Inocencia Pasional - SxC - +1...

By Dani_xSE

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Hay cinco cosas que vuelven loco a Iván. 1: La forma en la que el rostro inocente de Rodrigo se torna carmesí... More

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Malditos platos
Malditas cervezas
Maldito departamento
Instituto
Supermercado
Cena
Shopping
Maldita lluvia
Desayuno
Germán
Fotografía
Fría noche
Maldito regreso
Fuego
Maldita migraña
Rodrigo
Estúpidos pensamientos (1/2)
Estúpidos pensamientos (2/2)
Asuntos inesperados
Celos
Anuncio
Lo siento
Espuma
Tarde (1/2)
Palabras
Sopa
Sonrisas
Números
Rodri
Especial (1/2)
Especial (2/2)
Popcorn
Verdad
Risas
Complicaciones
Pasos
Reloj
Día D
Laberinto (1/2)
Laberinto (2/2)
Decisiones
Carreras (1/2)
Carreras (2/2)
Verdades
Vacilaciones
Cuerdas
Rayando el sol
Nosotros (1/2)
Nosotros (2/2)
Familia
Para siempre
Capturando estrellas
Latidos apresurados
Últimos arreglos
Besos caídos (final)
Epílogo
Agradecimientos (no es cap)

Tarde (2/2)

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By Dani_xSE

Rodrigo hizo un sonido ahogado con la garganta y se alejó rápidamente de su cuerpo, moviendo sus ojos hacia los suyos en señal de desesperación. Su corazón se había parado por un segundo y ahora estaba dando millones de vueltas alrededor, presionándole el pecho y quitándole todo el color a su rostro. Ivan desvió la mirada, rebuscando unas llaves en su bolsillo y entregándoselas con un intento de calma e indiferencia.

- Anda abriendo el auto, Rodrigo.

Vio que el muchacho asintió, hizo una reverencia y salió corriendo, perdiéndose entre el montón de gente, y finalmente se volvió hacia el capitán de deportes. El rostro de Oscu pasó por una especie de diez expresiones distintas antes de que abriera los labios.

- ¿Qué te pasa?

El bajo colocó un semblante inexpresivo y se pasó la mano por la nuca, contrayendo la frente.

- Venía a comprar cosas... Él trabaja en mi casa, ya lo has visto antes, por eso vino conmigo. Necesitaba quién me cargara las bolsas y las pusiera en el auto.

- Estaban de la mano...

- ¿De qué hablas? —Ivan elevó una ceja, sin dejar de mirarlo.

- Cuando llegué, estaban tomados de la mano.

- Claro que no, deja de hablar estupideces, Oscu.

Oscu dejó caer la mandíbula con exageración, como si su equipo estuviese siendo goleado ante sus propios ojos y no pudiese creerselo. Se exaltó un poco, dándole una palmada en el hombro.

- ¿No te has dado cuenta? ¡Te estaba tomando de la mano, loco! Estaba agarradito de tu mano y con la cabeza recostada en tu hombro, todo acarameladito. ¿Cómo puedes dejar que haga eso?

- ¿Te has fumado o algo anda mal en tu cabeza? No estábamos de esa forma.

- No me digas que...

Ivan sintió que una corriente sacudía sus huesos y su cabeza.

- ¿Qué? ¿Qué no te diga qué?

El ícono de baloncesto se quedó sin decir nada un buen rato y luego sus músculos se suavizaron, soltó las bolsas y estalló en carcajadas, abriendo más sus grandes ojos.

- ¡Tu empleadito está flechado por ti! —se vaciló, dándole otros dos golpes en el hombro - No puedo creerlo, Ivan, ¡tu empleado está enamorado de ti!

- Oh, mierda.

Oh, mierda, de verdad.

El aire le volvió a los pulmones y su sangre empezó a circular por sus venas con normalidad otra vez, recobrando cada parte de su cuerpo. Sí que era estúpido; a pesar de que medía casi dos metros y corría como el diablo, su cerebro no iba tan rápido como sus piernas.

- Pues qué lástima, ¿no puedo hacer nada, no?

- No, solo no te le pegues mucho o la gente va a pensar otra cosa —recogió las bolsas del suelo, viéndole con ironía - Wow, Ivan Buhajeruk, no puedo creer que estés tan bueno que hasta los hombres caen. Mejor me cuido, no me vaya a terminar enamorando de ti.

Se siguió carcajeando a sus anchas, sacudiendo sus hombros, mientras se colocaba unas gafas negras y mostraba su fila de blancos dientes.

- Casi me había dado infarto. Pensé un montón de locuras, pero mejor no te las digo o me colgarás —echó un vistazo a su reloj y se arregló la chaqueta - Es tarde, me quito, tengo que ir a comprar unas cosas y luego irme a entrenar en dos horas. ¿No vienes al partido? Vamos, Ivan, no seas así, tú sabes que es importante. Puedes traer a tu nuevo fanático si quieres, mientras más gente, mejor. Quién sabe y termina uniéndose al grupo de porristas.

Volvió a reírse y Ivan lo miró sin ninguna expresión, porque no le encontraba nada de gracioso a la situación ni a ninguna de sus palabras. Absolutamente nada.

- No, solo venía a comprar algo, ahora tengo que largarme a casa. Iré para el próximo sin falta.

- Bien, así quedamos, si no cumples, te mato —se alistó, dándole un golpe en la espalda - Oye, luego me cuentas qué pasó con lo de Germán.

Le mostró una sonrisa poco sincera y regresó a seguir con su camino. Si hubiese insistido un poco más, hubiera terminado diciéndoselo. Al fin y al cabo, era Oscu. Solo bastaba con que lo amenazase con que no iría más a ninguno de sus partidos o que mostraría alguna de sus fotos cuando era niño y se quedaría calladito como un niño de cuatro años. Así de simple; no era para nada como Tomás o Juan, que solían sobre reaccionar con cualquier cosa. ¿Y si volvía y se lo decía? Consideró la opción durante medio minuto, pero luego se echó para atrás. Rodrigo debía de estar ya esperándolo en el estacionamiento.

Bajo las escaleras hasta el subterráneo y lo encontró abriendo la puerta de su enorme deportivo, que estaba entre muchos otros vehículos y familias que reían y llevaban sus bolsas de compra. Se acercó con una sonrisa y Rodrigo se giró, encontrándose con su mirada.

Estaba pálido y su rostro era la preocupación y el miedo encarnado.

- Ivan, ¿qué te dijo?

Se apresuró hasta donde estaba y Ivan lo tomó del brazo, acercando sus labios tentadoramente a su rostro, al mismo tiempo que sus brazos envolvían su cintura y jalaban su cuerpo hacia sí.

- No lo sé, se respondió solo, ni siquiera me insistió. Cree que estás flechado por mí y nada más.

- Cielos, espero que no piense o crea nada. Si lo hace, tienes que negarlo, porque si se entera, puede tomarlo a mal y luego vas a tener problemas.

- Cómo te gusta hacerte líos en la cabeza. Si me hubiese seguido insistiendo, le hubiese dicho la verdad, así que si vuelve a sacar el tema...

- No lo hagas, si se lo dices, los demás se enterarán y no sé qué pasará.

Sus labios se fruncieron en un gesto de ansiedad y Ivan apretó más el agarre.

- ¿Quieres saber cuánto me importa que se enteren?

- ¿Cuánto? —sus hechiceros ojos lo observaron de esa manera que podía hacer detener el tiempo y le derretía hasta los huesos.

- Nada.

Retrocedió con velocidad y lo acorraló en menos de tres segundos contra el lateral izquierdo del vehículo, mientras sus manos se encargaban de abrir la puerta y su boca capturaba la suya, apoderándose del dulce y electrizante sabor de toda su cavidad.

- No me importa nada —dijo, mientras lo sentía reírse contra su boca y lo elevaba de la cintura, empujándolo hacia los asientos traseros - Nada, Rodri, nada.

Se subió como pudo sin separarse de sus labios, acomodándose en la amplitud de los asientos. Sus labios se hundieron en su cuello, aspirando su aroma y trazando un húmedo camino de besos hasta su barbilla, volviendo a reclamar su boca con necesidad.

No cabía duda que su cuerpo era su lugar favorito para estar.

- Ivan, fuera ya, tenemos que llegar a casa.

El mayor intentó alejarse de sus labios, quitando sus manos que estaban envueltas en su cuello y riéndose cuando lo empujó más fuerte y Ivan profundizó el beso, mordiéndole el labio suavemente.

- Rodri, ¿tienes un nuevo afán por golpearme, no? —su respiración se aceleró cuando ambos se carcajearon y sus hábiles manos empezaron a moverse a través de su torso, llegando hasta el borde de la camiseta - Te dije que deberíamos esperar hasta que llegáramos al auto y ahora estamos en el auto, ¿sabes qué significa eso?

Sus manos se introdujeron bajo su camiseta y Rodrigo jadeó, retrocediendo y mirando todo su alrededor una y otra vez con una sonrisa graciosa, avergonzada e incrédula. Su cabello revuelto, sus mejillas sonrosadas, sus labios húmedos e hinchados; todo él era tan atractivo que podía pasándose el día observándolo sin cansarse ni preocuparse por nada más.

- ¿Aquí, I-Ivan...?

Se inclinó sobre el asiento delantero, colocando un poco de música y se volvió, guiñándole un ojo y dándole una de esas miradas que un cazador daría a su presa.

- Sí, aquí.

La radio hizo un sonido agudo y la música comenzó a sonar. Era un sonido melodioso y suave, que barría todo el ambiente con su armonía y resonaba con delicadeza en el interior del vehículo. Ivan le sonrió, mientras se tumbaba encima de él con su expresión colmándose de deseo al verlo ahí, echado de esa manera; con su cuerpo y su rostro tan cerca, enviándole rápidas ondas de calor a través de toda su espalda. Ágilmente, posicionó ambos brazos a sus respectivos costados, entrelazando sus piernas con las suyas para evitar que se mueva. Se veía tan atractivo y seductor...

Pasó la lengua alrededor de sus propios labios, relamiéndose y su cálida boca volvió a su cuello.

- Ivan... tenemos que irnos —Rodrigo miró a todos lados e inclinó la cabeza, con la respiración entrecortada - Se preguntarán dónde estás y no quiero que tengas problemas.

- Que se joda todo el mundo, es fin de semana —masculló en tono juguetón y sus hábiles manos se deslizaron por sus brazos, curvando sus labios en una sonrisa - Olvídate de todo y deja de preocuparte solo por un momento.

Vio que el mayor soltaba un suspiro quedo después de unos segundos, cerraba los ojos y volvía a colocar sus brazos alrededor de su cuello y entonces su boca tomó la suya con la misma necesidad de antes, deslizando la lengua a través de sus hinchados labios acorazonados, acariciando toda su cavidad, empapándose de su deliciosa humedad. Sus manos se deslizaron por su cuerpo y se separó para tomar aire, elevándole los brazos y subiéndole la camiseta celeste hasta deshacerse por completo de ella. Se quedó sin aire cuando vio la imagen de su cuerpo semidesnudo. A pesar de que lo había visto antes, los últimos rayos del sol que se filtraban por las lunas polarizadas y el aterciopelado son de la melodía, lo hacían lucir demasiado erótico. Muy erótico y lo dejaban atónito.

- Eres tan precioso que no sé cómo le haces —susurró, sintiendo cómo se endurecía ante la simple visión - Y tampoco sé por qué no te das cuenta de lo precioso que eres.

Se acomodó más en el asiento, mientras lo miraba enrojecerse y sus labios regresaban a su boca, bajando por su cuello y llegando hasta su pecho sin dejar de depositar besos y mordiscos en todos lados. Su pecho quemaba y la sensación de su cuerpo bajo su boca le resultaba muy satisfactoria, al igual que la visión de ese par de botoncitos rosas esperándolo muy cerca. No esperó más y pasó la lengua sobre sus pezones, abrazándolos con la calentura de su boca, succionándolos con apetito, sintiendo cómo se endurecían ante los movimientos de su lengua, al tiempo que sus manos se deslizaban hacia sus caderas y el menor se removía en el asiento, jadeando con los labios entreabiertos y el rostro enrojecido con violencia. Lo miró otra vez y sin pensarlo más, los estrujó entre sus dientes y le apretó el trasero con fuerza, sintiéndolo brincar y soltar un ahogado gemido.

- Diablos, Rodrigo, adoro cómo eres tan sensible y receptivo.

Su boca buscó la suya con más ímpetu y se profundizó en ella, devorando sus labios con avidez, mordiéndolos y paseando su lengua por sus alrededores. No había nada como el sabor de su boca. Su mano se deslizó por su cuerpo hasta posarse en sus finas caderas y comenzó a acariciar su entrepierna sobre la tela de su pantalón, mientras un viento helado le recorría la espalda.

Rodrigo se mordió los labios, cerrando los ojos e intentando esconder su rostro en el respaldar del asiento y sus temblorosos brazos apretaron su cuello con más necesidad, muriendo de vergüenza.

- Ah, no, Ivan...

Su rápida lengua se introdujo otra vez en su boca y su mano apretujó su miembro, el cual se endureció bajo su mano, mientras el menor se sacudía de un lado a otro, inquieto. Ivan lo sostuvo de las caderas y bajó su pantalón y su ropa interior hasta un poco después de las rodillas, comenzando a frotar su miembro con rapidez. Notó que Rodrigo abría la boca para quejarse, pero estaba demasiado sumergido en el placer que lo único labios. que atinó fue a seguir mordiéndose los labios.

- Estás tan mojado, bonito.

- No digas ese... —las palabras se ahogaron en su boca y ajustó el agarre en su cuello.

- Eres un espectáculo demasiado atractivo de ver.

Rodrigo se sacudió, sintiendo que su mente se nublaba poco a poco. Ni siquiera quería abrir los ojos, porque sentía que la vergüenza lo terminaría consumiendo. Movió ambas manos hasta sus labios para intentar silenciar los sonidos que salían de su boca y unas manos cayeron sobre las suyas.

- Deja eso, no pasa nada, quiero oírte. No sabes cuánto me gusta oírte.

Negó con la cabeza, resistiéndose, mientras sus piernas flaqueaban como dos gelatinas y un deleitoso calor recorría su columna vertebral. Ivan lo observó y mordiéndose el labio, hundió su cabeza en su cuello y sin dejar de tocarlo, empezó a soltar fuertes gemidos roncos en su oído, avivándolo más. El mayor se arqueó, echando la cabeza para atrás y prendiéndose de su cuello.

- N-no, I-ivi.... —jadeó, liberando una serie de gemidos con el cuerpo temblándole.

Ivan lo siguió besando, riendo al hallarlo pataleando de forma adorable y terminó de quitarle los pantalones. El sonido de su voz mezclado con sus gemidos no contenidos le estaba poniendo tan duro que sería él quien se terminaría corriendo antes. Aumentó la velocidad de sus manos alrededor de su miembro y tiró más de él, sin dejar de tocar su extensión con sus dedos.

- P-para... Ivan....

- Relájate y no lo retengas más —le susurró con suavidad, al mismo tiempo que la música llegaba a sus notas más altas - Córrete de una vez, Rodri, córrete en mis manos.

- I-Ivan... ah...

Lo volvió a besar como él sabía hacerlo y cuando su lengua entró otra vez en su boca, sintió cómo su piel se crispaba, el cuerpo de Rodrigo se arqueaba y su grito de liberación se extinguía entre sus labios y los suyos. Se separó y rápidamente percibió la calidez del líquido viscoso que caía en toda su mano, llenándola. Elevó la mirada y lo encontró con los labios rosas e hinchados abiertos, el rostro más enrojecido que nunca, el cabello desordenado y la saliva escurriéndose por la comisura de sus labios.

- No sabes lo provocativo que te ves cuando te corres.

Rodrigo pasó sus manos sobre su boca, todavía con los ojos cerrados, sintiendo cómo esa sensación de nube de ensueño se desvanecía y poco a poco el bochorno se extendía por su cuerpo, acalorándolo más, mientras Ivan saboreaba tres de sus dedos, deleitándose con su sabor.

- Sabes demasiado bien. Todo tú eres tan delicioso.

El mayor giró un poco su sonriente y ardiente rostro hacia el asiento, sintiendo que sus terminaciones nerviosas todavía vibraban dentro de él. Ivan se quitó la camiseta y el resto de su ropa en menos de veinte segundos, gimiendo de satisfacción cuando su miembro se liberó finalmente de sus pantalones. Lo sostuvo de las caderas, flexionándole las piernas con habilidad y metiéndose entre ellas, mientras deslizaba dos de sus dedos humedecidos en su propio semen hasta su estrecha entrada, sintiéndolo agitarse con desesperación, aferrarse a su cuello y soltar un chillido cuando luchaba por hundirlos en su interior. Tenía ganas de entrar, de entrar de una vez, de entrar de un solo golpe, de liberarse por completo; su cuerpo se lo pedía a gritos. Tenía ganas, pero estas ganas se disolvieron cuando lo vio apretar los dientes cándidamente y cerrar los ojos con mucha fuerza.

Demonios, era un idiota.

Sus manos subieron de su torso a su cuello hasta centrarse en su enrojecido rostro fruncido en una mueca de dolor, tocándoselo con cuidado por todas partes.

- Tranquilo, relájate. Esta vez voy a ir despacio, Rodrigo, lo prometo.

No tardó en reemplazar sus dedos por su miembro y Rodrigo sumergió la cabeza en el asiento, mordiéndose los labios. Se estiró y tomó su boca, besándolo con deseo y ansias, absorbiendo su dulce sabor y estimulándolo de nuevo, al tiempo que lo penetraba ligeramente. Sus labios se prendían de los suyos como si no hubiese tiempo ni espacio. Rodrigo suspiró con nuevas sensaciones brotando entre sus caderas y el aliento arrinconándose en algún lugar de su garganta, soltando un jadeante gemido, abochornado, mientras Ivan se encendía más al instante. El calor de ambos iba aumentando, la forma en que su cuerpo lo ceñía con las brasas de su interior, el sonido de sus melodiosos gemidos, la música alcanzado su máxima nota y el resonante grito de su liberación dentro de su boca; todo eso lo volvía loco. Siguió embistiéndolo hasta que su cabeza daba unas cien vueltas, todo su mundo se tornaba negro y el clímax lo sacudía de pies a cabeza, arrebatándole un detonante grito que estremeció las paredes del vehículo. Colapsó enseguida sobre él y con sus entrecortadas respiraciones mezclándose, se reincorporó, quedando estupefacto ante su vista.

Rodrigo estaba tendido sobre el asiento y entreabría los labios para recuperar el aliento, abriendo sus húmedos ojos lentamente con el sudor deslizándose por su cuello de una forma muy sensual. Era tan jodidamente adorable, que su ingenuidad no le molestaba más, sino que ahora lo tenía atrapado y qué atrapado. Su perfecto y enrojecido rostro se iluminó mucho más y la manera en que su pecho subía y baja lentamente, casi al compás de los latidos de su corazón, era delirante.

Todo él desnudo era delirante.

- Mierda, Rod —soltó, todavía recuperando la respiración y tomando sus pantalones y su camiseta, mientras el menor le daba una tímida mirada un poco nerviosa - Mierda.

- ¿Qué sucede, Ivi...?

- Eres tan hermoso que me dejarás ciego.

Se terminó de colocar el pantalón, sin dejarlo de mirar en ningún momento, apreciando cómo se ruborizaba más, descendía la cabeza y reía, tomando su ropa y colocándosela como podía.

- Ivan...

- ¿Qué pasa?

- Me siento muy cansado.

Ivan rió y elevó ambas cejas, terminando de colocarse la ropa y levantándose como si nada.

- ¿Cansado?

Se inclinó hacia él, acercándose para besarlo y se sorprendió cuando Rodrigo lo atrajo con timidez hacia su pecho, haciendo que su cabeza cayera sobre su corazón, y cerró los ojos con ternura.

- ¿Podemos quedarnos aquí un momento?

Se quedó quieto y vio cómo sus ojos se abrían y se encontraban con los suyos mirándole fijamente, enviándole un escalofrío por toda su médula espinal y paralizando sus sentidos.

- Quisiera, pero tenemos mucho tiempo para estar así luego. Además, tenemos que irnos de una vez, tú mismo lo has dicho.

- Es verdad, se me había olvidado... —murmuró avergonzado y lo soltó con lentitud, todavía recuperando la respiración - Vámonos o tendrás problemas.

Ivan se arregló la camiseta y se ubicó en el asiento de conductor, apagando la radio y colocando el automóvil en marcha. Hizo un sonido agudo y el motor respondió, mientras arreglaba el espejo retrovisor y lo enfocaba casualmente en Rodrigo, sin evitar una sonrisa al hacerlo.

- ¿No quieres venir aquí adelante conmigo?

- Sí... —Rodrigo se dispuso a levantarse de inmediato, pero una arcada le agitó bajo la espalda y solo oprimió los labios, haciendo un intento por quedarse quieto - Mejor luego, Ivi.

Siguió manejando, saliendo del centro comercial con gran velocidad. El vehículo olía a él, los asientos olían a él, su cuerpo olía a él y esa era la mejor fragancia que había encontrado. Nada era tan bueno como él y su cabeza se volcaba al mirarlo, al igual que ese algo que se meneaba dentro de su estómago una y otra vez. Ni siquiera entendía cómo o por qué, pero no quería pensar en eso; las preguntas podían irse a la mierda como habían venido haciéndolo hasta ahora y dejarlo así disfrutar de la agradable sensación que sentía al mirarlo. Mirarlo.

Solo era cuestión de verlo para ser feliz.

Y en ese momento se sentía feliz, demasiado feliz; como muy pocas veces lo había estado en su vida.

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