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La noche era fría, la Luna alumbraba lo más que podía el lugar, la brisa del viento brotaba por los árboles, haciendo que algunas hojas de aquellos arboles flotaran por el aire.
El viento brotaba por los oscuros cabellos de aquél chico, enfriaban las pequeñas gotas de lágrimas que caían por las mejillas de este...
Este se encontraba sollozando... Repitiendo y repitiendo el mismo nombre, no paraba de llorar, se preguntaba cosas que ni él podía responderse.
Roier
-ohh nat... Algún día llegaras amarme?...
Nat
Nat
Nat
Natalan...
Era el nombre de la persona que le gustaba y el cual no paraba de repetir mientras sollozaba.
Roier
-te amo tanto... Porque no puedes comprenderme?... Acaso soy una mala persona?...
Miles y miles de preguntas se hacía... Pero ninguna tenía respuesta.
De pronto... Sintió como alguien lo miraba desde lejos.
El miro a los lados para averiguar si alguien lo vigilaba, pero no encontró a nadie...
Aun así, sentía una mirada penetrante...
Roier
-quién está ahí!?
Gritó amenazante...
No hubo respuesta.
De pronto, tomó el cuchillo que guardaba y lo aventó a la parte en donde sentía la mirada, el cuchillo se encajo en un árbol, en el cual solo salió una pequeña ave.
El se tranquilizó, pues pensó que solo era una ave tonta que lo miraba...
Caminó hasta su cuchillo y lo quito del árbol, se dió la vuelta y decidió irse a su "hogar".
Pero...
Esa mirada...
No era de ningún pajaro.
Era...
Algo peor.