16 de octubre; 2001. Coozhury. Estados Unidos. 12:10 hrs.
Aquella figura hace tiempo que del cielo bajó, sus alas ya no aparecían, tenía la piel blanca, casi como la nieve, su cabello era rubio, como una mazorca, sus ojos azules como el cielo, y estaba vestido con una máscara que en la frente ponía "KKK" en letras rojas y azules, la máscara era de color blanco, de modo que solo cubría sus ojos y parte de la nariz, dejando al descubierto su boca, la única prenda de ropa que llevaba era una trusa la cual tenía la bandera de los Estados Unidos impresa en ella, en la espalda, un tatuaje de un águila se distinguía en su pálida piel, en esos momentos enunció:
—Ja —Dijo con voz orgullosa—, parece que el jefe estará muy orgulloso, solo me dijo que buscara a un vagabundo y que lo matara, fue más fácil de lo que creí, aunque me dijo que tuviera cuidado con él, pero meh, además su hospital está en un barrio negro —Exclamó enojado—, Puaj, solo de pensar en esos malditos de piel oscura me hierve la sangre, un católico no es diferente de ellos, es igual de asqueroso, no distinto de un maricón, un judío o comunista, igual que estos negros, deberían irse al infierno, ¡Todo por el bien de los Estados Unidos de América!
Thomas se encontraba bajo algunos escombros, había recibido golpes, pero nada grave, solo tenía que encontrar la manera de salir de ahí, a duras penas escuchaba el discurso de aquel racista, estaba algo asqueado de lo que él decía, pero aún le preocupaba May, solo se preguntaba si viva estaba, aunque su pregunta no tardó mucho en ser contestada. Un enorme grupo de agentes con armaduras A.N.G.E.L y A.R.C.A.N.G.E.L, las cuales él sabía que May se había encargado de idear y fabricar prototipos para la defensa de la ciudad de Havencrest, se encontraban rodeando a aquel tipo, pero sin muchos problemas se libró de ellos, haciendo que las plumas volvieran a salir de aquel tatuaje de águila, las mismas se dirigieron hacia las armaduras y las perforaron como si de papel se tratase, luego de ello regresaron a su posición original, terminando en instantes con aquellos soldados.
Pasaron unos momentos antes de que una armadura llegara a escena, era una que ni siquiera Thomas había visto en su vida, su usuaria era una mujer, la armadura era blanca, con alas de propulsores que rotaban para hacer que las turbinas la elevaran, contaba con un visor azul y cuernos a los lados de tamaño pequeño, a diferencia de las otras armaduras, ella no tenía pistolas o rifles, ella tenía una lanza de dos puntas, la cual apuntó hacia el racista y recitó:
—Leo Andersen —Dijo con una voz fuerte e imponente—, estás bajo arresto por las fuerzas de Heaven, la rama de élite de la policía de Havencrest, así que ríndete o yo, la prototipo S.E.R.A.P.H.I.N me encargaré de impedir tu huida.
—¡Como osas llamarme así, maldita perra! —Dijo Andersen con una gran cólera en el habla—, ese nombre es solo para mi madre, en paz descanse, pero tú, tú solo eres una puta católica y defiende negros, así que no vuelvas a llamarme por ese nombre, llámame ¡Mr. América! —Exclamó—, el gran libertador de los Estados Unidos, el héroe del...
No había terminado de hacer su discurso, cuando un potente rayo azul disparó hacia Andersen, para mala suerte, él logró cubrirse usando sus alas, las cuales se asemejaban, por los colores a las de un águila, cuando el ataque finalizó, Thomas entendió de quien era la voz.
May.
Ella, continuó con su amenaza, diciendo:
—No creas que estoy jugando, si sigues sin cooperar, abriré fuego otra vez.
—Oh, cosita —dijo él en tono burlón—, ¿En serio crees que una perra como tú, lograría algo contra mí? ni tu estúpido ataque ni nada podrán frenarme, nadie podrá frenar al...
Thomas, queriendo evitar perder a la persona que le había dado cariño después de tanto tiempo, se abalanzó sobre Andersen, tomándolo de los pies, dificultando su vuelo, en ese instante, Andersen exclamó:
—¿¡Qué!? ¡Suéltame maldito pendejo, voy a tomar tus tripas y las voy a...! —se detuvo a ver el rostro de aquel joven que se le había prensado—. Un momento, ¿No eres el pendejo al que tenía que matar? ¿Cómo me había dicho? ¿Eslazer? ¿Eshlasher? no, era... ¡¿Slasher?! ¡Lo tengo!
—Si que eres imbécil, ¿En serio no puedes recordar mi nombre?, ¡Carajo!, te dieron un trabajo y tú ¿Te olvidas del nombre de tu objetivo?
—Oye —enunció Andersen enojado y fúrico—, pendejo, no vuelvas a llamarme imbécil, o mis plumas de mi santo The Chariot van a atravesar tu puto cráneo, así que cállate, o vas a sentir a...
—Vaya, tardaste mucho —Dijo Thomas dirigiéndose a la persona volando con la lanza—, May.
La persona tras la armadura no respondió, disparó un segundo rayo hacia Andersen, el cual dio un poco en el pecho, aunque alcanzó a cubrirse parte del daño con las alas, antes de que eso impactara, Thomas se soltó, dirigiéndose cerca de la armadura, la cual, luego del daño, habló:
—Es increíble que recuerdes hasta mi voz tan rápido, Thomas —Dijo la persona bajo el visor, el cual se retiró, dejando ver su rostro, el cual era idéntico al de May, no cabía duda, era ella—, ahora no es el momento, ese tipo sobrevivió, hay que matarlo.
—No —Dijo Thomas—, hay algo que quiero probar antes de eso.
—Mira, ahora no estoy para que nos pongamos a dejar vivir a gente así, tu más que nadie sabes que alguien como él es muy peligroso y...
—Déjame ser quien te interrumpa en esta ocasión —Dijo él, con un tono de voz ameno y tranquilo—, tengo un guante en mis pertenencias, si logras distraerlo podré tomarlo y si logramos derrotarlo copiaré su habilidad, además de tomar mi arsenal, por lo cual, será más fácil ganar, pero si muere, la perderé, eso lo aprendí a la mala.
—Entonces, necesitas que lo distraiga, ¿no es así?
—Exacto.
—Bien, ahora que lo dices, suena interesante, y con esa espada que impide que algo se regenere podríamos incapacitarlo de por vida ¿No?
—Bueno —Dijo en tono algo más bajo y apenado—, al momento de desenvainar la espada, significa que algo va a morir, si no muere el, mueres tú o muero yo.
—Oh, entiendo.
—Aunque aún tengo muchas armas afiladas en mi gabardina, podríamos usarlas.
—Tienes razón.
—Okey, tenemos un plan, vamos a usarlo, manos a la obra. Señorita Seraphin.
Dijo mientras se alejaba, en dirección a los escombros, mientras el buscaba sus guantes y mochila, la cual debería estar cerca de la recepción del hospital, mientras que May, utilizaba su lanza para frenar y atacar a Andersen en todo el cuerpo.
16 de octubre; 2001. Coozhury, Estados Unidos. 12:20 hrs.
Thomas ya había encontrado sus cosas, el guante, su ropa y, lo más importante, sus armas, mientras tanto, May estaba teniendo problemas, Andersen la había estado atacando por casi diez minutos, lo que la había dejado exhausta, aun así ella, no se rendía, no se inmutaba a pesar de que ya algunas plumas la habían perforado, ella seguía peleando.
—Por favor —se burló Andersen—, ya dame algo divertido, como una mamada o algo así, todas se mueren por dármelas, así que, adelante, te ves de buen cuerpo, que te parece sí...
—¡Leo Andersen! —exclamó una voz que se acercaba a la distancia con un hacha corta en sus manos, alzándola para atacar al hombre.
—¡Quien osa llamarme así! —gritó enfurecido—, ¡Tú!, maldito, debí matarte en ese instante, ¡Muere!
Dijo mientras lanzaba sus plumas hacia él, Thomas no lo dudó ni un momento, se dio cuenta de que las plumas seguían una trayectoria recta, y que, al momento de dejar de prestar atención, regresaban a las alas, las cuales en realidad solo eran un conjunto de plumas afiladas y resistentes, pero Andersen era torpe, así que siempre seguían una misma trayectoria, recta y dejándolo expuesto, con unas pocas plumas cubriendo su mano dominante, la izquierda, con plumas, así que, con eso en mente, comenzó el ataque, Esquivó las primeras plumas, yendo por el centro en dirección a Andersen, aunque él había lanzado sus plumas de vuelta, haciendo que Thomas tuviera que moverse hacia un lado, mientras que arrojaba hacia el pecho de Andersen un cuchillo arrojadizo, haciendo que esas plumas arrojadas, volvieran, atravesando a Thomas, en ese momento Andersen dijo:
—Je. Je, Je, Je, ¡Pendejo!, ¡Creíste que con tu maldito cuchillo ibas a matarme!, Jejeje, ¡Yo nunca muero a manos de negroides como tú!, ¡Eres un mexicano estúpido, como todos, además de...
—Estoy aquí, ¿Sabes? —dijo Thomas adherido en una pluma gracias a su ropa, un hacha corta estaba en su mano y en un rápido movimiento cortó parte de su mano derecha, quedando solo unida por un poco de hueso expuesto que dejaba salir montañas de sangre, haciendo que algunas de las plumas comenzaran a desmoronarse, pero como no todas lo hicieron, Thomas volvió a alzar el hacha, dejándola caer rápidamente sobre la primera mano la cual se amputó, dando también a la otra extremidad, pero esta vez la fuerza no fue suficiente, así que comenzó a mover hacia arriba y abajo, cortando la carne lenta y dolorosamente.
—¡Aaaaaaarrrrggggggghhhhhhh! ¡Maldito perro! —chilló Andersen, sus gritos denotaban el dolor de que sus manos fueran destrozadas de esa forma, la sangre botaba en ríos cayendo a los escombros del hospital.
—Como lo suponía —respondió Thomas, burlándose de su derrotado enemigo, las plumas siguieron desmoronándose, bajando de ellas con facilidad—, sin tus manos, no puedes guiar las plumas, además de que, si te distraes, las plumas vuelven a ti, otra cosa es que esas plumas no pueden recibir daño, por lo tanto, no puedes sentirlas, y la sensación de peso tampoco puede ser experimentada, y por último, tus plumas tienen una parte más amplia en cuanto a ellas, en la cual, con precisión, pueden quedarse hilos de ropa, y esta ropa al ser algo resistente, es perfecta. Ahora, tomare algo para mí, por ganarte y eso.
Luego de decir estas palabras, Thomas pasó la mano enguantada hacia la cara repleta de lágrimas y en estado de shock de Andersen, formando un pico con sus dedos, saliendo en su rostro una máscara con un patrón de la bandera de Estados Unidos en toda ella, excepto en los ojos, de los cuales el izquierdo era azul y el derecho rojo, pareciendo unos lentes de 3d, al colocársela, Thomas sintió un impacto similar al que sintió aquella vez en la que había asesinado a las chicas, pero en pocos segundos, retomó la compostura; en ese instante, él decidió hacer lo mismo que Andersen, invocar las alas de The Chariot, y así pasó, aunque tenían un patrón distinto, asemejándose más a las alas de un cuervo con un degradado rojo mientras más arriba iban, lo había logrado, ahora solo había que esperar su arresto.
—¡Como me pudo pasar esto! —gritaba Andersen, dándole lástima incluso a Thomas, aunque este decidió no prestarle atención y solo verlo como se retorcía mientras más armaduras llegaban a llevárselo—. ¡Tú! —dijo señalando a Thomas—. ¡Tú vas a pagar por esto! No sé cómo lo haré, ¡Pero te haré pagar! ¡Lo juro por la libertad de este blanco país! ¡Te lo juro, cabron, yo te voy a...!
—Tienes derecho a guardar silencio —mando a callar una de las personas que detenían a Andersen—, todo lo que digas puede y será usado en tu contra, tienes derecho a un abogado, si usted no cuenta con uno el estado le proveerá uno. Pero si me preguntas, no creo que te sirva de mucho.
16 de octubre; 2001. Coozhury, Estados Unidos. 13:00 hrs.
Mientras Andersen era llevado dentro de un camión policial de alta tecnología, ambulancias y coches de policía más tradicionales hacían su entrada, equipos de rescate buscaban sobrevivientes entre el destrozo de Andersen, sacando a gente con brazos aplastados, cuerpos partidos a la mitad, cabezas reventadas por el peso u otras condiciones prácticamente irrecuperables o mortales. Claro que había personas que habían salido con algunos rasguños menores, pero resaltaban más las familias que lloraban la pérdida de sus familiares, las muertes de ellos, que rezaban por todas las vidas perdidas, los desgarradores lamentos y gritos de furia mientras escombros eran arrojados al camión por la gente que buscaba justicia contra Andersen.
—Que desastre —enunció un anciano, dirigiéndose a una pequeña bolsa de plástico negro la cual parecía que cubría a una persona muy pequeña, lágrimas salían de sus ojos vidriosos—, no quería que mi nieta terminara así, ¡¿Por qué?! ¡¿Por qué?!
Thomas se alejó de esa escena desgarradora, casi idéntica a las demás que lloraban las pérdidas, tal vez May tenía razón y tendría que haber asesinado a Andersen.