Soundtrack: Lost with you de Patrick Watson / Stay de Rihanna / Pa' donde se fue de Mon Laferte
.
.
.
Estaba en una sala blanca, todo a mi alrededor era solo un vacío...
Nada...
Nada que ver, ni nada que sentir...
O eso pensé...
– Los peores crímenes son los cometidos en silencio –. Voltee hacia el dueño de la voz, la cual era un susurro casi imperceptible.
Edson detrás de mí sostenía una pistola en alto, apuntando hacia la nada. Di un paso hacia atrás.
¿Era posible? ¿Era posible que venía una vez más a torturarme?
– ¡¿Q-qué haces aquí?! ¡¿Dónde...?! ¡¿De dónde carajos sacaste eso?! – Garraspé, tratando de calmarme para no darle la satisfacción de temerle.
Pero él no respondió, solo quitó el seguro del arma y el estruendoso disparo me hizo llevarme las manos a los oídos. Vi cómo sonreía y cómo me veía vistorioso, lo cual no entendía hasta que...
– ¿Bea?...
Voltee hacia esa dulce voz llena de tristeza, dando con la terrible escena.
– ¿María? – Pero antes de poder reaccionar o decir algo más, ella tomó su estómago entre sus manos, sacándolas lentamente para mostrarme el horrible rojo que salía de ella. – No...
Musité lo último y corrí hacia ella con extrema desesperación, la tomé en mis brazos justo cuando se dejó caer. No podía decir una sola palabra, la impresión me había shockeado.
Me arrodillé en el suelo, tomando a María como pude y acomodándola en mis brazos. Su estómago no dejaba de sacar sangre y aunque me traté de tranquilizar, no pude al notar cómo sus lágrimas comenzaban a salir.
– Me duele... me duele mucho...
– Tranquila, quédate conmigo ¿sí? – Tomé algo de su cabello, llevándolos atrás de sus orejas y evitando llorar lo mejor que pude. – No pasará nada, todo estará bien...
– No Bea... No todo está bien...
– Tranquila, la ambulancia ya viene y yo...
– Bea, por favor... Abraza mucho a mi mamá ¿sí?...
– ¡No! ¡Tú misma la abrazarás! – Con mis manos cubrí su herida como pude, tratando de hacer presión.
– Ve a esa obra y entrega todo de ti...
– ¡María, basta! – Cerré los ojos, reprimiendo un grito lo mejor que pude.
– Fuiste como una hermana para mí...
De pronto, su peso era máximo y a pesar de que luché para no soltarla, poco a poco la dejé en el suelo con un nudo en la garganta. Ella cerró los ojos, su pecho dejó de subir y bajar, hasta que exhaló por última vez.
– Por favor, otra vez no...– Ya no pude aparentar más, mis lágrimas comenzaron a escurrirse. Con un nudo en la garganta voltee a ver a Edson, pero no había nada más que el recuerdo horroroso de su ser.
– Beatrice...– Regresé mi mirada a Mary, viéndola desangrarse por todo el suelo y llevándome mis manos a la boca por el horror que me provocaba esto. Con dificultad continuó: – ¿Por qué me hiciste esto, Beatrice?
– ¿Qué? ¡No! ¡Yo no te hice esto! – Voltee a todas partes, buscando al culpable. Me acerqué un poco para volver a abrazarla. – No, no, no, yo no fui. Ya verás que llegará una ambulancia y...
– ¡No te acerques! – Se retorció como pudo, haciéndome retroceder inmediatamente. Un sollozo salió de mí al ver el pánico que me tenía. – Tú me hiciste esto Beatrice ¡Tú lo hiciste! ¡TÚ ME MATASTE! ¡TÚ LO HICISTE! ¡TÚ ERES LA CULPABLE! ¡TÚ DEBISTE HABER MUERTO Y NO YO!
Sus gritos resonaban en mi cabeza, cada vez más y más fuertes. Retrocedí empujándome con mis pies, cerrándolos los ojos con fuerza y tapando mis oídos de los quejidos incesantes que parecían ensordecerme.
– Perdón...– Traté de decir entre doloroso llanto. – ¡PERDÓN MARÍA! ¡YO NO QUERÍA HACERTE ESTO! ¡PERDÓN!
El silencio ocurrió, y quitándome las manos de los oídos, abrí los ojos.
– ¿Beatrice? – Alexis me llamó, haciendo que alzara mi vista hacia él. Sus ojos estaban achicados y su boca abierta, para luego cerrarla con repulsión. – ¿Qué carajos haces?
– ¡No, espera! – Alcé mis manos, notando cómo en una de ellas ahora el arma estaba.
–¡Tú la mataste!
– ¡NO! ¡YO NO FUI! – Solté el arma y en cuanto resonó en el piso, yo bajé la mirada preparada para ver el cuerpo de María, pero en su lugar, vi la nada nuevamente, confundiéndome por completo. – ¿Pero qué...?
Susurré, pero ahora todo se volvió negro, como si apagaran las luces a mi alrededor. De pronto, un flash deslumbrante me iluminó.
– Sonríe para la cámara –. Dijo Alexis riendo mientras tenía su teléfono en alto. – Vamos, sé que te gusta ser exhibida.
De pronto, en un abrir y cerrar de ojos, ya no era Alex el que me grababa, sino que era Edson y en cuanto me voltee a ver, entendí la burla tan grotesca.
Me encontraba semidesnuda, nada más que interiores que me dejaban a la intemperie frente a los ojos de alguien. Con el terror a flor de piel y con mis temblorosas manos traté de tapar mi desnudez, pero era inútil.
– U-un suéter...– Traté de pedir a razón ignorante, pero como si fuera posible, al volver a levantar mi mirada todo empeoró.
Ya no estaba en una sala vacía, a lo contrario, ahora estaba frente un escenario, lleno de luces a mi alrededor. El auditorio completo de la UNAM tenía sus teléfonos en alto con flashes que en este momento me cegaban por completo.
– ¡OBSERVEN AL FENÓMENO DE LA UNIVERSIDAD Y MÉXICO! ¡BEATRICE GARCÍA!
Todo mundo aplaudía mientras que yo me arrastraba sentada hacia atrás del escenario. Los flashes eran demasiados, sentía que me quemaban la piel.
– ¡No, no, no! ¡Basta! ¡Basta! ¡BASTA! – El ruido de las palmas se detuvo en seco en cuanto choqué con alguien.
– Little Bea –. A mis espaldas, Alexis se agachó con una chamarra que colocó en mis hombros. – Tranquila, yo estoy aquí.
– ¿Qué?...
Me cubrió con la tela, ayudando a taparme pero ahora ya no era de nadie, solo era de mi habitación, aquella en donde estábamos ambos en mi cama. Él se arrodilló frente mío, dejándome por completo sorprendida.
– Confía en mí...– Dijo antes de posar sus labios sobre los míos, tratando inmediatamente de intensificarlo.
– Espera...– Dije sobre sus labios, pero él me tomó de mis costillas expuestas y de un tirón doloroso me pegó a él. – No, espera...
Con mis brazos traté de alejarlo, pero en un abrir y cerrar de ojos este me tomó de las muñecas, haciendo que me acostara en la cama e inmovilizando mi cuerpo poniéndose encima de este.
– ¡Cálmate! – Se separó de mí, vi sus ojos, su rostro y su cabello desordenado, y aunque era su imagen, algo me decía que no era él. – Si hago tantas cosas por ti, debes pagarme de alguna manera Beatrice.
El corazón se me rompió en dos y sabía que mi desilusión era vista en mi cara, pero a él no le importó, llevando sus labios a mi cuello.
– Alex, por favor no...
– Ya lo hicimos una vez, cállate.
Cerré los ojos fuertemente, reprimiendo mis gritos y llorando en silencio. Cerré mis puños como pude y traté de imaginar un lugar mejor, pero ya no lo encontré.
Sabía que había perdido toda pizca de felicidad en mí.
No tenía nada.
Ni a mi pareja, ni a mi mejor amiga, ni mi universidad, ni el teatro y ni mi casa...
Ahora solo podía tratar de ignorar mi asco tal y cómo lo hacía con Edson antes.
Pánico...
Solo tengo pánico en mí...
– ¡Beatrice despierta! ¡Bea! – Abrí mis ojos por la fuerza en cómo me agitaban, dando de inmediato con el chico despeinado a un lado mío. – ¡¿Estás bien?!
– ¡NO ME TOQUES! – Me levanté de inmediato de la cama, mareándome un poco en cuanto puse los pies en el piso.
Alex encendió mi lámpara junto a la cama, dejándome verlo confundido. Observé la habitación, dando con el recuerdo de que ya estábamos en mi nuevo departamento de Ciudad de México.
Al notar la playera blanca de algodón que se ponía por las noches, me vi a mí misma, aliviándome por ver cómo mi pijama estaba perfectamente puesta.
– ¿Qué ocurre? – Dijo en voz baja.
– No lo hicimos ¿verdad? – En cuanto pregunté eso, sus ojos se abrieron grandes y sus mejillas se volvieron rojas.
– Ah, no...– Negó con la cabeza. – Tú y yo no lo hemos vuelto a...
– Bien –. Corté con un suspiro. – Yo... Ah...
– ¿Quieres que duerma en la sala?
– No –. Admití sincera. – Solo necesito calmarme, voy por agua...
– Yo voy, tú quédate aquí –. Él se levantó fácilmente.
– No es necesario, de verdad...
– Por favor Beatrice –. Interrumpió mi oposición. – Voy por algo de leche tibia y tu agua, son las 5:00 de la mañana, tu mamá debe estar afuera igual.
– Oh...– Asentí con pesadez. Él sabía que yo no quería verla. – Gracias.
Él sonrió y se colocó las pantuflas que le presté hace tiempo. Caminó lentamente alrededor de la cama acercándose a mí. Pero aunque sabía que todo había sido un producto de mi mente, no pude evitar retroceder ante el pánico y él al notarlo, dejó su sonrisa a un lado.
– Beatrice...– Cortó con un paso la distancia entre los dos, dejando un beso en mi frente. – No sé qué sea lo que estés soñando estos días, pero por favor no olvides que te amo.
Me vio a los ojos una última vez, pude saber que era un grito en silencio, uno lleno de desesperación por saber qué ocurría... Uno que por más que fuera doloroso, no me haría acceder a contarle las horribles cosas que pasaban por mi cabeza en las noches.
El chico salió de la habitación a mis espaldas y de inmediato fui al pequeño mueble junto a mi cama, abriendo la gaveta y dando de inmediato con mi libreta pequeña y una pluma.
"24 de septiembre del 2022.
Otro sueño doloroso que me deja realmente confundida..."● Quackity's POV ●
Ver dormir a Beatrice era uno de mis pasatiempos favoritos, me resultaba pacífico en medio de todo, su rostro relajado con ojos cerrados eran un obra de arte, como una imagen palpable de que en medio de todo el caos que había en su vida, podía haber un momento de felicidad. Aunque desde hace un tiempo, esa pasividad ya no se encontraba intacta incluso en sus sueños.
Esa noche era una de ellas.
– ¡NO ME TOQUES! – Ella gritó levantándose de golpe, haciendo que prendiera la lámpara de inmediato.
La vi confundido, con un dolor enorme en el pecho por cómo me había hablado en cuanto me vió despertándola. Ella veía alrededor, se notaba confundida al ver la habitación para luego verme a mí y antes de que se extrañara más, decidí hablarle.
– ¿Qué ocurre?
– No lo hicimos ¿verdad? – Soltó una bomba para ambos. Sentí cómo la sangre subía a mis mejillas.
– Ah, no...– Negué con la cabeza. – Tú y yo no lo hemos vuelto a...
– Bien –. No me dejó terminar y por el alivio que soltó en un suspiro, me sentí mal por saber en qué estaba pensando. – Yo... Ah...
¿Era acaso que lo que habíamos hecho en la camioneta ahora le provocaba remordimiento?
Si fuese así sería completamente valido por lo que le ha ocurrido, pero... eso no puede evitar que no me sienta mal por saber que ahora ese recuerdo no es grato para ella.
¿La habré orillado a hacer eso?...
No, me negaba a simplemente pensarlo.
– ¿Quieres que duerma en la sala? – Fue la oferta más honesta que pude hacer, arriesgándome a que su madre me viera y preguntara, pero dispuesto a hacerlo solo para que se sintiera más cómoda conmigo.
– No. Solo necesito calmarme, voy por agua...– Ella comenzaba a removerse, pero yo no podía permitir eso.
– Yo voy, tú quédate aquí –. Y aunque mi flojera fuera mucha, decidí abandonar la cómoda cama para levantarme.
– No es necesario, de verdad...
– Por favor Beatrice. Voy por algo de leche tibia y tu agua, son las 5:00 de la mañana, tu mamá debe estar afuera igual.
– Oh...– Sabía que eso bastaba para convencerla de no salir, ellas no habían compartido una conversación desde que se habían vuelto a ver. – Gracias.
Ante su aprobación, sonreí para luego ponerme las pantuflas de concha que me había prestado en su anterior departamento. Caminé a paso lento para llegar a ella, pero nuevamente otro tirón en mi pecho se presentó al notar cómo retrocedía por mí.
Sentía que había dañado a una pequeña abeja, como si parte de todo lo que había ocurrido fuera mi culpa.
¿Y si sí lo era?
Me negaba a creerlo también, pero la culpabilidad me carcomía nuevamente. Porque Aldo tenía razón en medio de todas las estupideces que me había dicho: Pude haber evitado todo esto si hubiera estado antes para ella.
– Beatrice...– Me acerqué con cuidado, depositando un beso fugaz en su frente. – No sé qué sea lo que estés soñando estos días, pero por favor no olvides que te amo.
Le vi a los ojos, pude notar cómo estos estaban cristalizados. Había entregado mi fé en el que ella pudiera entender mis señales, o que al menos sintiera que el amor que le tenía era el más puro que podría haber sentido por alguien antes.
Unos segundos pasaron, ambos estábamos perdidos en nuestros pensamientos, sabía que ella dudaba de esto y de alguna forma, por más que me doliera admitirlo, sabía que yo lo estaba haciendo. No era que no nos quisiéramos, porque el amor sobraba entre ambos, pero muchas veces no solo se necesita eso, estábamos rodeados de momentos desastrosos, éramos una representación de momento equivocado...
Di media vuelta para salir de la habitación antes de decir algo por impulso o dejar salir lo que pensaba, sabía que no quería perderla, no podría manejarlo de nuevo.
Al cerrar la puerta, como respuesta a mi búsqueda de distracción, vi pasar en el pasillo a su madre y mis nervios fueron mayores al ver que se dirigía a la cocina. Me detuve recargándome en la puerta, había notado que yo no era su favorito y lo hacía denotar con mucha facilidad. Suspiré antes de comenzar a caminar.
– Sí, te dije que la necesito hoy mismo por la mañana –. Escuché a Ellen molesta mientras que estaba afuera del umbral de la cocina. – No mañana, no pasado, no hoy en la noche ¡HOY EN LA MA-ÑA-NA!
Al decir esto último, se volteó furiosa colocando la palma de su mano en la pared ante la frustración, fue cuando me notó y su cara molesta se aligeró un poco.
– Buen día –. Saludé tratando de no sonar aterrado.
– Ajá –. Ella continuó con su llamada solo agitando su mano en alto como respuesta a mi saludo. – Eso lo entiendo Martina, pero necesito a la Maid hoy mismo. ¡Mi hija no puede quedarse sola!
Decidí ignorarla y dirigirme al refrigerador de Bea con sigilo, tratando de no verme metiche. Su madre le había hecho la despensa un día antes, estaba completamente retacada de cosas variadas, incluyendo cuatro tipos de leches, las cuales ni siquiera había escuchado mencionar, tomé una con cuidado, viendo que era de coco. – Ah...
– Gracias –. Escuché detrás de mí, haciendo que diera un respingo. La señora Ellen estaba justo a mi lado, colgó la llamada y pasándome de largo, tomando uno de los embaces. – A Beatrice le gusta la de soya sabor chocolate, pero es muy temprano para que consuma carbohidratos, solo dale deslactosada con un poco de canela.
Dejó la leche en la pequeña división de la cocina para después dirigirse a la cafetera. Yo por mi parte, tomé un vaso de uno de los cajones para ponerlo junto a la leche.
– No tenía ni idea de que le gustaba la leche de soya –. Admití apenado mientras servía la leche deslactosada en el vaso. – Ni tampoco que era intolerante a la lactosa.
– No lo es, solo que esa tiene menos grasa –. Tomó un sorbo de su café mientras me veía extrañada. – No me digas que meterás eso al microondas –. La vi extrañado un momento, para después verla rodar los ojos mientras tomaba una vasija de peltre y vaciaba el contenido del vaso en esta. – El vaso se rompería si lo calientas de más, además de que Beatrice tiene prohibido ingerir bebidas espumosas calentadas en el microondas.
– Oh...
– Lo haré yo –. De otro cajón pequeño sacó un pequeño recipiente que tenía unas pequeñas ramas de canela, tomó dos y las colocó en la vasija para después encender la estufa a fuego medio. – No le gustan las bebidas tan calientes igual, de pequeña le fastidiaba que le dieran avena recién hecha, así que si le darás, procura que además de almendra, lleves fresas y plátano, son sus frutas favoritas.
Vi como esa señora tomaba una cuchara para agregar un poco de azúcar a la bebida... Y me cuestioné tantas cosas con rabia.
Beatrice me había dicho que comprender a Ellen era algo imposible, y aunque en su momento llegué a creer que esa señora solo era una mala madre, me retracté al recordar todo lo que había visto en estos días tan locos.
En el hospital, cuando llegué al siguiente día, recordé haberla visto llorando en el pasillo mientras que tenía una foto en sus manos y aunque no sabía qué había en esta, estaba casi seguro que era Beatrice por la manera en cómo la miraba.
En la mudanza pude notar cómo observaba a mi novia, le veía con nostalgia al notar cómo esta decidía alejarse de cualquier lugar donde ella estuviera. Y ni hablar de cómo su rostro se tornó triste al ver cómo su hija guardaba sin remordimiento los libros viejos en una caja, los mismos que alguna vez yo supe, eran los que Ellen le había leído de pequeña.
Entonces, si el esbozo de una tristeza profunda en una madre que es ignorada por su hija es tan grande y su conocimiento hacia ella era tanto ¿por qué?... ¿Por qué esta mujer no se dedica a demostrarle el cariño que se merece Beatrice?
No es que ella no supiera ser madre, solo no quería serlo... Lo cual resultaba aún más molesto para mí.
– Perdón –. Fue lo único que pude decir mientras me sentaba en la barra a esperar. No podía siquiera verla, por lo que traté de entretenerme con mis manos.
– Hice un cronograma con sus horarios de comida, cuando llegue la Maid le dices que los obedezca.
Odiaba el término "maid". Mi mamá siempre decía que lo repudiaba por el cómo había notado que las mujeres estadounidenses lo decían, con tono burlesco, casi con repudio.
– Doña Rocío, así se llama –. Traté de sonar amable viendo cómo la señora servía otra taza de café y me la extendía. – No tomo café, gracias.
– ¿Entonces qué vicio tienes? – Ella tiró el café por el fregadero mientras que yo le miré extrañado.
De haber sabido que tiraría el café sin remordimiento, lo hubiera tomado. – No lo sé, creo que no tengo alguno.
– Debes de tener uno –. Dijo mientras que yo me dirigía al refrigerador para servirme un vaso de agua. – ¿Fumas?
– No.
– ¿Bebes?
– Muy poco.
– ¿Drogas? ¿Marihuana?
– ¿El ibuprofeno cuenta? – Ella se rió ante mi broma y aunque lo hice con esa intención, yo no estaba de humor para reir. Ella tomó la vasija con cuidado mientras que servía la leche en el vaso.
– Llévaselo y que duerma hasta las 8, quince minutos después debe desayunar y a las 9:00 toma su medicamento. La maid estará aquí antes de que te vayas a L. A.
– ¿Usted a qué hora viene? – Tomé asiento ahora con mis dos vasos enfrente. – Espero no se haya olvidado de que Cristián vendrá hasta mañana temprano.
– ¡Claro que lo sé! Por eso estoy buscando desesperadamente una maid...
– Doña Rocío –. Traté de volver a sonar amable, pero esta vez ella me vió extrañada.
– Sí, ella...– Ambos nos vimos unos segundos, hasta que su rostro mostró una expresión con las cejas gachas. – Creí que en Estados Unidos utilizaban ese término.
– Sí, lo hacen.
– ¿Entonces por qué te molesta?
– Ah...
– ¿O solo te caigo mal? – Interrumpió dejándome perplejo. – Porque si es así, es mutuo, pero igual no importa mucho, si Beatrice te escogió debe ser por algo.
– ¿Disculpe? – Sentí mi cara arder, no por pena, sino por coraje. ¿Cómo se atrevía a juzgarme como novio? – No comprendo porque no le caigo bien.
– No corazón, no me caes mal, solo no me agradas –. Rodé los ojos internamente ante el diálogo irónico. – Y no me agradas por lo que le hiciste a Beatrice...– Tomó un sorbo de café. – Ella ha avanzado mucho en su terapia, ha hecho muchas cosas para mejorar, solo quiero que sea feliz.
– Trato de hacerlo –. No quería desgastarme en discutir, más aún al ver cómo esta se acercaba a la barra.
– Espero eso –. Sus palmas se posaron en el mármol, viéndome directamente al rostro, fue ahí donde noté que cerca del rabillo del ojo, tenía una cicatriz pequeña, incluso con algunos puntos, demasiado antigua para preocupar.
– Es un hecho –. Aparté un poco mi silla para tomar los dos vasos en mis manos. – Con permiso.
– No, espera –. Ella extendió una palma en alto, dando otro sorbo de café. – Por favor dile a Cristián que venga hoy a las 6 de la tarde, no creo poder quedarme a dormir hoy.
– Ah...– Di un trago para no soltar una mentada de madre. – Cristián va a la escuela y se está encargando de sacar las últimas cosas de Bea en el departamento, no creo que...
– No Alexis, él vendrá –. Sacó una tarjeta de crédito negra y la puso enfrente de mí. – Beatrice se sabe los datos, dile a Cristián que use lo que quiera para arreglar sus cosas y que esté aquí a más tardar las 7.
No esperó a verme, porque de inmediato su teléfono sonó. Mi boca se abrió por sorpresa, desesperación y tristeza, pero había un sentimiento que le ganaba: El enojo.
Ella buscó en su bolso el celular y por más que traté de medir mi boca, esta vez mi impulso fue mayor. – No todo se resuelve con el dinero, señora.
Ellen detuvo su búsqueda en seco, mirándome lentamente con el ceño fruncido. – ¿De qué hablas?
Por un segundo, a mi mente vino mi madre regañándome inmediatamente por contestarle a alguien mayor a mí, pero a su vez gobernó uno más, el recuerdo de mi padre dialogando por lo justo aún después de los riesgos que esto traiga después.
El impulso no me hace una mala persona, solo es una demostración del amor que le tengo a Beatrice.
– Que no todo se resuelve con el dinero, señora. No lo necesitamos –. Le vi serio empujando la tarjeta y de todas las posibles cosas que creí que pasarían, ella me tomó por sorpresa al carcajearse.
– Me habían dicho que eras gracioso, pero no me imaginé que tanto – Tomó la tarjeta en manos, ahora extendiéndola a mí. – Vamos, solo tómala y dásela a Beatrice en unas horas, ella estará feliz por eso. Yo sé lo que le conviene.
Odio esto. Lo odio, lo odio, lo odio.
– ¿Está segura?
– Sí, tómala.
– No, no me refiero a la tarjeta.
– ¿Entonces?
– Me refiero a que si de verdad cree que Beatrice estará feliz de tener esa tonto plástico en lugar de su compañía –. La sonrisa de ella se esfumó, ahora su boca se abría y sus ojos mostraban una mezcla entre confusión y ofensa.
– Yo conozco a mi hija mejor que nadie –. Ambos sabíamos que eso era una verdad a medias, por lo que ella continuó – Yo fui quien la vi nacer.
– Lo sé ¿pero la vió crecer? – Ya no había vuelta atrás, tenía que decírselo. – ¿Qué tanto la conoce realmente?
– Oh vamos niño, acepta la tarjeta y ya –. Ella desvió la mirada hacia el piso, aún con la tarjeta en manos. Dejé los vasos en la división de la cocina y con delicadeza, tomé la tarjeta para dejarla abajo, no tuve reacción alguna ante eso, solo un silencio.
– Si tanto dice que la conoce ¿por qué no sabe nada de ella?
– Niño...– Cerró los ojos y tensó la mandíbula.
– ¿Cuál es su color favorito? ¿Y su juego favorito? ¿Cuáles son sus sueños? ¿Y su comida favorita? ¿Qué hace cuando se aburre? ¿Qué es lo que ella ama hacer?
– ¡Escribir! – Me detuvo para volver a verme y hablar molesta. – ¿Crees que yo no sé qué le gusta? ¡Yo le leía cuentos cada noche! ¡Yo le pagué los cursos a los que iba! ¡Yo sé que mi hija es capaz de irse más lejos que cualquier persona en el mundo!
– ¡¿Cuándo dejó de leerle?! Porque ella lo recuerda tan diferente.
– ¿Importa acaso? ¡Yo la amo!
– ¡¿Entonces por qué la trata así?!
– ¡¿Así cómo?! ¡¿Dándole el dinero que quiere cuando quiere?! ¡¿Pagándole la terapia que tantas personas me dicen que es inútil?! – Podía notarlo en su rostro, estaba fastidiada conmigo. – ¡Oh! ¡Y este departamento de lujo en una de las mejores zonas de la ciudad! ¿Quién lo consiguió para el bienestar de su hija? ¡YO! ¡YO LO HICE SACÁNDOLA ADELANTE COMO PUDE!
– ¡Y se lo aplaudo!
– ¡¿Entonces por qué me cuestionas niño?! ¡A Beatrice no le hizo falta nada! ¡Tuvo los juguetes cuando quiso! ¡Los cursos que quería! ¡La educación que pedía! ¡La ropa que deseaba! ¡El dinero que necesitaba! ¡¿Qué le pudo haber hecho falta?!
– ¡Una madre!
– ¡Por favor! – Rodó los ojos y se dio media vuelta, dándome la espalda. – ¿Tú también me dirás eso?
Ahora había bajado la voz, se notaba aún molesta.
– Beatrice tuvo los lujos que quiso, pero jamás pudo disfrutar de estos con una madre para jugar, bailar, cantar, escribir o actuar...– Noté cómo se removió incómoda y pude notar que eso le pesaba. –Y usted lo sabe...
– Yo le leía los libros que quería en las noches cuando llegaba de trabajar.
– ¿Y entonces qué pasó? ¿Cuándo fue que la abandonó tanto?
– Yo no la abandoné, Alexis...– Era raro escucharla decir mi nombre con tanta seriedad, tanto que me asustaba, pero no me doblegué, no ahora.
– Sí lo hizo...– Ellen se cruzó de brazos al escucharme, pero no volteaba a verme. – Ella estuvo sola toda su adolescencia, se refugió en el mundo del internet al no tener alguien con quien compartir la luz que tenía... Y ahora, ella se está apagando, y se está apagando por...
– Por mi culpa, ya sé –. Me había interrumpido, viendo hacia el techo.
El silencio me invadió, me tallé las sienes de los ojos ante la desesperación, estaba seguro que esto no era lo más inteligente que podía hacer ahora, más aún por el cómo ambos denotábamos preocupación por la persona que queríamos. ¿Era eso posible? Compartir el mismo nivel de amor por alguien a pesar de que sea distinto... Era tan raro saberlo y notar que ambos lo demostrábamos de formas tan distintas.
– No iba a decir eso...– Dejé salir tratando de sonar sincero.
– Pero lo tenías en mente, Alex –. Ella tomó otro sorbo de café. – Lo sé, sé que todo esto se pudo haber solucionado si tan solo hubiera aparecido antes...
"Aparecer antes en la vida de Beatrice". Ambos pudimos haber hecho tanto...
Tal vez la señora Ellen y yo éramos más parecidos de lo que creí.
– Yo...– Pero ella me interrumpió.
– Créeme que si pudiera devolver el tiempo cambiaría mucho, mucho de lo que no puedes siquiera imaginar. Todo esto es mi culpa, el hecho de que haya tenido tantos problemas alimenticios, el poco amor que desarrolló hacia sí misma, el conformarse con ese chico tan... tan...– Un sollozo salió de ella tomándome por sorpresa. Ni siquiera había notado lo bien que había disimulado el cómo lloraba.
– Señora...
– Yo sé mi culpa, la sé perfectamente –. Susurró y luego respiró para continuar más fuerte. – Sé que ella hubiera estado mejor sin tener una madre ausente, pero también créeme que eso es peor a que no esté en su vida. La estoy salvando y nadie se da cuenta...
– Señora, Beatrice no es una persona que se interese por el dinero, ella sería feliz aunque estuviera en una casa más pequeña con menos lujos. No le interesaría limitar lo lujoso si compartiera más tiempo con usted.
– Eso lo sé...– Inhalo en medio de sorbidos. – Lo sé porque mi niña es tan linda... Tan inocente, tan frágil y tan fuerte a la vez...– Dejó salir otro sollozo. – Siempre he pensado que ella es como si fuese un ángel que me regalaron del cielo para hacerme feliz... Y n-no sabes c-cuantas veces he deseado que tenga una madre mejor que yo...
– Usted lo puede ser, puede ser la madre que ella necesita.
– No... No puedo... No puedo serlo desde que él nos dejó...
– ¿Qué?...
– No, no lo entiendes...– Respiró nuevamente. – No solo lo hago por eso.
– ¿Entonces?...
Hubo un silencio, por lo que decidí caminar alrededor de la división para ir hacia la mamá de Beatrice.
– No tienes idea de cuan culpable me siento por esto, sé que todos piensan que es mi culpa, que soy una mala madre, que no quiero a Beatrice...– Negaba con la cabeza y al ver su rostro llorar, me sentí mal por ella. – Yo AMO a Beatrice, podría dar mi vida por ella sin pensarlo y si pudiera sufrir todo lo que ella ha sufrido, me pondría en sus zapatos sin dudar. Yo nunca creí que pasaría esto porque yo solo quería que ella tuviera todo lo que yo quise, pero la descuidé y sé que eso me hace una mala madre.
– Señora...
– Quería que fuera feliz, quería que la ausencia de su padre no la notara y terminé ausentándome yo para salvarla... pero no pude... yo creí que ella estaría bien con la terapia y sus medicamentos, pero... pero... ¡No sé qué hacer! ¡Esto es mi culpa!
Con eso último, la señora se rompió en llanto y al verla casi caer, caminé hacia ella y sin dudar la abracé.
– Tranquila...
– Casi la pierdo, niño. La he visto casi perder la vida dos veces y no quiero que haya una tercera pero esto es tan difícil, porque ella me odia y la verdad es que no la culpo... Porque soy un asco de madre.
La incomodidad me invadió un momento, pero al notar cómo ella respondía a mi abrazo, pude recordar las veces que mi mamá había estado mal también, aquellas mismas en donde vi cómo Emmy hacía de todo por animarla. No podía dejarla a un lado sabiendo que Beatrice desde hace tiempo no quería siquiera verla.
Ella sollozó en uno de mis hombros y yo con una de mis palmas traté de dar un par de palmadas en su espalda.
– Yo también sé qué se siente creer que eres el culpable –. Le confesé. – Beatrice es un alma pura, tan pura que duele saber que ha sido corrompida y atacada de las formas más dolorosas que he conocido en alguien, saber que pudiste evitar eso y que no lo hiciste...– Mi vista se volvió algo borrosa y sentí un nudo en la garganta, por lo que traté de conservar la calma. – Solo... Solo debe saber que no es la única que se siente así, ambos compartimos culpa.
– No, niño...– La señora se alejó de mí y yo al notarlo di un paso hacia atrás, observando cómo sacaba un poco de papel de su bolso y se limpiaba las mejillas con cuidado. – Tú has sido aquello que ha curado a Beatrice desde que la conoces, eso te lo agradezco.
– Creí que no le agradaba.
– No lo haces –. Ella se rio para luego verme. – Pero solo es porque sé que ya es tiempo de dejar que tome rumbos distintos a los míos, es difícil desprenderse de eso. Pero sé que si está contigo no debo preocuparme.
– Gracias, me halaga.
– Además... – Tomó su bolso. – Tengo contactos en Estados Unidos que pueden deportarte, cuídate.
Abrí los ojos y al ver que no reía, tragué saliva. – Tengo visa.
– Alguna amenaza debe hacer tomar el rol de papá –. Respondió ahora con una sonrisa y luego un suspiro. – No tienes idea del bien que le hago estando lejos de ella, más allá de lo económico.
Las dudas me carcomían vivo. – ¿A qué se refiere?
– No me gusta perderme su vida, pero debo hacerlo para no perderla para siempre... O al menos eso intento.
Ella comenzó a caminar a la puerta, pero yo la seguí aún más confundido. – Espere, no comprendo bien ¿usted se aleja por ella? ¿Cómo podría ser posible que una madre quiera hacer eso por amor?
– Alexis...– Estaba a un metro de la puerta y con la voz quebrada trató de finalizar la charla. – Hice algo horrible en el pasado, algo que jamás me perdonaré... Y cuando te digo que es mejor que esté lejos de ella, con el dolor de mi corazón sé que es mejor. Me hace mala madre, pero quiero seguir teniendo a mi niña en este mundo...
Compartíamos culpa. Más allá de lo de Bea, yo también había hecho algo muy malo en el pasado y tal vez no con una pequeña niña, pero sí con alguien bastante frágil en su momento: Michelle.
– Yo...– No comprendía absolutamente nada. – ¿Qué hizo?
– No puedo decirte...
– Pero...
– Es demasiado complicado, no puedo contarle eso al novio de mi hija. Por favor, no indagues más –. Tomó el picaporte de la puerta, abriéndola.
– Aguarde –. Ella volteó a verme limpiándose las mejillas nuevamente. – Si no me lo dice a mí está bien, pero creo que debería decírselo a ella –. Ella negó con la cabeza. – Si es una justificación lo suficientemente fuerte, ella tiene derecho a saberlo y usted debe decirle antes de que sea demasiado tarde...
– ¿Decirme qué? – Beatrice habló detrás de nosotros, haciendo que diéramos un brinco. – Escuché algo de ruido ¿todo bien?
– ¡Sí! Está perfecto mi amor –. Su mamá le sonrió caminando rápido a ella y dándole un beso en la mejilla. Beatrice se removió incómoda.
– ¿Qué me tienen que decir? – Ella se notaba algo molesta, pero su mamá negó con la cabeza.
– Que lamentablemente no podré quedarme hoy, pero no pasa nada –. Respondió su mamá y trató de besarla nuevamente, pero la castaña retrocedió.
– ¿Trabajarás?
– Mucho, pero Cristián estará aquí a las 6 o 7, justo antes de que Alex se vaya –. Ellen volteó a verme desesperada. – ¿Verdad Alexis?
Mi corazón se aceleró, tendría que decir otra mentira a medias que aunque era piadosa, terminaba rompiendo un poco de la promesa de sinceridad que le había hecho a mi novia.
Odiaba mentirle a Bea, más aún después de todo, pero a fin de cuentas aunque también lo odiara, sabía que su mamá y yo habíamos compartido un momento que solo me había enseñado las similitudes que teníamos.
– ¿Alex? – Ahora Bea me hablaba. – ¿Es cierto?
Mentiras, mentiras mentiras... ¿Qué puede salir mal de una tan pequeña?
– Sí, es cierto –. Asentí tratando de evadir la mirada de Beatrice y dando mi mejor sonrisa. – Cristián se quedará contigo, no te debes preocupar de nada.
– ¡Genial! – Ellen caminó rápidamente a la salida. – La Maid va a llegar en unas horas para ayudarte a desempacar cosas y limpiar otras, también le dejé un menú para que ambos desayunen –. Al llegar al portal, tomó la perilla, no sin antes voltear a ver a Beatrice. – Te amo mi niña, prometo volver mañana para que desayunemos juntas ¿Te parece?
Pero mi pequeña abeja se veía fastidiada, con los brazos cruzados y con un rostro neutro. No dijo nada, solo se dignó a encoger los hombros. A veces me sorprendía lo seca que podía ser.
Su mamá suspiró, la vio por última vez y cerró la puerta. Sentí la mirada de Bea sobre mí en cuanto me puse derecho para caminar hacia ella, esta dio un paso firme hacia mí.
– Alexis, dime la verdad.
– ¿Qué?
– Hicimos una promesa, dime.
– Beatrice...– Me acerqué a ella suplicante, pero esta dio un paso hacia atrás sin perder contacto visual conmigo.
– No trates de besarme si no me dirás.
– Babe...
– No es una puta broma –. Mi corazón se achicó al escucharla. – Sé que sueno dura, pero de verdad quiero que me digas la verdad. Estoy cansada de las mentiras y yo sé perfectamente que mi mamá tenía esa cara por haber llorado, por favor no perjudiques más nuestra relación con más daños colaterales.
Puta madre.
– Bien –. Dejé salir. – Ella me dijo que está lejana por tu bien, se puso a llorar y bueno, se siente culpable...
– Eso no responde lo que me esconde.
– Y eso yo tampoco lo sé –. La vi unos segundos.
– ¿Lo juras?
– Lo juro –. Ella me vio con recelo unos segundos para luego asentir y poner sus brazos a los costados. – ¿Quieres que te cargue hasta la cam...?
– No –. Me cortó viéndome seria. – Gracias por decirme la verdad, pero en serio lo apreciaría más si no me lo dijeras después de insistirte sobre algo que me compete porque es SOBRE mí.
Puta madre.
– Beatrice...– Llamé, pero ella sin decir más, dio media vuelta para irse a la habitación. La vi caminar furiosa pero a pesar de todo su enojo, al llegar a su cuarto y dar un pequeño paso en el portal, regreso su vista hacia mí.
– Si duermes en la sala me enojo más –. Advirtió seria para luego cerrar la puerta con un poco de ruido. Sonreí ante la ternura que me provocaba a pesar de estar enojada.
Caminé a paso lento hacia la cocina nuevamente, viendo el vaso de leche que con tantas instrucciones de por medio había hecho Ellen.
A fin de cuentas, ella la conocía bien... Tal vez la conocía mejor que yo y nadie se había dado cuenta por esa coraza que tenía.
● Beatrice's POV ●
Desde que Alexis me confesó que mi padre fue a su casa, todo en mi cabeza daba vueltas, cuestionando por qué aparecía ahora hasta ahora, después de tanto, después de necesitarlo tanto. Pero no tuve respuestas a eso, ya que no las habían o al menos no hasta que viera a don Raúl.
Mientras tanto las uñas me ardían de tanto morderlas en diversos días. La ansiedad poco a poco me consumía y la necesidad de tomar mis pastillas estaba perjudicándome al punto en el que tenía que hacer de todo para distraerme.
Hoy había escrito nuevamente, le había ayudado a Alexis a hacer su maleta por su urgente viaje a Los Ángeles, había organizado todo para que el último camión de mudanzas fuera hoy al departamento e incluso había corregido parte de las dudas sobre la escenografía de la obra.
Ahora, solo tomaba me encontraba en mi habitación con "mi familia adoptiva" en donde doña Ale destacaba por hacer chistes sobre el cómo Alexis sufrió para aprender a manejar. Mismos que nos divertían antes de que ambos se fueran de México.
– Él volvió a casa con los ojos llorosos y los mocos escurriendo, diciendo que Raúl le había gritado y que a él no le gusta que le griten –. Ví como mi novio tomó una almohada y se tapaba el rostro desesperado. – Lo consentí demasiado esa tarde, le hice su comida favorita y aprovechamos a pasar un tiempo madre e hijo mientras su padre no llegaba a casa. Raúl volvió hasta la noche ¿y sabes por qué?
– No le digas –. Escuché como reclamaba Alex contra la almohada. – Por favor no le digas.
La señora, que estaba en el sofá de la habitación muriéndose de risa, se levantó para caminar a su hijo y quitarle la almohada y darle un
– ¡El poste se atravesó! – Se quejó mientras que se reía y recibía otro almohadazo.
Yo me encontraba parada recargada en el marco del ventanal, observando la escena con una gran calma interna, disfrutando los momentos como estos, tratando de ser feliz con lo poco que tenía y rascaba de ganas por vivir.
Me hubiera gustado tener ese tipo de familia, una en donde todo se resolvía de una manera u otra, con amor, con mucho amor fraterno que te pudiese sostener.
¿Por qué no pude tener eso? ¿Por qué no pude tener el indispensable amor de mi madre o mi padre?
El timbre sonó al mismo tiempo que la tetera comenzó a sonar desde la cocina, doña Ale me vió.
– De seguro es Raúl, es hora de irnos –. Ella hizo una seña para que la acompañara para luego voltear a ver al pelinegro. – Checa que no dejes nada, yo me adelanto con Beatrice.
El chico y yo nos vimos confundidos, pero al no saber más, decidimos seguir las órdenes, él quedándose detrás de nosotras mientras nos dirigíamos al pasillo. Doña Ale me abrazó al salir.
– ¿Ocurre algo? – Pregunté con los nervios de punta, sabiendo que últimamente todo lo que desembocaba esa pregunta, terminaba siendo negativo.
– Nada, solo creo que deberías abrirle la puerta a Raúl tú en lo que te dejo el té en algunos recipientes –. Ella me vio con una tierna sonrisa. – Te harán muy bien, son buenos para calmar algunos nervios, los he tomado desde que sufro de la presión y eso.
– Oh, ya veo –. Me separé un poco de ella una vez que cruzamos el pasillo. Apunté hacia la cocina. – Muchas gracias, los trastes y recipientes están en el segundo cajón.
– Gracias cariño.
No hubo más, solo un silencio que demostraba algo de nervios en el aire. No esperé más al escuchar otra vez el timbre y caminé a paso rápido hacia la puerta, al abrir vi a Raúl, quien llevaba una camisa celeste algo informal y una gorra del mismo color. Mis ojos se abrieron de par en par al ver su informalidad, más aún al notar el parecido que tenía con Alexis.
– Bastante raro ¿no? – El señor rió mientras me daba un beso en la mejilla a madera de saludo.
– Raro no, solo diferente –. Sonreí.
– Tan linda mi nuera –. Dijo con naturalidad mientras que mis mejillas se volvían rojas y él cerraba la puerta. – Tengo algunas cosas qué decirte...
En el pasillo, él agitó un sobre amarillo en sus manos. – ¿Qué es eso?
– Conozco a mi hijo –. Premeditó. – Desde hace días me anda hablando raro y estoy seguro que no se aguantó el decirte qué ocurrió con tu padre el otro día, así que te traje cosas que te pueden interesar.
Sentí un vacío en el estómago, pestañee diversas veces sin poder creer lo que ocurría ahora mismo.
– ¿Q-Qué es?
– Tranquila –. Él sonrió dándome una palmada en el brazo para después abrir el sobre y darme una hoja. – Esto es un expediente de sus delitos en cárcel, fue lo único que pude investigar por aparte. Tal vez te hará bien leerlo.
"Edgar Miller López.
Edad: 25 años.
Delito(s): Violencia familiar e intento de asesinato.
Historial: 15 de Agosto del 2004. Intento de asesinato a la menor de edad que responde a nombre de Beatrice M. García con el uso inadecuado del gas butano y propano..."
– No –. Cerré los ojos fuertemente y devolviéndole la hoja que había tomado tan abruptamente. – Creo que no puedo.
– Eso supuse –. Él suspiró mientras que guardaba la hoja en el sobre. – Verás Beatrice, yo no tenía conocimiento de lo que había hecho hasta que le investigué y me enojé mucho, ya que al conocerlo no se me pasó por la mente que sería una persona tan decente.
– É-él...– Mis manos temblaban por los nervios, mi cerebro quería que me callara, pero mi corazón quería saber más. – ¿C-cómo es él?
– Eres muy parecida a él –. Me dijo sonriendo y ahora mi estómago no se sentía vacío, pero tenía ganas de sacar lo que tenía. – Es más alto que yo, tiene el cabello castaño que tú tienes y sus ojos son iguales que los tuyos.
– Oh...– No pude decir más, no estaba segura de qué sentir o de cómo actuar.
– Sé que no tienes ganas de saber de él, por lo mismo me encargué de hacerle saber que si me enteró que se acercó a ti sin que yo supiera, lo iba a meter a la cárcel nuevamente –. Él extendió la carpeta frente mía. – Pero si necesitas saber sobre esto, aquí hay un par de cosas que tal vez te ayuden a entender más qué pasaba o pasa por su cabeza.
– Já...– Jugué irónica. – Era un demente, solo eso.
– No me parece adecuado llamarle así a una persona bipolar.
En cuanto lo escuché, mis ojos se agrandaron y él al notarlo, me vió con más intriga. – ¿Bipolar?
– ¿No sabías? – Ahora se veía sorprendido y al ver que yo seguía igual, decidió continuar. – Beatrice, tu padre tenía Trastorno de bipolaridad y personalidad múltiple, el expediente criminal arrojó eso después de haberlo internado un tiempo en un hospital psiquiátrico.
Mi boca se abrió de par en par, por mi mente pasaron miles de flashbacks en los cuales su rostro resonaba una y otra vez. Llevé una mano a mi frente y me recargué en la pared como pude, sentí que mis piernas temblaban arduamente.
– Dios –. Gemí.
– Tranquila, tranquila –. Don Raúl me quiso ayudar a reincorporarme una vez que pude hablar.
– E-eso significa q-que yo...– Me puse derecha con dificultar.
– No Beatrice –. El señor me regañó. – Tú no heredaste eso.
Pero no podía creerle, después de tantos problemas, después de tantas cosas diagnosticadas, no después de tantas adversidades que me destruían poco a poco. Algunas cosas podían ser hereditarias, este tipo de problemas no eran la excepción y si él tenía eso ¿qué me aseguraba que yo no estaba peor?
– Me duele tanto la cabeza –. Admití en voz alta, más para mí que para mi suegro.
– Buenas noches –. Cristián había llegado a la casa, saludando desde el portal sonriente, pero al verme esta expresión feliz se convirtió en una preocupada. – ¿Todo bien, Bee?
– No lo sé –. Volví a hablar sin pensar.
– Si quieres puedo decirle a Ale que se quede un día más –. Don Raúl habló y aunque el gesto era sumamente bello, sabía que esta vez la mamá de Alex debía ir con él para ayudarle con "asuntos de adulto" qué atender.
– No, de verdad esto bien –. Voltee a ver a Cristián. – Solo es mucha información que procesar, pero mientras tenga a mi amigo aquí y a Mary para visitarla, todo estará bien.
– ¿Estás segura de que estarás bien? – Mi amigo preguntó.
– No...– Sincera dije. – Pero estoy segura de que estaré mejor que antes.
Ambos asintieron y justo a tiempo, Alex y su mamá aparecieron a la escena.
– ¿Todo listo? – Preguntó mamá Pato.
– Ya le dije todo –. Admitió su esposo.
– Oh...– Contestó para verme preocupada. – Lamento mucho todo, creo que tu padre no es tan...
– Solo dejémoslo así –. Interrumpí tratando de ser educada. – No leí el expediente completo, lo haré una vez que esté lista.
– Tú decides –. Me respondió con una sonrisa, para luego tomar la mano de su esposo y sin despegar su mirada compasiva de mí, se despidió. – Cuídate mucho, nos veremos en una semana y media.
– ¿Tan pronto? – Pregunté honesta.
– ¿Bromeas? ¡Queremos verte en esa obra! – Raúl contestó. – Cristián ya nos había comentado lo genial que eres, así que debemos ver todo.
Nuevamente, mi asco volvió. – Aún no decido si estaré o no en la obra.
– ¡Oh, cariño! Eso no importa, nosotros te apoyaremos estés o no estés, así que nos veremos en una semana y media –. Doña Ale me abrazó para después susurrar. – Eres muy fuerte mi niña, cualquier cosa puedes llamarnos a mí o a Alex, dejé los teléfonos en el refrigerados.
Una llorona, eso era desde que conocía esta familia.
¿Le costaba tanto a mi mamá ser así? ¿O es que no era lo suficientemente buena hija como para recibir este amor maternal?
– Gracias –. Susurré con un nudo en la garganta al separarme.
– Yo no me despido, trataré de venir a visitarlos estos días que estaré por acá –. Don Raúl comenzó a caminar hacia el pasillo de afuera. – Cristián, recuerda que me debes unos azulitos del centro, no se me olvida.
– ¡Ya estuvo señor! – Cris se despidió con la mano para seguirlos afuera y agarrar el picaporte de la puerta. – Estaré afuera para que se despidan bien.
Él cerró la puerta después de un guiño coqueto que me hizo ruborizarme un poco. La mano de Alex acarició la mía de pronto, haciéndome voltear a verlo.
– ¿Estás segura de estar bien? – Preguntó con cautela mientras que se acercaba a mí.
– No lo estoy ¿pero quién sería si estuviera segura de eso? – Él sonrió mientras que llevaba sus manos a mi cadera para acercarme a mí.
– Me encantas, sabías –. Su voz ronca habló y ahora sabía que mis mejillas eran un par de tomates maduros.
– Sigo enojada –. Le regañé y él arrugó un poco la nariz para bajar a mi rostro suavemente. – Un beso no me lo quita.
– Oh ¿segura? – Él se atrevió a coquetear al ver cómo me ponía de nerviosa.
– Sí –. Traté de sonar firme mientras que ahora sentía cómo su nariz y la mía se rosaban. – Completamente.
– ¿Y si te doy más de uno? – Abrí mis ojos sorprendida, pero no me dejó hablar más al darme un beso fugaz.
Me separé de él y le vi un segundo, observando cómo se lamía los labios entre una pequeña risa. – ¿Cómo logras ser tan coqueto sin perder tu cara de inocencia?
– Ese es un don que muy pocos tienen –. Dio otro beso para luego hablar sobre mis labios. – Tú tienes la misma virtud. Tienes una cara tan pura y un alma tan inocente, que jamás creí verte con otros ojos.
– ¿Otros ojos?...– Los dos nos habíamos perdido entre besos nuevamente. Llevé mis brazos detrás de su cuello y el me envolvió con los suyos, alzándome un poco para estar pegada a él.
– Creí que estabas enojada –. Susurró sin separarse, haciendo que yo soltara un suspiro fastidiado. – Oh, the Little Bee got mad again...
– Cállate –. Alcancé a decir al tomar aire, ya que en cuanto podía, él continuaba desesperado. Me enloquecía que me hablara en inglés y lo sabía. – Tus papás están afuera, basta.
– I don't wanna go...
– ¡Deja de hablarme en inglés!
– ¿Por qué? ¿Te gusta? – Nuevamente se rio, mientras que yo me mordía el labio para no reírme de los nervios que tenía. Me sentía afortunada, a pesar de todo lo que habíamos pasado, era afortunada de tenerle conmigo. Decidí tomar el riesgo.
– Sabes que sí...– Susurré. Él se tensó, sus ojos se abrieron y pude notar cómo sus pupilas se dilataron de inmediato.
– Oh, honey...– Se lamió los labios nuevamente, recuperando el aliento y estrechándome más a él. – You got me just the way you want.
No hubo más palabras después eso, solo besos de despedida a los que ninguno de los dos quería renunciar.
[...]
– ¡Como si hubiera hecho el Kylie Lip Challenge! ¡Te lo juro!
– ¡Cállate Cristián! – Me tapé la cara apenada y hundiéndome más en el pequeño auto que mi amigo manejaba.
– ¡Su mamá le preguntó si había comido chile! – Él chico venía eufórico.
– ¡Que te calles! – Mi vergüenza era máxima.
– ¡Y LUEGO DON RAÚL LE DIJO QUE EL ÚNICO PICANTE QUE COMIÓ ERA CHILE GARCÍA! – El chico se carcajeó, haciéndome soltar un chillido de fastidio mientras que estaba dispuesta a ignorar todo. – ¡Y LUEGO TE VI A TI! ¡VI TUS LABIOS DE MACACO Y ENTENDÍ TODO!
Hacía media hora que Alex se había ido de mi casa y después de la sesión de besos y despedida que habíamos tenido, mismo tiempo en el que mi amigo se burlaba de mí, mismo en el que decidimos conducir al departamento anterior para revisar que no olvidaran nada en las últimas cosas de la mudanza.
El tráfico era horrible y cruzar a la zona en donde vivía antes, era un dolor de cabeza.
– No tengo labios de macaco –. Fingí llorar.
– Broma amiguita –. El moreno posó su mano en mi pierna dando un apretón regresando al volante. – Lo peor ya pasó, ahora solo vamos a despedirnos de ese departamentito bonito.
– ¿Estás seguro que no hay ningún reportero afuera?
– Completamente, revisé el perímetro un poco antes. Además de que estos dos días todo ha estado muy tranquilo.
– Perfecto –. Asentí feliz para quitarme las manos del rostro y sentarme mejor. En la radio se escuchaban canciones de Hamilton, al notarlo miré a Cristián. – Eres un manipulador.
– Cariño, sigo siendo hombre, está en mis venas –. Bromeó mientras que yo rodé los ojos divertida. – Además, vienen sonando desde que salimos ¿qué tanto tienes en mente que lo notaste?
Mi papá. Eso tengo en mente.
– Ah...– Busqué una excusa buena. – ¿La obra? Te recuerdo que estoy controlando toda la escenografía ya que María no puede. Es aún peor que actuar.
– Entonces deberías actuar en lugar de quejarte –. Él me miró irónico mientras que yo por segunda vez rodaba los ojos. – ¡Vamos Bee! ¡Sabes que quieres!
– Lo querré más si sigue insistiendo todo mundo –. Me sinceré.
Él me miró un par de segundos más para luego regresar la mirada al frente.
– Tienes razón, lo lamento, no debo insistir tanto –. En cuanto dijo eso, cambió la estación. – ¿Qué quieres escuchar? ¿Pop, baladas o banda?
Sonreí al verlo. Sabía que estaba acompañada de la persona adecuada en momentos como este.
Y luego de media hora conduciendo con canciones de Madonna al fondo, llegamos a mi pasado vecindario, dando de inmediato con mi edificio. Cristián llevó el carro afuera, justo en el parquin que me correspondía y que solo usaba de vez en cuando al tener visitas. Él se bajó, viendo el perímetro y haciéndome una seña con las manos para bajarme, la cual yo obedecí después de ponerme una gorra de Quackity me dejó y luego anudarme el suéter viejo que traía puesto.
Me bajé y caminé con las manos en los bolsillos, justo detrás de Cristian que seguía con cautela. Al llegar a la entrada y tocar el timbre de la enorme timbre de la puerta vieja del edificio, vimos cómo el portero veía con fastidio para después buscar las llaves.
– Nunca cambiará de humor –. Murmuré mientras que Cris se reía.
– Checa tu correo, no vaya a volverse loco de nuevo.
En medio de risas, una chica delgada de piel blanca y cabello azul se acercó a mí.
– Hola, disculpa la molestia –. Dijo tímida jugando con sus manos.
– Buenas noches –. Le sonreí.
– ¿Se te ofrece algo? – Preguntó Cristián alerta.
– Espero no molestarte, pero... ¿Tú eres Bee Games? ¿La de Twitch?
Miles de miedos vinieron hacia mí, pero sobre todo el pánico.
Pánico de saber que había sido identificada.
Pánico de creer que no podía ser la única vez.
Pánico al comprender que medio México sabía lo ocurrido y que casi todos me habían visto casi sin ropa.
– Ah...– No supe qué responder, pero fortuna, Cris salvó el día.
– No es ella corazón, ella es mi amiga solamente –. En cuanto escuché las palabras de mi amigo y vi el rostro de la chica, mi corazón se estrujó.
– Oh, p-perdón...– Ella siguió jugando con sus manos aún más rápido, se tapó la boca apenada y trató de similar su vergüenza. – Es que te pareces m-mucho, lo siento.
La chica dio media vuelta, caminando a paso muy rápido a un pequeño grupo de chicos, los cuales nos miraban atentamente a mí y a Cris. Vi en sus rostros algunos pucheros y reconocí como pude a uno de ellos, dándome cuenta que era uno de los que ví en la Twitch Rivals de España.
– ¿Crees que sea prudente...? – Dejé la pregunta a medias, viendo a Cris que me veía con una sonrisa.
– Si tú te sientes cómoda con ello, yo te espero –. La puerta se abrió detrás de él. – Parecen ser fans tuyos.
Los chicos aún veían de reojo y un pequeño tirón en el pecho me dio cuando escuché un "Creí que era ella, se miraba tan linda".
El pánico es descrito por muchos psicólogos como aquello que nos mantiene vivos.
Un instinto de supervivencia que nos hace ser capaces de todo, hasta de lo que creemos imposible.
Un instinto de supervivencia que aunque muchas veces nos hace vivir, otras nos impide sentir la vida.
Hoy no sería ese día...
– Voy a ir –. Le dije a Cristián.
– Debemos cerrar la puerta –. El portero se veía fastidiado detrás de la puerta. – Usted conoce las reglas, después de las 8...
– Las puertas se cierran, sí sí, lo sé –. Respondí amable sacando las llaves de mi bolsillo y dándoselas a Cris. – Entra al departamento y checa todo, cuando termine de saludar a los chicos te espero en el auto.
– ¿Segura? – Preguntó sacándose las suyas y dándomelas.
¿Lo estaba? ¿Realmente estaba lista?
– No, no estoy segura –. Admití para después tomar las llaves del auto. – Pero todo lo extraordinario comienza con un "No estoy segura".
Mi amigo solo sonrió señalando el cómo los chicos comenzaban a irse.
Sin despedirme, comencé a correr a los chicos mientras que guardaba las llaves en el bolsillo de mi suéter. Al llegar cerca, caminé un poco más lento hasta que logré escuchar algo sin querer.
– De verdad creí que era ella, qué lástima.
– Tal vez sí es, pero igual por lo que ha ocurrido no quiso arriesgarse.
– Igual y ese es su edificio y no quiere doxearse, debimos ser más respetuosos.
Sonreí más que nunca, notando la gentileza de los chicos a pesar de mi poca educación previa. Con algo de nervio pero dispuesta a ser mejor, me coloqué en medio de dos chicos del grupo de cinco que eran, pasando mis brazos por sus hombros.
– ¡Sí, no mamen! ¡Pinche Bee presumida, ya se le subió! –. Dije de broma a lo que ambos voltearon asustados para después sorprenderse.
– ¡No mames! – Exclamó uno de los chicos alejándose sorprendido.
– Sí mamo –. Dije para después llevarme la mano a la boca. – ¡No, espera!
Todos se rieron ante mi reacción, la chica de cabello azul pegó un grito y los demás le siguieron con pequeños chillidos de emoción.
– ¡No puedo creer que seas tú! – El chico que reconocía de España levantó su muñeca mostrándome una pequeña pulsera, la cual también conocía – ¡Mira! ¿Te acuerdas de esto?
– ¡Obvio! – Le dije admirándola y tomándola entre mis manos. – Es una pieza muy fina de mi Estado, muy cara y costosa por cierto –. Bromee provocando que los demás siguieran divertidos. – Lo que me sorprende es que estés aquí ¿cómo llegaste?
– ¡Sus tíos son españoles! – Respondió uno de sus amigos.
– ¡Él puede ir y venir de España cuando quiera! – Dijo otro.
– ¡Regáñalo! ¡Traiciona a la patria! – Dijo la chica a lo que yo fingí ofensa viéndolo.
– ¡Quackity se sentiría muy ofendido de esto! – Jugué sin pensar y de inmediato me arrepentí al escuchar la burla sonora del "Uuuuh" en conjunto. – Ay no, ya van dos veces que la cago.
– ¡Compénsalo con una foto, anda! – Dijo el chico de la pulsera a lo que yo asentí sonriente.
En cuanto ví como todos buscaban en sus bolsillos sus celulares, mi corazón se agitó mucho más, pero cuando vi cómo la cámara del chico de la pulsera se ponía enfrente y el filtro de ojos saltones se mostraba, ese nervio ser fue.
– ¡EH NO MAMES! – Gritó en cuanto se dio cuenta. Una carcajada salió desde el fondo de mi ser.
– ¿Cómo te llamas? – Le pregunté.
– Me llamo Esteban, un gusto –. Su sonrisa fue enorme, sincera, emocionante. – Te admiro como no tienes idea, eres todo un ejemplo a seguir.
Y cuando escuché eso, todo el instante se congeló.
Ellos reían, todos estaban feliz de verme e incluso me sentía segura en ese conjunto de personas, sentía confianza en lo que fui.
¿La sensación perpetua de la culpa de alejarme de redes se iba? Definitivamente no, no desde que decidí no subir el video.
¿Estaba lista para volver? Realmente no, pero las mejores decisiones se toman con riesgos únicos y lúcidos para cometer.
Tenía el vídeo casi terminado de editar por Quackity, había amado cada una de las cosas que había hecho en este para que no todo fuera tan serio, pero jamás creí que lo haría tan bien.
– Bee ¿te gustaría ir a los tacos de la esquina con nosotros? – Preguntó la chica de cabello azul algo tímida. Conocía esos tacos, eran muy buenos.
– Oh, es que vengo con un amigo, no sé si sea buena idea.
– ¡Nosotros invitamos! – El chico de pulsera volvió a hablar. – Es lo mínimo que podemos hacer.
¿Lo mínimo?
– Oh, yo...– Pero las palabras se me fueron una vez que Esteban me mostró sus muñecas, cicatrices habían en estas, y junto a ellas, un pequeño tatuaje de punto y coma.
– Cuando tú contaste tu historia hace años, yo no pude estar, pero supe de ti hace un año, antes de que todo el desastre comenzara, desde entonces te admiro demasiado –. Mi estómago se contrajo, mi corazón se aceleró con ello. – Me has inspirado a seguir con esto, porque sé que si tú pudiste pasar todo y seguir aquí, yo también puedo. Todos somos guerreros en una historia distante en donde debemos buscar salir adelante y sé que ahora todo lo que te ha pasado es difícil, pero de verdad sé que hay mucha gente que te admira y te aprecia como yo, estaremos esperando tu regreso a redes con ansias, para apoyarte tal como tú lo haces.
– Él fue por ti a España –. La chica habló esta vez, llamando mi atención aún asombrada. – Irónico porque viven en Ciudad de México ¡Pero te juro que te hemos buscado por mar y tierra sin encontrarte!
– ¡Te escondes mucho! – Dijo otro de los acompañantes. – Sabíamos que eras de la UNAM, pero jamás creímos que vivieras aquí.
– Ya no vivo aquí –. Corregí. – Tuve que cambiarme de casa.
– Oh...– Los tres musitaron y sus rostros se tornaron algo serios, disipando pesar.
– Ustedes deben de saber todo lo ocurrido...– Traté de hablar, pero la chica volvió a hablar.
– ¡Lo que te hizo ese desgraciado no tiene perdón! – Sus pequeños puños se movieron con coraje, causándome ternura. – No sabes el coraje que nos dio enterarnos, quisimos ir a las manifestaciones pero no pudimos, lamentamos mucho eso. ¿Él ya está en la cárcel, cierto?
– ¡Luna! ¡Eso no se pregunta! – Regañó el otro chico desconocido.
– ¿Te llamas Luna? Es un nombre tan bello –. Admití, al mismo tiempo que ella apenada se llevaba las manos a la boca. – Sí, por fortuna está en la cárcel y de verdad es un alivio poder decirlo en voz alta.
– Lo lamento mucho –. Luna dijo sobre sus manos, a lo que yo me acerqué sonriente.
– No importa, es lo de menos, lo importante es que estoy acá y no saben lo feliz que me hace escucharlos hablar de esa manera sobre mí –. Voltee a Esteban. – Eres un sol, disculpa si no pude ser la mejor al encontrarte en Ciudad de México, siempre es bueno encontrarse con nuevos amigos.
– ¿Somos amigos? – Preguntó este.
– Si me dicen sus nombres, sí –. Afirmé contenta, tratando de ser cordial con ellos. Cada uno tomó su turno.
– Yo me llamo Jorge.
– Y yo Paolo.
– Yo soy Luna.
– Lunita –. Le dije sonriendo, a lo que ella se volvió a tapar las mejillas apenada.
– Ay...– Solo musitó.
– No te chivees, es un nombre precioso –. De pronto, al escuchar esto, Esteban se acercó a mí con los ojos llorosos.
– ¿Te puedo dar un abrazo? – Se veía tembloroso, vulnerable, tal y como yo muchas veces lo estaba al ser menor.
– ¡La pregunta ofende! – Sin pensar le abrí los brazos, él se abalanzó en estos.
– Había escuchado que eras amable, pero jamás creí que fueras tan... tan...– Pero su voz se quebró, no pudo hablar más.
Y ahí, en los brazos de alguien que parecía tener 17 años, nuevamente todo alrededor se paró. Había recordado lo que Quackity me había dicho al conocerme en aquella primera cita.
"Cuando te sientas insignificante, piensa en cuantas personas te usan como ejemplo de supervivencia y orgullo. Muchas veces para nosotros mismos no somos alguien importante, pero para otros solemos ser alguien a quien admirar..."
Lo supe.
Extrañaba esto, extrañaba ser yo...
Me costaba un poco hablar, por el shock de las cosas. Mi corazón estaba lleno de amor, completo, palpitante y listo para accionar.
– No tienes idea del bien que me hizo conocerte a ti y tus amigos Esteban –. Le dije separándome y con el llanto a punto de salir. – Eres maravilloso.
– Tú lo eres más –. Dijo apenado. – Y cuando decidas volver, estaré esperándote ansioso.
– Oh bueno...– La indecisión me carcomía, pero sabía al mismo tiempo que tenía que ser valiente. – Tengo un vídeo de regreso por ahí, tal vez no sea tan lejano ese día.
– ¡POR FAVOR CONVÉNZALA YA! – Cristián chilló a un metro de nosotros, llamando la atención de todos. – La dejo unos minutos con ustedes y ya es dijo que vuelve ¿no quieren su dirección nueva para que la motiven?
– ¡Cristián! – Golpee su hombro una vez que estuvo junto a mí.
– ¿Quieres son tus nuevos amigos? – Preguntó acercándose a los chicos. Yo comencé a apuntarlos.
– Ella es Luna, él es Esteban, él es Paolo y él es Jorge. Y nos están invitando a comer tacos.
– Jalo –. Dijo mi amigo sin dudar saludando a cada uno de nosotros. Los chicos festejaron victoriosos, y yo solo rodee los ojos. – Pero que Bea pida solo de pollo porque anda a dieta.
– Oh –. Recordé. – Tengo que tomarme una de las pastillas antes de cenar, las dejé en mi bolso.
– Tu bolso está en el carro –. Dijo Cristián extendiendo la mano, pero en lugar de darle la llave, yo solo la tomé en las mías.
– Voy corriendo, necesito dejar mi suéter también –. Le dije a lo que él asintió.
– Oye ¿y nuestras fotos? – Dijo Paolo, para después recibir un codazo por parte de Jorge. – ¡AY!
Me reí ante la imagen.
– Miren, yo voy al coche corriendo y ustedes se adelantan a la taquería –. Los chicos asintieron para caminar hacia la esquina –. ¡Ahí nos tomamos las fotos que quieran! –. Comencé a caminar hacia al carro, pero Cris, quien era el único que se quedó quieto, me detuvo del brazo.
– ¿Estás segura? – Dijo preocupado. – Tengo órdenes estrictas de Alexis para no dejarte sola.
Rodé los ojos nuevamente, apuntando a la esquina que tenía a un par de edificios.
– Me puedes ver desde ahí –. Le dije riendo. – Tampoco exageres.
– Mmmm...– Volteó a ver a los chicos, quienes ya estaban a un edificio de distancia. – Te esperaré aquí.
Lo vi fastidiada un par de segundos, pero sin decir nada más, comencé a correr hacia el carro con cuidado de no tropezarme o doblar mis pies con torpeza. Al llegar a este, voltee a ver a Cristián, quien no paraba de vigilarme.
– ¡Ay no! ¡Se me caen los brazos! – Me burlé de él mientras le quitaba el seguro al auto. Me quité el suéter que llevaba, aventándolo al copiloto, busqué con la mirada mi bolso sin encontrar nada, salí del auto. – ¡Ey! ¡¿Viste mi bolso?!
– ¡En la parte de atrás! – Gritó de vuelta. Asentí, yendo a la parte de atrás y metiendo medio cuerpo para jalarla.
– ¡Ya! – Grité nuevamente. Puse mi bolso en el hombro, cerré la puerta, justo para comenzar a correr, pero en cuanto di el primer paso, un hombro chocó conmigo.
Cerré los ojos para recibir el golpe, pero los brazos de la persona impideron mi tambaleo. Me separé de inmediato y él igual.
– Lo lamento –. Dijo y yo le vi. Era un señor de mediana edad, algunas canas, unos lentes grandes con aumento, una camisa a cuadros y una barba algo pronunciada. – Se te cayó esto.
Se agachó, extendiéndome el frasco de pastillas que se había caído de mi bolso. Con pena extendí mi mano, él sonrió, dejó el plástico en esta y de pronto un pequeño roce de sus dedos hizo presencia en la palma de mi mano.
Mi estómago comenzó a revolverse y de pronto, el aire me faltaba.
La forma en como miraba, sin morbo pero con intriga, sus ojos eran llorosos y de pronto vi cómo la duda se convertía en nostalgia.
– ¿Lo conozco? – Pude musitar. Él abrió los ojos sorprendido, dando un paso hacia atrás.
– ¡¿Todo bien?! – Gritó Cristián a lo lejos, pero ninguno de los dos volteó.
– I don't...– Dijo, pero de inmediato se retractó. – No, sorry, amm...– Parpadeó múltiples veces y de pronto un balde de agua fría recorrió mi espalda.
¿Inglés estaba hablando inglés?
¿Podía ser él?
Algo me decía que era é.
Lo supe, algo me lo decía.
– Tú... ¿Eres tú? – Pude preguntar.
– ¡¿Bee?! ¡¿Todo bien?! – Por la cercanía de la voz de Cris, sabía que se estaba acercando. El señor lo vio un microsegundo para después verme una última vez.
– Yo... Yo no soy nadie –. Caminó a lado contrario, colocándose la gorra de su chaqueta y cruzando la calle.
Cristián cada vez se acercaba más. – ¿Todo bien?
La adrenalina me invadió, mi corazón estaba agitado, no podía parar de verlo irse... No quería que se fuera nuevamente.
– ¡ESPERA! – Grité a lo lejos y de pronto, mis pies comenzaron a correr.
– ¡BEATRICE! – Escuché detrás de mí antes de cruzar la calle, un auto frenó abruptamente y yo pegué un brinco desviándolo.
El señor al notarlo corrió más rápido, pero no dejé que eso me desanimara, tratando de alcanzarlo.
– ¡ESPERA! ¡OYE! – Grité como pude, ya que mis piernas no estaban reaccionando bien al ejercicio abrupto. – ¡POR FAVOR, ESPERA!
Pero fue en vano, él se desvió a la otra cuadra y yo me cansaba cada vez más. Le llevaba alrededor de tres metros de distancia, pero cada vez se mi vista se veía más borrosa.
– ¡BEATRICE! – Cristián me seguía.
Y aunque mi adrenalina estaba a tope, cada vez el señor estaba más lejos, nuestra travesía finalizó cuando cruzó una calle y el semáforo se puso en verde, dejándome del otro lado solo viéndolo a medias solo viendo cómo los carros pasaban en medio. Él estaba parado justo ahí, viéndome agitado mientras que yo me agachaba poco a poco por el cansancio.
– ¡POR FAVOR! – Salió de mí ser justo antes de detenerme, sabía que no podía seguir y aunque quisiera, tendría que esperar a que el semáforo se pusiera en rojo. Mis lágrimas salieron y llevé mis manos al pecho, reprimiendo un grito ahogado.
– ¡Bea! – Cristián llegó a mí, agachándose de inmediato mientras que yo colocaba mis rodillas en el pavimento. – ¡¿Qué carajos hacías?! ¡No puedes correr bajo tu condición
Pero eso no importaba, lo único que podía concentrarme era en como esa persona me veía una última vez para después comenzar a correr nuevamente.
– ¡No! – Sollocé dejándome caer en los brazos de Cristián. – Se fue, se fue otra vez.
– ¿Quién? – Cristián se puso enfrente de mí.
– Él...– Mi llanto era incesante, había sentido el abandono y el corazón roto nuevamente.
– ¡Beatrice! ¡Dime quién era! ¡¿Qué te hizo?!
– ¡No me hizo nada! – Sabía que la gente nos veía, pero mi desesperación y frustración era tanta, que ahora nada me importaba. – ¡Se volvió a ir sin importarle todo!
– ¡¿Quién?! – Cristián me agitó de los hombros. – ¡¿Quién era ese señor como para dejarte así?!
– Él...– La voz se me quebró, tomé aire como pude y vi a los ojos a mi amigo inhalando profundamente. – Creo que él...
Mi aliento se iba, mi mareo y agitación eran mayores, Cris me abrazó. – Tranquila, solo dilo, no pasa nada.
– Creo que él... Creo que él era mi papá.
Pánico... Todo es pánico.
.
.
.
.
.
.
.
N/A: HOLAAAAAA! ¿Cómo se encuentran? ¿Cómo han estado estas dos semanitas?
Yo vengo algo apenada, sé que me he tardado mucho y pido disculpas por eso. La verdad he tenido muchas cosas encima con mi titulación, la chamba y lo de los streams, así que pido paciencia ya que los capítulos llevan su tiempo, mucho más en esta recta final.
Después de este capítulo, viene lo fuerte, me atrevo a decir que el climax de la historia antes del gran final. ¡Así que prepárense! Estamos a dos capítulos de finalizar esta GRAN historia y no saben lo genial que se siente.
Siempre agradeceré todo el apoyo, si ustedes quieren saber más de mí y apoyarme como creadora de contenido/streamer, les dejo mis redes:
Instagram: @justbeegames
Twitch y X: BeeGames__
Los quiero mucho, lamento si no dejo una nota de autora tan grande como otras veces, solo que ando full ocupada. ¡LES DESEO LO MEJOR EN ESTE INICIO A CLASES! Espero se la estén pasando genial y que por supuesto, no se olviden de mí como yo no me olvido de ustedes.
PD: El próximo fin de semana es muy probable que hagamos otra reunión de MBQ vía Discord, así que si les interesa, ya saben donde buscarme. Tendremos dinámica de lectura como adelanto del capítulo 29, respuestas a preguntas y sobre todo MUCHA pero MUCHA charla de MBQ.
Bee fuera!
(Not) Bye byeeeeeeee!!! 🥰