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( chapter five:: I like your eyes )
Eran aproximadamente las cinco de la mañana. Cassidy recargaba su codo en la mesa y su barbilla en la palma de su mano, mientras que observaba a aquel mesero de hebras rubias prepararle un delicioso platillo.
—¿Comes por frustración? —preguntó el rubio, arremangándose.
Cassidy ladeó la cabeza, replanteándose aquellas palabras. Finalmente negó.
—Estoy preocupada —aclaró, pasándose las manos por el rostro—. Conozco a Zoro hace poco, pero se volvió alguien especial. —explicó, una sonrisa dibujándose en su rostro.
El rubio enarcó una ceja, mirándola con atención. —¿Románticamente? —su pregunta causó que la castaña se ahogara con su propia saliva. Sanji enarcó una ceja.
—¿Qué? —soltó una corta risa, endulzando los oídos de aquel cocinero—. Claro que no. Es más como un mejor amigo —sonrió, volviendo a enderezarse. Presionó sus labios, aclarando las dudas del rubio.
Sanji sonrió y se acercó finalmente a la pequeña mesa en la que Cassidy se encontraba sentada. El rubio tomó asiento frente a ella y le extendió el desayuno, cautivándola tan solo con la mirada.
—Luce bastante bien. —sonrió la castaña, halagando la delicada presentación de su platillo.
—Un desayuno encantador para una dama encantadora. —guiñó, regalándole una media sonrisa. Cassidy sintió sus mejillas acalorarse y se avergonzó aún más cuando el cocinero rió, notando su rostro ruborizado.
—Deja de hace eso. —pidió, ocultando su rostro con la palma de su mano.
—¿Hacer qué? —mencionó con falsa inocencia, ensanchando su sonrisa.
—Eso, guiñarme el ojo o sonreírme. Me pones nerviosa. —confesó, dándole un bocado al sándwich frente a ella.
Sanji no pudo evitar mirarla. —Disculpe, madame. Pero me es imposible no sonreír ante su belleza. —bromeó, aunque en el fondo sabía que no era mentira.
—Ya, deja de sonreír así. —Cassidy abrió sus manos y colocó ambas palmas en el rostro del cocinero, evitando poder verlo. El rubio soltó una pequeña risa, sintiendo las delicadas manos de la castaña rozar su nariz y mejillas.
Sanji tomó las manos de Cassidy de las muñecas y las apartó de su rostro, mirándola fijamente. La arquera se encontraba levemente ruborizada, mientras que tenía su vista fija en la gran cocina. Inmediatamente volvió a sonreír.
—Me gustan tus ojos, Cass. —expresó el rubio inconscientemente, logrando que la ojiazul volteara a mirarlo rápidamente.
—¿Mis ojos? —arrugó la nariz, notablemente confundida. Nunca nadie había halagado sus ojos, en realidad, nunca nadie la había halagado tan románticamente.
—Sí, tus ojos. Son bellísimos. —tocó la punta de su nariz, sacándole una sonrisa ante el gesto—. Quita esa cara, te saldrán arrugas, Cass. —bromeó, intentando ocultar sus nervios—. Ahora come, anda.
La castaña alejó ambas manos de las del rubio, rompiendo aquel ligero contacto. Volvió a comer el exquisito desayuno, esta vez con una sonrisa y un pensamiento sobre el cumplido que el cocinero le había hecho anteriormente.
[...]
Cassidy llegó a la escena, encontrándose con las espadas de Roronoa destrozadas a un lado de su cuerpo. La castaña se posicionó detrás de Usopp con una mirada neutra, pero en el fondo se moría de preocupación por su amigo. Tomó la mano del moreno y la apretó con fuerza, expresándole todo en aquel leve apretón.
—¿Por qué insistes? —habló el pirata mayor, observando al peliverde frente a él, para posteriormente extender los brazos con lentitud.
—Una herida en la espalda es una vergüenza para un espadachín. —expresó.
—Magnífico. —dijo Mihawk.
De pronto, Cassidy sintió otro leve apretón en su mano izquierda. Observó a la navegante, la cual tenía una severa mirada. Ambas estaban preocupadas.
El azabache empuñó su gigantesca espada y dio el último golpe, proporcionando un amplió y profundo corte en el pecho del espadachín de hebras verdes.
Zoro cayó de espaldas al suelo y el primero en reaccionar ante aquella catastrófica derrota fue el capitán, quien corrió hacia su primer oficial, siendo seguido por la castaña.
—¡Zoro! —exclamaron ambos tripulantes al unísono, arrodillándose a los costados de su amigo.
—Monkey D. Luffy —llamó el Shichibukai—. ¿Cuál es tu meta? —preguntó, aunque sonaba más desinteresado que intrigado.
—Voy a convertirme en el rey de los piratas. —respondió el capitán de los sombrero de paja. Su determinación logró llegar hasta aquel pirata.
—Rey de los piratas, ¿eh? Ese camino es aún más peligroso que derrotarme. —advirtió el azabache.
Luffy volteó a mirarlo con un semblante serio —¿Y eso qué? Es lo que voy a hacer. —habló con firmeza, mirándolo con severidad.
—Hey, Zoro, mantente despierto, ¿sí? —pidió Cassidy, ignorando la conversación de los hombres detrás de ella—. Está perdiendo mucha sangre, Luffy. —mencionó la castaña temblorosa, tomando el rostro de su amigo el peliverde.
—Se va a recuperar —consoló el capitán—. Oye, Zoro. ¿Puedes oírme? —forzó una sonrisa—. Dijo que es muy pronto para que mueras. —dijo con los labios torcidos.
Cassidy sintió un nudo en la garganta, pero sonrió forzadamente. —¿Ves? Te lo dije, musguito. Por favor... no mueras. —pidió, casi suplicó, reprimiendo las lágrimas.
—Luffy —llamó el espadachín—. Si fallo en convertirme en el mejor espadachín del mundo... vas a estar decepcionado, ¿verdad? —habló débilmente, sintiendo su garganta raspar.
—Tú jamás podrías decepcionarme —respondió el capitán—. Eres mi primer oficial. —aquellas palabras lograron romper más el pequeño corazón sensible de la castaña.
—Jamás. Lo juro, Cassie, Luffy. A partir de ahora... hasta que lo acabe —empuñó su única espada con dificultad—. Es cuando voy a ser el mejor espadachín —se colocó una mano en la frente, elevando la punta de su espada—. ¡Jamás perderé ante nadie! —aseguró con firmeza, cuando de pronto, dejó caer la espada y su brazo al suelo.
—¿Zoro? —Cassidy tomó su rostro con delicadeza—. Oye, Zoro... —susurró, sintiendo un nudo formarse en su garganta—. ¡Zoro! —exclamó con fuerza.
[...]
Cassidy sostuvo las piernas de su amigo el espadachín con ayuda de sus compañeros y entre los cuatro lo recostaron sobre la mesa del comedor.
—Con cuidado —pidió la castaña—. Soppi, ten cuidado con su cabeza —suspiró, observando la cantidad de sangre derramada sobre la herida del peliverde.
—Su cabeza es enorme —se quejó Usopp, acotando a las órdenes de su mejor amiga—. Gigantescamente enorme. —la ojiazul negó, indicándole que no era momento.
—¿Y eso qué tiene que ver? —preguntó Nami, igual de preocupada y frustrada que la castaña.
—Oye, Zoro. ¿Puedes oírme? —preguntó el capitán, en un intento de despertarlo.
—¿Y el botiquín?
—¿Siquiera saben si tenemos botiquín? —exasperó la navegante.
Cassidy abrió las prendas de Zoro con delicadeza, dándose cuenta de lo profunda y enorme que era la herida en el pecho de su amigo. Soltó un ligero chillido ante la imagen.
—¡Esto fue lo único que encontré! —se asomó Usopp con unas cuantas toallas.
—¿De dónde proviene el sangrado? —habló Nami, acomodando las toallas cerca del cuerpo del espadachín.
—De todos lados... —susurró la castaña, completamente preocupada—. Necesitamos un doctor. —les aseguró a sus compañeros.
—Revisé y no hay ninguno. —respondió el francotirador, desesperado.
—¿Luffy? ¡Luffy! —Nami lo sacó de su trance—. Alguien tiene que volver al Baratie. —indicó la navegante.
—Eh, pues no tengo hambre la verdad, Nami. —dijo el castaño, completamente perdido.
—No a comer —negó con obviedad y poca paciencia—. Tal vez alguna persona en este barco sea doctor. ¡Búscalo! —ordenó la pelinaranja.
—Claro, un doctor —asintió, saliendo rápidamente del barco—. Traeré un doctor. —les aseguró, abandonando el lugar.
—Esto es... un verdadero desastre —susurró la arquera, presionando la toalla contra el pecho del peliverde—. Te dije que eras el mejor en mi corazón, ¿no te bastó con eso? —expresó hacia el inconsciente espadachín, quien claramente no la oyó.
Usopp acarició su espalda con lentitud en señal de consuelo, mientras que Nami se mantenía de brazos cruzados con una mirada impaciente. Los minutos pasaron y finalmente Luffy regresó al barco, pero no traía consigo a un doctor, sino a un mesero y un viejo cocinero.
—¿Es un chiste? Necesita un doctor. —habló Nami, observando al cocinero acercarse.
—¿Quieren salvar a su amigo espadachín o no? —le respondió, tomando las toallas de las manos de Cassidy.
Sanji puso la canasta sobre la mesa y sacó una gran cantidad de cuchillos, le dedicó una rápida mirada a la castaña, notando su preocupación con tan solo verla. El viejo tomó un pescado y lo colocó sobre una tabla de madera, para luego sacar una botella de licor.
—¿Eso es para esterilizar la herida? —interrogó el moreno.
—Claro que no. Sería desperdiciar un gran licor. —respondió, bebiendo de la botella.
Cassidy se pasó ambas manos por el rostro en señal de frustración. Soltó un sonoro suspiro y posteriormente acarició el puente de su nariz, observando cómo el cocinero cortaba el pescado a en fetas, no sin antes quitarle la cabeza.
—Conozco a Zeff. Sabe lo que hace. —susurró Sanji hacia Cassie, acariciando su hombro
con timidez. La castaña asintió, aún con su vista fija en los movimientos que hacía Zeff.
Colocó las finas fetas de la piel del pescado en la herida del espadachín justo después de cocerla con suma lentitud. La tripulación observaba con atención, a excepción de Usopp, quien apartó la vista asqueado.
—Este es un viejo truco de marineros —explicó el cocinero—. Con esto, se contiene la herida. Cura la piel mucho más rápido.
—¿Y va a recuperarse? —preguntó Usopp.
—Perdió mucha sangre, no voy a mentir —miró a Cassidy, la cual tenía la expresión más asustada de todos los tripulantes presentes—. Tal vez sea demasiado tarde.
Sanji lo codeó por decirle aquello específicamente a la castaña, la cual al instante miró a su amigo espadachín.
—Pero tal vez no. —interrumpió Luffy.
—Tiene un pie en cada mundo por ahora —volvió a hablar el cocinero de gran bigote—. Está entre la vida y la muerte. Deben mantenerlo en este mundo por ahora. Háblenle, cántenle, cuéntele historias, yo que sé. Tal vez no responda, pero sabrá que su tripulación lo apoya.
[...]
La arquera cerró el tercer libro del día y sonrió, dejándolo sobre una estantería cercana. Su lectura era constante, con tal de recordarle al espadachín que estaba allí, junto a él.
—A mí no me gusta mucho Caperucita roja, pero estoy segura de que te hubieses reído en la parte en la cual el lobo se comió a la abuelita. —mencionó, soltando una corta risa.
El peliverde aún mantenía sus ojos cerrados, sin dar indicios de despertar. Su pecho subía y bajaba con lentitud, indicando su tranquila respiración. Cassidy suspiró.
—Te extraño, alcohólico —expresó finalmente—. Y sólo han pasado unas cuantas horas —se colocó de pie, justo cuando Nami tocó el marco de la puerta con sus nudillos—. Tengo hambre, volveré y le cantaré en la noche. —rió al igual que la navegante y salió de la habitación, caminando hacia la cocina.
La castaña sintió el delicioso aroma de la comida invadir sus fosas nasales y no pudo evitar sonreír. En serio se estaba muriendo de hambre.
—Mmm, huele bien, ¿qué preparan? —se adentró a la cocina con una diminuta sonrisa.
El rubio la miró mientras cortaba las verduras y le correspondió la sonrisa. Verla alegró un poco más el ambiente, o quizás solo su entorno.
—Pescado. —respondió, presionando los labios. Colocó un trapo en su hombro y terminó de arremangar sus mangas.
Usopp rió silenciosamente, tapándose los labios con la mano. —Uhhh —dijo, para posteriormente palmear el hombro del cocinero—. Que mala suerte, amigo. No podrás conquistarla con tus platillos hoy. —le susurró solo para que él escuchara, mientras sonreía.
Sanji no comprendió al principio, pero entendió todo cuando observó la expresión disgustada de la castaña al ver el pescado sobre la mesa.
A ella no le gusta el pescado, dedujo el rubio casi al instante, como si tan solo su expresión fuera un libro abierto ante él.
—¿Qué te gustaría comer, Cass? —interrogó el rubio, llamando la atención de la castaña.
—¿Puedes preparar lo que sea? —desafió, suavizando su expresión.
—Lo que sea para ti —respondió con una sonrisa y la castaña se ruborizó aún más cuando observó a Usopp hacer corazones en el aire, justo detrás de Sanji.
—Bueno, en ese caso, me gustaría comer carne. —se acercó a la mesada hasta quedar en frente del cocinero.
—A la orden, madame —sonrió encantado—. ¿Y tú? ¿Qué pasa? ¿Tampoco te gusta el pescado? —preguntó desviando su mirada hacia el capitán de la tripulación.
—Adoro el pescado —aclaró—. Solo quiero que la espada de Zoro esté lista —respondió Luffy con una sincera sonrisa, limpiando la espada de su primer oficial—. No sé, para cuando despierte.
Cassidy sonrió enternecida.
Usopp y Sanji se miraron mutuamente, para luego removerse algo incómodos.
—Él está... muy mal, amigo —habló el francotirador—. Hay una posibilidad de que no despierte. —Cassidy bajó la mirada, comenzando a jugar con sus dedos. Sanji notó su acción, sintiéndose un poco mal por ella.
—Zoro es el guerrero más fuerte que conozco. No va a dejar que un simple guerrero o algo así acabe con él. —dijo con firmeza.
—¡Eso! Zoro despertará. Estoy segura. —tanto Luffy como Cassidy se miraron sonrientes.
—Bueno, pero debes comer. Y si no quieres pescado, tengo T-bones en la cocina. ¿O tal vez te gustaría un risotto con azafrán? —nombró el cocinero, sonriéndole en un intento de calmar el ambiente.
—Normalmente, querría ambos. Pero en serio quiero que la "Aguada Ichi Monje" esté lista. —respondió el capitán, claramente pronunciando mal aquel nombre.
—¿La qué? —Sanji frunció el ceño confundido, mientras le extendía un pequeño bocadillo a Cassidy.
—La espada de Zoro. —le respondió la arquera, tomando el bocadillo gustosa.
—Así es, tiene un nombre.
—Oh... —el rubio asintió, aunque seguía ligeramente confundido—. ¿Por qué?
—No sé —respondió Luffy y Cassidy se encogió de hombros—. Dijo que era algo especial —se quedó mirando la espada, para luego mirar al cocinero—. Oye, Sanji, ¿puedes preparar la comida favorita de Zoro? —sonrió.
—Sí, claro... —asintió, algo dudoso—. ¿Qué le gusta? —preguntó, volviendo a su lugar.
—Le gustan las bolas de arroz. —dijo, el rubio oyéndolo con atención.
—¡Y cerveza! —coincidió Cassidy, recibiendo un asentimiento por parte de su capitán. Sanji rió ante la emoción de ambos y anotó cada cosa mentalmente.
—¿Qué tal bolas de arroz en cerveza? —Cassidy rió ante las ocurrencias de su amigo—. ¿Puedes hacer eso? —preguntó ilusionado.
—Puedo hacer lo que quieras. Solo dime qué quieres. —sonrió el cocinero.
—Quiero que coma. Para que recupere su fuerza. Pero también quiero que duerma, para que sus heridas sanen —señaló su pecho—. O tal vez solo necesita agua. ¿No? Después de esa pelea debe tener muchísima sed. Pero pues, no sé, tal vez solo está cansado. Hay que... sí, hay que dejarlo descansar. —sonrió como pudo.
—Ser un capitán es el trabajo mas duro del mundo. ¿Sí? —comenzó a hablar el rubio—. Zeff una vez me dijo que tomar decisiones es lo que distingue al capitán de la tripulación. Y él fue de los mejores capitanes piratas que he conocido. —explicó Sanji.
—¿El viejo era pirata? —preguntó Cassidy.
— ¿Zeff era un pirata? —también fue Luffy quien preguntó al unísono de Cassidy.
—Sí. Capitán de los temibles Piratas Cocineros —afirmó el rubio—. Lo llamaban Zeff pierna Roja, porque sus botas se teñían con la sangre de sus enemigos. —relató.
—¿Cómo se conocieron? ¿Estabas en su tripulación? —preguntó Luffy.
—Mmm, no tal cual. —le dio una sonrisa ladina y Cassidy apretó los labios ante lo atractivo que se veía.
Usopp la codeó, elevó y bajó ambas cejas con rapidez, dedicándole una sonrisa pícara.
Los tres piratas frente al cocinero lo oyeron con suma atención, mientras que se paraban uno al lado del otro, expectantes al rubio. Este hablaba con una sonrisa y a veces la borraba por los recuerdos que relataba.
—¿Saben cómo se siente? —habló una vez que terminó de relatar su historia—. ¿Qué alguien pierda una extremidad por salvarte? —los miró a los tres.
—Sí lo sé, de hecho. —respondió Luffy.
—Solo digo que estuvimos ahí ochenta y cinco días. Y no dejó que muriera en esa roca —contó Sanji—. Decidió actuar como un capitán. El camino difícil.
—Me comería mis brazos y piernas por salvar a Zoro. —aseguró el capitán. Cassidy enarcó una ceja y torció sus labios.
—Sí, eso suena asqueroso. —expresó, causando que el rubio a su lado riera.
El capitán les dedicó una última mirada a los presentes antes de dirigirse a la habitación con rapidez.
—¿Necesitas un abrazo? —preguntó Cassidy hacia el cocinero tras un largo silencio.
—Viniendo de ti, madame, no me molestaría. —correspondió a su sonrisa y estaban dispuestos a abrazarse, hasta que Usopp carraspeó.
—Tortolitos, sigo aquí. —recordó el tirador, levantando su mano.
Cassidy puso los ojos en blanco.
—¿Te incomoda? Ahí está la puerta, Soppi. —lo miró burlona, posicionándose a un lado de Sanji, el cual sonreía bobamente.
—Aww, abracito, no me asesines. —dijo con una voz melosa y extendió sus brazos, abrazándolos a ambos.