.

Dumbledore sonrió con nostalgia al recordar los quebraderos de cabeza que la terrible mujer les había ocasionado a todos, en especial a Snape. Sin embargo, el Snape del recuerdo no le daba más importancia al pergamino arrugado, sino que buscaba con impaciencia algo entre la maraña de papeles que cubría su escritorio. 

Finalmente sacó una foto, y Dumbledore se fijó en que estaba sacada al estilo muggle. Era muy vieja, y en ella se veía a un joven Severus sosteniendo en brazos a Laura, recién nacida. La foto estaba algo rota, pero con un toque de varita quedó como nueva.

Luego, Snape la introdujo en un cuenco y le añadió una poción, para que los fotografiados cobraran vida. Satisfecho, la secó, y de entre el caos de su escritorio sacó un álbum. Lo abrió y colocó la foto junto a otra que mostraba al niño Severus dando vueltas con Laura en brazos. Bajo ellas, otra fotografía mostraba a Eileen junto a sus dos hijos. 

Tras cerrar el álbum y envolverlo con un toque de varita, Snape escribió con mucho cuidado "Para Laura, feliz Navidad", pero la dirección del paquete estaba a nombre de Mary-Anne...

***

...mucho más tarde, cuando era primavera, Snape estaba de nuevo en su casa. Dumbledore recordó que le habría enviado fuera por una misión de la Orden. Snape buscaba algo entre sus libros del salón, cuando Mary-Anne bajó corriendo por las escaleras.

–¡Por fin te encuentro! –gritó, y sin darle tiempo a decir nada, se abalanzó sobre él–. ¡Es una niña! ¡Es una niña, y la han llamado Sophie!

Él la miró con la boca abierta, y tardó un buen rato en reaccionar.

–¿Una niña? –preguntó, sin creer lo que había oído. La sonriente Mary-Anne asintió–. ¿Y se llama Sophie? ¿De verdad?

–¡Si! –exclamó ella, sin parar de reír–. Ya tienes a tu princesa.

Snape estalló en una carcajada, eufórico. Mary-Anne le abrazó, y él le devolvió el abrazo, con tanto ímpetu que la levantó del suelo. Era muy posible que estuviese riendo y llorando a la vez, y Dumbledore juraría que jamás en toda su vida le había visto tan feliz. 

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