La Tentación de lo Prohibido...

By danielacgalvis

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Hace veinte años dos familias juraron lealtad con un trato que ni el mismo diablo podría disolver, ahora que... More

- Sinopsis -
Prefacio
Capitulo 1
Capitulo 2
Capitulo 3
Capitulo 4
Capitulo 5
Capitulo 6
Capitulo 7
Capitulo 8
Capitulo 10
Capitulo 11
Capitulo 12
Capitulo 13
Capitulo 14
Capitulo 15
Capitulo 16
Capitulo 17
Capitulo 18
Capitulo 19
Capitulo 20
Capitulo 21
Capitulo 22
Capitulo 23
Capitulo 24
Capitulo 25
Capitulo 26
Capitulo 27
Capitulo 28
Capitulo 29
Capitulo 30
Capitulo 31
Capitulo 32
Capitulo 33
Capitulo 34
Capitulo 35
Capitulo 36
Capitulo 37
Capitulo 38
Capitulo 39
Capitulo 40
Capitulo 41
Capitulo 42
Capitulo 43

Capitulo 9

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By danielacgalvis

Santo

Sostengo con fuerza en mis brazos a Gema mientras la saco del agua. No puedo creer que haya cometido la locura de mojarse bajo la lluvia para buscar a solo un animal. Es una inconsciente que no mide sus acciones ni lo que provoca.

—Con cuidado —me pide mi abuelo mientras me ayuda a salir del agua—. ¿Está bien? —me pregunta preocupado.

—Lo está, se ha desmayado por el cansancio. Pero esta toda empapada, si no la metemos a la casa puede enfermarse por el frío.

—Esto es obra de tu madre, pero va a escucharme. Si sigue de esta manera, los planes con Marcello y...

Le dedico un gesto a mi abuelo desaprobando lo que ha dicho, él es uno de los culpables de que esto ocurriera, gracias a sus estúpidas ideas de traer a esa chica a casa estamos ahora lidiando con problemas que ni siquiera me conciernen.

—Yo hablaré con mi madre —le respondo y sigo avanzando en medio de la lluvia hasta el interior de la casa.

—Pero Santo...

—Dije que yo hablo con ella —le replico y nota la furia dibujada en mis ojos.

Mi abuelo no se atreve a insistir con el tema, solo asiente.

—La voy a llevar a mi habitación, pide que traigan ropa limpia —le indico a mi abuelo. Él desparece de mi campo de visión y se pierde en el pasillo mientras yo me encamino con ella en mis brazos, su cuerpo tiembla de frío producto de la lluvia y el agua—. Eres una tonta —susurro.

Me abro paso por mi habitación, la dejo sobre la cama y comienzo a quitarle su vestido mojado y embarrado, mis manos hacen contacto con su piel desnuda cuando ha quedado en solo ropa interior, me encargo de arrojar la ropa a un lado y luego con aquello, mis manos se pasean por su cuerpo para retirar el resto de prendas, intento alejar mi vista lo más que puedo para no verle el cuerpo desnudo pero es casi imposible, si no lo hago va a sufrir de una hipotermia severa.

—Hmm, ¿qué hace? —se queja mientras me toma de la muñeca.

—Evitar que se enferme —le respondo.

—No —niega como la necia que es—. Déjeme.

—¿Se da cuenta de lo que sus imprudenticas que causa? Por su culpa he terminado en esta bochornosa situación —arremeto con frialdad—. Si no fuera un imán para los problemas esto no estuviera ocurriendo.

—No me regañe, estoy harta de sus regaños —dice apenas en un susurro.

Cuando la he dejado sin sus prendas mojadas la curo con una de las sábanas de mi cama para darle calor con estas hasta que mi abuelo regrese con ropa limpia.

—Esta familia es horrible —la escucho balbucear—. Nadie me agrada, empezando por usted.

—No se preocupe el sentimiento es mutuo —le respondo.

—Debió dejarme en Portofino.

—Sí, debí dejarla. Porque claramente era mejor dejarla sola para que buitres como el de esa noche se le acercaran con la intención de hacerle daño, ¿se le olvida acaso lo que sucedió?

—Estaría mejor con mi abuelo, hubiera muerto con él —sigue diciendo incoherencias y la escucho sollozar—. A nadie le importo.

—Deje de hacerse la mártir señorita Ferreti —le contesto porque odio que la gente llore a mi lado y más si es una mujer—. No debemos ir por el mundo esperando el amor de otro para ser felices, esa es una idea demasiado mediocre que se le vende a la gente.

—¿Usted que puede saber de amar? No se ama ni así mimo.

Me enfurezco con sus palabras, no me conoce en lo absoluto y me alegro de que tampoco se interese en conocerme, entre menos relación tenga con esa mujer más tranquilo estaré, solo espero que Marcelo se la lleve lejos de la casa, así podré volver a mi rutina sin estar detrás de ella como un maldito guardia.

—Santo, he traído la ropa —el abuelo aparece junto a una de las empleadas—. Margarita se encargará de ella.

Me levanto de la cama y me encamino hasta la puerta para irme de allí.

—Gracias por salvarla —me dice mi abuelo antes de que me vaya.

—No la quiero en mi habitación cando regrese —espeto furioso.

La situación me ha sacado de mis casillas, y todo gracias a las absurdas peleas de mi madre que no sabe comportarse en la casa, el divorcio la ha vuelto una mujer adicta a vino y a hacerle la vida miserable a otros, no tengo tiempo para lidiar con sus crisis de divorcio después de que descubriera que mi padre le era infiel, aunque para nadie era aquello ya un secreto. Él se había aburrido de las constantes reglas del abuelo en la casa, de ser su sombra, de sus reproches por no ser el yerno perfecto, y mi madre poco hacia a su lado, no se casarón por amor, solo por poder y dinero, y lo que comienza mal está destinado a terminar de la misma manera, tal como su matrimonio.

Debió agradecerle a mi padre el darle el divorcio, tiene más libertades que cuando estaban casados y discutían todo el tiempo.

Golpeo con fuerza la puerta que tengo enfrente.

—Abre la puerta, soy yo —le pido a mi madre cuando he llegado a la biblioteca.

Ella se demora en abrir pero al poco tiempo lo hace.

—Te he visto llevarla a tu habitación, ¿qué pretendes ahora? tú no eres de esos gustos tan...

—Quiero que detengas esto —le pido con la ira acumulada—. Deja de comportarte de esa manera nefasta con esa chica. ¡Te juro que ya no tengo paciencia!

Ella abre su boca sorprendida de mis palabras mientras yo me abro paso en la biblioteca como una fiera descarriada.

—¿Me estas culpando de lo que sucedió?

—Te lo diré por última vez madre, deja estos asuntos en manos mías y de mi abuelo. ¡Casi se muere ahogada! Y yo he ido detrás de esa mujer porque es la protegida de mi abuelo y lo quieras o no la prometida de Marcello. Estoy hasta la medula de que me distraigan del trabajo, ya he perdido suficiente tiempo, tiempo valioso para cerrar negocios, así que o la aceptas o te enviaré a una de las propiedades lejos de aquí.

—¿Mi propio hijo? ¿Amenazándome? Eso es algo que nunca antes había visto.

—Te estoy dando una oportunidad en la casa, compórtate.

Ella sonríe para mi sorpresa, se sienta en una de las sillas y vuelve a hablar.

—No te preocupes no haré nada, voy a dejar que se quede sin hacerle la vida miserable. Al final mi padre ha tenido razón, creo que le vendrá bien a Marcello una distracción.

—¿Por qué ese cambio tan repentino?

—La chica es una ingenua. Lo he comprobado hoy mismo, es manipulable, hará lo que se le pida. Todo por el trato que hicieron mi padre y su abuelo hace años, Marcello ha encontrado la suela de su zapato.

—Hablas de un hijo como si fuese un querubín —respondo con sorna.

—Sé que tú y él nunca han mantenido una buena relación de hermanos, pero Marcello quizás necesitaba de esto para centrarse en lo que realmente importa, tener un heredero para seguir con el legado de los Cappelleti.

—A macello nunca le ha llamado la atención el negocio, ¿Por qué podría ahora interesarle?

—Porque ya no es el mismo que se fue de aquí hace tres años, ha cambiado. Aunque tú no lo creas.

Ruedo los ojos.

Siempre he tenido claro que las madres tienen una preferencia bastante fuerte y marcada por alguno de sus hijos aunque lo nieguen, en el caso de mi madre siempre ha sido Marcello, aunque ella intente disfrazarlo con solo querer corregirlo. Marcello es el preferido de mi madre y al cual le cumple los caprichos, o mejor dicho al cual le da lo que quiere siempre.

—Déjame adivinar, ¿te ha dicho que le ha gustado la chica y ha aceptado sin rechistar casarse con ella?

Sus facciones cambian como si le disgustara la idea.

—Al final es la mujer de tu hermano, si a él le gusta ¿qué le voy a hacer? Déjalo que se case con esa mujer, solo nos beneficiaremos cuando tenga a su primer hijo, el resto es historia.

No pienso seguir escuchando los planes de mi madre, o lo que se le pase por la cabeza porque no comparto los mismos ideales que ella, menos los de Marcello. Y se cuan competitivo se puede volver por una cosa cuando se convierte en una obsesión.

—Mejor me voy a dormir, la paz se ha visto interrumpida en esta casa desde hace noches.

—¿Te vas realmente porque quieres dormir o porque he dicho algo que te ha incomodado? —indaga ella acercándose a mí—. Te conozco, se cuándo algo te desagrada, eres como un cristal, no puedes ocultarlo. Dime la verdad, ¿esa chica te gusta?

—Madre, mis asuntos personales no los comparto contigo desde hace mucho.

—Ella es la prometida de Marcello, no le pondrás un dedo encima Santo. Si lo que quieres es divertirte un rato no te aconsejo que lo hagas con ella, no va con tus gustos.

La miro por encima de mi hombro.

—Cuando algo me gusta realmente, o me atrae lo suficiente no hay nada que se interponga para que yo pueda tenerlo, que te quede claro eso. Pero para tu alivio, la mujer de Marcello no me atrae ni un poco, es más, sueño el día en que se casen si con eso dejan de perturbar mi paz.

Cierro la puerta a mis espaladas dejándola atrás, me dirijo a mi habitación a toda prisa, quiero quitarme la ropa mojada y el olor de esa chica que tengo pegado a mí. Espero que hayan cumplido con sacarla de mi habitación, no quiero ver su ostro lo que resta de noche.

**

Ha sido una semana agotante.

Mi madre ha cumplido con su parte de no hacer nada con la necia y eso es un alivio ya que mi abuelo le ha quitado el habla desde esa noche en que casi muere ahogada. Por mi parte las distracciones de la semana me han hecho retrasar en el trabajo y no me han permitido avanzar con las propuestas hacia los proveedores.

Por si fuera poco Marcello ha estado llamando seguido con la excusa de hablar con mi madre de su regreso a Roma, pero sé que ambos han estado penando en algo una vez se case con esa chica, no sé de qué se trata y no me interesa tampoco saberlo.

—Mi señor, esto llegó esta mañana para usted —Roberto me interrumpe mientras estoy en medio de unas firmas—. Venia sellado —deja en mis manos un sobre en blanco.

—¿De dónde es el remitente?

—Portofino —dice.

—¿Portofino? ¿Qué de allí no viene la necia?

Él asiente.

—Lo ha enviado la sirvienta que trabajaba para los Ferreti junto a una caja, creo que son para la señorita Ferreti, pero esta venia marcada para usted.

Tomo el sobre en mis manos, lo rasgo y encuentro una carta con una caligrafía que no he visto antes.

Señor Cappelleti,

Hace mucho hice una promesa con mi gran amigo Raffaelle, su abuelo. Le pedí que se hiciera cargo de mi nieta en caso de que algo me ocurriera y no pudiera protegerla, si esta carta ha llegado a sus manos es porque ha sido el afortunado de quedarse con ella. Gemma es una mujer extraordinaria, tiene muchas cosas maravillosas que ofrecerle, es amorosa, inteligente y piensa en los demás antes que ella misma. Tal vez no sea mucho a lo que este acostumbrado por la vida que ha llevado entre lujos y poder. Pero confío en que Raffaelle y usted la amarán y protegerán tal como yo lo he hecho estos años. Sé que mi secreto de ser un ex mafioso retirado no podrá mantenerse oculto por siempre de ella, y lo único que pido es que cuando ella conozca la verdad la alianza pactada se haya creado entre ambas familias, de esta forma no correrá peligro, esta es mi forma de protegerla y es un trato que juramos nunca disolver, ahora ha llegado su turno de cumplirlo.

Leonardo Ferreti,

Suspiro tirando a un lado aquella carta.

—¿Por qué demonios la carta va dirigida a mí? ¿Qué no se supone debería ser para Marcello?

—Tal vez ha ocurrido un error —responde Roberto.

—Leonardo Ferreti no cometía errores —me quedo pensativo—. Aquí hay una pieza que no encaja en este rompecabezas.

—¿Qué está sugiriendo mi señor?

—Que mi abuelo me ha mentido.

No estoy seguro de si aquella carta sea real, no sé ni quiera si esa caligrafía pertenece al difunto Leonardo, me he encontrado en una situación bastante tensa, ahora no se en quien confiar, y en qué demonios consistía aquel trato.

—Roberto nadie dirá nada de esta carta, tu no me has dado nada ¿entiendes?

—No le diré a nadie mi señor.

—¿Quién más sabe de este correo?

—Nadie, la correspondencia que va dirigida a usted la recibo únicamente yo.

—Eso está bien, así no levantaremos sospechas en nadie de la casa. Quiero que sea mi abuelo quien me diga toda la verdad.

Dejo a un lado lo que estaba haciendo, me encamino hasta el cuarto aledaño y marco la clave en la caja fuerte para meter allí dentro la carta y luego volver a cerrarla, solo estará segura si la dejo allí.

—Cancela mi reunión de las diez, debo hablar con mi abuelo —le indico a Roberto.

Él obedece y yo me encamino hasta la sala en la que encuentro a ambos jugando cartas, Gemma se encuentra al lado del abuelo, sostiene en sus brazos aquel gato que desde el accidente no lo deja solo en ningún lado, aquello empieza a hastiarme ahora encuentro pelo de gato en mis trajes.

—Reina de corazones, creo que gané —sonríe ella dejando la carta encima de la mesa.

—Eres muy buena en esto, Leonardo era el mejor jugando y veo que tuvo una buena aprendiz.

—Nos encantaban los juegos de mesa, ¿sabe? mi preferido son las damas chinas.

Me aclaro la garganta interrumpiendo el momento entre ambos.

—Abuelo, ¿crees que puedes venir un momento conmigo? tengo algo de lo que deseo hablar contigo.

—Oh, quizás lo dejemos para más tarde, ahora estoy en medio de una partida importante con Gemma.

—Es algo importante —digo serio.

Él me gira a ver, nota la seriedad en mis palabras y en mi mirada desafiante.

—Parece que es importante, no se preocupe, lo esperaré aquí señor Raffaelle —responde la necia.

—Vuelvo enseguida, jugaremos dos partidas más después de esto —le guiña un ojo y ella le regresa una sonrisa.

Ambos nos encaminamos a la oficina del primer piso, cerramos la puerta y lo invito a sentarse en uno de los muebles.

—Es encantadora ¿no lo crees? Y muy inteligente...

—Quiero la verdad sobre el trato que hiciste con esa chica y Leonardo Ferreti —lo interrumpo antes de que siga parloteando.

—¿Qué? —pestañea.

—He dicho que me digas que fue exactamente el trato que hiciste con él, ¿a quien esta prometida Gemma a cambio de la alianza entre las dos familias?

Mi abuelo no esperaba escuchar aquello de mí, es claramente que está sorprendido por mi repentina pregunta.

—¿Soy yo o es Marcello? —interrogo y el silencio reina en ese espacio. 

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