ADVERTENCIA: RELACIONES SEXUALES/LESIONES.
Lust había pensado en lo divertida que sería una vida calmada, donde no tuviera que preocuparse más que por seguir existiendo y estar cerca de su hermano; fue por culpa de ese pensamiento acerca de una vida fácil que llegó a la prostitución.
Estar en el mundo del sexo-servicio era completamente normal para él y para todo el mundo dentro de su "universo", pues realmente estaba hecho para eso. A su corta existencia entró en el demandante negocio y se dedicó sólo a él.
Al principio no le iba tan bien, por su inexperiencia, pero pronto comenzó a ser reconocido entre los clientes, sobre todo al comenzar a usar más métodos. Todo el mundo se excitaba con los deliciosos y activos dulce que Lust les regalaba a sus clientes. Había logrado subir de categoría, pues ya no tenía que esperar en una esquina, sino que ahora trabaja dentro de un local.
La noche continuó, como todos los días, Lust llevaba puesta su ropa más común, reveladora a pesar del clima helado, pues su cuerpo casi siempre estaba caliente. El dueño le informó con una seña que se acercara, y sin una sola pizca de extrañeza, le dio un choquecito de dientes.
—Un nuevo cliente te espera adentro, ya ha pagado y fue realmente generoso.
—¿Te aseguraste de que no fuera un maniático o algo así?
—No tenía cara de algo parecido.
Lust soltó un suspiro y sacó de uno de sus bolsillos un caramelo amarillento, lo llevó hasta su boca y luego entró en la habitación privada en la que le habían indicado que lo esperarían. Dentro se encontraba un monstruo común, ya se veía desesperado y parecía algo borracho; era igual a todos los demás.
Se acercó hasta él y se colocó sobre sus piernas, le sonrió con los labios fruncidos y mostrando el caramelo entre ellos.
—¿Deseas probarme, dulzura?
El sexo que surgía después de eso era realmente irreal, Lust siempre creyó que ahí sólo iba la gente con problemas mentales y que no podían mantener una relación sexual normal con la gente normal; para eso estaba él, para alivianar las retorcidas ideas y fetiches que la gente guardaba en lo más profundo de su ser. No se quitaban toda la ropa, usualmente sólo la que salía sobrando y todo lo demás era irrelevante.
Después de que Lust les pasaba el caramelo, sus clientes se volvían más activos, pero en el caso que no lo aceptaran, él mismo lo comía para tratar de olvidar que siempre lo terminaban fornicando sin sentir placer alguno. El que la metía parecía disfrutarlo más, era algo que a veces decía para sí.
No detestaba el sentimiento, era placentero, para qué negarlo, pero usualmente el placer debería de otorgarlo él, por lo que se ocupaba por lo que el cliente pidiera. Si querían que se las chupara, entonces lo haría, si querían que gritara, entonces lo hacía, y si querían simplemente hacerlo por desquite y sin mirarse a la cara, entonces lo haría.
Terminó con aquel monstruo y sintió sus piernas flaquear, a veces era sorprendente el tamaño de los penes que sus acompañantes poseían; otras veces era decepcionante.
Salió de la habitación después de que el otro se retiró y fue a darse una ducha para quitarse el sudor y el líquido seminal que escurría por su cuerpo. Debería estar listo por si algún cliente nuevo llegaba.
Salió nuevamente mientras masticaba un chicle, con su cuerpo algo adolorido. Esperó pacientemente por unos minutos y luego decidió que era momento de comer. El lunch que su hermano menor le había mandado sería suficiente por el momento.
Cuando ya se saboreaba el espagueti recién calentado en su plato, su jefe le tocó el hombro y le sonrió levemente.
—Estaba a punto de comer.
—Vamos, éste ha pagado lo de tres trabajos más. ¿No debería recibir atención especial?
—No, sólo es un tonto con ganas urgentes de sexo. ¿Quiere que haga algo? Por esa paga seguramente pediría un trabajo con BDSM incluido.
—No, realmente sólo pidió que fuera alguien bueno, así que te recomendé. Parece que ya tiene idea de quién eres, porque sonrió.
—Qué locura. Bueno, espero que no sea un degenerado que me compare con su hijo como el último de ayer.
Caminó a una nueva habitación y buscó uno de sus dulces antes de entrar. Cuando estaba a punto de abrir, su jefe le gritó con curiosidad.
—¡Olvidé decirlo, pero es un esqueleto también!
Observó con curiosidad al esqueleto frente a él. No era mucho más grande, pero sus ropas se veían gastadas y había manchas muy sospechosas que rezaba porque fuera salsa de tomate; lo que más resaltaba era su cráneo roto, además de que solamente una de sus cuencas brillaba, por lo que entendía, le faltaba un "ojo".
—Es curioso ver más esqueletos por aquí. Además, no pareces de este lugar.
Era claro que era una de sus versiones, algo que era realmente raro si se ponía a pensar que estaría fornicando consigo mismo.
—A veces salgo de mi universo a observar otros lugares. Este es uno de los más curiosos que he visto.
—Entonces... espero que te guste.
Se acercó a la cama y llevó el dulce a su boca, esperando a que le fuera quitado o negado.
—¿Puedo hacer lo que quiera?
—Mientras no seas muy duro conmigo, sí.
Lust sintió unas frías falanges tocando su columna vertebral. Luego el dulce fue arrebatado de su boca y masticado rápidamente por el otro esqueleto.
—Está bien.
A diferencia de otros monstruos, los esqueletos como ellos tenían que formar sus órganos reproductores por medio de "magia", algo muy curioso como para ser explicado o entendido.
Lust terminó sin ropa y lleno de pequeñas marcas sobre sus huesos, fuertes mordidas que resultaron en rasguños a sus costillas y alguna que otra fractura. Era de las pocas veces que lo hacía con un esqueleto, y esa clase de BDSM realmente le era excitante hasta cierto punto.
El esqueleto ajeno lo había colocado en cuatro, una posición muy oportuna, pues lograba sentir mucho del placer que Lust necesitaba para poder olvidar el dolor que a su cuerpo le infligían.
—Oye, cariño... —Susurró con cansancio—. ¿Cuál es tu nombre?
El contrario no le respondió, ni siquiera mostró una intención de querer hacerlo. Cuando Lust quiso mirarlo a la cara, sintió un fuerte dolor punzante en su coxis, dolor creado por los cortes que había comenzado a hacerle en los huesos.
Lust soltó unos fuertes gritos, algo que no duró mucho al momento en que su contrario le tapó la boca con su mano y lo obligó a dejar caer su cara contra las sábanas, ahogándolo. Lust sentía mucho dolor y, por momentos, que sus huesos serían rotos.
—¡Qué es lo que haces!
El contrario tenía un pequeño cuchillo en manos y con él le provocaba aquellos cortes. No decía nada ni parecía sentir algo de culpa. Sólo miraba lo que hacía con tanto desdén que podría imaginarse que no sabía ni lo que estaba haciendo.
—Es momento de callar, maldita puta. Odio cuando me desobedecen.
Entonces sintió miedo, miedo por su vida y por lo que el lunático le haría.
—No me hagas nada, por favor...
Él era perfectamente capaz de defenderse, pero con el miembro del desconocido en sus entrañas, cortes en los glúteos y ese cansancio, no se creía en condiciones de hacerle frente. Lo tenía subyugado.
El esqueleto terminó viniéndose con una especie de enorme excitación al ver la sangre, quizá de verdad era lo que le gustaba, pero esa mirada vacía le daba a Lust un terror enorme, sobre todo porque no parecía que por fin fuera a liberarlo.
Para su sorpresa, el contrario lo soltó del cuello y luego salió de él; Lust aprovechó el momento para recuperar el aliento y rápidamente intentó darse la vuelta para salir huyendo.
No lo logró.
Sus cuencas se abrieron lo más que pudieron cuando vio a aquel esqueleto con un hacha en manos. Era ilógico, se supone que revisaban ese tipo de cosas antes de dejarlos contratar a alguien del menú, aunque era claro que era un objeto quizá materializado con magia; ellos, los esqueletos, tenían ese tipo de habilidades.
Un fuerte dolor se creó en su cuello, aunque diferente a antes. Con el filo de aquella arma en su cuello, amenazando con cortarlo o herirlo para el disfrute del otro; Lust creyó que realmente no tenía más salida. Si tan solo pudiera tele-transportarse lejos de ese lugar.
—Mírame.
Lust no chistó en hacerlo, lo miró fijamente con miedo y cierta curiosidad. Si iba a morir, era lamentable que fuera él lo último que vería. Por momentos creyó que quizá era lo mejor, porque aquel tipo le estaba dando la libertad de ese podrido mundo donde no había más remedio que acostarse con desconocidos para sobrevivir.
Pero extrañaría mucho a su hermano y estaba seguro de que su hermano también lo extrañaría.
—¿Vas a matarme? —Le sonrió con pena.
—He hecho esto sientas de veces... —El de una sola cuenca iluminada se acercó a su rostro y le sonrió, luego le dio un choque de dientes—. Pero es la primera vez que alguien me ha gustado. ¿Esto podría ser llamado narcisismo?
—Eres un.... —El filo por fin cortó contra sus huesos, amenazaba con cortar su cuello—. Sabía que eras demasiado lindo como para estar cuerdo... —Le devolvió la sonrisa.
Al esqueleto le pareció realmente gracioso, tenía una pizca de emoción en los ojos.
—Me encanta tu sentido del humor, realmente me siento encantado contigo. —Le acarició el rostro con cierto cariño—. Sólo por eso te concederé algo.
Lust deshizo su sonrisa, estaba confundido y no sabía si sólo le gustaba jugar con él o quizá pensaba dejarlo con vida. No sabía cuál estaba mejor, porque aunque le dejara vivir, temía que el loco comenzara a cortejarlo.
—¿Como qué?
El esqueleto se le acercó, le dejó otro choque de dientes y luego le lamió un pómulo.
—Mi nombre es Horror.
El último pensamiento de Lust fue una simple palabra: irónico.
Para cuando sus superiores entraron a aquella habitación, lo único que lograron encontrar fue a un esqueleto con las costillas destrozadas y con el cráneo separado del cuerpo. Muchos se preguntaron la razón, pero aquella nota junto al esqueleto les causó escalofríos al notar que la cabeza no se encontraba en ningún lugar.
"Me llevo mi trofeo, porque él fue especial. Les dejo el resto, por si tenía algún familiar. Es un trato diferente, en otro caso, esto hubiera sido mi dulce cena".